Texto del Libro – El diario de Santa Faustina:
A las once Jesús me dijo: Hostia mía, tú eres alivio para Mi Corazón martirizado. Pensé que después de estas palabras mi corazón se quemaría. Y me introdujo en una muy estrecha unión Consigo y mi corazón se unió a su Corazón de modo amoroso y sentía sus más débiles latidos y Él los míos. El fuego de mi amor, creado, fue unido al ardor de su amor eterno. Esta gracia supera con su grandeza todas las demás. Su esencia trina me envolvió toda y fui sumergida toda en Él, en cierto sentido mi pequeñez chocó contra el Soberano Inmortal. Estaba sumergida en un amor inconcebible y en un tormento inconcebible a causa de su Pasión. Todo lo que tenía relación son su Ser, se comunicaba también a mí
A las tres, postrándome en cruz, rogué por el mundo entero. Jesús estaba terminando su vida mortal, oí sus siete palabras, después me miro y dijo: Amadísima hija de Mi Corazón, tú eres Mi alivio entre terribles tormentos.
Reflexión: Consolando su corazón
26 – III – 1937. Viernes Santo. Jesús me dijo: Hostia mía, tú eres alivio para mi corazón martirizado. ¿Cómo debemos consolar al corazón de Jesús, cómo debemos reparar propiciación o desagravio? Primero, visitar y adorar a Jesús abandonado de los hombres que lo dejan solo en el Sagrario, tanta indiferencia de los que rescataste con el precio de tu sangre. Segundo: Llorad consolar al ver a Jesús traicionado, insultado, mofado y crucificado. Llorad a los pies de Jesús menospreciado de los suyos, crucificado en tantos corazones, tenemos que consolar de corazón de nuestro Padre. Tercero: Adorar a Jesús y consolarlo justificándole que en reparación de tantas ingratitudes acepte los sufrimientos que vivimos cada día ofreciendo nuestras penitencias. Cuarto: es necesario unir nuestros sufrimientos a los de Jesús. Nuestro Salvador elevado en la cruz, recoged aquella sangre divina que mana de sus heridas y ofrecerlas a la Justicia Divina en propiciación; haced vuestros sus dolores y la oración que dirige desde el árbol de la Cruz y pedid al Padre Celestial piedad y misericordia por los pecadores y por nosotros mismos. Tenemos que consolar y reparar al Corazón de Jesús, en unión como hizo la Virgen María al pie de la Cruz. ¿Qué importará los sacrificios con tal que Jesús sea consolado y el Padre Celestial glorificado?
Santa Faustina: Que el honor y la gloria para esa imagen no dejen de fluir de las almas de los hombres. El Señor de la Misericordia, te conceda consolar al corazón de Jesús a ti y a toda tu familia.
Dios te bendiga y proteja.
Amén.
Dr. Victor Arce.