Texto del Libro – El diario de Santa Faustina

Durante toda esta Cuaresma soy una hostia en Tus manos, Jesús; sírvete de mí para que Tu Mismo puedas entrar en los pecadores.  Pide lo que quieras; ningún sacrificio me parecerá demasiado grande cuando se trata de las almas.

Reflexión: El alma

Durante toda esta cuaresma soy una hostia en tus manos, Jesús. Ningún sacrificio me parecerá demasiado grande cuando se trata de las almas. “Amarás al Señor, Dios tuyo con todo tu espíritu, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas”. San Irineo escribe: “El hombre perfecto se compone de tres realidades, la carne, el alma y el espíritu. El espíritu salva y forma, la carne es salvada y formada. El alma se encuentra entre estos dos, entre el cuerpo y el espíritu. A veces el alma sigue al espíritu y gracias a él vuela atrás, obedece a la carne y cae en deseos terrenales.

“Así el cuerpo y el alma son como dos manos juntas. Ambos entran juntos en la vida eterna y serán dos manos juntas. O bien ambos se unirán como dos muñecas atadas para una cautividad eterna”. Escucha ahora esto, toda alma tiene en esta tierra para con otras una misión salvadora y para llevarla a cabo le hace falta cierta autoridad proporcionada al fin que ha de conseguir. Esta autoridad moral se saca de la comunión y sólo de ella, no se resiste a quien tiene a Jesucristo en sí y así lo hace sentir en su lenguaje como en sus actos. Es importante recordar a las almas que se dan a la oración, les comunica Jesucristo luces abundantes sobre sí mismo y de esta manera se hace conocer por ellos sin peligro de inducir error. Nuestra alma debiera ser un santuario impenetrable donde sólo Dios obrará y de donde saliera la fuerza y la gracia de nuestra vida habitual. Debemos reclinar nuestra cabeza junto a su corazón en la sagrada comunión. Cuando nuestro corazón sufra o nuestra alma esté triste.

Desearte un lindo día. El Señor de la misericordia te conceda proteger tu alma, a tí y tu familia.

Dios te bendiga y te proteja.

Santa Faustina, ruega por nosotros.

Amén.

Dr. Victor Arce