Luis IX, Santo
Memoria Litúrgica, 25 de agosto
Rey de Francia
Martirologio Romano: San Luis IX, rey de Francia, que, tanto en tiempo de paz como durante la guerra para defensa de los cristianos, se distinguió por su fe activa, su justicia en el gobierno, el amor a los pobres y la paciencia en las situaciones adversas. Tuvo once hijos en su matrimonio, a los que educó de una manera inmejorable y piadosa, y gastó sus bienes, fuerzas y su misma vida en la adoración de la Cruz, la Corona y el sepulcro del Señor, hasta que, contagiado de peste, murió en el campamento de Túnez, en la costa de África del Norte (1270).
Etimología: Luis = guerrero ilustre. Viene de la lengua alemana.
Fecha de canonización: El Papa Bonifacio VIII lo canonizo en el año 1297
Breve Biografía
San Luis, rey de Francia, es, ante todo, una Santo cuya figura angélica impresionaba a todos con sólo su presencia. Vive en una época de grandes heroísmos cristianos, que él supo aprovechar en medio de los esplendores de la corte para ser un dechado perfecto de todas las virtudes. Nace en Poissy el 25 de abril de 1214, y a los doce años, a la muerte de su padre, Luis VIII, es coronado rey de los franceses bajo la regencia de su madre, la española Doña Blanca de Castilla. Ejemplo raro de dos hermanas, Doña Blanca y Doña Berenguela, que supieron dar sus hijos, más que para reyes de la tierra, para santos y fieles discípulos del Señor. Las madres, las dos princesas hijas del rey Alfonso VIII de Castilla, y los hijos, los santos reyes San Luis y San Fernando.
En medio de las dificultades de la regencia supo Doña Blanca infundir en el tierno infante los ideales de una vida pura e inmaculada. No olvida el inculcarle los deberes propios del oficio que había de desempeñar más tarde, pero ante todo va haciendo crecer en su alma un anhelo constante de servicio divino, de una sensible piedad cristiana y de un profundo desprecio a todo aquello que pudiera suponer en él el menor atisbo de pecado. «Hijo -le venía diciendo constantemente-, prefiero verte muerto que en desgracia de Dios por el pecado mortal».
Es fácil entender la vida que llevaría aquel santo joven ante los ejemplos de una tan buena y tan delicada madre. Tanto más si consideramos la época difícil en que a ambos les tocaba vivir, en medio de una nobleza y de unas cortes que venían a convertirse no pocas veces en hervideros de los más desenfrenados, rebosantes de turbulencias y de tropelías. Contra éstas tuvo que luchar denodadamente Doña Blanca, y, cuando el reino había alcanzado ya un poco de tranquilidad, hace que declaren mayor de edad a su hijo, el futuro Luis IX, el 5 de abril de 1234. Ya rey, no se separa San Luis de la sabia mirada de su madre, a la que tiene siempre a su lado para tomar las decisiones más importantes. En este mismo año, y por su consejo, se une en matrimonio con la virtuosa Margarita, hija de Ramón Berenguer, conde de Provenza. Ella sería la compañera de su reinado y le ayudaría también a ir subiendo poco a poco los peldaños de la santidad.
En lo humano, el reinado de San Luis se tiene como uno de los más ejemplares y completos de la historia. Su obra favorita, las Cruzadas, son una muestra de su ideal de caballero cristiano, llevado hasta las últimas consecuencias del sacrificio y de la abnegación. Por otra parte, tanto en la política interior como en la exterior San Luis ajustó su conducta a las normas más estrictas de la moral cristiana. Tenía la noción de que el gobierno es más un deber que un derecho; de aquí que todas sus actividades obedecieran solamente a esta idea: el hacer el bien buscando en todo la felicidad de sus súbditos.
Desde el principio de su reinado San Luis lucha para que haya paz entre todos, pueblos y nobleza. Todos los días administra justicia personalmente, atendiendo las quejas de los oprimidos y desamparados. Desde 1247 comisiones especiales fueron encargadas de recorrer el país con objeto de enterarse de las más pequeñas diferencias. Como resultado de tales informaciones fueron las grandes ordenanzas de 1254, que establecieron un compendio de obligaciones para todos los súbditos del reino.
El reflejo de estas ideas, tanto en Francia como en los países vecinos, dio a San Luis fama de bueno y justiciero, y a él recurrían a veces en demanda de ayuda y de consejo. Con sus nobles se muestra decidido para arrancar de una vez la perturbación que sembraban por los pueblos y ciudades. En 1240 estalló la última rebelión feudal a cuenta de Hugo de Lusignan y de Raimundo de Tolosa, a los que se sumó el rey Enrique III de Inglaterra. San Luis combate contra ellos y derrota a los ingleses en Saintes (22 de julio de 1242). Cuando llegó la hora de dictar condiciones de paz el vencedor desplegó su caridad y misericordia. Hugo de Lusignan y Raimundo de Tolosa fueron perdonados, dejándoles en sus privilegios y posesiones. Si esto hizo con los suyos, aún extremó más su generosidad con los ingleses: el tratado de París de 1259 entregó a Enrique III nuevos feudos de Cahors y Périgueux, a fin de que en adelante el agradecimiento garantizara mejor la paz entre los dos Estados.
Padre de su pueblo y sembrador de paz y de justicia, serán los títulos que más han de brillar en la corona humana de San Luis, rey. Exquisito en su trato, éste lo extiende, sobre todo, en sus relaciones con el Papa y con la Iglesia. Cuando por Europa arreciaba la lucha entre el emperador Federico II y el Papa por causa de las investiduras y regalías, San Luis asume el papel de mediador, defendiendo en las situaciones más difíciles a la Iglesia. En su reino apoya siempre sus intereses, aunque a veces ha de intervenir contra los abusos a que se entregaban algunos clérigos, coordinando de este modo los derechos que como rey tenía sobre su pueblo con los deberes de fiel cristiano, devoto de la Silla de San Pedro y de la Jerarquía. Para hacer más eficaz el progreso de la religión en sus Estados se dedica a proteger las iglesias y los sacerdotes. Lucha denodadamente contra los blasfemos y perjuros, y hace por que desaparezca la herejía entre los fieles, para lo que implanta la Inquisición romana, favoreciéndola con sus leyes y decisiones.
Personalmente da un gran ejemplo de piedad y devoción ante su pueblo en las fiestas y ceremonias religiosas. En este sentido fueron muy celebradas las grandes solemnidades que llevó a cabo, en ocasión de recibir en su palacio la corona de espinas, que con su propio dinero había desempeñado del poder de los venecianos, que de este modo la habían conseguido del empobrecido emperador del Imperio griego, Balduino II. En 1238 la hace llevar con toda pompa a París y construye para ella, en su propio palacio, una esplendorosa capilla, que de entonces tomó el nombre de Capilla Santa, a la que fue adornando después con una serie de valiosas reliquias entre las que sobresalen una buena porción del santo madero de la cruz y el hierro de la lanza con que fue atravesado el costado del Señor.
A todo ello añadía nuestro Santo una vida admirable de penitencia y de sacrificios. Tenía una predilección especial para los pobres y desamparados, a quienes sentaba muchas veces a su mesa, les daba él mismo la comida y les lavaba con frecuencia los pies, a semejanza del Maestro. Por su cuenta recorre los hospitales y reparte limosnas, se viste de cilicio y castiga su cuerpo con duros cilicios y disciplinas. Se pasa grandes ratos en la oración, y en este espíritu, como antes hiciera con él su madre, Doña Blanca, va educando también a sus hijos, cumpliendo de modo admirable sus deberes de padre, de rey y de cristiano.
Sólo le quedaba a San Luis testimoniar de un modo público y solemne el gran amor que tenía para con nuestro Señor, y esto le impulsa a alistarse en una de aquellas Cruzadas, llenas de fe y de heroísmo, donde los cristianos de entonces iban a luchar por su Dios contra sus enemigos, con ocasión de rescatar los Santos Lugares de Jerusalén. A San Luis le cabe la gloria de haber dirigido las dos últimas Cruzadas en unos años en que ya había decaído mucho el sentido noble de estas empresas, y que él vigoriza de nuevo dándoles el sello primitivo de la cruz y del sacrificio.
En un tiempo en que estaban muy apurados los cristianos del Oriente el papa Inocencio IV tuvo la suerte de ver en Francia al mejor de los reyes, en quien podía confiar para organizar en su socorro una nueva empresa. San Luis, que tenía pena de no amar bastante a Cristo crucificado y de no sufrir bastante por Él, se muestra cuando le llega la hora, como un magnífico soldado de su causa. Desde este momento va a vivir siempre con la vista clavada en el Santo Sepulcro, y morirá murmurando: «Jerusalén».
En cuanto a los anteriores esfuerzos para rescatar los Santos Lugares, había fracasado, o poco menos, la Cruzada de Teobaldo IV, conde de Champagne y rey de Navarra, emprendida en 1239-1240. Tampoco la de Ricardo de Cornuailles, en 1240-1241, había obtenido otra cosa que la liberación de algunos centenares de prisioneros.
Ante la invasión de los mogoles, unos 10.000 kharezmitas vinieron a ponerse al servicio del sultán de Egipto y en septiembre de 1244 arrebataron la ciudad de Jerusalén a los cristianos. Conmovido el papa Inocencio IV, exhortó a los reyes y pueblos en el concilio de Lyón a tomar la cruz, pero sólo el monarca francés escuchó la voz del Vicario de Cristo.
Luis IX, lleno de fe, se entrevista con el Papa en Cluny (noviembre de 1245) y, mientras Inocencio IV envía embajadas de paz a los tártaros mogoles, el rey apresta una buena flota contra los turcos. El 12 de junio de 1248 sale de París para embarcarse en Marsella. Le siguen sus tres hermanos, Carlos de Anjou, Alfonso de Poitiers y Roberto de Artois, con el duque de Bretaña, el conde de Flandes y otros caballeros, obispos, etc. Su ejército lo componen 40.000 hombres y 2.800 caballos.
El 17 de septiembre los hallamos en Chipre, sitio de concentración de los cruzados. Allí pasan el invierno, pero pronto les atacan la peste y demás enfermedades. El 15 de mayo de 1249, con refuerzos traídos por el duque de Borgoña y por el conde de Salisbury, se dirigen hacia Egipto. «Con el escudo al cuello -dice un cronista- y el yelmo a la cabeza, la lanza en el puño y el agua hasta el sobaco», San Luis, saltando de la nave, arremetió contra los sarracenos. Pronto era dueño de Damieta (7 de junio de 1249).
El sultán propone la paz, pero el santo rey no se la concede, aconsejado de sus hermanos. En Damieta espera el ejército durante seis meses, mientras se les van uniendo nuevos refuerzos, y al fin, en vez de atacar a Alejandría, se decide a internarse más al interior para avanzar contra El Cairo. La vanguardia, mandada por el conde Roberto de Artois, se adelanta temerariamente por las calles de un pueblecillo llamado Mansurah, siendo aniquilada casi totalmente, muriendo allí mismo el hermano de San Luis (8 de febrero de 1250). El rey tuvo que reaccionar fuertemente y al fin logra vencer en duros encuentros a los infieles. Pero éstos se habían apoderado de los caminos y de los canales en el delta del Nilo, y cuando el ejército, atacado del escorbuto, del hambre y de las continuas incursiones del enemigo, decidió, por fin, retirarse otra vez a Damieta, se vio sorprendido por los sarracenos, que degollaron a muchísimos cristianos, cogiendo preso al mismo rey, a su hermano Carlos de Anjou, a Alfonso de Poitiers y a los principales caballeros (6 de abril).
Era la ocasión para mostrar el gran temple de alma de San Luis. En medio de su desgracia aparece ante todos con una serenidad admirable y una suprema resignación. Hasta sus mismos enemigos le admiran y no pueden menos de tratarle con deferencia. Obtenida poco después la libertad, que con harta pena para el Santo llevaba consigo la renuncia de Damieta, San Luis desembarca en San Juan de Acre con el resto de su ejército. Cuatro años se quedó en Palestina fortificando las últimas plazas cristianas y peregrinando con profunda piedad y devoción a los Santos Lugares de Nazaret, Monte Tabor y Caná. Sólo en 1254, cuando supo la muerte de su madre, Doña Blanca, se decidió a volver a Francia.
A su vuelta es recibido con amor y devoción por su pueblo. Sigue administrando justicia por sí mismo, hace desaparecer los combates judiciarios, persigue el duelo y favorece cada vez más a la Iglesia. Sigue teniendo un interés especial por los religiosos, especialmente por los franciscanos y dominicos. Conversa con San Buenaventura y Santo Tomás de Aquino, visita los monasterios y no pocas veces hace en ellos oración, como un monje más de la casa.
Sin embargo, la idea de Jerusalén seguía permaneciendo viva en el corazón y en el ideal del Santo. Si no llegaba un nuevo refuerzo de Europa, pocas esperanzas les iban quedando ya a los cristianos de Oriente. Los mamelucos les molestaban amenazando con arrojarles de sus últimos reductos. Por si fuera poco, en 1261 había caído a su vez el Imperio Latino, que años antes fundaran los occidentales en Constantinopla. En Palestina dominaba entonces el feroz Bibars (la Pantera), mahometano fanático, que se propuso acabar del todo con los cristianos. El papa Clemente IV instaba por una nueva Cruzada. Y de nuevo San Luis, ayudado esta vez por su hermano, el rey de Sicilia, Carlos de Anjou, el rey Teobaldo II de Navarra, por su otro hermano Roberto de Artois, sus tres hijos y gran compañía de nobles y prelados, se decide a luchar contra los infieles.
En esta ocasión, en vez de dirigirse directamente al Oriente, las naves hacen proa hacia Túnez, enfrente de las costas francesas. Tal vez obedeciera esto a ciertas noticias que habían llegado a oídos del Santo de parte de algunos misioneros de aquellas tierras. En un convento de dominicos de Túnez parece que éstos mantenían buenas relaciones con el sultán, el cual hizo saber a San Luis que estaba dispuesto a recibir la fe cristiana. El Santo llegó a confiarse de estas promesas, esperando encontrar con ello una ayuda valiosa para el avance que proyectaba hacer hacia Egipto y Palestina.
Pero todo iba a quedar en un lamentable engaño que iba a ser fatal para el ejército del rey. El 4 de julio de 1270 zarpó la flota de Aguas Muertas y el 17 se apoderaba San Luis de la antigua Cartago y de su castillo. Sólo entonces empezaron los ataques violentos de los sarracenos.
El mayor enemigo fue la peste, ocasionada por el calor, la putrefacción del agua y de los alimentos. Pronto empiezan a sucumbir los soldados y los nobles. El 3 de agosto muere el segundo hijo del rey, Juan Tristán, cuatro días más tarde el legado pontificio y el 25 del mismo mes la muerte arrebataba al mismo San Luis, que, como siempre, se había empeñado en cuidar por sí mismo a los apestados y moribundos. Tenía entonces cincuenta y seis años de edad y cuarenta de reinado.
Pocas horas más tarde arribaban las naves de Carlos de Anjou, que asumió la dirección de la empresa. El cuerpo del santo rey fue trasladado primeramente a Sicilia y después a Francia, para ser enterrado en el panteón de San Dionisio, de París. Desde este momento iba a servir de grande veneración y piedad para todo su pueblo. Unos años más tarde, el 11 de agosto de 1297, era solemnemente canonizado por Su Santidad el papa Bonifacio VIII en la iglesia de San Francisco de Orvieto (Italia).
Ser sinceros como nuestro Padre celestial
Santo Evangelio según san Mateo 23, 27-32. Miércoles XXI del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor dame la gracia de conocerme más profundamente para reconocer quien soy en lo más íntimo de mi ser.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 23, 27-32
En aquel tiempo, Jesús dijo a los escribas y fariseos: “¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, porque son semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera parecen hermosos, pero por dentro están llenos de huesos y podredumbre! Así también ustedes: por fuera parecen justos, pero por dentro están llenos de hipocresía y de maldad.
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, porque les construyen sepulcros a los profetas y adornan las tumbas de los justos, y dicen: ‘Si hubiéramos vivido en tiempo de nuestros padres, nosotros no habríamos sido cómplices de ellos en el asesinato de los profetas’! Con esto ustedes están reconociendo que son hijos de los asesinos de los profetas. ¡Terminen, pues, de hacer lo que sus padres comenzaron!”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
El Señor quiere que seamos sinceros porque una vida de apariencia no es una vida, el querer aparentar lo que no somos acaba con nosotros poco a poco. En la sociedad actual en la que cuenta tanto la imagen y la impresión que otros tienen de nosotros el peligro de querer dar una buena imagen a toda costa está presente en todos lados. Por eso Cristo nos invita a ser transparentes dejar que nos conozcan como somos porque lo que valemos está en nuestro interior.
Claramente nuestros errores son difíciles de esconder y nos gustaría que nadie se diera cuenta que no sabemos hacer cosas bien, pero la realidad es que la imperfección es parte de ser hombre y Cristo nos quiere ayudar. Saber que Él nos ama como somos porque Él nos conoce en lo más profundo de nuestro ser es un gran consuelo.
Si reconocemos cómo somos, tendremos la certeza que no necesitamos aparentar para que la gente nos acepte, sino solo ser nosotros mismos aceptando y viviendo el don de nuestra vida.
«Existe corrupción, como aquellos doctores de la ley que se vuelven corruptos por resaltar solo la apariencia y no aquello que está dentro. Corruptos de la vanidad, del parecer, de la belleza exterior, de la justicia exterior. Se han vuelto corruptos porque se preocupaban solo de limpiar, de embellecer el exterior de las cosas, no iban dentro: dentro está la corrupción. Como en los sepulcros. Estos paganos se volvieron corruptos porque cambiaron la gloria de Dios, que habrían podido conocer por la razón, por los ídolos: la corrupción de la idolatría, de tantas idolatrías. No solo las idolatrías de los tiempos antiguos, también la idolatría del hoy: la idolatría, por ejemplo, del consumismo; la idolatría de buscar un dios cómodo».
(Homilía de S.S. Francisco, 17 de octubre de 2017, en santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Pedir la gracia de ser sincero todo el tiempo.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Listos para resucitar
Meditación. Hoy puedes elegir
La gran noticia para los hombres necesitados de redención, para los hombres muertos, es: ¡Cristo ha resucitado! Cristo ha muerto y ha resucitado también para cada uno de los hombres.
Al hablar de los hombres muertos, no me refiero a los que duermen en la paz de los cementerios, sino a los que caminan por las calles con el alma muerta, con las ilusiones rotas, a los que han perdido toda esperanza. No sé si decir, que semiviven o semimueren.
Para ellos, Cristo ha venido en esta Pascua a abrirles la puerta de su sepulcro y a gritarles: «¡Sal fuera!» – como a Lázaro -, «¡sal a la luz, a la paz, a la felicidad!»
Es posible resucitar con Cristo. Resucitar significa dejar a sus pies todos los pecados, infidelidades, debilidades. Para todo esto, hay perdón.
Dejar a sus pies todas las dudas, problemas, dificultades, los «no puedo», los «no sé que será de mí vida». Para todo esto hay respuesta y hay ayuda:
‘Venid a mí todos los que andáis con problemas y dificultades. Yo os ayudaré’.
Resucitar significa también, dejar a sus pies todas las ilusiones muertas. ¡Qué fácil dejamos morir nuestros sueños e ilusiones más queridas! Él nos dice que todo se puede reparar mientras dura la vida: «Yo soy la resurrección y la vida». Dejar a los pies del Maestro todos los propósitos, los buenos deseos de superación, de ser mejor. Él los convertirá en una realidad.
Resucitar es tener el alma llena de certezas: la certeza de que Él te ama. Jack Loew después de convertido, comienza así uno de sus libros: «Desde hace veinticinco años, la realidad más radiante de mi vida es esta: Dios existe, y me ama». Tengo la certeza de que Él estará siempre conmigo, en las buenas y en las malas.
¿Qué es la Eucaristía sino esa presencia perpetua, un Dios para ti solo y a todas horas?
Es muy distinto caminar, sufrir y luchar en solitario, que estar acompañado por ese gran amigo. La certeza de estar perdonado, redimido, salvado; es muy reconfortante.
Hoy, las puertas de la eternidad feliz se han abierto para todos los hombres, el cielo es tuyo, si lo quieres. La certeza de triunfar en la vida si vives con Él, la seguridad de vivir alegre y feliz a pesar de todo.
La gran noticia de hoy, la gran nueva que llena los aires y los corazones de los hombres es: ¡Cristo ha resucitado para ti…!
Resucitar es vivir con aire, con estilo, con plenitud de resucitados. ¿Quién prefiere la soledad del sepulcro, la tristeza, la amargura de la muerte?.
Hoy puedes elegir el amor, la felicidad, la vida verdadera. ¡Hoy, Dios es tuyo. Debemos resucitar!
«No se les nota rostros de resucitados», decía Niestzche de los cristianos. Si no estamos alegres es porque no amamos. Si no amamos, de cristianos no nos queda nada.
Laudato si’ no es sólo una Encíclica «verde», sino «social»
El Santo Padre Francisco envía su saludo a los miembros del Congreso Interuniversitario Laudato si’
Inspirado en “el desafío urgente de proteger nuestra casa común, (que) incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral” (LS, 13) y por la invitación papal “a un nuevo diálogo sobre el modo como estamos construyendo el futuro del planeta” (LS, 14) , se llevará a cabo del 1° al 4 de septiembre el Congreso Interuniversitario Laudato si’ en Argentina, organizado por el Congreso Interuniversitario Nacional (CIN), el Consejo de Rectores de Universidades Privadas (CRUP) y la Conferencia Episcopal Argentina (CEA).
Tal como se puede leer en la página organizadora del evento www.laudatosi.edu.ar, “el congreso será un espacio de conversación sabiendo que, además, ‘todo cambio necesita motivaciones y un camino educativo’ (LS,15), del que la universidad puede ser protagonista”. Con este sentido trascendente – explican los organizadores – expertas y expertos nacionales e internacionales compartirán su lectura d elos hechos a la búsqueda de una nueva agenda que atienda la complejidad multidimensional de estos fenómenos, para cooperar en el esfuerzo de su interpretación y contextualización interdisciplinaria y para debatir acerca de las acciones en un futuro próximo”.
Laudato si’ no sólo Encíclica ‘verde’ sino ‘social’
El Papa Francisco, hoy martes 24 de agosto, se hace presente con su saludo a los miembros del congreso con el deseo de que este esfuerzo “haga progresar la conciencia social y la conciencia por el cuidado de la casa común”.
“La Encíclica Laudato si’ no es sólo una Encíclica ‘verde’ es una Encíclica ‘social’”, explica el Santo Padre en su video mensaje de salutación, y así manifiesta su esperanza de que este Congreso “ayude a ver toda su amplitud y todas sus consecuencias”. “Les deseo lo mejor, que Dios los bendiga y no se olviden de rezar por mí. Gracias”, concluye.
El Congreso está dirigido a miembros de la comunidad universitaria del país y de Latinoamérica, a personas tomadoras de decisión, quienes ejerzan funciones en todos los niveles de la administración pública, organismos nacionales e internacionales, legisladores y miembros del Poder Judicial, principalmente, quienes tengan interés en las políticas públicas de educación, cultura, ciencia y tecnología, trabajo y medioambiente. También a personas, organizaciones sociales y no gubernamentales, instituciones públicas y privadas, y organizaciones sindicales y empresariales, interesadas en el diálogo en torno a la encíclica como modo de interpretar el vínculo que mantiene la educación universitaria con la sociedad, y a miembros de la comunidad educativa de otros niveles, principalmente, autoridades directivas y docentes de la enseñanza media.
¿Por qué llamamos al Sacerdote: Padre?
Referirse al sacerdote como padre ha sido una práctica de la Iglesia desde los primeros siglos del Cristianismo.
Esta es una pregunta muy típica de la tía evangélica en la reunión familiar o de la señora – no católica por supuesto – que nos encontramos en el asiento del bus, y aun así, muchos católicos encuentran dificultad en responder. Referirse al sacerdote como “padre” ha sido una práctica de la Iglesia desde los primeros siglos del Cristianismo. San Pablo, por ejemplo, se refiere a sí mismo como un “padre” para los Corintios a través del Evangelio que les predicó.
EL CONTEXTO
“Pero vosotros no os hagáis llamar rabbi, porque uno solo es vuestro Maestro, y todos vosotros sois hermanos. Ni llaméis padre a nadie sobre la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el que está en los cielos.×
Cuando Jesús nos pide no llamar “padre” a nadie, está criticando abiertamente el uso impropio del ejercicio de la autoridad por los escribas y fariseos (que gustaban de usar estos títulos para sentirse por encima de los demás). Jesucristo está recordándoles a aquellos que tienen un puesto de autoridad, que el liderazgo no se encuentra en la dominación sino en el servicio, y justamente el servicio es el corazón del sacerdocio. Es decir que, cuando llamamos “padre” a nuestros sacerdotes, estamos reconociendo su rol de guías espirituales, al servicio de hacernos crecer y madurar como hijos de nuestro único Padre que está en los cielos.
Podemos ver claramente que Jesucristo no está criticando el título en sí mismo, sino a quienes buscan estos títulos para su vanagloria, como una forma de ponerse por encima de los demás. La Iglesia está muy de acuerdo con esta crítica – faltaba más –. Estaría pésimamente mal que un sacerdote utilice su puesto de autoridad para su propio beneficio, y que aun así puede suceder (pues somos pecadores y hay de todo en la viña del Señor), sin embargo, no es este el común de los sacerdotes ni mucho menos la regla universal.
Es evidente que esta interpretación no me la he inventado ni es nueva en absoluto… es la interpretación milenaria que la Iglesia ha recibido de los Apóstoles. Sin embargo, no es así la realidad de los protestantes, que a partir de Lutero gustan de hacer interpretaciones personales de las Escrituras.
EL PRETEXTO
Algunas veces, cuando esta pregunta sale a discusión, muchos piensan que los católicos jamás hemos leído el pasaje antes citado, donde Cristo dice explícitamente que no llamemos “padre” a nadie. Sin embargo, no es el caso. La Iglesia está muy al tanto de estas palabras de Jesús, y aun así los sacerdotes católicos han sido llamados “padres” desde los primeros siglos sin ningún inconveniente. ¿Cuál es el problema? ¿La Iglesia se está haciendo de la vista gorda con este versículo?
Es importante señalar que dentro del mismo pasaje nos pide no llamar a nadie “maestro”, pero por alguna razón misteriosa a nadie parece molestarle que hayamos pasado años de escuela llamando “maestro” a otros. Además, si vamos a tomar la cita al pie de la letra, pues entonces no sé cómo hacen los protestantes para dirigirse a sus padres… ¿”progenitor”? ¡Que dulce! Es evidente que Cristo no está pidiendo un simple cambio universal de “padre” y “maestro” por “progenitor” e “instructor” ¡No! Cristo no está pidiendo un simple cambio de sinónimos, sino que debemos ir a una visión más profunda de lo que el Señor quiso expresar. Creo que ha quedado bastante claro: el verdadero sentido de la autoridad.
ENTONCES…
Cuando llamamos a un sacerdote “padre”, estamos reconociendo el hecho de que, a través de la autoridad dada por Cristo, ellos comparten el trabajo de guiar y sostener la vida espiritual de los fieles. No toman el puesto de Dios. De hecho, su trabajo es guiarnos y apoyarnos en nuestra madurez espiritual como hijos de Dios, pues al final, tanto ellos como nosotros clamamos al cielo y juntos decimos: “Padre nuestro que estás en el Cielo…”
Oración al Señor de la Misericordia
Oh Señor mi dulce amigo
cuatro cosas hoy te pido
con mucha necesidad.
Paciencia para sufrir
Fuerza para trabajar
Valor para resistir
las penas que han de venir
y me han de mortificar.
Temperamento sereno
para poder resolver
las cosas con santa calma.
Y así tener en el alma
perfecta tranquilidad.
Esto tengo que pedirte
oh mi Jesús adorado
en este día consagrado
para adorarte y servirte
por siempre. Amén.
Sin pelos en la lengua
Sigo siendo un activista gay aunque no justifico la identidad ni la práctica homosexual
A raiz de la polémica creada por las recientes declaraciones de Dolce & Gabbana me parece el momento oportuno para compartir una entrevista que realicé hace unos meses al escritor frances Philippe Ariño, activista gay y católico.
Philippe Ariño es francés, profesor de español y ensayista. Nació en 1980 en Cholet (Maine-et-Loire) en el seno de una familia católica practicante con cinco hijos. Ex activista gay, católico, y uno de los miembros más relevantes y controvertidos de la comunidad homosexual en Francia. En 2011, se decidió a vivir la sexualidad en la continencia, haciendo un “don total a Dios y a la Iglesia” como explicó en numerosas ocasiones. Entre sus obras destacamos: Diccionario de códigos homosexuales y La homosexualité en vérité (La homosexualidad de verdad).
Muchos homosexuales propugnan una total aceptación de su modo de vida como algo natural e innato. Para ellos la conducta homosexual está determinada genéticamente y la consideran tan sana como las relaciones heterosexuales. Otros, en cambio, se sienten insatisfechos, acomplejados y maltrechos con ella.
¿El homosexual nace o es una opción afectiva sexual?
Resulta difícil decir si es innato o adquirido. Pienso que no se sabe y nunca se sabrá. No se puede generalizar ni personificar un miedo. Y el deseo homosexual sólo es un miedo erotizado de la diferencia de sexos. Y a veces un corportamiento.
¿Qué causas emocionales, hábitos educativos, costumbres culturales… influyen en mayor grado para hacerse a ese estilo de vida?
No existen causas del deseo homosexual. Sólo puedo decir que esa atracción sexual existe, y que no es una identidad fundamental de la persona que la siente, aunque pueda ser un deseo duradero y profundamente arraigado. Tampoco es amor porque el amor verdadero es definido por la acogida de la diferencia de sexos. Ese tipo de relación tan sólo puede contener los beneficios de la amistad, pero una amistad desgraciadamente compleja porque es pervertida por los gestos de la genitalidad o de la afectividad amorosa.
Existen terrenos favorables para la emergencia del deseo homosexual, pero que nunca se podrán erigir en retrato-robot de una especie humana aparte. Somos todos hombre o mujer, e hijos de Dios. No existen los homosexuales o los heterosexuales o los bisexuales.
Las únicas generalidades que puedo hacer sobre el deseo homosexual, son que éste aparece: primero, en civilizaciones que se alejan de la diferencia de sexos, sea porque la banalizan, sea porque la demonizan o la sacralizan excesivamente y también porque estas civilizaciones se apartan de la realidad.
El segundo factor que propicia el deseo homosexual se refiere a la presencia de contextos humanos donde la libertad humana ha sido amenazada. Entre mis amigos homosexuales, el 90% me han revelado haber sido violados durante la adolescencia… También me refiero a la homosexualidad de circunstancias sentida durante la adolescencia, en los momentos de consumo de drogas, en los periodos de depresión identitaria, en las cárceles, en los países subdesarrollados con turismo sexual, etc.
¿Piensa que la orientación sexual debe ser educada, no como una cuestión de género sino antropológica?
Debe ser tratada según las dos perspectivas. No hay que oponer cultura y naturaleza, sino defender su alianza. No hay que despreciar el género (como hacen algunos grupos familiaristas o al contrario lo que defienden los defensores de la Gender Theory, que paradójicamente se oponen al género sexuado sacralizándolo).
Nuestro sexo anatómico tiene un género, y atribuye a nuestro cuerpo imágenes que reflejan la diferencia de sexos que nos constituye. Por eso es menester defender la dimensión cultural, iconográfica, simbólica, psicológica y espiritual del género hombre/mujer y, claro, denunciar la sustitución del sexo anatómico por la idea de género (sustitución y falsa oposición creadas por la ideología del Gender). El cambio de visión de la sociedad, la sensibilización a través de los medios de comunicación, la divulgación que hacen entidades y personas de este colectivo, justifican, -según sus representantes- la propuesta de ley en el Parlamento catalán (como lo han hecho ya en el gallego) para conseguir la construcción de nuevas formas de relación entre el colectivo GLBT y el resto de la sociedad basada en la igualdad y el respeto
¿Realmente hace falta un cambio de comprensión, formación y sensibilización social obligatoria para evitar casos de discriminación por razones de orientación sexual?
Es imprescindible hablar de la homosexualidad. Pero no tal como hacen hoy día los periodistas gay friendly, porque los medios enseguida la justifican impidiendo su explicación. No hablan verdaderamente de la homosexualidad. Y ése es el verdadero problema.
Se tendría que proponer una reflexión general sobre este alejamiento mundial de la diferencia de sexos ilustrado por el deseo homosexual, alejamiento que nos hiere y nos molesta a todos profundamente.
¿Este proceso de defender la igualdad de los desiguales, igualdad de las personas y desigualdad por orientación sexual, no termina por señalarlos más?
Hemos de denunciar que actualmente se reduzca la humanidad a las pulsiones, a los fantasmas eróticos de la gente, a la bipolaridad homosexualidad/heterosexualidad, el hecho de que se reduzca la sexualidad a la genitalidad, y que se olvide la diferencia de sexos coronada por el amor y por Dios.
Aunque le parezca sorprendente que lo diga, hay que explicar que la violencia es similar en el ámbito homosexual y en el heterosexual. También hay explicar que la Iglesia católica nunca defiende la heterosexualidad Hay que defender la pareja hombre-mujer que se ama, no la diferencia de sexos en sí, no la procreación en sí.
La denuncia de la heterosexualidad es algo fundamental en mi pensamiento. La heterosexualidad no es sinónimo de diferencia de sexos: el único sinónimo de la diferencia de sexos, es la palabra «sexualidad». La palabra «heterosexualidad» es una trampa ideológica, y la madre del gender (género) y de la homosexualidad. Reduce y define la humanidad a la mera pulsión y no según la sexuación o la humanidad de las personas. Por eso la Iglesia católica nunca defiende la heterosexualidad, ¡Con toda razón! Yo creé hace un año un sitio internet que se llama CUCH –Catolicos Unidos Contra la Heterosexualidad, www.cuch.fr – porque la heterosexualidad es el centro del problema, el falso pretexto de las leyes pro-LGBT.
¿No es más efectivo, sin ampararse en una ley, educar en valores como el respeto, la comprensión, la compasión y la delicadeza a todos aquellos que por sus inclinaciones homosexuales son ridiculizados y discriminados?
Es cierto. Sobre todo es efectivo ayudar a las personas homosexuales a que reconozcan la belleza de la realidad de la diferencia de sexos, y de que son amadas por Dios.
Usted ha declarado ocasiones que “La Iglesia católica nunca ha dicho que las personas homosexuales sean pecadoras por ser homosexuales.
Al contrario, está deseosa de acoger a las personas que se dicen homosexuales, y distingue tanto entre los actos y las personas, como entre los individuos y sus deseos superficiales. Sin duda somos siempre reflejo de nuestros actos y responsables de ellos.”
¿Es posible una respuesta cristiana a la homosexualidad? ¿Se puede ser homosexual y vivir la castidad?
Claro. La Iglesia defiende a las personas tal y como son verdaderamente. Y es la mejor escuela de felicidad, de humor y de amor duradero, que conozco hasta el día de hoy. La Iglesia llama a todos los hombres, con sus cualidades y sus flaquezas, tomando en cuenta sus heridas sexuales. Y las personas homosexuales son hombres y mujeres antes que nada.
La Iglesia nos invita a entrar en la felicidad de la castidad y, para el caso del celibato consagrado o de la homosexualidad duradera, en la felicidad de la continencia. La castidad es la distancia justa que permite la relación. La castidad es la diferencia de sexos coronada por el Amor de Dios. La castidad es la continencia y la amistad desinteresada entre dos personas del mismo sexo.
De activista de pro del movimiento gay a persona «non grata» por sus mismos compañeros, ¿En qué circunstancias se produce este cambio? ¿Le han tachado de homófobo?
No piense que me odian todos los miembros de la comunidad homosexual. ¡Al contrario! Algunos me atacan con mucha violencia, sentándome en el banquillo de la traición o de la homofobia interiorizada, también existe una parte silenciosa y numerosa de la comunidad homosexual que me defiende en secreto.
He trabado –por ejemplo, gracias a internet– amistades muy fuertes desde que existe mi blog L’Araignée du Désert (La araña del desierto) y desde que expreso mi opinión en libros, por radio o televisión. Las personas homosexuales conocen mejor que nadie su realidad amorosa y sus verdades íntimas. Y a menudo tienen la humildad de reconocerlas y de defender a los pocos intelectuales que tratan de explicarlas. Además, muchos de mis amigos se dieron cuenta de la verdad de mi discurso porque me revelaron que conocía detalles muy precisos de su vida ¡mucho antes de conocerlos!
Otro detalle que tengo que aclarar. No soy un “ex activista gay”. Siguo siendo un activista gay… aunque no justifique la identidad y la práctica homosexual. Todas las personas homosexuales que no practican su homosexualidad se presentan como fuera de la comunidad homo y fuera del activismo gay. Yo soy tanto homosexual como gay, y sobre todo soy un hombre y un hijo de Dios. No quiero encerrarme en esta falsa e hipócrita distincción homosexual/gay, ni justificar la diferencia entre gay/ex-gay que agrada tanto a ciertos grupos de católicos ávidos de creer en las rupturas repentinas, en las conversiones mágicas, y en demonizar la homosexualidad. Todavía siento un deseo homosexual (¿por qué negarlo?) y quiero hacer adelantar las investigaciones sobre el sentido del deseo homosexual. Esto también es activismo.
En su opinión, las reivindicaciones, manifestaciones, protestas, luchas, etc. del movimiento gay, ¿ayudan a lograr la tan ansiada tolerancia, la dignidad, el respeto, y la integración en la sociedad?
No se ayuda a las personas homosexuales sirviéndose de ellas para aprobar leyes que las reducen a su tendencia sexual. Al contrario. Se les quita su humanidad. A pesar de sus intenciones gay friendly, las leyes pro-derechos-LGBT consideran a los homosexuales como animales, reemplazando los Derechos Humanos por los supuestos «Derechos de los homosexuales y de los heterosexuales». Es muy grave esta deshumanización gay friendly.
Además, creo que la sacralización social de la tolerancia es el fundamento ideológico de la profunda crisis moral y económica que vivimos actualmente. La tolerancia no es positiva en sí; es un concepto totalmente neutro, a la imagen de la igualdad. Lo que importa, es lo que se tolera; y la tolerancia del mal, en los hechos, es simplemente una colaboración, una traición y una violencia.
“El matrimonio es, por principio y como institución, la unión entre un hombre y una mujer. Un hijo no es un bien, es una persona nacida de la unión entre un hombre y una mujer”, declaró Lionel Jospin, exprimer ministro socialista francés, bajo cuyo mandato se legalizaron las parejas de hecho.
¿Cuáles son sus razones para no considerar matrimonio la union de una pareja de gays o de lesbianas?
Primero, creo que el matrimonio no es “la unión entre un hombre y una mujer”. Sólo es la unión entre un hombre y una mujer que se aman. Y nada más. Tampoco es “la unión procreativa entre un hombre y una mujer”. Hay muchas parejas hombre-mujer esteriles pero que se aman. El matrimonio verdadero sólo es la unión entre un hombre y una mujer que se aman y que se orientan hacia la vida, hacia la procreación.
Y luego, el matrimonio es la diferencia de sexos coronada por el amor, por eso no se opone al celibato consagrado o a las personas solteras. Las uniones homosexuales, entonces, no entran en este marco. Lo más grande que pueden vivir dos personas del mismo sexo se limita en la amistad.
¿Cree admisible la adopción de hijos por parte de parejas homosexuales teniendo en cuenta que el origen (biológico) de estos niños no es el natural?
En mi opinión, lo que más cuenta en la vida y la felicidad de todo ser humano, es que sepa de qué amor encarnado, corporal, sexuado, real, proviene; que haya experimentado el amor entre su padre biológico y su madre biológica. Si no existe este amor biológico, es un drama para el hijo.
Todos sabemos que venimos de la unión sexual entre un hombre y una mujer, es una evidencia. Pero lo que no es una evidencia, y que importa mucho más que esta observación práctica e intelectual, es que esas dos personas se amen. El «matrimonio para todos» (se refiere a la ley francesa que equipara el matrimonio gay al matrimonio tradicional y que provocó manifestaciones monstruo en contra) quita la condición de amor entre nuestros padres biológicos hombre-mujer, condición que nos permite existir y amar lo mejor posible, abrirnos luego a las otras diferencias fundamentales de la vida humana (diferencia de las generaciones, diferencia de los espacios, diferencia entre Dios y sus criaturas).
Éste es el gran crimen de esa ley del matrimonio sin la condición de la alteridad de sexos (además de haber entregado universalmente lo menos tres padres a cada niño). Toda mi vida, aunque me sienta permanentemente homosexual, lucharé para defender la diferencia de sexos coronada por el amor. Era ya el combate de san Juan Bautista. Él dio su vida para defender el matrimonio de amor entre el hombre y la mujer. Vale la pena defenderlo también hoy. La diferencia de sexos, en sí, no vale nada. Pero una vez que es laureada por el amor y la libertad, es lo mejor para existir y para amar. Seamos célibes, consagrados o casados.
El Papa Francisco: “Detestable es la hipocresía en la Iglesia”
Antoine Mekary | ALETEIA
Audiencia General. El Pontífice aseguró que el “hipócrita no sabe amar” y lamentó que “hay tantos cristianos y ministros hipócritas”.
El Papa Francisco alertó hoy sobre la difusión del «virus de la hipocresía».
«La hipocresía es el miedo a decir abiertamente la verdad, es fingir o aparentar para quedar bien a los ojos de los demás». Lo dijo el Pontífice durante la audiencia general de este miércoles 25 de agosto de 2021.
En su predicación en el aula Pablo VI del Vaticano, el Papa reprochó la actitud de los hipócritas en la Iglesia y en la sociedad: a partir de la actitud de los cristianos de a pie hasta la de los ministros, así como la hipocresía que daña las relaciones interpersonales y corrompe la política.
“En la política no es inusual encontrar hipócritas que viven un desdoblamiento entre lo público y lo privado”.
La hipocresía – dijo- “a menudo se esconde en el lugar de trabajo, donde se trata de aparentar amigos con los colegas mientras la competición lleva a golpearles a la espalda”.
Un hipócrita no sabe amar
El Papa tampoco usó medios términos para señalar la hipocresía en la Iglesia. “Particularmente detestable es la hipocresía en la Iglesia. Lamentablemente, (silencio)…: ‘Hay tantos cristianos y tantos ministros hipócritas’.
“No deberíamos olvidar nunca las palabras del Señor: “Sea vuestro lenguaje: ‘sí, sí’; ‘no, no’; que lo que pasa de aquí viene del Maligno” (Mt 5,37)”.
El Papa invitó a reflexionar sobre la hipocresía condenada por San Pablo y por Jesús:
“No tengamos miedo de ser verdaderos, de decir la verdad, de conformarnos con la verdad. Así podremos amar”. Por ende, dijo: “Un hipócrita no sabe amar”.
“Actuar de otra manera significa poner en peligro la unidad en la Iglesia, por la cual el Señor mismo ha rezado”, afirmó.
Saludos del Papa Francisco (Galería)
¿Qué es la hipocresía?
«Cuando nosotros decimos: ‘Atención a ese de allá por que es un hipócrita ¿qué significa esto? , preguntó.
Y respondió: «Se puede decir que es miedo por la verdad. Se prefiere fingir en vez de ser uno mismo.Fingir impide la valentía de decir abiertamente la verdad y así se escapa fácilmente a la obligación de decirla siempre, sea donde sea y a pesar de todo».
Fingir conduce a ‘medias verdades’, explicó. El Papa aseguró que la verdad no acepta ser presentada a medias, pues no existen verdades a medias. Estas producen un modo de actuar que no es verdadero.
“Se prefiere fingir que ser uno mismo. Fingir impide la valentía de decir abiertamente la verdad y así se escapa a la obligación de decirla siempre, sea donde sea y a pesar de todo”.
La sonrisa fingida del hipócrita
El Papa apretó los dientes para enmarcar con los labios a medio abrir una sonrisa fingida para explicar la actitud de los hipócritas.
Señaló que se trata de un “sonrisa falsa”, “una sonrisa que no proviene del corazón”. “Gente que busca estar bien con todos, pero que no están con nadie”.
El Papa sostuvo que decir la verdad es un “mandamiento”, una “obligación”.
“En un ambiente donde las relaciones interpersonales son vividas bajo la bandera del formalismo, se difunde fácilmente el virus de la hipocresía”.
Falsedad e inequidad:
El Pontífice señaló también que en «los Evangelios» se «narran diferentes situaciones en las que Jesús reprende fuertemente a aquellos que aparecen justos al externo, pero dentro están llenos de falsedad y de iniquidad (Cfr Mt 23, 13-29)».
El Papa invitó a reflexionar sobre el Evangelio según Mateo, capitulo 23, donde Jesús grita seis veces a los maestros de la Ley y fariseos, que son ‘unos hipócritas, hipócritas’. Especialmente porque cierran a la gente el Reino de los Cielos.
“El hipócrita es una persona que finge, adula y engaña porque vive con una máscara en el rostro y no tiene el valor de enfrentarse a la verdad.
Por esto, no es capaz de amar verdaderamente: se limita a vivir de egoísmo y no tiene la fuerza de demostrar con transparencia su corazón«.
Ser auténticos
Asimismo, el Papa dirigió un saludo a los fieles presentes: «Pidamos al Señor que nos ayude a ser coherentes, a dejarnos confrontar y a combatir con valentía todo lo que nos aleja de la verdad y de la fe que profesamos. Sólo así podremos ser auténticos constructores de unidad y de fraternidad. Que Dios los bendiga. Muchas gracias».
Juegos Paralímpicos de Tokio
Al final, el Papa hizo un llamamiento a favor de la realización y del valor detrás de los Juegos Paralímpicos de Tokio.
«Ayer, en Tokio, dieron inicio los Juegos Paralímpicos. Envío mi saludo a los atletas y les doy las gracias porque ofrecen a todos un testimonio de esperanza y de valentía. Ellos, de hecho, manifiestan cómo el compromiso deportivo ayude a superar dificultades aparentemente insuperables».
¿Cómo puede surgir una vocación?: «Las vocaciones son un regalo de Dios, por eso hay que pedirlas»
Un grupo de novicias de Iesu Communio
- Vocación religiosa
- Celibato
- Sacerdocio católico
- Monjas
- Retiros de Emaús
- Vocaciones sacerdotales
- Seminaristas
Este tiempo de verano es un momento propicio para que congregaciones, institutos de vida consagrada y seminarios diocesanos organicen encuentros, candidatados, convivencias… de discernimiento vocacional. Leemos el mandato de Cristo en el evangelio de san Mateo: “Y al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban vejados y abatidos como ovejas que no tienen pastor. Entonces dice a sus discípulos: ‘La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies” (Mt 9, 36-38).
Este mandato de Jesús, como el resto de su mensaje, jamás ha pasado de actualidad. Un vistazo a la prensa es una provocación o una invitación para encontrar hombres y mujeres dispuestos a dar toda la vida para llevar a Cristo a todas partes. La Iglesia es consciente de ello, y siguiendo el mandato de Jesús no cesa de orar por las vocaciones. Es difícil encontrar una página web de una diócesis, congregación o institución católica que no pida o haga alguna referencia a ellas.
Ordenaciones sacerdotales en la diócesis norteamericana de Fort Wayne
¿Cómo puede surgir una vocación?
Un ejemplo de ello es el P. José Luis Martínez, el cual desde la web medium.com se pregunta “¿Cómo puede surgir una vocación?”, y él mismo responde que estas “nacen de la iniciativa de Dios. Es Él quien elige al hombre o la mujer para que le siga en la realidad en donde vive. Desde niños, desde joven adolescente, en la edad adulta”. Se trata por tanto de una “iniciativa que parte de Dios independientemente de la diversidad de formas de ser. Pero Dios se da a conocer mediante hechos concretos como medios. Para unos puede ser el ejemplo de un Padre. El ejemplo de entrega de una consagrada, la entrega de su párroco. El hombre se pregunta siempre por qué y qué es lo que tiene ese Padre o esa consagrada que le llama la atención”.
¿Oración o testimonio?
Los claretianos de la provincia de Santiago se preguntan “¿por qué orar por las vocaciones? ¿No es más eficaz el testimonio? ¿Y no sería mejor emplear ese tiempo en trabajar más decididamente por su animación y mantenimiento?”. En un mundo en el que todo sucede veloz, en el que hay tanta oferta e información, los misioneros claretianos responden que “una cosa no quita la otra. A la vez que las tareas de la animación vocacional, antes, durante y después de ese trabajo es necesaria la oración”.
Y para ello señalan dos motivos. Por un lado hay que saber que “las vocaciones son un regalo de Dios. Por eso hay que pedirlas. En actitud de espera y de confianza, como los apóstoles y María en el Cenáculo. Y al ‘pedir’, nos hacemos conscientes de que no somos nosotros los que ‘producimos’ las vocaciones: deben venir de Dios. Y junto a la petición, el agradecimiento. También para perseverar en la propia vocación, que es imposible sin la fuerza de Dios”. Y por otro lado porque “la oración es imprescindible para acoger la llamada de Dios. Porque la llamada de Dios sólo puede escucharse, avivarse y reforzarse en el encuentro amoroso con el Señor por medio de la oración. El secreto de la vocación está en la relación con Dios. El resto de elementos tienen su importancia, pero sin esa relación no podrá haber una auténtica vocación cristiana, tanto en su inicio como en su desarrollo. La Iglesia no necesita gestores o especialistas, sino hombres y mujeres de Dios, que desde su donación completa al Señor sean sus testigos en el mundo”.
Un grupo de Hermanitas del Cordero con el Santo Padre
Pero, ¿cómo orar?
No falta el que objeta sobre la importancia de la oración en la promoción vocacional como si con él no fuera el tema, desentendiéndose de una visión eclesial, incluso en no pocas ocasiones desdeñándola. Sin embargo, es el propio Cristo quien nos enseña a orar y quien nos pide que oremos. La diócesis de Brooklyn apunta que “Jesús dedicaba parte del día en oración para así poder ejercer su ministerio con efectividad. Tomó su ministerio con efecto porque dedicaba tiempo a la oración. Dios le hablaba a través de Su oración y lo guiaba en el camino de la vida”.
“Con frecuencia tenemos el deseo de servir a Dios y a los demás, pero no sabemos por dónde empezar”, explica la web de la diócesis norteamericana. “Es la consolidación y la oración de todos nosotros la que sostiene y suscita las vocaciones sacerdotales y a la vida consagrada”. Podemos fomentar las vocaciones por medio de nuestro compromiso a hacer oración uniéndonos a grupos parroquiales u otras organizaciones “en donde no solo se ora por un crecimiento en las vocaciones sacerdotales, vida consagrada y por quienes necesitan discernimiento; sino también por la santificación de quienes ya fueron ordenados e hicieron su profesión de fe”. A modo de ejemplo los miembros de la «Sociedad de Oración por las Vocaciones» de la diócesis de Brooklyn ofrecen diariamente una oración por el “crecimiento de vocaciones sacerdotales y en la vida consagrada”; también diariamente una oración “para que Dios derrame Su Gracia sobre los sacerdotes y religiosos que sirven a la Diócesis”; semanalmente rezan un rosario “para un incremento a las vocaciones en nuestra Diócesis, por perseverancia en su formación al sacerdocio para los seminaristas y para los hombres y mujeres en formación dentro de las comunidades religiosas”; asisten a misa una vez al mes por las mismas intenciones; y ofrecen cualquier sufrimiento que padezca como ofrenda por un crecimiento de vocaciones.
Un grupo de novicios franciscanos
Oración individual o en grupo
La diócesis de Sevilla tiene formados más de 60 grupos en los que hay una media de 15 o 20 personas, “aunque también hay excepciones tan notorias como la de la Hermandad de la Amargura de Constantina, que cuenta con 1000 personas”, explica el seminarista Pablo Bernal, coordinador de la red. Entre ellos hay agrupaciones parroquiales, grupos de oración de madres, monasterios o hermandades, y “además contamos con un grupo de oración francés en Lyon y otro de una pastoral hispana en California”. Sus miembros reciben mensualmente una oración que puede estar redactada por un seminarista, extraída de algún santo o de la propia Escritura. Y, tal como explica Bernal, “las personas que lo desean acceden a la página web y rezan la oración que está publicada. Si bien desde el Seminario se anima a que los orantes se suscriban al envío mensual vía correo electrónico de las plegarias”.
Necesidades pastorales
Las hermanas hospitalarias tienen el necesario y muy actual carisma de “la acogida, asistencia y cuidado especializado y preferente a las personas con enfermedad mental, discapacidad psíquica y física y otras enfermedades, teniendo en cuenta las necesidades y urgencias de cada tiempo y lugar, con preferencia por los más pobres y olvidados”. Y ellas también animan a todos a la oración por las vocaciones. Desde su propia web ofrecen una semana de oración por las vocaciones, pues “con la alegría de reconocer que hemos recibido el don de la vocación, lo vivimos con gozo y deseamos que otras y otros lo compartan, sintiéndonos comprometidas en esta tarea de despertar y consolidar vocaciones, nos unimos en oración para que el Señor nos regale nuevos operarios en la viña de la Hospitalidad”.
En esa llamada a la oración no fallan instituciones que podríamos considerar fundamentales para el cumplimiento de la misión evangelizadora y activa de la Iglesia como Ayuda a la Iglesia Necesitada. Desde su página nos recuerdan que “cada día en todo el mundo, más de 660.000 mujeres dan su vida a Dios, en la oración y la entrega a los demás. Muchas de estas religiosas además están fuera de sus países, movidas por la vocación a la que han sido llamadas, o en lugares donde los conflictos armados y la pobreza han lacerado las vidas de millones de personas. Son una presencia callada, pero que sostiene la esperanza y llevan el amor de Dios allí donde más se necesita”, por eso, piden que “sostengámoslas también nosotros a ellas con oración”.
Webs vocacionales
El inmenso mundo de internet ofrece diferentes y variadas propuestas en las que los jóvenes y los no tan jóvenes pueden también encontrar respuestas a sus inquietudes de carácter vocacional. Dos ejemplos de ello son la página mivocacion.es, de la diócesis de Ávila, en España, la cual aporta recursos, oración, música y otros contenidos para ayuda al discernimiento; y la web vocacion.org, que dirige el sacerdote Miguel Segura, que atiende personalmente a cuantos acuden a él y tiene una amplia sección de preguntas y respuestas sobre temas vocacionales para quien está interesado.
Oración en familia por las vocaciones, una responsabilidad de todos
Pero… ¿qué rezar?
Una buena ayuda la ofrece la diócesis católica de Arlington, en Virginia, la cual invita a sus diocesanos a unirse al “al medio millón de católicos en las 74 parroquias y misiones de la Diócesis en oración por las vocaciones en nuestras familias, para nuestras familias”. En su web hay un apartado dedicado a las vocaciones en el que se ofrecen en español oraciones para comunidades parroquiales, asociaciones o para el uso individual. Están enfocadas a descubrir la vocación a la que cada católico está llamado: la vocación sacerdotal, a la vida consagrada o al matrimonio. Algunos de sus títulos son “Oración diaria para descubrir mi vocación”, “Oración de un esposo y esposa”, “Oración de las vocaciones para los padres”, “Oración de una madre por los sacerdotes” y “Rezando con las escrituras”, entre otros temas.
San Luis de Francia y el Carmelo.
Luis el santo, rey amado por todas las órdenes religiosas.
San Luis de Francia.
San Luis IX de Francia, rey, terciario carmelita. 25 de agosto.
Es San Luis un santo al que varias órdenes mendicantes le tienen por santo propio, tal vez sea caso único. Cuatro órdenes mendicantes y los cistercienses le contemplan como santo benefactor y casi religioso suyo. El Císter le debe, y a su madre, la construcción y dádivas de más de una abadía. Franciscanos lo tuvieron ciertamente por terciario, de hecho es patrono de la antes llamada Orden Tercera. Los dominicos y los trinitarios también le tuvieron como santo terciario, aunque los primeros hoy le han descartado, y los segundos sí que poseen su «acta de inscripción» como terciario. Pero, ¿y el Carmelo? ¿Hay alguna cercanía entre el santo rey y los carmelitas? La historia lo demuestra. San Luis entró a los carmelitas en Francia, luego de conocerlos en Chipre, y es de suponer que les ayudaría a establecerse. Pero, sabiendo como son las cosas, la leyenda carmelitana no podía dejar de adornar un poco esta relación.
Cuenta la obra “Glorias del Carmelo” que San Luis tomó el hábito de la Tercera Orden del Carmen en el mismo Monte Carmelo, cuando fue a la Conquista de Tierra Santa (conquista que por tres veces le resultó un fracaso). Navegaba el santo rey por aquellos mares cuando se levantó una tremenda tempestad, que fue empujando la nave hacia los peñascos sobre los que se alza el monasterio de la Stella Maris (que no se llamaría así hasta muchísimo después). Al llegar a la roca, la nave dio dos golpes con gran fuerza y se hundía, cuando de pronto se oyó una campana que llamaba a Maitines. El santo se levantó de la oración y preguntó al piloto que campana era aquella. Este le respondió “estamos juntos al promontorio del Monte Carmelo, y la campana es del convento de los carmelitas”.
Entonces el rey prometió a la Santísima Virgen visitar su convento con todos los de la comitiva. Y se calmó la tempestad inmediatamente. Así subió el rey y la tripulación al monasterio, donde quedó prendado al ver la solemnidad y sencillez de la oración de aquellos monjes de capa blanca y su devoción por la Madre de Dios. Decidió entonces tomar algunos religiosos y llevarlos a Francia, donde fundaron varias casas con el tiempo. A un grupo los llevó al palacio de Fontainebleau (en realidad estuvieron los trinitarios, y aún se conservan vestigios de su presencia) donde convivía con ellos como un religioso más, según los «Anales» de Juan Bautista Lezana O.Carm, en su apartado “Vitae S. Ludovici”.