Luke 1:39-45

Amigos, el Evangelio de hoy habla de la visita de María a Isabel. Siempre me ha fascinado la “prisa” de María en la historia de la Visitación. Al escuchar el mensaje de Gabriel sobre su embarazo y el de su prima, María “viajó apresuradamente a la región montañosa, a un pueblo de Judá” para ver a Isabel.

¿Por qué fue con tanta rapidez y determinación? Porque había encontrado su misión, su papel en el teo-drama. Hoy estamos dominados por el ego-drama con todas sus ramificaciones e implicaciones.

El ego-drama es la obra que estoy escribiendo, produciendo, dirigiendo y protagonizando. Vemos esto absolutamente en todas partes de nuestra cultura. La libertad de elección reina suprema: me convierto en la persona que elijo ser.

El teo-drama es la gran historia contada por Dios, la gran obra dirigida por Dios. Lo que hace la vida emocionante es descubrir tu papel en ella. Esto es precisamente lo que le ha sucedido a María. Ha encontrado su papel —de hecho, un papel culminante— en el teo-drama, y ​​quiere compartir con Isabel, quien también ha descubierto su papel en el mismo drama. Como María, tenemos que encontrar nuestro lugar en la historia de Dios.

Francisca Javiera Cabrini, Santa

Virgen y Fundadora, 22 de Diciembre

Por: P. Ángel Amo. | Fuente: Catholic.net

Madre de los emigrantes

Martirologio Romano: En Chicago, del estado de Illinois, en los Estados Unidos de Norteamérica, santa Francisca Javiera Cabrini, virgen, que fundó el Instituto de Misioneras del Sacratísimo Corazón de Jesús, y con eximia caridad se dedicó al cuidado de los emigrantes († 1917).

Fecha de beatificación: 13 de noviembre de 1938 por el Papa Pío XI
Fecha de canonización: 7 de julio de 1946 por el Pío XII

Breve Biografía

Entre el 1901 y el 1913 emigraron a Estados Unidos 4.711.000 italianos. A pesar de los innumerables dramas que suscita la emigración hay que recordar todavía hoy a una frágil maestra del S. Angelo Lodigiano, Francisca Cabrini, nacida en 1850, la menor de 13 hijos. Se distinguió, por no mirar la emigración con los ojos del político ni del sociólogo, sino con esos humanísimos de mujer cristiana, mereciendo el titulo de madre de los emigrantes.

Huérfana de padre y de madre, Francisca hubiera querido encerrarse en un convento, pero no fue aceptada por su delicada salud. Entonces aceptó el cargo que le confió el párroco de Codogno para que ayudara en un orfanatorio. La joven, graduada de maestra hacia poco tempo, hizo mucho más: reunió a algunas compañeras y formó el primer núcleo de las Hermanas Misioneras del Sagrado Corazón, orientadas por el espíritu de un intrépido misionero, San Francisco Javier. Cuando Francisca hizo los votos religiosos tomó el nombre del santo.

Como él, hubiera querido partir también para China, pero cuando tuvo noticia del descuido y del drama de desesperación de los miles y miles de emigrantes italianos que descargaban en el puerto de Nueva York sin ninguna ayuda material ni espiritual, Francisca Javier no dudó un instante.

También ella, en la primera de sus 24 travesias oceánicas, compartió las incomodidades y las incertidumbres de sus compatriotas; pero se destacó por su extraordinaria valentía con la que afrontó las grandes necesidades que se le presentaron y supo desenvolverse para establecer un punto de encuentro y de ayuda para los emigrantes. Ante todo se preocupó por los huérfanos y los enfermos, construyendo casas, escuelas y un grande hospital en Nueva York, luego en Chicago, después en California, y así siguió exponiendo su obra en toda América, hasta Argentina.

A quien le manifestaba admiración por el éxito de tantas obras, la Madre Cabrini le contestaba con sincera humildad “¿Acaso todo esto no lo ha hecho el Señor?”. Murió en el surco, durante uno de sus tantos viajes a Chicago, en 1917. Su cuerpo fue llevado triunfalmente a Nueva York y enterrado en la iglesia contigua a la “Mother Cabrini High School”, para que estuviera cerca de los emigrados.

El mejor regalo

Santo Evangelio según San Lucas 1, 39-45. Domingo IV de Adviento

Por: José Romero, LC | Fuente: somosrc.mx

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, ayúdame a experimentar la alegría de ser cristiano.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 1, 39-45

En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea, y entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En cuanto ésta oyó el saludo de María, la criatura saltó en su seno. Entonces Isabel quedó llena del Espíritu Santo, y levantando la voz, exclamó: «¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno.

Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor».

Palabra del Señor

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Cuando eramos niños no había nada más emocionante que abrir un regalo. Descubrir que era algo que queríamos, a veces sin saberlo, nos llenaba luego de mucha alegría. Pero cuando el regalo no lo necesitábamos, la alegría simplemente no llegaba. San Juan Bautista se alegra en el vientre de su madre porque la Virgen María ha traído el mejor regalo para él, al Niño Dios.

El mundo nos hace creer que nuestra felicidad es el dinero, carros, hombres o mujeres, un buen trabajo, etc., pero al final todo eso, sin Dios, se queda en pura emociones, en un romper constantemente el envoltorio sin llegar al regalo, sin llegar a experimentar la verdadera felicidad, sin tener a Dios. Dios es el regalo de esta Navidad, su presencia en nuestra vida es lo que nos da la verdadera felicidad. No hay mayor regalo que Dios.

Hay muchos que están buscando esta felicidad sin poderla encontrar, muchos que buscan a Dios sin saberlo. Los cristianos debemos llevar este regalo a los corazones de esas personas, sea un familiar, un amigo o un desconocido, porque este regalo es uno que se comparte, un regalo que es para todos.

Sabemos que todo regalo se envuelve y Dios ha querido que yo sea el papel, soy yo quién convierte a Dios en regalo para otros, es Dios en mí para los demás. El lazo con que se presenta este regalo nos lo muestra la Santísima Virgen; es el lazo del servicio con amor, es entregarnos con amor a la necesidad del otro y así, en nosotros, las personas podrán tener «el regalo» en esta Navidad, podrán tener a Dios.

Hagamos como María Santísima en esta Navidad y llevemos el regalo del Niño Dios adornado con el ejemplo de nuestra propia vida, un ejemplo de amor.

«Dios nos visita en las entrañas de una mujer, movilizando las entrañas de otra mujer con un canto de bendición y alabanza, con un canto de alegría. La escena evangélica lleva consigo todo el dinamismo de la visita de Dios: cuando Dios sale a nuestro encuentro moviliza nuestras entrañas, pone en movimiento lo que somos hasta transformar toda nuestra vida en alabanza y bendición. Cuando Dios nos visita nos deja inquietos, con la sana inquietud de aquellos que se sienten invitados a anunciar que Él vive y está en medio de su pueblo. Así lo vemos en María, la primera discípula y misionera, la nueva Arca de la Alianza quien, lejos de permanecer en un lugar reservado en nuestros Templos, sale a visitar y acompaña con su presencia la gestación de Juan».

(Homilía de S.S. Francisco, 12 de diciembre de 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hablar de Cristo a una persona.

Despedida

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Santa Clotilde, la reina que oficializó el cristianismo en Francia

Jean Antoine Gros-Public domain

Sandra Ferrer – publicado el 30/07/18

Su fe y su determinación consiguieron que su esposo, el rey Chilperico, y sus hijos, se convirtieran al cristianismo, religión que se convirtió en el credo oficial de los francos

Durante siglos, desde los primeros siglos del cristianismo, sus fieles caminaron por tierras hostiles a su fe. Sufrieron persecuciones y martirios que fortalecieron aún más su fidelidad a las palabras de Jesús.

En el largo proceso de consolidación del cristianismo como religión oficial de reinos e imperios, las mujeres tuvieron un papel muy importante.

Su tradicional cometido de transmisoras de valores en el seno de su propia familia se trasladó a todo un pueblo cuando las reinas se convirtieron en principales altavoces de la palabra de Dios.

Desde santa Elena, aún en tiempos del Imperio Romano, fueron muchas las emperatrices y reinas que jugaron un papel determinante en la consolidación del cristianismo.

Francia, «hija primogénita de la Iglesia»

En el siglo V, la que se iba a convertir en reina de los francos, pasaría a la historia también como la principal impulsora del cristianismo en Francia que, gracias a ella, pasó a ser reconocida como “Hija primogénita de la Iglesia”.

Clotilde nació hacia el año 475 en Lyon, entonces territorio perteneciente al reino de Borgoña.

En aquel tiempo, la Francia actual era un mosaico de reinos surgidos tras la disgregación del Imperio Romano.

Su padre, el rey Chilperico II de Burgundia, había sido asesinado por su propio hermano Gundebaldo para hacerse con el poder.

Su viuda se llevó a sus dos hijas a vivir a Ginebra donde una de ellas entró en religión.

La otra era Clotilde quien a sus dieciocho años aún no había decidido su futuro pero tenía clara su fe y dedicaba buena parte de su tiempo a rezar y a repartir limosnas a las puertas del palacio en el que vivía.

Misionera de su familia

Hacia el año 492, Clotilde se casó con el rey franco Clodoveo I. La nueva reina de los francos no tardó en enseñarle a su marido pagano la doctrina cristiana.

Clotilde estaba dispuesta a convertir no sólo a su propio marido, se impuso la magna tarea de convertir a todo su pueblo.

En un principio, Clodoveo se resistió a romper con una larga tradición y con costumbres ancestrales pero la tenaz tarea de su esposa y de san Remigio dieron sus frutos. Clodoveo aceptó que su hijo Clodomiro fuera bautizado.

Pero la prueba de fuego llegó con la amenazante llegada de las huestes germanas que atacaron el reino franco.

Clodoveo pidió a Clotilde que rezara a su Dios para que le diera protección y le prometió que si ganaba  en el campo de batalla a los pueblos germanos, se convertiría él mismo al cristianismo.

Miles de bautismos

Clodoveo salió victorioso de la batalla de Tolbiac y cumplió su promesa. Junto a Clodoveo, miles de personas se bautizaron el día de Navidad de 496.

Desde entonces, buena parte de los francos se fueron convirtiendo al cristianismo, que se convirtió en religión oficial y predominante.

Clotilde pasó el resto de su vida siendo una reina piadosa volcada en obras de beneficencia. Tal era su comportamiento que sus súbditos veían en ella más a una religiosa que a una soberana.

Tras su muerte, en junio de 545, la Iglesia tardó muy poco tiempo en elevarla a los altares.