Texto del Libro – El diario de Santa Faustina
Una noche vino a verme el alma de cierta jovencita y me hizo sentir su presencia dándome a conocer que necesitaba mi oración. Recé un momento, pero su espíritu no se alejó de mí.
Reflexión: El Purgatorio I
Una noche vino a verme el alma de cierta jovencita y me hizo sentir su presencia dándome a conocer que necesitaba mi oración. Pasé un momento, pero su espíritu no se alejó de mí. Es muy santo y saludable rogar por los difuntos para que se vean libres de sus pecados. La misericordia oculta al pecador, sigue al hombre y donde quiera le acompaña, sin jamás dejarle ni siquiera después de la muerte, pues le sigue al Purgatorio. El Purgatorio es el último esfuerzo de la misericordia de Dios a favor del pecador, en el cielo no puede entrar nada manchado, el alma afeada por falta de pecados veniales no puede entrar en la morada de Dios, es necesario estar limpio de toda culpa. El Purgatorio ha sido ordenado para borrar tales manchas, el mayor sufrimiento de esas almas es el haber pecado contra la bondad divina y el no haber purificado el alma en esta vida. El Purgatorio no es un infierno menor sino la antesala del cielo donde el alma se limpia y se purifica. En el Purgatorio se purifican pecados veniales, faltas de amor y delicadeza con el Señor, faltas de amor al prójimo. Perdemos en la confesión, se perdona la culpa pero queda en el alma una pena o deuda insatisfecha que exige ser reparada en esta vida o en la otra. El Purgatorio es la oportunidad para conseguirlo, el alma experimenta un dolor y sufrimiento intenso, un fuego no más doloroso que cualquier cosa que un hombre pueda padecer en esta vida pero también existe mucha alegría porque ha ganado la batalla y le espera pronto el encuentro con Dios. Nosotros aquí en la tierra podemos ayudar mucho a estas almas a pasar más deprisa este largo desierto que los separa de Dios.
Desearte un lindo día. El Señor de la misericordia te conceda la oración, a tí y tu familia.
Dios te bendiga y te proteja.
Santa Faustina, ruega por nosotros.
Amén.
Dr. Victor Arce