Texto del Libro – El diario de Santa Faustina
Cuando Te unes a mi en la Comunión, oh Dios,
Entonces siento mi grandeza inconcebible,
(86) Que me viene de Ti, oh Señor, lo reconozco humildemente,
Y, a pesar de mi miseria, con Tu ayuda puedo volverme santa.
Reflexión: Comunión II
Cuando te unes a mí en la comunión o Dios, entonces siento mi grandeza inconcebible, que me viene de ti, oh Señor, lo reconozco humildemente y a pesar de mi miseria con tu ayuda puedo volverme santa. Yo soy el pan de vida, el mismo Jesucristo es quien se ha dado el nombre de pan de vida. El que come mi carne tiene la vida. ¿Qué vida? La misma que mi carne tiene. Jesús, así como el Padre que me ha enviado, vive. Yo vivo por el Padre, así quien me come también él vivirá por mí. El alimento comunica su sustancia a quien lo come. No se transforma Jesús en nosotros sino que a nosotros nos transforma en sí. No se come sólo para conservar la vida, sino también para sacar fuerzas con que realizar los trabajos necesarios, porque cuanto más queramos acercarnos a Dios, mayores son los combates que nos aguardan. Sólo la Eucaristía puede darnos fuerzas suficientes para todas estas luchas de la vida cristiana, la oración y la piedad. Pronto lanquidece sin la Eucaristía. Únicamente el que mora en nuestro Señor produce mucho fruto y cómo morar en nuestro Señor, sino comiendo su carne y bebiendo su sangre. La Sagrada Comunión es más que un remedio, es también fuerza. Nos ayuda a ser buenos, virtuosos y santos. La Sagrada Comunión es felicidad, es paz, no la del mundo, sino la paz de Dios. La comunión es también dulzura, es el perfume celestial, se siente a Jesús en todo su ser. Feliz momento el de la comunión que hace que nos olvidemos del destierro y de sus misterios. “Gustar y ver cuánto es bueno es el Señor”. Todos los caminos de Jesús nos conducen al cenáculo eucarístico, sólo que ha establecido Jesús su morada permanentemente para la tierra. Aquí hay que morar, vivir y morir.
Desearte un lindo día. El Señor de la misericordia te conceda la comunión, a tí y tu familia.
Dios te bendiga y te proteja.
Santa Faustina, ruega por nosotros.
Amén.
Dr. Victor Arce