Texto del Libro – El diario de Santa Faustina:
El viernes, después de la Santa Comunión fui trasladada en espíritu delante del trono de Dios. Delante del trono de Dios vi las Potencias Celestiales que adoran a Dios sin cesar. Más allá del trono vi una claridad inaccesible a las criaturas; allí entra solamente el Verbo Encarnado como Intercesor. Cuando Jesús entro en esa claridad, oí estas palabras: Escribe en seguida lo que vas a oír: Soy el Señor en Mi Esencia y no conozco mandatos ni necesidades. Si llamo a las criaturas a la vida, esto es el abismo de Mi misericordia. En aquel mismo momento me vi en nuestra capilla, como antes en mi reclinatorio. La Santa Misa terminó. Ya tenía escritas estas palabras.
Reflexión: El abismo de mi misericordia
Fui trasladada en espíritu delante del trono de Dios. Vi las potencias celestiales que adornan a Dios sin cesar. Allí entra solamente el verbo encarnado cómo intercesor. Oí estas palabras: soy el Señor, en mi esencia y no conozco mandatos ni necesidades, este es el Abismo de mi Misericordia.
Diálogo entre Dios y el alma desesperada. Jesús: Aquí actúa la omnipotencia de mi Misericordia. Feliz el alma que aprovecha esta gracia. Con cuánta alegría se llena mi corazón cuando vuelves a mí. Te veo muy débil por lo tanto te tomo en mis propios brazos y te llevo a casa de mi Padre.
El alma como si se despertara: ¿Es posible que haya todavía misericordia para mí? Pregunta llena de temor. Jesús: Precisamente tú, niña mía, tienes el derecho exclusivo a mi Misericordia. Permite a mi Misericordia actuar en tí, en tu pobre alma; deja entrar en tu alma los rayos de la gracia, ellos introdujeron luz, calor y vida. El alma: sin embargo me invade el miedo tan solo al recordar mis pecados y este terrible temor me empieza a dudar en tu bondad.
Jesús: Has de saber, oh alma, que todos tus pecados no han herido tan dolorosamente mi corazón como tu actual desconfianza. Después de tantos esfuerzos de mi amor y mi misericordia, no te fías de mi bondad.
El alma: Oh Señor sálvame tú mismo porque estoy pereciendo, sé mi Salvador, mi pobre corazón está desgarrado. Jesús no permite al alma terminar estas palabras, la levanta del abismo de la miseria y en un solo instante la introduce en su propio corazón y todos los pecados desaparecen, destruidos por el ardor de su amor.
Desearte un lindo día. El Señor de la Misericordia te conceda el abismo de Mi misericordia, a ti y a tu familia.
Dios te bendiga y te proteja.
Sta. Faustina. Ruega por nosotros.
Amén.
Dr. Víctor Arce.