Texto del Libro – El diario de Santa Faustina

Sé bendito, Amor eterno, mi dulce Jesús, que Te has dignado morar en mi corazón.  Te saludo, oh divinidad gloriosa que Te has dignado humillarte por mi y anonadarte por amor hacia mi, hasta reducirte a una tenue apariencia de pan.  Te saludo, Jesús, inmarcesible flor de humanidad, Tú eres el único para mi alma.  Tu amor es más puro que un lirio y Tú presencia me agrada más que el perfume del jacinto.  Tu amistad es más tierna (147) y más sutil que el aroma de la rosa, sin embargo más fuerte que la muerte.  Oh Jesús, belleza inconcebible. “Te entiendes perfectamente con las almas puras, porque sólo ellas son capaces de heroísmo y de sacrificio.  Oh dulce y rosada sangre de Jesús, ennoblece mi sangre y transfórmala en tu propia sangre.  Que se haga esto en mí según Tu designio.

Reflexión: Amor eterno

Sé bendito, amor eterno, mi dulce Jesús, que te has dignado mirar en mi corazón. Te saludo oh ansiedad gloriosa, que te has dignado humillarte por mi y anonadarte por amor hacia mí.

“Fuego he venido a traer a la tierra, ¿y qué quiero sino que arda?”. El Señor quiere que su amor prenda en nuestro corazón y provoque un incendio que lo invada todo. Él nos am a cada uno con amor personal e individual como si fuera el único objeto de su amor. En ningún momento ha cesado de amarnos de ayudarnos, de protegernos, de comunicarse con nosotros ni siquiera en los momentos de mayor ingratitud por nuestra parte.

Que la gracia de su amor regule toda nuestra vida y que todas nuestras virtudes se resuman en una sola: la del amor. Solo hay una cosa esencial en este mundo, que nada ni nadie puede sustituir y que por sí sola suple perfectamente a todo lo que existe sobre la tierra: amar a nuestro Señor, confiarle nuestro apostolado, nuestras empresas, todas nuestras alegrías y gozos. Aprendamos a recogernos a los pies de nuestro Señor en el silencio del amor; escuchémosle con tranquilo corazón, fijemos la mirada en Él, contemplémosle en su divina e inefable bondad, entregémonos del todo a Él.

Amemos a nuestro Señor, que tanto nos ha amado y que tan tiernamente nos ama en el Santísimo Sacramento. Procuremos reservar unos bellos momentos a la vida divina de su amor y no dejemos que nos ocupen y absorban con exceso las obras exteriores. ¿Cómo conoceremos que realmente le amamos? La mejor prueba de nuestro amor es el amor de abnegación y de sacrificio.

Desearte un lindo día. El Señor de la misericordia te conceda el amor eterno, a tí y a tu familia.

Dios te bendiga y te proteja.

Santa Faustina, ruega por nosotros.

Amén.

Dr. Victor Arce