Juan Crisóstomo, Santo
Memoria Litúrgica, 13 de septiembre
Obispo y Doctor de la Iglesia
Martirologio Romano: Memoria de san Juan, obispo de Constantinopla y doctor de la Iglesia, antioqueno de nacimiento, que, ordenado presbítero, llegó a ser llamado «Crisóstomo» por su gran elocuencia. Gran pastor y maestro de la fe en la sede constantinopolitana, fue desterrado de la misma por insidias de sus enemigos, y al volver del exilio por decreto del papa san Inocencio I, como consecuencia de los malos tratos recibidos de sus guardianes durante el camino de regreso, entregó su alma a Dios en Cumana, localidad del Ponto, el catorce de septiembre († 407).
Patronazgo: predicadores y oradores
Breve Biografía
Educado por la madre, santa Antusa, Juan (que nació en Antioquía probablemente en el 349) en los años juveniles llevó una vida monástica en su propia casa.
Después, cuando murió la madre, se retiró al desierto en donde estuvo durante seis años, y los últimos dos los pasó en un retiro solitario dentro de una cueva con perjuicio de su salud. Fue llamado a la ciudad y ordenado diácono, luego pasó cinco años preparándose para el sacerdocio y para el ministerio de la predicación. Ordenado sacerdote por el obispo Fabián, se convirtió en celoso colaborador en el gobierno de la Iglesia antioquena. La especialización pastoral de Juan era la predicación, en la que sobresalía por las cualidades oratorias y la profunda cultura. Pastor y moralista, se preocupaba por transformar la vida de sus oyentes más que por exponer teóricamente el mensaje cristiano.
En el 398 Juan de Antioquía (el sobrenombre de Crisóstomo, es decir Boca de oro, le fue dado tres siglos después por los bizantinos) fue llamado a suceder al patriarca Netario en la célebre cátedra de Constantinopla. En la capital del imperio de Oriente emprendió inmediatamente una actividad pastoral y organizativa que suscita admiración y perplejidad: evangelización en los campos, fundación de hospitales, procesiones antiarrianas bajo la protección de la policía imperial, sermones encendidos en los que reprochaba los vicios y las tibiezas, severas exhortaciones a los monjes perezosos y a los eclesiásticos demasiado amantes de la riqueza. Los sermones de Juan duraban más de dos horas, pero el docto patriarca sabía user con gran pericia todos los recursos de la oratoria, no para halagar el oído de sus oyentes, sino para instruír, corregir, reprochar.
Juan era un predicador insuperable, pero no era diplomático y por eso no se cuidó contra las intrigas de la corte bizantina. Fue depuesto ilegalmente por un grupo de obispos dirigidos por Teófilo, obispo de Alejandría, y desterrado con la complicidad de la emperatriz Eudosia. Pero inmediatamente fue llamado por el emperador Arcadio, porque habían sucedido varias desgracias en palacio. Pero dos meses después era nuevamente desterrado, primero a la frontera de Armenia, y después más lejos a orillas del Mar Negro.
Durante este último viaje, el 14 de septiembre del 407, murió. Del sepulcro de Comana, el hijo de Arcadio, Teodosio el Joven, hizo llevar los restos del santo a Constantinopla, a donde llegaron en la noche del 27 de enero del 438 entre una muchedumbre jubilosa.
De los numerosos escritos del santo recordamos un pequeño volumen Sobre el Sacerdocio, que es una obra clásica de la espiritualidad sacerdotal.
Una fe para servir
Santo Evangelio según san Lucas 7, 1-10. Lunes XXIV del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús mío, quiero compartir contigo este rato de intimidad. Quiero encontrarme contigo y poder conocerte un poco más. Te entrego mis manos, mis ojos, mis pies, mi boca, mi pensamiento, todo mi ser, para que seas Tú mi dueño y Señor. Confío en ti porque nunca me fallas. Quiero amarte más, Jesús, pero necesito de tu gracia, pues sin ella nada puedo, nada soy. Aumenta mi fe para descubrirte en los acontecimientos de mi vida, en mis hermanos, en mi interior, en la naturaleza, en la Eucaristía. Ayúdame, Señor, y jamás me dejes solo.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 7, 1-10
En aquel tiempo, cuando Jesús terminó de hablar a la gente, entró en Cafarnaúm. Había allí un oficial romano, que tenía enfermo y a punto de morir a un criado muy querido. Cuando le dijeron que Jesús estaba en la ciudad, le envió a algunos de los ancianos de los judíos para rogarle que viniera a curar a su criado. Ellos, al acercarse a Jesús, le rogaban encarecidamente, diciendo: “Merece que le concedas ese favor, pues quiere a nuestro pueblo y hasta nos ha construido una sinagoga”. Jesús se puso en marcha con ellos.
Cuando ya estaba cerca de la casa, el oficial romano envió unos amigos a decirle: “Señor, no te molestes, porque yo no soy digno de que tú entres en mi casa; por eso ni siquiera me atreví a ir personalmente a verte. Basta con que digas una sola palabra y mi criado quedará sano. Porque yo, aunque soy un subalterno, tengo soldados bajo mis órdenes y le digo a uno: “¡Ve!” y va; a otro: “¡Ven!” y viene; y a mi criado: “¡Haz esto!”, y lo hace”.
Al oír esto, Jesús quedó lleno de admiración, y volviéndose hacia la gente que lo seguía, dijo: “Yo les aseguro que ni en Israel he hallado una fe tan grande”. Los enviados regresaron a la casa y encontraron al criado perfectamente sano.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
La fe es una virtud rica para meditar. Es la fe la que te mueve, Jesús, en mucha ocasiones a actuar. Ella es una virtud que conmueve tu corazón, que te impulsa a no dejar sin acción la petición de los que la tienen.
La fe es un don y una decisión. Ella se recibe de ti, pero también implica mi esfuerzo, mi trabajo. El centurión cree que Tú puedes curar a su siervo, pero también actúa conforme a esto que cree. La fe va más allá de una creencia, de una herencia familiar, de una superstición. Ella es abandono en tus manos, es entrega, es donación, es acción. La fe es un acto, es el adherir mi voluntad a la tuya, y esto implica esfuerzo. Creer no siempre sale espontáneo sino que requiere de cierta conciencia. Pero sin olvidar jamás que la fe, y la puesta en acción de esta fe, es siempre don tuyo.
Fe es la virtud teologal que me permite descubrirte en todos los momentos y situaciones de mi vida: en los buenos y en los malos, en los que me agradan y en los que no. Me ayuda a verte en la naturaleza, en mis hermanos, en mi trabajo. La fe me capacita a recibir todo de ti como un don de tu amor. Creer me ayuda a confiar, y creer y confiar en alguien es amarlo.
Dame, Señor, una fe, no como la del centurión, sino una fe de acuerdo a lo que soy, a lo que vivo, a lo que tengo, a cómo y dónde me desenvuelvo. Una fe que me impulse a vivir según tus planes.
«En el relato se dice que era muy querido por su dueño y que estaba enfermo, pero no se sabe cuál era su grave enfermedad. De alguna manera, podemos reconocernos también nosotros en ese siervo. Cada uno de nosotros es muy querido por Dios, amado y elegido por él, y está llamado a servir, pero tiene sobre todo necesidad de ser sanado interiormente. Para ser capaces del servicio, se necesita la salud del corazón: un corazón restaurado por Dios, que se sienta perdonado y no sea ni cerrado ni duro. Nos hará bien rezar con confianza cada día por esto, pedir que seamos sanados por Jesús, asemejarnos a él, que “no nos llama más siervos, sino amigos”».
(Homilía de S.S. Francisco, 29 de mayo de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación. Durante el día repetiré esta jaculatoria: «Señor, aumenta mi fe».
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
No soy digno
Dios no nos llama por nuestros méritos sino porque quiere.
Si se entiende bien, ante este tipo de dificultades para responder a la vocación diría que se puede pasar por alto la incompetencia, pero no la pusilanimidad: alma encogida, insuficiencia moral, desmoralización. Me explicaré -espero- de modo que se comprenda, trayendo a nuestra consideración un conocido pasaje del Evangelio.
San Lucas relata que Jesús se subió un día a la barca de Pedro para predicar desde allí a la multitud y, al terminar, pidió a Pedro que llevara la barca mar adentro (es el Duc in altum!, ¡mar adentro!, que nos ha repetido Juan Pablo II como consigna para el tercer Milenio cristiano) y echara las redes para pescar. Pedro le respondió que habían estado toda la noche bregando y no habían pescado nada, pero añadió: «sin embargo porque tú lo dices echaré la red». Así lo hizo y quedó atónito, impresionado, al ver que casi no podían sacar la red del agua de tantos peces como habían cogido. Entonces se echó de rodillas a los pies de Jesús, con la cabeza inclinada hasta el suelo, y le dijo: «apártate de mí, Señor, que soy un hombre pecador» (Lc 5, 1-11).
Al ver el prodigio que había hecho Jesús contando con su obediencia, Pedro se asustó, porque se consideraba indigno de servir de instrumento a tales milagros. Pero Jesús le dijo: «no temas. Desde ahora serán hombres lo que tendrás que pescar». No sólo no considera que la indignidad de Pedro sea un obstáculo, sino que se apoya en su humildad para hacerle capaz de atraer a Dios a una muchedumbre incontable de hombres y mujeres, como sucedió ya durante su vida.
Por supuesto que somos indignos de que Dios nos elija para servirse de nosotros como instrumentos: sería grotesco que no nos diéramos cuenta. Pero ya hemos dicho que Dios no nos llama por nuestros méritos (Pedro, con toda su experiencia y su dominio del oficio, había estado toda la noche faenando en vano), sino porque quiere; por eso basta que reconozcamos nuestra indignidad y le hagamos caso, fiándonos de Él, para dar con nuestra vida obediente un fruto maravilloso.
Me parece muy lúcida esta manera de explicar cómo la indignidad y la humildad de los santos hacen que Dios se luzca en los frutos: «Un santo es un avaricioso que va llenándose de Dios, a fuerza de vaciarse de sí.
Un santo es un pobre que hace su fortuna desvalijando las arcas de Dios. Un santo es un débil que se amuralla en Dios y en Él construye su fortaleza. Un santo es un imbécil del mundo -stulta mundi- que se ilustra y se doctora con la sabiduría de Dios. Un santo es un rebelde que a sí mismo se amarra con las cadenas de la libertad de Dios. Un santo es un miserable que lava su inmundicia en la misericordia de Dios. Un santo es un paria de la tierra que planta en Dios su casa, su ciudad y su patria. Un santo es un cobarde que se hace gallardo y valiente, escudado en el poder de Dios. Un santo es un pusilánime que se dilata y se acrece con la magnificencia de Dios. Un santo es un ambicioso de tal envergadura que sólo se satisface poseyendo cada vez más y más ración de Dios… Un santo es un hombre que todo lo toma de Dios: un ladrón que le roba a Dios hasta el Amor con que poder amarle. Y Dios se deja saquear por sus santos. Ése es el gozo de Dios. Y ése, el secreto negocio de los santos» (P. Urbano, El hombre de Villa Tevere).
Ya se ve que lo decisivo aquí es el amor impresionante de Dios por el hombre, que nos da motivos para esperarlo todo de Él. El quid de la santidad es una cuestión de fe, de confianza: lo que el hombre esté dispuesto a dejar que Dios haga en él. No es tanto el «yo hago», «yo lo haré», como el «hágase en mí» de aquella muchacha desconocida de Nazaret a la que Dios comunicó que la había elegido para ser Madre de su Hijo.
Las realidades grandes empiezan con humildad: «No te elegí porque seas grande, por el contrario eres el más pequeño de los pueblos; te he elegido porque te amo» dice el Señor al Pueblo de Israel en el Antiguo Testamento. Ciertamente, Dios no nos elige por nuestra grandeza; al contrario, la grandeza de Dios entra en nuestra vida cuando nos abrimos humildemente a sus planes amorosos, como nos enseña la Virgen María, que después de haber concebido en su seno purísimo al Hijo de Dios, canta, llena de humilde alborozo: «Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu se llena de gozo en Dios, mi Salvador, porque ha mirado la pequeñez de su esclava. Desde ahora me llamarán bendita todas las generaciones, porque el Todopoderoso ha hecho obras grandes en mí» (Lc 1, 46-49).
La Cruz nos exhorta a mantener firmes las raíces, sin encerrarse
Ángelus del Papa Francisco, 12 de septiembre de 2021
“El sentimiento religioso es la savia de esta nación, tan unida a sus raíces. Pero la cruz, plantada en la tierra, además de invitarnos a enraizarnos bien, eleva y extiende sus brazos hacia todos; exhorta a mantener firmes las raíces, pero sin encerrarse; a recurrir a las fuentes, abriéndose a los sedientos de nuestro tiempo”, lo dijo el Papa Francisco en su alocución antes de rezar la oración mariana del Ángelus de este 12 de septiembre, XXIV Domingo del Tiempo Ordinario, en la Plaza de los Héroes de Budapest, en el marco de su 34 Viaje Apostólico a Hungría y Eslovaquia.
Gratitud del Papa a la gran familia húngara
Al finalizar la Santa Misa de clausura del Congreso Eucarístico Internacional y su visita a Budapest, el Santo Padre manifestó su agradecimiento a la gran familia cristiana húngara, a la que desea abrazar en sus ritos, en su historia, en las hermanas y hermanos católicos y de otras confesiones, todos en camino hacia la unidad plena. “A este respecto – expresó el Papa – saludo de corazón al Patriarca Bartolomé, Hermano que nos honra con su presencia. Gracias, en particular, a mis amados hermanos Obispos, a los sacerdotes, a los consagrados y consagradas, y a todos ustedes, queridos fieles. Un agradecimiento especial a quienes se han esforzado tanto por la realización del Congreso Eucarístico y de esta jornada”. Asimismo, el Papa Francisco manifestó su agradecimiento a las autoridades civiles y religiosas, y a todo el pueblo de Hungría que lo ha acogido.
La ‘Cruz de la misión’ es el símbolo de este Congreso
Haciendo eco del himno que ha acompañado el Congreso Eucarístico, el Santo Padre deseó que, la cruz sea vuestro puente entre el pasado y el futuro. “El sentimiento religioso es la savia de esta nación, tan unida a sus raíces. Pero la cruz, plantada en la tierra, además de invitarnos a enraizarnos bien, eleva y extiende sus brazos hacia todos; exhorta a mantener firmes las raíces, pero sin encerrarse; a recurrir a las fuentes, abriéndose a los sedientos de nuestro tiempo. Mi deseo – expresó el Papa – es que sean así: fundamentados y abiertos, arraigados y respetuosos. Isten éltessen! [¡Felicidades!]”. “La ‘Cruz de la misión’ es el símbolo de este Congreso. Que los lleve a anunciar con la vida el Evangelio liberador de la ternura sin límites que Dios tiene por cada uno. En la carestía de amor de hoy, es el alimento que el hombre espera”.
Dos figuras que conocieron de cerca la cruz
El Papa Francisco también recordó que, hoy, no muy lejos de aquí, en Varsovia, dos testigos del Evangelio son proclamados beatos: el Cardenal Esteban Wyszy?ski e Isabel Czacka, fundadora de las Hermanas Franciscanas Siervas de la Cruz. Dos figuras que conocieron de cerca la cruz: el Primado de Polonia, arrestado y segregado, fue siempre un pastor valiente según el corazón de Cristo, heraldo de la libertad y de la dignidad del hombre; sor Isabel, que perdió la vista muy joven, dedicó toda su vida a ayudar a los ciegos. Que el ejemplo de los nuevos beatos nos estimule a transformar las tinieblas en luz con la fuerza del amor.
Que la “Beata Reina” los acompañe y los bendiga
Antes de rezar el Ángelus, el Santo Padre dijo que los húngaros, antiguamente, por respeto, no pronunciaban el nombre de María, pero la llamaban con el mismo título honorífico utilizado para la reina. Que la “Beata Reina, vuestra antigua patrona” los acompañe y los bendiga. Mi bendición, desde esta gran ciudad, quiere llegar a todos, en particular a los niños y a los jóvenes, a los ancianos y a los enfermos, a los pobres y a los excluidos. Con ustedes y para ustedes digo: Isten, áldd meg a magyart! [¡Que Dios bendiga a los húngaros!]
Charlie y la fábrica de chocolate
Reseña y comentario a la más reciente cinta del director Tim Burton, quien promueve en esta ocasión el valor de la familia.
Director : Tim Burton
Guion: John August
Basada en la novela de Roald Dahl
Fotografía: Philippe Rousselot
musica: Danny Elfman
producida por Brad Grey, Richard D. Zanuck.
Warner Bros.
Duración:1:56
El aclamado director Tim Burton lleva su imaginativo y vívido estilo al entrañable clásico de Roald Dahl «Charlie y la fábrica de chocolate», sobre el excéntrico chocolatero Willy Wonka (Johnny Depp) y Charlie (Freddie Highmore), un muchacho de buen corazón que procede de una familia pobre que vive a la sombra de la extraordinaria fábrica de Wonka. Aislado desde hace tiempo de su propia familia, Wonka lanza un concurso a nivel mundial para elegir un heredero para su imperio de golosinas. Cinco niños afortunados, entre los que se encuentra Charlie, obtienen Billetes de Oro de las tabletas de chocolate y ganan un viaje organizado a la legendaria fábrica de golosinas que ningún extraño ha visto desde hace 15 años. Charlie es atraído hacia el mundo fantástico de Wonka en esta asombrosa e imperecedera historia.
Magnífica está producción de Tim Burton: los temas sobre la familia, los abuelos, la aventura… están muy bien tratados, y dejan pensando en la importancia de un buen cine de entretención y de valores para todos: niños, jóvenes y adultos. Extraordinaria.
OPINIONES:
Dulce fórmula
Con una trama nutrida de fantásticos efectos, creativos paisajes y escenografías coloridas, el director Tim Burton le imprime un sello propio al relato, para lo cual se vale de ingeniosas maquinarias capaces de producir una infinidad de delicias comestibles. Pero la película también seduce y encanta al espectador con una excéntrica historia llena de giros inesperados, que tiene la gracia de apelar al sueño de todo niño: explorar el origen de los confites y chocolates.
Con dosis de situaciones absurdas y en ocasiones llenas de magia y mucha diversión, nexos sentimentales y el siempre útil gancho del suspenso, al medio del rodaje, Burton revela algunos secretillos escondidos sutilmente, al dejar en evidencia que los que realmente mueven el engranaje del sabor son los alegres grupos de enanos Oompa-Loompa, quienes trabajan entre montañas de chocolate derretido, junto a una espumosa cascada de chocolate líquido. Otros, se desplazan literalmente por un río de chocolate, subidos en unos botes fabricados de caramelo cristalizado. Así, de un momento a otro, se muestra un submundo lleno de árboles de caramelos, cubiertos de pasto con sabor a menta azucarada y plantas de malvaviscos de cerezas con crema, dulces y sabrosas.
La imaginación no queda ahí, y las sorpresas que esconde la empresa van surgiendo conforme avanza la historia. Pero la curiosidad del pequeño protagonista y sus compañeros de aventura conducen hasta el nudo central de la historia para dilucidar: ¿Quién es en verdad Willy Wonk? ¿Por qué dedicó su vida a fabricar dulces? ¿Cuál es la finalidad del concurso? ¿Dónde se esconde la llave que da vida a la fabrica? ¿En qué manos quedará el futuro del imperio de las golosinas?
Las respuestas a estas y otras interrogantes, usted las podrá encontrar ahora en familia , pues ya se estrenó la película de Tim Burton en los principales cines del país.
¿Conoces la Biblia?
La Biblia revela al alma la verdadera sabiduría, su lectura frecuente nos hace obrar por amor a Dios, nos mueve a la ardua labor de la virtud.
…¿CONOCES LA BIBLIA?…
«Escudriñad las Escrituras porque a vosotros os parece que en ellas tenéis vida eterna y ellas son las que dan testimonio de mí».Juan 5,39.
¿CONOCES TU LA BIBLIA?
«La Biblia revela al alma la verdadera sabiduría. Transporta el espíritu al cielo. Vivifica en el corazón la alabanza. Aparta al hombre de los deseos del mundo. Deja en la mente un único pensamiento: el de la otra vida.
La lectura frecuente de la Biblia nos hace obrar por amor a Dios, nos mueve a la ardua labor de la virtud.
Nos pone de manifiesto el auxilio providencial de Dios, la fortaleza de los justos, la bondad divina, la excelencia de su recompensa.
Nos excita a imitar a los siervos de Dios. Nos da fuerzas para la batalla de la santidad. Renueva nuestra fe en las promesas divinas.
La Biblia es la consoladora de los tristes, puerto seguro y tranquilo, fortaleza inexpugnable, torre inconmovible, impenetrable armadura, serenidad de espíritu, verdad indestructible, alegría perdurable.
«Es preciso, pues, que leamos con la máxima atención la Biblia. Si lo hacemos obtendremos la verdadera ciencia”.
Al que con piedad y fe recorra los Santos Libros… el Señor que baja a nuestros corazones, iluminar su espíritu. Expandir sobre su alma rayos de luz, descubriéndole cosas ocultas y enseñándole todo cuanto ignora. El quiere ser nuestro Maestro: ´A nadie llamáis Maestro vuestro´. (S. Juan Crisóstomo, «La asidua lectura de la Biblia»).
¿OBEDECES TU A CRISTO?
Es útil el saber citas de memoria, pero si no pones en práctica las enseñanzas que contienen de nada te sirve. Jesucristo dijo: «Escudriñad las Escrituras». (Juan 5,39.) ¿Y qué significa esto sino que es necesario llegar, mediante un estudio profundo, a comprender su verdadero sentido?
Pero hoy hay muchos pastores que engañan a la gente haciéndole creer que «escudriñar» significa «interpretar», y esto según el parecer de cada quien. (Principio protestante del juicio privado).
¿COMO DEBEMOS LEER LAS SAGRADAS ESCRITURAS?
La misma Biblia nos dice cómo. Recuerda el pasaje del eunuco de la reina de Etiopía. «Mientras viajaba en coche, iba ocupado en la santa lectura». Lee: Hechos 8, 26-39.
1. La leía con celo y ardor.
Considera su mérito de no dejar la lectura ni siquiera en el camino, ni siquiera en el coche con ruedas de madera, por un camino de piedras.
2. Tenía muchas excusas para no hacerlo.
El eunuco no era cristiano, ni judío, y además era rico; todo esto le daba justificación para ser negligente, sin embargo, no se excusó como nosotros: «no tengo tiempo», «no entiendo».
3. Dios le ayuda.
Antes de concederle su gracia, Dios espera a que el eunuco haya hecho todo cuanto de él depende.
Dios te ayuda a ti también, pero tú tienes que hacer primero lo que te corresponde: adquirir la Biblia, leerla, estudiarla.
4. Le manda un apóstol.
Con la sola Biblia no pudo entender todo. Dios podía haberle enviado su Espíritu. ¡Claro que sí! Pero el hecho es que no lo hizo, para enseñarnos a nosotros que es necesario un maestro autorizado. Dios le ayuda a penetrar las Escrituras mediante un maestro de la Iglesia: el diácono Felipe. Lee: Lucas 10,16.
La misma Escritura nos enseña que la Iglesia primitiva no era la Iglesia de la sola Biblia sino la Iglesia de los maestros: «acudían asiduamente a las enseñanzas de los apóstoles». Lee: Hechos 2,42. Si hay enseñanza, tiene que haber maestros; y si hay maestros, debemos aceptar su magisterio.
Por el contrario, si no hay Magisterio, como algunos afirman, no debería haber maestros y nadie debería enseñar la Biblia. Para salvarnos, bastaría traer «la sola Biblia» bajo el brazo y leerla.
Lo que no podemos aceptar, es que por un lado nos digan que no son necesarios los maestros ni el Magisterio y después, ellos mismos, se nos presenten como únicos maestros infalibles de la Biblia.
¿QUE DICE LA IGLESIA DE LA BIBLIA?
La Iglesia considera como suprema norma de su fe la Escritura unida a la Tradición, ya que, inspirada por Dios y escrita de una vez para siempre, nos transmite inmutablemente la palabra del mismo Dios.
Es tan grande el poder y la fuerza de la palabra de Dios, que constituye el sustento y vigor de la Iglesia, firmeza de la fe para sus hijos, alimento del alma, fuente límpida y perenne de vida espiritual. Lee: Documentos del Concilio: «Dei Verbum» No. 21.
La Iglesia no añade nada a la Escritura, sino que crece en la comprensión de las palabras. Estudia: «Dei Verbum» No. 8. Pero tampoco saca de la Escritura todo lo revelado, porque lo revelado abarca tanto lo transmitido por carta, la Biblia, como lo de viva voz, la Tradición. Lee: 1 Corintios 11,23 y 2 Tesalonicenses 2,15.
«Los libros inspirados enseñan la verdad. Sin embargo, la fe cristiana no es una ´religión del Libro´. El Cristianismo es la religión de la «Palabra» de Dios, ´no de un verbo escrito y mudo, sino del Verbo encarnado y vivo´». CIC = Catecismo de la Iglesia Católica n.108.
El Concilio recomienda insistentemente a todos los fieles la lectura asidua de la Escritura para que adquieran la suprema ciencia de Jesucristo. Lee: Filipenses 3,8.
LA RESPUESTA CATOLICA.
1. Es necesario un Magisterio que nos explique como Felipe al eunuco.
Todos los cristianos creemos que la Biblia dice la verdad. Nadie niega eso, pero esa verdad no es clara y evidente para todos.
La Biblia lo dice. El eunuco no era ningún ignorante, tenía la Biblia en la mano y la escudriñaba como Jesús lo había mandado. Sin embargo, cuando Felipe le pregunta: «Comprendes lo que lees?» El responde: «¿Cómo voy a entender si nadie me lo explica?»
La experiencia lo demuestra. Los fundamentalistas bíblicos afirman: la Biblia dice la verdad. Pero el caso es que ellos mismos no se pueden poner de acuerdo en cuál es esa verdad. Si la conocieran no estarían divididos en multitud de iglesias.
2. Es necesaria la luz de Cristo.
Para comprender lo escrito en un libro no basta saber leer, es necesaria la luz. De la misma manera, para entender la Biblia se necesita que Cristo por medio de su Espíritu nos ilumine. Lee: CIC 108.
Esto se ve claro en el pasaje de los discípulos de Emaús. Cuando ellos quisieron interpretar las Escrituras según su propio entender se fueron alejando desilusionados, pero cuando Cristo les abrió la inteligencia, regresaron con gozo a la comunidad, a la Iglesia de Cristo. Lee: Lucas 24, 33 y 45.
Cristo no nos dejó la Biblia para inventar o discutir la fe, por el contrario, nos dio la fe de la Iglesia para entender la Biblia. CIC 113-114.
3. La Biblia no estuvo muda 2,000 años.
Todos los cristianos creemos que Dios nos habla por medio de la Biblia. Si esto es verdad, y no estuvo muda y silenciosa durante 2,000 años, algo debió de haber dicho a los que la tuvieron en la mano antes que nosotros y, por tanto, antes de dar nuestra interpretación, deberíamos de consultar lo que la Biblia dijo a los que la estudiaron antes que nosotros.
La Biblia no se escribió la semana pasada, y citarla como si tú fueras el primero que la entiende es arrogancia. Más aún, si lo que te dice la Biblia hoy a ti, contradice o niega lo que la Biblia dijo ayer, una de dos, o la Biblia dice mentiras o tú estás equivocado.
Precisamente por eso los que predican opiniones que cambian, y no verdades que permanecen, rechazan el Magisterio que está para conservar, exponer y custodiar esas verdades, válidas para todos los hombres de todos los tiempos. Lee: CIC 86.
Pero entonces, ¿cómo es que hay muchas enseñanzas católicas que no están en la Biblia?
La primera razón es que no basta saber leer para entender. ¿Cómo quieres entender en una semana lo que a la Iglesia le costó 2,000 años de meditación y estudio? Dei Verbum n. 8.
La segunda razón es que nosotros aceptamos todo lo que la Tradición Apostólica nos ha transmitido, no sólo por escrito sino también de palabra. Lee: 1 Tesalonicenses 2,5. Estudia: CIC 80 ss.
Lutero tenía razón al subrayar que la Escritura habla en un lenguaje que cada hombre puede entender. Hasta los niños y los iletrados entienden el Sermón de la Montaña, el mandamiento del amor al prójimo, la parábola del hijo pródigo. La Biblia para aplicarla a mi vida y para hablar con Dios está al alcance de todos. Lee: CIC 104. Pero «el oficio de interpretar ha sido encomendado únicamente al Magisterio» CIC 85 ss.
Poca Biblia aleja de la Iglesia, mucha Biblia acerca a ella.
Scott Hann era un pastor presbiteriano, profesor de Sagradas Escrituras. Su amor a la Biblia era tan grande como su antipatía por la Iglesia Católica. Un día, uno de sus estudiantes le preguntó:
«¿Dónde enseña la Biblia el principio protestante de la sola Biblia?»
Scott dio las conocidas citas de 2 Timoteo 3, 15 y 1 Tesalonicenses 2,13.
A la primera cita el estudiante replicó que lo que ahí se dice es que la Biblia tiene autoridad, pero no que es la única autoridad; y a la segunda, que S. Pablo se refiere a lo que él ha predicado y no a lo escrito. Aunque el maestro no aceptó en ese momento la réplica del alumno, su amor a la verdad le hizo reflexionar y estudiar más a fondo la Escritura. Tiempo después se convirtió a la fe Católica.
ORACION:
«Señor Jesús, haz que la lectura de la Biblia sea luz para mis pasos, pan para mi alma, sal que da sazón a mi vida y me lleve a ser fermento de vida cristiana y apóstol intrépido de tu palabra.»
El Papa: No a una fe que vive de ritos y de repeticiones
Conclusión del Congreso Eucarístico Internacional en Budapest: Dejemos que el encuentro con Jesús en la Eucaristía nos transforme
«Dejemos que el encuentro con Jesús en la Eucaristía nos transforme». El papa Francisco pidió que la «Eucaristía», nos lleve «a sentirnos un solo Cuerpo, a partirnos por los demás». Lo dijo ante miles de los fieles reunidos en la Plaza de los Héroes de Budapest para la celebración de la Santa Misa al final del 52º Congreso Eucarístico Internacional.
¿Qué quiere decir caminar en pos de Jesús? Es ir adelante por la vida con su misma confianza, la de ser hijos amados de Dios. Es recorrer el mismo camino del Maestro, que vino a servir y no a ser servido (cf. Mc 10,45). Es dirigir cada día nuestros pasos al encuentro del hermano, expresó el Papa vestido con casulla amarilla.
El papa Francisco recordó a los mártires de la fe en el país que sufrió el totalitarismo ateo.
Francisco les recordó sus raíces cristianas así «como transformó a los grandes y valientes santos que ustedes veneran, pienso en san Esteban y santa Isabel».
«Como ellos, no nos contentemos con poco, no nos resignemos a una fe que vive de ritos y de repeticiones, abrámonos a la novedad escandalosa de Dios crucificado y resucitado, Pan partido para dar vida al mundo. Entonces viviremos en la alegría; y llevaremos alegría«, sostuvo ante 10o.00o personas.
Este Congreso Eucarístico Internacional es un punto de llegada de un camino, afirmó el Papa, «pero hagamos que sea sobre todo un punto de partida. Porque el camino en pos de Jesús invita a mirar hacia adelante, a acoger la novedad de la gracia, a hacer revivir cada día dentro de nosotros ese interrogante que, como en Cesarea de Filipo, el Señor dirige a sus discípulos: Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?».
Seguir a Cristo
En su homilía, el Papa ha invitado a seguir la perspectiva de Dios, no del mundo, o del diablo, como en el Evangelio, Pedro fue alertado por Jesús, quien «comenzó a reprenderlo (cf. v. 32). Nos puede pasar también a nosotros que llevemos “aparte” al Señor, que lo pongamos en un rincón del corazón, que continuemos sintiéndonos religiosos y buenos y sigamos adelante por nuestro camino sin dejarnos conquistar por la lógica de Jesús».
Jesús, dijo, sin embargo, «nos acompaña en esta lucha interior, porque desea que, como los Apóstoles, elijamos estar de su parte. Está la parte de Dios y está la parte del mundo».
Diferencia…
«La diferencia no está entre el que es religioso y el que no lo es. La diferencia crucial es entre el verdadero Dios y el dios de nuestro yo. ¡Qué lejos está Aquel que reina en silencio sobre la cruz, del falso dios que quisiéramos que reinase con la fuerza y redujese al silencio a nuestros enemigos!», explicó.
«¡Qué distinto es Cristo, que se propone sólo con amor, de los mesías potentes y triunfadores, adulados por el mundo! Jesús nos sacude, no se conforma con las declaraciones de fe, nos pide purificar nuestra religiosidad ante su cruz, ante la Eucaristía».
Adoración
El Pontífice afirmó que nos «hace bien estar en adoración ante la Eucaristía para contemplar la fragilidad de Dios. Dediquémosle tiempo a la adoración. Dejemos que Jesús, Pan vivo, sane nuestras cerrazones y nos abra al compartir, nos cure de las rigideces y del encerrarnos en nosotros mismos, nos libere de las esclavitudes paralizantes de defender nuestra imagen, nos inspire a seguirlo adonde Él quiera conducirnos. De este modo llegamos al tercer paso».
Saber dar un paso atrás
El Papa ha indicado el camino en pos de Jesús. ««¡Ponte detrás de mí, Satanás!» (v. 33). De ese modo Jesús atrae de nuevo a Pedro hacia Él, con una orden dolorosa, dura. Y afirmó que el cristiano sabe dar “un paso atrás”.
«El camino cristiano no es una búsqueda del éxito, sino que comienza con un paso hacia atrás, con un descentramiento liberador, con el quitarse uno del centro de la vida. Es entonces cuando Pedro reconoce que el centro no es su Jesús, sino el verdadero Jesús. Caerá de nuevo, pero de perdón en perdón reconocerá cada vez mejor el rostro de Jesús. Y pasará de la admiración estéril por Cristo a la imitación concreta de Cristo».
Dejemos que Jesús, Pan vivo, sane nuestras cerrazones y nos abra al compartir, nos cure de las rigideces y del encerrarnos en nosotros mismos, nos libere de las esclavitudes paralizantes de defender nuestra imagen, nos inspire a seguirlo adonde Él quiera conducirnos.
Papa Francisco
Ángelus
“¡Que la cruz sea para ti un puente entre el pasado y el futuro! Dijo el Papa Francisco después de predicar la oración del Ángelus en la Plaza de los Héroes en Budapest. El sentimiento religioso es «el alma de esta nación tan apegada a sus raíces», enfatizó. Pero la cruz, “plantada en la tierra, además de invitarnos a echar raíces bien, alza y extiende sus brazos hacia todos: nos urge a mantener las raíces sólidas, pero sin partición”.
Así, exhortó a los húngaros a “mantener nuestras raíces firmemente plantadas, pero sin atrincherarnos; a beber de los manantiales, abriéndonos a los sedientos de nuestro tiempo”. “Mi deseo es que seas así: con los pies en la tierra y abierto, arraigado y respetuoso. ¡Isten éltessen!”, sostuvo en húngaro el obispo de Roma.
Por ultimo, el Papa recordó que hoy, no lejos de aquí, en Varsovia, “son proclamados beatos dos testigos del Evangelio: el cardenal Stefan Wyszyński y Elisabetta Czacka, fundadora de las Hermanas Franciscanas Siervas de la Cruz. El Primado de Polonia, que fue detenido y encarcelado, fue siempre un pastor valiente según el corazón de Cristo, un heraldo de la libertad y la dignidad humana; la hermana Elisabeth, que perdió la vista siendo muy joven, dedicó toda su vida a ayudar a los ciegos. Que el ejemplo de los nuevos beatos nos anime a transformar la oscuridad en luz con la fuerza del amor, concluyó.