Texto del Libro – El diario de Santa Faustina

Cuando entré por un momento en la capilla, el Señor me dijo:  Hija Mía, ayúdame a salvar a un pecador agonizante; reza por él esta coronilla que te he enseñado.  Al empezar a rezar la coronilla, vi a aquel moribundo entre terribles tormentos y luchas.  El Ángel Custodio lo defendía, pero era como impotente ante la gran miseria de aquella alma; una multitud de demonios estaba esperando aquella alma.  Mientras rezaba la coronilla, vi a Jesús tal y como está pintado en la imagen.  Los rayos que salieron del Corazón de Jesús envolvieron al enfermo y las fuerzas de las tinieblas huyeron en pánico.  El enfermo expiró sereno.  Cuando volví en mi, comprendí la importancia que tiene esta coronilla rezada junto a los agonizantes, ella aplaca la ira de Dios.

Reflexión: Alma agonizante

El Señor me dijo: Hija Mía, ayúdame a salvar a un pecador agonizante; reza por él esta coronilla que te he enseñado. Al empezar a rezar la coronilla, vi a aquel moribundo entre terribles tormentas y luchas.

“Defenderé como mi gloria a cada alma que rece esta coronilla en la hora de la muerte, o cuando los demás recen junto al agonizante, obtendrán el mismo perdón. Cuando cerca de un agonizante es rezada esta coronilla, se aplaca la ira divina y la insondable misericordia envuelve al alma y se conmueven las entrañas de mi misericordia por la dolorosa pasión de mi hijo”.

Oh si todos conocieran qué grande es la misericordia del Señor y cuando todos nosotros, necesitamos esta Misericordia, especialmente en aquella hora decisiva. Diario 811.

“Hija mía, anima a las almas a rezar la coronilla que te he dado, a quienes recen esa coronilla me complazco en darles lo que me pidan”. Escribe: cuando recen esta coronilla junto a los moribundos. Me pondré entre el Padre y el alma agonizante no como el juez justo sino como el salvador misericordioso. Diario 1541.

Toda alma tiene en esta tierra para con otras una misión salvadora y para llevarla necesita cierta autoridad que se obtiene de la comunión.

Nuestra alma debiera ser un santuario impenetrable donde solo Dios obrará y de donde saliera la fuerza y la gracia de nuestra vida habitual.

El alma se alimenta de Dios meditando su palabra, con la gracia, con la súplica que es el fondo de la oración y el único medio de obtener la divina gracia. “Por su dolorosa pasión”, estamos suplicando: “Padre por favor, ¡Que tu sufrimiento no haya sido en vano!”

Desearte un lindo día. El Señor de la Misericordia te conceda rezar por el alma agonizante, a ti y tu familia.

Dios te bendiga y te proteja.

Santa Faustina, ruega por nosotros.

Amén.

Dr. Victor Arce