Texto del Diario de Santa Faustina:

Hoy el Señor me ha dicho: Hija mía, me dicen qué tienes mucha sencillez, entonces ¿por qué no me hablas de todo lo que te concierne aún de los más pequeños detalles? Háblame de todo. Has de saber que con esto Me procurarás mucho gozo. Contesté: Pero, Señor, Tú lo sabes todo. Y Jesús me contestó: Sí, Yo sé, pero tú no te justifiques diciendo que Yo sé, sino que con la sencillez de una niña, háblame de todo, porque tengo el oído y el corazón vueltos hacia ti y tus palabras. Me son agradables.

Al empezar esa gran novena por tres intenciones, vi en la tierra un pequeño gusano y pensé: ¿De dónde ha salido en pleno invierno? De repente oí en el alma estas palabras: Ves, Yo pienso en él y lo mantengo y ¿qué es en comparación contigo? ¿Por qué se ha asustado tu alma un momento? Pedí perdón al Señor por aquel momento; Jesús quiere que siempre sea una niña y ponga en Él toda preocupación y me someta ciegamente a su santa voluntad; Él se ha encargado de todo.

Reflexión

Hoy Santa Faustina nos lleva a la reflexión de haceos como niños, cuando el Señor le habla en su alma con la sencillez de una niña: Háblame de todo. Jesús nos recuerda que es necesario hacerse como un niño para entrar en el Reino de los Cielos. El niño es inocente y sencillo, necesita de sus padres. Así debe ser el cristiano delante de su padre Dios. Ser pequeño exige abandonarse como se abandonan los niños, crecer como crecen los niños, pedir como piden los niños. La sencillez es la virtud principal que define hacerse como niños. El niño es dócil y está dispuesto y preparado hacer enseñado. El niño tiene una mirada limpia y un corazón puro sin pretensiones, ni orgullo. Ante Dios así debemos comportarnos. ¿Por qué los niños son aptos para el Reino de los Cielos? Porque no tienen malicia, no engañan, desconocen la lujuria, no apetecen las riquezas, no son ambiciosos. Aprendamos a ser niños delante de Dios.

Padre eterno, yo te ofrezco el cuerpo, la sangre, el alma y la divinidad de tu amado Hijo, Nuestro Señor Jesucristo como propiciación de nuestros pecados y del mundo entero.

¡Qué el Señor te bendiga y proteja! Amén.

Dr. Victor Arce.