Todo lo que predijo Jeremías se realiza en la Última Cena, se realiza con el derramamiento de la sangre de Cristo. Ya he dicho esto antes, el único propósito de alianzas, ley, templo, profecía, todo fue unir divinidad con humanidad, ¿cierto? Ese fue todo el propósito de eso. ¿Quién es Jesús? Él es en su misma persona la reunión de divinidad y humanidad. Él es la alianza en persona. Por lo tanto, observen: Cuando comemos su cuerpo y bebemos su sangre, la alianza llega dentro nuestro, la ley se escribe en nuestros corazones. El último paso, vamos desde Jeremías hasta la Última Cena ahora hasta cada vez que asisten a Misa. “Oh, la Misa. Es un tiempo lindo para reunirse, celebrar nuestra comunidad, un tiempo bonito para escuchar la Palabra de Dios, para cantar juntos”, y sí, grandioso, estoy de acuerdo con todo eso. Pero sin embargo ese no es el corazón. ¿Cuál es el corazón de la Misa?
Este es el cordero de Dios. Este es el cordero de Dios que quita los pecados del mundo. Bendito los que son llamados a la cena del Cordero. Y luego, uno por uno, la gente se acerca adelante para comer y beber el cuerpo y la sangre de Jesús. Se acerca el tiempo dice el Señor en que haré con la casa de Israel una alianza nueva. No será como la alianza antigua escrita en piedra. Sino que escribiré mi ley en sus corazones. Se vuelve realidad cada vez que se acercan a comer y beber el cuerpo y la sangre de Jesús. El Señor está escribiendo su ley, su alianza, en sus corazones. Esa es la razón, ¿quieren ser felices? ¿Quieren encontrar el motivo y el propósito de la vida? Acérquense a Jesús y permanezcan con él. Coman su cuerpo y beban su sangre. Lleven su ley literalmente dentro de sus cuerpos. De esa forma, la gran relevación de Dios llega a su cumplimiento. Y que Dios los bendiga.
Y, aún hoy somos invitados a adorar el sacramento eucarístico que es el sacramento por excelencia.
La adoración quizá sea la característica más típica y más popular de la solemnidad de CRISTO. En este gran día, contemplamos maravillados la donación total de Jesucristo y adoramos su presencia divina que es portadora de salvación y que nos une al Padre y al Espíritu Santo. Y la adoración se puede transformar en coloquio íntimo, en silencio maravillado considerando como el Dios trascendente, el todo-otro, se convierte máximamente en la humildad del pan y del vino, para ponerse a nuestro nivel, para entrar dentro nuestro, transformarnos a su imagen y hacernos participar de su vida divina. Conscientes de ello, la liturgia nos invita a brotar de nuestro interior “un cántico nuevo”. En la tradición de Israel, con motivo de una nueva intervención salvadora de Dios o de una nueva experiencia espiritual, se componía un nuevo cántico: a la novedad de lo que Dios había hecho había que corresponder con la novedad de la alabanza y no repitiendo unas palabras ya conocidas (cf. Ps 95, 1; 97, 1). También el cristianismo siguió esa tradición. La novedad de la obra salvadora de Jesucristo, la gran hazaña de su pasión, muerte y resurrección que nos es comunicada en el memorial eucarístico, piden un nuevo cántico de los labios y del corazón. Lo encontramos en el libro del Apocalipsis con los veinticuatro ancianos prosternados ante el Cordero, es decir, ante Jesucristo muerto y resucitado, y cantando un cántico nuevo. Lo adoran porque ha comprado para Dios con su sangre, gente de toda tribu, lengua, pueblo y nación, y ha hecho una casa real y unos sacerdotes dedicados a nuestro Dios.
• John 13:1-15
En el Evangelio de hoy Jesús lava los pies de los discípulos. Es una proclamación visual de su nuevo mandamiento: “Ámense los unos a los otros. Así como Yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros”.
Cuando aceptamos este mandamiento caminamos por el sendero de la alegría. Cuando internalizamos esta ley somos felices. Y así es la paradoja: la felicidad nunca es función de llenarse; es una maravillosa función de regalarse.
Cuando la gracia divina entra en nuestras vidas (y todo lo que tenemos es resultado de la gracia divina), la tarea es pensar la forma de convertirla en un regalo. En cierto sentido, la vida divina, que sólo existe en forma de regalo, solo se puede “tener” al vuelo, sobre la marcha.
Observen por favor que debemos amar con un amor propiamente divino: “Yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre”. Radical, radical, radical. Completo, excesivo, exagerado.
El servicio. Ese gesto que es una condición para entrar en el Reino de los Cielos. Servir, sí, a todos. Pero el Señor, en aquel intercambio de palabras que tuvo con Pedro (cf. Jn 13,6-9), le hizo comprender que para entrar en el Reino de los Cielos debemos dejar que el Señor nos sirva, que el Siervo de Dios sea siervo de nosotros. Y esto es difícil de entender. Si no dejo que el Señor sea mi siervo, que el Señor me lave, me haga crecer, me perdone, no entraré en el Reino de los Cielos. (…) Y así, con esta conciencia de la necesidad de ser lavado, ¡sed grandes perdonadores! ¡Perdonad! Corazón de gran generosidad en el perdón. Es la medida con la que seremos medidos. Como has perdonado, serás perdonado: la misma medida. No tened miedo de perdonar. A veces hay dudas… Mirad a Cristo, mirad al Crucificado. Allí está el perdón para todos. Sed valientes, incluso arriesgando en el perdón para consolar. (Homilía, 9 de abril de 2020)
Ama hasta el extremo
Santo Evangelio según San Juan 13, 1-15.
Jueves Santo.
Por: César Yali Molina Flores, LC | Fuente: somosrc.mx
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesucristo, concédeme aprender a despojarme de mí mismo y amar hasta el extremo.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 13, 1-15
Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre habiendo amado a los suyos, que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. En el transcurso de la cena, cuando ya el diablo había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, la idea de entregarlo, Jesús, consciente de que el Padre había puesto en sus manos todas las cosas y sabiendo que había salido de Dios y a Dios volvía, se levantó de la mesa, se quitó el manto y tomando una toalla, se la ciñó; luego echó agua en una jofaina y se puso a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que se había ceñido. Cuando llegó a Simón Pedro, éste le dijo: «Señor, ¿me vas a lavar tú a mí los pies?». Jesús le replicó: «Lo que estoy haciendo tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde». Pedro le dijo: «Tú no me lavarás los pies jamás». Jesús le contestó: «Si no te lavo, no tendrás parte conmigo». Entonces le dijo Simón Pedro:
«En ese caso, Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza». Jesús le dijo: «El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. Y ustedes están limpios, aunque no todos». Como sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos están limpios». Cuando acabó de lavarles los pies, se puso otra vez el manto, volvió a la mesa y les dijo: «¿Comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien, porque lo soy. Pues si Yo, que soy el Maestro y el Señor, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies los unos a los otros. Les he dado ejemplo, para que lo que Yo he hecho con ustedes, también ustedes lo hagan».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
El Evangelio de hoy te invita a amar a los tuyos hasta el extremo, con conciencia que tú y los tuyos vienen de Dios y al Él regresarán.
La pregunta que rápidamente viene a la mente es: ¿Cómo amar hasta el extremo? Y el Evangelio dice que Jesús se levantó, se quitó la túnica, tomó una toalla y se la ciñó a la cintura; ahora tú, ¿cómo harás? Primero levántate después de la caída – proyectos poco exitosos (sean laborales o personales), estudios, relaciones sentimentales o familiares – es decir, vuelve a empezar sabiendo que Dios te ama y te invita a amar. Segundo, quítate la túnica, es decir despójate de lo que te impide crecer como persona – soberbia, orgullo, vanidad – reconócete necesitado de la gracia de Dios y de la ayuda de los tuyos.En el Evangelio, Pedro, sintiéndose necesitado de mucha gracia divina, le dice a Jesús que le lave «no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza». Tercero, toma una toalla y cíñetela, construye tu vida y valórala desde los pequeños detalles, ayudando a construir a los demás, en especial a la familia. Jesús ve que hay algo que se debe hacer y actúa, aun cuando es un gesto propio de la servidumbre.
Si tienes una posición de autoridad, recuerda que quienes están bajo tu mando hacen lo que, en teoría, tú debes de saber hacer. Jesús, siendo el Maestro, se puso a servir; tu servicio consiste en ser cercano con tu familia y subalternos, en dar lo mejor de ti. Como hija(o) aprende a pedir ayuda a tus padres y sirve de apoyo a tu familia. Aprende a construir y valorar a las personas que tienes a tu alrededor y las cosas que haces.
Amar hasta el extremo es fácil si aprendes a construir desde los pequeños detalles, aun cuando implique que no es fácil para ti; eso es amar hasta el extremo porque sales de ti mismo y te superas en aquello que te cuesta. En fin, el Evangelio te lleva de la mano para que ames hasta el extremo, desde y con los pequeños detalles, saliendo de ti misma (o) y ciñéndote de la humildad y el servicio. Amar es fácil, basta que lo intentes.
«Llama la atención cómo Jesús, justo el día antes de ser crucificado, hace este gesto. Lavar los pies, era costumbre en aquella época porque las calles eran polvorientas, la gente venía de fuera y al entrar en una casa, antes del banquete, de la reunión, se lavaban los pies. Pero, ¿quién lavaba los pies? Los esclavos, porque era trabajo de esclavos. Imaginaos lo asombrados que se quedaron los discípulos cuando vieron que Jesús empezaba a hacer este gesto de esclavo. Pero lo hace para hacerles comprender el mensaje del día siguiente: que moriría como un esclavo, para pagar la deuda de todos nosotros. Si escucháramos estas cosas de Jesús, la vida sería tan buena porque nos apresuraríamos a ayudarnos unos a otros, en lugar de engañarnos unos a otros, de aprovecharnos unos de otros, como nos enseñan los listos. Es tan hermoso ayudarse unos a otros, echarse una mano: son gestos humanos, universales, pero que salen de un corazón noble». (Homilía de S.S. Francisco, Jueves Santo de 2023).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy procuraré ser servicial y ayudar a quien lo necesite.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
¿Quién fue el centurión que traspasó el costado de Cristo?
Capilla de Longinos, basílica del Santo Sepulcro
Mónica Muñoz – publicado el 28/03/24
El Evangelio narra la crucifixión de nuestro Señor Jesucristo y, en el momento de su muerte, surge un personaje que se hizo famoso porque traspasó su costado
Los Evangelios narran la crucifixión de nuestro Señor Jesucristo, pero sólo el de san Juan describe el momento en que un soldado traspasa su costado:
«Cuando llegaron a él, al ver que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con la lanza, y en seguida brotó sangre y agua. (Jn 19, 33-34)
El centurión que traspasó el costado
Aunque san Juan menciona a un soldado, los otros evangelistas hablan de un centurión que la tradición ha llamado Longinos, y de acuerdo con ella, se convirtió después del episodio de la crucifixión:
Al verlo expirar así, el centurión que estaba frente a él, exclamó: «¡Verdaderamente, este hombre era Hijo de Dios!» (Mc 15, 39)
En la Basílica del Santo Sepulcro se encuentra ubicada una capilla, en cuyo interior hay un cuadro que dice lo siguiente:
«El centurión romano Gai Cassis Cansinos encabezaba un destacamento de verdugos de Jesús. Traspasó el costado derecho del cuerpo de Jesús para asegurarse de que estaba muerto. La sangre de Jesús salpicó los ojos de Longinos y los curó de catarata».
Se dice que Longinos murió mártir, por eso se le venera como santo. Su fiesta es el 16 de octubre.
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¿Qué pasó con la lanza?
En la basílica de san Pedro, en Roma, se encuentra una estatua de Longinos esculpida por Bernini.
Ahí mismo se conserva el fragmento de una punta de hierro que, según se asegura, pertenece a la Santa Lanza.
Hay que recordar que la Tradición son aquellas enseñanzas que se transmitieron de manera oral, pues no toda la gente sabía leer ni escribir, por eso tiene el mismo valor que las Sagradas Escrituras y el Magisterio de la Iglesia, lo cual enriquece sobremanera la fe cristiana que profesamos.
Esto lo confirmamos en el Evangelio de san Juan:
«Este mismo discípulo es el que da testimonio de estas cosas y el que las ha escrito, y sabemos que su testimonio es verdadero. Jesús hizo también muchas otras cosas. Si se las relata detalladamente, pienso que no bastaría todo el mundo para contener los libros que se escribirían»(Jn 21, 24-25).