Texto del Libro – El diario de Santa Faustina
Oh Jesús mío, consolida las fuerzas de mi alma para que el enemigo no gane nada. Sin Ti soy la debilidad misma, sin Tu gracia no soy más que (23) el abismo de miseria. La miseria es mi propiedad.
Reflexión: Desaliento
Oh Jesús mío, consolida las fuerzas de mi alma para que el enemigo no gané nada, sin ti, soy la debilidad misma. Cuánto más piadosos y naturales seáis, tanto más sentiréis la tentación del desaliento, siempre queda uno pegado a sí mismo; se tiene miedo de echarse en brazos de Dios. ¿Queréis hacer un acto de contrición? No os bajéis al infierno para ver vuestro sitio, sino haced un acto de fe en la misericordia de Dios. Debemos considerar a Dios por donde más fácilmente se deja vencer, debemos considerar sus entrañas de misericordia, su corazón. Creemos que mientras más, nos acercamos a Dios dejaba de sentir las tentaciones de desaliento, de desesperación y estando ya muy cerca a Dios, se asentaba en la perfecta confianza. San Alfonso, dice: Que Dios envía tentaciones aún a los santos y que estás tentaciones son contra la fe, la confianza, la castidad y al mismo confesor. Estas tentaciones son horribles y Dios las levanta para suba el alma al grado supremo de la confianza en aras de una fe auténtica. fundada sobre una sola palabra.
En estas tentaciones los pecados adquieren proporciones exorbitantes a los ojos del alma y todo es defecto. Todo conspira contra la confianza y misericordia divinas. El alma entra en gran desaliento y desesperación se acusaba de no haber amado bastante. Le daban miedo las gracias, qué había recibido convencida de no haber aprovechado de ellas.
No debemos guardar nunca, en nuestra alma las tentaciones de desesperación y desaliento y las tentaciones contra la confianza en Dios, acusarla al confesor. El desaliento engendra tristeza, ataca la vida espiritual y secan hasta la vida del cuerpo.
Desearte un lindo día. El Señor de la misericordia te libere del desaliento, a tí y tu familia.
Dios te bendiga y te proteja.
Santa Faustina, ruega por nosotros.
Amén.
Dr. Victor Arce