Texto del Libro – El diario de Santa Faustina:
16 [VIII 1937]. Después de la Santa Comunión vi al Señor Jesús en gran Majestad y Jesús me dijo: Hija Mía, en las semanas cuando no Me has visto ni has sentido Mi presencia, estaba unido a ti más profundamente que en los momentos de éxtasis. Y la fidelidad y el perfume de tu plegaria han llegado hasta Mí. Después de estas palabras mi alma fue inundada del gozo de Dios, no veía a Jesús y podía pronunciar solo una palabra, es decir: Jesús. Y después de pronunciar este nombre, de nuevo mi alma era inundada de luz y de un recogimiento más profundo que duró tres días sin interrupción. Sin embargo, por fuera pude cumplir mis deberes.
Todo mi ser fue conmovido en Sus más secretas profundidades. La grandeza de Dios no me espanta, sino que me hace feliz; rindiéndole honor yo misma soy elevada. Viendo su felicidad yo misma soy feliz, ya que (13) todo lo que hay en Él fluye sobre mí.
Reflexión: El nombre de Jesús
16-8-1937. Después de estas palabras mi alma que inundada del gozo de Dios, no veía a Jesús y podía pronunciar solo una palabra, es decir: Jesús. Y después de pronunciar este nombre, de nuevo mi alma era inundada de luz.
El arcángel San Gabriel le dice: Has hallado gracia delante de Dios, concebirás en tu seno y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre, Jesús. Será grande y se llamará Hijo del Altísimo, el Señor le dará el trono de David, su padre, reinará eternamente sobre la casa de Jacob y su reino no tendrá fin. Pierde el miedo a llamar al Señor por su nombre: Jesús y a decirle que le quieres. ¿Cómo no vamos a llamar a nuestro mejor amigo por su nombre? Él se llama Jesús. Dios mismo fijó su nombre por medio del arcángel. Con el nombre queda señalada su misión: Jesús, significa salvador. Con Él nos llega la salvación, la seguridad y la verdadera paz. Es el nombre superior a todo nombre, a fin de que al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la Tierra y en el infierno.
¡Con cuánto respeto y con cuanta confianza a la vez, hemos de repetirlo! También y de modo especial cuando nos dirigimos a Él en nuestra oración personal.
El nombre era de gran importancia entre los judíos. El nombre expresaba la realidad profunda de su ser. Invocar su nombre es ser salvados; creer en este nombre, es llegar a ser hijos de Dios; orar en este nombre, es ser escuchados con toda seguridad: “En verdad os digo, que cuanto pidiereis al Padre, en mi nombre, os lo concederá”. Anunciar el nombre de Jesús, constituye la esencia de todo apostolado. En el nombre de Jesús se perdonan los pecados y las almas son purificadas y santificadas. Jesús en ti confío.
Desearte un lindo día. El Señor de la Misericordia te conceda invocar su nombre, a ti y a tu familia.
Dios te bendiga y proteja.
Sta. Faustina. Ruega por nosotros.
Amén.
Dr. Víctor Arce.