Llegamos al cuarto domingo de Cuaresma y nuestro Evangelio es una de las historias más magníficas en el Evangelio de Juan: la curación del hombre ciego de nacimiento. Juan es un maestro teológico, por supuesto, pero es también un maestro literario y esta historia está escrita de manera tan hermosa que es una especie de ícono de la vida espiritual. Esta no es sólo una historia sobre algo que hizo Jesús; en un nivel más profundo, esta es una historia sobre todos nosotros. Aquí se despliegan la dinámicas y esta es un despliegue de ellas. Así que permítanme destacar los aspectos más destacados: Escuchamos, ¨En aquel tiempo, JESÚS vió pasar a un ciego de nacimiento¨. Es una condición física. Sí efectivamente. Y JESÚS en verdad curó a este hombre ciego. Pero piensen en la ceguera en el contexto de la Biblia. Se la utiliza a menudo como un signo de ceguera espiritual. ¿Qué nos hace el pecado? Bueno, muchas cosas, pero una es que oscurece nuestra conciencia. Distorsiona nuestra visión de las cosas. Podríamos ser capaces de funcionar muy bien en el orden político y económico y todo eso. Pero si estamos hundidos en el pecado, estamos ciegos de las realidades más importantes. Estamos ciegos, en términos de la dirección correcta de nuestras vidas. De nuevo, piensen en alguien que está floreciendo en todos los ámbitos, en el sentido del mundo, pero están pasando el tiempo, pasando de una cosa a la otra, sin esperanzas en lo más profundo.
Bueno, eso sí, ciego de nacimiento. Así somos todos nosotros. Nos referimos al pecado original. Esa es una doctrina genial, maravillosa. Significa que todos nosotros nacemos -mucho antes que comencemos a tomar ninguna elección consciente- nacemos en un mundo disfuncional. Piensen en alguien que naciera siendo ya adicto a la cocaína. Bueno esa persona no ha tomado ninguna decisión moral, pero sin embargo, sin embargo ha nacido con esa adicción. Bueno, todos nosotro hemos nacido ciegos, hemos nacido en un mundo signado por la crueldad y la violencia y el odio y todo lo demás que ha sido moldeado por los siglos y milenios por estas cosas. Nacemos, entonces en pecado original, nacemos ciegos. Bueno, JESÚS es sencillamente el enemigo de esta ceguera. Es el enemigo de la oscuridad. ¿Qué es lo que le oímos decir? ¨YO SOY LA LUZ DEL MUNDO¨. ¿Qué es lo que escuchamos desde el comienzo mismo del Evangelio de Juan: ¨LA LUZ BRILLA EN LAS TINIEBLAS Y LAS TINIEBLAS NO LA PERCIBIERON¨. JESÚS viene a nuestro mundo como la luz que está destinada a iluminar los ojos cegados por el pecado. Así que cuando leemos esta historia, trata sobre nosotros. De acuerdo. ¿Qué hace JESÚS cuando ve al hombre? Bueno, algo bastante raro.
Hace una pasta de barro. Escupiendo en el suelo y haciendo esta pasta y frotandola en los ojos del hombre. La interpretación de San Agustín, que amo: ¨Piensen en la saliva que sale de la boca de JESÚS. Eso es evocativo de su divinidad. La tierra es evocativa de su humanidad. Cuando la divinidad y la humanidad se juntan conforman una especie de bálsamo. Salve en ingles S-A-L-V-E. Salus en latín significa salud. Es por eso que se decía ¨salve¨ cuando veías a alguien en la calle. A JESÚS se lo llama desde los primeros días, ¨Salvator¨, nuestra palabra ¨salvador¨viene de allí. ÉL es aquel que trae curación. ¿Pueden verlo? Esta pasta de barro que hace es la representación de su propio ser. Es su propia vida. Es su divinidad y su humanidad reuniéndose de tal modo que curan los ojos enfermos de pecado. JESÚS ungiendo este barro en los ojos ciego del hombre, somos todos cuando JESÚS se dirige a nosotros. Es hermosa la referencia literal a la tierra. Cuán a menudo en los Sacramentos de la Iglesia -cuando utilizamos el pan y el vino y frecuentemente el aceite, aceite que se unge en nosotros- todos esos son encuentros con CRISTO.
Cuando se unge su ser en nuestros ojos enfermos de pecado, comenzamos a ver apropiadamente. Coloca entonces esa pasta de barro y luego le dice, ¨VE Y LÁVATE EN LA PISCINA DE SILOɨ. SAN JUAN agrega constructivamente, lo que significa Siloé, que es ¨ENVIADO¨. Muy a menudo en el evangelio de Juan, se hace referencia a JESÚS, como el que fue enviado. ÉL se refiere a su PADRE como ¨aquel que lo envió¨. Sumergirse, por lo tanto, en la piscina es evocativo de Bautismo. Por el Bautismo somos sumergido en CRISTO Aquel que es enviado por el PADRE. Somos limpiados. Peo ahora en los términos del sistema simbólico de esta historia, la saliva en los ojos piensen que se limpia en la piscina de Siloé y luego el hombre recupera la vista. Es a través de los Sacramentos de la Iglesia, especialmente el Bautismo que somos curados y somos salvados, ungidos, que somos capaces de ver. Esto trata el comienzo de la travesía espiritual, si se quiere. Piensen en la historia del ciego Bartimeo. ¿Lo recuerdan sentado en las puertas de Jericó? Jericó es evocativo, la ciudad caída.
Aquí está de nuevo el ciego Bartimeo. Y es su encuentro con CRISTO el que le devuelve la vista. Entonces aquí este hombre y todos nosotros ciegos de nacimientos, comenzamos nuestra travesía espiritual mediante esta inmersión sacramental y bautismal en CRISTO. EN ESTE PUNTO RECUPERA SU VISTA. Es uno de los grandes milagros de JESUS. Pero observe ahora cómo comienza a responder la gente. El hombre regresa. Y lo han visto. Quién sabe por cuánto tiempo ha rogado este hombre, este hombre ciego. Pero regresa y la gente está contradictoria. Están divididos. ¨Allí está el ciego y ahora puede ver¨. Y otros dicen, ¨no, no, ese no es el ciego¨. Otros dicen ¨No, sólo luce como él¨. Bueno, ¿qué está pasando aquí? Probablemente, algo que ocurrió realmente. Me refiero a este relato del evento. Imagínense cómo se habrá confundido la gente. ¿A qué te refieres con que puedes ver? Los ciegos no empiezan a ver sin más. Debe ser alguien parecido. Esto es muy verosímil para mí. Pero interpretémosle ahora con nuestra visión espiritual más profunda. Cuando somos inmersos en CRISTO, ÉL ha ungido su poder salvífico en nuestros ojos enfermos por el pecado, cuando somos transformados por ÉL, no somos la misma persona que éramos antes. Hemos cambiado, somos diferentes. Lucimos diferentes, actuamos diferente. La gente apenas puede reconocernos.
Piensen en alguien que ha atravesado una conversión profunda. ¨Qué, este es el muchacho que conocíamos? No, no puede ser. Alabado sea DIOS. Vean, es la transformación de nuestras vidas que sucede cuando realmente entramos en contacto con CRISTO. Aquí hay otro detalle que es típico de San Juan, que era un gran maestro de la escritura literaria y escritura teológica. Le preguntan al hombre -porque están confundidos- ¿Quién ERES? Y le preguntaron al hombre mismo si él era el que había sido ciego. Y su respuesta es aquí traducida correctamente, ¨Sí, soy yo¨, pero lo que dice en el griego -vayamos al idioma original de la historia- lo que dice cuando le preguntan: ¿¨Eres tú realmente? ´El les dice:
¨EGO EIMI¨. Esto significa literalmente¨YO SOY¨en griego. Si son lectores atentos de Juan, no se les escapará esto, porque -ego eimi-, es el gran nombre de Dios, ¿cierto? Cuando Moisés le dice ¿Cuál ES TU NOMBRE? ¿Qué les diré? Dio dice: ¨YO SOY EL QUE SOY¨. JESÚS a través de los Evangelios -el Evangelio de Juan- utiliza esta fracesita.
EGO EIMI, SOY EL PAN DE VIDA. Ego eimi, soy el Buen Pastor. Soy la puerta. Soy el Camino la Verdad y la Vida. Lo que está diciendo una y otra vez es que EL MISMO ES LA PRESENCIA MISMA DE DIOS. Aquí está entonces lo extraordinario, y es sugerido en este pequeño detalle. Cuando eres bautizado, cuando eres inmerso en CRISTO tienes su poder ungido en ti, te vuelves conforme a ÉL. Te vuelves otro CRISTO. ¿No dijo San Pablo acaso? ¨No soy yo quien vive es CRISTO quien vive en mí¨. Y entonces el ciego de nacimiento una vez que es cristificado a través del Bautismo y los Sacramentos, puede decir como su Maestro ¨EGO EIMI¨. Ahora ha sido cristificado. Maravilloso. Y estamos hablando aquí de la vida espiritual. Pero luego no se pierdan esto, la forma en que termina la historia. Si piensan, ¿cuán grandioso puede ser esto? ¿Cuán grandioso puede ser que a este hombre ciego, se le restaura la vista? Es otro CRISTO. Que gran historia. ¿Pero cómo reaccionan? Aparecen los escribas y fariseos, que simplemente no pueden digerirlo. LO FASTIDIAN. Cuestionan su legitimidad. Comienzan a acusar a JESÚS de hacer cosas que no debería estar haciendo. Hay un milagro que que ha sucedido frente a ti, no debería estar haciendo. ¿Y te preocupas por pequeñeces? Vean esta es la verdad. Existe un montón de gente en nuestro mundo pecaminoso que está profundamente envuelta en ceguera. Permítanme decirlo de nuevo. Es decir que su vida entera, todos sus negocios, todas sus formas de hacer dinero, todo su orden político, lo que sea, se afirma en que la mayoría de la gente no está despierta espiritualmente y entonces no quiere a alguien que ha sido liberado. No quieren eso. Les causará un sinfín de problemas.
Por ello les digo a todos los que me escuchan, si están comenzando la travesía espiritual, han encontrado la vista y la vida de CRISTO, grandioso. Pueden decir ¨EGO EIMI¨, Fantástico. Pero permanezcan bien despiertos. Sean cuidadosos. Sepan que el mal está acechando como un león rugiente que busca a alguien para devorarse. Tendrán oposición. Creanme. Y cuanto más parecido a CRISTO seas, más oposición tendrás de toda esa gente que está llena de ceguera. ¿Lo ven? no sean ingenuos. Es por eso que JESUS dice sean inocentes como palomas y astutos como serpientes, porque se les opondrán al caminar por el sendero espiritual. Así que estén al tanto de eso. Permítanme darle un cierre. Hay muchísimo más que se podría decirse sobre esta gran historia, Pero habiendo resistido las burlas de la multitud y todo eso, lo echaron fuera, escuchamos. Bueno, el SEÑOR lo busca y le dice, YO SOY EL QUE TE HA DADO LA VISTA. ¿CREES? Y él realiza una de las mayores confesiones de fe en el Nuevo Testamento: ¨Creo SEÑOR¨. Y luego escuchamos que le adoró. Eso significa que estaba reconociendo su divinidad. Bueno allí está toda la vida espiritual. Comenzamos ciegos. Se nos da la vista a través del Bautismo y a través de la inmersión en los Sacramentos. Somos cambiados. Nos convertimos en otros CRISTOS. Luego recibimos oposición. Les apuesto que la recibirán. Pero finalmente dan su vida entera a CRISTO EN ADORACIÓN. ¿QUIEREN SABER COMO ES LA VIDA ESPIRITUAL ENTERA? Relean esta gran historia del Evangelio de San Juan. QUE EL AMOR DE DIOS DESCIENDA SOBRE CADA UNO DE USTEDES Y DESDE PAX DE CORAZON A CORAZON FELICITANDO A TODOS LOS PAPAS EN SU DIA EN HONOR A SAN JOSE CON EL AMOR DE JESUS Y MARIA
En el extraño y sorprendente relato de la curación del hombre nacido ciego del Evangelio de Juan, encontramos una representación icónica sobre el cristianismo como forma de ver. Jesús escupe en el suelo y hace una pasta del barro, que luego frota sobre los ojos del hombre. Cuando el hombre se lava los ojos en el estanque de Siloé, como Jesús le había ordenado, su vista se restablece.
La multitud está asombrada, pero los fariseos —consternados y escépticos— lo acusan de ser ingenuo y a quien lo curó de ser pecador. Con una simplicidad encantadora, el vidente responde: “Yo no sé si es un pecador; lo que sé es que antes yo era ciego y ahora veo”.
Esto es precisamente lo que dicen todos los cristianos que encuentran la luz de Cristo. San Agustín interpretó la preparación de la pasta del barro como una metáfora de la Encarnación: el poder divino se mezcla con la tierra dando como resultado la formación de un bálsamo curativo. Cuando este ungüento de Dios hecho carne se frota en nuestros ojos cegados por el pecado volvemos a ver.
Para que se manifestaran las obras de Dios
Santo Evangelio según san Juan 9, 1-41. Domingo IV de Cuaresma
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, Padre bueno, tú me conoces profundamente sabes cuánto deseo amarte y que seas amado, por eso estoy aquí, para dejarme hacer por ti. Te bendigo por permitirme estar en tu presencia en este momento de oración, confío en tu acción. Háblame según tu corazón. Te ofrezco esta oración por la instauración de tu Reino y por…
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 9, 1-41
En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. [Y sus discípulos le preguntaron: «Maestro, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego?» Jesús contestó: «Ni éste pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. Mientras es de día, tenemos que hacer las obras del que me ha enviado; viene la noche, y nadie podrá hacerlas. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo». Dicho esto,] escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo: «Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado». Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: «¿No es ése el que se sentaba a pedir?». Unos decían: «El mismo». Otros decían: «No es él, pero se le parece». Él respondía: «Soy yo». [Y le preguntaban: «¿Y cómo se te han abierto los ojos?». Él contestó: «Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lavé, y empecé a ver». Le preguntaron: «¿Dónde está él?». Contestó: «No sé»]. Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista. Él les contestó: «Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo». Algunos de los fariseos comentaban: «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado». Otros replicaban: ¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?». Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: «Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?». Él contestó: «Que es un profeta». [Pero los judíos no se creyeron que aquél había sido ciego y había recibido la vista, hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron: «¿Es éste vuestro hijo, de quien decís vosotros que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?».
Sus padres contestaron: «Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego; pero cómo ve ahora, no lo sabemos nosotros, y quién le ha abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos. Preguntádselo a él, que es mayor y puede explicarse». Sus padres respondieron así porque tenían miedo los judíos; porque los judíos ya habían acordado excluir de la sinagoga a quien reconociera a Jesús por Mesías. Por eso sus padres dijeron: «Ya es mayor, preguntádselo a él». Llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron: «Confiésalo ante Dios: nosotros sabemos que ese hombre es un pecador». Contestó él: «Si es un pecador, no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo». Le preguntan de nuevo: ¿Qué te hizo, cómo te abrió los ojos?». Les contestó: «Os lo he dicho ya, y no me habéis hecho caso; ¿para qué queréis oírlo otra vez?; ¿también vosotros queréis haceros discípulos suyos?». Ellos lo llenaron de improperios y le dijeron: «Discípulo de ése lo serás tú; nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios, pero ése no sabemos de dónde viene». Replicó él: «Pues eso es lo raro: que vosotros no sabéis de dónde viene y, sin embargo, me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es religioso y hace su voluntad. Jamás se oyó decir que nadie le abriera los ojos a un ciego de nacimiento; si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder»]. Le replicaron: «Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?». Y lo expulsaron. Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: «¿Crees tú en el Hijo del hombre?». Él contestó: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?». Jesús les dijo: «Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es». Él dijo: «Creo, señor». Y se postró ante él. [Jesús añadió: «Para un juicio he venido ya a este mundo; para que los que no ve vean, y los que ven queden ciegos». Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le preguntaron: «¿También nosotros estamos ciegos?». Jesús les contestó: «Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado, pero como decís que veis, vuestro pecado persiste»].
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Te invito a hacer una pausa de silencio para acoger lo que la palabra te dice a ti, es lo más importante en este momento de oración.
Para las meditaciones de esta semana quisiera proponerte una petición constante: “Señor, que tus obras se puedan manifestar en mi”.
Cuántas veces me pasa por la mente creer que lo que me sucede es por culpa de alguien más, de mis errores o incluso que es para pagarte cuentas pendientes. Hoy me das tu salvación a través de tu palabra. Me enseñas algo grande cuando dices “Nació así para que en él se manifestaran las obras de Dios”.
Lo que soy, lo que vivo, lo que me pasa; fácil o difícil, con gozo o con dolor es para que se manifiesten tus obras, tu amor, tu poder. ¿Te dejo espacio para que así sea? Dejarte espacio es confiarme sin tratar de encontrarle explicaciones a todo. Es hacer todo lo que tengo que hacer y saber que tú te encargarás, cederte el control de los tiempos y los resultados. Es reconocer tu mano, como lo hizo este ciego, en todo lo que pasa en mi vida y así poder responderte “Creo, Señor”. Postrarme y adorar.
A lo largo de esta semana:
«¿Qué significa tener la verdadera luz, caminar en la luz? Significa ante todo abandonar las luces falsas: la luz fría y fatua del prejuicio contra los demás, porque el prejuicio distorsiona la realidad y nos carga de rechazo contra quienes juzgamos sin misericordia y condenamos sin apelo. ¡Este es el pan de todos los días! Cuando se chismorrea sobre los demás, no se camina en la luz, se camina en las sombras. Otra falsa luz, porque es seductora y ambigua, es la del interés personal: si valoramos hombres y cosas en base al criterio de nuestra utilidad, de nuestro placer, de nuestro prestigio, no somos fieles la verdad en las relaciones y en las situaciones. Si vamos por este camino del buscar solo el interés personal, caminamos en las sombras».
(S.S. Francisco, Ángelus del 26 de marzo de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Reconoce la mano de Dios en algún aspecto de tu vida. Haz una oración de acción de gracias y luego, como el ciego, un momento de silencio que sea como ese “postrándose lo adoró”.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
¿Quién era realmente José de Nazaret?
Al esposo de María y padre de Jesús muchos acuden como «intercesor de todo»
El relato de los evangelios, especialmente el de Mateo, presenta a José de Nazaret como un «hombre justo» (Mt, 1, 19) –o sea santo—piadoso, que ejerció de «padre» de Jesús y de esposo de María.
Fue un hombre que confió siempre en Dios a pesar de las numerosas dificultades que tuvo por delante: conocer el embarazo de la Virgen sin saber que venía de Dios, y que el que naciera sería llamado Hijo de Dios, y que le pondría por nombre Emmanuel.
Dios utilizó a sus ángeles para comunicar su voluntad a José: la revelación de la virginidad de María, la huida a Egipto, la vuelta de Egipto. Él siempre confió en Dios.
Nunca expresó la más mínima queja, a pesar de las dificultades que Dios le iba poniendo delante: el empadronamiento en Belén, la huida a Egipto y su vuelta a Nazaret.
Hasta cuando «perdió» a Jesús en Jerusalén y tras tres días de búsqueda, junto con María su esposa, lo encontró en el Templo hablando con los doctores de la Ley.
Un joven artesano

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José de Nazaret, además, aunque no lo dicen los evangelios, fue un hombre joven, no un viejo como a veces lo pintan para resaltar la virginidad de María de Nazaret.
Para hacer lo que hizo José se necesitaba envergadura, sentido de la iniciativa, mucha firmeza, no doblarse ante ninguna dificultad. Tal fue su obediencia. No una obediencia ciega, sino con sentido de iniciativa y responsabilidad.
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Dios quiso que el que tenía que hacer de padre de su Hijo Jesús (y fue un verdadero padre), no fuera un hombre de alcurnia, que vivía en palacios, o que formara parte de la aristocracia sacerdotal de la época. Lejos de eso.
Era, dicen los evangelios, un artesano (faber), un trabajador como tantos otros en su tiempo. Con buen temple, con alegría y buen humor.
Además, tenía iniciativa y era un hombre trabajador. Cuando se desplazó a Belén y después a Egipto y finalmente a Nazaret, no podía alimentar a su familia de la caridad, sino de su trabajo.
Seguramente instaló talleres en Belén y Egipto, y finalmente en Nazaret. Todo ello requiere una gran adaptabilidad a la voluntad de Dios y vivir en cada momento en el ambiente que le tocó vivir, sin quejarse que si los egipcios, los de Belén, son esto o lo otro, que tienen trato difícil y costumbres distintas. No se quejó, se adaptó.
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Un hombre con una clara misión
Él, José de Nazaret, sabía que la gracia de Dios no le iba a faltar. Además, debió ser una persona simpática, de trato muy agradable, que se hacía querer.
Nunca olvidó su misión principal: cuidar de María su esposa y del Niño Jesús al que enseñó el oficio de artesano. Y siempre lo hizo, dice el Papa, con «ternura«.
No sabemos cuántos años vivió José de Nazaret. Sí podemos intuir su dulce muerte, al lado de Jesús y de María, que lo cuidaron hasta el último aliento de su vida.

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Solo sabemos que José había ya fallecido al empezar Jesús su vida pública.
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Un santo muy querido
La carta apostólica del papa Francisco convocando un año dedicado a san José incrementará sin duda mucho la devoción a José de Nazaret.
Él fue proclamado santo patriarca de la Iglesia católica por el beato papa Pío IX hace 150 años, en la fiesta de la Inmaculada Concepción. Fue 16 años después de proclamar, el mismo Papa, el dogma de la Inmaculada (1854).
El papa Francisco tiene, en su habitación, una imagen de san José durmiendo y debajo de la cual va colocando papeles. Él mismo explica: «Cuando tengo un problema, una dificultad, la pongo debajo de san José para que lo arregle». San José durmiendo «cuida a la Iglesia».
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Invocado en todo tipo de necesidades
Porque san José es intercesor de todo: de las familias, de los esposos, de la buena muerte, de la Iglesia Universal, de las vocaciones laicales y religiosas, de los sacerdotes, custodio de las vírgenes, de muchísimas instituciones eclesiásticas y religiosas.
Quien divulgó mucho la devoción a san José fue santa Teresa de Ávila, entre otros muchos santos y santas. Explicó la santa que la devoción a san José le venía desde que era pequeñita, de su madre.
Dijo que acudía a san José con frecuencia, y le llamaba su abogado e intercesor, y que le concedía cuanto le pedía. Los carmelitas han sido unos grandes difusores de la devoción al santo patriarca.
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Año de san José
En 2021, cuando la Iglesia celebró el Año de San José convocado por el papa Francisco en su Carta Apostólica “PatrisCorde” (Corazón de Padre), no pocos se plantearon la pregunta ¿quién era realmente san José?
¿Qué clase de hombre era? ¿Cómo vivió en su tiempo? ¿Cuál era la misión que Dios le confió?
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Pasó muchas adversidades, pero era un hombre sencillo, que quería cumplir la voluntad de Dios. Por eso, el papa Francisco propuso aumentar nuestra piedad, nuestro trato personal con san José.
¿Está san José en cuerpo y alma a los cielos? Algunos santos, como san Juan XXIII, creían que san José resucitó y se encuentra en cuerpo y alma en el cielo (homilía el 26 de mayo de 1960, con motivo de la canonización de san Gregorio Barbarigo). El Papa aclaró que él lo creía así en su interior, pero no anunciaba doctrina alguna.
También lo creían el teólogo español Francisco Suárez, san Pedro Damián, san Bernardino de Siena, san Francisco de Sales, san Alfonso María de Ligorio, la venerable Madre María Jesús de Ágreda, Bossuet, san Enrique de Ossó y Cervelló y tantos otros.
La Sagrada Familia en cuerpo y alma a los cielos. ¿Por qué no?
Y un dato más para la historia. El día en que el beato Pío IX nombró a san José Patrono de la Iglesia universal, unos energúmenos se fueron a la residencia romana del Papa y gritaron «¡Muerte al Papa!». ¡Qué rabia tenía el diablo!
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