Mark 12:28b-34

Amigos, el Evangelio de hoy nos presenta lo que los antiguos israelitas llamaron la shemá: “Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor”. ¿Puedo invitarte a hacer un examen de conciencia sobre la base de la shemá? ¿Es Dios el único Señor en tu vida? ¿Quién o qué son los rivales que atraen tu atención, tu máxima preocupación? O mejor demos vuelta la pregunta: ¿es que absolutamente todo en tu vida pertenece a Dios?

Podés preguntar, ¿cómo es que me entrego a una realidad que no puedo ver? Aquí es donde el segundo mandamiento de Jesús entra en juego. Cuando se le preguntó cuál era el primero de todos los mandamientos, Jesús respondió con la shemá, pero luego agregó algo a la tradición religiosa, un segundo mandamiento: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.

Hay una lógica estricta funcionando aquí. Cuando realmente amas a alguien, tiendes a amar, también, lo que ellos aman. Bueno, ¿qué es lo que Dios ama? Él ama todo y a todos los que Él ha creado. Entonces, si quieres amar a Dios, y encuentras esto difícil porque Dios parece tan distante, ama a todos los que encuentres por el bien de Dios.

Martín de Porres, Santo

Memoria litúrgica, 3 de noviembre

Fuente: Archidiócesis de Madrid

Religioso dominico, peruano

Martirologio Romano: San Martín de Porres, religioso de la Orden de Predicadores, hijo de un español y de una mujer de raza negra, quien, ya desde niño, a pesar de las limitaciones provenientes de su condición de hijo ilegítimo y mulato, aprendió la medicina que, después, siendo religioso, ejerció generosamente en Lima, ciudad del Perú, a favor de los pobres. Entregado al ayuno, a la penitencia y a la oración, vivió una existencia austera y humilde, pero irradiante de caridad († 1639).

Fecha de beatificación: 29 de octubre de 1837 por el Papa Gregorio XVI
Fecha de canonización: 6 de mayo de 1962 por S.S. Juan XXIII

Breve Biografía

El racismo, esa distinción que hacemos los hombres distinguiendo a nuestros semejantes por el color de la piel es algo tan sinsentido como distinguirlos por la estatura o por el volumen de la masa muscular. Y lo peor no es la distinción que está ahí sino que ésta lleve consigo una minusvaloración de las personas -necesariamente distintas- para el desempeño de oficios, trabajos, remuneraciones y estima en la sociedad. Un mulato hizo mayor bien que todos los blancos juntos a la sociedad limeña de la primera mitad del siglo XVII.

Fue hijo bastardo del ilustre hidalgo -hábito de Alcántara- don Juan de Porres, que estuvo breve tiempo en la ciudad de Lima. Bien se aprecia que los españoles allá no hicieron muchos feos a la población autóctona y confiemos que el Buen Dios haga rebaja al juzgar algunos aspectos morales cuando llegue el día del juicio, aunque en este caso sólo sea por haber sacado del mal mucho bien.

Tuvo don Juan dos hijos, Martín y Juana, con la mulata Ana Vázquez. Martín nació mulato y con cuerpo de atleta el 9 de diciembre de 1579 y lo bautizaron, en la parroquia de San Sebastián, en la misma pila que Rosa de Lima.

La madre lo educó como pudo, más bien con estrecheces, porque los importantes trabajos de su padre le impedían atenderlo como debía. De hecho, reconoció a sus hijos sólo tardíamente; los llevó a Guayaquil, dejando a su madre acomodada en Lima, con buena familia, y les puso maestro particular.

Martín regresó a Lima, cuando a su padre lo nombraron gobernador de Panamá. Comenzó a familiarizarse con el bien retribuido oficio de barbero, que en aquella época era bastante más que sacar dientes, extraer muelas o hacer sangrías; también comprendía el oficio disponer de yerbas para hacer emplastos y poder curar dolores y neuralgias; además, era preciso un determinado uso del bisturí para abrir hinchazones y tumores. Martín supo hacerse un experto por pasar como ayudante de un excelente médico español. De ello comenzó a vivir y su trabajo le permitió ayudar de modo eficaz a los pobres que no podían pagarle. Por su barbería pasarán igual labriegos que soldados, irán a buscar alivio tanto caballeros como corregidores.

Pero lo que hace ejemplar a su vida no es sólo la repercusión social de un trabajo humanitario bien hecho. Más es el ejercicio heroico y continuado de la caridad que dimana del amor a Jesucristo, a Santa María. Como su persona y nombre imponía respeto, tuvo que intervenir en arreglos de matrimonios irregulares, en dirimir contiendas, fallar en pleitos y reconciliar familias. Con clarísimo criterio aconsejó en más de una ocasión al Virrey y al arzobispo en cuestiones delicadas.

Alguna vez, quienes espiaban sus costumbres por considerarlas extrañas, lo pudieron ver en éxtasis, elevado sobre el suelo, durante sus largas oraciones nocturnas ante el santo Cristo, despreciando la natural necesidad del sueño. Llamaba profundamente la atención su devoción permanente por la Eucaristía, donde está el verdadero Cristo, sin perdonarse la asistencia diaria a la Misa al rayar el alba.

Por el ejercicio de su trabajo y por su sensibilidad hacia la religión tuvo contacto con los monjes del convento dominico del Rosario donde pidió la admisión como donado, ocupando la ínfima escala entre los frailes. Allí vivían en extrema pobreza hasta el punto de tener que vender cuadros de algún valor artístico para sobrevivir. Pero a él no le asusta la pobreza, la ama. A pesar de tener en su celda un armario bien dotado de yerbas, vendas y el instrumental de su trabajo, sólo dispone de tablas y jergón como cama.

Llenó de pobres el convento, la casa de su hermana y el hospital. Todos le buscan porque les cura aplicando los remedios conocidos por su trabajo profesional; en otras ocasiones, se corren las voces de que la oración logró lo improbable y hay enfermos que consiguieron recuperar la salud sólo con el toque de su mano y de un modo instantáneo.

Revolvió la tranquila y ordenada vida de los buenos frailes, porque en alguna ocasión resolvió la necesidad de un pobre enfermo entrándolo en su misma celda y, al corregirlo alguno de los conventuales por motivos de clausura, se le ocurrió exponer en voz alta su pensamiento anteponiendo a la disciplina los motivos dimanantes de la caridad, porque «la caridad tiene siempre las puertas abiertas, y los enfermos no tienen clausura».

Pero entendió que no era prudente dejar las cosas a la improvisación de momento. La vista de golfos y desatendidos le come el alma por ver la figura del Maestro en cada uno de ellos. ¡Hay que hacer algo! Con la ayuda del arzobispo y del Virrey funda un Asilo donde poder atenderles, curarles y enseñarles la doctrina cristiana, como hizo con los indios dedicados a cultivar la tierra en Limatombo. También los dineros de don Mateo Pastor y Francisca Vélez sirvieron para abrir las Escuelas de Huérfanos de Santa Cruz, donde los niños recibían atención y conocían a Jesucristo.

No se sabe cómo, pero varias veces estuvo curando en distintos sitios y a diversos enfermos al mismo tiempo, con una bilocación sobrenatural.

El contemplativo Porres recibía disciplinas hasta derramar sangre haciéndose azotar por el indio inca por sus muchos pecados. Como otro pobre de Asís, se mostró también amigo de perros cojos abandonados que curaba, de mulos dispuestos para el matadero y hasta lo vieron reñir a los ratones que se comían los lienzos de la sacristía. Se ve que no puso límite en la creación al ejercicio de la caridad y la transportó al orden cósmico.

Murió el día previsto para su muerte que había conocido con anticipación. Fue el 3 de noviembre de 1639 y causada por una simple fiebre; pidiendo perdón a los religiosos reunidos por sus malos ejemplos, se marchó. El Virrey, Conde de Chinchón, Feliciano de la Vega -arzobispo- y más personajes limeños se mezclaron con los incontables mulatos y con los indios pobres que recortaban tantos trozos de su hábito que hubo de cambiarse varias veces.

Lo canonizó en papa Juan XXIII en 1962.

Desde luego, está claro que la santidad no entiende de colores de piel; sólo hace falta querer sin límite.

¿Qué nos enseña su vida?

La vida de San Martín nos enseña:

  • A servir a los demás, a los necesitados. San Martín no se cansó de atender a los pobres y enfermos y lo hacía prontamente. Demos un buen servicio a los que nos rodean, en el momento que lo necesitan. Hagamos ese servicio por amor a Dios y viendo a Dios en las demás personas.
     
  • A ser humildes. San Martín fue una persona que vivió esta virtud. Siempre se preocupó por los demás antes que por él mismo. Veía las necesidades de los demás y no las propias. Se ponía en el último lugar.
    A llevar una vida de oración profunda. La oración debe ser el cimiento de nuestra vida. Para poder servir a los demás y ser humildes, necesitamos de la oración. Debemos tener una relación intima con Dios
     
  • A ser sencillos. San Martín vivió la virtud de la sencillez. Vivió la vida de cara a Dios, sin complicaciones. Vivamos la vida con espíritu sencillo.
     
  • A tratar con amabilidad a los que nos rodean. Los detalles y el trato amable y cariñoso es muy importante en nuestra vida. Los demás se lo merecen por ser hijos amados por Dios.
     
  • A alcanzar la santidad en nuestra vidas. Por alcanzar esta santidad, luchemos…
     
  • A llevar una vida de penitencia por amor a Dios. Ofrezcamos sacrificios a Dios.
     
  • San Martín de Porres se distinguió por su humildad y espíritu de servicio, valores que en nuestra sociedad actual no se les considera importantes. Se les da mayor importancia a valores de tipo material que no alcanzan en el hombre la felicidad y paz de espíritu. La humildad y el espíritu de servicio producen en el hombre paz y felicidad.

Oración
Virgen María y San Martín de Porres, ayúdenme este día a ser más servicial con las personas que me rodean y así crecer en la verdadera santidad.

Acerquémonos más al Reino de los cielos

Santo Evangelio según san Marcos 12, 28-34. Domingo XXXI del Tiempo Ordinario.

Por: Redacción | Fuente: Catholic.net

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria(para ponerme en presencia de Dios)

Señor que no sea sordo a tus invitaciones, que me acerque a ti para amarte sin condiciones y que descubra el don que hay en mi para mis hermanos en el mundo. Tanto me has amado que yo quiero comunicar ese amor.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 12, 28-34

En aquel tiempo, uno de los escribas se acercó a Jesús y le preguntó: “¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?”. Jesús le respondió: “El primero es: Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor; amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay ningún mandamiento mayor que éstos”. El escriba replicó: “Muy bien, Maestro. Tienes razón, cuando dices que el Señor es único y que no hay otro fuera de él, y amarlo con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, vale más que todos los holocaustos y sacrificios”. Jesús, viendo que había hablado sensatamente, le dijo: “No estás lejos del Reino de Dios”. Y ya nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

Palabra del Señor

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Es una gracia encontrar gente que tenga una sensibilidad espiritual grande que en su propia vida puedan descubrir las verdades de Dios de manera palpable. En el día a día se puede ver como Dios actúa en la vida de cada uno y que tenemos la obligación de amarlo. Una vida con o sin Dios es muy diferente. El amor a Dios está entrelazado con el amor a los demás porque el que ama verdaderamente a una persona también ama a las personas y cosas relacionadas con el amado. Esta es nuestra tarea como cristianos, que como dice Jesús nos ayuda en nuestro camino al cielo.

Preocuparse por las necesidades de las demás personas es una gran tarea porque no siempre es fácil hacerlo, Cristo mismo dice que quien ama a los que le hacen el bien ¿Qué mérito tiene? Es así como el amor desinteresado que brota de una unión íntima con el Señor se hace presente. Este debe ser nuestro mayor interés porque ayuda a nuestro crecimiento espiritual y a las personas de nuestro alrededor porque el cristiano es una persona que vive con la mirada en el cielo, pero los pies firmes en la tierra. Se preocupa con las cosas espirituales y busca la forma en la que se hagan presente en sus circunstancias.

La unión con Dios no es algo que se dé de un día para otro por lo que necesitamos aprender a hablar y dejarse formar por Dios. Poco a poco nos acercamos más al Señor para que nos ayude e ilumine en nuestro peregrinar hacia el padre.

«Jesús enseñó una vez para siempre que el amor por Dios y el amor por el prójimo son inseparables, es más, se sustentan el uno al otro. Incluso si se colocan en secuencia, son las dos caras de una única moneda: vividos juntos son la verdadera fuerza del creyente. Amar a Dios es vivir de Él y para Él, por aquello que Él es y por lo que Él hace. Y nuestro Dios es donación sin reservas, es perdón sin límites, es relación que promueve y hace crecer. Por eso, amar a Dios quiere decir invertir cada día nuestras energías para ser sus colaboradores en el servicio sin reservas a nuestro prójimo, en buscar perdonar sin límites y en cultivar relaciones de comunión y de fraternidad».

(Ángelus del Papa Francisco, 4 de noviembre de 2018).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Reflexionar y escribir quien es Dios para mí.

Despedida

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

San Martín de Porres, una vida de humildad y milagros

Lawrence OP CC

Dolors Massot – publicado el 03/11/20 – actualizado el 03/11/23

El primer santo de Perú, mulato, humilde y extraordinario taumaturgo, dedicó su vida a hacer el bien a los demás por amor a Dios

Nació en Lima (Perú) en 1579. Era hijo bastardo del español Juan de Porres y la mulata Ana Vázquez; vivió en la estrechez económica hasta que su padre los reconoció a él y a su hermana como hijos.

Aprendió el oficio de barbero y trabajó como ayudante de médico, en donde ayudaba a los pobres que no podían pagar.

Ingresó en la Orden de Predicadores como hermano lego, el último en la escala jerárquica, y se dedicó al mantenimiento del convento, de aquí su nombre popular: Fray Escoba.

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Caridad de puertas abiertas

Allí seguía curando enfermos y más de una vez los acogió en su celda, por lo que recibió alguna reprimenda, pero él subrayaba: «La caridad tiene siempre las puertas abiertas, y los enfermos no tienen clausura».

Fundó un asilo para cuidar y evangelizar a pobres y enfermos, y al mismo tiempo, levantó la Escuela de Huérfanos de Santa Cruz. Era muy devoto de la Eucaristía, asistía a Misa a diario y pasaba noches en vela ante el Santo Cristo. Se le vio en éxtasis y le reconocieron el don de la bilocación.

Descansa en Lima

Dios le comunicó el día en que iba a morir y así fue. Falleció el 3 de noviembre de 1639 a causa de una leve fiebre. Sus restos descansan en la Capilla de Santa Rosa de Lima, en la Basílica de Nuestra Señora del Rosario de Lima.

San Martín de Porres es patrón de barberos y peluqueros; también de las personas mulatas, de los problemas interraciales, la banca, la sanidad pública y la educación pública.

Oración a San Martín de Porres

En esta necesidad y pena que me agobia acudo a ti, mi protector san Martín de Porres.

Quiero sentir tu poderosa intercesión. Tú, que viviste solo para Dios y para tus hermanos, que tan solícito fuiste en socorrer a los necesitados, escucha a quienes admiramos tus virtudes.

Confío en tu poder para que, intercediendo ante el Dios de bondad, me sean perdonados mis pecados y me vea libre de males y desgracias.

Alcánzame tu espíritu de caridad y servicio para que amorosamente te sirva entregado a mis hermanos y a hacer el bien.

Padre celestial, por los méritos de tu fiel san Martín, ayúdame en mis problemas y no permitas que quede confundida mi esperanza.

Amén.

Providence College