• Luke 1:26-38

En el Evangelio de hoy el ángel Gabriel anuncia a María que ha sido elegida para ser la madre de Dios. 

Frente a esta apabullante palabra, María se confunde: “¿De qué modo se hará esto, pues no conozco varón?”. Y no puede empezar a imaginar totalmente las consecuencias de aceptar esta invitación: vergüenza, exilio, persecución violenta, y la agonía final en el Calvario. 

Y aún así, a pesar de su temor y a pesar de la ignorancia, ella dice, “Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”. En el momento crucial, María de Nazaret se deja llevar por el amor de Dios, y en ese momento de éxtasis, el Hijo del Hombre llega al mundo para la salvación. 

La tragedia humana comenzó con Adán y Eva aferrándose a ellos mismos; la divina comedia empieza con María dejándose llevar. Es por esto que los comentaristas medievales, con un delicioso sentido de compenetración en las palabras de la Biblia, observaron que el “Ave” del ángel de la Anunciación se invierte en la palabra “Eva”, madre de todo lo viviente.

Una persona se revela mejor en su hogar que en otras partes. Y precisamente en esa intimidad doméstica el Evangelio nos da un detalle que revela la belleza del corazón de María.

El ángel la llama «llena de gracia». (…) Recordemos que esta perfección de María, la llena de gracia, la declara el ángel dentro de las paredes de su casa: no en la plaza principal de Nazaret, sino allí, en el ocultamiento, en la mayor humildad. En esa casita de Nazaret palpitaba el corazón más grande que una criatura haya tenido jamás. Queridos hermanos y hermanas, ¡esta es una noticia extraordinaria para nosotros! Porque nos dice que el Señor, para hacer maravillas, no necesita grandes medios ni nuestras sublimes habilidades, sino nuestra humildad, nuestra mirada abierta a Él y abierta también a los demás. Con ese anuncio, dentro de las pobre paredes de una pequeña casa, Dios cambió la historia. También hoy quiere hacer grandes cosas con nosotros en la vida de todos los días, es decir, en la familia, en el trabajo, en los ambientes cotidianos. Ahí, más que en los grandes acontecimientos de la historia, ama obrar la gracia de Dios. (…) Pidámosle a la Virgen una gracia: que nos libre de la idea engañosa de que una cosa es el Evangelio y otra la vida; que nos encienda de entusiasmo por el ideal de santidad, que no es una cuestión de estampitas, sino de vivir cada día lo que nos sucede con humildad y alegría, como la Virgen, libres de nosotros mismos, con la mirada puesta en Dios y en el prójimo que encontramos. (Ángelus, 8 diciembre 2021)

Domingo de Silos, Santo

Abad, 20 de diciembre

Por: Redacción | Fuente: Archidiócesis de Madrid

Martirologio Romano: En el monasterio de Silos, en la región de Castilla, en España, santo Domingo, abad, el cual, siendo ermitaño, restauró después este monasterio que estaba relajado, introdujo allí la disciplina y favoreció día y noche la alabanza divina († 1073).

Breve Biografía

Su vida la escribió con devoción precisa un monje contemporáneo llamado Grimaldo, que además fue religioso de su casa. Lo que se describe en latín decadente de última hora fue luego puesto en el balbuciente romance de lengua castellana por Gonzalo de Berceo ya en el siglo XIII.

Nace alboreando el siglo XI en Cañas, cerca de Nájera, en el reino de Navarra; no se sabe si de cuna noble o del pueblo llano, ni si rico o pobre. Sí se le conoce pastoreando cuando niño y dado a compartir comida y leche de oveja con los viandantes.

Es apacible de carácter y muestra cierta inclinación al estudio; quizá por eso sus padres le orientan hacia la clerecía que es, en su tiempo, un modo de conseguir honores y riquezas, casi tanto como las armas, aunque él piensa más en su santificación y en la gloria de Dios que en los triunfos humanos.

El obispo lo ordena sacerdote. Pero Domingo Manso llega a sentirse indigno y nota pavor porque es duro y muy difícil vivir en solitario tan sublime ministerio. Después de año y medio se retira. Ya no hay eremitas; la quintaesencia se busca en los monasterios. Entra en el antiguo y observante cenobio de San Millán de la Cogolla, tomando el hábito negro de San Benito. Recibe y da ejemplo.

Encargado del priorato de Santa María, lo rehace.

Los monjes de San Millán vuelven los ojos a él y le piden sea su prior. Pasa de «pastorcillo» a «pastor». Y mientras cumple este encargo, el rey don García de Navarra, duro de carácter y tenaz, conocido como «el de Nájera», le pide los tesoros del cenobio; pero da con un compatriota que también lleva en la sangre lo que dan la tierra y la época en cuanto se refiere a tozudez y firmeza. Pone cara al rey y defiende lo que es patrimonio de su casa y de su iglesia. Esta actitud le valió el destierro voluntario a las tierras de Castilla donde reina el hermano de don García.

El bondadoso rey Fernando, le encomienda poner en pie el monasterio —por entonces en ruinas— de San Sebastián de Silos que fundó o restauró Fernán González en el 909 y que sobrevive casi deshabitado. Fue una obra gigantesca que en España ayuda a la configuración de la gran Castilla en cuanto llega a convertirse en un foco civilizador en el lugar por donde poco antes andaban los sarracenos. Llegan más y más gentes al calor del monasterio. Entre el ruido de los martillos de canteros, las sierras de carpinteros, los cinceles de los escultores, los cencerros de las vacas y las esquilas de las mulas, también suenan las campanas que llaman a Vísperas, a Misa y a los rezos. Con ello, se escucha la alabanza de los monjes que va aprendiendo el pueblo. Las tierras son bien labradas y hay horno de pan dispuesto. Ovejas y bueyes pastan por los amplios campos llanos. Se va haciendo arte al terminar las obras con esmero. Y el estudio de los monjes requiere libros que se guardan como tesoro sin precio.

Murió el santo abad —»Abad de santa vida, de bondad acabado», según escribe su cantor— que supo vivir de oración y penitencia el 20 de diciembre del año 1073 dejándole al monasterio de Silos su nombre como título.

Ya está aquí

Santo Evangelio según San Lucas 1, 26-38. Miércoles III de Adviento.

Por: Rubén Tornero, LC | Fuente: somosrc.mx

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Jesús, te doy las gracias por este momento que me regalas. Has esperado desde siempre este momento. Me amas y me has esperado pacientemente. ¡Gracias! De tus manos amorosas he recibido todo lo que tengo y lo que soy.

Hoy quisiera agradecerte por ser quien eres. Porque eres simplemente maravilloso…y me amas tal cual soy. Creo en ti, pero ayúdame a creer cada día más en ti y en que, si Tú estás conmigo, nada debo temer. Confío en ti, pero aumenta mi confianza. Ayúdame a abandonarme en tus brazos igual que un bebé se abandona en los de su mamá.Te amo, Jesús, empero, te suplico que me enseñes a amarte. ¡Aumenta mi amor! Hazme un instrumento de tu amor. Quiero ser un reflejo de tu amor para los demás. Ayúdame y no permitas que me separe de ti. Amén.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 1, 26-38

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón de la estirpe de David, llamado José. La virgen se llamaba María. Entró el ángel a donde ella estaba y le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Al oír estas palabras, ella se preocupó mucho y se preguntaba qué querría decir semejante saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios. Vas a concebir y a dar a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y él reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reinado no tendrá fin». María le dijo entonces al ángel: «¿Cómo podrá ser esto, puesto que yo permanezco virgen?» El ángel le contestó: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso, el Santo, que va a nacer de ti, será llamado Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya va en el sexto mes la que llamaban estéril, porque no hay nada imposible para Dios». María contestó: «Yo soy la esclava del Señor; cúmplase en mí lo que has dicho». Y el ángel se retiró de su presencia.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

María, hoy quisiera penetrar en tus pensamientos y descubrir cuáles son los sentimientos que se albergan en tu corazón. ¿Cómo pasas las noches antes de que llegue el momento en que puedas mirar el rostro de tu Hijo?

Me parece verte allí, sentada, acariciando tu vientre con un amor casi tan indescriptible como grande. Han pasado ya casi nueve meses desde el anuncio del ángel. En tu corazón todavía resuenan las palabras: «alégrate, el Señor está contigo».

¡Realmente está contigo! Puedes sentir cómo poco a poco el Dios todopoderoso va haciéndose carne en tus entrañas. El Señor está contigo y Él es tu alegría. Él es tu alegría como lo es cualquier hijo para su mamá…pero sobre todo, Él es tu alegría porque Él es Dios y está contigo… está dentro de ti.

Me parece ver a José que te mira desde un ángulo de la habitación, también él absorto en sus pensamientos. Recuerda las dudas que le asaltaron cuando te vio encinta y pensó en dejarte en secreto. Ha pasado el tiempo. Mira cómo dentro de su esposa crece el Dios todopoderoso a quién él deberá de defender.

Veo que te percatas de la presencia de José y lo invitas a venir a tu lado. ¡Qué silencio tan maravilloso! No tienen necesidad de palabras para comprender lo que pasa en el corazón del otro. Ese silencio es tan sagrado, es como si tú y José, intentaran escuchar a la Palabra eterna de Dios que ahora crece en silencio dentro de ti, María.

¡Enséñame, Madre, a esperar a Jesús con el amor con que tú y José lo esperan ya!

«La Virgen María está llamada en primer lugar a regocijarse por todo lo que el Señor hizo en ella. La gracia de Dios la envolvió, haciéndola digna de convertirse en la madre de Cristo. Cuando Gabriel entra en su casa, también el misterio más profundo, que va más más allá de la capacidad de la razón, se convierte para ella en un motivo de alegría, motivo de fe, motivo de abandono a la palabra que se revela. La plenitud de la gracia transforma el corazón, y lo hace capaz de realizar ese acto tan grande que cambiará la historia de la humanidad».

(Homilía de S.S. Francisco, 8 de diciembre de 2015).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy me detendré delante de un nacimiento y rezaré un Avemaría pidiéndole a María que me enseñe a esperar, como ella, a Jesús.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

El sí de María, un gran día para la humanidad

El Misterio de amor y de misericordia, prometido al hombre miles de años atrás y anunciado por tantos profetas, se iba a hacer realidad.

La noche se alejó y la suave luz del amanecer empezó a iluminar un nuevo día. Un nuevo día que parecía como uno más pero que sería el DÍA de todos los días. El gran día para la Humanidad.

Fresca la mañana, limpia la brisa en ese día de días. Día de primavera, 25 de marzo. No hubo trompetas, no hubo cañonazos, no hubo concentración de millares de personas como en los grandes eventos. Fue discretamente, sencilla y naturalmente como suelen ser todas las cosas grandes de Dios.

Una virgen en oración. Un lugar: Nazaret, ciudad de Palestina y el arcángel Gabriel como embajador de Dios. Un saludo: – ¡Dios te salve María, llena eres de gracia! Y con este saludo, una petición de colaboración.

El Misterio de amor y de misericordia, prometido al género humano miles de años atrás y anunciado por tantos profetas, se iba a hacer realidad.

Creo yo que todo quedó en suspenso. La naturaleza, el aire, el universo en pleno tuvieron que contener su aliento vital en la espera de oír la respuesta de María. Los labios de la virgen se movieron, primero para aclarar una duda, pero una vez que esta fue disipada, volvió a hablar para dar su consentimiento a esa misión celestial.

María, la llena de gracia, aceptaba humildemente el Gran Designio para el que se le pedía su cooperación, sin envanecimiento porque sabía que la realeza y la gloria de su gracia pertenecían a Dios, venía de Dios.

Y María dijo: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según Tu Palabra».

Necesariamente tuvo que haber habido un estremecimiento en todo el orbe. Los cielos y la tierra, la creación entera tuvo que conmoverse en ese grandioso momento. Y en ese instante, de allá del Seno del Padre, el Espíritu Santo descendió y cubrió a la siempre virgen, a la llena de gracia, con su sombra y el Verbo de Dios quedó para siempre unido a la raza humana.

El Hijo de Dios, el Hijo de María daba comienzo a su vida de hombre, sin dejar de ser Dios, en el seno de esta mujer escogida por el Altísimo para cooperar, para cocrear con Dios con su libre consentimiento y ser desde el instante de este ¡Fiat!, corredentora de la Humanidad.

Después … después pasaron muchas cosas. Todas las que estaban escritas, pero los cristianos no podemos, no debemos olvidar ese día, ese momento y mucho menos a la siempre virgen, a la llena de gracia, a María la Madre de Dios y Madre nuestra.

Por eso San Juan Pablo II tenía una muy especial devoción al «Ángelus», esa oración que se dice al comenzar el día, al tiempo del mediodía y cuando el día está en el ocaso:

«El ángel del Señor anunció a María»- «Y concibió por gracia del Espíritu Santo»- Y se reza un Ave María.

«He aquí la esclava del Señor»- «Hágase en mí según Tu Palabra»- Otra Ave María.

«Y el Verbo se hizo carne» – «Y habitó entre nosotros» y se termina con un Ave María.

Sencilla oración. Diario recuerdo amoroso a nuestra Madre la Virgen María.

Cuando esta bella oración del Ángelus se extienda por todo el mundo, cuando esto suceda… nuestro mundo será mejor.

La Anunciación del Ángel a la Virgen Máría. Fiesta de Jesús que se encarnó y fiesta de la Virgen, que fue la que dijo «Hágase en mí según tu palabra»

Santo Domingo de Silos, un abad inspirador

Circle of Pere Nicolau-(CC BY-SA 3.0) modified

Prior del monasterio de San Millán de la Cogolla, cuna del castellano, y posteriormente abad modélico de Silos

Domingo nació en Cañas (entonces Reino de Navarra y actualmente La Rioja) en el año 1000. Pastoreó las ovejas de su padre al tiempo que estudiaba.

Fue ordenado sacerdote y posteriormente escogió retirarse a la vida contemplativa.

Fue nombrado prior del monasterio de san Millán de la Cogolla. Sin embargo, el rey García Sánchez III le exigió la entrega de los tesoros del cenobio. Al negarse, asumió el destierro voluntariamente y acogerse a la protección del rey de Castilla Fernando III.

Este le instala en el monasterio de san Sebastián de Silos, que estaba en ruinas, y le encarga su recuperación.

Domingo será el abad y es tan ejemplar su vida que a su muerte, el 20 de diciembre de 1073, deciden cambiar el nombre del monasterio: en su honor será Santo Domingo de Silos.

La tumba del santo se encuentra todavía hoy en el claustro del monasterio.

Te puede interesar:
Prueba a vivir como un monje, ve a Silos

Santo patrón

Santo Domingo de Silos es abogado de felices partos. A él acuden también las mujeres estériles.

Oración a santo Domingo de Silos (de la Novena)

Santo Domingo de Silos, Moisés segundo de la ley de gracia y padre cariñoso de pobres desvalidos: yo, persona más indigna de todas, pido humildemente tu ayuda, y te suplico que me alcances del Padre de las misericordias lo que necesito y le pido por tus méritos; y si mi petición no fuera recta, para mayor gloria de Dios, honra vuestra y provecho de mi alma, te ruego no atiendas a lo que mi afecto pide, sino a lo que a mi alma conviene; concediéndome constante aceptación de la divina voluntad. Amén.