Después de haber celebrado PESTECOSTES, quiero agradecer al Dios y PADRE de nuestro SEÑOR JESUCRISTO, y con la Amorosa presencia de Vida que da el ESPIRITU SANTO, dar las gracias a Dios y a la Santisima VIRGEN MARIA con mi ANGEL de la GUARDA, por haber venido al mundo en un día como hoy en un pueblito muy cerca de Barcelona, SANTA PERPETUA DE MOGODA, nací el dia de hoy el 7 de Junio de 1942 con mi Papa PEDRO y mi Mamá EULALIA, con mi Hermana PERPETUA. A los 7 días de nacido me Bautizaron con el nombre de ROBERTO, hoy Sacerdote Misionero por la Gracia de Dios y de la Iglesia. Deseo de todo Corazón AGRADECER A TODOS LOS MIEMBROS DE LA COMUNIDAD DE JESUS Y A LA SUPERIORA DE LAS MISIONERAS DE PAX VOBIS SISTER CECILIA Y A TODAS SUS HERMANAS A QUIEN AGRADEZCO TODO EL APOYO EN PAX Y COMUNIDAD DE JESUS. MUCHAS GRACIAS POR TANTO AMOR QUE ME ES INMERECIDO Y DARLES MI humilde Bendición a todos los que nos acompañan por las redes sociales PARA PROCLAMAR LAS MARAVILLAS DE DIOS, CON LA VIRGEN MADRE DE PAX. Y AMANDO POR TODOS LOS QUE SUFREN DOLENCIAS O NECESIDADES QUE DESDE PAX TELEVISION QUIERE SER TODA UNA ESPERANZA HUMILDE PARA LA PAZ Y BENDICION PLENA PARA CADA PERUANO. CON EL AMOR DE JESUS PARA TODOS UDS. Y EQUIPOS QUE ESTAN LLENOS DE AMOR. HAGAMOS UN MUNDO LLENO DE LUZ Y ESPERANZA Y JUNTOS CON UN SOLO CORAZON BENDIGAMOS LOS ANHELOS QUE DESEAMOS PARA CANTAR LAS GLORIAS Y PROMESAS QUE EL CIELO NOS PROMETE Y NOS REGALA A DIARIO LA INVITACION DE SER SANTOS Y HERMANOS UNOS DE OTROS PARA QUE NUESTRO MUNDO SEPA MIRAR EL CIELO COMO LA CELESTIAL JERUSALEN.
MUCHAS GRACIAS A CADA CORAZON DE PAX Y DEN TODO EL AMOR QUE DIOS DA.
MATEO 5:13-16
En el Evangelio de hoy Jesús les dice a sus seguidores que sean sal y luz, exhortándolos a evangelizar la cultura de la sociedad.
El tema del llamado «discurso inaugural» de Jesús es acerca de la conversión: «El Reino de Dios está cerca. Arrepiéntete y cree en el Evangelio». Y en sus últimas palabras el tema es la misión: «Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos». La vida cristiana se vive en medio, y bajo el condicionamiento, de estos dos imperativos.
Habiendo sido cautivados por la belleza de la Revelación, la única respuesta adecuada es un cambio de vida y el compromiso de convertirnos en misioneros en nombre de lo que hemos visto. La tradición bíblica nunca presenta una visión o experiencia de Dios para edificar a la persona involucrada, más bien se brinda por el bien de la misión. Moisés, Jeremías, Isaías, Pedro y Pablo son visionarios porque también son misioneros.
Cuando no se proclama a Jesús crucificado y resucitado, surge un catolicismo pálido y poco amenazante, un sistema de pensamiento que es, en el mejor de los casos, eco de la cultura del momento. Peter Maurin, uno de los fundadores del Movimiento de los Trabajadores Católicos, dijo que la Iglesia había puesto su propia dinamita en contenedores cerrados herméticamente y se había sentado sobre la tapa.
La orza de harina no se vaciará, la alcuza de aceite no se agotará…
El libro de los Reyes nos presenta hoy un texto que nos puede inducir a la sorpresa de esa confianza tan grande en un personaje totalmente desconocido. Una confianza que hace posible que la orza de harina no se vacíe ni la alcuza de aceite se agote.
Y de forma indirecta la Palabra nos ofrece la pregunta implícita: ¿Y yo? ¿Soy capaz de creer en las palabras de un desconocido? ¿Cómo anda mi capacidad de arriesgar incluso mi propia vida y la de las personas más allegadas a mí por una promesa que pone como garante a Dios: “hasta el día en que el Señor envíe la lluvia sobre la tierra”?
Una vez más, la Palabra nos invita a reconocer el paso de Dios en nuestra vida, incluso en lo desconocido y en las promesas más absurdas… vivir en la fe y desde la fe nos permite vivir las mismas circunstancias con un sabor y una luz diferente. Ni mejor ni peor, sencillamente diferente.
Vosotros sois sal… luz…
El Evangelio de hoy nos presenta dos imágenes sugerentes y cotidianas. Jesús afirma a sus discípulos, los de todos los tiempos… los de ayer y los de hoy, que son sal y luz. Una bonita manera de hacer entender lo que significan las “buenas obras”, y cómo el objetivo de éstas no es otra que presentar a Dios y que todos lo podamos alabar.
Sin embargo, el Evangelio de hoy no es tan sencillo y directo. Jesús provoca y nos provoca… ¿Y si la sal no tiene sabor? ¿Y si la luz no está en el lugar adecuado para alumbrar?
Por eso, el Evangelio de hoy nos lanza de forma muy sutil la inquietante pregunta de valorar el sabor de mi vida y si el lugar en el cual estoy responde a las necesidades actuales de presentar a Dios.
Mucho se habla hoy de contextos secularizados o en proceso de secularización, donde parece que Dios ya no encuentra espacio, ya no es necesario. Y sin embargo, nuestro tiempo se caracteriza por una búsqueda profunda de sentido… Por eso, nuestro hoy es el tiempo de la oportunidad… de ofrecer sabor de Evangelio con una vida comprometida y coherente con el proyecto de Dios, de ofrecer la luz que nos habita en la fragilidad de nuestra vasija de barro.
Somos sal y luz, pero ¿Qué sal y qué luz? Si nuestra vida tiene el sabor de las buenas obras y la luz que presenta el Amor de Dios, entonces, sí somos los discípulos del Maestro, somos los amigos de Dios.
Salmo 15 – ¿Quién será amigo de Dios?
Señor, ¿quién estará cerca de ti?
¿Quién podrá ser amigo del Señor del universo?
El que procede con honestidad y cumple tu santa voluntad;
el que dice la verdad de corazón y
no inventa calumnias contra el prójimo.
El que no hace mal a ningún hermano
ni hace sufrir a persona alguna;
el que no se junta con quienes hacen el mal
Y es amigo de los que honran al Señor;
el que cumple con la palabra empeñada,
aunque salga perjudicado;
el que usa sus bienes con generosidad
y no se deja corromper en daño de los más débiles.
El que procede así, será amado por Dios,
Y el Señor lo tendrá por amigo suyo.
Que esa sea mi suerte, Señor:
ser tu amigo y estar siempre junto a ti.
En el Evangelio de este domingo, que está inmediatamente después de las Bienaventuranzas, Jesús dice a sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra… Vosotros sois la luz del mundo» (Mt 5, 13.14). Esto nos maravilla un poco si pensamos en quienes tenía Jesús delante cuando decía estas palabras. ¿Quiénes eran esos discípulos? Eran pescadores, gente sencilla… Pero Jesús los mira con los ojos de Dios, y su afirmación se comprende precisamente como consecuencia de las Bienaventuranzas. Él quiere decir: si sois pobres de espíritu, si sois mansos, si sois puros de corazón, si sois misericordiosos… seréis la sal de la tierra y la luz del mundo. El cristiano debería ser una persona luminosa, que lleva luz, que siempre da luz. Una luz que no es suya, sino que es el regalo de Dios, es el regalo de Jesús. (Ángelus, 9 febrero 2014)
Roberto de Newminster, Santo
Abad, 7 de junio
Por: Redacción | Fuente: Enciclopedia Católica | ACI Prensa
Martirologio Romano: En Newminster, en el territorio de Northumberland, Inglaterra, san Roberto, abad de la Orden Cisterciense, el cual, amante de la pobreza y de la vida de oración, junto con doce monjes instauró este cenobio, que a su vez fue origen de otras tres comunidades de monjes. († 1157)
Breve Biografía
Nació en el distrito de Craven (Yorkshire), probablemente en el pueblo de Gargrave; murió el 7 de junio de 1159.
Estudió en la Universidad de París, donde se dice que compuso un comentario a los Salmos; se hizo cura de Gargrave y luego benedictino en Whitby, desde donde se unió, con el permiso del abad, a los fundadores del monasterio cisterciense de Fountains.
Alrededor de 1138, encabezó la primer colonia mandada desde Fountains y estableció la abadía de Newminster, cerca del castillo de Ralph de Merlay, en Morpeth (Northumberland). En el tiempo que fue abad, se mandaron tres colonias de monjes y se fundaron monasterios: Pipewell (1143), Roche (1147) y Sawley (1148).
La vida de Capgrave nos dice que sus propios monjes lo acusaron de mala conducta y que viajó al extranjero (1147-48) para defenderse ante san Bernardo; mas se duda de la veracidad de esta historia, que pudo haber surgido de un deseo de asociar personalmente al santo inglés con el máximo de los cistercienses.
Su tumba en la iglesia de Newminster se convirtió en objeto de peregrinaje.
Fuente: «Vidas de los santos», Alban Butler
Gargrave, localidad del distrito de Craven, en Yorkshire, fue el lugar de nacimiento de san Roberto. Tras de haber recibido las órdenes sacerdotales, fue rector en Gargrave durante un tiempo y después tomó el hábito de los benedictinos en Whitby. Algo más tarde, obtuvo el permiso de su abad para unirse a otros monjes de la abadía de Saint Mary, en York, quienes se habían agrupado, autorizados por el arzobispo Thurston, y en los terrenos que le habían sido cedidos, con el propósito de dar nueva vida a la estricta regla benedictina. Ahí, en la mitad del invierno, en condiciones de extrema pobreza, sobre el desnudo suelo del valle de Skeldale, fundaron los monjes un monasterio que, más tarde, llegaría a ser famoso como Fountains Abbey (Abadía de las Fuentes), nombre que se le dio en relación con unos manantiales que había en las proximidades. Por su expreso deseo, los monjes estaban afiliados a la reforma del Cister, y Fountains se convirtió, con el tiempo, en una de las casas más fervientes de la orden. El espíritu de la santa alegría imperaba sobre una vida de ejercicios de devoción, alternados con los duros trabajos manuales. En un sitio prominente entre los monjes se hallaba san Roberto, en razón de su santidad, su austeridad y la dulzura inmutable de su carácter. «En sus modales era extremadamente modesto -dice la Crónica de Fountains-, lleno de gentileza cuando estaba en compañía, misericordioso en los juicios y ejemplar en la santidad y sabiduría de sus conversaciones».
Ralph de Merly, el señor de la región de Morpeth, visitó la abadía en 1138, cinco años después de su fundación, y quedó tan hondamente impresionado por la virtud de los hermanos, que decidió construir un monasterio para el Cister en sus propiedades. Para habitar en la nueva casa, conocida con el nombre de abadía de Newminster, lord Morpeth sacó de Fountains a doce monjes y, para gobernarlos, se nombró abad a san Roberto. El santo conservó el puesto hasta su muerte. A fuerza de trabajo constante, logró que la abadía floreciese de manera tan extraordinaria, que, para 1143, pudo fundar una segunda casa en Pipewell, en Northamptonshire y, más tarde, otras dos en Sawley y en Roche.
Como hombre entregado a la meditación y a la plegaria que era, escribió un comentario sobre los Salmos que, desgraciadamente, no ha sobrevivido. Se le habían otorgado dones sobrenaturales y tenía poder sobre los malos espíritus. Hay una anécdota que ilustra el espíritu de mortificación de que estaba dotado. Se sometía a ayunos tan rigurosos durante la Cuaresma, que, en una ocasión, al llegar la Pascua, ya había perdido enteramente el apetito. «¡Ay, padre mío! ¿Por qué no queréis comer?», le preguntó entristecido el hermano encargado del refectorio. «Creo que me comería un panecillo de avena con mantequilla», repuso el abad. En cuanto le trajeron lo que había pedido, no se atrevió a locarlo, por considerar que, si lo hacía, era como ceder a la gula y, a fin de cuentas, ordenó que se diera el panecillo a los pobres. En la puerta del convento recibió el pan un joven y hermoso peregrino, quien inmediatamente desapareció, con todo y el plato. Cuando el hermano tornero trataba de dar explicaciones plausibles sobre la desaparición del recipiente, el mismo plato quedó de pronto sobre la mesa, frente al abad. Todo el mundo afirmó que el hermoso peregrino que se comió el panecillo era un ángel.
Afirman las crónicas que, en su juventud, san Roberto estudió en París, y registran un segundo viaje suyo al continente, cuando fue blanco de algunas críticas por parte de sus monjes, en relación con ciertos informes falsos sobre mala administración de su abadía, y decidió ir a visitar a san Bernardo para ponerle en claro las cosas. Pero éste, que evidentemente conocía a fondo a san Roberto, resolvió que no había necesidad de desmentir las necias acusaciones ni de defenderse contra los cargos. La mencionada visita debe haber tenido lugar en 1147 o 1148, puesto que por entonces y antes de regresar a Inglaterra, se entrevistó san Roberto con el Papa Eugenio III. El abad de Newminster visitaba a menudo al ermitaño san Godrico, por quien sentía particular afecto. La noche en que san Roberto murió, san Godrico vio ascender su alma al cielo como una bola de fuego. La fecha era el 7 de junio de 1159. La fiesta de san Roberto se conmemora en la diócesis de Hexham.
No sólo me invitas a ser luz
Santo Evangelio según san Mateo 5, 13-16. Martes X del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Ante los caminos obscuros de la vida; ante aquellos callejones sin salida… ante todo aquello, sé Tú mi luz.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 5, 13-16
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Ustedes son la sal de la tierra. Si la sal se vuelve insípida, ¿con qué se le devolverá el sabor? Ya no sirve para nada y se tira a la calle para que la pise la gente.
Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad construida en lo alto de un monte; y cuando se enciende una vela, no se esconde debajo de una olla, sino que se pone sobre un candelero para que alumbre a todos los de la casa.
Que de igual manera brille la luz de ustedes ante los hombres, para que viendo las buenas obras que ustedes hacen, den gloria a su Padre, que está en los cielos”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
A veces no es fácil comprender que soy más feliz, no cuando obtengo algo para mí, sino cuando doy algo de mí…; cuando me doy a mí mismo es entonces cuando soy feliz.
Dar aun cuando no se tiene; consolar aun cuando no hay nadie que me consuele; hacer reír cuando por dentro lo único que quiero es llorar; es lo que me hace feliz… sé que no es fácil de explicar.
Me invitas a ser luz de este mundo. A iluminar los caminos obscuros; descubrir los tesoros escondidos… Me invitas a ser luz para alumbrar aquella imagen que ya en sí es bella sólo para resaltar su belleza. Como luz al final del túnel que indica una salida… un lugar a donde hay que llegar.
Señor, no sólo me invitas ser luz; me dices que soy luz. Luz que debe estar apagada…luz que necesita estar encendida para guiar, para reconocer… para caminar, para iluminar. Luz que no se ilumina a sí misma, sino que sale de sí, se dona, se da.
Sé Tú mi luz, Señor, para que yo pueda ser luz. Tú eres esa luz que no sólo se necesita para vivir… sino para realmente vivir, para ser feliz.
«Estas palabras subrayan que nosotros somos reconocibles como verdaderos discípulos de Aquel que es la Luz del mundo, no en las palabras, sino de nuestras obras. De hecho, es sobre todo nuestro comportamiento que —en el bien y en el mal— deja un signo en los otros. Tenemos por tanto una tarea y una responsabilidad por el don recibido: la luz de la fe, que está en nosotros por medio de Cristo y de la acción del Espíritu Santo, no debemos retenerla como si fuera nuestra propiedad. Sin embargo estamos llamados a hacerla resplandecer en el mundo, a donarla a los otros mediante las buenas obras. ¡Y cuánto necesita el mundo de la luz del Evangelio que transforma, sana y garantiza la salvación a quien lo acoge! Esta luz debemos llevarla con nuestras buenas obras». (Ángelus de S.S. Francisco, 5 de febrero de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Intentaré hoy ser luz para aquellos que me rodean poniéndome a su servicio en alguna necesidad que tengan.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
La luz del mundo
Luz plena sólo es Dios. Fuera de Dios, y en el pecado, existe la tiniebla.
Es fácil imaginar el estado de ánimo de los escribas y fariseos después de la vergüenza que han experimentado con la cuestión de la mujer adúltera. Estaban humillados. La humildad da paz y libera de las tenazas del pecado y sus confusiones; pero la humillación engendra odio, rencor, violencia, ceguera, esclavitud. Los sucesos de los siguientes días, en que se desarrollan unas polémicas llenas de encono y violencia, lo mostrarán.
La fiesta de los Tabernáculos se celebraba recordando también la nube y el fuego que guiaban a los israelitas en el desierto. En el atrio de las mujeres se encendían unos grandes candelabros de varios metros que iluminaban toda Jerusalén. Los sacerdotes y mucha gente del pueblo hacían procesiones de antorchas alrededor en un espectáculo de gran atracción. En ese contexto » dijo Jesús: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida»(Jn). Luz plena sólo es Dios. Fuera de Dios, y en el pecado, existe la tiniebla. Proclamarse luz del mundo es una afirmación velada de su divinidad. Sus palabras no pueden ser tomadas como un testimonio más, sino como emanaciones de la luz que llega a todos los hombres. Los hechos anteriores muestran esta distancia –insalvable- entre la luz y las tinieblas.
Entonces surge una gran polémica y «le dijeron entonces los fariseos: Tú das testimonio de ti mismo; tu testimonio no es válido». Así decía la ley en los juicios. Pero aquello no era un juicio, sino una manifestación de la verdad. «Jesús les respondió: Aunque yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio es válido porque sé de dónde vengo y adónde voy; pero vosotros no sabéis de dónde vengo y adónde voy. Vosotros juzgáis según la carne, yo no juzgo a nadie; y si yo juzgo, mi juicio es verdadero porque no estoy solo, sino yo y el Padre que me ha enviado. En vuestra Ley está escrito que el testimonio de dos personas es válido. Yo soy el que doy testimonio de mí mismo, y el Padre, que me ha enviado, también da testimonio de mí». Es un momento clave de su verdad: Yo soy y el Padre dan testimonio de Él, pero ¿dónde se da este testimonio? En la conciencia y en las Escrituras. Y «entonces le decían: ¿Dónde está tu Padre? Jesús respondió: Ni me conocéis a mí ni a mi Padre; si me conocierais a mí conoceríais también a mi Padre».
Jesús estaba hablando de su divinidad. Aceptarlo era entrar en una nueva dimensión: El Dios con nosotros era Aquel que estaba delante de ellos. La humanidad acababa de entrar en una nueva era divinizada. Si no se aceptaba, se seguía en las tinieblas, acusando a Jesús de blasfemo. «Estas palabras las dijo Jesús en el gazofilacio, enseñando en el Templo; y nadie le prendió porque aún no había llegado su hora».
Que se conviertan los que están cegados por el odio
El Papa Francisco expresa su cercanía espiritual a la Diócesis de Ordo en Nigeria tras la masacre
Un ataque «horrible», por el que el Papa se mostró «profundamente entristecido». Son las primeras palabras del telegrama firmado por el cardenal secretario de Estado, Pietro Parolin, con el que el Francisco se dirige a monseñor Jude Ayodeji Arogundade, obispo de Ondo, la diócesis a la que pertenece Owo, donde se encuentra la iglesia de San Francisco, lugar del violento atentado en el que ayer perdieron la vida al menos 23 personas, entre ellas dos niños. Decenas de fieles resultaron heridos.
Que se conviertan los que están cegados por el odio
Francisco asegura su «cercanía espiritual a todos los afectados por este indecible acto de violencia», luego «encomienda las almas de los muertos a la misericordia de Dios» e «implora la curación y el consuelo divino sobre los heridos y los que lloran».
A continuación, el Papa reza «por la conversión de los que están cegados por el odio y la violencia, para que elijan el camino de la paz y la justicia».
El telegrama dirigido al obispo de Ondo termina con «las bendiciones divinas de consuelo y fortaleza», con una invitación dirigida a los fieles para que sigan viviendo el mensaje del Evangelio «con fidelidad y valor».
Ya ayer, al dolor general, mientras se esclarecían los detalles del incidente, se había sumado el Santo Padre, según informó por la tarde la Oficina de Prensa de la Santa Sede. «El Papa Francisco reza por las víctimas y por el país, dolorosamente afectado en un momento de fiesta, y encomienda a ambos al Señor, para que envíe su Espíritu a consolarlos», informó hace poco más de 24 horas el portavoz Matteo Bruni.
Oración para pedir los dones y frutos del Espíritu Santo
El Espíritu Santo con concederá sus dones y frutos si se los pedimos.
ORACIÓN PARA PEDIR LOS DONES
Ven, Espíritu Creador, visita las almas de los fieles; e inunda con tu gracia los corazones que Tú creaste.
Espíritu de Sabiduría, que conoces mis pensamientos más secretos, y mis deseos más íntimos, buenos y malos; ilumíname y hazme conocer lo bueno para obrarlo, y lo malo para detestarlo sinceramente.
Intensifica mi vida interior, por el don de Entendimiento.
Aconséjame en mis dudas y vacilaciones, por el don de Consejo.
Dame la energía necesaria en la lucha contra mis pasiones, por el don de Fortaleza.
Envuelve todo mi proceder en un ambiente sobrenatural, por el don de Ciencia.
Haz que me sienta hijo tuyo en todas las vicisitudes de la vida, y acuda a Ti, cual niño con afecto filial, por el don de Piedad.
Concédeme que Te venere y Te ame cual lo mereces; que ande con cautela en el sendero del bien, guiado por el don del santo Temor de Dios; que tema el pecado más que ningún otro mal; que prefiera perderlo todo antes que tu gracia; y que llegue un día a aquella feliz morada, donde Tú serás nuestra Luz y Consuelo, y, cual tierna madre; enjugas “toda lágrima de nuestros ojos”, donde no hay llanto ni dolor alguno, sino eterna felicidad. Así sea.
ORACIÓN PARA PEDIR LOS FRUTOS
Espíritu de Caridad, haznos amar a Dios y a nuestros semejantes como Tú quieres que los amemos.
Espíritu de Gozo, otórganos la santa alegría, propia de los que viven en tu gracia.
Espíritu de Paz, concédenos tu paz, aquella paz que el mundo no puede dar.
Espíritu de Paciencia, enséñanos a sobrellevar las adversidades de la vida sin indagar el por qué de ellas y sin quejarnos.
Espíritu de Benignidad, haz que juzguemos y tratemos a todos con benevolencia sincera y rostro sonriente, reflejo de tu infinita suavidad.
Espíritu de Bondad, concédenos el desvivirnos por los demás, y derramar a manos llenas, cuantas obras buenas nos inspires.
Espíritu de Longanimidad, enséñanos a soportar las molestias y flaquezas de los demás, como deseamos soporten las nuestras.
Espíritu de Mansedumbre, haznos mansos y humildes de corazón, a ejemplo del Divino Corazón de Jesús, obra maestra de la creación.
Espíritu de Fe, otórganos el no vacilar en nuestra fe, y vivir siempre de acuerdo con las enseñanzas de Cristo, e iluminados por tus santas inspiraciones.
Espíritu de Modestia, enséñanos a ser recatados con nosotros mismos, a fin de no servir nunca de tentación a los demás.
Espíritu de Continencia, haznos puros y limpios en nuestra vida interior, y enérgicos en rechazar cuanto pudiera manchar el vestido blanco de la gracia.
Espíritu de Castidad, concédenos la victoria sobre nosotros mismos; haznos prudentes y castos; sobrios y mortificados; perseverantes en la oración y amantes de Ti, oh Dios del Amor hermoso.
Así sea.
Nardo del 7 de Junio:
¡Oh Sagrado Corazón, qué sensible y sencillo sos!
Meditación: Me parece entrever por una ranura de la casa de Nazaret a un Joven trabajador que con habilidad modelaba un rústico trozo de madera; en el aire se percibe un rico olor a viruta fresca…parece absorto. De repente y ante una suave voz levanta Su cabeza…es el Rostro de Mi Señor, que diligente y obediente responde al llamado de Su Madre. En la otra habitación, en su lecho un anciano agonizante respira agitadamente…es el pobre papá José. En la Mirada Amorosa de aquel Joven Niño se reflejan tanto amor, tanto dolor, tanta paz. Entre tiernos cuidados y santas lágrimas José inicia su marcha, hasta que se abra la Puerta de la Morada Santa.
¿Somos capaces de imitar la sencillez y el amor que el Señor prodigó a todos los que tocó en Su vida terrena?. ¿O escapamos en el mundo de hoy del cuidado de los ancianos y necesitados?. Justificándonos en que tenemos nuestro trabajo y en que no podemos angustiarnos tanto, ni siquiera podemos dar una sonrisa para aquel que agoniza. ¡Tenemos que vivir…vivir para morir!. Amar de verdad es dar todo hasta desgarrar nuestro mísero corazón en ofrenda al Señor, como lo hizo el Redentor.
Jaculatoria: ¡Enamorándome de Ti, mi Amado Jesús!
¡Oh Amadísimo, Oh Piadosísimo Sagrado Corazón de Jesús!, dame Tu Luz, enciende en mí el ardor del Amor, que sos Vos, y haz que cada Latido sea guardado en el Sagrario, para que yo pueda rescatarlo al buscarlo en el Pan Sagrado, y de este modo vivas en mí y te pueda decir siempre si. Amén.
Florecilla:Demos cuidado y amor a un anciano necesitado, como lo hizo y lo hace el Señor.
Oración: Diez Padre Nuestros, un Ave María y un Gloria.
Dios pide el sacrificio de nuestro corazón
Martes tercera semana Cuaresma. ¿De qué nos sirve sacrificar nuestras cosas si no nos sacrificamos nosotros?
“El que en Ti confía no queda defraudado”.
Esta oración del Antiguo Testamento podría resumir la actitud de quien comprende dónde está la esencia fundamental del hombre, dónde está lo que verdaderamente el hombre tiene que llevar a su Creador: un corazón contrito y humillado, como auténtico y único sacrificio, como verdadero sacrificio. ¿De qué nos sirve sacrificar nuestras cosas si no nos sacrificamos nosotros? ¿De qué nos sirve ofrecer nuestras cosas si no nos ofrecemos nosotros? El mensaje de la Escritura es, en este sentido, sumamente claro: es fundamental, básico e ineludible que nosotros nos atrevamos a poner nuestro corazón en Dios nuestro Señor.
“Ahora te seguiremos de todo corazón”. Quizá estas palabras podrían ser también una expresión de lo que hay en nuestro corazón en estos momentos: Padre, quiero seguirte de todo corazón. Son tantas las veces en las que no te he seguido, son tantas las veces en las que no te he escuchado, son tantos los momentos en los que he preferido ser menos generoso; pero ahora, te quiero seguir de todo corazón, ahora quiero respetarte y quiero encontrarte.
Ésta es la gran inquietud que debe brotar en el alma de todos y cada uno de nosotros: Te respetamos y queremos encontrarte. Si éste fuese nuestro corazón hoy, podríamos tener la certeza de que estamos volviéndonos al Señor, de que estamos regresando al Señor y de que lo estamos haciendo con autenticidad, sin posibilidad de ser defraudados.
¿Es así nuestro corazón el día de hoy? ¿Hay verdaderamente en nuestro corazón el anhelo, el deseo de volvernos a Dios? Si lo hubiese, ¡cuántas gracias tendríamos que dar al Señor!, porque Él permite que nuestra vida se encuentre con Él, porque Él permite que nuestra vida regrese a Él. Y si no lo hubiese, si encontrásemos nuestro corazón frío, temeroso, débil, ¿qué es lo que podríamos hacer? La oración continúa y dice: “Trátanos según tu clemencia y tu abundante misericordia”.
También el Señor es consciente de que a veces en el corazón del hombre puede haber un quebranto, una duda, un interrogante. Y es consciente de que, en el corazón humano, tiene que haber un espacio para la misericordia y la clemencia de Dios. Dejemos entrar esta clemencia y esta misericordia en nuestra alma; hagamos de esta Cuaresma el cambio, la transformación, los días de nuestra decisión por Cristo. No permitamos que nuestra vida siga corriendo engañada en sí misma.
Sin embargo, Dios está pidiendo el sacrificio de nuestro corazón: “Un sacrificio de carneros y toros, un millar de corderos cebados”. El reto de responder a ese Dios que nos llama por nuestro nombre, el reto de respoder a ese Dios que nos invita a seguirlo en nuestro corazón, en nuestra vida, en nuestra vocación cristiana puede ser, a veces, un reto muy pesado; sin embargo, ahí está Dios nuestro Señor dispuesto a prestarnos el suplemento de fuerza, el suplemento de generosidad, el suplemento de entrega y el suplemento de fidelidad que quizá a nosotros nos pudiese faltar en nuestro corazón.
Si nos sentimos flaquear, si no somos capaces, Señor, de encontrarnos contigo, de estar a tu lado, de resistir tu paso, de ir al ritmo que Tú nos estás pidiendo, hagamos la oración tan hermosa de la primera lectura: “Trátanos según tu clemencia y tu abundante misericordia”. Si tengo miedo de soltar mi corazón, si tengo miedo de pagar alguna deuda que hay en mi alma… “Trátame según tu clemencia y tu abundante misericordia”. Si todavía en mi interior no hay esa firme decisión de seguirte , tal y cómo Tú me lo pides, con el rostro concreto por el cual Tú me quieres llamar… “Trátame según tu clemencia y tu abundante misericordia”.
Que ésta sea la actitud de nuestra alma, que éste sea el auténtico sacrificio que ofrecemos a Dios nuestro Señor. A Él no le interesan nuestras cosas, le interesamos nosotros; no busca nuestras cosas, nos busca a nosotros. Somos, cada uno de nosotros, el objeto particular de la predilección de Dios nuestro Señor.
Que en esta Cuaresma seamos capaces de abrir nuestro corazón, como auténtico sacrificio, en la presencia de Dios. O, que por lo menos, se fortalezca en nuestro interior la firme decisión de dar al Señor lo que quizá hasta ahora hemos reservado para nosotros. Quitar ese miedo, esa inquietud, esa falta total de disponibilidad que, a lo mejor, hasta estos momentos teníamos exclusivamente en nuestras manos.
Que la Eucaristía se convierta para nosotros en una poderosa intercesión ante Dios Padre por medio de su Hijo Jesucristo, para que en este tiempo de Cuaresma logremos renovarnos y transformarnos verdaderamente. Que nos permita abrir nuestra mente a nuestro Señor, con un corazón dispuesto a lanzarse en esa obra hermosísima de la santificación que Dios nos pide a cada uno de nosotros.
La pobre pastora que sostuvo entre sus brazos a la moribunda Teresa de Ávila
La gran Doctora de la Iglesia iba acompañada de una campesina muy humilde… y muy santa: Ana de San Bartolomé
En el siglo XVI, la Iglesia tenía problemas. Acosada desde fuera por la Reforma protestante y desde dentro por sacerdotes y religiosos mediocres, la Iglesia necesitaba héroes, santos brillantes y elocuentes de la Reforma católica, como Ignacio de Loyola y Francisco de Sales. Necesitaba de la noble, brillante y honesta Teresa de Ávila.
También necesitaba de Ana de San Bartolomé, común, corriente y sin educación.
Séptima hija de una familia campesina muy devota, Ana (1549-1626) pasó su infancia como pastora y quedó huérfana a los 10 años.
Desde ese momento, sus hermanos empezaron a mirar por el futuro de la afligida niña, discutiendo cómo prepararían un matrimonio para ella. Pero Ana quería ser una esposa de Cristo.
Una aparición de Jesús
Considerando sus opciones, pensó que quizás podría convencerse de casarse con un hombre que fuera justo, muy prudente y muy guapo.
Con los primeros albores de esta decisión, Jesús mismo se le apareció diciendo: “Yo soy a quien amas y con quien debes casarte”.
Desde aquel momento nada pudo persuadir a Ana para que aceptara a otro esposo, y eso que los obstáculos que le surgieron a veces parecían insuperables.
Los hermanos de Ana no estaban muy entusiasmados con su deseo de ser monja. Estaban convencidos de que no perseveraría en la vida religiosa y que al marcharse traería vergüenza a la familia, así que hicieron lo posible por presentarle a un hombre bien casadero.
Ana, por su parte, se vestía con harapos y se negaba a hablar con los hombres interesados en ella.
El deseo de ser monja
Cuando el Señor por fin se apareció a Ana en sueños y la condujo a las carmelitas, a las monjas de santa Teresa de Ávila (que seguía viva), Ana no cabía en sí de júbilo, pero la rechazaron por ser demasiado joven.
Después de aquello, la resistencia de sus hermanos aumentó; la hicieron trabajar en el campo con los hombres contratados y le daban el doble del trabajo de los hombres para quebrar su voluntad.
A pesar de las tentaciones de pecar que la acosaban, Ana sintió la fortaleza del Señor para soportar las pruebas que se le presentaban.
Pero el diablo no estaba contento con esas tentaciones y, una noche, Ana se encontró cara a cara con un demonio. Aunque invocó la ayuda de la Trinidad y fue protegida, el terror fue tal que cayó gravemente enferma.
A medida que avanzaba su enfermedad, su familia creció en preocupación y finalmente la llevaron al santuario de San Bartolomé, donde fue sanada.
La oposición familiar entonces cambió de rumbo; se mostraron felices de dejarla convertirse en monja, decían, pero ¿por qué tan lejos? Seguramente podría entrar en un convento cercano donde podría salir para ver a su familia de vez en cuando.
Carmelita cercana a santa Teresa
Cuando Ana permaneció firme a su compromiso para seguir la voluntad de Dios para el Carmelo, uno de sus hermanos se enfureció tanto que desenvainó su espada para matarla.
Después de que una de sus hermanas lo detuviera, la familia se dio cuenta de que su hostilidad hacia la vocación de Ana era antinatural (diabólica, diría Ana) y finalmente le permitieron unirse a Teresa de Jesús y las otras carmelitas descalzas; tenía 21 años.
Ana entró como laica (el camino de los pobres y no educados que eran llamados a trabajar, en oposición a las monjas de coro más aristocráticas que cantaban el oficio divino), pero santa Teresa misma le tenía mucho cariño.
Teresa ordenó a Ana que aprendiera a leer y escribir, la nombró su secretaria y la llevó consigo en todos los viajes que hizo a diferentes conventos durante los últimos cinco años de la vida de Teresa.
La gran Doctora de la Iglesia, en honor de quien recibieron sus nombres santa Teresa de Lisieux y Madre Teresa de Calcuta, falleció en los brazos de una pobre pastora que había sido analfabeta hasta pasados los veinte años.
El triunfo de la humildad
No es sorpresa que estos tejemanejes despertaran la envidia y los recelos de otras hermanas, en especial cuando (después de la muerte de Teresa) se pidió a Ana que se convirtiera en monja de coro para poder ser una priora.
A pesar de la reticencia de otras hermanas y de la suya propia, Ana fue obediente, confió en la voluntad de sus superioras y la profecía que dio a conocer años antes Teresa de que pasaría precisamente eso.
No obstante, comentó al Señor que su ascenso a este puesto era injusto, ya que ella era débil como una paja. En un sueño, Jesús le respondió:
“Con paja enciendo yo mi fuego”.
Ana pasó el resto de su vida trabajando para encender los corazones por Jesús como priora de varios conventos y como escritora espiritual y poeta, pero nunca olvidó sus humildes orígenes ni se creyó demasiado digna como para trabajar duro.
A través de la fidelidad de Ana, la obra de santa Teresa de Ávila se extendió por toda Europa y, por fin, a todo el mundo.
El 7 de junio, fiesta de la beata Ana de San Bartolomé, y de SAN ROBERTO ABAD pidamos su intercesión por las personas cuyas familias se oponen a sus vocaciones y por aquellos cuyo trabajo parece más de lo que pueden abordar. Beata Ana de San Bartolomé, ¡reza por nosotros!