Texto del Libro – El diario de Santa Faustina
Durante casi toda la noche tuve unos dolores tan violentos que me parecía tener desgarradas todas las entrañas. La medicina que había tomado la vomité. Cuando me incliné al suelo, perdí el conocimiento y así, con la cabeza apoyada (14) contra el suelo, permanecí algún tiempo. Al volver en mi, me di cuenta de que con todo el cuerpo cargaba sobre la cara y la cabeza; empapada de vómitos, pensé que esto iba a ser ya el final. La querida Madre Superiora y Sor Tarcisia [393] trataban de ayudarme como podían. Jesús pedía los sufrimientos y no la muerte. Oh Jesús mío, haz conmigo lo que Te agrade. Dame solamente la fuerza para sufrir. Si me sostiene Tu fuerza, aguantaré todo. Oh almas, cuánto las amo.
Reflexión: Sufrir aceptando el dolor
Durante casi toda la noche tuve unos dolores tan violentos que me parecía tener desgarradas todas las entrañas. Oh Jesús mío, haz conmigo lo que te agrade dame solamente la fuerza para sufrir.
Cada una de nuestras cruces es un fragmento de la cruz de Jesús. Cada uno de nuestros sacrificios es una parte del sacrificio supremo de Jesús. No hay dolor que no haya padecido. Te pide, lo pide a todos una participación personal. Es el quién te lo pide después de haber determinado el grado el momento y la intensidad de tu participación. Cada una de tus cruces, grandes o pequeños, es una parte de su cruz, determinada en proporción a las posibilidades y necesidades que solo Él conoce.
Acepta de Él, el sufrimiento, recíbelo de sus manos, de su corazón, que antes de pedirte que sufras con Él, ha sufrido por ti. Todas estas cosas son solamente instrumentos: es el divino crucificado, quien te invita a seguirle, a imitarle, a prolongar en ti la gran ley de la salvación por medio del sufrimiento.
Es él quien te pide que te extiendas sobre el madero ensangrentado de su cruz. Él quien te coloca personalmente sobre las espaldas, el peso proporcionado a tus posibilidades y al mismo tiempo, te ofrece y te da la fuerza para poderle llevar. A cada uno de tus cruces Él responde con una ayuda. A cada uno de tus dolores, corresponde una gracia suya particular. Si Jesús exige como primera condición para seguirle, aceptar la cruz de cada día, debe ser que esto es importante para la santidad y la salvación.
Sufrir aceptando el dolor de manos de Jesús y vivirlo con Él, unido a la cruz, se transforma en un suave y sublime instrumento de redención de vida y de victoria.
Desearte un lindo día. El Señor de la misericordia te conceda sufrir aceptando el dolor, a tí y tu familia.
Dios te bendiga y te proteja.
Santa Faustina, ruega por nosotros.
Amén.
Dr. Victor Arce