La Nota de Hoy

Anécdotas e historias de la música

por  Mario Aquino Colmenares

 

 

Pitágoras, el sabio griego presocrático, afirmaba que existía un sonido universal el cual  estaba presente desde el origen mismo del mundo, es decir, para nosotros, desde siempre, de modo tal que era imposible “apercibirnos” (darnos cuenta de que percibimos) de un sonido que existía desde antes de nuestra propia existencia, una melodía con la que vinimos al mundo.

Sin embargo si ese sonido cesase en algún momento quizá entonces podríamos darnos cuenta de que en verdad lo habíamos estado escuchando siempre.

Esta doctrina pitagórica de la llamada “Armonía de las Esferas”, plantea desde la genialidad del filósofo de Samos, la certidumbre de que la música de los hombres, no es sino el reflejo o el eco de la música producida por los cuerpos celestes.

Pitágoras sostenía que la dimensión de los planetas y la velocidad con la que se desplazaban a través del éter producían sonidos diversos de acuerdo al radio de sus órbitas, de la misma forma como las cuerdas varían sus sonoridades respecto de su longitud.

Pensaba además  que cada planeta emitía una nota de la escala musical; y al producir, no solo uno, sino todos los cuerpos celestes, una nota distinta teníamos como resultado una maravillosa y compleja armonía cósmica, imperceptible, sin embargo para nosotros, pues nacimos con ella, al modo como la melodía producida por las velas de los barcos  accionada por la brisa marina, permanece vibrante ante la indiferencia auditiva de los marineros, pues la han escuchado desde siempre, al igual que un herrero y su eterno martilleo.

Por ello entonces, la  audición de la armonía producida por la interminable rotación de las esferas, nos está negada, pues solo el silencio la podría revelar.

Según esta maravillosa doctrina, entonces, la indiscutible influencia de los astros en los ciclos climáticos, biológicos y en el desenvolvimiento de las leyes de la naturaleza en la tierra estaría mediatizada y regida por la música producida por el universo, constituyéndonos así en parte ineludible del gran concierto del cosmos.   

¡Que la música os acompañe!