Texto del Libro – El diario de Santa Faustina

Durante la meditación sobre la muerte rogué al Señor que se dignara penetrar mi corazón con los mismos sentimientos que tendría en el momento de la muerte.  Y la gracia de Dios me contestó interiormente que había hecho lo que estaba en mi poder, entonces podía estar tranquila.  En ese momento en mi alma se despertó una gratitud tan grande al Señor que me eché a llorar de alegría como una niña. Me preparé para recibir la Santa Comunión a la mañana siguiente como viático y recé por mí las plegarias de los agonizantes.

Reflexión: La muerte I

Durante la meditación sobre la muerte rogué al Señor que se dignara penetrar mi corazón con los mismos sentimientos que tendría en el momento de la muerte. “Porque vosotros sabéis muy bien, escribe San Pablo. Que, como el ladrón en la noche, así vendrá el día del Señor”. Es una llamada a la vigilancia, a no vivir de espaldas, el día del Señor en la que por fin veremos cara a cara a Dios.

No es fácil hoy hablar de la muerte solo mencionarla parece un asunto desagradable, de mal gusto. La Iglesia nos invita a meditarlo para que no nos encuentre desprevenidos en ese momento supremo. Para el cristiano, la muerte es el final de una corta peregrinación y la llegada a la meta definitiva para la que nos hemos preparado, día a día, poniendo al alma en las tareas cotidianas. Con ellas y a través de ellas nos hemos de ganar el cielo. Sabeos que la muerte, “es un paso y traslado a la eternidad, después de correr en esta carrera temporal”.

La desobediencia de Adán, llevó consigo, junto a la pérdida de la amistad con Dios, la pérdida del don gratuito de la inmortalidad. Pero Jesucristo, destruyó la muerte e iluminó la vida, se convierte en amiga y hermana; quienes tienen el alma pagana siguen viviendo como si Cristo no hubiera realizado la redención.

La muerte nos da grandes lecciones para toda la vida. Nos enseña a vivir con lo necesario, desprendidos de los bienes, que en un tiempo corto habremos de dejar, llevaremos para siempre el mérito de nuestras buenas obras.

El recuerdo de la muerte nos ayuda a trabajar con más empeño en la tarea de la propia santificación. “No es que tengamos poco tiempo, es que hemos perdido mucho”. Aprovechemos el que nos queda.

Desearte un lindo día. El Señor de la Misericordia te libre de la muerte, a ti y tu familia.

Dios te bendiga y te proteja.

Santa Faustina, ruega por nosotros.

Amén.

Dr. Victor Arce