«Oh, Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, Reina del Rosario, dulce Virgen de Fátima me consagro a tu Inmaculado Corazón para estar plenamente disponible y consagrado al Señor.Acepta por favor, tenerme bajo tu protección maternal, defenderme contra los peligros, ayudarme a vencer las tentaciones, a huir de los pecados, y te suplico que veles de la pureza de mi cuerpo y de mi alma. Que tu Inmaculado Corazón sea mi refugio y el camino que conduce a Dios.Dame la gracia de rezar y sacrificarme por el amor de Jesús, por la conversión de los pecadores y en reparación de los pecados cometidos en contra de tu Inmaculado Corazón.Confiando en tí y en unión con el Corazón de tu Divino Hijo, quiero vivir para la Santísima Trinidad en quien creo, adoro, espero y amo. Que así sea».
En este Quinto Domingo de Pascua, continuamos nuestra lectura del libro del Apocalipsis, saltando adelante hacia el final de la Biblia. Mirando al recorrido de la historia completa —desde la creación de Dios a partir del caos acuoso del Génesis hasta la desaparición del mar y la nueva creación que emerge en el Apocalipsis— vemos que la operación de rescate final y definitiva de Dios, en la plenitud de los tiempos, es su Hijo único. Jesús fue enviado todo el recorrido hasta lo más recóndito del pecado y de la muerte para que pudiera rescatarnos a los que habíamos caído en esas profundidades.
Trata sobre develar. Ha aparecido algo nuevo. Que ha aparecido el Cordero que parecía haber sido inmolado, crucificado pero RESUCITADO de entre los muertos
Que es ahora al que deberíamos alabar la alabanza al Cordero en el sitio celestial, esa palabra es un signo de un mundo reconstruído que ya no alaba más a los ídolos y poderes y bienes del mundo, sino que alaba y honra al Cordero que parecía haber sido inmolado. Eso conduce al correcto orden de la Creación de Dios. Vimos de una manera muy hermosa la semana pasada, entre la caracterización de este ejército verdadero, el ejército del Cordero que parecía haber sido inmolado, esos 144.000 marcados con un tatuaje, como los miembros del ejército de los mártires a través de los tiempos, una inmensa multitud que nadie podía contar. Es de es el nuevo orden de las cosas de Dios y su modo de ordenar las cosas. Ahora entre todo eso y el capítulo 21 que están al mismo final, hay un montón de destrucción y la gente a menudo se quedaba en ello, cuando decimos que esto es apocalíptico, habitualmente nos referimos a esa sección. Permítanme hacerles un breve comentario.
En el libro del Apocalipsis oímos de terremotos e inundación, hambrunas, sangre y destrucción. Sabemos por la Revelación de JESUS que nuestro Dios no es un Dios de violencia. Es un Dios de Amor, cuyo propósito entero es devolvernos a la amistad con El. Dios nos es como un padre disfuncional alcohólico furioso. No piensen en El de esta manera. Las personas toman al Dios del Antiguo Testamento y dicen que hay un Dios que está adicto a la furia, no, no Dios tiene una pasión para enderezar las cosas. Algunas veces llegan a una habitación hecha un desastre. Digamos que ha habido una inundación o algo, y bueno el propósito es rehacerla ponerla linda de nuevo, habitable nuevamente. Pero lo que tiene que hacer es destruir mucho de la destrucción. Debes de hacerse del fango y del barro y de los escombros y de los muebles dañados y tienen que hacer un montón de trabajo enérgico para preparar la habitación para su restauración. Puedo sugerirles que esto es una metáfora y podría ser el encabezado bajo el cual podemos leer todos esos relatos de la afición destructiva de Dios. El Dios retirando los escombros de ese mundo caído. Puedo representarlo así, el pecado y la muerte han dejado una estela de caos y lo pueden ver, miren simplemente alrededor de nuestra cultura y alrededor del mundo, ven todos los signos de los escombros de ese mundo. Dios se ocupa de limpiar todo eso. ¿Porqué está enojado y es destructivo? No piensen eso. Un no y un no es un si. Que hace Dios, está diciendo si a la nueva Creación. Pero para hacer eso tiene que decir no a las distorsiones del viejo mundo caído. Entonces todas las plagas y los cuerpos repletos de la ira de Dios y el fuego y la destrucción. Piensen eso como el Señor hace la purificación del mundo por lo que está preparando y recreando ese nuevo cielo y nueva tierra. Leyendo este nuevo pasaje Juan hablando el visionario en Patmos ¨vi un nuevo cielo y una nueva tierra y la primera tierra había desaparecido y el mar ya no existía¨. Un pasaje maravilloso empaquetado con significado bíblico. Le sugiero que comencemos con esta última observación. El mar ya no existía. Recuerden lo que les dije de la trayectoria de la historia. La Biblia entera comienza cuando Dios trae al mundo, el cosmos armoniosamente creado a la existencia y dice en el comienzo de Génesis, su espíritu sobrevoló e; ¨TOHU BABOHU¨ en hebreo que significa el caos acuoso. A partir del caos acuoso, Dios trae orden bueno a su mundo creado. Esto se convierte ahora en una clave de interpretación para la Biblia completa. El TOHU BABOHU representado como lo que se opone a la intención creativa de Dios que trae orden y armonía a partir de El. Esa es la ocupación de Dios, esa es la obra de Dios.
¿Cuál es la historia concreta de la Biblia? Es la historia de Dios enfrentando el resurgimiento de este Toho Babohu. Piense en la historia del Diluvio. Escuchamos allí sobre el pecado expresándose por toda la tierra, bueno eso está simbolizado en las grandes aguas del Diluvio. Pero Dios envía una operación de rescate. El Arca de Noé, es un lugar donde el microcosmos del orden bueno de Dios puede ser preservado. Es un microcosmos del Cielo bueno y de la Tierra buena, incluso en medio del caos acuoso. Dios les envía una operación de rescate en la forma del Pueblo de Israel. Frente y en contra del Tohu Babohu del pecado, conforma un Pueblo de acuerdo a su propio corazón. Les da la Ley, les da la Liturgia, les da la Alianza, les da la Profecía. Estas son todas las instituciones por las cuales se frena el caos acuoso. Pero así se reafirma así mismo. Piense en la esclavitud de Egipto. Piensen en las batallas contra los filisteos y los asirios, los babilonios, los griegos y los romanos. Estas son todas expresiones del caos acuoso abriéndose camino de regreso. Pero Dios continua el envío de una operación de rescate. Una de las más poderosas es el Templo de la ciudad Santa. El templo es el lugar donde habita Dios. Estas son todas las operaciones de rescate que envía el Dios de Israel para frenar el caos acuoso. Pero cual es la en la plenitud de los tiempos DIOS TANTO AMO AL MUNDO QUE ENVIO A SU HIJO UNICO. Lo envió a nuestra humanidad. Si pero hasta el fondo de la disfunción del pecado, yendo hasta el fondo mismo de Tohu Babohu para que púdiera rescatarnos a los que habíamos caído en estas profundidades. Ahora en la Resurrección del Hijo de Dios, retornando el Hijo al Padre trayendo con El al Mundo que ha Revivido.
JUAN 13, 31 – 33A, 34-35
El Evangelio de hoy nos enseña a cómo amar a otros con el amor de Dios. Encontramos gozo y alegría solo en Dios, porque nuestras almas están conectadas a Dios. Pero aquí está el truco – y toda la vida cristiana se despliega en ello: Dios es amor … El amor es Dios. Dios se da a Sí mismo por los otros. Y esto significa que, paradójicamente, tener a Dios es ser lo que Dios es, y esto significa dar la vida.
Ahora vemos el vínculo entre la alegría y los mandamientos: «Les doy un mandamiento nuevo: amarse los unos a los otros. Como yo los he amado, así también deben amarse los unos a los otros». Y ahora empezamos a entender las leyes, los mandatos y demandas de la Iglesia. Todas están diseñadas para hacernos más adeptos a la entrega. No robes, no mates, no codicies los bienes, o la esposa de tu prójimo; honra a tu madre y padre; alabar a Dios. Todos estos mandamientos, positivos y negativos, tienen el propósito de despertar y hacer posible el amor.
Hay que notar, por favor, que debemos amar con un amor divino apropiado: «Les he llamado amigos, porque les he contado todo lo que he oído de mi Padre». Un mensaje radical, desmesurado, excesivo, completo.
Isidro Labrador, Santo
Laico, 15 de mayo
Laico. Martirologio Romano: En Madrid, capital de España, labrador, que juntamente con su mujer, santa María de la Cabeza o Toribia, llevó una dura vida de trabajo, recogiendo con más paciencia los frutos del cielo que los de la tierra, y de este modo se convirtió en un verdadero modelo del honrado y piadoso agricultor cristiano. († 1130)
Fecha de canonización: 12 de marzo de 1622 por el Papa Gregorio XV.
Breve Biografía
Cuarenta años antes de que ocurriera, había escrito Cicerón: “De una tienda o de un taller nada noble puede salir”. Unos años después, en el año primero de la era cristiana, salió de un taller de carpintero el Hijo de Dios. Las mismas manos que crearon el sol y las estrellas y dibujaron las montañas y los mares bravíos, manejaban la sierra, el formón, la garlopa, el martillo y los clavos y trabajaban la madera. Desde entonces, ni la azada ni el arado ni la faena de regar y de escardar tendrían que avergonzarse ante la pluma ni ante el manejo de los medios modernos de comunicación, ni ante las coronas de los reyes. El patrón de aquella villa recién conquistada a los musulmanes, Madrid, hoy capital de España, no es un rey, ni un cardenal, ni un rey poderoso, ni un poeta ni un sabio, ni un jurista, ni un político famoso. El patrón es un obrero humilde, vestido de paño burdo, con gregüescos sucios de barro, con capa parda de capilla, con abarcas y escarpines y con callos en las manos. Es un labrador, San Isidro. Como el Padre de Jesús, cuyas palabras nos transmite San Juan en el evangelio 15,1: “Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador”.
SE POSTRARON LOS REYES
Ante su se-pulcro se postraron los reyes, los arquitectos le construyeron templos y los poetas le dedicaron sus versos. Lope de Vega, Calderón de la Barca, Burguillos, Espinel, Guillén de Castro, honraron a este trabajador madrileño.
El historiador Gregorio de Argaiz le dedicó un gran libro: «La soledad y el campo, laureados por San Isidro». Fue su misión, laurear el campo, frío, duro, ingrato, calcinado por los soles del verano y estremecido por los hielos de los inviernos. El campo quedó iluminado y fecundado por su paciencia, su inocencia y su trabajo. No hizo nada extraordinario, pero fue un héroe.
Fue un héroe que cumplió el “Ora et labora” benedictino. La oración era el descanso de las rudas faenas; y las faenas eran una oración. Labrando la tierra sudaba y su alma se iluminaba; los golpes de la azada, el chirriar de la carreta y la lluvia del trigo en la era, iban acompañados por el murmullo de la plegaria de alabanza y gratitud mientras rumiaba las palabras escuchadas en la iglesia. Acariciando la cruz, aprendió a empuñar la mancera. He ahí el misterio de su vida sencilla y alegre, como el canto de la alondra, revolando sobre los mansos bueyes y el vuelo de los mirlos audaces.
TAN POBRE
Alegre y, sin embargo, tan pobre. Isidro no cultivaba su prado, ni su viña; cultivaba el campo de Juan de Vargas, ante quien cada noche se descubría para preguntarle: «Señor amo, ¿adónde hay que ir mañana?» Juan de Vargas le señalaba el plan de cada jornada: sembrar, barbechar, podar las vides, limpiar los sembrados, vendimiar, recoger la cosecha. Y al día siguiente, al alba, Isidro uncía los bueyes y marchaba hacia las colinas onduladas de Carabanchel, hacia las llanuras de Getafe, por las orillas del Manzanares o las umbrías del Jarama. Cuando pasaba cerca de la Almudena o frente a la ermita de Atocha, el corazón le latía con fuerza, su rostro se iluminaba y musitaba palabras de amor. Y las horas del tajo, sin impaciencias ni agobios, pero sin debilidades, esperando el fruto de la cosecha “Tened paciencia, hermanos, como el labrador que aguanta paciente el fruto valioso de la tierra, mientras recibe la lluvia temprana y tardía” Santiago 5, 7. Así, todo el trabajo duro y constante, ennoblecido con las claridades de la fe, con la frente bañada por el oro del cielo, con el alma envuelta en las caricias de la madre tierra.
NO SABÍA LEER
El Cielo y la tierra eran los libros de aquel trabajador animoso que no sabía leer. La tierra, con sus brisas puras, el murmullo de sus aguas claras, el gorjeo de los pájaros, el ventalle de sus alamedas y el arrullo de sus fuentes; la tierra, fertilizada por el sudor del labrador, y bendecida por Dios, se renueva año tras año en las hojas verdes de sus árboles, en la belleza silvestre de sus flores, en los estallidos de sus primaveras, en los crepúsculos de sus tardes otoñales, con el aroma de los prados recién segados. Isidro se quedaba quieto, silencioso, extático, con los ojos llenos de lágrimas, porque en aquellas bellezas divisaba el rostro Amado. Seguro que no sabia expresar lo que sentía, pero su llanto era la exclamación del contemplativo en la acción, con la jaculatoria del poeta místico Ramón Llull: «¡Oh bondad! ¡Oh amable y adorable y munificentísima bondad!». O del mínimo y dulce Francisco de Asís, el Poverello: “Dios mío y mi todo”. “Loado seas mi Señor por todas las criaturas, por el sol, la luna y la tierra y el agua, que es casta, humilde y pura”. O también con el sublime poeta castellano como él: “¡Oh montes y espesuras – plantados por las manos del Amado – oh prado de verduras, de flores esmaltado – decid si por vosotros ha pasado!!!.
“El que permanece en mí y yo en él ese da fruto abundante” Juan 15,5. Así, el día se le hacía corto y el trabajo ligero. Bajaban las sombras de las colinas. Colgaba el arado en el ubio, se envolvía en su capote y entraba en la villa, siguiendo la marcha cachazuda de la pareja de bueyes.
UNA SANTA
Empezaba la vida de familia. A la puerta le esperaba su mujer con su sonrisa y su amor y su paz. María Toribia era también una santa, Santa María de la Cabeza. Un niño salía a ayudar a su padre a desuncir y conducir los bueyes al abrevadero. Era su hijo, que lo era doblemente, porque después de nacer, Isidro le libró de la muerte con la oración. Luego arregla los trastos, cuelga la aguijada, ata los animales, los llama por su nombre, los acaricia y les echa el pienso en el pesebre, pues, según la copla castellana: “Como amigo y jornalero, – pace el animal el yero, – primero que su señor; – que en casa del labrador, – quien sirve, come primero”. Hasta que llega María restregándose las manos con el delantal: «Pero ¿qué haces, Isidro, no tienes hambre? -le dice cariñosamente-. Ya en la mesa, la olla de verdura con tropiezos de vaca. Pobre cena pero sabrosa, condimentada con la conformidad y animada con la alegría, la paz y el amor. Y eso todos los días; dias incoloros pero ricos a los ojos de Dios. Sin saber cómo, Isidro se ha ido convirtiendo en santo. “Será como un árbol plantado al borde de la acequia: da fruto en su sazón y no se marchitan sus hojas; y cuanto emprende tiene buen fin” Salmo 1,1. “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante” Juan 15,6
Ya su aguijada tiene la virtud de abrir manantiales en la roca, porque: “Mucho puede hacer la oración intensa del justo…Elías volvió a orar, y el cielo derramó lluvia y la tierra produjo sus frutos” Santiago 5, 17. “Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis y se realizará” Juan 15, 7. Ya puede Isidro rezar con tranquilidad entre los árboles aunque le observe su amo, porque los ángeles empuñan el arado. ¡Oh arado, oh esteva, oh aguijada de San Isidro, sois inmortales como la tizona del Cid, el báculo pastoral de San Isidoro y la corona del rey San Fernando!, exclama el poeta. Con la pluma de Santa Teresa habéis subido a los altares. Así es como la villa y corte, centro de España, tiene por patrón a un labrador inculto, sin discursos, ni escritos, ni hechos memorables, sólo con una vida escondida y vulgar de un aldeano, hombre de aquella pequeña villa que se llamaba Madrid, recién reconconquistada al Islam. En 1083 Alfonso VI había entrado por la cuesta de la Vega. El contraste es instructivo y proclama el estilo de Dios cuando nos regala sus santos. “Escondiste estos secretos a los sabios, y los revelaste a las gentes sencillas”. San Isidro labrador era un simple; reconocerlo es admirar los planes de Dios.
EL DIÁCONO DE SAN ANDRÉS
Lo que sabemos de su vida se debe al diácono de San Andrés, que conoció a su paisano y sólo ocupa media docena de páginas. ¿Quién es capaz de extender más la descripción de un labriego sencillísimo que cruza por esta vida sin ninguna aventura externa y sin más complicación que la personalísima de ser santo a los ojos de Dios? Fue un hombre sencillo, su villa era pequeña. Madrid era rica en aguas y en bosques, con su docena de pequeñas parroquias, sus estrechas calles y en cuesta, su alcázar junto al río, su morería y sus murallas. Un puñado de familias cristianas, entre ellas, la de los Vargas, que era la más rica, alrededor de la parroquia de San Andrés, a cuyo servicio estaba Isidro. San Isidro nos ofrece todo un programa de vida sencilla, de honrada laboriosidad, de piedad infantil aunque madura, de caridad fraterna, ejemplo para esta sociedad compleja, y llena de mundo, de vida callejera, de codicia y de egoísmo, que lamenta hoy el zarpazo del terrorismo atroz y espera el nacimiento del nuevo Infante heredero. Ambos acontecimientos, tan dispares, laten en el corazón celeste de San Isidro, en su calidad de Patrón de Madrid que lo es, en cierto modo, de España.
Mil veces valdría más amar y sufrir
Santo Evangelio según san Juan 13, 31-33. 34-35. Domingo V de Pascua
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey Nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Dios mío misericordioso, que con pasión me amaste en mi miseria y pequeñez, hoy quiero agradecértelo. Quiero poner en tus manos este momento, en que deseo únicamente dedicarme a ti. Con la misma ilusión con la que Tú me esperas siempre, quiero dirigirme a ti durante este tiempo. Hazme escuchar tu voz con atención. Guíame para descubrir tu voluntad para mí. Concédeme aprender a amar contemplándote, Señor. Madre mía, en tus manos encomiendo esta oración.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 13, 31-33. 34-35
Cuando Judas salió del cenáculo, Jesús dijo: «Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo y pronto lo glorificará.
Hijitos, todavía estaré un poco con ustedes. Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros, como yo los he amado; y por este amor reconocerán todos que ustedes son mis discípulos».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Un detalle de cariño, aunque implique una renuncia, es una obra que siempre estamos dispuestos a emprender por quien amamos: todo con el simple deseo de alcanzarle una sonrisa –e incluso quizá una interior –que sólo nosotros le sabremos reconocer.
Es en los detalles donde se vislumbra el verdadero amor, aquél amor que ha traspasado el concepto de deber, para convertirse en el concepto de donar. El jornalero que vive todo el día bajo el sol no conoce la razón de su fatiga sino sólo en su familia. La persona que se encuentra bajo el techo de un despacho sin poder ver caminar la luz del sol, no tiene otro fundamento en su labor, que el de volver a casa para ver a sus seres queridos. Una mujer que ofrece su quehacer entre el silencio y el servicio, encuentra su motivo en el rostro de su esposo y de sus hijos. El amor es la única razón por la que el hombre vive.
Todo debe tener un sentido de amor en nuestras vidas. Y todos alguna vez hemos tenido la experiencia de la falta del sentido del amor, donde cualquier trabajo y sacrificio se tornó en una tortura. Sin embargo, aunque todo fuese simplemente por alcanzar una sonrisa, valdría soportar cualquier pena.
Pues entre más se ama, más se sufre. Pero mil veces valdría más amar y sufrir, que nunca amar: Tú nos lo enseñaste. Amarnos los unos a los otros, como Tú mismo nos amaste…
Señor, supiste enaltecer la idea de amor de tan sólo un simple sentimiento a la entrega plena de la voluntad. Y así, si un detalle de cariño alcanzaría una sonrisa, dar tu vida por amarme, alcanzó de mí darte la mía. Así sea.
«Sólo seremos de verdad bienaventurados, felices, cuando entremos en la lógica divina del don, del amor gratuito, si descubrimos que Dios nos ha amado infinitamente para hacernos capaces de amar como Él, sin medida. Como dice San Juan: «Queridos míos, amémonos los unos a los otros, porque el amor procede de Dios, y el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor».
(Homilía de S.S. Francisco, 28 de septiembre de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Participar en la Eucaristía, preferentemente en familia, y hacer una visita al Santísimo, antes o después, para orar por los que no experimentan el amor en sus vidas.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Un mandamiento nuevo
Cristo iba promoviendo una renovación de las costumbres y modos de ser de los hombres de todos los tiempos y naciones: predicó en el mundo el amor al prójimo.
«El pecado es una falta contra la razón, la verdad, la consciencia recta; es una falta al amor hacia Dios y hacia el prójimo, por causa de un apego perverso a ciertos bienes. Hiere la naturaleza del hombre y ofende la solidaridad» (CIC 1849). Esta sabia definición deja claro que los desórdenes y crímenes existentes en el mundo tienen su raíz únicamente en el pecado.
Por causa de él, vemos como los hombres se endurecieron y se cerraron en el egoísmo, olvidándose de Dios y de sus santos preceptos. En consecuencia, la humanidad se alejó del benéfico camino del bien y de la virtud, cayendo en las peores salvajerías y crueldades.
Egoísmo de Caín: el camino seguido por la humanidad
Al contemplar las páginas bíblicas, en los principios de la humanidad, luego después de la caída de nuestros primeros padres, vemos un atentado contra el primero y mayor Mandamiento de la Ley divina, que nos manda amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos (Cf. Mt 22, 37).
Después de haber sido expulsados del Paraíso, Adán y Eva tuvieron dos hijos: Caín y Abel (Cf. Gn 4, 1-2). Ambos crecieron bajo la mirada de sus padres, que se esmeraban en pasarles todas las enseñanzas recogidas en el Jardín del Edén. Entretanto, Adán y Eva se espantaban con la diferencia entre ellos: Caín, el mayor, era orgulloso y violento, mientras Abel era justo y piadoso. [1]
Con el pasar del tiempo, el primogénito se tornó agricultor, y el segundo, pastor de ovejas. Después de algunos años, decidieron ofrecer sacrificios a Dios. El inocente Abel ofrendó las primicias de sus rebaños y la carne más suculenta de las víctimas, mereciendo el agrado de su Creador. Caín ofreció los frutos de la tierra que no le hacían falta y estos fueron rechazados por el Señor. Se inflamó de cólera y envidia contra su hermano, culminando en el primer fratricidio de la Historia (Cf. Gn 4, 3-8).
¿Por qué Caín actuó de esta manera?
Su interior era todo hecho de egoísmo. Caín se mantenía cumplidor de los horarios y de los deberes porque él quería la atención de Eva; él quería oír a Adán decir de él: «¡Qué hijo bueno tengo yo!». Él quería el elogio, el incienso, el consuelo de ser bien querido y bien visto. En el fondo, él hacía todas las cosas por amor propio. Este amor propio lo llevó a matar al hermano. ¿Por qué? Porque ese amor propio formaba parte del maligno. […] Egoísta, hijo del pecado y llevando las marcas del pecado dentro de él. Era un hombre que hacía las cosas por puro interés. [2]
Por tanto, Caín procedió de este modo por causa de su egoísmo y porque no tenía verdadero amor a Dios; solamente se amaba a sí mismo, teniendo como resultado la falta de amor al prójimo. Así siendo, sus obras se tornaron malas, al punto de matar su hermano. El propio Nuestro Señor declaró a Santa Catarina de Siena respecto a las maléficas consecuencias que el egoísmo trae: «[…] El egoísmo, que es la negación del amor por el prójimo, se constituye como razón y fundamento de todo mal. Él es la raíz de los escándalos, del odio, de la maldad, de los perjuicios causados a los otros». [3]
Sin embargo, ese episodio no tuvo su término en Caín; a través de él, se delineaba el horrendo camino de egoísmo adonde la humanidad rumbaría. Pues, si corremos los ojos en las Sagradas Escrituras, en ellas encontraremos innúmeros hechos en los cuales trasparece la carencia de amor al prójimo en los hombres, y cuánto ellos se ahogaron en la egolatría después de la caída original. El vicio y el pecado reinaban sobre el mundo y la humanidad necesitaba de una renovación que diese sentido a la existencia del hombre.
Una nueva luz brilla en el mundo entero: un mandamiento nuevo
En una insignificante gruta, junto a la ciudad de Belén, nació un Niño, trayendo la solución para el mundo. Él vino no solo para reparar los males humanos, sino también dar un nuevo rumbo a la humanidad, como nos indica Mons. Clá Dias: «Ya en su nacimiento, en un simple pesebre, aquel Divino Infante reparaba los delirios de gloria egoísta codiciosamente buscada por los pecadores. Él se encarnaba para hacer la voluntad del Padre y, así, darnos el perfectísimo ejemplo de vida». [4]
Emanaban de él afabilidad, dulzura, un deseo enorme de hacer el bien, una sed ardiente de perdonar, atrayendo a todos e inculcándoles confianza. Cristo iba promoviendo una renovación de las costumbres y modos de ser de los hombres de todas las condiciones, de todos los tiempos y naciones: «Nuestro Señor Jesucristo […] predicó en el mundo el amor al prójimo. Y, sobre esta base enteramente nueva, Él renovó la Tierra, a tal punto que la historia quedó dividida en dos grandes períodos: la era anterior al nacimiento de Él y la Era Cristiana».[5]
Así fue durante toda su vida terrenal: un abismo de bondad, amor y misericordia. Entretanto, podríamos pensar que eso solo cabe realizar a Dios, y no a los hombres. Ahora, si el Divino Maestro nos dejó un ejemplo a seguir, quiere decir que ese es el camino por el cual debemos trillar: «Amó a cada uno de nosotros para que nos amásemos unos a otros».[6]
¿Pero cuál es este camino? La ley mosaica era muy precisa: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, toda tu alma y todas tus fuerzas» (Dt 6, 5); y: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Lv 19, 18). Sin embargo, Jesús amplió ese precepto cuando dijo: «Os doy un nuevo mandamiento: Amaos unos a otros. Como yo os he amado, así también vosotros debéis amaros unos a otros» (Jo 13, 34). Por este nuevo mandamiento, mostraba que no bastaba amar al prójimo, sino era necesario amar como Él amaba: en función de Dios y sin pretensiones.
El amor así practicado nos renueva. Por él seremos hombres nuevos, herederos del Nuevo Testamento […]. Este amor, hermanos queridísimos, renovó también los antiguos justos, los Patriarcas y los Profetas. Y después renovó los santos Apóstoles. Es todavía el mismo amor que renueva presentemente a todos los pueblos, y congrega todo el género humano que se esparce por el universo, haciendo de él el pueblo nuevo. […] La renovación adviene de la práctica del mandamiento nuevo. […] Oigan y guarden esta enseñanza: «Os doy un nuevo mandamiento: que os améis unos a otros. No como se aman los corruptores, ni como se aman los hombres como hombres, sino como se aman los hombres como son dioses y todos hijos del Altísimo». [7]
Por tanto, es a eso a lo que Nuestro Señor nos invita: tener un amor por el prójimo llevado a un alto grado, al punto de, si es preciso, uno dar la vida por el otro. Seamos santos, amándonos unos a otros por amor a Dios.
Perder a Cristo
Quien se sienta triste porque le parece encontrarse lejos de Cristo, tenga esperanza, Él no se va.
Le han matado a su Señor y ella no pudo socorrerle. Sus gritos en medio de la multitud no sirvieron de nada y en seguida los sofocaron con golpes y empujones. ¡No había podido hacer nada por Jesús! Seguirle en silencio y acompañarle de pie junto a la cruz. Y nada más.
Lloraba recordando, en cambio, lo bueno que había sido Jesús con ella aquel día en la casa de Simón, la paz que le había inundado siempre al lado del Maestro, su mirada bondadosa y limpia, aquella seguridad… Pero ya todo había acabado. Sus enemigos habían vencido y se habían desecho de Él y ahora ni siquiera le permitían a ella ungir como era debido el cuerpo del Señor.
Ella había creído que ya nunca podría llorar más. Que, después de la muerte de Jesús, quedaría insensible a cualquier otro dolor. Pero sí, aquello era demasiado. ¡Ya no tenía a Cristo! ¡Ni siquiera su cuerpo! Se lo habían quitado. Sintió rabia, amargura, odio, nostalgia. Todo a la vez.
Se le aparecen de pronto unos ángeles, pero ella ni se inmuta. ¿Qué le importa todo si ha perdido a Cristo? Jesús en persona se le acerca. No le oye llegar. Él se insinúa. Nada: está tan inmersa en su desesperación que no distingue la voz de Cristo hasta que Él mismo se le revela.
Ella se arroja sin dudarlo un instante a los pies de Cristo, los abraza llorando de alegría y en un instante cree entender todo lo que había pasado. Nosotros, mientras tanto, observémosla.
Ahí está María, de la que Jesús había expulsado siete demonios. Cristo le había perdonado sus muchos pecados porque ella había amado mucho. Y porque Jesús le había perdonado demasiado pensó que, en adelante, jamás podría decir que ella le amaba ya bastante.
Es una mujer y le ama como ella es: con sencillez, con naturalidad, con esos pequeños detalles que dejan la impronta de una alma delicada. No se le habían presentado oportunidades especiales, pero tampoco había perdido ninguna ocasión para demostrar a Jesús su cariño y su eterno agradecimiento por haberla salvado.
Con fina intuición esta mujer había experimentado que nada era comparable con la posesión de Cristo, con su amistad, con la paz que Él irradia. Y que, por ello, no existe peor tragedia que perderle o disgustarle.
Sólo se había equivocado en un detalle: creía que había perdido a Cristo, que se lo habían quitado. Y nadie pierde a Cristo «sin querer», como extraviamos un llavero o un reloj. María, en realidad lo llevaba muy, pero que muy vivo en su alma. Por eso se había levantado de madrugada. Por eso lloraba.
Quien se sienta triste porque le parece encontrarse lejos de Cristo, tenga esperanza. Si estuviese tan lejos como el demonio le sugiere, ninguna pena le daría. Una de dos: o ya tiene a Cristo o lo está tocando ya. Bastará, como hizo María, darse la vuelta, actuar como si ya lo hubiese hallado y descubrir la presencia de Cristo que le dice: «No me buscarías, si no me hubieses encontrado ya».
Señor, permíteme encontrarte en mi búsqueda de cada día.
Al maestro con cariño
Hoy por el mundo se ha desparramado un pequeño ejército de hombres que llevan impreso en el corazón y en el alma, sin quizá ellos saberlo, el amor y cariño de Miss Lolita. Porque el profesor tiene en su palabra el secreto de la vida.
Hace muchos años, siendo aún muchacho, acudí al sepelio de Miss Lolita, maestra, profesora y casi madre de más de veinte generaciones en la escuela que me vio crecer. Apenas si conocía a Mis Lolita, pero mi madre me envió al cementerio agregando esta recomendación: «Ella fue la maestra de tus hermanos. Ellos tienen una deuda con ella que no pueden ahora cumplir. Ve tú en su lugar». El entierro fue sencillo y solitario. Una veintena de personas entre todos acompañaban el ataúd a su descanso. (Cuantos alumnos por sus aulas, cuán sola hoy estaba! (Cuánto dio y cuan poco recibió! (Cosas de la vida y, a veces, cosas de los hombres! Ella fue una de esas mujeres que sin formar su propio hogar, fue cariñosa compañía y guía paciente de muchos niños y jóvenes necesitados de ayuda y dirección.
Hoy por el mundo se ha desparramado un pequeño ejército de hombres que llevan impreso en el corazón y en el alma, sin quizá ellos saberlo, el amor y cariño de Miss Lolita. Porque el profesor tiene en su palabra el secreto de la vida: haciendo nacer la verdad en el pecho del alumno, ha encendido un fuego que incendia el mundo. El profesor tiene la llave de la existencia, pero él mismo se queda en la penumbra. Es como esas lámparas de los escenarios que permaneciendo ellas mismas escondidas, derraman su luz dando a los personajes forma y color.
El ser profesor es mucho más que una tarea u oficio. Es la vocación que modela la fisonomía humana y espiritual de los educandos. Un profesor es un guía de alta montaña: indica, acompasa el paso, orienta la mirada, despierta la iniciativa, encauza la pasión. No se equivocaba Ward cuando afirmó:
El profesor mediocre, dice.
El buen profesor, explica.
El profesor superior, demuestra.
El gran profesor, inspira.
Inspirar es hacer nacer en el pecho del alumno un ideal, es poner en marcha su voluntad sin avasallar su libertad, es despertar en él la fuerza de la pasión bajo el dictado de la razón. Recuerdo el caso de la expedición chilena que conquistó el Everest en 1992. En ella iba un hombre, guía alpinista de varias generaciones, había intentado en distintas ocasiones la ascensión de la gran montaña, pero sin éxito, contaba ya cerca de los 60 años. En la expedición iba también su alumno más aventajado quien era, además, el jefe del grupo. Las cosas de la vida determinaron que el maestro se quedara en el campamento base como apoyo, mientras el alumno conquistaba la cumbre. Desde abajo, por medio de la radio, con la voz entrecortada por la emoción, el maestro alentaba, aconsejaba, daba fuerza… inspiraba. Él, maestro de alpinismo, después de una vida de ascensiones permanecía en el campamento base; su alumno, heredero de mil lecciones, se encaramaba en el techo del mundo.
Ser profesor es, pues, mucho más que enseñar, es despertar el alma, es ser cooperador de la verdad, es hacer que el otro sea plenamente aquello que Dios ha querido de él, es darle los medios para que camine por los vericuetos de la vida. Es necesario que en nuestro México, en el que gracias a Dios hay miles de grandes profesores, se valore más y mejor esta profesión. El futuro de la sociedad y de la familia se gesta en las aulas escolares.
Pero no es fácil ser profesor. Supone dar tanta luz que se pierde el contorno de la propia estrella. El buen profesor nutre sus lecciones con el sacrificio personal, con largas horas pasadas en el rincón del hogar preparando clases, corrigiendo apuntes, actualizando estudios. Son muchas las satisfacciones naturales que se niega a sí mismo en el cumplimiento de su tarea, pero precisamente esto lo hace más fuerte y desintere¬sado en su capacidad de acogida de sus alumnos. Él no sabe llamar la atención sin antes despertar en su propio corazón un gran respeto y aprecio por el formando, «porque sólo el que ama tiene derecho a corregir». Sabe ser fuerte en el fondo de su exigencia, pero suave y amable en la forma. El verdadero profesor, artista del alma, es un personaje extraordinario de nuestra sociedad. Mucho se le debe y mucho debería él mismo valorar su propia tarea educadora.
No es poco el dominio y la infinita paciencia que se requiere de él. Un grande poeta, León Felipe, lo expresó de forma muy bella:
«Voy con las riendas tensas
y refrenando el vuelo.
Porque no es lo que importa
llegar solo, ni pronto,
sino con todos y a tiempo.»
El aula de clase es un gimnasio de caridad y de entrega personal, como bien lo demostró Cantinflas en aquella obra genial del «Profe». Hay que saber callar, tragar muchas cosas, ahogar una palabra indiscreta y, sobre todo, saber esperar el momento oportuno para mover el alma hacia lo mejor. En cierto modo, hacerla resucitar. El profesor aprende de sus alumnos cuando los trata como personas y quiere encender en ellos la iniciativa personal. Se maravilla de sus logros, los aprecia, los ama y se entusiasma con sus triunfos. Los triunfos del educando son la corona del educador. Y su mayor ilusión ver que ellos caminan por la recta senda, y que incluso superan al maestro.
Un gran profesor y literato mexicano, Octavio Paz. Hombre inquieto y pensador insigne. Escritor, editor, amigo, fundador de instituciones y revistas, guía intelectual compuso un verso en el lejano 1974:
«Soy un hombre de breve duración,
y es inmensa la noche.
Pero miro hacia lo alto:
las estrellas escriben.
Sin entender, comprendo:
soy también escritura
y en este mismo instante
alguien me deletrea».
Sí, el profesor y maestro «entiende y comprende», él también es escritura de Alguien que le deletrea.
Flor del 15 de mayo: Causa de nuestra alegría
Meditación: “Los justos se alegran, se regocijan y saltan de júbilo pensando en la Providencia y Bondad de Dios” (Salmos 32,33). Cómo no estar felices si agradamos al Señor cumpliendo Su Voluntad y viendo todo lo que El nos da. Seamos hijos dignos pues el Señor es nuestro amigo. Todo nos da, y si caminamos junto a El, todo compartiremos: Su Amor, Su Dolor y Su Crucifixión, pero felices sabiéndonos herederos del Reino de Dios.
Oración: Madre de la alegría, sé nuestra guía y haznos llevar una vida realmente digna. Haz que ésta vasija rebose de amor, fe y esperanza, pues el Señor nos acompaña. Amén.
Decena del Santo Rosario (Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria).
Isidro Labrador, el santo al que le piden que llueva
Jornalero, esposo y padre de familia, fue el primer laico casado llevado a los altares
Isidro nació en torno al año 1082, cuando la zona de Madrid pertenecía a la taifa de Toledo dentro de Al-Andalus.
Muy pronto Alfonso VI reconquistó el territorio e Isidro pasaría su vida en la España mozárabe. Fue jornalero y parece que trabajó para varios señores. Se casó con María Toribia, conocida como santa María de la Cabeza, y tuvieron un hijo, san Illán.
Una vez fallecido, Isidro tuvo enseguida fama de santo. El rey Felipe II le atribuyó la curación de unas fiebres que le habrían llevado a la muerte. Es el primer laico casado que fue canonizado y su cuerpo se conserva incorrupto.
Santo patrón
San Isidro Labrador es patrono de los agricultores de Españay patrono de la capital, Madrid. Además, se le dedican muchas cooperativas, hermandades, iglesias y poblaciones en toda Hispanoamérica. A este santo se le hacen especialmente rogativas para que llueva en épocas de sequía.
Oración a san Isidro Labrador
Dios Padre Todopoderoso, que llenaste a san Isidro Labrador del Espíritu Santo,
dejándose poseer y conducir por Él,
viviendo y construyendo una familia cristiana, desde la escucha de tu Palabra
y mostrando en su trabajo diario, como esposo, padre y labrador,
que Jesucristo es Camino, Verdad y Vida y es quien nos hace libres.
A Jesucristo desde la Iglesia, sirvió generosamente con su vida,
animada por un amor fraternal hacia aquellos con los que vivía y se encontraba, proponiendo la dulce y confortadora alegría de evangelizar
desde la familia cristiana y desde el trabajo de cada día.
Por intercesión de san Isidro Labrador,
te pedimos el ímpetu interior que tuvo y vivió toda su familia,
irradiando el fervor de la alegría del Evangelio,
anunciando el Reino de Dios e implantando la Iglesia en el mundo.
Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
El Papa: Santidad no está hecha de actos heroicos, sino de amor cotidiano
El Papa Francisco ha canonizado a 10 beatos en la Plaza de San Pedro: También nosotros estamos llamados a ser santos, no es un camino cerrado
Alas 10 de la mañana de hoy, V Domingo de Pascua, en el parvis de la Basílica de San Pedro, el papa Francisco Francisco presidió la Celebración Eucarística y el Rito de Canonización de 10 beatos: Titus Brandsma (1881-1942), Maria Rubatto (1844-1904) y Charles de Foucauld (1858-1916), entre otros.
“La santidad no está hecha de algunos actos heroicos, sino de mucho amor cotidiano”, dijo el Papa Francisco este domingo 15 de mayo de 2022, durante la homilía y después de presidir el Rito de canonización.
Ante 60.000 files y peregrinos de todo el mundo, el Pontífice en su homilía recordó que la santidad no es una puerta cerrada o limitada a unos pocos.
El Sucesor de Pedro afirmó: “hemos erigido un ideal de santidad basado excesivamente en nosotros mismos, en el heroísmo personal, en la capacidad de renuncia, en sacrificarse para conquistar un premio”
El Papa destacó que es una “visión demasiado pelagiana de la vida y de la santidad”. De ese modo, “hemos hecho de la santidad una meta inalcanzable, la hemos separado de la vida de todos los días, en vez de buscarla y abrazarla en la cotidianidad, en el polvo del camino, en los afanes de la vida concreta y, como decía santa Teresa de Ávila, “entre los pucheros de la cocina”.
La santidad del amor cotidiano
“¿Eres consagrada o consagrado? Sé santo viviendo con alegría tu entrega. ¿Estás casado? Sé santo amando y ocupándote de tu marido o de tu esposa, como Cristo lo hizo con la Iglesia”, afirmó el Papa.
Asimismo, el Papa rechazó los estereotipos detrás de la imagen de santidad:
¿Eres un trabajador? Sé santo cumpliendo con honradez y competencia tu trabajo al servicio de los hermanos. ¿Eres padre, abuela o abuelo? Sé santo enseñando con paciencia a los niños a seguir a Jesús.
¿Tienes autoridad? Sé santo luchando por el bien común y renunciando a tus intereses personales». Este es el camino de la santidad. Así de simple. Pero, siempre ver a Jesús en los demás”.
El Papa pronunció estas palabras antes varias autoridades civiles presentes en la Plaza de San Pedro: El presidente de Italia, Sergio Mattarella; el ministro del interior de Francia, Gérald Darmanin; el Ministro de Asuntos Exteriores de los Países Bajos, Sr. Wopke Hoekstra; El ministro de las Minorías de India, Gingee K S Mathan, entre otros.
En una plaza de San Pedro con flores venidas desde Holanda, como don de reconocimiento por la santificación de Titus Brandsma, muerto en el campo de concentración de Dachau y que regaló un rosario a la enfermera que lo mató con una inyección letal, el Papa dijo:
“Estamos llamado también nosotros a servir al Evangelio y a los hermanos y a ofrecer nuestra propia vida desinteresadamente, sin buscar ninguna gloria mundana. También nosotros estamos llamados a esto”.
El Papa llamó a los canonizados, “nuestros compañeros de viaje”, quienes “vivieron la santidad de este modo: se desgastaron por el Evangelio abrazando con entusiasmo su vocación —de sacerdote, de consagrada, de laico—, descubrieron una alegría sin igual y se convirtieron en reflejos luminosos del Señor en la historia”.
“Un santo o una santa es un reflejo luminoso del Señor en la historia”, reiteró el Papa.
Asimismo, instó: “Intentémoslo también nosotros, el camino de la santidad no está cerrado, es universal, es una llamada para todos nosotros y comienza con el bautismo, no está cerrada, porque todos estamos llamados a la santidad, a una santidad única e irrepetible”.
“La santidad es siempre original”. El Papa citó al beato Carlo Acutis (1991-2006), que fue beatificado por Francisco el 10 de octubre de 2020: “No hay santidad de fotocopia, la santidad es original, es la tuya, la mía, la de cada persona”.
“Sí, el Señor tiene un proyecto de amor para cada uno, tiene un sueño para tu vida. Acógelo. Y llévalo adelante con alegría.”, concluyó.
El Cardenal Marcello Semeraro, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos leyó las biografías de los beatos canonizados hoy en una mañana soleada:
Titus Brandsma (1881-1942), presbítero profeso de la Orden Carmelita, mártir; Lázaro conocido como Devasahayam (1712-1752), laico, mártir; César de Bus (1544-1607), presbítero, fundador de la Congregación de los Padres de la Doctrina Cristiana (Doctrinarios); Luigi Maria Palazzolo (1827-1886), presbítero, fundador del Instituto de las Hermanas de los Pobres – Instituto Palazzolo; Giustino Maria Russolillo (1891-1955), presbítero, fundador de la Sociedad de las Divinas Vocaciones y de la Congregación de las Hermanas de las Divinas Vocaciones. Charles de Foucauld (1858-1916), presbiteriano; Marie Rivier (1768-1838), virgen, fundadora de la Congregación de las Hermanas de la Presentación de María; Maria Francesca di Gesù Rubatto (1844-1904), virgen, fundadora de las Terciarias Capuchinas de Loano; Maria di Gesù Santocanale (1852-1923), virgen, fundadora de la Congregación de las Hermanas Capuchinas de la Inmaculada de Lourdes; Maria Domenica Mantovani (1862-1934), virgen, cofundadora y primera superiora general del Instituto de las Hermanitas de la Sagrada Familia.
El rito de canonización de hoy ha sido el momento final y concluyente de un largo y laborioso proceso mediante el cual el Sucesor de Pedro, con un acto solemne, establece que un beato pueda ser inscrito en el libro de los Santos, es decir, la lista oficial de los que son venerados como tales en la Iglesia católica, y que su memoria sea celebrada en la Iglesia universal.
Un mártir de los hindúes, otro de los nazis, muchos fundadores y educadores…
10 nuevos santos: la primera santa de Uruguay, Foucauld, María Rivier, Tito Brandsma…
La Plaza de San Pedro en la canonización de María Rivier, Tito Brandsma, Carlos de Foucauld.
Este domingo 15 de mayo Francisco proclama como santos a 10 cristianos ejemplares, que hasta ahora recibían culto como beatos. Es
la primera canonización en Roma desde que se declaró la pandemia del coronavirus: la anterior fue en octubre de 2019, cuando Francisco canonizó al cardenal inglés J.H.Newman (1801-1890), a la brasileña Hermana Dulce Lopes (1914-1992), a Sor Giuseppina Vannini (1859-1911), la madre María Teresa Chiramel (1876-1926) y la seglar suiza Marguerite Bays (1815-1879).
La pandemia ha sido la causa de aplazar algunas de las nuevas canonizaciones, que han acabado juntándose en esta ceremonia que agrupa a 10 figuras de diversos países, aunque con mayoría de religiosos italianos y también con mayoría de fundadores y pedagogos o educadores. Miembros de congregaciones ligadas a los nuevos santos llevaron al altar el incienso que se eleva tras la proclamación de su santidad.
Más que actos heroicos, mucho amor cotidiano, dijo el Papa
En su homilía, el Papa Francisco afirmó que “la santidad no está́ hecha de algunos actos heroicos, sino de mucho amor cotidiano”. Animó “a servir al Evangelio y a los hermanos y a ofrecer nuestra propia vida desinteresadamente, sin buscar ninguna gloria mundana”.
“Nuestros compañeros de viaje, hoy canonizados, vivieron la santidad de este modo: se desgastaron por el Evangelio abrazando con entusiasmo su vocación -de sacerdote, de consagrada, de laico-, se desgastaron por el Evangelio, descubrieron una alegría sin igual y se convirtieron en reflejos luminosos del Señor en la historia. Esto es un santo o una santa, un reflejo luminoso del Señor en la historia”, señaló el Pontífice, que sabía que entre el público había muchos consagrados y consagradas de las instituciones caritativas y educativas que fundaron varios de ellos.
El ejemplo de los santos en época de guerras y tensiones
Justo antes del rezo cantado del Regina Caeli, el Papa saludó «especialmente a los que pertenecen a las familias espirituales de los nuevos santos, y a todos los fieles, pueblo fiel de Dios, reunidos aquí desde muchas partes del mundo». Hizo mención a las delegaciones de distintos países en la plaza, «en particular al Presidente de la República Italiana. Es hermoso notar que, con su testimonio evangélico, estos santos han favorecido el crecimiento espiritual y social de sus respectivas naciones y también de toda la familia humana». En una alusión a la guerra de Ucrania y a otras guerras y choques internacionales, añadió: «Mientras tristemente crecen las distancias en el mundo y aumentan las tensiones y las guerras, los nuevos santos inspiran soluciones de conjunto, caminos de diálogo, especialmente en el corazón y la mente de quienes ocupan cargos de gran responsabilidad y están llamados a ser protagonistas de la paz y no de guerra».
Reliquias de los 10 nuevos santos e incienso en la gran canonización de 2022.
1. Tito Brandsma, carmelita holandés, periodista, mártir de los nazis
Titus Brandsma era holandés, sacerdote carmelita y llegó a ser rector de la Universidad Católica de Nimega en 1932 y 1933. Cuando los nazis ocuparon Holanda, él predicó a favor de la libertad de prensa. Denunciaba a los nazis por sus presiones contra la prensa católica, los colegios religiosos y su persecución contra los judíos. De hecho, era portavoz de los obispos holandeses en estas denuncias.
La excusa concreta para detenerle fue que se negó a expulsar a niños judíos de su escuela y se negó a publicar propaganda nazi en los periódicos católicos, propaganda que era obligatoria. Así fue internado en el campo de concentración de Dachau, por donde pasaron otros 2.700 clérigos: algo más de mil murieron allí.
Titus Brandsma, sacerdote capuchino, periodista firme ante los nazis.
En Dachau sólo los sacerdotes alemanes presos podían celebrar misa, pero ellos pasaban la Eucaristía al padre Brandsma escondida en una funda de gafas, que él repartía entre otros presos. Al enfermar, una enfermera le puso una inyección letal en julio de 1942. Otra enfermera indicó que la orden de eliminarlo había llegado de la Gestapo, la policía secreta. Hay un movimiento a favor de declararlo patrono de la prensa, o de la prensa católica, junto a San Francisco de Sales.
Lea aquí el milagro que permite la canonización del mártir Brandsma. Y más sobre su vida y resistencia aquí.
2. Charles de Foucauld (1858-1916), militar, explorador, ermitaño pobre del desierto
Foucauld fue sacerdote ermitaño en el sur del Sáhara argelino, no consiguió evangelizar a casi nadie en ese desierto, entre los tuareg, pero tras su muerte su espiritualidad de pobreza y desierto fue muy fecunda y en ella se inspiraron a lo largo del siglo XX muchos iniciadores de comunidades católicas, misioneras, monásticas o semimonásticas, convirtiéndose en una de las figuras espirituales más populares del siglo.
De origen noble, huérfano, perdió la fe en su juventud y fue explorador militar francés en Marruecos, autor de interesantes trabajos científicos. La espiritualidad de los marroquíes le despertó el interés. De vuelta a Francia, habló sobre la fe con una pariente, leyó «Elevaciones del alma a Dios», de Bossuet y en una iglesia rezaba: «Dios, si existes, haz que yo te conozca». Un sacerdote le animó a confesarse con él: esa fue su primera conversión. Años después, tendría otra, de abandono y pobreza total, en el desierto y la hambruna. Fue monje trapense 7 años, luego sacerdote ermitaño. Un adolescente le mató de un disparo durante una revuelta antifrancesa en el desierto al sur de Argelia.
3. María de Jesús (Carolina Santocanale) (1852-1923), una noble entre los más pobres
Esta religiosa siciliana nació en una familia noble, pero abandonó su mundo de comodidades por servir a los pobres, inspirada por la Regla franciscana. En una casa heredada de sus abuelos, con unas compañeras, empezó un servicio de visitar pobres y enfermos y acoger huérfanos. A partir de 1910 sus religiosas pudieron vestir hábito capuchino.
La escasez de medios, malentendidos, la Primera Guerra mundial y otras dificultades fueron minando sus fuerzas, pero siempre se apoyó en la Eucaristía. Su congregación es la de las Hermanas Capuchinas de la Inmaculada Concepción de Lourdes, que tiene unas 30 comunidades y unas 150 hermanas trabajando con los necesitados en Italia, Albania, Brasil, Madagascar y México.
4. María Rivier (1768-1838), niña enferma, catequista clandestina, fundadora fértil
Maria Rivier empezó como una niña enferma, con raquitismo. «Si me curas, te traeré muchos niños más», le dijo a la imagen de la Virgen de su pueblo. Y mejoró mucho. A partir de 1789, con la Revolución francesa y sus persecuciones al clero, ella organizó arriesgados encuentros de oración en su casa.
Maria Rivier, pequeña y frágil pero puso en marcha una gran obra al servicio de los niños.
Luego, en 1796, con cuatro compañeras, en la fiesta de la Presentación de María en el Templo, lanzó su congregación para evangelizar y servir a los niños. Así nacía la congregación de la Presentación. Murió en 1838 y cuatro años después sus religiosas llegaban a Canadá. Hoy están en 14 países, con más de 100 escuelas, unas 1.000 religiosas y 47.000 alumnos.
(Yasmín Oré cuenta mucho más sobre María Rivier aquí).
5. Lázaro Devasahayam Pillai (s.XVIII), de militar devoto de Kali a mártir
Un militar francés asesor en el reino hindú de Travancore explicó la fe católica a Nilampulla, un funcionario y militar de la corte, devoto de Kali, hijo de sacerdote de Shiva. Se bautizó con el nombre de Devasahayam, y también el de Lázaro: ambas cosas significan «Dios es mi auxilio». Él habló de la fe a otros nobles, que maniobraron contra él. Le encarcelaron y torturaron durante 3 años y finalmente fue fusilado en 1752, con 40 años.
Una película india cuenta la historia de Devahasayam Pillai, de alta cuna, pero encarcelado por su fe.
Cuatro décadas después aún seguían las persecuciones contra nobles cristianos, lo que indica que su ejemplo inspiró a muchos a mantener la fe. Su cuerpo descansa en la catedral de Nagercoil.
(Lea su historia más detallada aquí en ReL.)
6. Madre Francisca Rubatto (1844-1904), italiana, pero primera santa de Uruguay
Anna Maria Rubatto, de nombre religioso Madre Francisca de Jesús, nacida en Carmagnola, Italia, en 1844, va a ser considerada la primera santa uruguaya. Su cuerpo descansa en un santuario en el barrio Belvedere de Montevideo. A los 4 años quedó huérfana de padre, y a los 19 murió su madre. Vivía acompañando a una señora de la buena sociedad a la que ayudaba en sus obras de caridad. Era una seglar devota, que daba catequesis a niños y visitaba enfermos en el Cottolengo y en los Oratorios de Don Bosco en Turín.
Un sacerdote capuchino la vio ayudar a un obrero recién accidentado y la invitó a liderar un grupo de jóvenes con ganas de consagrarse. Ella tenía 40 años. Así en 1885 nacían las Hermanas Terciarias Capuchinas de Loano, dedicada a los enfermos y, especialmente, a los niños y jóvenes abandonados.
En 1892, con cuatro de hermanas de su congregación, partió hacia América Latina, abriendo comunidades en Brasil, Argentina y Uruguay. Siete veces atravesó el océano para acompañar a las hermanas en ambos continentes. Abrió 18 casas en los 20 años de su gestión. Murió de cáncer en Montevideo en 1904. Hoy la congregación tiene comunidades en Italia, Brasil, Perú, Argentina (con 8 colegios), Uruguay (4 escuelas) y 5 países del África negra.
Lea aquí la historia del milagro para su canonización.
7. María Domenica Mantovani (1862-1934), fundadora pobre de las Hermanitas de la Sagrada Familia
María Domenica Mantovani era la mayor de 4 hermanos de una familia pobre de cerca de Verona, Italia. Aprendió el catecismo y letras básicas pero no pudo proseguir sus estudios. Ya de adolescente hablaba de Dios y de lecturas pías a sus amigas. El beato Giuseppe Nascimbeni, párroco, fue su maestro espiritual desde los 15 años. Al crecer visitaba a pobres y enfermos y enseñaba el catecismo a los niños. A los 24 años hizo voto de virginidad perpetua.
Hasta los 30 años vivió con su familia. Solo al cumplir esta edad, con el padre Nascimbeni, puso en marcha la Congregación de las Hermanitas de la Sagrada Familia para servir a los pobres. A su muerte la comunidad ya contaba con unas 1.200 hermanas en 150 casas de varios países, dedicadas a la caridad. En Argentina tienen 12 comunidades, y allí se han dado los dos milagros de la causa, el de la beatificación (milagro en 1999) y el de la canonización (milagro en 2011). ¡La mamá ‘milagrada’ en 1999 fue quien animó a rezar a la mamá ‘milagrada’ de 2011! (Lea aquí la historia de estos milagros).
8. César de Bus (1544-1607), de joven frívolo a sacerdote promotor de la catequesis
Es el más antiguo de los nuevos santos. Sus padres eran emigrantes italianos acomodados en la corte francesa de Carlos III y él creció en un mundo de frivolidades. Fue soldado y poeta, como tantos otros en su época. Pero un día experimentó una visión de la Virgen María que le transformó por completo. Le fueron orientando el sacerdote jesuita Pierre Péquet y su amiga Antoniette, una analfabeta que le pedía que le leyera las vidas de los santos.
César de Bus, de joven noble frívolo a impulsor de la catequesis popular.
Ordenado sacerdote y admirador de San Carlos Borromeo, trató de seguir su modelo promoviendo la enseñanza del catecismo entre las clases populares. Con otros sacerdotes fundó los Padres de la Doctrina Cristiana (Doctrinarios de Aviñón) la orden femenina de las Ursulinas de la Provenza. Su obra influyó en posteriores santos pedagogos como San Juan Bautista de La Salle y San Marcelino Champagnat. Los Padres Doctrinarios hoy tienen comunidades en Francia, Italia, Brasil, India y Burundi y siguen centrados en promover la catequesis popular.
9. Luigi Maria Palazzolo (1827-1886), sacerdote italiano fundador del Instituto de las Hermanas de los Pobres (Instituto Palazzolo)
Sacerdote en Bérgamo (Italia), fundó las Congregaciones de las Clarisas y de los Hermanos de la Sagrada Familia para acoger a niñas huérfanas y pobres. También creó escuelas nocturnas para jóvenes y adultos. La labor educativa y la formación religiosa que ofreció fueron tan eficaces que unos cuarenta jóvenes del Oratorio optaron por hacerse sacerdotes. Sometido a un gran sufrimiento físico y moral, murió a la edad de 58 años.
La congregación que fundó (Instituto Palazzolo) cuenta hoy con unas mil hermanas y un centenar de comunidades, en Italia, Perú, Suiza, Brasil, Congo, Costa de Marfil, Malawi y Kenia. Seis hermanas de este instituto murieron enfrentándose de manera generosa y heroica al ébola en Congo en 1995, por lo que sus virtudes heroicas ya han sido reconocidas por la Iglesia.
10. Giustino Maria Russolillo (1891-1955), sacerdote animador de vocaciones
Sacerdote de Pianura, en la provincia de Nápoles, vivió su vida y su ministerio al servicio de las vocaciones, para lo que fundó una sociedad de sacerdotes. Fue predicador, conferenciante y escritor. Ofrecía sus sufrimientos y choques humanos a la Virgen María. La catequesis permanente y la atención pastoral a las familias transformaron su comunidad parroquial, que se convirtió así en una «casa de santidad» y en la cuna de numerosas vocaciones. Apoyaba a sacerdotes y religiosos con dificultades y animaba a los jóvenes a formar familias cristianas.