Texto del Libro – El diario de Santa Faustina

Oh Señor mío, todo esto (30) para Ti, para impetrar misericordia a los pobres pecadores.  Cuando regresé estaba tan cansada que tuve que acostarme en seguida; sin embargo era el día de la confesión trimestral, traté de ir todavía a confesarme, porque tenía la necesidad no sólo de la confesión sino también de pedir consejo al director espiritual.  Empecé a prepararme, pero me sentía tan débil que decidí pedir a la Madre Superiora el permiso de confesarme antes de las novicias por sentirme débil [398].  La Madre Superiora contestó:  Busque, hermana, a la Madre Maestra [399], si ella le permite confesarse antes de las novicias, está bien.  Pero quedaban sólo tres hermanas para confesarse, por lo tanto esperé, tanto más que no tenía fuerzas para buscar a la Madre Maestra.  Pero cuando entré en el confesionario me sentía tan mal que no logré describir el estado de mi alma, apenas me confesé.  Conocí entonces cuánto se necesita (31) el espíritu [400]; la letra sola no hace crecer el amor.

Reflexión: Confesión

Cuando regresé, estaba tan cansada que tuve que acostarme enseguida. Sin embargo,era el día de la confesión trimestral. Traté de ir todavía a confesarme, porque tenía la necesidad no sólo de la confesión, sino también de pedir consejo al director espiritual. La confesión es la última tabla de salvación en medio de las tempestades de este mundo pervertido. Este poder de perdonar los pecados que he transmitido por el Señor a su iglesia en la persona de los apóstoles, para que ella, por medio de los sacerdotes, lo pudiera ejercer hasta el fin de los tiempos. Recibid el Espíritu Santo a quienes les perdoneís los pecados, les son perdonados a quienes se los retengáis les son retenidos. La mejor manera de disponer nuestra alma al Señor. Cada confesión bien hecha, es un impulso que recibimos del Señor para seguir adelante, sin desanimarnos, sin tristezas, libres de nuestros, de nuestras miserias. Jesús nos dice de nuevo, ten confianza, tus pecados te son perdonados. Confesamos nuestros pecados a Dios mismo, aunque el confesionario los escuche, el hombre sacerdote. Las causas del mal no deben buscarse en el exterior del hombre, sino en el interior de su corazón, mediante un sincero arrepentimiento de un firme propósito de enmienda y de una firme confesión de culpas. La confesión bien hecha, ha de ser sobrenatural, conscientes de que vamos a pedir perdón al mismo Señor. El pecado es la mayor tragedia para el hombre. Recuerda, hay más alegría en el cielo por un pecador que se arrepiente que por 99 justos.

Desearte un lindo día. El Señor de la misericordia te conceda la confesión a tí y tu familia.

Dios te bendiga y te proteja.

Santa Faustina, ruega por nosotros.

Amén.

Dr. Victor Arce