Ya viene el Mensajero de la Paz

Nahún comienza con el motivo y hasta regocijo de Esperanza: el Mensajero de la Paz que viene “sobre los montes” y exhorta a Judá, al pueblo, a cada uno a celebrar la fiesta y la fidelidad, a no temer al perverso ni la destrucción, pues Él, su Señor, lo restaura en su dignidad.  Y describe la realidad de la “ciudad sanguinaria” que increíblemente coincide, con tantos siglos por medio, con la actualidad bastante generalizada de nuestro mundo, de esta realidad que absorbe y aplasta la dignidad del pueblo (santo), del hombre, de…, con el engaño de la ambición, la guerra, el sometimiento y manipulación… “Nínive devastada” y el lamento por su situación. Pero volviendo al inicio de esta lectura surge la Fuerza, la Salvación y el Rescate de parte del “Mensajero que proclama la Paz” el Señor, nuestro Dios, el Dios de Judá que salva a sus hijos de la destrucción.

Seamos también mensajeros, recobrando la fiesta en la fidelidad (“cumple tus votos”) que, desde siempre, ya en Israel, es la clave de la prosperidad y bendición, de la predilección de Dios por su pueblo.   Hoy y ahora está viva esta misma realidad que se descubre por el profeta y está viva y abierta la Esperanza de un Salvador que asume sobre sí todo daño, dolor y destrucción, con tal que se vuelvan a Él. Y ante la pregunta del que sufre: “¿quién se compadecerá? ¿quién consolará?” encuentra un Corazón y unos Brazos dispuestos a perdonar y reconstruir al que vuelve pobre y desvalido.

Yo doy la muerte y la vida

Reitera que “ la ruina” acecha al hombre, la humanidad, que por sí mismo todo supone amenaza… hasta que el fiel (tú y yo) volvamos la mirada y el corazón al Señor compasivo y misericordioso que hace entender lo que dijo desde el principio, lleva repitiendo y continuará : “soy Yono hay dios fuera de mí” “Yo doy la muerte y la vida” , hiero y curo , porque la vida del hombre tiene una única y real procedencia y orientación y porque en el “Yo soy” Dios nos está diciendo a gritos que solamente tenemos que disponernos y secundar sus iniciativas salvadoras de Amor, Justicia y Misericordia.  Y nos enseña que al mal no hemos de combatirlo y vencerlo nosotros sino Él que es “el Poderoso que salva” “afila el rayo de su espada”da su paga a los que le aborrecen y sigue ofreciendo su Mano Salvadora a los que se acogen a Él.          

El que quiera seguirme que cargue con su cruz

Y va concretando el Señor a sus discípulos y a nosotros, al que quiera seguir su Camino y vivir Su Vida… porque a veces no acertamos a entender, porque a veces seguirle supone negar la natural comodidad y falsa paz o tranquilidad; porque negarse y tomar la cruz no nos gusta ni complace en absoluto. Pero… todos sabemos que la vida se engendra y genera entregándola, repartiéndola, sembrando y después, misteriosamente, de una pequeña aportación y entrega surge el milagro inconmensurable y callado de la Vida y ésta, para nosotros tiene origen y concreción en Jesús, el Hijo del hombre que “pagará a cada uno según su conducta”; por eso es necesario y conveniente seguir sus pasos, recibir Su Vida, dejar lo mío para que sea Él en mí, el único Santo “ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí”.

Esta es la muerte que conviene y da Vida; esta es la pérdida que supone ganancia, esta es la “senda estrecha” que impide desviar el Camino, el que todos añoramos en lo más adentro, estos son los que “verán al Hijo del hombre en su Reino” porque perdieron de lo propio para unirse a Él. Esta es la Esperanza, testimonio, fermento…para nuestros hermanos tan dañados “por los enemigos” en tan sinuosas y falaces ofertas. 

Y porque siempre tenemos la referencia extraordinaria en lo ordinario de la vida de María, no podemos pasar por alto que esta fecha coincide con la celebración de Santa María la Mayor en Roma, Basílica regentada por nuestros hermanos dominicos para impartir el perdón y la Misericordia; poniendo la referencia de la Virgen María como Salud del pueblo romano, ante la cual ora el Papa al ir y volver de sus viajes. La Madre, la que nos acompaña y abraza en este seguimiento de Cristo; la que manifiesta que la Confianza en el Dios que nos salva abre caminos insospechados y manifestaciones divinas como la nieve en agosto.

¿Cómo sientes y expresas la impresión en tu corazón por la situación de este mundo, la sociedad, la palpable manipulación sobre las personas, el riesgo de dejar hacer a cada uno … etc. y aplicas la Esperanza en Dios-Salvador?

«Quien quiera salvar su vida, la perderá». A menudo, en la vida, por muchos motivos, nos equivocamos de camino, buscando la felicidad solo en las cosas o en las personas a las que tratamos como cosas. Pero la felicidad la encontramos solamente cuando el amor, el verdadero, nos encuentra, nos sorprende, nos cambia. ¡El amor cambia todo! Y el amor puede cambiarnos también a nosotros, a cada uno de nosotros. Lo demuestran los testimonios de los santos. (Ángelus, 16 de septiembre de 2018).

Dedicación de la Basílica de Santa María

Llamada también Santa María de las Nieves. 5 de agosto

Santa María La Mayor

Dedicación de la basílica de Santa María, en Roma, construida en el monte Esquilino, que el papa Sixto III ofreció al pueblo de Dios como recuerdo del Concilio de Efeso, en el que la Virgen María fue saludada como Madre de Dios (c. 434).

Una vez que el Concilio de Éfeso, en el año 431, proclamó la maternidad divina de María, el Papa Sixto III erigió en Roma, sobre el monte Esquilino, una basílica dedicada a la Santa Madre de Dios. Recibe también el nombre de Santa María de las Nieves porque el sitio donde había de construirse quedó señalado de modo milagroso con una fuerte nevada en pleno verano.

Es la iglesia más antigua dedicada en Occidente a la Virgen María y uno de los templos más visitados de Roma y de toda la cristiandad.

Aprender a amar de verdad

Santo Evangelio según san Mateo 16, 24-28. Viernes XVIII del Tiempo Ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

María, veo qué pequeño soy, veo lo poco que soy y me cuesta creer que hay un Dios que me pueda amar. Tú, mamá, que eres verdadero ejemplo de confianza y abandono en Dios, ayúdame, llévame de la mano y enséñame a ponerme en manos del Señor. Hoy quiero rezar, quiero pasar un rato con Él.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 16, 24-28

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y me siga. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la encontrará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero, si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar uno a cambio para recobrarla?

Porque el Hijo del hombre ha de venir rodeado de la gloria de su Padre, en compañía de sus ángeles, y entonces dará a cada uno lo que merecen sus obras. Yo les aseguro que algunos de los aquí presentes no morirán, sin haber visto primero llegar al Hijo del hombre como rey».

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Cuántas veces me he preguntado en qué consiste tu camino, Señor. En qué consiste ser cristiano, o qué tiene de especial mi vocación, qué riqueza. Qué es lo que cambia en mi vida. Esperé tantas veces que mi vida se volviera distinta, que cambiara el entorno en que me muevo. Esperé poder gozar de ciertas «gracias» o «facilidades» venidas de tu mano en el día a día. Ahora que miro mi pasado y que veo tantas expectativas no llenadas, me pregunto si me equivoqué. En otras palabras, me pregunto por qué no llenaste mis deseos.

Pues bien, quizá debo admitir que mi fe no siempre ha sido muy grande. Quizá mis deseos muchas veces no eran necesariamente los mejores. Podrían haberme traído alguna satisfacción –o al menos eso es lo que yo creía- pero quizá no eran tan profundos. Te amaba, Señor, y te amo; pero confieso que muchas veces te busco y te he buscado más como un «hechicero» que como mi Dios.

Ahora, poco a poco he aprendido que la fe no consiste en pensar o desear algo con mucha certidumbre, para conseguirlo al instante. Sino más bien en una confianza personal en mi Creador. En una confianza que me abre los ojos y el corazón para buscarte y encontrarte. Y reconocer tu mano misericordiosa que me guía y me da lo que verdaderamente necesito.

Me preguntaba en qué consiste tu camino. Ahora veo que no consiste en el éxito. Ese camino sería para pocos (y, además, ¿quién tiene éxito que no tenga otro deseo de ser saciado?).. Es verdad que Tú obras en el éxito también, pero no es ésa la esencia de «ser cristiano».

Para responder a mis preguntas, dos frases resuenan constantemente en mi interior: «El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y me siga» y «si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, dará mucho fruto». Debo meditarlas frecuentemente. Son pedagogía divina que rompe con la pedagogía del mundo actual. Pedagogía para aprender a amar verdaderamente.

«Él lo dijo claramente a sus discípulos: “Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga”. Él nunca prometió honores y triunfos. Los Evangelios son muy claros. Siempre advirtió a sus amigos que el camino era ese, y que la victoria final pasaría a través de la pasión y de la cruz. Y lo mismo vale para nosotros. Para seguir fielmente a Jesús, pedimos la gracia de hacerlo no de palabra sino con los hechos, y de llevar nuestra cruz con paciencia, de no rechazarla, ni deshacerse de ella, sino que, mirándolo a él, aceptémosla y llevémosla día a día».

(Homilía de S.S. Francisco, 9 de abril de 2017).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy, al rezar, buscaré tener un corazón abierto a aquello que Dios me quiera dar y pedir.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Consejos para recuperar la paz espiritual

Tratamos el problema de la pérdida de la paz espiritual a partir de nuestros propios pecados. ¿A quién no le ha ocurrido?

Hace algunos días terminé el libro “La paz interior” de Jacques Philippe. Es un libro espiritual muy breve, con un lenguaje sencillo y lleno de enseñanzas muy hermosas sobre importancia de cultivar la paz espiritual en la vida cristiana. La obra repasa todas aquellas acciones y situaciones, propias o ajenas, que nos hacen perder la paz interior; por ejemplo, cuando perdemos la paz porque no aceptamos nuestro pasado, porque no nos gusta cómo somos o cómo son los demás, etc. Ofrece además reflexiones y consejos prácticos para mantener esa paz en cada una de las situaciones tratadas.

Entre esos consejos, me parecieron particularmente sugerentes y útiles los que enfrentaban el problema de la pérdida de la paz espiritual a partir de nuestros propios pecados. ¿A quién no le ha ocurrido? Cuando pecamos nos sentimos culpables por nuestras acciones y eso es algo muy sano; sin embargo, no es infrecuente que ese sentimiento de culpa degenere y nos lleve a experimentar remordimientos y angustias que poco o nada tienen que ver con el Dios misericordioso en el que creemos. Por esta razón, quiero repasar con ustedes 11 de los varios consejos que el libro ofrece para enfrentarnos como Dios manda a nuestros propios pecados.

1. Buscar la paz interior y rechazar la angustia complace al Señor

¿Qué es lo que más agrada a Dios? ¿Cuando después de una caída nos descorazonamos y atormentamos, o cuando reaccionamos diciendo: «Señor, te pido perdón, he pecado otra vez, ¡mira lo que soy capaz de hacer por mí mismo! Pero me abandono confiadamente en tu misericordia y en tu perdón y te doy gracias por no haberme permitido pecar aún más gravemente. Me abandono en ti con confianza porque sé que, un día, me curarás por fin. Mientras tanto, te pido que la experiencia de mi miseria me haga más humilde, más dulce con los otros, más consciente de que no puedo nada por mí mismo, sino que todo lo tengo que esperar solamente de tu amor y tu misericordia.

2. Nuestros pecados son un mal pretexto para alejarnos de Cristo

¿Dónde encontraremos la curación de nuestras faltas sino junto a Jesús? Nuestros pecados son un mal pretexto para alejarnos de Él, pues cuanto más pecadores somos, más necesitamos acercarnos al que dice: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos… No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores» (Mt 9, 12-13).

3. Si me dejo tocar por el amor de Dios, mis faltas pueden convertirse en un manantial de misericordia con los demás.

Nuestras faltas pueden convertirse en un manantial de ternura y misericordia para con el prójimo. Yo, que caigo tan fácilmente ¿puedo permitirme juzgar a mi hermano? ¿Cómo no ser misericordioso con él como el Señor lo ha sido conmigo?

4. La ansiedad y el desaliento que sentimos después de nuestras faltas raramente son sentimientos puros.

La angustia, la tristeza y el desaliento que sentimos después de nuestras faltas y fracasos raramente son puros y no suelen deberse al simple dolor de haber ofendido a Dios: en ello se mezcla una buena parte de orgullo. Nos sentimos tristes y desalentados, no tanto por haber ofendido a Dios, sino porque la imagen ideal que teníamos de nosotros mismos se ha visto brutalmente destruida. ¡Frecuentemente nuestro dolor es el del orgullo herido! Este dolor excesivo es justamente la prueba de que confiábamos en nosotros mismos y en nuestras fuerzas, y no en Dios.

5. Estar atentos a las armas del demonio: el desaliento.

Hemos de saber que una de las armas que el demonio suele emplear para impedir el camino de las almas hacia Dios consiste precisamente en hacerles perder la paz y llegar a desalentarlas a la vista de sus faltas. Si los sentimientos que experimentamos después del pecado «nos causan angustia, si hacen decaer nuestro ánimo, y si nos vuelven perezosos, tímidos o lentos en el cumplimiento de nuestros deberes, hemos de creer que son sugerencias del enemigo y debemos seguir haciendo las cosas del modo habitual, sin dignarnos a escucharlas» (Combate Espiritual, Lorenzo Scupoli, cap. 25)

6. Dios es capaz de sacar frutos hasta de nuestras faltas.

La razón por la que la tristeza y el desaliento no son buenos radica en que no debemos tomar trágicamente nuestras propias faltas, pues Dios es capaz de sacar un bien de ellas. Santa Teresa de Lisieux gustaba mucho de esta frase de San Juan de la Cruz: «El Amor sabe sacar provecho de todo, del bien como del mal que encuentra en mí, y transformar en Él todas las cosas». Nuestra confianza en Dios debe llegar hasta ahí: hasta creer que Él es lo bastante bueno y poderoso como para sacar provecho de todo, incluidas nuestras faltas y nuestras infidelidades. Cuando San Agustín cita la frase de San Pablo: «Todo coopera al bien de los que aman a Dios», añade «Etiam peccata»: ¡incluso el pecado! Por supuesto, hemos de luchar enérgicamente contra el pecado y batallar por corregir nuestras imperfecciones. Nada enfría tanto el amor como la resignación ante cierta mediocridad, una resignación que es, además, una falta de confianza en Dios y de su capacidad de santificarnos.

7. Evitar la ilusión de querer presentarnos ante el Señor sólo cuando estamos limpios y bellos.
En esta actitud hay mucho de presunción. A fin de cuentas, nos gustaría no necesitar de su misericordia. Sin embargo, ¿qué clase de naturaleza es la de esa pseudo-santidad a la que aspiramos, a veces inconscientemente, que nos haría prescindir de Dios? Por el contrario, la verdadera santidad consiste en reconocer siempre que dependemos exclusivamente de su misericordia.

8.Después de la confesión no sigas preguntándote si Dios te ha perdonado

Eso significa querer preocuparos en vano y perder el tiempo; y en este procedimiento hay mucho orgullo e ilusión diabólica, que, a través de estas inquietudes del alma, trata de perjudicaros y atormentaros. Así, abandonaos en su misericordia divina y continuad vuestras prácticas con la misma tranquilidad del que no ha cometido falta alguna. Incluso si habéis ofendido a Dios varias veces en un solo día, no perdáis jamás la confianza en Él.

9. Un alma en paz coopera mejor con el auxilio de Dios.

No conseguiremos liberarnos del pecado con nuestras propias fuerzas, eso solamente lo conseguirá la gracia de Dios. En lugar de rebelarnos contra nosotros mismos, será más eficaz que nos encontremos en paz para dejar actuar a Dios.

10. Los humildes no se espantan de sus pecados.

«Existe la ilusión, muy común, de atribuir a un sentimiento de virtud el temor y la turbación que se siente después del pecado. Aunque la inquietud que sigue al pecado vaya siempre acompañada de cierto dolor, procede, sin embargo, de un fondo de orgullo, de una secreta presunción causada por una excesiva confianza en las propias fuerzas. Así, cuando la persona que se cree asentada en la virtud y desprecia las tentaciones llega a reconocer —por la triste experiencia de sus caídas— que es tan frágil y pecadora como las demás, se asombra ante un hecho que no debía haber sucedido y, privada del débil apoyo con el que contaba, se deja invadir por el disgusto y la desesperanza. Esta desdicha no sucede nunca en el caso de los humildes, que no presumen de ellos mismos, y solamente se apoyan en Dios, porque cuando caen, no se sorprenden ni se turban, pues la luz de la verdad que los ilumina les hace ver que su caída es un efecto de su debilidad y su inconstancia» (Combate Espiritual, Lorenzo Scupoli, cap. 4 y 5)

11. El color del verdadero arrepentimiento.

Necesitamos saber distinguir el auténtico arrepentimiento, el verdadero deseo de corregirnos – que siempre es tranquilo, apacible y confiado-, del falso arrepentimiento, de sus remordimientos que nos conturban, nos desaniman y nos paralizan. ¡No todos los reproches que proceden de nuestra conciencia están inspirados por el Espíritu Santo! Algunos provienen de nuestro orgullo o del demonio, y tenemos que aprender a discernirlos. Y la paz es un criterio esencial en el discernimiento del espíritu. Los sentimientos que inspira el Espíritu de Dios pueden ser poderosos y profundos, pero no por ello menos sosegados.

Cuando la Iglesia está unida se pueden hacer milagros

La Iglesia o es sinodal o no es Iglesia.

Cuando decimos «Iglesia sinodal» la expresión es redundante porque «la Iglesia o es sinodal o no es Iglesia». Un sínodo sobre la sinodalidad sirve para reafirmarlo, recuerda el Pontífice en una conversación de una hora con los jesuitas de Canadá, tierra que recuerda haber visitado en dos ocasiones anteriores: en los años 70 como maestro de novicios y en 2008 con motivo del Congreso Eucarístico Internacional.

La unidad de la Iglesia canadiense

«El Sínodo -recuerda Francisco- no es una reunión política, ni una comisión de decisiones parlamentarias. Es la expresión de la Iglesia donde el protagonista es el Espíritu Santo, como en los hechos narrados en los Hechos de los Apóstoles. Sínodo significa caminar juntos, y «Caminar juntos» fue el lema de la peregrinación penitencial a Canadá que acaba de terminar: una ocasión en la que emergió la unidad de la Iglesia, observó el Obispo de Roma, citando el dicho «si quieres ir rápido, ve solo, pero si quieres ir seguro, ve acompañado».

Los milagros de una Iglesia unida

El proceso de reconciliación con los pueblos indígenas no ha terminado, pero «lo más importante es que el episcopado se puso de acuerdo, asumió el reto, avanzó»: «este de Canadá fue un ejemplo de episcopado unido», «y cuando un episcopado está unido, puede afrontar bien los retos que se presentan». Si este camino de reconciliación va bien, señala el Papa Francisco, «no es por mi visita. Yo sólo soy la cereza del pastel. Son los obispos los que han hecho todo con su unidad». El Santo Padre también destaca la capacidad de la parte indígena para tratar bien el tema y comprometerse, y habla de la familiaridad que se observa entre los obispos y los indígenas: «estos son los milagros que se pueden realizar cuando la Iglesia está unida».

El Señor dona la fuerza a los frágiles

A continuación, advierte sobre uno de los peores enemigos de la unidad de la Iglesia: la ideología. «La verdadera fuerza de un jesuita – afirma – es la conciencia de la propia fragilidad. Es el Señor quien nos da la fuerza». A continuación, se le pregunta a Francisco por algunos comentarios que salieron en la prensa durante el viaje a Canadá, como la pregunta de por qué el Papa pide perdón en nombre de los cristianos, pero no de la Iglesia como institución. «Hablo en nombre de la Iglesia, aunque no lo haga explícito», precisa. «Al contrario, tengo que explicitar que es mi pensamiento personal cuando no hablo en nombre de la Iglesia».

El derecho, como la moral: en camino

A los que se preguntan por qué no hubo ningún encuentro con víctimas de abusos sexuales durante este viaje, les explica que había respondido a varias cartas sobre el tema antes del viaje y que la intención era «sacar a relucir el tema de los indígenas». Todavía hablando de abusos, algunos de los presentes en el encuentro señalan que muchos hablan de Francisco como el Papa del cambio, incluso a nivel penal. «El derecho no se puede guardar en una nevera, acompaña a la vida y la vida sigue: igual que la moral se va perfeccionando», respondió el Obispo de Roma. “La comprensión del hombre cambia con el tiempo y la conciencia se profundiza”. Es un error concebir la doctrina de la Iglesia como un monolito.

Tradicionalismo, paganismo del pensamiento

Por eso es importante respetar la tradición auténtica, «la memoria viva de los creyentes», frente al tradicionalismo, que, en cambio, subraya el Pontífice, es «la vida muerta de los creyentes». Justificar cada acción con «siempre se ha hecho así», añade, «es paganismo de pensamiento».

La liturgia y la unidad de la Iglesia

Respondiendo a una pregunta sobre la liturgia y la unidad de la Iglesia, Francisco recuerda, por un lado, las monstruosas deformaciones litúrgicas en América Latina hace treinta años y, por otro, la posterior «intoxicación de vuelta a lo antiguo». «Mi acción en este campo – explica – ha seguido la línea seguida por Juan Pablo II y Benedicto XVI, que habían permitido el rito antiguo y habían pedido la verificación posterior. La verificación más reciente ha puesto de manifiesto la necesidad de regular la cuestión y evitar que sea una cuestión de moda, sino que siga siendo una cuestión pastoral». El Pontífice está seguro de que «vendrán estudios que perfeccionarán la reflexión sobre una cuestión tan importante» porque la «liturgia es la alabanza pública del pueblo de Dios».

El calvario de Haití

La Provincia canadiense de la Compañía de Jesús incluye también el territorio de Haití, y no podía dejar de reflexionar sobre el difícil proceso de reconciliación nacional que se está llevando a cabo en el país caribeño: «Haití está viviendo un calvario», comentó Francisco, expresando toda su simpatía y confiando en que temía que estuviera cayendo en «un pozo de desesperación». «No me parece que las organizaciones internacionales hayan entendido cómo hacerlo», añade, pidiendo soluciones concretas para salir de la crisis y sugiriendo a la Iglesia iniciativas de oración y penitencia para ayudar al pueblo haitiano a crecer en esperanza.

Las «p» para salir de la crisis

Dicen que «las situaciones no hacen al hombre, sino que lo demuestran». Pero también lo hacen: las decisiones que tomamos expresan nuestro ser y al mismo tiempo nos conforman. De las diversas situaciones que se presentan en la vida, las dificultades o momentos de crisis ofrecen oportunidades únicas para el crecimiento de una persona.

¿Qué es una crisis? Una encrucijada, una etapa de la vida en la que el futuro se presenta incierto, en la que es preciso tomar una decisión. Es el tiempo de “la decisión” que se presenta bajo una pregunta a la vez simple y profunda: ¿qué debo hacer, qué quiero hacer?
Contrariamente a lo que podría pensarse, las crisis no son «los tiempos malos»; son ocasiones privilegiadas para conocerse mejor, para definir con más claridad qué es lo que verdaderamente se pretende en la vida. En este sentido, podemos afirmar que las crisis son muy útiles. No todo lo contrario es negativo, pero hace falta querer y saber aprovechar los vientos adversos para evitar el naufragio. Las crisis o dificultades personales son esos tragos amargos que, como las medicinas, son necesarios para recuperar la salud. No son agradables, pero te hacen bien.

En estas líneas no me referiré a ninguna situación concreta de crisis ni ofreceré una receta mágica que haya que seguir. Enuncio sólo algunos de los beneficios u oportunidades que tales situaciones nos presentan. Se trata de convertir la dificultad o el sufrimiento en un medio para crecer, hacer del obstáculo un escalón para subir más alto, según aquel antiguo lema que reza «lo que no te mata te fortalece».

La crisis permite actuar con verdadera generosidad. Justo cuando menos nos sentimos inclinados a entregarnos, a cumplir con nuestro deber, a trabajar bien, a brindar alegría a nuestro alrededor, es cuando más mérito tienen nuestras acciones, cuando podemos formar verdaderamente la virtud, desinteresadamente.
La crisis es un tiempo propicio para la rara virtud de la humildad. En medio de los éxitos es poco probable que nos detengamos a pensar en nuestros límites, que sin embargo son tan reales tanto en los períodos de bonanza como en los de calamidad.

Unido a lo anterior, la inquietud y la inseguridad personal nos llevan a reconocer que no poseemos todas las respuestas y por tanto nos invitan a pedir consejo a los hombres; y de cara a Dios, nos conduce a orar y a descubrirle con confianza nuestra vida y poner en sus manos nuestro porvenir.

En las crisis se descubre a los verdaderos amigos, a aquellos que no hace falta llamarles porque se presentan solos. Los amigos auténticos, que no huyen porque asumen como suyos nuestros problemas. Como bien dijo el hispanorromano Marcial, «el verdadero dolor es el que se sufre sin amigos».

En los momentos de crisis se fomenta la capacidad de reflexión, se busca el silencio interior, ir a la profundidad de las cosas. Si no se exagera en esto hasta el punto de desembocar en el aislamiento, ya sólo por la posibilidad de tomar con más seriedad la vida bien vale la pena afrontar un periodo de crisis.

En la crisis se está en las mejores condiciones para ejercitarse en las virtudes «pesadas». Éstas son fáciles de recordar, pues las tres comienzan con «p»: perseverancia, prudencia y paciencia… vivirlas en la adversidad no es tan sencillo, pero ahí es donde se conquistan y fortalecen. Perseverancia para continuar adelante pese a las mil contrariedades. Prudencia para descubrir qué acción conviene realizar en cada caso. Paciencia que nos ayuda a soportar el mal que en un momento determinado no podemos cambiar; y esto no de modo «resignado» ni sufrido, sino con buena cara y gallardía.

La crisis promueve la sana «economía» y el ahorro, y no sólo en materia financiera: precisamente donde faltan muchas cosas o se encuentran huecos y debilidades ponemos más cuidado en lo que hacemos, buscamos sacar el mejor partido de cada recurso. Este «ahorro» de intereses y energías nos permite ir a lo esencial, sin perdernos en actividades de segunda o ninguna importancia. En la crisis, si se mira imparcialmente y sin pesimismos, se da paso también a la gratitud: carecer de un bien o verlo en peligro supone haberlo poseído.

En síntesis, la dificultad o crisis vista como un reto positivo nos presenta la opción por dar lo mejor de nosotros mismos, para suscitar la creatividad, para fortalecernos. Einstein pensaba que una crisis era la bendición más grande que le podía suceder a los pueblos y países porque todas las crisis aseguran el progreso. Para ello hay que interesarse más en las soluciones que en los problemas.

Nadie elige libremente ni solicita por correo padecer una adversidad. Ésta llega sin pedir permiso y cuando menos se la espera. Ante la crisis surge sin falta la interrogante «¿Qué va a pasar con nosotros?». Es difícil saberlo, pero si deseamos un desenlace positivo conviene dejar la cómoda butaca del espectador y bajar al campo. Es nuestra lucha, y no hay peor lucha que la que no se hace.

Monasterio de Weihenstephan, la cervecería más antigua del mundo

El monasterio benedictino de Weihenstephan es la cuna de la cerveza

Weihenstephan,situada en Freising, a 50 km de Munich, es conocida mundialmente como la Meca de la cerveza, y eso no es casualidad: se trata de la cervecería más antigua aún existente del mundo entero.

Es difícil de creer, pero hubo un tiempo en que no se elaboraba Weihenstephan. No había nacido todavía Carlo Magno, las cruzadas aún eran un futuro lejano y el lugar en el que hoy está Munich estaba ocupado por vacas que pastaban.

En el año 725 San Korbinian fundó el monasterio benedictino Weihenstephan. Existen escritos que indican que en el 768 se cultivaba lúpulo en los campos cercanos al monasterio, por lo que se puede suponer que los monjes elaboraban cerveza con él, lo que implicaría que Weihenstephan es la cuna de la cerveza «lupulizada», la que conocemos actualmente.

En el año 955 los Hunos saquearon y destruyeron el monasterio por completo; comenzaba así una tradición que se habría de repetir muchas veces: volver a reconstruir el monasterio.

En 1040 el Abad Arnold obtuvo de la ciudad Freising el fuero para elaborar y servir cerveza, lo que se ha considerado como el acta del nacimiento de la cervecería monástica de Weihenstephan. Durante los siglos XII y XIII los monjes trabajaron constantemente en la mejora de sus sistemas de producción, consiguiendo una gama de tres cervezas diferentes: una ligera para los peregrinos, pedigüeños y sirvientes; una cerveza decente para los monjes, frailes y obreros; y una verdadera cerveza premium para el abad, los prelados y la gente importante de la ciudad.

Entre 1085 y 1463 el monasterio fue totalmente destruido cuatro veces por incendios, un terremoto, tres epidemias de peste y varias de hambre, y fue saqueado tres veces por las tropas enemigas. Pero la obstinación bávara de los monjes les llevó a reconstruir el monasterio y la cervecería en cada ocasión.

En 1516 tuvo lugar un punto clave para el arte cervecero: el Duque Guillermo IV de Bavaria dictó, frente a la torre del monasterio de Weihenstephan, la “Ley de la Pureza” Bávara, que prohibía a los cerveceros el uso de otros ingredientes que no fueran cebada, lúpulo y agua.

Así sentó las bases del éxito de la cerveza bávara y de Weihenstephan.

En 1803 la comunidad religiosa dejó de existir y pasó todos sus derechos, capitales y propiedades al Estado bávaro; éste lo transformó en la Real Cervecería Bávara Weihenstephan y en un Instituto de Agricultura.

La cervecería se transformó en una escuela para cerveceros en 1919 y actualmente es la Facultad Cervecera, de Alimentos y Lácteos de la Universidad de Munich. Casi todos los cerveceros de Europa pasan un año en esta Facultad para ser iniciados en el arte cervecero de los bávaros.

Así, la cervecería Weihenstephan no sólo es la más antigua del mundo, sino también una de las más modernas y pioneras.

La historia detrás de la Virgen de las Nieves

Cuando la nieve cae milagrosamente en agosto en Roma, es construida una iglesia para conmemorar el evento

El retablo del altar honra el papel que juega la nieve en la fundación de Santa Maria la Mayor, una de las más importantes iglesias católicas de Roma.

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La nieve es rara en Roma en invierno, mucho más en verano. Según la tradición, sin embargo, la fundación de una de las iglesias católicas más importantes de la ciudad tuvo lugar durante una extraordinaria nevada en agosto del 352.

El 5 de agosto de ese año, un rico noble romano y el papa Liberio soñaron que la nieve caía sobre el Esquilino, una de las siete colinas de Roma.

Los dos hombres decidieron visitar el lugar del extraordinario evento, se toparon el uno con el otro y dieron testimonio de la insólita nevada.

Una nueva iglesia

El noble buscaba una manera para dar parte de sus posesiones a la Iglesia católica. Y decidió construir un espléndido lugar de adoración en la colina sobre la que había caído la nieve milagrosa.

El papa Liberio empezó a trazar el perímetro de la futura iglesia moviendo un palo sobre la espesa capa blanca.Desde entonces, Santa María la Mayor se ha vuelto uno de los lugares de adoración más importantes para los católicos, y el principal lugar de culto mariano de Roma.

Giovanni Paolo Panini | Public Domain

Un retablo recuerda el milagro de la nieve

Miles de años después del  evento, Ludovica Bertini, una mecenas acomodada de las artes de Siena, encargó un retablo para la catedral de su ciudad para conmemorar el milagro de la nieve.

La obra fue dividida en dos partes. La parte superior está estructurada en siete subdivisiones, cada una de las cuales representa un pasaje en la historia de la fundación de Santa Maria la Mayor.

Se puede admirar un retrato de la Virgen, sentada en el trono que sostiene al Niño Jesús, coronada por dos ángeles.

Uno tiene en la mano una bandeja llena de nieve, mientras otro hace bolas de nieve -un tributo a la nevada milagrosa del 352.

A los lados, el artista Stefano di Giovanni puso a los santos Pedro y Pablo (de pie) y los santos Juan Bautista y Francisco.

En el caso de este último se trata de un tributo a la cliente, quien entró en la orden franciscana tras la muerte de su marido.

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Este gran retablo, que mide 2 por 2,5 metros, es uno de los ejemplos más importantes del arte renacentista de Siena.

Y muestra elementos del arte gótico, como el tríptico tradicional, y el arte renacentista, así como la naturaleza realista de figuras que se representan allí.

Desde su colocación original dentro de la catedral de Siena, la obra se ha trasladado a varios lugares, hasta que fue comprada por la familia Contini Bonacossi en 1936.

Actualmente se conserva en la sala dedicada a Andrea del Castagno en la Galería degli Uffizi en Florencia.