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• Luke 14,1.7-11

 

 

Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús nos hace notar cómo las personas compiten por el lugar más alto en un banquete. Entonces, ¿qué es lo que hace Jesús? Se da cuenta de cómo este juego bloquea la intención de Dios para su pueblo y se esfuerza entonces por interrumpirlo.

Lo que se busca con la parábola es que tengamos el valor de no jugar el juego del honor.

Cuando el instinto te dice que debes ocupar el lugar más alto, debes en realidad buscar el lugar más bajo, el lugar donde es menos probable que te noten.

¿Qué pasaría si intentaras esto en el campo deportivo, en el trabajo, en tu familia, entre tus amigos? Sería cómo deshacerse de una adicción.

Luego va más allá. A veces invitamos gente a fiestas o somos amables con ellos en busca de reciprocidad.

Entonces, el Señor nos dice, no invites a personas que puedan retribuir; no seas amable con las personas que probablemente lo sean contigo.

Ama a tus enemigos; invita a los pobres, los olvidados, los sin techo.

La búsqueda del honor es una adicción como cualquier otra.

No hace posible lo que Dios quiere para nosotros. Oremos para obtener la gracia de liberarnos de esta adicción.

Por lo tanto, no debemos buscar por nuestra propia iniciativa la atención y consideración de los demás, sino más bien dejar que otros nos la presten.

Jesús siempre nos muestra el camino de la humildad —¡debemos aprender el camino de la humildad!— porque es el más auténtico, lo que también nos permite tener relaciones auténticas.

Verdadera humildad, no falsa humildad, lo que en Piamonte se llama la mugna quacia, no, no esa. La verdadera humildad. (Angelus, 1 septiembre 2019)

 

 

Narciso de Jerusalén, Santo

Obispo, 29 de octubre


Martirologio Romano: Conmemoración de san Narciso, obispo de Jerusalén, merecedor de alabanzas por su santidad, paciencia y fe. Acerca de cuándo debía celebrarse la Pascua cristiana, manifestó estar de acuerdo con el papa san Víctor, y que no había otro día que el domingo para celebrar el misterio de la Resurrección de Jesucristo. Descansó en el Señor a la edad de ciento dieciséis años.

Breve Biografía

 

La envidia es mala. Son temibles para los padres los «celos» que muestran algunos pequeños cuando viene al hogar un nuevo hermano. Llenan la casa de disensiones y discordias entre los niños, ante el cuidado normal que los padres dan a sus otros hermanos. Esta situación llega a ser, en ocasiones, mortificante para los padres cuando se dan en una casa. Lo bueno del asunto es que de ordinario pasa pronto, basta con adquirir un mayor grado de madurez natural. Lo malo del caso es no cuidar las pequeñas envidiejas y permitir que se asienten en el hombre tomando el cariz de pecado.



Narciso nació a finales del siglo I en Jerusalén y se formó en el cristianismo bebiendo en las mismas fuentes de la nueva religión. Debieron ser sus catequistas aquellos que el mismo Salvador había formado o los que escucharon a los Apóstoles.



Era ya presbítero modelo con Valente o con el Obispo Dulciano. Fue consagrado obispo, trigésimo de la sede de Jerusalén, en el 180, cuando era de avanzada edad, pero con el ánimo y dinamismo de un joven. En el año 195 asiste y preside el concilio de Cesarea para unificar con Roma el día de la celebración de la Pascua.



Permitió Dios que le visitara la calumnia. Tres de sus clérigos —también de la segunda o tercera generación de cristianos- no pudieron resistir el ejemplo de su vida, ni sus reprensiones, ni su éxito. Se conjuraron para acusarle, sin que sepamos el contenido, de un crimen atroz. ¡Parece fábula que esto pueda pasar entre cristianos!



Viene el perdón del santo a sus envidiosos difamadores y toma la decisión de abandonar el gobierno de la grey, viendo con humildad en el acontecimiento la mano de Dios. Secretamente se retira a un lugar desconocido en donde permanece ocho años.



 

Dios, que tiene toda la eternidad para premiar o castigar, algunas veces lo hace también en esta vida, como en el presente caso. Uno de los maldicientes hace penitencia y confiesa en público su infamia. Regresa Narciso de su autodestierro y permanece ya acompañando a sus fieles hasta bien pasados los cien años. En este último tramo de vida le ayuda Alejandro, obispo de Flaviada en la Capadocia, que le sucede.



El vicio capital de la envidia presenta un cuadro de tristeza permanente ante la contemplación de los bienes materiales o morales que otros poseen. En lo moral, es pecado porque la caridad es amar y, cuando se ama, hay alegría con los bienes del amado. Cuando hay envidia no hay amor, hay egoísmo, desorden, pecado.



El envidioso vive acongojado -casi sin vida- por el bien que advierte en el otro y que él anhela tener. En ocasiones extremas puede llegar a convertirse en una anomalía psíquica peligrosa ya que lleva a la ceguera y desesperación cuyas consecuencias van de la maledicencia al crimen, pasando por la calumnia y la traición: el envidioso se considera incapaz de alcanzar las cualidades ajenas; la estimación que los demás disfrutan es considerada como un robo del cariño que él merece; en la eficacia del trabajo ajeno, acompañado de éxito y merecidos triunfos, el envidioso ve intriga y apaño.



 

 

Ayer y hoy hubo y hay envidiosos. A los prójimos toca sufrir pacientemente las consecuencias. Sin olvidar que la envidia fue la causa humana que llevó al Señor al Calvario.

¡Gracias, San Narciso, porque me das ejemplo de paciencia ante la cruz!

 

 

El honor del último lugar

Santo Evangelio según san Lucas 14, 1. 7-11.

Sábado XXX del Tiempo Ordinario


 

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.

¡Venga tu Reino!



Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)



En esta oración me encuentro cerca de ti, Señor. Creo en ti, confío en ti y te amo, pero ayúdame a crecer en la fe, en la esperanza y en la caridad. Que la fe me permita descubrir tu grandeza. Que la esperanza me ayude a confiar en tu bondad. Que la caridad me mueva a darlo todo por ti y por mis hermanos. Amén.



Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Lucas 14, 1. 7-11



 

Un sábado, Jesús fue a comer en casa de uno de los jefes de los fariseos, y éstos estaban espiándolo. Mirando cómo los convidados escogían los primeros lugares, les dijo esta parábola:

“Cuando te inviten a un banquete de bodas, no te sientes en el lugar principal, no sea que haya algún otro invitado más importante que tú, y el que los invitó a los dos venga a decirte: ‘Déjale el lugar a éste’, y tengas que ir a ocupar, lleno de vergüenza, el último asiento. Por el contrario, cuando te inviten, ocupa el último lugar, para que, cuando venga el que te invitó, te diga: ‘Amigo, acércate a la cabecera’. Entonces te verás honrado en presencia de todos los convidados. Porque el que se engrandece a sí mismo, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido”.



Palabra del Señor.



Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.



«…Para que, cuando venga el que te invitó, te diga: «Amigo, acércate a la cabecera»». En esta frase se encuentra condensado todo el sentido del Evangelio de hoy. Cristo quiere decirnos que el honor más grande en la vida cristiana no consiste en un puesto. Él mismo es el mayor honor que podemos tener en la vida.



El Señor nos ha invitado a un banquete de bodas, y lo propio de una invitación es ser gratuita. Sólo los novios tienen el “derecho” de la fiesta, todos los demás participan porque han pensado en ellos. La invitación se recibe por razón de un amor o una amistad particular, sin fijarse en méritos. Dios nos ha invitado a las bodas de su Hijo, y ya eso es honor suficiente para cada bautizado. ¡Si pensáramos qué dignidad ser invitados especiales de Dios!



 

 

Conforme hemos crecido en la vida cristiana, Dios ha pasado por cada una de las mesas y a cada uno nos dice las mismas palabras: «Amigo, acércate a la cabecera». Nos llama amigos, ¡sus amigos íntimos!, y nos da un honor aún más grande: acercarnos a la cabecera. De nuevo, no se trata de un puesto, sino de estar cerca de Él. Y aquí termina la parábola; la realidad es mucho más maravillosa porque Cristo nos invita a la cabecera en cada comunión, y ya no es Él solo el novio de las bodas. Se convierte en nuestro alimento, nos da el lugar principal, porque quiere que cada cristiano participe de la misma alegría que Él siente. Y quiere que la experimentemos desde dentro, en el fondo de nuestro corazón.



«El que se humilla, será engrandecido». Aquí es donde la humildad brilla con mayor claridad aún. Al inicio de la misa reconocemos nuestro pecado y pedimos perdón por ofender a un Dios que nos ha dado tanta dignidad. ¡Cuánto nos ha engrandecido el Señor, sabiendo que como hombres pecadores éramos los últimos, los más indignos de su predilección! Cuánta gratitud y humildad debe surgir en nuestra alma cada vez que nos acercamos al Banquete del Señor.



«Con esta recomendación, Jesús no pretende dar normas de comportamiento social, sino una lección sobre el valor de la humildad. La historia enseña que el orgullo, el arribismo, la vanidad y la ostentación son la causa de muchos males. Y Jesús nos hace entender la necesidad de elegir el último lugar, es decir, de buscar la pequeñez y pasar desapercibidos: la humildad. Cuando nos ponemos ante Dios en esta dimensión de humildad, Dios nos exalta, se inclina hacia nosotros para elevarnos hacia Él».
(Homilía de S.S. Francisco, 28 de agosto de 2016).



Diálogo con Cristo


Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.


Propósito


Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.


Voy a preparar mi alma para la misa del domingo. Si veo que no estoy en buena condición espiritual, buscaré la confesión, o bien, dedicaré un rato especial de oración, hoy, para ser consciente del don de la Eucaristía.


 

 

Despedida


Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

 

 


La humillación nos prepara para algo más hermoso

El Espíritu Santo puede hacer surgir maravillas, si nosotros aceptamos el desafío.


 

 

Cuando algo se termina en nuestras vidas, el Espíritu Santo quiere aprovechar para hacer nacer algo nuevo, para ayudarnos a iniciar una nueva etapa.

Si nos hemos equivocado, si hemos fracasado, si hemos sido humillados, eso no es la muerte.

Tampoco es el fin del mundo. Sólo es el fin de un mundo. Pero con el poder y el amor de Dios podemos crear otra vida nueva; otro mundo puede nacer. En medio de una humillación Dios nos invita a amar la vida, a asumir nuevos desafíos. Pero no se trata de conformarnos con cosas insignificantes. Aunque nos hayamos equivocado tenemos derecho a iniciar cosas grandes, que valgan la pena. ¿Por qué no? Quizás la humillación que hemos sufrido sea una purificación que nos prepara para algo más hermoso. No hay que dejar de confiar en las posibilidades que Dios ha sembrado dentro nuestro; hay que atreverse a más, ir por más, buscar algo más.

 

 

Cuando empequeñecemos nuestra vida, atrofiamos nuestras capacidades, y no es eso lo que quiere hacer el Espíritu Santo en nosotros.

Nunca hay que dejarse morir, porque creemos en un Dios de la vida, que no nos quiere medio muertos. Ninguna humillación tiene el derecho de arrasar con esa vida que Dios ama. Al contrario, de las cenizas, el Espíritu Santo puede hacer surgir maravillas, si nosotros aceptamos el desafío.

 

 

Las riquezas del Rosario

El mundo de hoy necesita más que nunca a María.


 

 

Te preguntas que es lo que ven las personas que rezan el Rosario de forma cotidiana con gran fe esperanza y amor, ¿Qué riquezas encuentran ellos que tienen  el Rosario como un tesoro?

Gran parte de tu vida has luchado por mantenerte al margen, incluso piensas que es suficiente dirigirte a Cristo, sin tener en cuenta que el fundamento del Rosario es esencialmente Cristológico. Cada misterio te transporta a un pasaje de la vida de tu Salvador, es una oportunidad de respirar, tocar, vivir cada escena de la vida de Cristo, acompañada de su Madre, que es tu Madre.

 

Rezar el Rosario es caminar de la mano de María es vivir cada escena de la vida de su Hijo embelesado, cautivado bajo la mirada de tu Madre, es una oportunidad de adentrarte en cada  misterio, estando presente ella, de esta forma se aligera tu paso y , avanzas  en el camino de unión con Cristo a  una velocidad enorme, logrando crecer en santidad en poco tiempo, lo que muchas veces no consigues  en años con mucha determinación y trabajo personal. Y la razón es muy sencilla Jesús ama tanto a su Madre que no le niega nada y quiere que miles y miles de gracias pasen por sus manos.

María es la mejor Madre, ella no niega nada a su hijo y cuando Jesús le entregó a cada hombre como hijo suyo, estando en la cruz, ella como siempre dio  su si lleno de amor. María intercede por ti y esta a la espera de tu si para colmarte de todas las bendiciones de su hijo.

Muchos santos han hablado del poder del Rosario, una de las gracias que más se escuchan es el triunfo en la Batalla de Lepanto, que humanamente hablando no era posible. Si eso hace María que no puede alcanzar para la transformación de cada persona, familia, sociedad.

El mundo de hoy necesita más que nunca a María, la Estrella que nos guía para llegar a su Hijo, el refugio seguro para quien no encuentra descanso, el consuelo para los que sufren… repite y paladea cada Padre Nuestro, Ave María, las oraciones dictadas por Dios  a través de su Madre en cada misterio.  Son oraciones celestiales, “ Dios mío yo creo adoro espero y te amo…..”  “Salve llena de gracia, el Señor está contigo…

 

 

Chiara Luce, un espléndido designio

 

 

La historia de la joven contada por aquellos que la han conocido: sus padres y amigos

El mar y las montañas. Deportes y amigos. Altos ideales y una fe genuina. Este es el mundo de Chiara Badano. A los 18 años, una enfermedad incurable la deja en cama.

Perdió el uso de sus piernas pero no su sonrisa. Su carrera hacia el cielo no se detiene un instante e involucra a quienes están cerca.

La llaman «luz». La historia de Clara Luce contada por aquellos que la han conocido: los padres, amigos y a través de los jóvenes de hoy que ven un ejemplo Chiara.

 

 

Chiara Badano llamada Chiara Luce (Sassello, 29 de octubre 1971 – + Sassello, 7 de octubre de 1990) fue una joven perteneciente al Movimiento de los Focolares, murió a los dieciocho años de un tumor óseo.

Declarada venerable por la Iglesia católica el 3 de julio de 2008, el 25 de septiembre de 2010 fue proclamada beata en el Santuario de Nuestra Señora del Divino Amor en Roma.