Exaltación de la Santa Cruz
Fiesta, 14 de septiembre
Hacia el año 320 la Emperatriz Elena de Constantinopla encontró la Vera Cruz, la cruz en que murió Nuestro Señor Jesucristo, La Emperatriz y su hijo Constantino hicieron construir en el sitio del descubrimiento la Basílica del Santo Sepulcro, en el que guardaron la reliquia.
Años después, el rey Cosroes II de Persia, en el 614 invadió y conquistó Jerusalén y se llevó la Cruz poniéndola bajo los pies de su trono como signo de su desprecio por el cristianismo. Pero en el 628 el emperador Heraclio logró derrotarlo y recuperó la Cruz y la llevó de nuevo a Jerusalén el 14 de septiembre de ese mismo año. Para ello se realizó una ceremonia en la que la Cruz fuellevada en persona por el emperador a través de la ciudad. Desde entonces, ese día quedó señalado en los calendarios litúrgicos como el de la Exaltación de la Vera Cruz.
El cristianismo es un mensaje de amor. ¿Por qué entonces exaltar la Cruz? Además la Resurrección, más que la Cruz, da sentido a nuestra vida.
Pero ahí está la Cruz, el escándalo de la Cruz, de San Pablo. Nosotros no hubiéramos introducido la Cruz. Pero los caminos de Dios son diferentes. Los apóstoles la rechazaban. Y nosotros también.
La Cruz es fruto de la libertad y amor de Jesús. No era necesaria. Jesús la ha querido para mostrarnos su amor y su solidaridad con el dolor humano. Para compartir nuestro dolor y hacerlo redentor.
Jesús no ha venido a suprimir el sufrimiento: el sufrimiento seguirá presente entre nosotros. Tampoco ha venido para explicarlo: seguirá siendo un misterio. Ha venido para acompañarlo con su presencia. En presencia del dolor y muerte de Jesús, el Santo, el Inocente, el Cordero de Dios, no podemos rebelarnos ante nuestro sufrimiento ni ante el sufrimiento de los inocentes, aunque siga siendo un tremendo misterio.
Jesús, en plena juventud, es eliminado y lo acepta para abrirnos el paraíso con la fuerza de su bondad: «En plenitud de vida y de sendero dio el paso hacia la muerte porque El quiso. Mirad, de par en par, el paraíso, abierto por la fuerza de un Cordero» (Himno de Laudes).
En toda su vida Jesús no hizo más que bajar: en la Encarnación, en Belén, en el destierro. Perseguido, humillado, condenado. Sólo sube para ir a la Cruz. Y en ella está elevado, como la serpiente en el desierto, para que le veamos mejor, para atraernos e infundirnos esperanza. Pues Jesús no nos salva desde fuera, como por arte de magia, sino compartiendo nuestros problemas. Jesús no está en la Cruz para adoctrinarnos olímpicamente, con palabras, sino para compartir nuestro dolor solidariamente.
Pero el discípulo no es de mejor condición que el maestro, dice Jesús. Y añade: «El que quiera venirse conmigo, que reniegue de sí mismo, que cargue con su cruz y me siga». Es fácil seguir a Jesús en Belén, en el Tabor. ¡Qué bien estamos aquí!, decía Pedro. En Getsemaní se duerme, y, luego le niega.
«No se va al cielo hoy ni de aquí a veinte años. Se va cuando se es pobre y se está crucificado» (León Bloy). «Sube a mi Cruz. Yo no he bajado de ella todavía» (El Señor a Juan de la Cruz). No tengamos miedo. La Cruz es un signo más, enriquece, no es un signo menos. El sufrir pasa, el haber sufrido -la madurez adquirida en el dolor- no pasa jamás. La Cruz son dos palos que se cruzan: si acomodamos nuestra voluntad a la de Dios, pesa menos. Si besamos la Cruz de Jesús, besemos la nuestra, astilla de la suya.
Es la ambigüedad del dolor. El que no sufre, queda inmaduro. El que lo acepta, se santifica. El que lo rechaza, se amarga y se rebela.
La Exaltación de la Santa Cruz
Himno (laudes)
Brille la cruz del Verbo luminosa,
Brille como la carne sacratísima
De aquel Jesús nacido de la Virgen
Que en la gloria del Padre vive y brilla.
Gemía Adán, doliente y conturbado,
Lágrimas Eva junto a Adán vertía;
Brillen sus rostros por la cruz gloriosa,
Cruz que se enciende cuándo el Verbo expira.
¡ Salve cruz de los montes y caminos,
junto al enfermo suave medicina,
regio trono de Cristo en las familias,
cruz de nuestra fe, salve, cruz bendita!
Reine el señor crucificado,
Levantando la cruz donde moría;
Nuestros enfermos ojos buscan luz,
Nuestros labios, el río de la vida.
Te adoramos, oh cruz que fabricamos,
Pecadores, con manos deicidas;
Te adoramos, ornato del Señor,
Sacramento de nuestra eterna dicha. Amén
Pequeña y aparentemente inofensiva serpiente…
La envidia en nuestro corazón, llenará de amargura y angustia nuestro diario vivir.
Fue en los albores de la Humanidad. Eran dos hermanos. Uno era pastor y tenía ovejas y corderos , el otro cultivaba la tierra. El labrador ofrecía al Señor dones de los frutos de su campo, el pastor ofrecía las primicias y la grasa de las ovejas. Eran dos hermanos, se llamaban Caín y Abel. A los ojos del Señor fue más grata la ofrenda de Abel y Caín se enfureció. Fue en ese momento que su alma supo del resquemor, del sentimiento nefasto de la envidia. Y tuvo envidia, porque no es lo mismo SENTIR QUE CONSENTIR. Dejó que la envidia como serpiente maligna se enroscara en su corazón y lo mordiera.
La ponzoña de la envidia es mortal. La dejó crecer en el interior de su pecho y cual si tuviera lava ardiendo en sus venas que quemara sus entrañas, le dijo a su hermano: – » Vamos al campo». Y cuando salieron al campo, Caín mató a su hermano Abel. Era su propia sangre, era su hermano. Fue el primer crimen. La primera sangre derramada no fue de enemigos ni de extraños, fue de hermanos. Fue el primer fratricidio. La envidia borró todo vestigio de amor, toda ternura y dio paso a un odio casi irracional, furia vesánica que lo llevó a cometer tan horrible crimen.
Han pasado muchos siglos. Ya estamos en el siglo XXI y la sangre de Abel sigue manchando las manos de Caín. Seguimos viendo como, quizá ahora más que nunca, los hermanos se matan y las madres matan a sus hijos.
Esos terroristas, Caines del tiempo moderno, siguen llevando la serpiente del mal en su corazón y ponen bombas que desgarran la carne de sus hermanos, dejándolos sin vida.
Y la envidia, (muy bien representada por cierto, en la fuente central de la Casita del Labrador en Aranjuez, España, en un busto de mármol con su laberinto de serpientes enroscadas que salen de su cabeza para bajar al pecho y morderle el corazón) sigue siendo uno de los pecados capitales más terribles – que quizá olvidamos confesar – y que si se apodera de nuestra vida nos hará conocer el peor de los infiernos.
Al menor indicio de este sentimiento, la serpiente despierta, nos aprieta el alma y nos muerde el corazón. Hay que luchar contra este pecado, contra este vicio de las almas pequeñas y viles.
Y contra este mal que tanto corrompe el corazón y que hace que nuestra vida se torne un suplicio, solo hay una cosa, algo que puede someter, dominar en un principio y desterrar, arrojar de nuestra alma después y para siempre ese sentimiento torturante y maligno: ese algo es el AMOR.
Nos falta amor a nuestros semejantes. «Amad a vuestros enemigos»- nos dice Cristo, pero ni siquiera a nuestros amigos les tenemos amor de verdad. Y eso es porque hay rencor y envidia en las familias, entre los hermanos, entre vecinos, entre países…porque el amor es poco y la envidia muy grande.
Pongamos gran cuidado en no dejar crecer esa pequeña y aparentemente inofensiva serpiente, porque ya enroscada y anidada en nuestro corazón, llenará de amargura y angustia nuestro diario vivir.
Amar es el único antídoto para este veneno mortal de la envidia. Siempre que actuemos hacia otra persona o hablemos de ella, sea quién sea, ahogaremos nuestra inclinación natural de envidia y pongamos en nuestra lengua y en nuestro corazón el gran contrapeso del amor.
Religiones deben unirse en la contemplación y la acción
La tarde del 12 de septiembre el Papa llega a Eslovaquia.
Francisco inicia su visita a Eslovaquia, este domingo por la tarde encontrando a los miembros del Consejo Ecuménico de las Iglesias en la Nunciatura Apostólica. En la reunión participan representantes de las once Iglesias miembros del Consejo Ecuménico.
Unidad y fraternidad
El Papa Francisco expresó, al inicio de su alocución, su alegría por este encuentro: “es un signo de que la fe cristiana es —y quiere ser—semilla de unidad y levadura de fraternidad en este país”.
El Papa Francisco recordó los pasados años de dominación soviética, los tiempos de persecución “cuando la libertad religiosa fue sofocada o duramente reprimida”.
El Papa puso en evidencia los nuevos tiempos que vive el país, que tras la caída del Telón de Acero volvió la libertad, dijo. «Ahora estáis compartiendo una experiencia similar de crecimiento en la que estáis llegando a descubrir lo hermoso, pero también lo difícil que es vivir vuestra fe en libertad».
El peligro de volver a la esclavitud
Francisco advirtió a los eslovacos contra la tentación de volver a una esclavitud peor: “una esclavitud interior”.
El Papa citó un pasaje de la “»Leyenda del Gran Inquisidor» de Dostoievski en Los Hermanos Karamazov, en la que Jesús vuelve a la tierra y es encarcelado de nuevo. El inquisidor que interroga a Jesús le acusa de sobrevalorar la libertad humana, diciendo que la gente prefiere trocar su libertad por «una esclavitud más cómoda».
Francisco hace un llamamiento a los cristianos para que no caigan en esta misma trampa de cambiar la libertad por «pan y poco más», es decir, «espacios y privilegios.» Así el Papa afirma: “que no nos pase esto; ayudémonos a no caer en la trampa de contentarnos con pan y poco más. Porque este riesgo sobreviene cuando la situación se normaliza, cuando nos estabilizamos y nos acostumbramos, aspirando a mantener una vida tranquila”.
“La libertad del hermano y de la hermana es también nuestra libertad, porque nuestra libertad no es plena sin él y sin ella”.
Seguidamente el Papa cuestiona: «Aquí, desde el corazón de Europa, podemos preguntarnos: ¿hemos perdido los cristianos algo de nuestro celo por la predicación del Evangelio y por el testimonio profético? ¿La verdad del Evangelio nos hace libres?».
Hermanos en Jesús
El Papa Francisco recordó el celo evangelizador de los santos Cirilo y Metodio, conocidos como los «Apóstoles de los eslavos». Ellos pueden ayudar a los cristianos eslovacos a redescubrir la comunión fraterna en el nombre de Jesús, y a poner la libertad religiosa e interior en el centro de las relaciones entre las distintas confesiones.
El Papa añadió que es imposible esperar una Europa influenciada por el Evangelio si los cristianos no están unidos entre sí.
«Que los santos Cirilo y Metodio, ‘precursores del ecumenismo'», dijo, «nos ayuden a hacer todos los esfuerzos para trabajar por una reconciliación de la diversidad en el Espíritu Santo».
Dos sugerencias: contemplación y acción
El Papa ofreció dos sugerencias para ayudar a renovar la libertad y la fe de los cristianos eslovacos: la contemplación y la acción.
La contemplación, dijo, es un «rasgo distintivo de los pueblos eslavos», que puede ayudarles a redescubrir la «belleza del culto a Dios» y a superar un enfoque estrecho en la «eficiencia organizativa».
La acción, añadió el Papa, complementa la contemplación, y lleva a los cristianos a unirse bajo la causa compartida de asistir a los pobres y marginados. «Compartir las obras de caridad puede abrir horizontes más amplios y ayudarnos a avanzar más en la superación de prejuicios e incomprensiones», dijo.
Unidad en la Eucaristía y en el servicio a los débiles
El Papa finalizó su alocución expresando su deseo de que todos los cristianos puedan reunirse un día en torno a la mesa eucarística del Señor y dijo: “Será un signo más evocador que muchas palabras, que ayudará a la sociedad civil a comprender, especialmente en este período de sufrimiento, que sólo estando de parte de los más débiles todos saldremos en verdad de la pandemia”.
Francisco agradeció la presencia de los asistentes y les animó a “seguir adelante en el camino ecuménico, tesoro valioso e irrenunciable”.
El Triunfo de la Santa Cruz
La Exaltación de la Santa Cruz es una fiesta religiosa de la Iglesia Católica, la Iglesia Ortodoxa y otras denominaciones cristianas
Los libros litúrgicos contienen dos fiestas dedicadas al culto de la Cruz: La Invención de la Santa Cruz, el 3 de mayo, y la Exaltación, el 14 de septiembre.
La Exaltación de la Santa Cruz, también conocida como Triunfo de la Santa Cruz, es una fiesta religiosa de la Iglesia Católica, la Iglesia Ortodoxa y otras denominaciones cristianas, que se celebra el 14 de septiembre, ya que ese día es el aniversario de la consagración de la Iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén en 335.
La fiesta del Triunfo de la Santa Cruz se hace en recuerdo de la recuperación de la Santa Cruz obtenida en el año 614 por el emperador Heraclio, quien la logró rescatar de los Persas que se la habían robado de Jerusalén.
Al llegar de nuevo la Santa Cruz a Jerusalén, el emperador dispuso acompañarla en solemne procesión, pero vestido con todos los lujosos ornamentos reales, y de pronto se dió cuenta de que no era capaz de avanzar. Entonces el Arzobispo de Jerusalén, Zacarías, le dijo: «Es que todo ese lujo de vestidos que lleva, están en desacuerdo con el aspecto humilde y doloroso de Cristo, cuando iba cargando la cruz por estas calles».
Entonces el emperador se despojó de su manto de lujo y de su corona de oro, y descalzo, empezó a recorrer así las calles y pudo seguir en la piadosa procesión.
La Santa Cruz (para evitar nuevos robos) fue partida en varios pedazos. Uno fue llevado a Roma, otro a Constantinopla, un tercero se dejó en un hermoso cofre de plata en Jerusalén. Otro se partió en pequeñísimas astillas para repartirlas en diversas iglesias del mundo entero, que se llamaron «Veracruz»(verdadera cruz).
Nosotros recordamos con mucho cariño y veneración la Santa Cruz porque en ella murió nuestro Redentor Jesucristo, y con las cinco heridas que allí padeció pagó Cristo nuestras inmensas deudas con Dios y nos consiguió la salvación.
A San Antonio Abad (año 300, fiesta el 17 de enero) le sucedió que el demonio lo atacaba con terribilísimas tentaciones y cuentan que un día, angustiado por tantos ataques, se le ocurrió hacerse la señal de la Cruz, y el demonio se alejó. En adelante cada vez que le llegaban los ataques diabólicos, el santo hacía la señal de la cruz y el enemigo huía. Y dicen que entonces empezó la costumbre de hacer la señal de la cruz para librarse de males.
De una gran santa se narra que empezaron a llegarle espantosas tentaciones de tristeza. Por todo se disgustaba. Consultó con su director espiritual y este le dijo: «Si Usted no está enferma del cuerpo, ésta tristeza es una tentación del demonio». Le recomendó la frase del libro del Eclesiástico en la S. Biblia: «La tristeza no produce ningún fruto bueno». Y le aconsejó: «Cada vez que le llegue la tristeza, haga muy devotamente la señal de la cruz». La santa empezó a notar que con la señal de la cruz se le alejaba el espíritu de tristeza.
Cuando Nuestra Señora se le apareció por primera vez a Santa Bernardita en Lourdes (Año 1859), la niña al ver a la Virgen quiso hacerse la señal de la cruz. Pero cuando llegó con los dedos frente a la cara, se le quedó paralizada la mano. La Virgen entonces hizo Ella la señal de la cruz muy despacio desde la frente hasta el pecho, y desde el hombro izquierdo hasta el derecho. Y tan pronto como la Madre de Dios terminó de hacerse la señal de la cruz, a la niña se le soltó la mano y ya pudo hacerla ella también. Y con esto entendió que Nuestra Señora le había querido dar una lección: que es necesario santiguarnos más despacio y con más devoción.
Mire a la gente cuando pasa por frente a una iglesia. ¿Cómo le parece esa cruz que se hacen? ¿No es cierto que más parece un garabato que una señal de la Cruz? ¿Cómo la haremos de hoy en adelante?
Como recuerdo de esta fecha de la exaltación de la Santa Cruz, quiero hacer con más devoción y más despacio mi señal de la Cruz.
¿Por qué la Cruz de Cristo es signo de salvación?
Del santo Evangelio según san Juan: 3, 14-21
En aquel tiempo, Jesús dijo a Nicodemo: “Así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salvara por él. El que cree en él no será condenado; pero el que no cree ya está condenado, por no haber creído en el Hijo único de Dios.
La causa de la condenación es ésta: habiendo venido la luz al mundo, los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo aquel que hace el mal, aborrece la luz y no se acerca a ella, para que sus obras no se descubran. En cambio, el que obra el bien conforme a la verdad, se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios”.
Cultura Bíblica
Un tema que causó muchas discusiones durante la segunda mitad del siglo pasado fue el de la cruz como signo de salvación. Muchas personas opinaban que el mejor signo del cristianismo no era la cruz, sino la resurrección del Señor; sin embargo, la tradición de la comunidad cristiana a lo largo de toda su historia le ha dado el lugar central como signo de salvación a la crucifixión de Cristo.
El texto que leemos este domingo nos muestra que la cruz no fue el primer signo difícil de comprender, pues ya en el Antiguo Testamento, Dios le había pedido a Moisés que levantara una serpiente sobre un palo y quien viera esta serpiente no moriría si era mordido por una serpiente.
Así como la cruz fue usada por los romanos como instrumento de castigo, las serpientes en el caminar de Israel por el desierto fueron ocupadas por Dios para castigar la idolatría del pueblo (cfr. Nm 21,4-9).
En este pasaje de san Juan, Jesús no pone el acento en el símbolo de tortura o castigo sino en el ser levantado a lo alto. Para poder apreciar esto es importante recordar que se trata de un diálogo entre Jesús y Nicodemo. Al inicio de este diálogo Jesús pide a Nicodemo nacer de nuevo, y lo explica diciéndole que es necesario nacer de lo alto, nacer del agua y del espíritu.
La comunidad cristiana ha interpretado este texto como un discurso referido al sacramento del Bautismo, donde el signo del agua hace evidente que somos vivificados por el Espíritu Santo. A lo alto y al cielo, que es el lugar de Dios, se opone este mundo, el cual no puede acceder al Reino de Dios por sí solo.
Así pues, la cruz es un medio que tiene doble significación; para este mundo es un castigo, una tortura, un abajamiento hasta el último de los peldaños sociales. En cambio, para Jesucristo es el camino de exaltación, la vía de glorificación para llegar hasta el Padre.
Así como nosotros en el presente, trataríamos de evitar el ser crucificados, los cristianos de todos los tiempos han visto la cruz como instrumento de dolor, pero también reconocen la interpretación que Cristo le dio, a saber, elevarnos de este mundo para llegar al Padre. San Pablo ya lo decía (Col 2,12) “en el Bautismo hemos sido sepultados con Cristo para resucitar con Cristo”.
O como el mismo Señor lo dice en el mismo evangelio de San Juan: “si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, permanece solo, ppero si muere dará mucho fruto” (Jn 12,24).
La Biblia no es una colección de libros para estudiar
Así lo indicó este 26 de abril Papa Francisco al recibir a los participantes del Congreso de la Federación Bíblica Católica
El Papa Francisco recordó que “la Biblia no es una hermosa colección de libros sagrados para estudiar, sino que es la Palabra de vida para sembrar”.
Así lo indicó este 26 de abril al recibir a los participantes de un Congreso Internacional promovido por la Federación Bíblica Católica (CBF) en ocasión de su 50 aniversario de fundación.
Al inicio de la audiencia, el Arzobispo de Manila (Filipinas), Cardenal Luis Antonio Tagle, dijo que el Congreso tuvo por tema “La Biblia y la vida: la inspiración bíblica de la completa vida pastoral y la misión de la Iglesia – Experiencias y desafío.
En esta línea, el Santo Padre centró su discurso en estas dos palabras: Biblia y vida, “binomio inseparable”.
“La Palabra de Dios es viva: no muere y ni siquiera envejece, permanece para siempre. Se mantiene joven ante todo lo que pasa y conserva a quien la poneen práctica del envejecimiento interior. Está viva y da vida”, destacó el Papa. Por ello, Francisco señaló que “es importante recordar que el Espíritu Santo, el Vivificador, ama actuar a través de la Escritura” porque “la Palabra trae al mundo, de hecho, el aliento de Dios, infunde en el corazón el calor del Señor” y añadió que “todas las contribuciones académicas, los volúmenes que se publican son y no pueden sino estar al servicio de esto”.
“La Biblia no es una hermosa colección de libros sagrados para estudiar, sino que es la Palabra de vida para sembrar, regalo que el Resucitado pide recibir y distribuir para que haya vida en su nombre”, exclamó el Papa.
De este modo, el Santo Padre aseguró que en la Iglesia la Palabra de Dios “es una insustituible inyección de vida. Por eso son fundamentales las homilías” y recordó que “la predicación no es un ejercicio de retórica y ni siquiera un conjunto de sabias nociones humanas”, sino que es en cambio, “el compartir del Espíritu, de la Palabra divina que tocó el corazón del predicador, quien comunica ese calor, esa unción”.
Al referirse a las numerosas palabras e informaciones que recibimos diariamente, el Papa Francisco subrayó que “no podemos renunciar a la Palabra de Jesús, a la única Palabra de vida eterna, que necesitamos todos los días”.
En este sentido, el Santo Padre expresó que “sería bueno que la Palabra de Dios se convirtiera en el corazón de toda actividad eclesial” porque la Palabra “da vida a cada creyente al enseñarle a renunciar a sí mismo, para anunciar a Él”.
“La Iglesia que se alimenta de la Palabra, por lo tanto, vive para anunciar la Palabra. No se habla de sí mismo, sino que desciende a las calles del mundo: no porque le gusten o sean fáciles, sino porque son los lugares del anuncio”, afirmó. De modo que, el Papa aseguró que “la Biblia es la mejor vacuna contra el cierre y la autoconservación” porque “es la Palabra de Dios, no nuestra, y nos aleja del estar en el centro, nos preserva de la autosuficiencia y del triunfalismo, nos llama continuamente a salir de nosotros mismos”. “La Palabra de Dios posee una fuerza centrífuga, no centrípeta: no se pliega hacia dentro, sino que empuja hacia afuera, hacia aquellos que aún no ha llegado. No asegura cálidas comodidades, porque es fuego y viento: es Espíritu que enciende el corazón y desplaza los horizontes, dilatándolos con su creatividad”, dijo. Antes de concluir, el Pontífice animó a abrazar estas dos palabras “Biblia y vida” para que “una nunca pueda estar sin la otra”. Por este motivo, Francisco pidió rezar y actuar para “que la Biblia no se quede en la biblioteca entre los muchos libros que hablan de ella, sino que corra por las calles del mundo y espere donde vive la gente”.
“Deseo que sean buenos portadores de la Palabra, con el mismo entusiasmo que leemos en estos días las historias pascuales, donde todos corren: las mujeres, Pedro, Juan, los dos de Emaús… Corren para encontrarse y anunciar la Palabra viva. Se los deseo de corazón y les agradezco todo lo que hacen”, concluyó.
Papa Francisco: El Crucifijo es el gran libro del amor de Dios
Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz
«La revelación del amor de Dios por nosotros parece una locura. Cada vez que miramos el Crucifijo encontramos este amor. El Crucifijo es el gran libro del amor de Dios«, se lee en la cuenta en Twitter del Papa Francisco (Pontifex_es) este lunes, 14 de septiembre de 2020, fiesta de la exaltación de la Santa Cruz. El Papa exhorta en la Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz a recordar «siempre que a través de la Cruz de Cristo es vencido el maligno, la muerte es derrotada, la vida nos es dada y la esperanza es restaurada. Sepan siempre descubrir y recibir este mensaje de amor y de salvación de la Cruz de Jesús».
Frases del Papa en memoria de la Exaltación de la Santa Cruz:
Abrazar su cruz con esperanza.
El 26 de marzo de 2020, durante la histórica bendición Urbi et Orbe a la Ciudad y el Mundo en la que concedió la Indulgencia Plenaria a los fieles afectados por el coronavirus, el Papa mostró la cruz como signo de esperanza. «¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?». “En medio del aislamiento donde estamos sufriendo la falta de los afectos y de los encuentros, experimentando la carencia de tantas cosas, escuchemos una vez más el anuncio que nos salva: ha resucitado y vive a nuestro lado”. En esa ocasión, en medio de la crisis de la pandemia, el Papa invitó a “abrazar» la Cruz de Cristo que “es animarse a abrazar todas las contrariedades del tiempo presente, abandonando por un instante nuestro afán de omnipotencia y posesión” e instó a “nuevas formas de hospitalidad, de fraternidad y de solidaridad”.“En su Cruz hemos sido salvados para hospedar la esperanza.… Abrazar al Señor para abrazar la esperanza. Esta es la fuerza de la fe, que libera del miedo y da esperanza”.
La cruz es un escándalo
“Para Pedro y los otros discípulos – ¡pero también para nosotros! – la cruz es un “escándalo”, mientras que Jesús considera “escándalo” el huir de la cruz”. Así describió que Jesús alabó a Pedro diez minutos antes de llamarlo Satanás por no comprender que tenía que morir en la cruz para luego resucitar: “Sucede a todos…En el momento de devoción, fervor y buena voluntad, cercanía al prójimo miramos a Jesús y seguimos adelante. Pero, en los momentos donde se viene a contacto con la cruz: huimos”. (Ángelus, domingo 30 de agosto de 2020).
No tener miedo a contemplar la cruz.
No tengamos miedo de contemplar la cruz como un momento de derrota, de fracaso. Pablo, cuando hace la reflexión sobre el misterio de Jesucristo, nos dice cosas fuertes, nos dice que Jesús se despojó a sí mismo, se anuló a sí mismo, se hizo pecado hasta el final, asumió todo nuestro pecado, todo el pecado del mundo: era un “trapo”, un condenado. Pablo no tenía miedo de hacer ver esta derrota, y también esto puede iluminar un poco nuestros malos momentos, nuestros momentos de derrota, pero también la cruz es un signo de victoria para nosotros los cristianos. (14.09.2018 Homilía en Casa Santa Marta).
Ante el crucifijo, signo de derrota y de victoria
La cruz nos enseña esto, que en la vida hay fracaso y hay victoria. Debemos ser capaces de tolerar las derrotas, de llevar con paciencia las derrotas, también de nuestros pecados porque Él ha pagado por nosotros. Tolerar en Él pero nunca dejarse seducir por este perro encadenado. Hoy será bonito si en casa, tranquilos, tomamos 5, 10, 15 minutos ante el crucifijo, el que tenemos en casa o el del rosario: mirarlo, es nuestro signo de derrota, que provoca persecuciones, que nos destruyen, y es también nuestro signo de victoria porque Dios ha vencido allí. (14.09.2018 Homilía en Casa Santa Marta).