En el Evangelio de hoy Jesús reza diciendo: “digo esto estando en el mundo, para que Mi gozo sea el de ellos y su gozo sea perfecto”.

La tristeza del alma deriva de la pesadumbre de la autoestima, una tristeza y un peso que no hace posible una unión real con el otro. El gozo, la alegría, en cambio, debe ser la principal “emoción” compartida por los trinitarios, ya que sus vidas no son más que amor incondicional. El gozo, concomitante de ese éxtasis, es signo para cualquiera que esté inmerso en el círculo de la gracia y es un regalo de Jesucristo para su Iglesia.

Hay un magnífico comentario de Chesterton que es pertinente reproducir aquí: “Una característica de los grandes santos es su poder de levitar. Los ángeles pueden volar porque son capaces de tomarse a sí mismos a la ligera”. Y nada conquista mejor nuestra apagada tristeza y pesada autoestima —nada nos hace volar con tanta ligereza— como la sorpresa y realidad de la Resurrección.

Jesús resucitado ha subido al cielo y manda a sus discípulos a difundir el Evangelio en todo el mundo. Por lo tanto, la Ascensión nos exhorta a levantar la mirada al cielo, para después dirigirla inmediatamente a la tierra, llevando adelante las tareas que el Señor resucitado nos confía. (…) La Ascensión del Señor al cielo, mientras inaugura una nueva forma de presencia de Jesús en medio de nosotros, nos pide que tengamos ojos y corazón para encontrarlo, para servirlo y para testimoniarlo a los demás. Se trata de ser hombres y mujeres de la Ascensión, es decir, buscadores de Cristo a lo largo de los caminos de nuestro tiempo, llevando su palabra de salvación hasta los confines de la tierra. En este itinerario encontramos a Cristo mismo en nuestros hermanos, especialmente en los más pobres, en aquellos que sufren en carne propia la dura y mortificante experiencia de las viejas y nuevas pobrezas. Como al inicio Cristo Resucitado envió a sus discípulos con la fuerza del Espíritu Santo, así hoy Él nos envía a todos nosotros, con la misma fuerza, para poner signos concretos y visibles de esperanza. Porque Jesús nos da la esperanza, se fue al cielo y abrió las puertas del cielo y la esperanza de que lleguemos allí.  (Ángelus, 13 de mayo de 2018)

Ascensión del Señor

Solemnidad, 29 de mayo de 2022

Solemnidad Litúrgica

Martirologio Romano: Solemnidad de la Ascensión de nuestro Señor Jesucristo, el cual, cuarenta días después de la Resurrección, fue elevado al Cielo delante de sus discípulos, para sentarse a la derecha del Padre, hasta que venga en su gloria para juzgar a vivos y muertos. 

En las Sagradas Escrituras

Hch 1,1-11:
«En mi primer libro, querido Teófilo, escribí de todo lo que Jesús fue haciendo y enseñando hasta el día en que dio instrucciones a los apóstoles, que había escogido, movido por el Espíritu Santo, y ascendió al cielo. Se les presentó después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, y, apareciéndoseles durante cuarenta días, les habló del reino de Dios. Una vez que comían juntos, les recomendó:
– ‘No os alejéis de Jerusalén; aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que yo os he hablado. Juan bautizó con agua, dentro de pocos días vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo.’
Ellos lo rodearon preguntándole:
– ‘Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?’ Jesús contestó:
– ‘No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha establecido con su autoridad. Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo.’

Dicho esto, lo vieron levantarse, hasta que una nube se lo quitó de la vista. Mientras miraban fijos al cielo, viéndolo irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron:
– ‘Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse.'»

Ef 1,17-23:
«Hermanos: Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo. Ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros, los que creemos, según la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no sólo en este mundo, sino en el futuro. Y todo lo puso bajo sus pies, y lo dio a la Iglesia como cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que lo acaba todo en todos».

Lc 24,46-53:
«En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
– ‘Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén.
Y vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto.’
Después los sacó hacia Betania, y levantando las manos, los bendijo.
Y mientras los bendecía, se separó de ellos (subiendo hacia el cielo).
Ellos se volvieron a Jerusalén con gran alegría y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios».

Eco divino: La resonancia del «sí» de María en nuestra vida

Respondiendo con amor y obediencia a la llamada a la santidad que Dios nos hace a cada uno.

La historia de la Virgen María, la Inmaculada Concepción, es una narrativa que trasciende el tiempo y el espacio, invitándonos a reflexionar sobre el amor divino y su manifestación en la humanidad. La proclamación del Ángel Gabriel a María no es solo un evento bíblico, sino un eco eterno del plan amoroso de Dios para con cada uno de nosotros.

La elección divina y la respuesta humana

La elección de María por parte de Dios como la madre del Salvador es un testimonio del amor incondicional de Dios. María, descrita como “llena de gracia”, experimenta una turbación natural ante tal anuncio, revelando su humildad y reconocimiento de su pequeñez ante la magnitud de Dios. Sin embargo, su respuesta, “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”, refleja una disposición total a la voluntad divina, un “sí” inquebrantable que resuena a través de las generaciones.CastEl misterio de la Encarnación y la conexión humana

El misterio de la Encarnación, donde lo divino se entrelaza con lo humano, nos recuerda que no estamos aislados de la presencia de Dios. La Virgen María, en su humildad y obediencia, se convierte en el puente entre el cielo y la tierra, demostrando que la santidad no es un atributo lejano, sino una realidad accesible a todos los que acogen el amor de Dios.

La santidad como proyecto de vida

El apóstol Pablo nos recuerda que todos hemos sido elegidos “para ser santos e intachables ante él en el amor”. Esta elección no es exclusiva de María, sino una invitación extendida a cada uno de nosotros para vivir una vida de santidad. La santidad no es una meta inalcanzable, sino un camino de amor que se renueva con cada acercamiento a Dios, especialmente a través de los Sacramentos, donde encontramos la gracia para transformar nuestra realidad cotidiana.

La Inmaculada y nuestra propia historia

La Inmaculada Concepción de María es más que un dogma; es un reflejo del amor salvífico de Dios que nos alcanza en nuestra propia imperfección. Al contemplar la vida de María, somos llamados a reconocer que, al igual que ella, estamos inscritos en el designio divino, llamados a ser portadores del amor y la luz en un mundo que anhela la esperanza. Que la historia de María inspire en nosotros un “sí” renovado al amor de Dios, un compromiso de vivir en santidad y una confianza en que, a pesar de nuestras dificultades, estamos siempre cubiertos por la sombra del Altísimo.

Ascensión: Jesús se va al cielo porque ya somos uno con Él

Claudia Soberón – publicado el 17/05/21

En estos momentos nos basta con abandonarnos como niños pequeños en el regazo de María, Madre nuestra

Con la Ascensión se concluye la vida terrena de Jesús; es el paso de la tierra a la gloria de Dios.

Y con la inminente partida definitiva de Jesús al cielo, existe el temor de ¿qué pasará con los discípulos?, ¿quedarán solos y desamparados sin su presencia física entre ellos?

Jesús asciende pero no desaparece. Se queda de una manera definitiva en la vida de la humanidad, dejando una vez más su soplo de vida: el Espíritu Santo.

Cristo sube al Cielo Eterno porque ya nos ha hecho a nosotros, cristos resucitados en Él, con Él y por Él, aquí.

Si no fuera así, Él seguiría estando en este cielo en el mundo, para dar testimonio. Pero ya está el Reino poblado de gente en gracia de Dios.

Te puede interesar: La “ascensión” de los fieles

¡Tenemos a la Virgen!

No hay que temer, pues además de tener el Amor eterno de Dios entre nosotros, tenemos a María. Nos hemos que reunir en oración con ella.

No hace falta saber bien lo que nos dice Jesús que advendrá. Nos basta con abandonarnos como niños pequeños en el regazo de María, Madre nuestra. Nosotros, que somos cristos incipientes…

«Los sacó hasta cerca de Betania y, alzando sus manos, los bendijo. Y sucedió que, mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo.»

El llamado a realizar el mayor de todos los signos

Santo Evangelio según San Marcos 16,15-20. Solemnidad de la Ascensión del Señor.

Por: Alexis Montiel, LC | Fuente: somosrc.mx

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Me toca a mí, de mí depende. Me llama el Señor, una vez más, un día más, cada día, siempre me llama, siempre.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 16,15-20

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: «Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura. El que crea y se bautice, se salvará; el que se resista a creer, será condenado. Estos son los milagros que acompañarán a los que hayan creído: arrojarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos, y si beben un veneno mortal, no les hará daño; impondrán las manos a los enfermos y éstos quedarán sanos». El Señor Jesús después de hablarles, subió al cielo y está sentado a la derecha de Dios. Ellos fueron y proclamaron el Evangelio por todas partes, y el Señor actuaba con ellos y confirmaba su predicación con los milagros que hacían.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

¿Cuánto dolor se bate contra las personas? El hombre una y otra vez regresa al mismo sitio, no busca salir a los demás. Pero soy diferente a todos los hombres porque Tú estás conmigo, me acompañas a los confines de la tierra, pero…

¿A dónde vas? ¿Por qué me dejas de nuevo solo? Ya pasaron cuarenta días de que te asesinaron y pensaba que te habías ido para siempre, que me habías dejado solo…

Comprendo, Señor, tienes que ir de nuevo a tu Padre, a prepararnos un lugar, qué gusto me daría volver a encontrarte, qué gusto me daría el conocer lo que Tú me tienes preparado. Pero mi misión ahora es evangelizar, ir a todos los pueblos que no te han conocido.

Hoy el reto que me pones delante es más difícil que antes. No me hubiera imaginado que en otros lados no te conocieran y veo que hay gente que les hace falta mucho de lo que Tú me has dado en abundancia. No les es tan fácil ir a misa, tienen un trabajo que los consume, no tienen los mismos estudios…

Para eso me dejaste, Señor, para cumplir el milagro más grande que jamás se ha visto, el de un corazón ahogado en los medios de comunicación, la farándula, las redes sociales, el qué dirán; el milagro de un corazón que se ha encerrado en sí mismo; el milagro de hacer que ese corazón, frío y desencarnado, sea capaz de ir a los demás, en cualquier momento o circunstancia, sólo para hacer tu voluntad.

«La Ascensión de Jesús al cielo constituye por eso el final de la misión que el Hijo ha recibido del Padre y el inicio de la continuación de tal misión por parte de la Iglesia. Desde este momento, desde el momento de la Ascensión, de hecho, la presencia de Cristo en el mundo es mediada por sus discípulos, por aquellos que creen en Él y lo anuncian.

Esta misión durará hasta el final de la historia y gozará cada día de la asistencia del Señor resucitado, el cual asegura: «Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo». Y su presencia lleva fortaleza ante las persecuciones, consuelo en las tribulaciones, apoyo en las situaciones de dificultad que encuentran la misión y el anuncio del Evangelio».

(Homilía de S.S. Francisco, 28 de mayo de 2017).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Acompañar a mi familia dejando apagado el celular durante la tarde, para realmente darme a ellos en primer lugar.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.