Texto del Libro – El diario de Santa Faustina:
29 III 1937. Hoy, durante la meditación vi al Señor en gran belleza que me dijo: La paz sea contigo, hija Mía. Toda mi alma tembló de amor por Él y le dije: Oh Señor, aunque yo Te quiero de todo mi corazón, Te ruego que no Te me aparezcas, porque el Padre espiritual me ha dicho que Tus repentinas apariciones despiertan sospechas de que Tú eres, quizá, alguna ilusión. Y aunque yo Te amo más que mi vida y sé que Tú eres el Señor y Dios mío, que tratas conmigo, no obstante por encima de todo soy obediente al confesor.
Jesús escuchó con seriedad y bondad lo que le estaba diciendo y me dijo: Dile al confesor que trato tan íntimamente con tu alma, porque no robas Mis dones y derramo todas las gracias sobre tu alma, porque sé que no te apropiarás de ellas.
Reflexión: La paz sea contigo
29 III 1937. Hoy durante la meditación vi al Señor en gran belleza que me dijo: “La paz sea contigo, hija mía”. Toda mi alma tiembla de amor por él. Después de la Resurrección, Jesús se presenta delante de sus apóstoles y les dice: ¡Pax Vobis! La paz sea con vosotros. La paz es un fruto del Espíritu Santo y es señal cierta de que Dios está cerca de nosotros. La paz verdadera es fruto de la oración, signo de santidad del amor a Dios. El Señor es el príncipe de la Paz, Él es la fuente de la paz serena: “Soy yo no temáis”. La paz es muy necesaria en nuestro apostolado y para la convivencia con los demás, fortificarlas da un orden interior. La filiación divina, sentirnos hijos de Dios es el fundamento de la paz y de la alegría del cristiano, en ella encontramos la protección que necesitamos. Hay una paz imperfecta ficticia con una tranquilidad solo exterior que solo busca bienestar material es una paz inestable. Debemos llevar siempre el corazón y el Espíritu fijos en nuestro bondadoso Padre, basar nuestra paz en la confianza de Dios y en su amor paternal. Esta paz permanecerá en la Tierra mientras hay hombres de buena voluntad. La paz interior nos lleva silencio interior: Hesyquia, que es el reposo, tranquilidad, quietud perfecta, unión entre el cuerpo, el alma y el espíritu. No hay paz sin contrición, sin arrepentimiento de nuestros pecados. Acudamos a la Virgen, Reina de la Paz, para no perder nunca la alegría y serenidad.
Desearte un lindo día, el Señor de la Misericordia te conceda la paz, a ti y a tu familia.
No olvidarte de rezar la coronilla cada día.
Santa Faustina: ruega por nosotros.
Dios te bendiga y proteja.
Amén.
Dr. Victor Arce.