Oración al Espíritu Santo Inspirada por el himno en Latín “Veni Sancte Spiritus”
Ven, Espíritu Santo, derrama desde las profundidades de la Trinidad un rayo de tu Luz, esa Luz que ilumina nuestras mentes y, al mismo tiempo, fortalece nuestra voluntad para que sigamos esa Luz. Ven, Padre de los pobres, de los pobres de espíritu, a quienes te deleitas en llenar con la plenitud de Dios.
Eres más que un dispensador de dones, has donado tu propio ser, el Don Supremo – el Don del Padre y del Hijo. ¡Eres el mejor consolador! ¡Qué huésped más encantador eres! Tu conversación, aunque en completo silencio, es en si misma toda dulzura. ¡Qué refrescantes son tus consuelos! Como una caricia, calman en un instante, disipan toda duda y tristeza.
En la ardua labor de combatir las tentaciones, allí estás Tú prometiéndonos la victoria. Tu presencia es nuestra victoria. Nuestros tímidos corazones son inducidos por tu inmensa suavidad a confiar en Ti.
En la más grande de todas nuestras labores, la lucha por la entrega total de nuestro ser, Tú eres nuestro reposo, nuestra paz, en la profundidad de nuestras almas.
En lo más caldeado de la batalla. Tu aliento nos refresca y calma nuestras pasiones rebel- des, aquietando nuestros temores cuando nos sentimos derrotados. Tú enjugas lágrimas cuando caemos. Eres Tú el que concede la gracia de la compunción y la esperanza sin re- servas en el perdón.
¡Oh delirio de Luz bienaventurada! Llena lo más recóndito de los corazones de Tus hijos que Te son fieles. Sin Ti, no existe en nosotros vida divina, o virtud alguna. Si nos privas de tu aliento, nues- tro espíritu perecerá; no podrá volver a tener vida hasta que tus labios se posen sobre nues- tras bocas y soplen en ellas el soplo de vida.
Tu mano se posa sobre nosotros como rocío, sin embargo actúas con mano fuerte. Tan sua- ve como la más suave de las brisas, también Te encuentras en el remolino.
Como llamarada de una inmensa hoguera, consumes todas nuestras facultades –pero sólo para derretir la dureza de nuestros corazones.
Nos arrojas delante de Ti como hojas secas bajo el fuerte viento del invierno, pero sólo para que nuestros pies encuentren el sendero angosto.
Ahora derrama sobre nosotros torrentes de agua, como si fuese un viento de mucha fuerza, para que sean lavados nuestros pecados. Empapa con tu gracia nuestros corazones diseca- dos. Alivia las heridas que has cauterizado.
Otorga Tus siete sagrados dones a todos los que confían en Ti con esa confianza que sólo Tú puedes dar.
¡Concédenos la recompensa de la virtud, es decir, Tu propio Ser! ¡Concédenos perseverar hasta el fin! ¡Y luego, gozo eterno! Amén.
Benedicto XVI: el «matrimonio homosexual» es una revolución cultural contra toda la tradición humana
En un magistral texto, Benedicto XVI sintetiza la profundidad de lo que implica reconocer el «matrimonio» entre personas del mismo sexo, y las raíces de la «deformación de la conciencia» que lo ha hecho posible.
• Benedicto XVI
• Matrimonio homosexual
En Italia se ha editado una recopilación de textos de Benedicto XVI sobre La verdadera Europa. Identidad y misión, un volumen prologado por Francisco.
El diario italiano Il Foglio publicó el jueves la introducción que ha preparado el propio Papa emérito para el libro. En ella, Joseph Ratzinger afirma que la legalización en dieciséis estados europeos del «matrimonio homosexual» responde a «una deformación de la conciencia que evidentemente ha calado de forma profunda en sectores del pueblo católico».
El concepto mismo de «matrimonio homosexual», continúa, «está en contradicción con todas las culturas de la humanidad que se han sucedido hasta hoy, y por tanto significa una revolución cultural que se contrapone a toda la tradición de la humanidad hasta hoy».
En efecto, pese a las grandes diferencias que la configuración familiar ha conocido, se ha mantenido siempre lo «fundamental», a saber, que «la comunidad de hombre y mujer y la apertura a la transmisión de la vida determinan la esencia de lo que se denomina matrimonio». Era, hasta ahora, «una certeza originaria obvia para la humanidad».
El mal de la píldora anticonceptiva: no solo moral, también metafísico
¿Cómo se ha podido producir una ruptura de esta naturaleza, llegando a quebrar esta convicción? Benedicto XVI se remonta a la difusión de la píldora anticonceptiva, «que hizo posible la separación entre fecundidad y sexualidad». Con ello, «todas las formas de sexualidad quedan equiparadas».
¿»Este nuevo mensaje contenido en la invención de la píldora», dice el Papa emérito, «ha transformado profundamente la conciencia de los hombres, al principio lentamente, luego cada vez con mayor claridad».
Pero hay una segunda consecuencia, y es que la fecundidad empieza a ser vista como algo separado de la sexualidad: «Parecerá justo entonces no seguir confiando la procreación del hombre a la ocasional pasión del cuerpo, sino planificar y producir el hombre racionalmente». Un proceso en el que estamos inmersos, y que implica que el hombre «deja de ser engendrado para ser fabricado» y deja de ser «un don recibido» para ser «un producto planificado».
El fin de la grandeza del hombre
En última instancia, dice Benedicto en la última parte de su escrito, esto afecta también a la relación del hombre con Dios: «Surge esta alternativa: o bien el hombre es criatura de Dios, imagen de Dios, don de Dios, o bien el hombre es un producto que el hombre mismo sabe crear». Pero si se renuncia a la idea de creación, «se renuncia a la grandeza del hombre, se renuncia a su indisponibilidad y a su dignidad, que está por encima de toda planificación».
«El hombre posee una ‘naturaleza’ que le ha sido dada, y violentarla o negarla conduce a la autodestrucción», concluye: «De esto se trata también en el caso de la creación del hombre como hombre y mujer, que ignora el postulado del ‘matrimonio homosexual'».
Mateo Apóstol, Santo
Apóstol y Evangelista, 21 de septiembre
Martirologio Romano: Fiesta de san Mateo, apóstol y evangelista, llamado antes Leví, que al ser invitado por Jesús para seguirle, dejó su oficio de publicano o recaudador de impuestos y, elegido entre los apóstoles, escribió un evangelio en que se proclama principalmente que Jesucristo es hijo de David, hijo de Abrahán, dando plenitud al Antiguo Testamento.
Etimológicamente: Mateo = regalo de Dios, viene de la lengua hebrea
Breve Biografía
Se llamaba también Leví, y era hijo de Alfeo.
Su oficio era el de recaudador de impuestos, un cargo muy odiado por los judíos, porque esos impuestos se recolectaban para una nación extranjera. Los publicanos o recaudadores de impuestos se enriquecían fácilmente. Y quizás a Mateo le atraía la idea de hacerse rico prontamente, pero una vez que se encontró con Jesucristo ya dejó para siempre su ambición de dinero y se dedicó por completo a buscar la salvación de las almas y el Reino de Dios.
Como ejercía su oficio en Cafarnaum, y en esa ciudad pasaba Jesús muchos días y obraba milagros maravillosos, ya seguramente Mateo lo había escuchado varias veces y le había impresionado el modo de ser y de hablar de este Maestro formidable. Y un día, estando él en su oficina de cobranzas, quizás pensando acerca de lo que debería hacer en el futuro, vio aparecer frente a él nada menos que al Divino Maestro el cual le hizo una propuesta totalmente inesperada: «Ven y sígueme».
Mateo aceptó sin más la invitación de Jesús y renunciando a su empleo tan productivo, se fue con El, no ya a ganar dinero, sino almas. No ya a conseguir altos empleos en la tierra, sino un puesto de primera clase en el cielo. San Jerónimo dice que la llamada de Jesús a Mateo es una lección para que todos los pecadores del mundo sepan que, sea cual fuere la vida que han llevado hasta el momento, en cualquier día y en cualquier hora pueden dedicarse a servir a Cristo, y El los acepta con gusto.
Mateo dispuso despedirse de su vida de empleado público dando un gran almuerzo a todos sus amigos, y el invitado de honor era nada menos que Jesús. Y con Él, sus apóstoles. Y como allí se reunió la flor y nata de los pecadores y publicanos, los fariseos se escandalizaron horriblemente y llamaron a varios de los apóstoles para protestarles por semejante actuación de su jefe. «¿Cómo es que su maestro se atreve a comer con publicanos y pecadores?»
Jesús respondió a estas protestas de los fariseos con una noticia que a todos nos debe llenar de alegría: «No necesitan médico los que están sanos, sino los que están enfermos. Yo no he venido a buscar santos sino pecadores. Y a salvar lo que estaba perdido». Probablemente mientras decía estas bellas palabras estaba pensando en varios de nosotros.
Desde entonces Mateo va siempre al lado de Jesús. Presencia sus milagros, oye sus sabios sermones y le colabora predicando y catequizando por los pueblos y organizando las multitudes cuando siguen ansiosas de oír al gran profeta de Nazaret. Jesús lo nombra como uno de sus 12 preferidos, a los cuales llamó apóstoles (o enviados, o embajadores) y en Pentecostés recibe el Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego. Los judíos le dieron 39 azotes por predicar que Jesús sí había resucitado (y lo mismo hicieron con los otros apóstoles) y cuando estalló la terrible persecución contra los cristianos en Jerusalén, Mateo se fue al extranjero a evangelizar, y dicen que predicó en Etiopía y que allá murió martirizado.
En todo el mundo es conocido este santo, y lo será por siempre, a causa del maravilloso librito que él escribió: «El evangelio según San Mateo». Este corto escrito de sólo 28 capítulos y 50 páginas, ha sido la delicia de predicadores y catequistas durante 20 siglos en todos los continentes. San Mateo en su evangelio (palabra que significa: «Buenas Noticias») copia sermones muy famosos de Jesús, como por ej. El Sermón de la Montaña (el sermón más bello pronunciado en esta tierra), el sermón de las Parábolas, y el que les dijo a sus apóstoles cuando los iba mandar a su primera predicación. Narra milagros muy interesantes, y describe de manera impresionante la Pasión y Muerte de Jesús. Termina contando su resurrección gloriosa.
El fin del evangelio de San Mateo es probar que Jesucristo sí es el Mesías o Salvador anunciado por los profetas y por el Antiguo Testamento. Este evangelio fue escrito especialmente para los judíos que se convertían al cristianismo, y por eso fue redactado en el idioma de ellos, el arameo.
Quizás no haya en el mundo otro libro que haya convertido más pecadores y que haya entusiasmado a más personas por Jesucristo y su doctrina, que el evangelio según San Mateo. No dejemos de leerlo y meditarlo.
A cada uno de los 4 evangelistas se les representa por medio de uno de los 4 seres vivientes que, según el profeta, acompañan al Hijo del hombre (un león: el valor. El toro: la fuerza. El águila: los altos vuelos. Y el hombre: la inteligencia). A San Marcos se le representa con un león. A San Lucas con un toro (porque empieza su evangelio narrando el sacrifico de una res que estaban ofreciendo en el templo). A San Juan por medio del águila, porque este evangelio es el que más alto se ha elevado en sus pensamientos y escritos. Y a San Mateo lo pintan teniendo al lado a un ángel en forma de hombre, porque su evangelio comienza haciendo la lista de los antepasados de Jesús como hombre, y narrando la aparición de un ángel a San José.
Que San Mateo, gran evangelizador, le pida a Jesús que nos conceda un gran entusiasmo por leer, meditar y practicar siempre su santo evangelio.
Decía Jesús «Convertíos y creed en el evangelio» (Mc. 1, 15).
Jesús, ¿qué tengo yo que mi amistad procuras?
Santo Evangelio según san Mateo 9, 9-13. Martes XXV del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, quiero darte gracias por permitirme tener este momento para encontrarme contigo. Te pido que aumentes mi fe, mi esperanza y mi amor. Que al darme cuenta de tu mirada misericordiosa yo responda con generosidad y alegría a ese amor que Tú me tienes. Te pido por todos los que me rodean para que, ayudados por tu gracia, sepamos ser reflejos de tu amor misericordioso.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 9, 9-13
En aquel tiempo, Jesús vio a un hombre llamado Mateo, sentado a su mesa de recaudador de impuestos, y le dijo: “Sígueme”. Él se levantó y lo siguió.
Después, cuando estaba a la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores se sentaron también a comer con Jesús y sus discípulos. Viendo esto, los fariseos preguntaron a los discípulos: “¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?”. Jesús los oyó y les dijo: “No son los sanos los que necesitan de médico, sino los enfermos. Vayan, pues, y aprendan lo que significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Amado Jesús, ¿qué tenía Mateo que te dirigiste a él y le dijiste «sígueme»?
Mateo era un recaudador de impuestos para los romanos, considerado un pecador y odiado por su propio pueblo. Efectivamente, estos recaudadores no llevaban una vida santa según la Ley de Moisés y las tradiciones. Seguramente todos pensaban que cuando Tú, el Maestro, buscases algún discípulo, ese discípulo sólo podría ser alguien intachable; y sin embargo, ante mi mirada atónita, te diriges al publicano y le dices: sígueme.
¿Qué es el hombre para que de él te acuerdes; el hijo de Adán para que de él cuides?
Es tu amor misericordioso el que lo llama. No te detienes en su pecado, sino que te acercas y le dices: «Sígueme, que quiere decir: “Imítame”. Le dijiste: Sígueme, más que con sus pasos, con su modo de obrar. Porque, quien dice que permanece en Cristo debe vivir como vivió él».
Él se levantó y te siguió, cambió su vida, su puesto de recaudación y fue tras de ti convirtiéndose en uno de tus apóstoles.
Jesús, en este evangelio me enseñas tu corazón misericordioso: un corazón abierto a todos. Ayúdame a sentirme mirado por ti y que, como Mateo, también me sepa visto y llamado a seguirte y así convertirme en apóstol de tu misericordia.
Ayúdame, Jesús, a no acostumbrarme a tu mirada amorosa y que, juntamente con el poeta, exclame sorprendido:
¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta cubierto de rocío
pasas las noches del invierno oscuras?
¡Oh cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío,
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!
¡Cuántas veces el Ángel me decía:
«Alma, asómate ahora a la ventana,
verás con cuánto amor llamar porfía»!
¡Y cuántas, hermosura soberana,
«Mañana le abriremos», respondía,
para lo mismo responder mañana!
(Félix Lope de Vega)
«Todos nosotros estamos invitados a la mesa del Señor. Hagamos nuestra la invitación de sentarnos al lado de Él junto a sus discípulos. Aprendamos a mirar con misericordia y a reconocer en cada uno de ellos un comensal nuestro. Somos todos discípulos que tienen necesidad de experimentar y vivir la palabra consoladora de Jesús. Tenemos todos necesidad de nutrirnos de la misericordia de Dios, porque es de esta fuente que brota nuestra salvación». (Homilía de S.S. Francisco, 13 de abril de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy voy a buscar mirar a los demás como Cristo los ve.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
¿El católico está llamado al heroísmo?
Todos los miembros de la Iglesia católica estamos llamados a la plenitud, a la valentía, al heroísmo.
Cuesta el heroísmo. Arriesgar la fama, el trabajo, la salud, la vida, cuesta mucho. También cuesta a quienes han recibido el bautismo y desean vivir como católicos. Entonces, ¿podemos decir que el heroísmo es para pocos? El católico, ¿está llamado al heroísmo, o puede vivir su fe sin grandes riesgos?
Para responder, hace falta mirar lo que significa ser católico. No se trata de una opción personal basada en uno mismo, sino en la acogida del don de Dios que, en el encuentro con Cristo, rescata del mal y del pecado a un ser humano y lo introduce en una vida nueva.
Por eso, cada bautizado está unido íntimamente a Cristo y participa del mundo de la gracia. Desde luego, la gracia puede perderse con el pecado mortal, pero también puede recuperarse a través de una confesión bien hecha.
Al vivir en la gracia, el cristiano está capacitado para acoger y vivir el Evangelio en toda su belleza y en su exigencia. Con su radicalidad y con su fuerza.
Por eso, el creyente en Cristo cuenta con todo lo que necesita para avanzar hacia la santidad, hacia la perfección, hacia el amor sin límites. Puede así asumir su llamada al heroísmo cristiano, incluso hasta arriesgar su vida.
Los mártires son quienes testimonian de un modo vivo y dramático esa vocación al heroísmo. Pero incluso sin el derramamiento de sangre, también hay miles y miles de héroes católicos de cada día, que asumen con valentía su fe y que viven la caridad hasta el extremo, a ejemplo del Maestro.
Todos los miembros de la Iglesia católica estamos llamados a la plenitud, a la valentía, al heroísmo. Sólo entonces viviremos según la invitación de Cristo, que nos enseña el camino del amor más grande, el que nos permite dar la vida por nuestros hermanos (cf. Jn 15,12-14; 1Jn 3,16).
Que los sufrimientos sean semilla de una Iglesia más amorosa y fiel
Es la invocación a Dios que hizo en su homilía el Cardenal Seán Patrick O’Malley
El Cardenal Seán Patrick O’Malley, Presidente de la Comisión Pontificia para la Protección de los Menores pidió en su homilía de la misa celebrada en el segundo día de la conferencia titulada: «Nuestra misión común de salvaguardar a los niños de Dios», que se celebra en Varsovia que los sufrimientos causados por los abusos sexuales sean semilla de una Iglesia más resistente, amorosa y fiel.
“Como dijo una vez un famoso teólogo, es difícil sufrir por la Iglesia, pero puede ser aún más difícil sufrir a manos de la Iglesia y del clero de la Iglesia”.
Así comenzó su homilía el Cardenal Seán Patrick O’Malley, Presidente de la Comisión Pontificia para la Protección de los Menores en la misa de apertura del segundo día de la conferencia: «Nuestra misión común de salvaguardar a los niños de Dios.
El Purpurado que ayer introdujo la conferencia con una amplia exposición afirmó:
“Estamos reunidos aquí porque muchos de nuestros hermanos y hermanas han sufrido a manos de clérigos abusivos que han perpetrado actos malvados utilizando su cargo para abusar de otros o para encubrir tales abusos”.
Corregir los errores
Y explicó que “muchas veces, los que han sufrido han sido rechazados en su sufrimiento cuando hablaron”, lo cual “no puede ser lo que Jesús quiere de su Iglesia”:
“Esto no puede ser en la Iglesia de un Dios amoroso y reconciliador. Los abusos y su encubrimiento deben cesar y los errores cometidos contra el pueblo de Dios deben ser corregidos”.
El Presidente de la Comisión Pontificia para la Protección de los Menores también afirmó que ‘la valentía y el testimonio de tantos supervivientes y de sus familias, así como su profunda preocupación para que otros no sufran un daño similar, deben ser reconocidos y acogidos”.
Escribiendo el siguiente capítulo de la historia
Damos gracias a Dios por su testimonio y su presencia entre nosotros. “De alguna manera inesperada están escribiendo el siguiente capítulo de la historia de los que sufren por la fe».
«Ocupan su lugar entre los valientes testigos de la fe, de Andrew Kim y compañeros, del Padre Jerzy Popieluszko y de tantos otros, cuyos sufrimientos en nombre de la verdad son conocidos sólo por Dios”.
«Así pues, pedimos a Dios que, a su manera, estos sufrimientos sean la semilla de una Iglesia más resistente, más amorosa y más fiel, que reconozca humildemente sus faltas y se comprometa firmemente a buscar la justicia y la reconciliación con los perjudicados».
Árbol que crece torcido…
Se educa al que está creciendo, así como se cuida el árbol que se ha sembrado. Una buena educación necesita ser integral y en positivo.
Por: Juan Alejandro Palacio | Fuente: Virtudes y valores
En muchas ocasiones hemos leído o escuchado una máxima que, si no se lee por completo, se presta a interpretaciones variadísimas. Quienes más la repiten son los pertrechados de sabiduría y experiencia o los que buscan la educación de los que están en camino de ser como ellos. “Árbol que crece torcido jamás su tronco endereza”. Y es innegable que en nuestra vida vemos muchos árboles maduros que han crecido defectuosos, o jóvenes árboles en cuyo desarrollo corren peligro de terminar como los primeros. Todos estos casos por una razón fundamental, la falta de un rodrigón que les ayude a crecer rectos y armónicos: la falta de una buena educación.
Es evidente que algunos jóvenes y estudiantes de hoy en día no cumplen con una buena educación. Este ha sido un tema del que se han ocupado las grandes mentes de la humanidad, como Platón y Aristóteles. También muchas veces en la historia ha sido un problema: épocas en las que se formaban cuerpos hercúleos y guerreros, pero se descuidaba la formación ética y moral. Culturas en las que lo importante era blandir la espada, pero no sabían tomar una pluma. En general, se trata de modelos educativos que no forman integralmente al joven, dando como resultado personalidades cojas en un aspecto. Así podríamos analizar la situación de la juventud y su educación hasta nuestros días.
Se educa al que está creciendo, así como se cuida el árbol que se ha sembrado; por eso creo, sin pretender abarcar todo un conjunto de normas y consejos de grandes expertos, que una buena educación necesita ser integral y en positivo. Integral quiere decir que, el material que vamos a forjar -el hombre-, no es sólo cuerpo ni instinto, también es alma; no sólo es alimentación, turismo, economía, ecología, leyes, física, química, mecánica… sino que también es conciencia, voluntad, libertad, religión, inteligencia, amor; de tal manera que su obrar esté guiado por principios. Un hombre formado integralmente es una persona que sabe tomar decisiones libres y responsables.
Para lograr esta formación integral se requiere corregir defectos, encauzar sentimientos, ennoblecer pasiones… podar las ramas que no le sirvan al árbol para que crezca más fuerte; a veces, será necesario atarles a una estaca para que crezcan rectos y no se doblen ante el primer viento. Esto se forma a base de esfuerzo y exigencia por parte del formando y por parte del formador. En base a este esfuerzo, podemos entender por qué hombres que en su niñez no tuvieron los medios suficientes para su formación, hayan salido adelante en la vida y hayan logrado sus metas. También en la vida se presentan hombres que han tenido todos los medios para formarse y los han sabido aprovechar siendo constantes en sus propósitos y renunciando a otros caminos… el hombre siempre tiene buena madera.
En segundo lugar, si se busca una educación en positivo, se requiere poner metas elevadas, grandes ideales y mucha confianza ¿Por qué nos da miedo exigir? Porque no confiamos en el educando. Sabemos que un joven es una persona con grandes ideales y con mucha madera por cortar, y cuando se le presenta un ideal atrayente, hace hasta lo imposible por lograrlo. Por ejemplo, nos llaman la atención los grandes deportistas: nadadores que a los 18 años son capaces de alcanzar 7 medallas olímpicas; tenistas que los 16 años vencen el Winbledom o el Master Series de tenis porque además de habilidad, demuestran educación y esmero: educación de la voluntad, del carácter, de los gustos. Una educación en positivo requiere una gran armonía, una escala de valores para poner todo en su lugar: a Dios, a la familia, a los amigos, a la patria…En fin, la educación requiere todo el juego armónico de cualidades, pasiones, sentimientos y emociones de la persona, especialmente del joven.
Siempre hay oportunidades para educar y para educarse, no podemos esperar que la tierra fértil se seque. Ojalá que los árboles que plantemos hoy nos sirvan de sombra para mañana.
¿Cómo alcanzar la paz interior?
Es una de las preguntas que escucho con más frecuencia
A veces nos sentimos insatisfechos con nosotros mismos. Tenemos la sensación de que no encajan las piezas del rompecabezas; que no están bien ensambladas mi identidad, mi vida íntima y mi comportamiento. La conciencia reclama y dice que algo anda mal.
Esto puede tener diversas causas. Entre otras, sucede cuando una persona se comporta de una manera que no corresponde a la propia verdad, sea por incoherencia, sea para dar una apariencia falsa de sí mismo.
Para tener armonía, el ser y el obrar deben encajar
Para ser una persona en armonía, de una sola pieza, es necesario que encajen el ser y el obrar. Una persona madura es aquella que se comporta conforme a lo que es. Y cuando hablo de ser y de identidad me refiero a lo básico, a lo más profundo de nosotros mismos: nuestra condición de creaturas, de hijos de Dios, de cristianos.
Conversando sobre este tema con un hermano sacerdote, el P. John Hopkins, L.C., me hizo un dibujo que me gustó y al que luego hice ciertas adaptaciones:
* La fachada es aquello que queremos que los demás vean y piensen de nosotros.
* La puses aquello que si bien es verdad, preferimos esconderlo, pues reconocemos que estamos mal.
* El corazón es nuestra identidad, nuestra verdad más profunda. Lo que somos a los ojos de Dios.
Leí hace tiempo un cuento:
Un viejo indio Cherokee le habló a su nieto sobre una batalla que se libra en el interior de las personas. Le dijo: «Hijo mío, la batalla es entre dos lobos que llevamos dentro. Un lobo es el pecado: la rabia, la impaciencia, la decepción, el rencor, el resentimiento, el odio, el orgullo, el deseo de venganza, el ego, el orgullo. El otro lobo es el bien: es el perdón, la misericordia, la paz, el respeto, la esperanza, la bondad, la compasión, la confianza, la humildad, el amor…» El niño se quedó pensando y luego le preguntó a su abuelo: «Abuelo, ¿cuál lobo gana la batalla?» El anciano le respondió: «Aquél al que tú alimentas.»
Si queremos vivir en armonía, ser personas de profunda paz interior y que irradien paz a su alrededor, debemos alimentar el corazón.
¿Con qué? Con los sacramentos y la oración. Cuidar la vida de gracia para que sea la presencia de Dios en nosotros la fuente de paz interior. Y cuidarla significa buscarla y dejarla actuar. Dejar actuar a Dios dentro del corazón, dar espacio a la labor silenciosa de la gracia divina, que vence nuestras resistencias y cura nuestras llagas.
«El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel». (Mt 13, 44)
Así es la gracia en nuestra vida. Un tesoro escondido por el que valdría la pena venderlo todo, porque todo nos lo da. La semana pasada celebramos la fiesta de la conversión de San Pablo. El recuerdo de Saulo de Tarso nos anima a confiar en el poder de la gracia acogida, consentida y correspondida por nuestra voluntad libre. En las vísperas celebradas por S.S. Benedicto XVI en la basílica de San Pablo Extramuros, el Santo Padre decía:
«Tras el evento extraordinario que sucedió en el camino de Damasco, Saulo, quien se distinguía por el celo con que perseguía a la Iglesia naciente, fue transformado en un apóstol incansable del evangelio de Jesucristo. En la historia de este extraordinario evangelizador, es claro que tal transformación no es el resultado de una larga reflexión interior y menos el resultado de un esfuerzo personal. Es, ante todo, obra de la gracia de Dios que ha actuado conforme a sus inescrutables caminos. Por esto Pablo, escribiendo a la comunidad de Corinto unos años después de su conversión, dice, como hemos escuchado en la primera lectura de estas Vísperas: «Mas, por la gracia de Dios, soy lo que soy; y la gracia de Dios no ha sido estéril en mí.» (I Corintios 15:10). Por otra parte, examinando cuidadosamente la historia de san Pablo, se comprende cómo la transformación que ha experimentado en su vida no se limita al plano ético –como una conversión de la inmoralidad a la moralidad–, ni al nivel intelectual –como cambio del propio modo de entender la realidad–, sino más bien se trata de una renovación radical de su ser, similar en muchos aspectos a un renacimiento. Tal transformación tiene su base en la participación en el misterio de la muerte y resurrección de Jesucristo, y se presenta como un proceso gradual de configuración con Él. A la luz de esta conciencia, san Pablo, cuando luego sea llamado a defender la legitimidad de su vocación apostólica y del evangelio por él anunciado, dirá: «Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Esta vida en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí» (Gal 2,20).»
Por su parte, el Catecismo de la Iglesia Católica nos confirma que:
«Es una verdad inseparable de la fe en Dios Creador: Dios actúa en las obras de sus criaturas. Es la causa primera que opera en y por las causas segundas: «Dios es quien obra en vosotros el querer y el obrar, como bien le parece» (Flp 2,13). Esta verdad, lejos de disminuir la dignidad de la criatura, la realza. Sacada de la nada por el poder, la sabiduría y la bondad de Dios, no puede nada si está separada de su origen, porque «sin el Creador la criatura se diluye»; menos aún puede ella alcanzar su fin último sin la ayuda de la gracia». (CIC, 308)
Como escribía al inicio del artículo, las causas de nuestro desasosiego interior pueden ser muchas. Sabemos que existen asimismo elementos humanos que contribuyen a la paz interior y que si Dios quiere podremos tratar más adelante. Quedémonos hoy con el gusto de haber reflexionado en lo que Dios puede hacer con nosotros, por medio de su gracia, si sabemos alimentarnos de ella.
¿La Biblia considera impuro a algún alimento?
Lo que entra por la boca no hace impura a la persona (Mt 15, 11)
La prohibición de consumir ciertos alimentos es algo habitual en la inmensa mayoría de las sectas. La dieta de las sectas no viene provocada por razones higiénicas o culturales, como es el caso del judaísmo o del islam, sino que es consecuencia directa de una política de sus dirigentes, encaminada a conseguir que el adepto adquiera una identidad claramente diferenciada. A ello se debe que haya prescripciones dietéticas en los mormones, los adventistas, los testigos de Jehová y en prácticamente todas las sectas orientalistas. Pocas cosas sirven mejor para marcar distancias que la diferencia en la dieta o en la manera de vestir.
El Antiguo Testamento no prohíbe a los no judíos ningún alimento: El Antiguo Testamento establece una diferencia evidente entre los hijos de Israel y el resto de la humanidad. Ciertamente, los primeros se hallan sometidos (a partir de Moisés) a una dieta que se ha denominado convencionalmente levítica, en la que no sólo entra en juego la prohibición de ciertos alimentos, sino también de ciertas formas de sacrificarlos y cocinarles.
Ahora bien, para el no-judío, o sea, el no adepto no existía ninguna obligatoriedad de guardar esas normas dietéticas. Como dice Dt 14,21, incluso podían comer animales que no habían sido sacrificados ritualmente y que, por tanto, resultaban impuros por estar sin desangrar.
Jesús declaró puros todos los alimentos: Pablo nos ha transmitido la clara convicción de la Iglesia primitiva de que Cristo había nacido bajo la ley y la había cumplido para rescatarnos de la misma: “Al llegar la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley y para que recibiéramos la filiación adoptiva” (Gal 4,4-5).
Por lo tanto, el que Jesús cumpliera con las leyes dietéticas de la ley de Moisés está fuera de discusión; como también lo está el que ciertamente fue circuncidado y el que celebró las fiestas judías. Ahora bien, lo que sí es evidente es que Jesús se preocupó de marcar los senderos por los que discurrirá con posterioridad la Iglesia apostólica; y entre ellos se hallaba el de la emancipación de la ley de Moisés, que no tenía sentido teológico tras su venida. Que esto incluía abolir las distinciones entre alimentos puros e impuros se desprende de los mismos evangelios: “Luego llamó de nuevo a la gente y les dijo: «Escuchadme bien todos y entended. Nada hay fuera del hombre que, cuando entra en él, pueda convertirlo en impuro. Lo que sale del hombre es lo que hace impuro al hombre. El que tenga oídos para oír que oiga». Y luego, tras retirarse de la gente, cuando entró en casa le preguntaron sus discípulos sobre la parábola. Él les dijo: «¿Tampoco vosotros lo entendéis? ¿No comprendéis que todo lo que entra en el hombre desde fuera no puede hacerle impuro, porque no penetra en su corazón, sino en el vientre y va a dar en el retrete?» Así declaraba puros todos los alimentos. Y añadía: Lo que sale del hombre es lo que hace impuro al hombre” (Mc 7,14-20).
Los apóstoles enseñaron que los cristianos podían tomar todos los alimentos: “Al día siguiente, mientras iban de camino y se acercaban a la ciudad, Pedro subió a la terraza para hacer oración. Le dio hambre y sintió deseos de comer algo. Mientras se lo preparaban le sobrevino un éxtasis y vio los cielos abiertos y una cosa que se asemejaba a un gran lienzo que descendía hasta la tierra, atada por sus cuatro extremos. En su interior había todo tipo de animales de cuatro patas, reptiles de la tierra y aves del cielo. Y una voz le dijo: «Levántate, Pedro, mata y come». Pedro respondió: «De ninguna manera, Señor; jamás he comido nada profano e impuro». La voz le dijo por segunda vez: «Lo que Dios ha purificado no lo llames profano». Aquello se repitió por tres veces e inmediatamente la cosa fue elevada hacia el cielo” (Hech 10,9-16).
La abstinencia y el ayuno, por otra parte, son sanas costumbres bíblicas practicadas en el Antiguo y Nuevo Testamento que seguimos los católicos a ejemplo de Jesús y los Apóstoles – durante la Cuaresma y a lo largo del año.
El Papa Francisco afirma que la ideología de género es «diabólica»
Anima a los pastores a acompañar pastoralmente a las personas homosexuales: «Nos asusta acompañar a las personas con diversidad sexual»
El Papa ha propuesto su visión de la iglesia en este momento que identifica con “el sufrimiento” y ha denunciado «la tentación de volver atrás» “La vida nos da miedo” y ha reiterado: “la libertad nos asusta”. “En un mundo tan condicionado por las adicciones y la virtualidad, nos asusta ser libres”.
Y recordó su encuentro con los representantes del ecumenismo en Eslovaquia cuando citó El Gran Inquisidor de Dostoievski. “El inquisidor le reprocha a Jesús que nos haya dado la libertad: un poco de pan y nada más habría sido suficiente”.
El primer papa jesuita ha asegurado que se vuelve al pasado para buscar seguridad. “Tenemos miedo de celebrar delante del pueblo de Dios que nos mira a la cara y nos dice la verdad. Nos asusta seguir adelante con las experiencias pastorales. Pienso en el trabajo que se hizo -el padre Spadaro estaba presente- en el Sínodo sobre la familia para hacer comprender que las parejas en segunda unión no están ya condenadas al infierno.
Nos asusta acompañar a las personas con diversidad sexual. Tenemos miedo de la encrucijada de la que nos habló Pablo VI. Este es el mal de este momento. Buscar el camino en la rigidez y el clericalismo, que son dos perversiones”, ha sostenido.
El Pontífice aseguró que Dios quiere la libertad del hombre, “con oración y discernimiento”. Sin embargo, pidió estar atentos y vigilantes”. “No es un elogio a la imprudencia, pero quiero señalarles que volver atrás no es el camino correcto. Se trata, en cambio, de avanzar en el discernimiento y la obediencia.”.
Ideología de género es diabólica
El Papa acertó un duro rechazo a la ideología de género que – dijo – es diabólica, al mismo tiempo, que defendió una pastoral a favor de ayudar a las personas homosexuales. El jesuita que hizo la pregunta le recordó al Papa su posición reiterada en contra de las colonizaciones ideológicas.
“La ideología siempre tiene un encanto diabólico, […]porque no se encarna”. El Papa exhorta a superar la “civilización de las ideologías”, pues, dijo: “Tenemos que desenmascararlas de raíz”.
El Pontífice aseguró que “La ideología de «género» es peligrosa porque es abstracta con respecto a la vida concreta de una persona, “como si una persona pudiera decidir abstractamente a voluntad si ser hombre o mujer y cuándo”.
“La abstracción es siempre un problema para mí. Sin embargo, esto no tiene nada que ver con la cuestión homosexual. Si hay una pareja homosexual, podemos hacer un trabajo pastoral con ellos, avanzar en el encuentro con Cristo. Cuando hablo de ideología, hablo de la idea, de la abstracción para la que todo es posible, no de la vida concreta de las personas y de su situación real”.
El Papa, en la conferencia de prensa en el avión de regreso a Roma desde Eslovaquia, afirmó que el matrimonio entre hombre y mujer es sacramento y punto firme de la enseñanza de la Iglesia que no tiene el poder de cambiar «los sacramentos tal y como el Señor los ha instituido.».Pero, también indicó que hay leyes que intentan ayudar a las situaciones de muchas personas que tienen una orientación sexual diferente.
El Papa: ¡Cuántas veces los católicos se escandalizan de la Misericordia!
Radio Vaticano – publicado el 21/09/17
Las 3 etapas de la llamada de Jesús a san Mateo explicadas por Francisco en una homilía en Casa Santa Marta
“La puerta para encontrar a Jesús es reconocerse pecador”. Lo dijo el papa Francisco en la Misa en Casa Santa Marta del 21 de septiembre de 2017.
La homilía trata sobre la conversión de san Mateo. Un episodio pintado por Caravaggio en un cuadro muy querido por el Papa.
Tres son las etapas del evento: encuentro, fiesta y escándalo. Jesús había curado a un paralítico y encuentra a Mateo, sentado en el banco de los impuestos.
Hacía pagar los impuestos al pueblo de Israel para darlos, después, a los romanos, y por esto era despreciado y considerado un traidor a la Patria.
1. Encuentro: una mirada y una palabra
Jesús le miró, le dijo: “Sígueme”. Y él se levantó y le siguió, como narra el Evangelio de hoy.
Por una parte, la mirada de san Mateo, una mirada desconfiada: miraba “de lado”, “con un ojo Dios”, “con el otro el dinero”, “aferrado al dinero, como le pintó Caravaggio”, y también con una mirada desafiante.
Por la otra, la mirada misericordiosa de Jesús que -dice el Papa- le mira con mucho amor”.
La resistencia de ese hombre que quería dinero, “cae”: se levantó y le siguió. “Es la lucha entre la misericordia y el pecado”, sintetiza el Papa.
El amor de Jesús pudo entrar en el corazón de aquel hombre porque “sabía que era pecador”, sabía que «no era querido por nadie”, incluso despreciado.
Y precisamente “esa conciencia de pecador abrió la puerta a la misericordia de Jesús”. Por tanto, “dejó todo y se fue”. Este es el encuentro entre el pecador y Jesús.
“Es la primera condición para ser salvado: sentirse en peligro; la primera condición para ser curado: sentirse enfermo. Y sentirse pecador, es la primera condición para recibir esta mirada de misericordia.
Pero pensemos en la mirada de Jesús, tan bella, tan buena, tan misericordiosa. También nosotros cuando oramos sentimos esta mirada sobre nosotros; es la mirada del amor, la mirada de la misericordia, la mirada que nos salva. No tengan miedo”.
Como Zaqueo, también Mateo, sintiéndose feliz, invitó a Jesús a casa a comer.
2. Fiesta: celebrar la misericordia
La segunda etapa es de hecho “la fiesta”. Mateo invitó a los amigos, “los del mismo sindicato”, pecadores y publicanos. Seguramente en la mesa hacían preguntas al Señor y Él respondía.
Esto –observa el Papa– hace pensar lo que dice Jesús en el capítulo XV de Lucas: “Habrá más fiesta en el Cielo por un pecador que se convierte, que por cien justos que siguen siendo justos”.
Se trata de la fiesta del encuentro del Padre, la fiesta de la misericordia”. Jesús, de hecho, “desperdicia misericordia”, por todos, afirma Francisco.
3. Escándalo: los que olvidaron el amor
De ahí el tercer momento: el del “escándalo”. Los fariseos, viendo que publicanos y pecadores se sentaban a la mesa con Jesús, decían a sus discípulos: “¿Pero cómo es posible que vuestro Maestro coma junto con publicanos y pecadores?”.
“Siempre un escándalo comienza con esta frase: ‘¿Pero cómo es posible?’”, observa el Papa. “Cuando escuchen esta frase, huele mal” -subraya- y “detrás viene el escándalo”.
Se trataba, en resumen, de la “impureza de no seguir la ley”. Conocían muy bien “la Doctrina”, sabían cómo ir “por el camino del Reino de Dios”, conocían “mejor que nadie lo que había que hacer” pero “habían olvidado el primer mandamiento del amor”.
Así, “quedaron atrapados en la jaula de los sacrificios” quizás pensando: “Hagamos un sacrificio a Dios”, hagamos todo lo que hay que hacer, “así nos salvamos”. En resumen, creían que la salvación venía de ellos mismos, se sentían seguros. “¡No! Nos salva Dios, nos salva Jesucristo”, afirma el Papa.
“Ese ‘cómo es posible’ que tantas veces hemos escuchado entre los fieles católicos cuando ven obras de misericordia. ¿Cómo es posible? Y Jesús es claro, es muy claro: ‘Vayan y aprendan’. Les mandó a aprender, ¿no? ‘Vayan y aprendan qué quiere decir misericordia – (lo que) Yo quiero – y no sacrificios, porque Yo no vine a llamar a los justos, sino a los pecadores’».
Si quieres que Jesús te llame, y encontrarle…
«Si quieres ser llamado por Jesús, reconócete pecador”.
Francisco exhorta, por tanto, a reconocerse pecadores, no en abstracto sino con “pecados concretos”: “todos los tenemos”, dice.
“Dejémonos mirar por Jesús con esa mirada misericordiosa llena de amor”, prosigue.
“Hoy hay muchos, muchos … Y siempre, también en la Iglesia hoy. Dicen: ‘No, no se puede, todo está claro, es todo, no, no … Esos son pecadores, debemos alejarles’».
«También muchos santos fueron perseguidos o bajo sospecha. Pensemos en santa Juana De Arco, mandada a la hoguera, porque pensaban que era una bruja. ¡Una santa! Pensemos en Santa Teresa, sospechosa de herejía, pensemos en el beato Rosmini».
«‘Misericordia, yo quiero, y no sacrificios’. Y la puerta para encontrar a Jesús es reconocernos como somos, la verdad. Pecadores. Y Él viene, y nos encontramos. ¡Es tan hermoso encontrar a Jesús!”.