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Referencias Bíblicas
• Matthew 5:43-48
• Obispo Robert Barron

 

Amigos, en el Evangelio de hoy sobre el Sermón de la Montaña, el Señor nos ordena amar a nuestros enemigos.



¿Cuál es la prueba del amor? Jesús no pudo haber sido más claro que cuando, en el discurso que pronunció la noche antes de morir, dijo: “No hay amor más grande que dar la vida por los amigos”. Si el amor es estar dispuesto al bien del otro en cuanto otro, esta tiene que ser la expresión más plena, la última palabra, de ese amor.



Hay otra forma de probar este amor: amar a los enemigos, aquellos que no pueden o no quieren dar nada en retorno. Esto también tiene lugar en la cruz de Jesús. Judíos, romanos, fariseos, saduceos y hasta sus propios discípulos —todos lo traicionan, huyen de él, lo niegan u organizan activamente su muerte—. Y, sin embargo, estas son las mismas personas a las que ama, las mismas personas por quienes da su vida.



La prueba final es lo que hace Jesús cuando regresa de la muerte. A las mismas personas que contribuyeron a su muerte les dice: “Shalom”. Así es como somos amados; así es como debemos amar. Todo lo demás es algo secundario.

 

 

El Papa: Que la Iglesia sea capaz de reconciliación en las periferias existenciales

 

 

León XIV recibe por primera vez a los obispos de la Conferencia Episcopal Italiana (CEI) y subraya la centralidad de la fe, la misión de paz y el compromiso por la dignidad humana como fundamentos del servicio episcopal.

Salvatore Cernuzio – Vatican News

Una marcada atención al tema de la paz, un objetivo alcanzable y no «una utopía espiritual», con programas de educación a la no violencia en las diócesis, iniciativas de mediación en conflictos locales, proyectos de acogida que «transforman el miedo al otro en una oportunidad de encuentro».

Cooperación con las autoridades civiles en las cuestiones más relevantes para el bien común. Respeto de la dignidad humana frente a los desafíos que corren el riesgo de «aplastarla», como la IA, la biotecnología, los medios de comunicación social. Diálogo con todas las realidades eclesiales (parroquias, asociaciones y movimientos) como espacios de «escucha intergeneracional». Avanzar en el Camino Sinodal, sin miedo a hacer «opciones valientes».

El Papa León XIV se reúne por primera vez con la Conferencia Episcopal Italiana (CEI) y a los más de 200 obispos -a los que da la bienvenida diciendo «estoy realmente muy contento de verlos»- ofrece coordenadas y recomendaciones para el próximo futuro y para reforzar, mejorar o profundizar el trabajo ya iniciado. La audiencia se celebra en el Aula de las Bendiciones, un espacio entre la Basílica y la Plaza «cargado de las emociones que han acompañado los últimos acontecimientos», dice el Papa en referencia a su elección hace más de un mes, pero también al último lugar desde el que «el amado Papa Francisco» hizo resonar su último Mensaje Urbi et Orbi. «Fue su llamamiento extremo e intenso a la paz para todos los pueblos», dice León XIV.

Y yo también, en la noche de la elección, quise hacerme eco del anuncio del Resucitado: «¡La paz esté con vosotros!».

Que cada comunidad se convierta en «casa de paz»

De paz, en un momento cargado de tensiones internacionales y de violencia recrudecida, el Papa habla a la CEI instando a una «atención pastoral» sobre el tema para convertirse en «artesanos en los lugares de la vida cotidiana». Piensa en las parroquias, en los barrios, en las zonas del interior del país, en las periferias urbanas y existenciales, en todos esos lugares «donde las relaciones humanas y sociales se hacen difíciles y el conflicto toma forma, quizá de manera sutil, debe hacerse visible una Iglesia capaz de reconciliación», subraya el Pontífice.

Espero que cada diócesis pueda promover caminos de educación a la no violencia, iniciativas de mediación en los conflictos locales, proyectos de acogida que transformen el miedo al otro en oportunidad de encuentro. Cada comunidad debe convertirse en una “casa de paz”, donde se aprenda a desactivar la hostilidad a través del diálogo, donde se practique la justicia y se valore el perdón.

«La paz no es una utopía espiritual», concluye el Papa León, «es un camino humilde, hecho de gestos cotidianos, que entreteje paciencia y valentía, escucha y acción. Y que reclama hoy, más que nunca, nuestra presencia vigilante y generadora».

 

 

La persona es relación y misterio, no un sistema de algoritmos

El Pontífice exige la misma presencia y vigilancia para todos aquellos «desafíos que cuestionan el respeto de la dignidad de la persona humana»: la Inteligencia Artificial, la biotecnología, la economía de los datos y los medios de comunicación social que «están transformando profundamente nuestra percepción y experiencia de la vida». Un escenario ante el que «la dignidad de la persona humana corre el riesgo de ser aplastada u olvidada, sustituida por funciones, automatismos, simulaciones». «Pero la persona no es un sistema de algoritmos: es criatura, relación, misterio». Por eso es urgente que «el camino de las Iglesias en Italia incluya, en simbiosis coherente con la centralidad de Jesús, la visión antropológica como instrumento esencial del discernimiento pastoral».

Sin una reflexión viva sobre lo humano -en su corporeidad, en su vulnerabilidad, en su sed de infinito y capacidad de vinculación- la ética se reduce a un código y la fe corre el riesgo de desencarnarse.

Cultivar el diálogo

Otra de las recomendaciones de León XIV a la Conferencia Episcopal Italiana es «cultivar la cultura del diálogo», porque, subraya, «es bueno que todas las realidades eclesiales -parroquias, asociaciones y movimientos- sean espacios de escucha intergeneracional, de confrontación con mundos diferentes, de cuidado de la palabra y de las relaciones» y porque «sólo donde hay escucha puede nacer la comunión, y sólo donde hay comunión la verdad se hace creíble».

Avanzar en la sinodalidad

Citando a san Agustín, el Papa exhorta a los obispos italianos -que en marzo vivieron su Asamblea sinodal que concluyó con el aplazamiento de un documento final- a ir «adelante en la unidad, sobre todo pensando en el Camino sinodal.

Permanezcan unidos y no se defiendan de las provocaciones del Espíritu. La sinodalidad se hace mentalidad, en el corazón, en los procesos de decisión y en los modos de actuar.

 

Cuidado de los laicos

«¡Miren al mañana con serenidad y no tengan miedo de las opciones valientes!» es el aliento del Papa León. «Nadie -añade- podrá impedirles estar cerca de la gente, compartir la vida, caminar con los últimos, servir a los pobres. Nadie podrá impedirles que anuncien el Evangelio, y es el Evangelio lo que somos enviados a llevar, porque es lo que todos, nosotros los primeros, necesitamos para vivir bien y ser felices».

Procuren que los fieles laicos, alimentados por la Palabra de Dios y formados en la doctrina social de la Iglesia, sean protagonistas de la evangelización en los lugares de trabajo, en las escuelas, en los hospitales, en los ambientes sociales y culturales, en la economía y en la política.

Colaboración con las autoridades civiles

Recordando «el vínculo especial» que une al episcopado italiano con el Papa, León XIV asegura que se inspira en «los principios de colegialidad» en el ejercicio de su ministerio junto a los prelados: «Colegialidad entre ustedes y colegialidad con el Sucesor de Pedro», dice, recomendando que el mismo principio de comunión se refleje también en «una sana cooperación con las autoridades civiles».

La CEI es, de hecho, un lugar de confrontación y síntesis del pensamiento de los obispos sobre las cuestiones más relevantes para el bien común. Cuando es necesario, orienta y coordina las relaciones de los Obispos individuales y de las Conferencias Episcopales regionales con estas Autoridades a nivel local

En una Italia en la que se extienden el secularismo, «una cierta desafección hacia la fe» y la crisis demográfica, el Papa León -citando primero a Benedicto XVI y luego a Francisco- pide a los obispos “audacia” para «evitar acostumbrarse a situaciones tan arraigadas que parecen normales o insuperables». Es decir, pide «profecía», de esa que «no exige lágrimas, sino opciones valientes, propias de una verdadera comunidad eclesial: llevan a dejarse “turbar” por los acontecimientos y las personas y a sumergirse en las situaciones humanas».

Un nuevo impulso a la evangelización

De ahí la llamada a «un renovado impulso en el anuncio y la transmisión de la fe», para poner «a Jesucristo en el centro» y, siguiendo la estela de la Evangelii gaudium, «ayudar a los hombres a vivir una relación personal con Él, a descubrir la alegría del Evangelio».

Este es el primer gran compromiso que motiva todos los demás: llevar a Cristo «en las venas» de la humanidad.

 

 

Raniero de Pisa, Santo

Peregrino, 17 de Junio

Por: Redacción
Fuente: notidiocesis.agenciacatolica.com
Trovador

Martirologio Romano: En Pisa, en la Toscana, san Rainerio o Raniero, pobre y peregrino por Cristo († 1160).

Breve Biografía

Nació en el año 1117 en Pisa (Italia). Sus padres, Gandulfo Scacceri, próspero comerciante, y Mingarda, perteneciente a la noble familia de los Buzzacherini, deseosos de impartirle una educación rigurosa a su único hijo, encomendaron su formación al sacerdote don Enrico de San Martino. Pero Rainiero, particularmente dotado para la música (tocaba la lira) y para el canto, prefería las diversiones y la vagancia a los estudios.


De nada valieron los esfuerzos de sus padres por conducirlo a un comportamiento más cristiano, pues el joven pisano descuidó tanto las enseñanzas de sus padres como las de don Enrico. No obstante, a los 19 años su vida cambió. Fue crucial, para su conversión y decisión de abrazar plenamente la fe y vivir en extrema austeridad, su encuentro con el eremita Alberto, establecido en el monasterio pisano de San Vito y del cual escuchó sus consejos y lo hizo su modelo.

Cuatro años después, hacia el 1140, se embarcó rumbo a Tierra Santa decidido a imitar fielmente a Cristo en los lugares donde nuestro Señor había consumado su sacrificio.

Permaneció ahí por trece años, viviendo exclusivamente de limosnas, comiendo dos veces a la semana y exponiendo su cuerpo a grandes sacrificios. Además, peregrinaba en repetidas ocasiones a todos los lugares santos, demorándose de preferencia en el Calvario cerca del Santo Sepulcro, donde recibió de un sacerdote la túnica pelosa del eremita, la «pilurica», con la cual es representado en la iconografía.

Regresó a Pisa en 1153, rodeado de fama de santidad por los muchos milagros que Dios operó a través de su mano en Tierra Santa. Fue acogido por los canónigos de la Catedral y por el pueblo, quienes estaban al corriente de su admirable vida. Vivió un año en calidad de oblato en el monasterio de San Andrés, en Chinseca, y de ahí se transfirió a San Vito, donde desarrolló una intensa actividad apostólica con la venia del clero, predicando como simple laico y obrando numerosas conversiones.

 

 

Tanta era su fama de santidad que a su muerte, acaecida el 17 de junio de 1161, fue súbitamente proclamado santo, y este día -en el que actualmente le conmemoramos- fue declarado fiesta de precepto.

En 1632 el Arzobispo de Pisa, el Clero local, el Magistrado pisano, con la anuencia de la sacra Congregación de los Ritos, eligieron a Rainiero patrono principal de la ciudad y de la diócesis; y en 1689 fueron solemnemente colocados sus restos sobre el altar mayor de la Catedral pisana.

 

 

Mirar desde Dios

Santo Evangelio según San Mateo 5, 43-48.

 

Por: H. Iván Yoed González Aréchiga, L.C.
Fuente: missionkits.org

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Gracias por llamarme siempre para encontrarme contigo. Quiero venir hacia Ti y escuchar tu palabra. Y también hablarte. Quiero que sepas cómo me encuentro. Quiero que sepas, de mi voz, un poco de mí.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Mateo 5, 43-48

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Han oído ustedes que se dijo: Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo. Yo, en cambio, les digo: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian y rueguen por los que los persiguen y calumnian, para que sean hijos de su Padre celestial, que hace salir su sol sobre los buenos y los malos, y manda su lluvia sobre los justos y los injustos.

Porque si ustedes aman a los que los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen eso mismo los publicanos? Y si saludan tan sólo a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen eso mismo los paganos? Ustedes, pues, sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto».

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Esta doctrina es más que solo un sentimiento. Esta doctrina mira a lo más profundo de los corazones. Solamente en esta doctrina puedo confiar en que tengo un valor que jamás perderé. Aunque fuera el más pecador, la persona más imperfecta, aquella que jamás alcanza lo que busca o desea, incluso así, mi valor no cambia. Dios me creó. Me dotó de una dignidad. Soy imagen y semejanza suya. Y así lo es cada mujer y cada hombre.

En esto consiste el mandamiento: en aprender a mirar el corazón. ¿No sería hermoso un lugar en que todos miráramos el corazón del otro? Entonces no habría desconfianzas constantes, prejuicios, opiniones falsas. No es verdad que toda opinión es aceptable. A veces podemos de verdad equivocarnos sobre nuestro prójimo. Jesús nos mandó, por ello, amar también a quienes consideraríamos nuestros enemigos. Y ésos pueden ser tan simplemente aquellas personas que no nos simpatizan. Cuántas veces odio a alguien o critico a alguien por tan sólo su modo de ‘ser’ incluso cuando en esencia no es malo.

Hoy entrenaré una vez más mi mirada. Buscaré mirar desde Dios. Desde Aquél que a todos ama. Desde Aquél que me ama también a mí -a pesar de mis defectos, pero también con mis muchas cualidades. Así también, toda mujer y todo hombre ¡tienen tanto de bueno! Enséñame, Señor, a mirar así como Tú.

Cuando hablamos de «enemigos» no tenemos que pensar en quién sabe qué personas diferentes y alejadas de nosotros; hablamos también de nosotros mismos, que podemos entrar en conflicto con nuestro prójimo, a veces con nuestros familiares. ¡Cuántas enemistadas en las familias, cuántas! Pensemos esto. Enemigos son también aquellos que hablan mal de nosotros, que nos calumnian y nos tratan injustamente. Y no es fácil digerir esto. A todos ellos estamos llamados a responder con el bien, que también tiene sus estrategias, inspiradas en el amor.
(Homilía de S.S. Francisco, 19 de febrero de 2017).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy entrenaré mi mirada cristiana. Aquella que mira el corazón con aprecio y caridad aún aquellos que no me agrada algo de su persona o manera de actuar.

 

 

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

 

 

¿Qué significa para el cristiano “vivir en gracia”?

 

 

La gracia pasa desapercibida para el cristiano común, sin embargo, es una condición de vida que debe ser inherente al católico que desea salvarse de verdad.

Vivimos en un mundo apegado a la moda, por eso pudiera pasarle a algunos que creen que ser cristiano es un estilo de vida, tal como se cambia la ropa de acuerdo con la estación, eligiendo lo que mejor les acomoda sin importar las reglas de los grandes diseñadores; nada más lejos de la verdad, pues el católico debe recordar que vivir en gracia debe ser un hábito.

¿Qué es la gracia?

Conviene que recordemos el concepto «gracia» para comprender su importancia, por eso recurrimos al Catecismo de la Iglesia católica, que indica en el número 1987

La gracia del Espíritu Santo tiene el poder de santificarnos, es decir, de lavarnos de nuestros pecados y comunicarnos “la justicia de Dios por la fe en Jesucristo” (Rm 3, 22) y por el Bautismo (cf Rm 6, 3-4).

Recordemos que nacimos con el pecado original por el cual estábamos privados de la gracia. Con el Bautismo recibimos de Dios muchos dones: nacemos a la vida nueva, somos justificados de nuestros pecados, somos hechos hijos de Dios y miembros de la Iglesia. Además, como ya mencionamos, recibimos la gracia para responder a Dios, como dice el Catecismo:

Nuestra justificación es obra de la gracia de Dios. La gracia es el favor, el auxilio gratuito que Dios nos da para responder a su llamada: llegar a ser hijos de Dios (cf Jn 1, 12-18), hijos adoptivos (cf Rm 8, 14-17), partícipes de la naturaleza divina (cf 2 P 1, 3-4), de la vida eterna (cf Jn 17, 3). CEC 1996

Ahora bien, notemos cómo el Catecismo insiste en la gratuidad del don de la gracia y la participación que Dios nos hace de su vida «infundida por el Espíritu Santo en nuestra alma para curarla del pecado y santificarla» n. 2023. ¿Para qué? para que recordemos que debemos cuidarnos de perderla.

Un don habitual

 

 

Así mismo es necesario que entendamos que «La gracia santificante es un don habitual, una disposición estable y sobrenatural que perfecciona al alma para hacerla capaz de vivir con Dios, de obrar por su amor» n. 2000.  

Es decir, el católico debe estar acostumbrado a vivir como hijo de Dios, sabedor de que de ello depende su salvación eterna. Estar en gracia, significa, por lo tanto, cumplir los mandamientos y hacer la voluntad de Dios, pero no solamente mientras esté dentro de la iglesia, sino, y sobre todo, en su vida diaria, con su familia y compañeros de trabajo, y más aún, con los extraños a quienes encuentre en su camino.

Tal manera de vivir significa ir más allá de cuidarse de pecar; quiere decir vivir la caridad cristiana:

“Todos los fieles cristianos […] son llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad” (LG 40). “La perfección cristiana sólo tiene un límite: el de no tener límite” (San Gregorio de Nisa, De vita Moysis, 1, 5) CEC 2028

Y también, aceptar la voluntad de Dios con paciencia, porque él sabe mejor que nosotros lo que necesitamos para esta vida y la eterna:

“Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mt 16, 24).
CEC 2029

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