Mark 9:38-40

Amigos, en el Evangelio de hoy Juan se queja de que algunas personas que no pertenecían al grupo estaban expulsando demonios en el nombre de Jesús. Y Jesús responde: “No se lo impidan . . . el que no está contra nosotros, está con nosotros”. ¡Qué maravillosa y generosa actitud! 

Juan estaba indudablemente enojado porque alguien de afuera de su pequeño círculo iba a obtener crédito por lo que realizaba. ¡Si piensas que este tipo de cosas solo suceden en tiempos bíblicos, no has pasado demasiado tiempo en la Iglesia! Soy una persona orgullosa de la Iglesia, amo y admiro a todas las grandes personas que hacen tanto por el reino de Cristo y por muy poca compensación. Pero también he estado aquí el tiempo suficiente para ver este otro problema en el personal de una parroquia, en las oficinas diocesanas, y en las comunidades parroquiales. Estamos tan atados a nuestros pequeños juegos y protegiendo nuestro territorio, asegurándonos que las cosas funcionen de acuerdo con estructuras burocráticas que hemos establecido, que nos olvidamos de qué se trata nuestra misión.

Lo que Jesús nos muestra es que es la misión lo que importa. Traer el amor de Dios al mundo, ser conducto de la gracia: eso es lo que importa. Toda nuestra gloria, posición, y privilegio personal, todo eso es finalmente un tema para la indiferencia.

Las palabras de Jesús desvelan una tentación y ofrecen una exhortación. La tentación es la de la cerrazón. Los discípulos querían impedir una obra de bien solo porque quien la realizaba no pertenecía a su grupo. Piensan que tienen “la exclusiva sobre Jesús” y que son los únicos autorizados a trabajar por el Reino de Dios. Pero así terminan por sentirse predilectos y consideran a los otros como extraños, hasta convertirse en hostiles con ellos. (…)  Cada cerrazón, de hecho, hace tener a distancia a quien no piensa como nosotros, y esto —lo sabemos— es la raíz de muchos males de la historia: del absolutismo que a menudo ha generado dictaduras y de muchas violencias hacia quien es diferente.

Pero es necesario también velar sobre la cerrazón en la Iglesia. Porque el diablo, que es el divisor —esto significa la palabra “diablo”, que causa la división— siempre insinúa sospechas para dividir y excluir a la gente. Tienta con astucia, y puede suceder como a esos discípulos, ¡que llegan a excluir incluso a quien había expulsado al mismo diablo! A veces también nosotros, en vez de ser comunidad humilde y abierta, podemos dar la impresión de ser “los primeros de la clase” y tener a los otros a distancia; en vez de tratar de caminar con todos, podemos exhibir nuestro “carné de creyentes”: “yo soy creyente”, “yo soy católico”, “yo soy católica”, “yo pertenezco a esta asociación, a la otra…”; y los otros pobrecitos no. Esto es un pecado. Mostrar el “carné de creyentes” para juzgar y excluir. Pidamos la gracia de superar la tentación de juzgar y de catalogar, y que Dios nos preserve de la mentalidad del “nido”, la de custodiarnos celosamente en el pequeño grupo de quien se considera bueno: el sacerdote con sus fieles, los trabajadores pastorales cerrados entre ellos para que nadie se infiltre, los movimientos y las asociaciones en el propio carisma particular, etc. Cerrados. Todo esto corre el riesgo de hacer de las comunidades cristianas lugares de separación y no de comunión. El Espíritu Santo no quiere cierres; quiere apertura, comunidades acogedoras donde haya sitio para todos.

Y después en el Evangelio está la exhortación de Jesús: en vez de juzgar todo y a todos, ¡estemos atentos a nosotros mismos!  (Ángelus, 26 de septiembre de 2021)

Rita de Casia, Santa

Memoria Litúrgica, 22 de mayo

Por: P. Amo Ángel | Fuente: Catholic.net

Viuda, Religiosa y Abogada de Imposibles

Martirologio Romano: Santa Rita, religiosa, que, casada con un hombre violento, toleró pacientemente sus crueldades reconciliándolo con Dios, y al morir su marido y sus hijos ingresó en el monasterio de la Orden de San Agustín en Casia, de la Umbría, en Italia, dando a todos un ejemplo sublime de paciencia y compunción ( c.1457).

Fecha de beatificación: 1 de octubre de 1627 por el Papa Urbano VIII
Fecha de canonizacicón: 24 de mayo de 1900 por el Papa León XIII

Breve Biografía

Vista de cerca, sin el halo de la leyenda, se nos revela el rostro humanísimo de una mujer que no pasó indiferente ante la tragedia del dolor y de la miseria material, moral y social. Su vida terrena podría ser de ayer como de hoy.

Rita nació en 1381 en Roccaporena, un pueblito perdido en las montañas apeninas. Sus ancianos padres la educaron en el temor de Dios, y ella respetó a tal punto la autoridad paterna que abandonó el propósito de entrar al convento y aceptó unirse en matrimonio con Pablo de Ferdinando, un joven violento y revoltoso. Las biografías de la santa nos pintan un cuadro familiar muy común: una mujer dulce, obediente, atenta a no chocar con la susceptibilidad del marido, cuyas maldades ella conoce, y sufre y reza en silencio.

Su bondad logró finalmente cambiar el corazón de Pablo, que cambió de vida y de costumbres, pero sin lograr hacer olvidar los antiguos rencores de los enemigos que se había buscado. Una noche fue encontrado muerto a la vera del camino. Los dos hijos, ya grandecitos, juraron vengar a su padre. Cuando Rita se dio cuenta de la inutilidad de sus esfuerzos para convencerlos de que desistieran de sus propósitos, tuvo la valentía de pedirle a Dios que se los llevara antes que mancharan sus vidas con un homicidio. Su oración, humanamente incomprensible, fue escuchada. Ya sin esposo y sin hijos, Rita fue a pedir su entrada en el convento de las agustinas de Casia. Pero su petición fue rechazada.

Regresó a su hogar desierto y rezó intensamente a sus tres santos protectores, san Juan Bautista, san Agustín y san Nicolás de Tolentino, y una noche sucedió el prodigio. Se le aparecieron los tres santos, le dijeron que los siguiera, llegaron al convento, abrieron las puertas y la llevaron a la mitad del coro, en donde las religiosas estaban rezando las oraciones de la mañana. Así Rita pudo vestir el hábito de las agustinas, realizando el antiguo deseo de entrega total a Dios. Se dedicó a la penitencia, a la oración y al amor de Cristo crucificado, que la asoció aun visiblemente a su pasión, clavándole en la frente una espina.

Este estigma milagroso, recibido durante un éxtasis, marcó el rostro con una dolorosísima llaga purulenta hasta su muerte, esto es, durante catorce años. La fama de su santidad pasó los limites de Casia. Las oraciones de Rita obtuvieron prodigiosas curaciones y conversiones. Para ella no pidió sino cargar sobre sí los dolores del prójimo. Murió en el monasterio de Casia en 1457 y fue canonizada en el año 1900.

ORACIÓN
Oh Dios omnipotente,
que te dignaste conceder
a Santa Rita tanta gracia,
que amase a sus enemigos y
llevase impresa en su corazón
y en su frente la señal de tu pasión,
y fuese ejemplo digno de ser imitado
en los diferentes estados de la vida cristiana.
Concédenos, por su intercesión,
cumplir fielmente las obligaciones
de nuestro propio estado
para que un día podamos
vivir felices con ella en tu reino.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén.

Quien hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí

Santo Evangelio según San Marcos 9, 38-40. Miércoles VII de Tiempo Ordinario.

Por: David Mauricio Sánchez Mejía, LC | Fuente: somosrc.mx

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Gracias, Señor, por darme un día más de vida, por darme la oportunidad de acercarme cada vez más a ti. Ayúdame a responder con generosidad y alegría a los retos que se me presentan, porque sé que por ellos llegaré un día a estar contigo para siempre en el cielo.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 9, 38-40

En aquel tiempo, Juan le dijo a Jesús: «Hemos visto a uno que expulsaba a los demonios en tu nombre, y como no es de los nuestros, se lo prohibimos». Pero Jesús le respondió: «No se lo prohíban, porque no. hay ninguno que haga milagros en mi nombre, que luego sea capaz de hablar mal de mí. Todo aquel que no está contra nosotros, está a nuestro favor».

Palabra del Señor

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

En este Evangelio, Jesús nos invita a tener cuidado para no usurpar un lugar que no nos corresponde: el de jueces. Naturalmente tendemos a pensar que aquellos que no comparten nuestras opiniones o nuestras formas de actuar están equivocados, pero Él nos recuerda gentilmente que esto no es verdad.

Mientras nosotros nos detenemos a observar lo externo y, especialmente, los errores de los demás, la mirada de Cristo penetra hasta lo más profundo del corazón: las intenciones, los deseos, las pasiones. Ante Él todo se muestra claro y como es, sin dejar de lado los errores, ni las limitaciones. Por eso, es Él y sólo Él quien puede realmente juzgar a los demás.

Sin embargo, la petición de Jesús no se detiene allí. No basta con abstenernos de formular juicios sin fundamento alguno, sino que nos invita a pensar bien de los demás; y aunque no es siempre fácil, ante los ojos de Dios tiene más mérito. Por eso, Cristo nos pone metas altas, «amad a vuestros enemigos», y nos advierte que con la medida con que midamos seremos medidos. Esta advertencia la hace con la confianza absoluta de que sabremos responder con amor a Aquel que por amor murió en la cruz.

«La esperanza es don de Dios. Debemos pedirla. Está ubicada en lo más profundo del corazón de cada persona para que pueda iluminar con su luz el presente, muchas veces turbado y ofuscado por tantas situaciones que conllevan tristeza y dolor. Tenemos necesidad de fortalecer cada vez más las raíces de nuestra esperanza, para que puedan dar fruto. En primer lugar, la certeza de la presencia y de la compasión de Dios, no obstante el mal que hemos cometido. No existe lugar en nuestro corazón que no pueda ser alcanzado por el amor de Dios. Donde hay una persona que se ha equivocado, allí se hace presente con más fuerza la misericordia del Padre, para suscitar arrepentimiento, perdón, reconciliación, paz».

(Homilía de S.S. Francisco, 6 de noviembre de 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Pediré perdón a alguien a quien haya juzgado duramente.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

¿Después de la Ascensión, qué?

¡No podemos quedarnos mirando al Cielo! Ahora nos toca a nosotros ser la voz de Jesús para alentar y consolar.

Después de la Ascensión ya no va a ser Jesús el que anuncie la Buena Nueva. Ahora nos toca a nosotros, sus discípulos, hacerlo. Los Sacerdotes predicando(sobre todo)con la palabra, los laicos predicando (sobre todo) con el ejemplo, los padres de familia predicando con la palabra y el ejemplo.

Después de la Ascensión ya no va a ser Jesús el que compadezca a los pobres y lo enfermos. Ahora nos toca a nosotros.

Después de la Ascensión ya no va a ser Jesús el que multiplique los panes y los pescados para alimentar a las multitudes. Esa es ahora nuestra tarea, multiplicando nuestros esfuerzos para dar de comer sino a las multitudes, por lo menos a los pobres que podamos.

Después de la Ascensión ya no va a ser Jesús el que cuide a sus ovejas. Ahora nosotros tenemos que velar por ellas, especialmente por aquellas (el cónyuge, los hijos, los hermanos, los trabajadores) que Dios nos ha encomendado a cada uno.

Después de la Ascensión a nosotros nos toca ser la voz de Jesús para alentar y consolar. Sus manos para tenderlas a todo el que necesite ayuda. Sus pies para llevarlo a donde no lo conocen.

Después de la Ascensión:

¡No podemos quedarnos mirando al Cielo!

Estos extraordinarios milagros llevaron a santa Rita a la canonización

PD

Philip Kosloski – publicado el 22/05/18

La “santa patrona de lo imposible” siempre ha estado asociada con lo milagroso

Santa Rita de Casia fue una mujer humilde y santa que vivió en el siglo XV. Tanto durante su vida como después de su muerte, santa Rita fue una poderosa intercesora, siempre rezando por los más necesitados.

Tras morir de tuberculosis, Rita fue casi de inmediato vinculada a múltiples milagros. Según el escritor Bert Ghezzi, “tres días después, Domenico Angeli, un notario de Casia, registró once milagros que ocurrieron justo tras la muerte de la santa”.

Desde entonces, ha sido ampliamente reconocida como intercesora milagrosa, con innumerables milagros que ocurrieron a través de su intercesión celestial, en especial en causas imposibles.

Sin embargo, no fue hasta el 1900 que Rita fue oficialmente canonizada. Hicieron falta tres milagros increíbles para preparar el camino de su canonización, demostrando que los fieles pueden rezar sin dudarlo a esta poderosa santa. Aquí hay un registro de estos tres milagros, según se notificaron en el decreto oficial de canonización.

Perfume de su cuerpo sin vida

El primer milagro consiste en un aroma agradable que emana de los restos del cuerpo de la santa, cuya existencia está confirmada por muchos testigos de confianza y tradición fiable.

No puede darse causa natural a la existencia de este olor, como vemos en la investigación física que ha sido realizada por hombres de la mayor habilidad en estos temas.

Es más, este perfume se dispersa de una manera por encima de las leyes habituales de la naturaleza. De ahí que deberíamos convencernos de que esta fragancia tiene su origen en la intervención divina.

Te puede interesar:
¿Qué es el “olor de santidad”?

“¡Puedo ver!”

Otro milagro le sucedió a Elizabeth Bergamini, una joven con riesgo de perder la visión a causa de la viruela. Sus padres, tras la certidumbre de los médicos de que la enfermedad de la joven era tan grave que la ayuda médica sería inútil, decidieron enviarla al convento de San Agustín en Casia, suplicando con fervor a santa Rita que librara a su hija de la ceguera.

A su llegada al convento, la niña iba vestida con un vestido votivo en honor de santa Rita. Después de cuatro meses, cierto día Elizabeth gritó que podía ver. Junto con las monjas, empezó de inmediato a dar gracias a Dios por provocar este milagro a través de santa Rita.

Un enfermo grave que recuperó el vigor

El tercer milagro le ocurrió a Cosimo Pelligrini, que sufría de gastroenteritis catarral crónica y de una aflicción hemorroidal tan grave que no había esperanzas de recuperación.

Un día, al volver de la iglesia se sintió tan débil por un nuevo ataque de su insoportable enfermedad que estaba cercano a la muerte.

Los médicos reunidos le recomendaron recibir los últimos Sacramentos, que recibió postrado en la cama con todo pronóstico de estar próxima su muerte, cuando de repente pareció ver a santa Rita en actitud de bienvenida.

Acto seguido le regresaron su anterior fortaleza y apetito y en un periodo de tiempo muy corto fue capaz de hacer las labores de un hombre joven, aunque ya era un hombre de edad avanzada, septuagenario.

Aquí tienen una oración tradicional a santa Rita para su intercesión en causas imposibles.

Oh Santa Patrona de los necesitados, santa Rita, cuyas plegarias ante el Divino Señor son casi irresistibles, quien por la generosidad en otorgar favores has sido llamada Mediadora de los sin esperanza e incluso de lo Imposible; Santa Rita, tan humilde, tan pura, tan mortificada, tan paciente y de tan compadecido amor por Jesús Crucificado que podrías obtener de Él cualquier cosa que Le pidas. A cuenta de esto recurrimos confiados a ti, esperando, si no siempre alivio, al menos consuelo. Sé favorable a nuestra petición, mostrando el poder de Dios a nombre de este/a suplicante, sé generosa con nosotros, como lo has sido en tantos casos maravillosos, para la más grande gloria de Dios, por la divulgación de tu propia devoción y por el consuelo de aquellos que confían en ti.Si nuestra petición es concedida glorificaremos tu nombre, informando del favor concedido, para bendecir y cantar tus alabanzas por siempre. Confiando entonces en los méritos y poder ante el Sagrado Corazón de Jesús, te rogamos: [mencionar petición]. Reza por nosotros, oh Santa Rita, para que seamos dignos de las promesas de Cristo.

Te puede interesar:
Santa Rita de Casia y las rosas