Texto del Libro – El diario de Santa Faustina:

16 IX [1937].  Hoy deseaba ardientemente hacer la Hora Santa delante del Santísimo Sacramento, sin embargo la voluntad de Dios fue otra:  a las ocho experimenté unos dolores tan violentos que tuve que acostarme en seguida; he estado contorsionándome por estos dolores durante tres horas, es decir hasta las once de la noche.  Ninguna medicina me alivió, lo que tomaba lo vomitaba; hubo momentos en que los dolores me dejaban sin conocimiento.  Jesús me hizo saber que de esta manera he tomado parte en su agonía en el Huerto y que Él Mismo había permitido estos sufrimientos en reparación a Dios por las almas asesinadas en el seno de las malas madres. Estos dolores me han sucedido ya tres veces, empiezan siempre a las ocho; [duran] hasta las once de la noche.  Ninguna medicina logra atenuar estos sufrimientos. Cuando se acercan las once desaparecen solos y entonces me duermo; al día siguiente me siento muy débil.  La primera vez eso me ocurrió en el sanatorio.  Los médicos no lograron diagnosticarlo; ni la inyección, ni ninguna otra medicina me pudieron aliviar (32) y yo misma no entendía qué clase de sufrimientos eran.  Le dije al médico que jamás en mi vida había tenido semejantes dolores; el declaró que no sabía que dolores eran. Ahora sí, entiendo de qué dolores se trata, porque el Señor me lo hizo saber….  Sin embargo, al pensar que quizá un día vuelva a sufrir así, me da escalofríos; pero no sé si en el futuro sufriré otra vez de modo similar, lo dejo a Dios; lo que a Dios le agrade enviarme, lo recibiré todo con sumisión y amor. Ojalá pueda con estos sufrimientos salvar del homicidio al menos un alma.

Al día siguiente de estos sufrimientos percibo el estado en que se encuentra las almas y su disposición frente a Dios; me penetra un verdadero conocimiento.

Reflexión: Los Dolores

16-IX-1937. A las 8, experimenté unos dolores tan violentos que tuve que acostarme; estos dolores duraron tres horas. Jesús me hizo saber he tomado parte en su agonía en el huerto y que el mismo había permitido estos sufrimientos en reparación a Dios por las almas asesinadas en el seno de las malas madres. El camino del justo tiene dos vías: el de la gracia y el de la cruz de Nuestro Señor. Nunca ha habido felicidad en la Tierra, desde que Dios dijo a Adán: “Comerás el pan con el sudor de tu frente”. Nunca la tendrán los discípulos de Jesucristo. El Divino Maestro nos visita a veces, con la gracia del calvario, pero también con la fuerza de su amor. El sufrimiento viene siempre de Dios quien nos lo proporciona para nuestro mayor bien y para otorgarnos alguna gracia espiritual. Sintámonos dichosos al poder sufrir lo que el divino maestro nos envía por puro amor. Bendecid a Dios porque en su bondad nos manda lo más preciado, la prueba de su amor. No digamos que es un castigo, sino un trozo de la cruz de Nuestro Señor. Cuando nos venga alguna cruz, no debemos despreciarla, sino recibirla como una gota de la sangre de Jesús. ¡Qué dicha el sufrir por el amor y para el amor! El amor que no sufre, no merece el nombre del amor. No miremos el dolor del sufrimiento, miremos la cruz de Nuestro Señor. No olvides que el dolor de la cruz, es Jesús que bien a descansar en nuestro corazón. El dolor purifica el alma para desprendernos de los bienes de este mundo. La cruz de Jesús es nuestra herencia, pero su amor es nuestra fuerza. Jesús le dijo a S. Juan de la Cruz: ¿Qué gracias quieres que te conceda? Señor, la gracia de padecer y ser despreciado por vuestro amor.

Desearte un lindo día. El Señor de la Misericordia te conceda la fortaleza a ti y a tu familia.

Dios te bendiga y proteja.

Sta. Faustina. Ruega por nosotros.

Amén.

Dr. Víctor Arce.