John 17:11b-19

Amigos, el Evangelio de hoy es la oración sacerdotal de Jesús en la noche de la Última Cena. Aquí están las primeras palabras del Señor: “Padre santo, cuida en tu Nombre a aquellos que me diste, para que sean uno, como nosotros”. Dios es, en Su naturaleza más íntima, una comunidad de amor, y el propósito de Dios respecto del mundo es atraerlo a Su unidad. Dios es una gran fuerza de unión.

Jesús continúa: “No te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del Maligno”. Precisamente porque el mundo está tan opuesto al camino de Jesús siempre es tentador para los cristianos huir en mayor o menor medida, buscar vivir en enclaves privados donde podamos cultivar la vida del discipulado.

Es cierto que, a veces, la Iglesia debe luchar para preservar su vida contra una cultura hostil. Pero el propósito final de la Iglesia nunca es doblegarse o escapar. Es transformar la cultura. La Iglesia existe siempre para el mundo. Si Dios simplemente nos sacara del mundo estaría quitando la levadura necesaria para levantar la masa. 

Dios, haciéndose hombre, hizo propia nuestra sed, no sólo de agua material, sino sobre todo la sed de una vida plena, de una vida libre de la esclavitud del mal y de la muerte. Al mismo tiempo, con su encarnación, Dios puso su sed —porque también Dios tiene sed— en el corazón de un hombre: Jesús de Nazaret. Dios tiene sed de nosotros, de nuestros corazones, de nuestro amor, y puso esta sed en el corazón de Jesús. Por lo tanto, en el corazón de Cristo se encuentran la sed humana y la sed divina. Y el deseo de la unidad de sus discípulos pertenece a esta sed. Lo encontramos a menudo en la oración elevada al Padre antes de la Pasión: «Para que todos sean uno» (Jn 17, 21). Lo que quería Jesús: ¡la unidad de todos! El diablo —lo sabemos— es el padre de las divisiones, es uno que siempre divide, que siempre declara la guerra, hace mucho mal. Que esta sed de Jesús se convierta cada vez más también en nuestra sed. (Ángelus, 25 enero 2015)

María Auxiliadora, la Virgen que ayuda en las dificultades

Conoce la advocación que el papa san Pío V incorporó en las letanías del rosario y san Juan Bosco propagó

La advocación a la Virgen Santísima como auxilio de los cristianos es de larga tradición en la Iglesia.

San Juan Crisóstomo, en al año 345, decía: «Tú, María, eres auxilio potentísimo de Dios».

San Sabas, en el 532, habla de una imagen de la Virgen «Auxiliadora de enfermos». Y san Juan Damasceno propuso la jaculatoria «María Auxiladora, rogad por nosotros».

Dificultades, oportunidades

Pero en 1572, viendo el peligro que corría la cristiandad en la batalla de Lepanto, el papa san Pío V incluyó el «María Auxiliadora, ruega por nosotros» en las letanías del rosario. Y las tropas cristianas se alzaron con la victoria contra el imperio otomano.

Te puede interesar: Lepanto: la apoteosis del rezo del rosario y María Auxiliadora

En 1600, esta vez el peligro era el protestantismo y la Guerra de los Treinta Años. Y de nuevo se invocó a la Virgen, en el sur de Alemania, con la advocación de María Auxiliadora.

En 1683, los católicos obtuvieron una nueva victoria y de ella nació la asociación de María Auxiliadora.

En tiempos de Napoleón, el papa Pío VII quedó preso del emperador y prometió a la Virgen que si era liberado, declararía aquel día fiesta de María Auxiliadora. Y el 24 de mayo de 1814 fue puesto en libertad y llegó a Roma.

En 1860, la Virgen se apareció a san Juan Bosco y le comunicó que quería ser honrada como “Auxiliadora” del Pueblo de Dios.

Además, le indicó dónde debía construirse un templo con esta advocación. Fueron tantos los milagros, que la basílica, que debía hacerse con donativos, quedó terminada en cuatro años.

Hoy la devoción a María Auxiliadora está extendida en todo el mundo:

Galería fotográfica

Oración

Santísima Virgen, Madre de Dios, aunque soy miserable me arrodillo ante tus pies en presencia de Dios omnipotente y te ofrezco mi corazón con todos sus afectos. A ti te lo consagro y quiero que sea siempre tuyo y de tu hijo Jesús.

Acepta esta humilde ofrenda, tú que siempre has sido la auxiliadora del pueblo cristiano.

Oh, María, refugio de los atribulados, consuelo de los afligidos, ten compasión de la pena que tanto me hace sufrir, del apuro extremo en que me encuentro.

Reina de los cielos, en tu manos pongo mi causa. Sé bien que en los casos desesperados se muestra más poderosa tu misericordia y nada puede resistir a tu poder. Regálame, Madre mía, la gracia que te pido si le gusta a mi Dios y Señor. Amén.

El signo característico de un cristiano es la unión

Santo Evangelio según san Juan 17, 11-19. Miércoles VII de Pascua

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, gracias por tu amor. Gracias por estar siempre conmigo, y muy especialmente te agradezco tu presencia en este rato de oración. Señor Jesús, me pongo en tus manos; haz de mí lo que quieras. Sólo te pido la gracia de amarte cada día más y de transmitir este amor a las personas que encuentre en este día.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 17, 11-19

En aquel tiempo, Jesús levantó los ojos al cielo y dijo: “Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. Cuando estaba con ellos, yo cuidaba en tu nombre a los que me diste; yo velaba por ellos y ninguno de ellos se perdió, excepto el que tenía que perderse, para que se cumpliera la Escritura. Pero ahora voy a ti, y mientras estoy aún en el mundo, digo estas cosas para que mi gozo llegue a su plenitud en ellos. Yo les he entregado tu palabra y el mundo los odia, porque no son del mundo, como yo tampoco soy del mundo. No te pido que los saques del mundo, sino que los libres del mal. Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en la verdad. Tu palabra es la verdad. Así como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo. Yo me santifico a mí mismo por ellos, para que también ellos sean santificados en la verdad”.
Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

En el momento de su pasión, Jesús respondió a Pilato “mi reino no es de este mundo” (Jn 18, 36). En el mundo vemos cada día noticias de guerras, de discusiones, de odios. Cristo, en cambio, vino a traer un Reino nuevo, un reino de paz, de unión, de concordia entre todos los hombres y mujeres. Dedicó toda su vida a predicar e instaurar este Reino, y en la hora suprema nos dio el ejemplo de la ley más alta: el amor como entrega sin reservas.

El signo característico de un cristiano es la unión y la caridad. Ya los primeros paganos decían entre ellos: “mirad cómo se aman, y cómo están dispuestos a dar la vida unos por otros”. Este espíritu de unión es tan importante porque refleja en este mundo la imagen de Dios. Cuando nos amamos de verdad, estamos siendo santificados en la verdad más alta y más divina, que es el amor de Dios.

Tal vez nos dé miedo a veces de entregarnos sin reservas, o de dejar a un lado nuestros gustos o intereses. Por eso Cristo mismo se “santificó a sí mismo por nosotros” (cfr. versículo 19). Él es nuestro ejemplo y, al mismo tiempo, la fuerza que necesitamos para amar más y amar mejor. Es así que colaboramos con Él en la construcción de su Reino.

«Un aspecto esencial del testimonio del Señor Resucitado es la unidad entre nosotros, sus discípulos, como la que existe entre Él y el Padre. Y la oración de Jesús en la víspera de su pasión ha resonado hoy en el Evangelio: “Que sean una sola cosa como nosotros”. De este eterno amor entre el Padre y el Hijo, que se extiende en nosotros por el Espíritu Santo, toma fuerza nuestra misión y nuestra comunión fraterna; de allí nace siempre nuevamente la alegría de seguir al Señor».

(Homilía de S.S. Francisco, 17 de mayo de 2015).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
En la comida o cena me dedicaré especialmente a mi familia, escuchando y sirviendo a cada uno.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.Ruega por nosotros. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Flor del 24 de mayo: María Auxiliadora de los Cristianos

Fiesta de María Auxiliadora

Meditación: “Todos estaban unidos, insistiendo en la oración, con María la Madre de Jesús” (Hechos 1,14). María siempre ha estado presente en todas las persecuciones de la Iglesia, por su ayuda en Lepanto protegió milagrosamente a toda la cristiandad, incluyéndola San Pío X en las Letanías. También es el auxilio de la Iglesia del silencio, ya que todo cristiano fiel “padecerá persecución” (Segunda carta a Timoteo 3,12), pero “de los perseguidos por causa de la Justicia es el Reino de los Cielos” (Mateo 5,10). ¿Defendemos a Cristo y Su Doctrina con la voz, con el corazón y con nuestra labor, o sólo tenemos un corazón tibio y poco digno?. Seamos soldados valientes, enamorados de Jesús y María, quien como Capitana nos defenderá con la Espada de la Justicia y el Manto de la Verdad. Y a través de Ella el Espíritu con Sus Alas nos cubrirá y nada nos pasará.

Oración: ¡Oh María auxilio de los cristianos!, cúbrenos con tu Manto de toda amenaza física y espiritual, para así poder luchar por la Patria Celestial. Amén.

Decena del Santo Rosario (Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria).

Florecilla para este día: Auxiliar a un hermano cercano que esté en dificultad física o espiritual, dando testimonio mediante ésta obra de misericordia de la fe en Cristo a través de Su Madre.

La liebre y la tortuga ante un mundo globalizado

Sembrando Esperanza I. Creemos que nosotros con nuestras propias fuerzas somos capaces de todo, y vamos dejando de lado ayudas importantes.

Por: P. Dennis Doren L.C. | Fuente: Catholic.net

Cada día el mundo globalizado te va marcando la pauta de que sólo no avanzas, que aunque tengas muchas cualidades y seas fuerte como el acero, si caminas solo todo se te hará más difícil. Esto mismo pasa en el ámbito familiar, laboral, estudiantil, empresarial. Lamentablemente, los hombres estamos muy ensimismados en nuestros triunfos personales, en nuestros objetivos y proyectos de vida, para alcanzar la así llamada calidad de vida.

Creemos que nosotros con nuestras propias fuerzas somos capaces de todo, y lamentablemente vamos dejando de lado ayudas muy importantes, yo diría, esenciales. El egoísmo y la autosuficiencia van cobrando tal fuerza, que luego nos cobra la felicidad, el triunfo o la realización que a la hora de la hora nunca llegan. Aprendamos la gran lección que hoy la conocida fábula de la liebre y la tortuga nos enseña… ellas lograron entrar cristianamente al mundo globalizado, supieron aplicar la solidaridad y la subsidiaridad, es decir, en donde el más grande ayuda al más pequeño y el más pequeño aporta sus cualidades al más grande. ¿Recuerdas la fábula?

Una tortuga y una liebre siempre discutían sobre quién era más rápida. Para demostrarlo, decidieron correr una carrera; eligieron una ruta y comenzaron la competencia. La liebre arrancó a toda velocidad y corrió enérgicamente durante algún tiempo.

Luego, al ver que llevaba mucha ventaja, decidió sentarse bajo un árbol para descansar un rato, recuperar fuerzas y luego continuar su marcha. Pero pronto se durmió. Todos nos decíamos ¡ay, liebre presumida e ingenua, la pagaste cara! La tortuga, que andaba con paso lento, la alcanzó, la superó y terminó primera, declarándose vencedora indiscutible.

Moraleja: Los lentos y estables ganan la carrera.

Pero la historia no termina aquí: la liebre, decepcionada tras haber perdido, hizo un examen de conciencia y reconoció sus errores. Descubrió que había perdido la carrera por ser presumida y descuidada. Si no hubiera dado tantas cosas por supuestas, nunca la hubiesen vencido. Entonces, desafió a la tortuga a una nueva competencia. Esta vez, la liebre corrió de principio a fin y su triunfo fue evidente.

Moraleja: Los rápidos y tenaces vencen a los lentos y estables.

Pero la historia tampoco termina aquí: Tras ser derrotada, la tortuga reflexionó detenidamente y llegó a la conclusión de que no había forma de ganarle a la liebre en velocidad. Como estaba planteada la carrera, ella siempre perdería; por eso desafió nuevamente a la liebre, pero propuso correr sobre una ruta ligeramente diferente. La liebre aceptó y corrió a toda velocidad, hasta que se encontró en su camino con un ancho río. Mientras la liebre, que no sabía nadar, se preguntaba “¿qué hago ahora?” la tortuga nadó hasta la otra orilla, continuó a su paso y terminó en primer lugar.

Moraleja: Quienes identifican su ventaja competitiva (saber nadar) y cambian el entorno para aprovecharla, llegan primero.
Pero la historia tampoco termina aquí: el tiempo pasó, ¡y tanto compartieron la liebre y la tortuga que terminaron haciéndose buenas amigas! Ambas reconocieron que eran buenas competidoras y decidieron repetir la última carrera, pero esta vez corriendo en equipo. En la primera parte, la liebre cargó a la tortuga hasta llegar al río. Allí, la tortuga atravesó el río con la liebre sobre su caparazón y, sobre la orilla de enfrente, la liebre cargó nuevamente a la tortuga hasta la meta. Como alcanzaron la línea de llegada en un tiempo récord, sintieron una mayor satisfacción que aquella que habían experimentado en sus logros individuales.

Moraleja: Es bueno ser individualmente brillante y tener fuertes capacidades personales.
Pero, a menos que seamos capaces de trabajar con otras personas y potenciar recíprocamente las habilidades de cada uno, no seremos completamente efectivos. Siempre existirán situaciones para las cuales no estamos preparados y que otras personas pueden enfrentar mejor. La liebre y la tortuga también aprendieron otra lección vital: cuando dejamos de competir contra un rival y comenzamos a competir contra una situación, complementamos capacidades, compensamos defectos, potenciamos nuestros recursos… y ¡obtenemos mejores resultados!

¡Cómo me gustaría que esto sucediera en todas nuestras familias, en el mismo ámbito empresarial! es decir, que exista tanta unión, comprensión y colaboración, que el esfuerzo de todos, refleje una sociedad en donde se respire un crecimiento y una armonía que haga que se realicen los designios de Dios sobre los hombres.

Donaciano y Rogaciano, Santos

Mártires, 24 de mayo

Martirologio Romano: En Nantes, en la Galia Lugdunense, santos hermanos Donaciano y Rogaciano, mártires, acerca de los cuales se narra que el primero había recibido el bautismo y el otro era todavía catecúmeno, pero en el combate final, besando a su hermano, Donaciano rogó a Dios para que el que aún no había podido ser lavado por el bautismo sagrado mereciese ser enjugado en la corriente de su propia sangre († c. 304).

Etimológicamente: Donaciano = dado. Vienen de la lengua latina.
Etimológicamente: Rogaciano = orante. Vienen de la lengua latina.

Breve Semblanza

Eran dos hermanos: Donaciano, el menor, convirtió a la fe a su hermano mayor. El tirano los hizo encarcelar, y como los amenazase con hacerlos morir, dijo Donaciano: Los tormentos que Dios te prepara en el infierno son infinitamente más crueles que aquellos con que nos amenazas. Rogaciano, instado a que adorase a los ídolos, dijo: No me atrevo a adorar lo que está por debajo de mí; estos ídolos no son sino metal, sin vida y sin alma. Los dos fueron decapitados en Nantes, hacia el año 300.

Estos dos hermanos, dignos de admiración por su osadía en momentos difíciles, nacieron en Nantes y murieron bajo el temible Maximino (222-235).

Este criminal sucedió a Alejandro Severo que, durante el período de su mandato, se había distinguido por ser un sincretista, es decir, una persona que le daba igual un dios que otro. Para él Jesucristo no se diferenciaba en nada de los dioses a los que les daban culto los romanos.

Respetó, por tanto, a los cristianos. Sin embargo, su sucesor se propuso acabar con el cristianismo a toda costa. Menos mal que sólo duró tres años en el poder. Sus mismos soldados le dieron muerte por insoportable.

Estos dos hermanos estaban recibiendo la formación cristiana. El primero ya había recibido el sacramento del bautismo y el segundo se estaba preparando.
Y como soplones y chivatos los ha habido siempre, un enemigo los denunció

ante la autoridad por el hecho criminal -¡vaya por Dios!- de que eran cristianos.

Comparecieron ante el tribunal por separado. El juez le dijo a Donaciano:” Parece que no solamente no has adorado a los dioses Júpiter y Apolo, sino que te has atrevido a predicar el culto del Crucificado y te han seguido muchos fieles.
Quería, señor juez, arrancarlos a todos del error para que vuelvan a Cristo, el único que merece adoración”.

El juez lo encarceló. Después se dirigió a Rogaciano diciéndole: “Mira, tú no te has bautizado todavía. Abjura de tu error y te salvaré la vida”. Rogaciano le contestó:” Nunca lo haré. Seguiré a mi hermano mayor en la fe que él ha profesado en el Dios verdadero. En el calabozo, el hermano le dio el bautismo a falta de sacerdote.

¡Felicidades a quienes lleven estos nombres!