El encuentro con Juan Bautista será para Jesús una experiencia existencial que le dará un giro completo a su vida. Después del bautismo, Jesús ya no vuelve a su pueblo de Nazaret ni se adhiere al movimiento del Bautista, se retira un tiempo en el desierto para prepararse para iniciar la misión que cree que le ha sido encomendada y que siente como único objetivo de su vida futura, la de anunciar a todo el mundo con voz insistente la Buena Nueva de Salvación de un Dios que es Amor y Padre y que quiere que todo el mundo se convierta y que se salve.
Esta experiencia de Jesús puede tener también por todos nosotros un significado existencial de purificación y cambio de vida. La fe es un itinerario personal que cada uno debe recorrer si quiere alcanzar esa gran misión que todos hemos recibido en el momento de nuestro bautismo: la de ser imitadores de Jesucristo y testigos del amor de Dios en medio del mundo en el que vivimos.
Hoy, en este nuestro mundo tan desastrado y con el azote de una pandemia, hay demasiada gente que sufre por falta de posibilidades económicas y por la explotación de quienes se creen ser los dueños de la humanidad y los posesores de la verdad. Urge que nosotros que queremos ser seguidores de Jesucristo procuramos llevar una brizna de esperanza que les ayude a cambiar de manera de hacer y actuar ante las necesidades de nuestro hermano. Quizás necesitamos aprender de nuevo a valorar las cosas pequeñas y los gestos pequeños. Cierto que no nos sentimos llamados a ser ni héroes ni mártires, pero sí estamos invitados a vivir poniendo nuestra vida al servicio de los demás con pequeños gestos que les puedan dar un poco de esperanza. Aprender a estar atentos a aquel que necesita de una palabra de confort, de una mano tendida que le saque del pozo donde se siente sumergido, de una sonrisa acogedora a la que está solo y desamparada. En definitiva, a tratar de imitar a Jesucristo trayendo amor y esperanza a todos aquellos que nos rodean y tienen necesidades de sentirse amados y valorados por lo que realmente son, hijos de un mismo Padre que nos ama de tal modo que nos ha enviado a su propio Hijo para demostrarnos que lo que quiere es nuestro bienestar y que tengamos paz y alegría interior porque nos sabemos queridos con un amor infinito.
Deseo que el día de hoy nos haga tomar más conciencia de lo que somos y de lo que deberíamos ser.
Macario el Grande, Santo
Abad, 19 de enero
Martirologio Romano: Conmemoración de san Macario el Grande, presbítero y abad del monasterio de Scete, en Egipto, que, considerándose muerto al mundo, vivía sólo para Dios, enseñándolo así a sus monjes (c. 390).
Etimología: Macario = Aquel que ha encontrado la felicidad, es de origen griego.
NOTA: En la actualidad el Martirologio lo recuerda el 19 de enero, en el calendario anterior se lo celebraba el 16 de febrero.09:55
Breve Biografía
Este santo nació en Egipto por el año 300. Pasó su niñez como pastor, y en las soledades del campo adquirió el gusto por la oración y por la meditación y el silencio.
Una mujer atrevida le inventó la calumnia de que el niño que iba a tener era hijo de Macario, el cual, según decía ella, la había obligado a pecar. La gente enardecida arrastró al pobre joven por las calles. Pero él le pidió al Señor en su oración que hiciera saber a todos la verdad, y sucedió que tal mujer empezó a sentir terribles dolores y no podía dar a luz, hasta que al fin contó a sus vecinos quién era el verdadero papá del niño. Entonces la gente se convenció de la inocencia de Macario y cambió su antiguo odio por una gran admiración a su humildad y a su paciencia.
Para huir de los peligros del mundo, Macario se fue a vivir en un desierto de Egipto, dedicándose a la oración, a la meditación y a la penitencia, y allí estuvo 60 años y fueron muchos los que se le fueron juntando para recibir de él la dirección espiritual y aprender los métodos para llegar a la santidad.
El obispo de Egipto ordenó de sacerdote a Macario para que pudiera celebrarles la misa a sus numerosos discípulos. Después fue necesario ordenar de sacerdotes a cuatro de sus alumnos para atender las cuatro iglesias que se fueron construyendo allí cerca donde él vivía, para los centenares de cristianos que se habían ido a seguir su ejemplo de oración, penitencia y meditación en el desierto.
Macario quería cumplir aquella exigencia de Jesús: «Si alguno quiere ser mi discípulo, tiene que negarse a sí mismo», y se dedicó a mortificar sus pasiones y sus apetitos. Estaba convencido de que nadie será puro y casto si no les niega de vez en cuando a sus sentidos algo de lo que estos piden y desean. Deseaba dominar sus pasiones y dirigir rectamente sus sentidos. Sentía la necesidad de vencer sus malas inclinaciones, y notó que el mejor modo para obtener esto era la mortificación y la penitencia. Como su carne luchaba contra su espíritu, se propuso por medio del espíritu dominar las pasiones de la carne. A quienes le preguntaban por qué trataba tan duramente a su cuerpo, les respondía: «Ataco al que ataca mi alma». Y si a alguno le parecían demasiadas sus mortificaciones le decía: «Si supieras las recompensas que se consiguen mortificando las pasiones del cuerpo, nunca te parecerían demasiadas las mortificaciones que se hacen para conservar la virtud».
En aquellos desiertos, con 40 grados de temperatura y un viento espantosamente caliente y seco, no tomaba agua ni ninguna otra bebida durante el día. En un viaje al verlo torturado por la sed, un discípulo le llevó un vaso de agua, pero el santo le dijo: «Prefiero calmar la sed, descansando un poco debajo de una palmera», y no tomó nada. Y a uno de sus seguidores les dijo un día: «En estos últimos 20 años jamás he dado a mis sentidos todo lo que querían. Siempre los he privado de algo de lo que más deseaban».
Dominaba su lengua y no decía sino palabras absolutamente necesarias. A sus discípulos les recomendaba mucho que como penitencia guardaran el mayor silencio posible. Y les aconsejaba que en la oración no emplearan tantas palabras. Que le dijeran a Nuestro Señor: «Dios mío, concédeme las gracias que Tú sabes que necesito». Y que repitiera aquella oración del salmo: «Dios mío, ven en mi auxilio, Señor date prisa en socorrerme».
Admirable era el modo como moderaba su genio y su carácter, de manera que la gente quedaba muy edificada al verlo siempre alegre, de buen genio y que no se impacientara por más que lo ofendieran o lo humillaran.
A un joven que le pedía consejos de cómo librarse de la preocupación del qué dirán los demás, lo mandó a un cementerio a que les dijera un montón de frases duras a los muertos. Cuando volvió le preguntó Macario: Qué te respondieron los muertos? NO me respondieron nada, le dijo el joven. ¡Entonces ahora vas y les dices toda clase de elogios y alabanzas! El muchacho se fue e hizo lo que el santo le había mandado, y éste volvió a preguntarle: ¿Qué te respondieron los muertos? ¡Padre, nada me respondieron! «Pues mira», le dijo el hombre de Dios: «Tú tienes que ser como los muertos: ni entristecerte porque te critican y te insultan, ni enorgullecerte porque te alaban y te felicitan. Porque tú eres solamente lo que eres ante Dios, y nada más ni nada menos».
A uno que le preguntaba qué debía hacer para no dejarse derrotar por las tentaciones impuras le dijo: «Trabaje más, coma menos, y no les conceda a sus sentidos y a sus pasiones el gusto al placer inmediato. Quien no se mortifica en lo lícito, tampoco se mortificará en lo ilícito». El otro practicó estos consejos y conservó la castidad.
Macario le pidió a Dios que le dijera a qué grado de santidad había llegado ya, y Nuestro Señor le dijo que todavía no había llegado a ser como la de dos señoras casadas que vivían en la ciudad más cercana. El santo se fue a visitarlas y a preguntarles qué medios empleaban para santificarse, y ellas le dijeron que los métodos que empleaban eran los siguientes: dominar la lengua, no diciendo palabras inútiles o dañosas.
Ser humildes, soportando con paciencia las humillaciones que recibían y la pobreza y los oficios sencillos que tenían que hacer. Ser siempre amables y muy pacientes, especialmente con sus maridos que eran muy malgeniudos, y con los hijos rebeldes y los vecinos ásperos y poco caritativos. Y como medio muy especial le dijeron que se esmeraban por vivir todo el día en comunicación con Dios, ofreciéndole al Señor todo lo que hacían, sufrían y decían, todo para mayor gloria de Dios y salvación de las almas.
Los herejes arrianos que negaban que Jesucristo es Dios, desterraron a Macario y sus monjes a una isla donde la gente no creía en Dios. Pero allí el santo se dedicó a predicar y a enseñar la religión, y pronto los paganos que habitaban en aquellas tierras se convirtieron y se hicieron cristianos.
Cuando los herejes arrianos fueron vencidos, Macario pudo volver a su monasterio del desierto. Y sintiendo que ya iba a morir, pues tenía 90 años, llamó a los monjes para despedirse de ellos. Al ver que todos lloraban, les dijo: «Mis buenos hermanos: lloremos, lloremos mucho, pero lloremos por nuestros pecados y por los pecados del mundo entero. Esas sí son lágrimas que aprovechan para la salvación».
Jesús dijo: «Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados (Mt. 5). Dichosos los que lloran y se afligen por sus propios pecados. Dichosos los que lloran por las ofensas que los pecadores le hacen a Dios. Lloremos arrepentidos en esta vida, para que no tengamos que ir a llorar a los tormentos eternos». Y murió luego muy santamente. Llevaba 60 años rezando, ayunando, haciendo penitencia, meditando y enseñando, en el desierto.
Oración
San Macario, santo penitente:
consíguenos de Dios la gracia de hacer penitencia por nuestros pecados en esta vida,
para no tener que ir a pagarlos en los castigos de la eternidad.
Cristo pide una piedad auténtica
Santo Evangelio según san Marcos 3, 1-6. Miércoles II del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Gracias, Señor, por tu amor. Permíteme corresponder a tu donación total con una entrega de mí mismo. Enséñame a amarte cada día más y mejor. Haz que te ame con un amor real, concreto, hecho obras. Dame tu gracia para mostrarte un amor así este día. Así sea.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 3, 1-6
En aquel tiempo, Jesús entró en la sinagoga, donde había un hombre que tenía tullida una mano. Los fariseos estaban espiando a Jesús para ver si curaba en sábado y poder acusarlo. Jesús le dijo al tullido: “Levántate y ponte allí en medio”. Después les preguntó: “¿Qué es lo que está permitido hacer en sábado, el bien o el mal? ¿Se le puede salvar la vida a un hombre en sábado o hay que dejarlo morir?” Ellos se quedaron callados. Entonces, mirándolos con ira y con tristeza, porque no querían entender, le dijo al hombre: “Extiende tu mano”. La extendió, y su mano quedó sana.
Entonces se salieron los fariseos y comenzaron a hacer planes con los del partido de Herodes para matar a Jesús.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Existe un riesgo muy alto cuando se toma la religión en serio. Ésta puede convertirse en una lista de deberes y prohibiciones, sin nada más allá de la regla: no hacerse ídolos, ir a misa los domingos, no matar, no mentir, guardarse de la impureza, no molestar a nadie… Acciones o límites verdaderos y que ayudan, pero que se pueden cumplir con los ojos cerrados. Es decir, «cumplo» el tercer mandamiento, da igual lo que mande, tanto si significa ir a misa el domingo como si pidiera llevar un paraguas en los días soleados… Es necesario ver más profundo, ir al porqué de esto y aquello. En el fondo, cada mandamiento nos ofrece un bien concreto, una manera específica de amar. La religión o piedad corre el riesgo de quedarse inmadura. Entonces se seca mucho antes de producir frutos.
La piedad madura nos llama a un amor cada vez más pleno. Ciertamente, el primer lugar lo tiene el amor a Dios, «amarás a Dios sobre todas las cosas». Pero todo amor es una realidad abierta: el amor es como un perfume, que se difunde en todas direcciones. Por eso brota una consecuencia del amor a Dios: «amarás a tu prójimo como a ti mismo». El amor auténtico hacia una persona nos lleva a amar lo mismo que ella ama. Por eso, la piedad auténtica y el amor maduro nos impulsan a buscar el bien de los demás. Ya lo decía san Juan: «En esto hemos conocido qué es el amor: en que él dio su vida por nosotros. Así que también nosotros debemos dar la vida por los hermanos. Si alguno que posee bienes materiales, ve que su hermano está necesitado y le cierra sus entrañas, ¿cómo puede residir en él el amor de Dios?» (1 Jn 3, 16-17) ¡Seamos cristianos auténticos! ¡Vivamos un amor abierto a Dios y a los demás!
«Jesús hizo algo “peor”, algo que irritó aún más a los hipócritas y soberbios que lo estaban vigilando porque buscaban alguna excusa para atraparlo. Curó la mano atrofiada de un hombre. La mano, ese signo tan fuerte del obrar, del trabajo. Jesús le devolvió a ese hombre la capacidad de trabajar y con eso le devolvió la dignidad. Cuántas manos atrofiadas, cuantas personas privadas de la dignidad del trabajo, porque los hipócritas para defender sistemas injustos, se oponen a que sean sanadas. A veces pienso que cuando ustedes, los pobres organizados, se inventan su propio trabajo, creando una cooperativa, recuperando una fábrica quebrada, reciclando el descarte de la sociedad de consumo, enfrentando las inclemencias del tiempo para vender en una plaza, reclamando una parcela de tierra para cultivar y alimentar a los hambrientos, cuando hacen esto están imitando a Jesús porque buscan sanar, aunque sea un poquito, aunque sea precariamente, esa atrofia del sistema socioeconómico imperante que es el desempleo». (Discurso de S.S. Francisco, 5 de noviembre de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Pondré en práctica la caridad con mis palabras, hablando bien de los demás.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
¿Qué hacer cuando un ser querido desea morir?
¿Derecho a morir o a dejar de sufrir?
Hablar de la muerte natural de un familiar siempre es difícil debido a los sentimientos de tristeza, vulnerabilidad y enojo; los cuales no estamos preparados para enfrentar y vivir con ellos. Pero ¿qué sucede cuando es nuestro ser querido el que nos habla y manifiesta su deseo de morir?
Actualmente se habla del derecho de autodeterminación para personas que tienen enfermedades terminales o crónico degenerativas y se dice que ellos tienen la supuesta “libertad de elegir una muerte digna”. Entre los principales argumentos que esta postura manifiesta, son que la persona es el único juez para determinar cuándo ha llegado su hora de morir ya sea porque no quiere ser una carga para su familia o porque el dolor es intolerable.
Muchas personas podrían justificar estos procedimientos con el hecho de querer “ayudar” a los enfermos, sin embargo, los expertos hablan de que el principal objetivo del deseo de muerte anticipada que existe en los enfermos terminales no es acabar con su vida sino terminar con el sufrimiento, ya que se desarrollan sentimientos de soledad, culpa e inutilidad y aunado a los dolores físicos propios de la enfermedad, los lleva a pensar en la muerte como la única solución.
Un estudio realizado en España en el 2014 con 30 pacientes terminales arrojo que el binomio familia-salud son determinantes para obtener el sentido de dignidad al final de la vida y se relaciona con 3 dimensiones fundamentales: la adaptación, la esperanza y el apoyo. Es decir, el verdadero sentido que podemos encontrar en nuestra vida ante un panorama de excesivo sufrimiento es el amor reciproco hacia nuestros seres queridos. Como decía el filósofo Nietzsche: “Quien tiene algo porqué vivir, es capaz de soportar cualquier cómo”.
En Red Familia te invitamos a que te acerques y conozcas acerca de los cuidados paliativos para recibir una adecuada información y puedas despedirte de tu familiar de una manera humana, digna y amorosa. Porque en el amor y el apoyo de la familia, está la solución.
«Venimos a adorarlo»
Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos del 18 al 25 de enero.
La oración es el puente que une al hombre con Dios, y también es compartir con todos los cristianos el deseo de hablarle al creador y suplicarle por la unidad de quienes creemos en Él. Por ello cada año nos unimos a la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos.
Anualmente, este octavario de oración se efectúa del 18 al 25 de enero promovido por el Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, y la Comisión Fe y Constitución del Consejo Mundial de Iglesias.
Sin embargo, se invita a que a lo largo del todo el año a través de la oración se pueda expresar el grado de comunión que las Iglesias ya han alcanzado, de manera especial los días en torno a Pentecostés.
“Hemos visto una estrella”
En esta oportunidad la cita bíblica que une a los cristianos en la oración para alcanzar la plena unidad es: “hemos visto aparecer su estrella en el Oriente y venimos a adorarlo” (Mt 2, 2).
Es del Evangelio que nos recuerda el nacimiento de Jesús en Belén, y el camino que hicieron los Magos que representan diversidad en sus creencias, pero juntos caminan reconocimiento del único Salvador.
Esto es hoy una invitación para todos los cristianos seguir la estrella para adorar a quien les une, no solo en la oración sino muchos otros aspectos.
La experiencia de los Magos
El pasado domingo en el Ángelus el Papa Francisco, exhortó a que, durante esta semana de oración, “nos veamos reflejados en la experiencia de los Magos, venidos de Oriente a Belén para honorar al Rey Mesías. También nosotros los cristianos, en la diversidad de nuestras confesiones y tradiciones, somos peregrinos en camino hacia la plena unidad, y nos acercamos más a la meta cuanto más mantenemos fija la mirada en Jesús, nuestro único Señor. Durante la Semana de Oración, ofrezcamos nuestras fatigas y nuestros sufrimientos por la unidad de los cristianos”.
La unidad que Dios trae consigo
En la introducción teológico-pastoral de los textos preparados para guiar la oración en las comunidades, explican que “los Magos manifiestan la unidad de todos los pueblos deseada por Dios. Viajan desde países lejanos, y representan diversas culturas, impulsados por la misma hambre de ver y conocer al rey recién nacido, y juntándose en la pequeña casa de Belén, adoran con sencillez y ofrecen sus regalos. Los cristianos están llamados a ser una señal ante el mundo de la unidad que Dios trae consigo. Procedentes de diferentes culturas, razas y lenguas, los cristianos comparten una misma búsqueda de Cristo y un deseo común de adorarlo. La misión del pueblo cristiano es, por tanto, la de ser un signo, como la estrella, que guíe el anhelo de Dios de toda la humanidad hacia Cristo, y convertirse en mediación para que Dios lleve a cabo la unidad de todos los pueblos”.
Historia
Datos publicados por el Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos sugieren que ya desde 1740 algunos movimientos se reunían para hacer oración por todas las Iglesias, a la que se fueron sumando diversas denominaciones religiosas. Y en 1984 el Papa León XIII anima a la práctica de un Octavario de Oración por la Unidad. Pero la primera celebración del «Octavario por la Unidad de la Iglesia» se realizó en 1908.
En 1964 se vivió un hecho histórico, en Jerusalén el Papa Pablo VI y el Patriarca Atenágoras rezaron juntos la oración de Cristo “que todos sean uno” (Jn 17).
Concilio Vaticano II
El Concilio Vaticano II en su Decreto UNITATIS REDINTEGRATIO sobre el ecumenismo, llama “ecumenismo espiritual” a la conversión de corazón, santidad de vida, y oración por la unidad de los cristianos. Motivando la oración de todos, convocados por Cristo a la unidad.
“Tales preces comunes son un medio muy eficaz para impetrar la gracia de la unidad y la expresión genuina de los vínculos con que están unidos los católicos con los hermanos separados: Pues donde hay dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos». (8)
Oración desde el Sínodo
En el mismo sentido, de seguir “caminando juntos”, en medio del Sínodo que ha iniciado la Iglesia Católica, la Secretaría General del Sínodo de los Obispos y el Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos han publicado una oración:
Padre celestial,
como los Reyes Magos fueron a Belén guiados por la estrella,
que tu luz celestial guíe también a la Iglesia católica durante este tiempo sinodal,
para que camine junto con todos los cristianos.
Como los Reyes Magos estaban unidos en su adoración a Cristo,
acércanos a tu Hijo, para que estando más cerca unos de otros,
seamos un signo de la unidad que deseas para tu Iglesia y para toda la creación.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén.
También está a disposición un material con el guion para celebración del octavario, con las oraciones, lecturas, meditaciones, y cantos para todos los días. Que las diversas Iglesias y comunidades puedan adaptar a sus costumbres y modos de oración particular.Así mismo muchos otros recursos están disponibles en la web http://www.christianunity.va/content/unitacristiani/it.html
Clausura
El próximo martes 25 de enero el Papa Francisco presidirá las Vísperas Solemnes en la Basílica de San Pablo Extramuros para cerrar la Semana de oración por la unidad de los cristianos.
Todos desde nuestra condición como hijos de Dios, estamos comprometidos con la oración y también ser signo visible para que otros también hagan el camino que los lleve al encuentro con Dios. Oremos por a la unidad de los cristianos, en la fe, la esperanza y la caridad.
¿Por qué el divorcio está mal?
El divorcio se opone a la indisolubilidad del matrimonio, que es una propiedad de la institución matrimonial
Pregunta
Estimado Padre: He leído alguno de sus artículos y todavía sigo sin comprender por qué el divorcio está mal. Quisiera que Usted me diera los argumentos más puntuales. Gracias por su amabilidad.
Respuesta:
Estimado:
El divorcio se opone a la indisolubilidad del matrimonio, que es una propiedad de la institución matrimonial ya en el mismo plano natural elevada sobrenaturalmente por el vínculo sacramental[1]. De aquí que debamos decir que el matrimonio es indisoluble por derecho natural. Se trata ésta de una tesis fundamental de la ética cristiana y de una enseñanza expresa del Magisterio. De hecho Pío IX condenó fuertemente la enseñanza liberal que sostenía que el vínculo matrimonial no es indisoluble por derecho natural y que, por tanto, podría ser disuelto de modo perfecto por una autoridad civil[2]. Igualmente Pío XI en la Casti conubii hablando de las palabras de Cristo (cf. Mt 19,6 y Lc 16,18)[3] dice claramente que “se aplican a cualquier matrimonio, aun al solamente natural y legítimo; porque es propiedad de todo verdadero matrimonio la indisolubilidad, en virtud de la cual la disolución del vínculo está en absoluto sustraída al capricho de las partes y a toda potestad secular”[4].
¿Cuáles son las razones para sostener tal afirmación que a los mismos apóstoles resultó dura? Podemos indicar cuatro motivos principales.
La indisolubilidad es necesaria por parte del fin matrimonial de la procreación y educación de la prole[5]
Se diga lo que se diga no es posible procrear y educar a los hijos de modo conveniente sin la perpetuidad del matrimonio, razón por la cual la unión del hombre y la mujer no sólo se ordena por ley natural a la simple generación, como en los demás animales, sino también a la educación de la prole, y no solamente por un tiempo determinado, sino durante toda la vida. De hecho la educación afectiva de los hijos no se logra en unos pocos años. Los hijos necesitan el punto de referencia de sus padres durante toda la vida (y punto de referencia a la “relación indisoluble” que tienen los padres entre sí; ésta es fuente de serenidad en medio de sus incertidumbres, aliento para perseverar en sus propias pruebas, etc.)
Además es claro que ordinariamente la mujer no se basta por sí sola para mantener y educar la prole; se impone la necesidad de la colaboración paterna, su inteligencia para instruir y su energía para corregir (no se puede poner como objeción el caso de las mujeres u hombres abandonados por su cónyuge o los cónyuges viudos, porque no se debe hacer norma con lo que es excepcional y, además, porque en estos casos, si los hijos han sido educados convenientemente –lo cual no ocurre siempre a pesar de los esfuerzos de la madre o del padre solitario– ha sido a costa de sacrificios muy elevados por parte del padre o madre educador). La vida humana requiere muchas cosas que no están al alcance de una sola persona ni se adquieren en poco tiempo.
Por otra parte la vida natural de los padres se proyecta naturalmente en el hijo; por eso éste debe ser heredero de sus padres, sucediéndole en la posesión de las cosas tanto a su padre como a su madre; y este orden se perturbaría si el matrimonio legítimo pudiera disolverse, porque los bienes de alguno de los dos no llegarían a sus naturales destinatarios.
Finalmente, existe en el hombre una solicitud natural de tener certeza de su prole, o sea, el saber si tal hijo es o no es efectivamente hijo suyo; por eso todo lo que impide tal certeza va contra el instinto natural de la especie humana. Si, pues, el hombre pudiera abandonar a la mujer, o ésta al varón, para unirse con otros u otras, la prole podría ser incierta si, habiendo tenido relaciones sexuales con uno, la tuviera luego con otros. Por eso la separación matrimonial va contra el instinto natural de la especie humana.
Esto se esclarece aún más observando las consecuencias del divorcio en los hijos. Del divorcio se sigue para muchos hijos[6]: (a) El escándalo moral de la desunión de sus padres; el criarse en un clima de violencia, dialécticas, envidias, celos y competencias (de hecho compiten por su afecto, porque les den la razón de que el culpable de la ruptura familiar ha sido el otro cónyuge, etc.). (b) El sufrimiento de verse obligados a tomar parte por uno o por otro de sus padres; originando, en muchos casos, problemas psicológicos graves. (c) También para muchos hijos significa el caer en la pobreza o en la miseria y en el drama de la niñez abandonada. (d) Aumenta la delincuencia precoz[7]. (e) Causa problemas de conducta. Algunos estudios señalan que los hijos de padres divorciados presentan regularmente cuatro conductas negativas típicas: mienten excesivamente, tienen un bajo nivel de aprendizaje, falta de asunción de responsabilidad del propio comportamiento y dificultad de concentración[8].
La indisolubilidad la exige el fin del matrimonio que es el amor conyugal
El amor conyugal exige “definitividad” para ser verdadero. Decía Lacordaire: “¿Qué ser hay bastante infame, cuando ama, para calcular el momento en que no amará?”[9]. Otro autor ha escrito acertadamente: “Una alianza contra cuya ruptura la parte más débil jamás podrá tener seguridad completa, en manera alguna producirá alegría y solidez, y esto sin añadir que es una tentación constante de infidelidad. Para la parte más fuerte, es una falta imperdonable de carácter si ofrece únicamente su promesa para los días felices, e introduce en ella, como condición, la facultad de retirarla tan pronto como se presenten los sacrificios”[10].
La indisolubilidad es exigida por los fines secundarios del matrimonio (la mutua ayuda de los esposos)
El matrimonio también se ordena a la mutua ayuda entre el hombre y la mujer. Y por eso es indudable que el divorcio muchas veces impone enormes injusticias a uno u otro de los cónyuges. Como decía ya Santo Tomás: “si alguno que ha tomado a una mujer en el tiempo de su juventud, cuando era bella y fecunda, pudiera repudiarla en edad avanzada, le infligiría un daño contra la misma justicia natural. El mismo inconveniente existe si la mujer pudiera hacer lo mismo… Se unen no sólo en el acto carnal, sino también para el mutuo auxilio de toda la vida. Por eso es gran inconveniente que el matrimonio sea disoluble”[11].
No hay que esconder el rostro de esta gran miseria. Si bien es cierto que algunos matrimonios recurren al divorcio de común acuerdo y con voluntad positiva de ambos cónyuges, también es cierto que en muchos casos el divorcio es pedido por una de las partes abandonando al otro cónyuge por enfermedad, falta de atractivo, etc., dejándolo en la miseria, en la soledad, a veces con la carga de la educación y mantenimiento de los hijos, etc[12].
La indisolubilidad la exige el bien común de la sociedad
Finalmente (sólo lo menciono sin desarrollarlo) cuando se argumenta contra la indisolubilidad del matrimonio se usan argumentos de conveniencia individual, olvidando que el bien individual está subordinado al bien común, tanto de la familia como de la sociedad. Para la estabilidad de la sociedad es necesaria la estabilidad de la familia, pues es su célula básica. Por eso ha dicho muy bien –y repetidas veces– Juan Pablo II que el futuro de la humanidad pasa por el futuro de la familia.
Bibliografía:
Héctor Hernández, Familia-Sociedad-Divorcio, Ed. Gladius 1986;
Scala, Jorge (director), Doce años de divorcio en Argentina, Educa, Buenos Aires 1999;
Miguel Fuentes, Los hizo varón y mujer, EVE, San Rafael 1998.
[1] Cf. Domingo Basso, Indisolubilidad del matrimonio, en: AA.VV., Criterios cristianos para la acción política, Ed. Claretiana, Buenos Aires 1983, pp. 85-92.
[2] Recuérdese la condenación del Syllabus, DS 2967.
[3] Mt 19,6: De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió no lo separe el hombre; Lc 16,18: Todo el que repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio; y el que se casa con una repudiada por su marido, comete adulterio.
[4] DS 3724.
[5] Cf. Santo Tomás, Suma Contra Gentiles, III, c. 123.
[6] Cf. Héctor Hernández, Familia-Sociedad-Divorcio, Ed. Gladius 1986, pp. 90-106. Cf. también: Scala, Jorge (director), Doce años de divorcio en Argentina, Educa, Buenos Aires 1999.
[7] El 90% de los delincuentes juveniles provienen de hogares con graves perturbaciones familiares; en la década de 1920, una encuesta en California mostraba que el 80% de los criminales adolescentes de Estado eran hijos de divorciados; otra encuesta mostró que en Estados Unidos, de 200.000 delincuentes menores, 175.000 eran hijos de divorciados (cf. Miguel Fuentes, Los hizo varón y mujer, EVE, San Rafael 1998, 141-142).
[8] Cf. Washington Times, 20 febrero 2001, indicaba que un millón de niños y jóvenes en Estados Unidos se convierten en hijos de divorciados cada año, según el Centro Nacional de Estadísticas de la Salud. El diario citaba al doctor Michael Katz, psicólogo clínico en Southfield, Michigan, que ha trabajado con hijos de divorciados durante 30 años. Katz comentaba que estos niños presentan regularmente cuatro conductas negativas típicas: mienten excesivamente, tienen un bajo nivel de aprendizaje, falta de asunción de responsabilidad del propio comportamiento y dificultad de concentración. Mientras que muchos chicos, independientemente de su preparación anterior, pueden presentar estas conductas, el doctor Katz dijo que los hijos de divorciados se resisten a muchas formas tradicionales de terapia y disciplina familiar.
[9] Lacordaire, Conferencias de Notre Dame, cit., por Basso, loc. cit., p. 88.
[10] Weiss, P., Apología del Cristianismo, t.7, conf. 17: “Matrimonio y familia”, n. 8; cit. Basso, loc. cit., p. 88.
[11] Santo Tomás, Suma Contra Gentiles, III, c. 125.
[12] Un caso emblemático ocurrió hace poco en Milán, Italia, en que un tribunal condenó a una multa a un hombre por “daños morales” causados a su esposa por divorciarse de ella, entre estos: el haberla precipitado en un estado de falta de serenidad, inquietud, sentido de abandono (Diario La Republica, 5 de junio de 2002).
Qué es y que no es el hombre
La persona humana no es algo epidérmico. Ella no se revela al primer contacto con la misma, a la primera percepción de un individuo. No es lo que se ve, el hombre que anda por la calle, sino más bien lo que no se ve. Es un enigma que tiene que ser descifrar.
Qué es y que no es el hombre.
Solamente en el Amor, se manifiesta la Verdad en toda su plenitud, sin sombras ni limitaciones. Todas las demás funciones de la conciencia, nuestros sentidos, nuestros sentimientos, la inteligencia, conducen a resultados parciales; sólo el Amor refleja la Verdad absoluta.
La persona humana no es algo epidérmico. Ella no se revela al primer contacto con la misma, a la primera percepción de un individuo. No es lo que se ve, el hombre que anda por la calle, sino más bien lo que no se ve. Es un enigma que tiene que ser descifrado. Para poder penetrar en la esencia de una persona en su fuero íntimo, tenemos, en primer lugar, que apartar algunas capas bajo las cuales aparece en el mundo exterior, tenemos que atravesar una serie de antecámaras, hasta descubrir su residencia.
El hombre se halla constituido de un núcleo espiritual, y este núcleo se manifiesta en el mundo material con la ayuda de un complejo psicofísico. Para poder sorprender al hombre en su intimidad, en su principio creador, debemos primeramente apartar esta construcción exterior, que nos impide mirar en su interior y contemplar la fuente de donde emana nuestra personalidad.
El hombre no es materia, no es una proyección biológica. Este cuerpo que vemos, que se mueve y al que confundimos con nuestra personalidad, es sólo el vehículo del que nos servimos en nuestra vida terrenal. El se halla sometido a las leyes de la naturaleza, puesto que hemos sufrido una transformación de nuestro ser inmortal debido al pecado del primer hombre. Pero, según nuestra fe cristiana, el hombre está destinado a otro mundo, en el cual podrá recuperar su inmortalidad.
De aquí resulta que debe existir algo en nuestro ser que sobrevive a la destrucción física, una sustancia que tiene el poder de escapar a la tiranía de las leyes de la naturaleza y emprender su vuelo, después del exilio terrenal, hacia su verdadera morada.
Incluso permaneciendo dentro del cuadro de la biología, nos damos cuenta de que el hombre es algo más que la vida. Las células del organismo se renuevan ininterrumpidamente. Nuestros órganos sufren las mismas transformaciones que los demás seres vivientes. La única excepción es aquella de las neuronas. A partir de cierta edad, su número disminuye, sin posibilidad de reconstitución. Pero en medio de estas continuas transformaciones que soporta nuestra persona visible, nuestro yo permanece inalterable. Los fenómenos biológicos no le alcanzan. Desde el punto de vista de nuestra identidad interior, somos exactamente los mismos, como cuando hemos tomado por primera vez conocimiento de nuestra existencia. Desde el nacimiento y hasta la muerte, nuestra persona se desarrolla en torno al mismo punto de referencia. La llama de la conciencia de sí mismo arde ininterrumpidamente. Cambiamos nuestra fisonomía, se debilitan las funciones psíquicas, mas no se pierde la unidad y la continuidad de nuestra persona. Nuestra biografía puede ser trazada gracias a esta permanencia del yo. En medio del «panta rei» biológico y de la corriente de nuestra conciencia, existe algo fijo en nosotros y tan solidamente arraigado que no puede tocarle ningún proceso vital. La persona humana es esta substancia misteriosa de nuestro interior que se guarda intacta en medio de todas las degradaciones que padece el hombre en su ser físico.
Siguiendo la exploración hacia el centro de la personalidad, encontraremos una nueva capa, su realidad psicológica, constituida según el criterio clásico, de razón, de sentimiento y de voluntad.
Tampoco estas funciones agotan el contenido de la persona humana. No hemos llegado a su centro. El hombre es algo más que la razón, voluntad y sentimientos. El factor psicológico opera solamente en la superficie de la conciencia y representa solamente nuestra conciencia exterior, aquella parte de la conciencia que toma contacto con el mundo, sirviendo para nuestra orientación en el ambiente en el que vivimos, sea el de la naturaleza sea el de la sociedad. Evidentemente, en una aceptación más amplia, todos estos elementos forman nuestra personalidad, inclusive el cuerpo con el que paseamos por la calle, pero el objetivo de nuestra investigación es de descubrir el substrato que sostiene toda esta estructura psicosomática y sin la cual el hombre no existiría
Pero ni los sentimientos ni la voluntad agotan a la persona humana
Mediante algunas palabras quisiera explicar por qué ni la razón, ni los sentimientos, ni la voluntad pueden arrojarse la paternidad de la persona humana. Estos no son más que instrumentos que ayudan al hombre para sobrevivir en el mundo material, y no la entidad que le define y le distingue del resto de la creación.
Empezaremos con lo que es más fácil de demostrar que no puede constituir el fundamento de la persona humana: los sentimientos. Creo que nadie está dispuesto a confundir su persona con esta masa psíquica fluida, inconsistente, que se halla en continuo movimiento como las olas del mar. El hombre puede estar ahora alegre y dentro de media hora triste, hoy amar con toda la pasión y mañana odiar a la misma persona, hoy puede ser generoso y mañana ser egoísta, envidioso o malo. Los sentimientos o los afectos representan la parte más vulnerable del alma; de un colorido vivo y atractivo, pero que se hallan en un continuo de ebullición y cambio.
En contraste con la movilidad del sentimiento, nuestro yo tiene una estabilidad de granito. En medio de las transformaciones corporales, en medio de los cambios que se producen ininterrumpidamente en nuestra conciencia, nuestro yo permanece igual consigo mismo, como un punto de referencia inmutable, en torno al cual se reconstituye permanentemente la persona humana. En su seno interior nos hallamos como en, un refugio que nos defiende contra las inclemencias del tiempo.
Vamos a insistir algunos momentos sobre la voluntad. Sabemos que existe una dirección filosófica que identifica la existencia con la voluntad; Schopenhauer y Nietzsche. La filosofía de Nietzsche es grandiosa, pero encierra en sí este monumental error que confunde el poder creador de la persona humana, con el de la voluntad del poder. Y este monumental error lo ha cometido Nietzsche, puesto que, no ha entendido el cristianismo. El poder creador de la persona humana emana del amor y no de la voluntad de poder.
La voluntad es una energía psíquica limitada. Se agota. No tiene el aliento del infinito. No es capaz del heroísmo de larga duración. Todas las grandes personalidades cristianas se han caracterizado no por una gran voluntad, sino por una gran pasión que arde sin cesar, sin agotarse jamás.
En segundo término, la voluntad es un poder ciego. Puede servir al bien y al mal con igual eficacia. La voluntad tiene que ser permanentemente dirigida por una idea, por un concepto para realizar algo. La voluntad puede ser, incluso, llevada y arrastrada con facilidad también por las fuerzas del mal y corre entonces a favor de éstas
Nuestra persona posee una reserva energética superior a la voluntad, tanto en intensidad como en la duración. El verdadero motor de la persona humana, una vez puesto en marcha, jamás agota su combustible, mientras que el motor de la voluntad se debilita y a menudo se para. Luego, no sólo es que nuestro yo auténtico desarrolla majestuosamente sus energías, sino que sabe al mismo tiempo arribar a buen puerto. A diferencia de la voluntad, que no dispone de ningún instrumento de orientación, nuestro yo superior se halla en permanente guardia y nos dirige con pasos firmes en el curso de nuestra vida.
Tampoco la razón se identifica con el espíritu.
En cuanto a la cuestión de la razón es más delicada, ya que una confusión que perdura desde hace siglos, sobre todo, en el Occidente, identifica el espíritu con la razón. La razón sería la sede de la persona humana, «cogito, ergo sum», de Descartes. «El hombre es un animal racional», se afirma en una archiconocida definición. «Quien atenta contra la razón, atenta contra el espiritu», se oyen protestas de muchas partes. Entre otros, Karl Jaspers y Giovanni Papini se han prestado a defender la razón como instrumento del conocimiento. Corneliu Codreánu, doctrinario de la acción creadora, rechaza la razón como factor determinante en la vida del individuo. Repudia la materia, pero también la razón. Se ha concedido demasiada confianza a estas entidades y los resultados son devastadores. «La razón -dice Corneliu Codreanu-, ha levantado al mundo contra Dios. Nosotros, sin echarla y menospreciarla, la vamos a situar allí donde tiene su lugar, al servicio de Dios y de las finalidades de la vida».
Vamos a meditar un poco sobre esta frase. Analizando desde el punto de vista histórico las actividades de la razón, descubriremos en ella comportamientos extraños. En la filosofía escolástica, la razón gozaba de tanta veneración, que el ejercicio del silogismo, con todas las sutilezas y los refinamientos posibles, constituía la pieza capital de la enseñanza. Pero ¿qué ocurre durante la Revolución francesa? La misma razón fue elevada al rango de deidad y se le ha constituido un culto oficial. En su nombre las iglesias son incendiadas y se lanzan piedras contra Dios. En el siglo XIX, la razón engendra la doctrina atea del materialismo. ¿Qué confianza podemos depositar en la capacidad de la razón para descubrir la verdad, cuando nos ofrece resultados tan contradictorios, durante diversas épocas? Posiblemente que la razón no es el instrumento adecuado para el conocimiento de la verdad, tal vez se le emplea erróneamente en sectores que superan su competencia.
La debilidad de la razón se hace patente cuando comprobamos que ella se halla dispuesta a servirnos argumentos para cualquier finalidad, creencias, ideas, e incluso, para cosas absurdas. Para el exterminio de los enfermos incurables, de los inválidos, de los locos, los dirigentes del Tercer Reich encontraron argumentos muy sólidos, basados en la genética y en las teorías raciales. El marxismo, también con argumentos racionales proclama la necesidad de destruir clases enteras de una nación, con el fin de asegurar el triunfo de la dictadura del proletariado. Incluso en los países de la Unión Europea, ¿no asistimos a los debates del parlamento donde con «pruebas científicas y bien expuestas racionalmente», se ha legalizado y primado la homosexualidad? Más aún, ¿cuántas aberraciones no son admitidas por los legisladores, por la sociedad, cuántas son difundidas por los escritores a base de unos «raciocinios» muy sólidos en apariencia? Las tiranías comunistas, con los millones de muertos, ¿no han sido justificadas en el mundo libre como una nueva forma social? Unos bandidos, unos asesinos, unos monstruos, unos torturadores de pueblos, han sido presentados durante años, con lujo de dialéctica, como unos reformadores sociales y genios de la Humanidad.
He aquí las perfidias de la razón, he aquí qué platos envenenados nos sirve si no vigilamos sus actividades.
Si admitimos que la razón forma el centro de la persona humana, ¿cómo contestaremos a otra cuestión? También los animales poseen una inteligencia, como lo demuestra la psicología animal, una inteligencia, bien entendido, limitada a su categoría biológica. Los animales igualmente razonan, ellos son también capaces de sacar ciertas conclusiones, de ciertas premisas. El silogismo le es también familiar a los animales. En esto se funda su amaestramiento.
Entonces, ¿qué hacemos? ¿Aceptamos la teoría evolucionista y nos declaramos también animales, poniéndonos en la misma categoría con los peces, los pájaros y los cornúpetas? ¿Somos también unos animales dotados con una inteligencia superior a los que se hallan debajo de nosotros en la escala biológica?
Sin embargo el hombre posee, además, el poder creador
Y nosotros preguntamos a los que sostienen que el hombre desciende del mono o de otros animales: pues bien, ¿qué queréis demostrar con esto? A pesar de que el hombre se separa del más evolucionado animal, por su enorme inteligencia, no es la inteligencia su característica principal. El hombre posee,en comparación con el animal, algo más: el poder creador. El hombre vivía antaño en cavernas y hoy día vive en palacios, mientras que el animal, a pesar de que el está también dotado con inteligencia, no se puede elevar por encima de sus condiciones de vida. Ningún animal se ha imaginado alguna vez poder vivir de otra manera que en su escondrijo. El animal permanece eternamente prisionero de la naturaleza. El hombre puede emanciparse de la tiranía de las leyes de la naturaleza, porque posee una facultad desconocida para el reino animal, que es su fantasía creadora, este don misterioso que revela su esencia divina.
Existe, además, una lógica primitiva como lo han demostrado los sociólogos que han estudiado las tribus de Africa, Asia, Australia y América, fundamentalmente distintas de nuestra lógica europea. Nuestras categorías mentales no se asemejan con las de las civilizaciones primitivas. Se observa, incluso, que cada civilización posee su lenguaje lógico, e incluso, de pueblo a pueblo, en el cuadro de la misma civilización, se notan ciertos matices.
¿Cómo nos orientamos en este caso? ¿ Puede constituir la razón la esencia de la persona humana, cuando la misma razón sufre tantas transformaciones, según la civilización que la emplea?
En nuestros días ocurren también otras cosas extrañas con la razón, logrando desconcertarnos. Parte de las funciones de la razón, y no de las menos importantes, como lo son los cálculos matemáticos, han sido transferidas a las máquinas. La cibernética trabaja sobre bases racionales y ha facilitado enormemente el esfuerzo de nuestra inteligencia. Pero estos ordenadores, estas computadoras, como se denominan, estas máquinas que piensan por nosotros, ¿han sustituido al hombre como pretenden algunos exaltados del progreso técnico?
En absoluto. La persona humana permanece la misma. El hombre ha creado estas máquinas y ellas sirven a su expansión en el mundo, pero actuando siempre bajo su control.
En el caso de la cibernética, la diferencia entre la razón y la persona humana aparece todavía más evidente. La cibernética demuestra que el hombre no es razón o no es sólo razón; por esto fue capaz de construir máquinas que se encargan de razonar por él. Pero ha sido sustituida por las máquinas solamente la razón, no el hombre en sí, quien tiene algo más que le eleva por encima de la razón y, desde luego, por encima de las máquinas que él ha construido. Es el hecho creador lo que distingue al hombre de éstas máquinas y de los procesos racionales para los que ellas sirven.
Entonces, ¿qué es la razón? Es un auxiliar de la persona humana. La razón ayuda a la organización de la vida material y de la vida social. Es un instrumento de comunicación entre los hombres, exactamente igual que el lenguaje. Un gran profesor de lógica de Bucarest, Nae lonescu, nos explicó que la razón no sirve al conocimiento de la verdad, sino para su transmisión. Es una especie de cinta transportadora de las verdades que obtenemos por otras vías estrictamente personales.
De hecho, nosotros no pensamos haciendo silogismos como nos enseña la lógica formal. Las ideas nos aparecen instantáneamente. Vamos a pensar en la manzana de Newton que caía del árbol y que, a la vista de este hecho, se le pasó por la mente, como un rayo, la ley de la gravedad.
Sólo cuando se trata de comunicar a otra persona nuestro pensamiento entonces tenemos que emplear la cadena de los silogismos. La verdad que a nosotros ha aparecido espontáneamente, para que sea comprendida por los demás, debe ser fragmentada, debe ser ofrecida trozo por trozo. Exactamente como pasa con una medicina que no se puede tomar de una sola vez, sino cucharilla tras cucharilla.
La meta principal de la razón es aquella de hacer accesible a otros las verdades adquiridas por nosotros fulminantemente, en virtud de una disposición especial de nuestra alma, y que, sin esta cinta transportadora, permanecerían incomprendidas.
No es de extrañar, pues, que exista una lógica primitiva y un modo de pensar de cada civilización, puesto que la razón siendo un instrumento de comunicación de las ideas, se adaptaría de manera natural al ambiente específico de las grandes comunidades humanas.
Por tanto, empleamos la razón en el lugar que le corresponde, al servicio de Dios y a las finalidades de la vida. En cuanto a la persona humana se refiere, debemos emprender una incursión más profunda en nuestro fuero interno, para descubrirla. Ella yace igual que el oro en el fango de una mina y tenemos que remover mucha tierra y rocas hasta localizarla.
El subconsciente es el deshecho de la existencia
Dándose cuenta de la fragilidad del principio «cógito, ergo sum», una serie de filósofos y sabios de la época moderna, han realizado sondeos en otros departamentos de la persona humana, con la esperanza de hallar una explicación más satisfactoria para nuestra existencia. Entre otras experiencias y teorías, se ha revelado la existencia del subconsciente. En esta dirección se han intensificado las investigaciones en tal medida, que se ha creado una escuela de la investigación del subconsciente, siendo el fundador de la misma, Freud. En su nombre, legiones de médicos, de sociólogos y psicólogos, se han lanzado a la exploración del subconsciente, con la esperanza de descubrir el lugar del nacimiento de la persona humana. Según esta teoría, el hombre no sería lo que se pensaba hasta Freud; una expresión de la vida psíquica consciente, una manifestación de sus actividades en estado de vigilancia. Sino que el origen de la persona humana hay que buscarlo en una región mucho más profunda que escapa al control del yo consciente. La conciencia no sería más que un derivado, un epifenómeno, siendo permanentemente dominada por el subconsciente.
La idea de perforar la conciencia exterior del individuo para descubrir las primeras palpitaciones de la persona humana, ha sido hecha bien, pero se ha efectuado el sondeo en un sitio equivocado. Lo que se ha encontrado no contiene el manantial de la persona humana. El subconsciente, no sólo no puede ser identificado con el «nervum rerum gerendarum» de la persona humana, sino que representa exactamente lo que su nombre dice, una categoría inferior de la conciencia, inferior a la psicología normal. El subconsciente es algo así como un subsuelo donde se acumulan los deshechos de la existencia. La escoria que queda de la actividad de nuestra alma, se deposita aquí como en una especie de recipiente. Así como las amas de casa llevan diariamente a fuera la basura de la casa y la depositan para que sea transportada por el servicio público, del mismo modo la persona humana se desprende de todos los elementos nocivos de los instintos adulterados, de las imágenes morbosas, de las tendencias repugnantes, condenadas por el yo consciente, de las turbulencias funcionales, y las deposita en este «container», denominado subconsciente, a la espera de su vaciado.
Y, ¿qué ocurre con el contenido del subconsciente? Un alma sana lo quema, liberándose de él, exactamente como proceden las amas de casa. El subconsciente es la basura del alma. Bien entendido que si no se quema a su debido tiempo, si se le deja amontonarse, entonces el subconsciente invade la conciencia, provocando perturbaciones. El individuo al que le gusta remover los deshechos de su actividad psíquica, se acostumbrará al final a vivir en éste ambiente interior infectado exactamente igual a como ocurre en la periferia de la sociedad donde se encuentra toda clase de individuos a los que les repugna el trabajo, tienen horror al esfuerzo, prefiriendo la existencia de los vagos y maleantes que pululan bajo los puentes del Sena y en los asilos de noche. Los complejos psíquicos, la doble personalidad, las neurosis, se producen a raíz del deslizamiento del hombre en la promiscuidad del subconsciente.
La inspiración de cualquier naturaleza artística, literaria, científica, no hay que atribuirla al subconsciente, como afirma esta escuela. Del subconsciente no nos llegan más que malos y perjudiciales impulsos para el proceso creador. La inspiración, como dice Horacio, es «mens divinior», ella desciende del Cielo, es un don de la super-conciencia nuestra, de nuestro yo superior, y no se destila de las miasmas del subconsciente.
La mujer debe ser considerada en toda su dignidad y responsabilidad a la par del hombre.
Dios pone a la mujer en un lugar de privilegio en el plan de la salvación.
Por: Salvador Casadevall | Fuente: Catholic.net
Cuando Dios decide venir al mundo, prescinde del hombre varón, pero no de la mujer: y a María de Nazaret hasta le pide permiso.
La mujer es inteligente, tiene hasta algo que los hombres no tenemos: tiene intuición, intuye rápido las cosas.
Cuando mi esposa me decía esta persona no me gusta, yo no le hacía caso.
Así lo pagué.
Con el tiempo tuve que aprender a hacerle caso. Nunca se equivocó en su intuición.
La mujer es sensible a las cosas. Ve las cosas distintas.
El hombre es más cerebral, el hombre podrá gobernar la casa, la mujer reina en el hogar con el corazón.
Dice Familiaris Consortio que no hay duda de que igual dignidad y responsabilidad del hombre y la mujer justifican plenamente el acceso de la mujer a las funciones públicas.
Por otra parte, la verdadera promoción de la mujer exige también que sea claramente reconocido el valor de su función materna y familiar.
La mujer no es imprescindible en el trabajo de la casa, pero si es insustituible en la educación de los hijos, sobre todo en los primeros años. Cuando son muy chicos.
Por ello la Iglesia puede y debe ayudar a la sociedad actual, pidiendo incansablemente que el trabajo de la mujer en su casa sea reconocido por todos y estimado por su valor insustituible.
En Suecia, país de gran adelanto en lo social, la mujer que es madre, está en su casa durante un año, con el sueldo pago, por supuesto.
El ama de casa ejerce muchas profesiones a la vez: es Licenciada en Administración, es Ecónoma, es Maestra, es Licenciada en Quehaceres domésticos, experta en Relaciones Públicas, es Médica en muchas circunstancias, es Enfermera en otras, etc.
Belén significa “casa del pan”, y allí fue donde los humildes pastores hallaron el Hijo de Dios hecho carne.
Del mismo modo nuestros hogares deben llenarse de esa actitud de Belén: ser casa donde otros reciban el pan.
Ese pan que sacia. No solo el alimento del cuerpo, sino del alma.
Y para ello es necesario que igual que aquel Belén haya una María.
Aunque, debemos también reconocer, que había un José.
Una María y un José son los que hacen un hogar.
Admiro a esas esposas, abundantes años atrás, que fueron el sostén de los hogares, muchas veces haciendo milagros con muchos hijos y poco dinero y, en no pocos casos, con poca o ninguna ayuda en su tarea del esposo aunque había excepciones como pude ver en diversos casos, como el de mi padre. Esas mujeres tuvieron su felicidad terrena a pesar de los sacrificios, no lo dudéis, porque asumieron su misión con un orgullo y, sobre todo, con espíritu de entrega y servicio. El premio ya lo han obtenido, estoy seguro, porque Dios es buen pagador. (Alejandro González)
Se habla de Iglesia Doméstica, pero la base fundamental está en la sacramentalidad del matrimonio, sin la cual no puede nacer una Iglesia Doméstica.
Sacramentalidad matrimonial cuya cabeza visible es el Cristo Nupcial.
La situación de la familia en nuestra patria es motivo de onda reflexión para quienes trabajamos en movimientos que centran su accionar en la familia y pretendemos construir una sociedad donde la familia no solo sea la célula de vida, sino célula de fe.
Algunos piensa y hasta lo dicen que el matrimonio es “•definitivamente un fracaso”. Pero, ¿quién establece que está definitivamente fracasado? Sólo si uno de los dos entra en una nueva relación con nuevos compromisos, entonces ciertamente la situación se convierte en paradójica, sin posibilidad de salida: compromisos aquí, compromisos allí; hijos aquí, hijos allí.
Ya en tiempos de Chesterton se hablaba de un final del matrimonio y con su ironía, Chesterton nos dejó una frase: “ la familia ha acabado enterrando a sus propios enterradores”.
Por eso urge un diligente cuidado en la educación para el amor.
La preparación competente, bajo el prisma de la fe, para llegar al matrimonio.
La formación de los esposos para la paternidad responsable.
Sentido de la unidad, de la fidelidad como valor y la responsabilidad que son sellados con el sacramento conscientemente recibido.
En todo momento importante de la historia la Iglesia nos muestra la importancia de la familia en sus enseñanzas pastorales.
No podemos dejar de recordar la autorizada palabra de Juan Pablo II: Haced todos los esfuerzos para que se haga una pastoral de la familia. Atended a campo tan prioritario con la certeza de que la evangelización en el futuro depende en gran parte de la Iglesia Doméstica.
Ese trabajo para la familia debe buscar caminos para que las familias puedan cumplir con su misión de “formar personas”, “educar en la fe” y “contribuir al desarrollo”
Según todas las fuentes, las familias estables y con hijos presentan mejores resultados desde la economía al bienestar, pasando por la salud, y la felicidad percibida. La gente se casa y tiene hijos porque sigue siendo la mejor manera de discurrir en el mundo, la que más recompensas comporta, visiblemente materiales. Pero también está anclada en el corazón del ser humano, porque el matrimonio y la descendencia es el núcleo de la ley natural que nos guía. Es donde se realiza en mejor medida el amor humano, en todas sus facetas, y no solo la de la pasión pasajera. Y una y otra, ley natural y resultados positivos, lógicamente deben confluir, porque aquella no es nada más que la palabra de Dios a todos los hombres, crean o no en Él, para que puedan realizar mejor sus vidas (Forumlibertas.com)
Hay que partir de una aceptación de las familias cualquiera sea la situación concreta de cada una (Puebla 575) y acompañarlas comprendiendo su debilidad al ritmo de su pobreza humana y de su ignorancia.
Toda familia necesita un padre; un padre que no se vanaglorie de que el hijo sea como él, sino que se alegre de que aprenda la rectitud y la sensatez, que es lo que cuenta en la vida; lo que constituirá la mejor herencia que podrá transmitir al hijo.
El padre tratará de enseñar lo que el hijo aún no sabe, corregir los errores que aún no ve, orientar su corazón, protegerlo en el desánimo y la dificultad. Y todo esto con cercanía, dulzura y una firmeza que no humilla.
Para ser buen padre, ante todo hay que estar presente en la familia, compartiendo los gozos y las penas y acompañando a los hijos a medida que van creciendo. (Papa Francisco)
Y las líneas de acción son múltiples, la Iglesia y el mosaico de movimientos de laicos, nos las ponen en nuestras manos para que en toda parroquia nazcan centros formativos y de crecimiento para luchar contra todos los males que debilitan la familia.
La familia estable es la institución básica del sistema del bienestar.
¿Por qué? Porque es la única que hace más con menos
La parroquia es la comunidad eucarística y el corazón de la vida litúrgica de las familias cristianas.
La parroquia debe ser un centro permanente y abierto a la formación, a la atención y al apoyo de toda necesidad de toda familia.
Algunos sienten que la religión tradicional ha caído en el gigantismo, se ha vuelto faraónica, la ven demasiado grande, como si no fuera alcanzable.
Buscan entonces algo a escala humana, pequeñas comunidades donde todos se conozcan.
La debemos poner más a mano, más al alcance del que la necesite.
Cuando el cristianismo, en los dos primeros siglos de su existencia, era una vasta red de pequeñas comunidades urbanas; mantenía una escala humana que les hacía sentirse en familia.
Es la pequeña comunidad que cobija, que ampara, que ayuda, que acompaña, que orienta, que se ama.
Y se aman porque los José y las Marías se conocen, saben lo que les duele, saben lo que les está faltando, saben que son hermanos en una fe viva.
Y cuando más se conocen, más se aman. Así nació nuestra iglesia y así deberemos recrearla si queremos ser una gran familia.
Una gran familia que cree y se ama.
En este recrear nuestra Iglesia con el nuevo ardor deberemos tener en cuenta dos parámetros:
Uno es la continuidad de la enseñanza de la Iglesia, que tiene cosas que son intocables y que hay que reafirmar siempre contra viento y marea.
Y el otro es la actualidad de las necesidades de la gente.
El gran dilema, el gran desafío es poder hacer las dos cosas: actualizar la enseñanza en continuidad con la tradición eterna de la Iglesia.
REFLEXIONES DESDE LA FAMILIA………..para acompañar a vivir
Galardonado con la Gaviota de Oro-Mar del Plata 2007 Programa “Día Internacional de la Mujer”
Galardonado con la Rosa de Plata-Buenos Aires 2007 Programa “Navidad”
Galardonado con la Gaviota de Oro-Mar del Plata 2006 Programa “Día del Niño”
Mención especial Premio Magnificat-Buenos Aires 2005 Programa “Adultos Mayores”
Los libros I, III y IV son vendidos directamente por el autor con entrega certificada.
El libro II: Reflexiones desde la Familia…para acompañar a vivir ha sido editado por Credo ediciones y puede ser adquirido vía Morebooks https://www.morebooks.de/store/es/start
Indicar: Reflexiones desde la familia…para acompañar a vivir/Libro II
ISBN 978-3-639-52173-3…II
El Papa Francisco: San José maestro de ternura y de justicia
Audiencia general dedicada a San José, padre en la ternura: “La ternura es el mejor modo para tocar lo que es frágil en nosotros”
“Nuestras debilidades” son contempladas por Dios con “ternura y tomándonos” de la mano, mientras que «la mirada del Maligno”, en cambio, «nos hace mirar nuestra fragilidad con juicio negativo».
“La ternura es el mejor modo para tocar lo que es frágil en nosotros”, afirmó el papa Francisco durante la catequesis del miércoles 19 de enero de 2022, en el aula Pablo VI.
Entonces el Papa ha puesto como ejemplo a san José, padre en la ternura. En este sentido, el Obispo de Roma recordó a las enfermeras que tocan las heridas de los enfermos con ternura para no herirlos más. “Así el Señor toca nuestras heridas con la misma ternura”, añadió.
“Por esta razón es importante encontrarnos con la Misericordia de Dios, especialmente en el sacramento de la
Reconciliación, teniendo una experiencia de verdad y ternura”.
“Paradójicamente – afirmó el Papa- , incluso el Maligno puede decirnos la verdad, pero, si lo hace, ¡es para condenarnos!”. “Dios nos dice la verdad, pero para salvarnos, para ayudarnos”.
“Sabemos, sin embargo, que la Verdad que viene de Dios no nos condena, sino que nos acoge, nos abraza, nos sostiene, nos perdona» (Patris corde, 2).”, anotó.
El Pontífice insistió en la ternura de Dios que no se cansa de perdonar. “Nos hace bien entonces mirarnos en la paternidad de José y preguntarnos si permitimos al Señor que nos ame con su ternura, transformando a cada uno de nosotros en hombres y mujeres capaces de amar así”.
San José, padre en la ternura
La reflexión de hoy ante los fieles y peregrinos ha sido dedicada por el Papa a la forma cómo san José ejerció su paternidad, y ser un “hombre justo”, que “influyó en la educación que le dio a Jesús, al que vio crecer «en sabiduría, en estatura y en gracia» (Lc 2,52)”.
“Jesús usaba con frecuencia la palabra “padre” para hablar de Dios y de la ternura con que nos ama. Y es hermoso pensar que el primero en transmitir a Jesús esta realidad haya sido José, que lo amó con corazón de padre”.
El Papa explicó que en la parábola del Padre misericordioso, Jesús hace referencia a la paternidad de Dios que, sin detenerse en los errores de su hijo, lo acoge con ternura y con alegría, con una actitud desbordante y gratuita de amor y de perdón que supera toda lógica humana.
La ternura y la justicia
“La ternura es algo más grande que la lógica del mundo.Es una forma inesperada de hacer justicia”, expresó el Papa.
“Por eso no debemos olvidar nunca que Dios no se ha asustado de nuestros pecados, de nuestros errores, de nuestras caídas, sino que se asusta por el cierre de nuestro corazón, de nuestra falta de fe en su amor. Hay una gran ternura en la experiencia del amor de Dios”.
“Podemos preguntarnos si dejamos a Dios que nos ame con esa misma ternura para que, llenos de su amor, seamos capaces de amar así a los demás”, añadió.
La parábola pop del hijo prodigo
Para explicar la ternura paterna y la misericordia, el Papa contó que un grupo de jóvenes que hacen teatro impresionados por la parábola del padre misericordioso representaron esta narración de forma pop.
El hijo prodigo no sabía si el padre lo recibiría después de malgastar su dinero y vida en placeres mundanos.
Un amigo le aconseja de enviar un mensajero para avisar al padre de su llegada: ‘Si quieres que vuelva por favor cuelga un pañuelito blanco fuera de la ventana de casa y entonces yo sabré si quieres volver a verme’.
Por tanto, el joven ve a la distancia toda la fachada de la casa de su padre llena de pañuelos blancos y colorados, narró el Papa.
“Así es la misericordia de Dios. No se asusta de las cosas del pasado…Entonces podemos preguntarnos si nosotros mismos hemos experimentado esta ternura, y si a su vez nos hemos convertido en testigos de ella”.
La ternura no es emotiva solo
De hecho, el Papa habló de una ternura que “no es en primer lugar una cuestión emotiva o sentimental: es la experiencia de sentirse amados y acogidos precisamente en nuestra pobreza y en nuestra miseria, y por tanto transformados por el amor de Dios.”.
“Dios – sostuvo – no confía solo en nuestros talentos, sino también en nuestra debilidad redimida. Esto, por ejemplo, lleva a San Pablo a decir que también hay un proyecto sobre su fragilidad».
La ternura y la justicia
“Sin esta “revolución de la ternura” corremos el riesgo de permanecer presos en una justicia que no permite levantarnos fácilmente y que confunde la redención con el castigo.
Por esto, hoy quiero recordar de forma particular a nuestros hermanos y a nuestras hermanas que están en la cárcel”.
En su catequesis pidió que haya “siempre una ventana de esperanza” cuando se condena a ir a la cárcel a una persona.
“Es justo que quien se ha equivocado pague por su error, pero es igualmente justo que quien se ha equivocado pueda redimirse del propio error”.
Entonces, insistió: “Pensemos en nuestros hermanos y hermanas en prisión, y pensemos en la ternura de Dios por ellos, y recemos por ellos”
Al final, el Papa ha concluido con esta oración san José:
San José, padre en la ternura,
enséñanos a aceptar ser amados precisamente en lo que en nosotros es más débil.
Haz que no pongamos ningún impedimento
entre nuestra pobreza y la grandeza del amor de Dios.
Suscita en nosotros el deseo de acercarnos al Sacramento de la Reconciliación,
para ser perdonados y también capaces de amar con ternura
a nuestros hermanos y a nuestras hermanas en su pobreza.
Sé cercano a aquellos que se han equivocado y por esto pagan un precio;
ayúdales a encontrar, junto a la justicia, también la ternura para poder volver a empezar. Y enséñales que la primera forma de volver a empezar
es pedir perdón sinceramente.
Amén.
Por último, el Papa ha saludado a los fieles y les invitó “a acercarse a una actitud de Reconciliación para experimentar la misericordia y la ternura de Dios, que nos ayuda a superar nuestras caídas, a levantarnos y a aprender a amar según la medida de su Corazón paternal”.
San Arsenio de Corfú
Converso del judaísmo en el siglo X, fue el primer obispo de la isla griega.
San Arsenio (Arsenios en griego) de Corfú nació en Betania (Palestina) en el seno de una familia judía y se convirtió al cristianismo.
Fue nombrado primer obispo de Corfú en el año 933. De él la tradición subraya su inclinación a pasar noches en vela en oración.
Falleció en el año 959.
Santo patrón
San Arsenio es patrono de la isla de Corfú junto con san Espiridón.
Oración
Dios todopoderoso, te pedimos humildemente por intercesión de san Arsenio de Corfú, obispo, que multipliques en nosotros tus dones y que vivamos en tu paz. Por nuestro Señor Jesucristo.