Texto del Libro – El diario de Santa Faustina:

24 IV.  Cada gracia mayor la siento antes, y me invade un extraño anhelo y un gran deseo de Dios.  La espero, y cuanto más grande es la gracia, tanto mayor es el presentimiento y mayor la batalla que libro con el adversario de mi salvación.

A veces mi alma se encuentra en tal condición que la puedo describir haciendo una comparación:  hay dos amigos sinceros, uno de ellos sólo organiza un gran banquete al cual ha invitado a su amigo; ambos esperan con ansia, pero el banquete es a la hora establecida.  Bien, los momentos anteriores a la gracia son tan agitados que me es difícil describirlos.  Los caracteriza un inquieto deseo y el ardor del amor.  Siento que el Señor esta, pero no puedo sumergirme en Él completamente porque no ha llegado la hora establecida.  A veces, antes del momento de la gracia estoy totalmente privada de todo: mente, voluntad, corazón; me quedo sola y espero únicamente a Dios.  Él Mismo lo hace dentro de mí antes de su venida.

Reflexión: El deseo de la gracia

Cada gracia mayor la siento antes y me invade un extraño anhelo y un gran deseo de Dios. La gracia es una efusión de la bondad Divina de Dios. En la vida sobrenatural hay dos géneros de gracias, una ordinaria y común a todos los sacramentos, la oración a los demás, medio de salvación. 2. La gracia de perfección o soberana, ella forma la vida y la santidad de un alma pero no todos reciben esta gracia especial, el Señor concede, solamente a las almas que ama con amor privilegiado. Los apóstoles recibieron esa gracia soberana de seguir a Jesús por amor. La gracia soberana produce dos efectos: primero le traza el camino que ha de seguir en su vida interior. Segundo, la conduce a una vocación especial. Esta gracia soberana formará las diferentes virtudes en el alma llegando a ser el mártir de todos. A unos la gracia de la penitencia, a otros a meditar su pasión, a otros la predicación ¿Por qué da Dios gracias de carácter atractivo? Por un divina razón, el espíritu humano es demasiado limitado para abarcar el conjunto de virtudes. A cada uno le toca saber cuál es su gracia dominante, en esto consiste la vida interior y del deseo de la gracia depende de toda la vida espiritual. La mayor de todas las gracias es el amor al Santísimo Sacramento en ella se contiene la glorificación de todas las virtudes y de todas las perfecciones. Esta gracia soberana hay que alimentarla con la piedad, la oración y la contemplación. La Eucaristía es la Reina y madre de todas las gracias.

Desearte un lindo día, el Señor de la Misericordia, te conceda ser almas eucarísticas a ti y a tu familia. 

Dios te bendiga y proteja.

Santa Faustina: Ruega por nosotros.

Amén

Dr. Victor Arce.