Texto del Libro – El diario de Santa Faustina

El Señor Mismo me impulsa a escribir oraciones e himnos sobre su misericordia y estos actos de adoración se agolpan en mis labios.  He advertido que a mi mente vienen ya formuladas las expresiones en honor de la misericordia de Dios, por eso he decidido ponerlas por escrito, si está en mi poder; siento un apremio de Dios respecto a esto.

Reflexión: Oración personal

El Señor mismo me impulsa a escribir oraciones e himnos sobre su misericordia y estos actos de adoración se agolpan en mis labios.

Orar es glorificar la infinita bondad de Dios, es poner en acción su divina misericordia, es regocijar, dilatar el amor para con sus criaturas, porque orar es llenar uno de los requisitos exigidos, por Dios para conceder sus favores. La oración es, pues la mayor glorificación de Dios por el hombre.

La oración es la mayor virtud del hombre: la que las comprenden todas, porque todas las demás la preparan y la forman, es la fe que cree, la esperanza que suplica la caridad que pide para dar, la humildad de corazón que la forma la confianza que la expresa, la perseverancia que triunfa del mismo Dios.

Debemos orar para que la luz de la verdad de Jesucristo alumbre a todos los hombres. La oración es indispensable para nosotros, porque si dejamos el trato con Dios, nuestra vida espiritual languidece, si se abandona la oración, primero se vive de las reservas espirituales y después de las trampas. En cambio, la oración nos une a Dios, que nos dice: “Sin mí no podéis hacer nada”.

En la oración personal se habla con Dios como en la conversación que se tiene con un amigo.

Orar es hablar con Dios. Pero, ¿de qué? De él, de ti: alegrías, tristezas, éxitos y fracasos, ambiciones nobles, preocupaciones diarias. ¡Flaquezas! En dos palabras: conocerle y conocerte: “¡Tratarse!, tú, en tu aposento, cerrada la puerta ora a tu Padre.

Ninguna persona de este mundo ha sabido tratar a Jesús como su madre, Santa María que pasó largas horas mirándole hablando con Él, tratándole con toda sencillez y veneración. Acudamos a nuestra Madre que nos enseñe a hablar con Jesús.

Desearte un lindo día. El Señor de la Misericordia te conceda permanecer en él, a ti y tu familia.

Dios te bendiga y te proteja.

Santa Faustina, ruega por nosotros.

Amén.

Dr. Victor Arce