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Mónica, Santa

Memoria Litúrgica, 27 de agosto

Madre de San Agustín

Martirologio Romano: Memoria de santa Mónica, que, muy joven todavía, fue dada en matrimonio a Patricio, del que tuvo hijos, entre los cuales se cuenta a Agustín, por cuya conversión derramó abundantes lágrimas y oró mucho a Dios. Al tiempo de partir para África, ardiendo en deseos de la vida celestial, murió en la ciudad de Ostia del Tíber († 387).

Etimológicamente: Mónica = Aquella que disfruta de la soledad, es de origen griego.

Fecha de canonización: Información no disponible, la antigüedad de los documentos y de las técnicas usadas para archivarlos, la acción del clima, y en muchas ocasiones del mismo ser humano, han impedido que tengamos esta concreta información el día de hoy. Si sabemos que fue canonizado antes de la creación de la Congregación para la causa de los Santos, y que su culto fue aprobado por el Obispo de Roma, el Papa.

Breve Biografía

Hoy celebramos a Santa Mónica, que con su testimonio logró convertir a su marido, a su suegra y a su hijo, San Agustín, quién también, es un gran santo de la Iglesia.

Santa Mónica fue una mujer con una gran fe y nos entregó un testimonio de fidelidad y confianza en Dios, por lo que alcanzó la santidad cumpliendo con su vocación de esposa y madre.

Un poco de historia

Mónica, la madre de San Agustín, nació en Tagaste (África del Norte) a unos 100 km de la ciudad de Cartago en el año 332.

Formación

Sus padres encomendaron la formación de sus hijas a una mujer muy religiosa y estricta en disciplina. Ella no las dejaba tomar bebidas entre horas (aunque aquellas tierras son de clima muy caliente) pues les decía: «Ahora cada vez que tengan sed van a tomar bebidas para calmarla. Y después que sean mayores y tengan las llaves de la pieza donde está el vino, tomarán licor y esto les hará mucho daño.» Mónica le obedeció los primeros años pero, después ya mayor, empezó a ir a escondidas al depósito y cada vez que tenía sed tomaba un vaso de vino. Más sucedió que un día regañó fuertemente a un obrero y éste por defenderse le gritó ¡Borracha! Esto le impresionó profundamente y nunca lo olvidó en toda su vida, y se propuso no volver a tomar jamás bebidas alcohólicas. Pocos meses después fue bautizada (en ese tiempo bautizaban a la gente ya entrada en años) y desde su bautismo su conversión fue admirable.

Su esposo

Ella deseaba dedicarse a la vida de oración y de soledad pero sus padres dispusieron que tenía que esposarse con un hombre llamado Patricio. Este era un buen trabajador, pero de genio terrible, además mujeriego, jugador y pagano, que no tenía gusto alguno por lo espiritual. La hizo sufrir muchísimo y por treinta años ella tuvo que aguantar sus estallidos de ira ya que gritaba por el menor disgusto, pero éste jamás se atrevió a levantar su mano contra ella. Tuvieron tres hijos: dos varones y una mujer. Los dos menores fueron su alegría y consuelo, pero el mayor Agustín, la hizo sufrir por varias décadas.

La fórmula para evitar discusiones

En aquella región del norte de África donde las personas eran sumamente agresivas, las demás esposas le preguntaban a Mónica porqué su esposo era uno de los hombres de peor genio en toda la ciudad, pero que nunca la golpeaba, y en cambio los esposos de ellas las golpeaban sin compasión. Mónica les respondió: «Es que, cuando mi esposo está de mal genio, yo me esfuerzo por estar de buen genio. Cuando él grita, yo me callo, para pelear se necesitan dos y yo no acepto entrar en pelea, pues….no peleamos».

Viuda, y con un hijo rebelde

Patricio no era católico, y aunque criticaba el mucho rezar de su esposa y su generosidad tan grande hacia los pobres, nunca se opuso a que dedique de su tiempo a estos buenos oficios. Y quizás, el ejemplo de vida de su esposa logro su conversión. Mónica rezaba y ofrecía sacrificios por su esposo y al fin alcanzó de Dios la gracia de que en el año de 371 Patricio se hiciera bautizar, y que lo mismo hiciera su suegra, mujer terriblemente colérica que por meterse demasiado en el hogar de su nuera le había amargado grandemente la vida a la pobre Mónica. Un año después de su bautizo, Patricio murió, dejando a la pobre viuda con el problema de su hijo mayor.

El muchacho difícil

Patricio y Mónica se habían dado cuenta de que Agustín era extraordinariamente inteligente, y por eso decidieron enviarle a la capital del estado, a Cartago, a estudiar filosofía, literatura y oratoria. Pero a Patricio, en aquella época, solo le interesaba que Agustín sobresaliera en los estudios, fuera reconocido y celebrado socialmente y sobresaliese en los ejercicios físicos. Nada le importaba la vida espiritual o la falta de ella de su hijo y Agustín, ni corto ni perezoso, fue alejándose cada vez más de la fe y cayendo en mayores y peores pecados y errores.

Una madre con carácter

Cuando murió su padre, Agustín tenía 17 años y empezaron a llegarle a Mónica noticias cada vez más preocupantes del comportamiento de su hijo. En una enfermedad, ante el temor a la muerte, se hizo instruir acerca de la religión y propuso hacerse católico, pero al ser sanado de la enfermedad abandonó su propósito de hacerlo. Adoptó las creencias y prácticas de una la secta Maniquea, que afirmaban que el mundo no lo había hecho Dios, sino el diablo. Y Mónica, que era bondadosa pero no cobarde, ni débil de carácter, al volver su hijo de vacaciones y escucharle argumentar falsedades contra la verdadera religión, lo echó sin más de la casa y cerró las puertas, porque bajo su techo no albergaba a enemigos de Dios.

La visión esperanzadora

Sucedió que en esos días Mónica tuvo un sueño en el que se vio en un bosque llorando por la pérdida espiritual de su hijo, Se le acercó un personaje muy resplandeciente y le dijo «tu hijo volverá contigo», y enseguida vio a Agustín junto a ella. Le narró a su hijo el sueño y él le dijo lleno de orgullo, que eso significaba que ello significaba que se iba a volver maniquea, como él. A eso ella respondió: «En el sueño no me dijeron, la madre irá a donde el hijo, sino el hijo volverá a la madre». Su respuesta tan hábil impresionó mucho a su hijo Agustín, quien más tarde consideró la visión como una inspiración del cielo. Esto sucedió en el año 437. Aún faltaban 9 años para que Agustín se convirtiera.

La célebre respuesta de un Obispo

En cierta ocasión Mónica contó a un Obispo que llevaba años y años rezando, ofreciendo sacrificios y haciendo rezar a sacerdotes y amigos por la conversión de Agustín. El obispo le respondió: «Esté tranquila, es imposible que se pierda el hijo de tantas lágrimas». Esta admirable respuesta y lo que oyó decir en el sueño, le daban consuelo y llenaban de esperanza, a pesar de que Agustín no daba la más mínima señal de arrepentimiento.

El hijo se fuga, y la madre va tras de él

A los 29 años, Agustín decide irse a Roma a dar clases. Ya era todo un maestro. Mónica se decide a seguirle para intentar alejarlo de las malas influencias pero Agustín al llegar al puerto de embarque, su hijo por medio de un engaño se embarca sin ella y se va a Roma sin ella. Pero Mónica, no dejándose derrotar tan fácilmente toma otro barco y va tras de él.

Un personaje influyente

En Milán; Mónica conoce al santo más famoso de la época en Italia, el célebre San Ambrosio, Arzobispo de la ciudad. En él encontró un verdadero padre, lleno de bondad y sabiduría que le impartió sabios. Además de Mónica, San Ambrosio también tuvo un gran impacto sobre Agustín, a quien atrajo inicialmente por su gran conocimiento y poderosa personalidad. Poco a poco comenzó a operarse un cambio notable en Agustín, escuchaba con gran atención y respeto a San Ambrosio, desarrolló por él un profundo cariño y abrió finalmente su mente y corazón a las verdades de la fe católica.

La conversión tan esperada

En el año 387, ocurrió la conversión de Agustín, se hizo instruir en la religión y en la fiesta de Pascua de Resurrección de ese año se hizo bautizar.

Puede morir tranquila

Agustín, ya convertido, dispuso volver con su madre y su hermano, a su tierra, en África, y se fueron al puerto de Ostia a esperar el barco. Pero Mónica ya había conseguido todo lo que anhelaba es esta vida, que era ver la conversión de su hijo. Ya podía morir tranquila. Y sucedió que estando ahí en una casa junto al mar, mientras madre e hijo admiraban el cielo estrellado y platicaban sobre las alegrías venideras cuando llegaran al cielo, Mónica exclamó entusiasmada: » ¿Y a mí que más me amarra a la tierra? Ya he obtenido de Dios mi gran deseo, el verte cristiano.» Poco después le invadió una fiebre, que en pocos días se agravó y le ocasionaron la muerte. Murió a los 55 años de edad del año 387.

A lo largo de los siglos, miles han encomendado a Santa Mónica a sus familiares más queridos y han conseguido conversiones admirables.

En algunas pinturas, está vestida con traje de monja, ya que por costumbre así se vestían en aquél tiempo las mujeres que se dedicaban a la vida espiritual, despreciando adornos y vestimentas vanidosas. También la vemos con un bastón de caminante, por sus muchos viajes tras del hijo de sus lágrimas. Otros la han pintado con un libro en la mano, para rememorar el momento por ella tan deseado, la conversión definitiva de su hijo, cuando por inspiración divina abrió y leyó al azar una página de la Biblia.

Oración

Santa Mónica, te pedimos en este día que nos ayudes a vivir nuestra vocación cerca de Dios, confiando siempre en que la oración constante y sencilla es un instrumento eficaz para transformar los corazones de quienes nos rodean.
Amén.

 

 

¿Cómo te imaginas el cielo?

Santo Evangelio según san Mateo 25, 1-13. Viernes XXI del Tiempo Ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Jesús, amigo mío, vengo en este momento a estar un tiempo contigo. Quiero simplemente estar sin preocuparme de tantas cosas que poco a poco van ocupando mi corazón. Muchas veces busco el descanso en el confort de las cosas o en las distracciones pasajeras, que más o menos puedo disfrutar en el momento. Hoy vengo a tus pies para descansar contigo. Tú eres el que das la verdadera paz. Dame la paz, Señor.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Mateo 25, 1-13

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: “El Reino de los cielos es semejante a diez jóvenes, que tomando sus lámparas, salieron al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran descuidadas y cinco, previsoras. Las descuidadas llevaron sus lámparas, pero no llevaron aceite para llenarlas de nuevo; las previsoras, en cambio, llevaron cada una un frasco de aceite junto con su lámpara. Como el esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron.

A medianoche se oyó un grito: ‘¡Ya viene el esposo! ¡Salgan a su encuentro!’ Se levantaron entonces todas aquellas jóvenes y se pusieron a preparar sus lámparas, y las descuidadas dijeron a las previsoras: ‘Dennos un poco de su aceite, porque nuestras lámparas se están apagando’. Las previsoras les contestaron: ‘No, porque no va a alcanzar para ustedes y para nosotras. Vayan mejor a donde lo venden y cómprenlo’.

Mientras aquéllas iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban listas entraron con él al banquete de bodas y se cerró la puerta. Más tarde llegaron las otras jóvenes y dijeron: ‘Señor, señor, ábrenos’. Pero él les respondió: ‘Yo les aseguro que no las conozco’.

Estén, pues, preparados, porque no saben ni el día ni la hora”. Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

«Salieron a esperar al esposo» Nuestra vida es un espera, un espera del momento en que nos encontraremos cara a cara con Dios. Este mundo no es nuestra morada porque es el cielo nuestro destino. Y es justamente lo que hoy Jesús nos quiere enseñar. Parece como si Jesús nos estuviese diciendo «¡Amigo, espera en mí! Todo pasa y solamente Yo quedo».

Puede pasar que con los años vamos «acomodándonos» y olvidando nuestro destino. Cuando éramos niños y nos hablaban del cielo nuestros ojos se iluminaban y se llenaban de curiosidad «¿Cómo será el cielo?». Pero la verdad es que nos olvidamos un poco de eso mientras nos hacemos adultos y llegan las preocupaciones, trabajo, dinero,… No pensamos más ni a la muerte ni mucho menos en el cielo. Lo vemos como algo lejano que queremos retrasar lo más posible.

La realidad es que de repente nos despiertan de nuestro sueño. Vemos, por ejemplo, que algún amigo después de luchar contra el cáncer ha muerto; nos damos cuenta que nuestros antiguos profesores de colegio comienzan a pasar por los achaques de la vejez; nuestros padres ya no son los de antes… En fin, nos damos cuenta que la vida pasa y que pronto nos encontraremos nosotros también con la realidad de la muerte.

«Velad porque no sabéis el día ni la hora» Nadie tiene cita con la muerte y es lo que nos repite el Evangelio con esta frase final. O mejor, todos la tienen pero llega por sorpresa, de un momento a otro. Podremos revelarnos o quejarnos y decir que es injusto Dios, pero Él mismo nos lo avisa. Pero no sólo avisa sino que no invita a ver la muerte, no como algo triste, sino como algo alegre, como una fiesta. Debemos mantener la llama de la esperanza en nuestro corazón. Debemos anhelar llegar al cielo. Debemos de esperar ese momento con los ojos iluminados y llenos de curiosidad como cuando éramos niños. Eso significa tener aceite suficiente para recibir al esposo que llega.

«¿Cómo hacemos para evitar que la luz y la sal pierdan sus características? ¿Cómo se hace para evitar que el cristiano deje de ser tal, sea débil, se debilite precisamente su vocación? Una respuesta se puede encontrar en otra parábola, la de las diez vírgenes: cinco necias y cinco prudentes. La prudencia y la necedad, viene del hecho que algunas habían llevado consigo el aceite, para que no faltase mientras que las otras, jugueteando con la luz, se olvidaron y su luz acabó apagándose. También la lámpara, cuando comienza a debilitarse, nos dice que tenemos que recargar la batería. La conclusión es, por lo tanto, la misma: ¿Cuál es el aceite del cristiano? ¿Cuál es la batería del cristiano para producir la luz? Sencillamente la oración». (Homilía de S.S. Francisco, 7 de junio de 2016, en santa Marta.).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Esta semana voy a dedicar un momento para visitar un cementerio para pensar en cómo me estoy preparando para la muerte.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

 

 

Sentido del noviazgo: conocerse, tratarse, respetarse

El noviazgo es el tiempo en el que dos personas se descubren mutuamente.

Conocerse

Para quiénes han sido llamados por Dios a la vida conyugal, la felicidad humana depende, en gran parte, de la elección de la pareja con la que van a compartir el resto de su vida en el matrimonio. De esto se deduce la importancia que tiene el discernimiento acerca de la persona apropiada: “La Iglesia desea que, entre un hombre y una mujer, exista primero el noviazgo, para que se conozcan más, y por tanto se amen más, y así lleguen mejor preparados al sacramento del matrimonio»[1].

Así, esta decisión está relacionada con dos parámetros: conocimiento y riesgo; a mayor conocimiento menor riesgo. En el noviazgo, el conocimiento es la información de la otra persona. En este artículo se abordarán algunos elementos que ayudarán al conocimiento y al respeto mutuo entre los novios

Actualmente, en algunos ambientes, al concepto «amor» se le puede dar un sentido erróneo, lo cual representa un peligro en una relación donde lo fundamental es el compromiso y la entrega hasta que la muerte los separe: “Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne. De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre» [2]. Por ejemplo, si uno quisiera hacer negocios con un socio que no sabe qué es una empresa, los dos estarían condenados al fracaso. Con el noviazgo ocurre algo parecido: es fundamental que ambos tengan la misma idea del amor, y que ese concepto se atenga a la verdad, es decir, a lo que realmente es amor.

Hoy, muchas parejas fundamentan el noviazgo, y también el matrimonio, en el sentimentalismo. A veces, hay actitudes de conveniencia y falta de transparencia, es decir, “autoengaños» que terminan después apareciendo en los hechos. Con el paso del tiempo, esto puede convertirse en causa de muchas rupturas matrimoniales. Los novios han de querer construir su relación sobre la roca del amor verdadero, y no sobre la arena de los sentimientos que van y vienen[3].

El conocimiento propio es algo esencial para que la persona aprenda a distinguir cuándo una manifestación afectiva pasa la frontera de un sentimiento ordenado, y se adentra en la esfera del sentimentalismo, quizá egoísta. En este proceso es esencial la virtud de la templanza que ayuda a la persona a ser dueña de sí misma, ya que “tiende a impregnar de racionalidad las pasiones y los apetitos de la sensibilidad»[4].

Se puede pensar en el amor como un trípode, que tiene como puntos de apoyo los sentimientos, la inteligencia y la voluntad. Al amor acompaña un tipo de sentimiento profundo. Si creemos que el afecto no es aún suficientemente intenso ni hondo, y que vale la pena mantener el noviazgo, habrá que preguntarse qué tengo que hacer para seguir queriendo (inteligencia), y acometer lo que he decidido (voluntad). Lógicamente, conviene alimentar la inteligencia con buena formación y doctrina, pues de lo contrario, se apoyará en argumentos que lleven al sentimentalismo.

Tratarse

El conocimiento verdadero de los demás se consigue con el trato mutuo. Igualmente ha de suceder en el noviazgo, que requiere un trato que llegue a temas profundos, relacionados con el carácter de la otra persona: cuáles son sus creencias y convicciones, cuáles son sus ilusiones, qué valores familiares tiene, cuál es su opinión sobre la educación de los hijos, etc.

Las dificultades de carácter son consecuencia del daño causado por el pecado original en la naturaleza humana; por tanto, hay que contar con que todos tenemos momentos de mal carácter. Esto se puede paliar, contando especialmente con la gracia de Dios, luchando por hacer la vida más agradable a los demás. Sin embargo, hay que asegurar la capacidad para convivir con el modo de ser del otro.

También sucede lo mismo con las convicciones y creencias. Se ven como una consecuencia tradicional, de la educación recibida o de modo racional. Sin embargo, no es frecuente que se deje de lado la importancia que tienen o se piense que con el tiempo cederá. Pueden convertirse en una dificultad grande y, en muchos casos, motivos de problemas conyugales. Es fundamental tener claro que el matrimonio es “de uno con una; (…) La medalla tiene anverso y reverso; y en el reverso hay dolores, abstenciones, sacrificios, abnegación»[5].

Podría resultar ingenuo pensar que el otro va a cambiar sus convicciones y creencias o que el cónyuge será el medio para que cambie. Lo anterior no excluye que las personas rectifiquen y mejoren con el paso del tiempo y la lucha personal. Sin embargo, un criterio que puede servir es el siguiente: si, las convicciones profundas, no se adecúan a lo que yo pienso respecto a cómo ha de ser el padre o la madre de mis hijos, puede ser prudente cortar, ya que no hacerlo a tiempo es un error que con frecuencia puede llevar a un futuro matrimonio roto.

Es preciso diferenciar lo que en el otro es una opinión y lo que es una creencia o una convicción. Podríamos decir que una opinión es lo que sostiene, sin llegar a la categoría de convicción, aunque para expresarla utilice la palabra “creo». Por ejemplo, si uno comenta “creo que el matrimonio es para siempre», conviene saber si se trata de una opinión o de una creencia. La opinión comporta excepciones, una creencia no; la creencia es un valor arraigado, una convicción, sobre la que se puede sostener un matrimonio.

Con frecuencia, ya siendo marido y mujer, sucede que uno de los cónyuges se da cuenta de que, cuestiones tan vitales como estar de acuerdo sobre el número de hijos, o su educación cristiana, o la forma de vivir la sexualidad no han sido tratadas con seriedad durante el noviazgo.

El noviazgo cristiano es un tiempo para conocerse y para confirmar que la otra persona coincide en lo que es fundamental, de manera que no será extraño que a lo largo de esta etapa uno de los novios decida que el otro no es la persona adecuada para emprender la aventura del matrimonio.

La personalidad se va formando con el paso del tiempo, por lo que hay que pedir al otro un nivel de madurez adecuado a su edad. Sin embargo, hay algunos parámetros que pueden ayudar a distinguir a una persona con posibles rasgos de inmadurez: suele tomar las decisiones en función de su estado de ánimo, le cuesta ir a contracorriente, su humor es voluble, es muy susceptible, suele ser esclavo o esclava de la opinión de los demás, tolera mal las frustraciones y tiende a culpar a los otros de sus fracasos, tiene reacciones caprichosas que no se corresponden con su edad, es impaciente, no sabe fijarse metas ni aplazar la recompensa, le cuesta renunciar a sus deseos inmediatos, tiende a ser el centro de atención, etcétera.

Respetarse

Como dice el Papa Francisco: “La familia nace de este proyecto de amor que quiere crecer como se construye una casa: que sea lugar de afecto, de ayuda, de esperanza»[6]. El noviazgo crece como aspiración al amor total desde el respeto mutuo, que en el fondo es lo mismo que tratar al otro como lo que es: una persona.

“El periodo del noviazgo, fundamental para formar una pareja, es un tiempo de espera y de preparación, que se ha de vivir en la castidad de los gestos y de las palabras. Esto permite madurar en el amor, en el cuidado y la atención del otro; ayuda a ejercitar el autodominio, a desarrollar el respeto por el otro, características del verdadero amor que no busca en primer lugar la propia satisfacción ni el propio bienestar» [7].

Este hecho conlleva diversas consecuencias, cuyo fundamento es la dignidad humana: no se puede pedir al novio o a la novia lo que no puede o no debe dar, cayendo en chantajes sentimentales, por ejemplo, en aspectos referidos a manifestaciones afectivas o de índole sexual, más propias de la vida matrimonial que de la relación de noviazgo.

El trato mutuo entre los novios cristianos deberá ser el que tienen dos personas que se quieren, pero que aún no han decidido entregarse totalmente al otro en el matrimonio. Por eso tendrán que ser delicados, elegantes y respetuosos, siendo conscientes de su condición de varón y de mujer, apagando los primeros chispazos de pasión que se puedan presentar, evitando poner al otro en circunstancias límite.

Como conclusión, podemos afirmar que un noviazgo bien vivido, en el cual se conozca a fondo y se respete a la otra persona, será el medio más adecuado para tener un buen matrimonio, siguiendo el consejo del Papa Francisco: “La convivencia es un arte, un camino paciente, hermoso y fascinante que tiene unas reglas que se pueden resumir en tres palabras: ¿Puedo? Gracias, perdona»[8].

 

 

El reto de los abusos sexuales

Lo hecho por el Papa desde la reunión de febrero 2019.

En el mundo actual, la Iglesia se enfrenta a grandes desafíos. El más fundamental es el de la fe y el anuncio de Dios y de Jesucristo en el mundo actual, con sus enormes transformaciones culturales y antropológicas. Pero también hay desafíos específicos, que tienen un efecto muy profundo en la vida de la Iglesia y en su misión de evangelización. Uno de los más críticos de las últimas décadas, porque ha herido la credibilidad de la Iglesia y, por tanto, su autoridad y su capacidad de anunciar el Evangelio de forma creíble, es el de los abusos sexuales a menores por parte de miembros del clero. Ha arrojado una sombra de incoherencia y falta de sinceridad sobre la institución de la Iglesia, sobre la comunidad eclesial en su conjunto. Esto es muy grave.

Con el tiempo y la experiencia, empezando por los abusos sexuales a menores -que son los más graves-, hemos aprendido a ampliar la perspectiva en diferentes aspectos, de manera que hoy se habla con más frecuencia de abusos contra personas «vulnerables» y sabemos que deben ser vistos como abusos no sólo de sexo, sino también de poder y de conciencia, como ha insistido muchas veces el Papa Francisco. Además, es necesario recordar que el problema de los abusos, en sus diversas dimensiones, es un problema general de la sociedad humana, en los países en los que vivimos y en los diferentes continentes, y no es un problema exclusivo de la Iglesia católica. Por el contrario, cualquiera que lo estudie de forma objetiva y exhaustiva verá que hay regiones, lugares e instituciones muy diferentes en las que la cuestión está dramáticamente extendida.

Al mismo tiempo, es correcto que abordemos específicamente el problema de la Iglesia, debido -como ya se ha dicho- a su credibilidad y coherencia. La Iglesia siempre ha insistido en su enseñanza sobre el comportamiento sexual y el respeto a la persona. Por eso, aunque veamos que no es un problema exclusivo de la Iglesia, debemos tomarlo absolutamente en serio y comprender que tiene una gravedad terrible en el contexto de la vida de la Iglesia y del anuncio del Evangelio del Señor.

En particular, es un ámbito en el que está en juego la profundidad y la verdad de la relación con las personas, cuya dignidad debe respetarse profundamente. Como cristianos y católicos nos enorgullecemos de reconocer la dignidad de la persona como algo fundamental, porque la persona es la imagen de Dios. Ahora bien, el hecho de abusar, de faltar al respeto, de tratar a los demás como objetos, de no estar atentos a su sufrimiento, es un signo de fracaso en un punto fundamental de nuestra fe y de nuestra visión del mundo.

En la muy reciente reforma del derecho canónico hay un aspecto que puede parecer puramente formal, pero que es muy significativo desde este punto de vista. Los delitos de maltrato se incluyen en el ámbito de los delitos «contra la vida, la dignidad y la libertad de la persona». No son «cosas vergonzosas» o «indignas del clero», pero se subraya que en la perspectiva de la Iglesia la dignidad de la persona debe situarse en el centro y debe ser respetada porque y como imagen de Dios. Esto es absolutamente fundamental. Convertirnos para tomar mucho más en serio la escucha y el respeto a cada persona, incluso a las pequeñas o débiles, es uno de los puntos importantes del camino de conversión y purificación de la Iglesia en nuestro tiempo para ser creíble.

La Convención de 2019: responsabilidad, rendición de cuentas, transparencia

Sin tener que rehacer toda la historia de los dramáticos acontecimientos y posiciones de la Iglesia sobre los abusos sexuales, podemos, para simplificar, referirnos a la «Cumbre» de febrero de 2019. Fue convocada por el Papa como un momento global, en el que toda la Iglesia, a través de los representantes de todas las Conferencias Episcopales, de las congregaciones religiosas masculinas y femeninas, se reuniera para un momento de toma de conciencia y de compromiso, con el fin de continuar más eficazmente el camino de la renovación.

La organización de esa conferencia (cuyas actas se han publicado en el volumen Conciencia y purificación por LEV) giró en torno a tres puntos principales.

En primer lugar, ya a finales de marzo de 2019, se promulgaron las nuevas leyes y directrices relativas al Vaticano y la Santa Sede, ampliando el enfoque, además del abuso de menores, a las «personas vulnerables».

Luego, el 9 de mayo de 2019, se promulgó una nueva ley de gran importancia para toda la Iglesia, el Motu proprio Vos estis lux mundi – «Vosotros sois la luz del mundo»-, en el que el Papa ordenó que en todas las diócesis se crearan oficinas para recibir denuncias e iniciar procedimientos para responder a los abusos. No sólo eso, sino que también estableció la obligación para todos los sacerdotes y religiosos de denunciar los abusos de los que tuvieran conocimiento, e invitó a los miembros laicos de la Iglesia a denunciar también.

Ahora, todos los sacerdotes y monjas están obligados en conciencia a denunciar cualquier caso de abuso de menores del que tengan conocimiento, y no sólo los que se producen contra menores, que son los más graves, sino también los que se producen contra otras personas vulnerables u otros abusos cometidos con violencia. Y los laicos también están invitados a hacerlo, y tienen que saber el lugar preciso donde pueden presentar la queja. Este es un paso muy decisivo. Por supuesto que hay que comprobar si se aplica en su totalidad, pero ya es ley para toda la Iglesia. Es un paso absolutamente fundamental dado por el Papa, probablemente el más importante en este campo desde hace casi veinte años. No sólo eso, sino que la misma ley establece el procedimiento para denunciar a los más altos superiores -superiores generales de órdenes religiosas, obispos, cardenales…- no sólo por abusos, sino también por casos de «encubrimiento». Así, las cuestiones de responsabilidad y rendición de cuentas se han abordado radicalmente.

Además, en diciembre de 2019 se suprimió el «secreto pontificio» sobre los actos relacionados con asuntos de abusos sexuales, lo que permite cooperar también con las autoridades civiles, de forma más clara y suelta que antes. Así pues, más «transparencia». Luego, en julio de 2020, se concluyó y publicó el famoso Vademécum, que había sido muy solicitado y señalado por el propio Papa como uno de los primeros objetivos del encuentro de 2019. La Congregación para la Doctrina de la Fe lo elaboró: un documento bonito, muy rico, que no dice nada nuevo, pero que ordena y explica claramente, para uso de cada obispo y de cada responsable, todos los puntos que deben conocer y lo que deben hacer en las diferentes situaciones. Una herramienta que era realmente necesaria. Cuando salió no se habló mucho de ello, pero era uno de los puntos esenciales en las peticiones para la reunión de 2019, y se ha hecho

Más recientemente aún, en Pentecostés de 2021, se publicó el nuevo Libro VI del Código de Derecho Canónico, que contiene un poco todo el derecho penal de la Iglesia, reformulado y organizado de tal manera que las nuevas normas, que a lo largo de los años se habían establecido en el campo de los abusos como en otros campos, se recogen ahora en el Código de Derecho Canónico de manera ordenada, mientras que antes habían permanecido «dispersas» en toda una serie de intervenciones y documentos.

Ahora -insistimos- se puede decir que estas cosas son exactamente las principales que se esperaban del Papa y de la Santa Sede tras el Encuentro de 2019. Y se han hecho.

Se puede añadir que, en este mismo periodo, en noviembre de 2020, también se publicó el voluminoso «Informe McCarrick», después de que por voluntad del Papa se estudiara con detalle toda la historia del gravísimo escándalo que ha sacudido a la Iglesia en Estados Unidos y a toda la Iglesia: cómo fue posible que un autor de abusos llegara a las alturas de las responsabilidades eclesiásticas, como arzobispo de Washington y cardenal. Esta publicación también puede considerarse como un paso doloroso, pero muy valiente, en la dirección de la transparencia y la voluntad de rendir cuentas de los delitos y responsabilidades incluso en los niveles más altos de la Iglesia.

Así pues, nos enfrentamos a un problema enorme, difícil y doloroso en relación con la credibilidad de la Iglesia. Sin embargo, no es en absoluto cierto que no se haya hecho nada o que se esté haciendo poco o nada. Se puede y se debe decir claramente que la Iglesia universal ha afrontado y afronta este problema, ha dado los pasos necesarios y ha establecido normas, procedimientos y reglas para tratarlo correctamente.

El camino a seguir: de las normas a la práctica

Esto, por supuesto, no significa que todo esté hecho, porque, como sabemos, una cosa es establecer las normas, el marco, y otra muy distinta cambiar la realidad poniéndolas en práctica. La próxima Conferencia de las Iglesias de Europa Central y Oriental, que se celebrará en Varsovia en septiembre, sobre la protección de los menores y las personas vulnerables, va exactamente en este sentido.

De hecho, en cada área geográfica y eclesial, que tiene aspectos y problemas comunes desde el punto de vista histórico y cultural, es necesario reflexionar sobre dónde estamos y cuáles son las formas concretas de traducir efectivamente las directrices de la Iglesia universal en la realidad. Esto se ha hecho en otras regiones: por ejemplo, hubo una gran conferencia en América Latina, en México, hace un año. Después, la pandemia interrumpió muchos programas y provocó retrasos. Pero en varios continentes y regiones se está haciendo -o ya se ha hecho- lo mismo que en Europa Central y Oriental. Se trata, pues, de un paso fundamental en un camino común de la Iglesia universal que atañe, con su especificidad, a esta zona geográfica, cultural y eclesial.

En conclusión. Se ha hecho mucho, a nivel de normas generales y también a nivel de experiencias concretas. En algunas partes más, en otras menos. Reunirse es necesario para hacer circular los conocimientos y comprender las formas concretas y eficaces de abordar los problemas. Estamos en el camino y seguiremos en el camino, pero en un camino que en el fondo está suficientemente claro, en el que es necesario avanzar con rapidez y sin incertidumbres, para curar el sufrimiento, para hacer justicia, para evitar los abusos, para restaurar la confianza y la credibilidad de la comunidad eclesial en su interior y en su misión por el bien del mundo.

 

 

Rezando el rosario en un autobús. Cosas que pueden pasar

No dejemos de rezar en ningún momento, aun así cuando vamos caminando, viajando o cuando vamos a dormir

Una de las formas más populares y reconocibles de oración en la iglesia católica es el rezo del Santo Rosario.

Los católicos consideramos que el rosario es un ejercicio piadoso que combina oración vocal y la contemplativa y puede realizarse en cualquier parte que se crea conveniente.

A continuación, una experiencia personal de un Sacerdote rezando el Rosario en un autobús.

Antes de ser misionero yo no acudía mucho a misa, pero un día tome la decisión y comencé a participar. Acudía todos los domingos a la parroquia del Sagrado Corazón en LosÁngeles California.

Miraba a mucha gente ir en familia y a solas. Algunas veces me gustaba tanto la misa que me quedaba hasta tres seguidas en un mismo domingo. No era el único, no falta la viejecita que se queda a dos o tres misas también para rezar por la familia o por sus diferentes necesidades.

Ahí conocí a una, era seria y fría en su mirada. Pronto me ubicó y un día de tantos se me acercó. Pero había un pequeño problema, ella era italiana y no hablaba mucho español y yo no hablaba ni inglés ni italiano.

A señas y a medias palabras entre inglés, español e italiano platicamos algunas cosas. Tanto a ella como a mí nos gustaba llegar con mucho tiempo de anticipación. Yo perfeccioné mi inglés y pude entenderle mejor.

Un día, ella me regaló un rosario. Yo no sabía cómo se rezaba y se lo dije. El otro día, me regaló un tríptico, una hoja donde se explicaba cómo rezarlo en español.

Así empecé. Lo hacía a escondidas cuando iba por la calle. Tenía miedo a la burla. De mi casa a mi trabajo, en las mañanas, cuando estaba en el parque o antes de dormir rezaba. Siempre con miedo a la crítica.

Sorpresa rezando el Rosario en el autobús

Un día en la mañana cuando me dirigía a mi trabajo mire que mi acompañante de asiento en el autobús se escondía un poco para leer un pequeño libro que apenas cabía en sus manos.

Mi curiosidad fue tanta que me doble un poco hacia atrás para ver qué era lo que leía. Me alegre al ver el título de su librito: «Santo rosario».

 

Yo no pude más que sonreír para mis adentros. Me alegré como cuando encontramos a un familiar después de mucho tiempo.

 

Me sentía identificado. Yo abrí un poco mi puño y vi mi rosario y el número de cuenta que llevaba.

La estación donde yo bajaba estaba ya cerca y antes de ponerme de pie para bajarme del autobús le di un pequeño codazo a mi acompañante (que dicho sea de paso no conocía pero desde ese momento me sentí unido a él) volteó a mirarme como sorprendido y nervioso por sentirse descubierto.

 

Le mostré lo que llevaba en mi mano. No me detuve a ver la expresión de su rostro pero espero y haya sido como la mía.

 

Infinita alegría al sentirme unido con otra persona que rezaba el rosario en el mismo momento, en mismo autobús con un mismo corazón.

 

La oración nos une y nos hace hermanos unos con otros.

 

No dejemos de rezar en ningún momento, aun así cuando vamos caminando, viajando o cuando vamos a dormir. Cuando se reza nos enlazamos con Dios.

 

 

 

¿Qué hacer con imágenes religiosas quebradas o rotas?

Un desastre natural o un accidente doméstico puede dejarnos con un objeto religioso roto o deteriorado ¿Qué hacemos con él?

Por: Hno. Ramón Gutiérrez Pavez, a.a. | Fuente: SantuarioLourdesChile.cl

En muchos templos y santuarios se crea una seria dificultad con las imágenes de yeso, en mal estado, que los peregrinos dejan por diversos lugares.

Eso habla de un respeto por lo que la imagen representa y por lo sagrado que la imagen recuerda. Es como las fotos antiguas de los padres, las madres, los abuelos, los hijos ya fallecidos. Se guardan con respeto y cariño aunque estén dañadas o borrosas.

El paso del tiempo, los temblores y otras causas hacen que en nuestras casas se nos destruyan las imágenes del Señor, de la Virgen y de los santos. Actualmente el yeso no es trabajado con materiales que lo refuercen (alambres, estopa, etc.), por lo tanto, al menor golpe tenemos en casa una imagen destrozada.

Pareciera que lo primero que surge en la mente es llevarlas a un templo. Sin embargo, en los templos hay que eliminarlas con respeto y cuidado. Es tarea a veces complicada, por la cantidad de yeso que se acumula.
Tampoco es bueno llevarla a los cementerios.

La Iglesia nos enseña:

“La veneración de las imágenes, sean pinturas, esculturas, bajorrelieves u otras representaciones, además de ser un hecho litúrgico significativo, constituyen un elemento relevante de la piedad popular: los fieles rezan ante ellas, tanto en las iglesias como en sus hogares. Las adornan con flores, luces, piedras preciosas; las saludan con formas diversas de religiosa veneración; las llevan en procesión; cuelgan de ellas exvotos como signo de agradecimiento; las ponen en nichos y templetes en el campo o en las calles”.

”Sin embargo, la veneración de las imágenes si no se apoya en una concepción teológica adecuada, puede dar lugar a desviaciones. Es necesario, por tanto, que se explique a los fieles la doctrina de la Iglesia, sancionada en los concilios ecuménicos y en el Catecismo de la Iglesia Católica, sobre el culto a las imágenes sagradas”.

(Directorio sobre la piedad popular y la liturgia, principios y orientaciones. Ciudad del Vaticano, 2002).

Es conveniente que desterremos de nosotros la idea, muy generalizada, de que una imagen dañada es algo mágico, que tenerla en casa trae mala suerte, que es malo tenerlas. No es malo ni bueno.

“Es necesario, sobre todo, que los fieles adviertan que el culto cristiano de las imágenes es algo que dice relación a otra realidad. La imagen no se venera por ella misma, sino por lo que representa. Por eso a las imágenes se les debe tributar el honor y la veneración debida, no porque se crea que en ellas hay cierta divinidad o poder que justifique este culto o porque se deba pedir alguna cosa a estas imágenes o poner en ellas la confianza, como hacían antiguamente los paganos, que ponían su esperanza en los ídolos, sino porque el honor que se les tributa se refiere a las personas que representan”. (Directorio sobre la piedad popular y la liturgia, principios y orientaciones. Ciudad del Vaticano, 2002).

Así como nos enseña la doctrina de la Iglesia Católica, nos vamos acercando a la forma cómo debemos actuar con una imagen destruida. Nunca con miedo, nunca pensando o actuando como si nos fuera a pasar algo malo. Nada de eso. La imagen se destruyó, se rompió y nada nos va a pasar, fuera de la pena que a veces sentimos porque era imagen que teníamos desde niños.

¿Qué son las imágenes sagradas?

Según la enseñanza de la Iglesia, las imágenes sagradas son:

– Traducción iconográfica del mensaje evangélico, en el que la imagen y palabra revelada se iluminan mutuamente; la tradición eclesial exige que las imágenes estén de acuerdo con la letra del mensaje evangélico.
– Signos santos, que como todos los signos litúrgicos, tienen a Cristo como último referente; las imágenes de los Santos, de hecho, representan a Cristo, que es glorificado en ellos.
– Memoria de los hermanos Santos que continúan participando en la historia de la salvación del mundo y a los que estamos unidos sobretodo en la celebración sacramental.
– Ayuda en la oración: la contemplación de las imágenes sagradas facilita la súplica y mueve a dar gloria a Dios por los prodigios de gracia realizados en sus Santos.
– Estímulo para su imitación, porque cuanto más frecuentemente se detienen los ojos en estas imágenes, tanto más se aviva y crece en quien lo contempla, el recuerdo y el deseo de los que allí están representados; el fiel tiende a imprimir en su corazón lo que contempla en sus ojos: una “imagen verdadera del hombre nuevo, transformado en Cristo mediante la acción del Espíritu y por la fidelidad a la propia vocación”.
– Una forma de catequesis, puesto que a través de la historia de los misterios de nuestra redención, expresada en las inturas y de otras maneras, el pueblo es instruido y confirmado en la fe recibiendo los medios para recordar y meditar asiduamente los artículos de fe.
No podemos olvidar que actualmente hay en el mercado muchas imágenes feas, decadentes, deformes. Hay que evitar esas imágenes para nuestras casas y comunidades. Las representaciones del Señor, de la Virgen y de los santos deben ser de materiales nobles y deben transmitir belleza.
¿Qué hacer con las imágenes en mal estado?
– No llevarlas a los templos, santuarios ni cementerios.
– Si se trata de telas (pinturas), hay que buscar una persona entendida que nos oriente en la forma de devolverle la belleza a esas pinturas. Algunas pueden ser muy valiosa.
– Cuando se trata de imágenes de madera, bronce, mármol o piedra, hay que conservarlasd en casa y buscar algún buen restaurador. Si no se tiene los medios para hacerla restaurar, hay que entregarlas a algún museo, de preferencia religioso (católico). O bien, a un convento o parroquia.

– Si son imágenes de yeso, hay que ver si es posible restaurarlas, porque se puede hacer, especialmente cuando se trata de imágenes con alambres o estopa al interior. Esas imágenes son valiosas. Hay que conservar con cuidado todos los trozos, de manera particular los rostros. Un buen artesano en yeso hace maravillas con esos pequeños trocitos. En el Santuario de Lourdes tenemos las direcciones de algunos artesanos que trabajan muy bien porque conocen las antiguas técnicas.
Cuando la imagen está totalmente destruida…
– Si es yeso, se coloca en un tiesto hasta que se deshaga, y con cuidado se vierte en algún lugar del jardín de la casa donde no haya cultivos de hortalizas, arboles frutales ni de flores ornamentales. Con el paso del tiempo se mezcla solo con la tierra. Tarda un poco el proceso.
– Si se da el caso de alguien que viva en departamento o en casa sin patio, pues se muele completamente la imagen, se reduce a polvo y se elimina en un lugar adecuado, coforme cada persona lo estime. Se ha sabido que algunas personas hacen artesanías con el yeso molido. Lo mezclan con arena de diversos colores y hacen hermosos adornos en botellas blancas.

Consultado un fabricante de imágenes, nos ha señalado que el yeso ya procesado no sirve. No se puede reutilizar, no sirve para estucos, es material inútil que daña bastante la tierra. Por eso es bueno tratar de cuidar las imágenes, y las que pueden ser restauradas hay que repararlas para que duren mucho.

Rosarios, Libros y otros artículos bendecidos: Lo mejor es reparar o restaurar lo que se pueda reparar. Muchos Rosarios pueden ser desarmados de tal manera que sus cuentas terminen formando las de uno nuevo y listo; sus cruces, también, son susceptibles de ser separadas para usarlas con una cadena. Con relación a los libros una nueva encuadernación puede ser la solución.

Cuando se reciclan Rosarios, puede que sobren partes, también puede que la restauración de los libros sea mas costosa que comprar uno nuevo, algo similar puede ocurrir con las imágenes. Para estos casos, lo mejor es conseguir un recipiente de plástico lo suficientemente grande para contenerlos y colocar en él estos objetos o restos de los mismos.

Siempre hay alguna Capilla, Templo, Colegio Católico, Centro de Atención Católico, etc. que esté en construcción. Pues habla con el sacerdote responsable de esta obra y ofrecele tu caja con los objetos para que sean colocados en los cimientos de la edificación.

Recordemos que, aunque rotos o desgastados, siguen siendo benditos, por lo que seguirán bendiciendo esa construcción.

 

 

Abuelos: somos más familia

Un precioso video que nos demuestra que con los abuelos somos más familia

Hirukide, Familias Numerosas de Euskadi nos sorprende una vez más con un video que nos recuerda de qué se trata la familia. En esta oportunidad nos habla de los abuelos, pieza clave en la dinámica familiar.

Los abuelos, siempre han sido una figura importante en todas las culturas. Su imagen nos habla de historia, de sabiduría, de tradición y de valores. Ellos nos recuerdan quienes somos y de dónde venimos. Es innegable que quien haya tenido a sus abuelos presentes a lo largo de su vida posee un concepto de identidad familiar fuerte para bien o para mal.

Hoy en día, con la incorporación de la mujer al trabajo, el rol de los abuelos ha cobrado mayor protagonismo. Su papel no solo se limita a ser figura entrañable para los nietos sino que se convierte en un educador primordial. Por eso el diálogo entre padres y abuelos es importantísimo, ya que si los hijos quedan a cargo del cuidado de los abuelos durante gran parte del día, es bueno tratar de guardar el mismo discurso y procurar que no haya incongruencias entre el estilo de crianza de uno y de otro. Los abuelos serán los grandes aliados de sus propios hijos en la educación de sus nietos, sin olvidar que los primeros responsables de ésta son los padres.

Si bien hoy los abuelos pueden ser los cuidadores de los nietos, no hay que olvidar ni su edad ni su jerarquía. Es frecuente que un abuelo se sienta incómodo con sigo mismo y con la realidad que vive. Su cuerpo cambia y sus capacidades también. Debe ser muy difícil pasar de ser la cabeza de una familia a ser el que necesite cuidados especiales. No solo es un cambio en el cuerpo, que ya bastante dramático es, sino también un cambio en sus costumbres, en su tiempo, en velocidad e incluso en aprendizaje. Entender y cuidar a los abuelos es retribuir un poco de todo lo que ellos nos dieron y nos siguen dando.

Los años al lado de mi abuela, son el tesoro más grande que guardo sobre mi infancia, fue una etapa que marcó mi vida para siempre. Me cuidaba mientras mi mamá iba a la universidad, las tardes a su lado eran verdaderas aventuras. Recuerdo que fue ella quién me enseñó desde a poner la mesa y utilizar los cubiertos, hasta rezarle al Niño Jesusito en las noches antes de acostarme. No pocas veces la oí quejarse, sentirse “un estorbo” en lugar de una ayuda por todas las cosas que ya no podía hacer. En esos momentos mi mamá, con la paciencia de santo y un amor que la desbordaba se acercaba a mi abuela y le recordaba, así como en el video, todo lo que sin ella no podríamos ser.

Cuando mi abuela se deterioró gravemente, los cuidados que sus hijos y nietos tuvimos con ella fue la enseñanza de amor más grande que toda la familia haya tenido. Creo que a cada uno nos quedó claro que el sacrificio, la incomodidad y el dolor mismo son parte inevitable del amor, es más son la parte que hace que el verdadero amor salga a la luz. Al ser una familia numerosa, todos tuvimos la oportunidad de cuidarla aunque sea un minuto. De decirle que la amábamos aunque ella ni siquiera pudiera reconocer a quién tenía al frente. Fue ella la que nos mantuvo unidos, y aún su recuerdo lo hace.

Con la rapidez del mundo actual y en una cultura que nos empuja a “pasarlo siempre bien”, con la disminución de los hijos por familia, el cuidado de los abuelos tristemente pasa a ser muchas veces un estorbo y otras tantas casi imposible de realizar. Su cuidado se delega a otros y lamentablemente muchos quedan abandonados en una soledad casi incompresible. Algún día, si la vida nos sonríe y tenemos la suerte de ver a nuestros hijos y a nuestros nietos crecer, también seremos ancianos y necesitaremos de cuidados, que bien podría hacer un tercero, pero que nunca lo hará mejor que la compañía de los nuestros, a quienes desde nuestra propia fragilidad seguiremos enseñando sobre el amor y el sentido de la vida familiar.

«La calidad de una sociedad, quisiera decir de una civilización, se juzga también por cómo se trata a los ancianos y por el lugar que se les reserva en la vida en común» (S.S Benedicto XVI).

 

 

¿Sabías que Santa Mónica también fue una abuela entregada?

Santa Mónica no rezó solamente por su hijo Agustín, sino también por su nieto Adeodato

Santa Mónica es famosa por las lágrimas que derramó por su hijo Agustín. Se considera que sus oraciones y su ejemplo desempeñaron un papel fundamental en su conversión.

Esto le ha valido el patronazgo general de todas las madres, pero la santa llega aún más lejos.

Santa Mónica también fue una devota abuela

Durante sus años paganos, Agustín tuvo una concubina con la que tuvo un hijo llamado Adeodato.

El hijo permaneció bajo la custodia de Agustín y ambos vivieron con Mónica.

De hecho, ambos se bautizaron juntos, según narra san Agustín en sus Confesiones.

Juntamos también con nosotros al joven Adeodato, que era mi hijo natural, fruto de mi pecado; pero Vos, Señor le dotasteis de unas cualidades muy buenas y excelentes. Aún no tenía quince años, y ya se aventajaba en el ingenio a otros muchos que por la edad y literatura pasaban por hombres graves y doctos. Dones son y beneficios vuestros estos que os confieso, Dios y Señor mío, Creador de todas las cosas, que sois poderosísimo para reformar nuestras deformidades, pues yo en aquel muchacho no tenía otra cosa mía sino el pecado. Porque el que yo le crease, enseñándole vuestro temor y doctrina, Vos, Señor, me lo inspirasteis y no otro alguno: conque dones son y beneficios vuestros estos que os confieso. (…) Juntamos, pues, a Adeodato con nosotros, para que en la vida de la gracia fuese nuestro coetáneo y para continuar educándole con arreglo a vuestra ley y doctrina. Finalmente recibimos el Bautismo; y luego al punto se nos quitó aquel cuidado en que nos tenía la memoria de nuestra vida pasada.

Un gran ejemplo

Aunque Adeodato falleció con 16 años, vivió lo suficiente como para ser testigo de la muerte de su abuela, Mónica.

Al mismo tiempo que yo cerraba sus ojos al cadáver [de Mónica], se iba apoderando de mi corazón una tristeza grande, que iba a resolverse en lágrimas; pero mis ojos, obedeciendo al violento imperio del alma absorbían toda la corriente de su llanto, de modo que pareciesen enjutos; y en esta repugnancia que hacía el desahogo del llanto, tenía que vencer y que padecer mucho. El joven Adeodato, luego que mi madre dio el último aliento, comenzó a llorar a gritos, pero a persuasión de todos nosotros se sosegó y calló.

Santa Mónica tuvo un profundo impacto no solo en su hijo, sino también en su nieto.

De este modo, santa Mónica es un gran ejemplo tanto para todas las madres como para las abuelas.

 

 

¿Qué pidió el Papa ante la tumba de santa Mónica?

El papa Francisco salió del Vaticano en la víspera de la fiesta de san Agustín.

En el día que la Iglesia recuerda a Santa Mónica, 27 de agosto de 2020, el papa Francisco fue a la Basílica romana de san Agustín en Campo Marzio, Roma, que alberga la tumba de la madre del santo. Como uno más se sentó para rezar en la capilla dedicada a la madre del obispo de Hipona. Después de la oración el Papa regresó al Vaticano. En un momento en que la muerte y el sufrimiento parecen flagelar el mundo. ¿Qué pediría el sucesor de Pedro a santa Mónica? Una primera intuición de este momento privado lo encontramos en las lágrimas de santa Mónica, son las lágrimas de todas las madres que en el fondo de su corazón esperan por la conversión de un hijo, quizás preludio de la conversión de todos los hijos de Dios:

Mi madre, fiel sierva tuya, me lloraba ante ti mucho más de lo que las demás madres lloran la muerte corporal de sus hijos, porque con la fe y el espíritu que había recibido de ti veía mi muerte.

Así describe san Agustín, que fue discípulo de una secta anticristiana, la persistente oración de su madre por su conversión y que llegó en el año 386. Lagrimas y oración intensa estuvieron detrás del milagro. Santa Mónica importunó varias veces a un obispo de la época, que, ya cansado, le espetó: “Anda, vete y que vivas muchos años. Es imposible que se pierda el hijo de esas lágrimas”. Todavía hoy la confianza en Dios de santa Mónica (331-387), la madre de Agustín, apasiona a teólogos, eruditos y papas. San Agustín y su madre en Ostia, antes de que ella muriera cumplidos 56 años, dialogan apasionadamente sobre la belleza del cielo y sobre la fuerza de la fe ante las peores circunstancias y catástrofes:

Hijo, por lo que a mí se refiere, nada me deleita ya en esta vida. No sé qué hago en ella, ni por qué estoy aquí, muerta a toda esperanza de esta vida. Sólo había una cosa por la que deseaba vivir un poco más, y era verte cristiano católico antes de morir.Con creces me ha concedido esto mi Dios, puesto que te veo siervo suyo, despreciada la felicidad terrena. ¿Qué hago, pues, aquí?

La esperanza de la resurrección. La lección que varios doctos tardan en reconocer. La quimera que nadie en siglos resolvió, Dios mismo la resuelve y la imprime en el corazón de santa Mónica: el amor fiel vence a la muerte.

Se trata de un oxímoron para los eruditos que fanfarronean con escritos sobre el instante eterno , analizado y disputado por racionalistas y ateos que buscan encasillar la inmensidad en baldes que llenan de conceptos e ideas finitas.

La Iglesia siempre estará en deuda con Mónica de Tagaste, quien no pasó del grado primario, pero que donó su corazón a Dios y fue éste la ‘universidad’ de san Agustín, catequista, auténtica, maestra de la vida familiar.

“Madre, has conquistado el mismísimo castillo de la filosofía”. San Agustín describe a su madre como una filósofa por su “amor a la sabiduría” de Dios.

Madre “en su amor has progresado tanto que ya no te conmueven las desgracias ni tienes miedo a la muerte”, decía el santo, a lo mejor esta es la otra clave de la oración privada del Papa ante la tumba santa Mónica.

Una visita privada que coincidió con la víspera de la memoria de san Agustín, obispo y doctor de la Iglesia, que, se convirtió a la fe católica después de una adolescencia inquieta y quien fue bautizado en Milán por san Ambrosio.

Santa Mónica evangelizó también a su esposo

Francisco rezó ante las reliquias de una madre que evangelizó hasta a su esposo, un patricio romano pagano, que murió cuando su hijo tenía 17 años. Mónica hizo que recibiera el sacramento del bautismo antes de su adiós a la vida terrena.

La santa murió después de nueve días de enfermedad, feliz porque Dios le había demostrado que no abandona a quienes confían en Él. Era el verano del 387.Ella no pidió sepultura alguna, le tenía sin cuidado donde le enterrarán:

“Para Dios no hay distancias. No hay miedo de que el día del fin del mundo no sepa dónde estoy para resucitarme”.

En 1430 las reliquias de santa Mónica fueron trasladadas a la iglesia romana de san Trifón, hoy dedicada a san Agustín. Allí reposan hasta que se cumpla su última esperanza, la resurrección. Y son faro de esperanza en tiempos aparentemente inciertos y turbulentos.