«EL QUE SIRVE NO ES ESCLAVO DE LA AGENDA Y ESTÁ ABIERTO A LAS SORPRESAS DIARIAS»
El Papa a los diáconos: «No tengais miedo de ser servidores de Cristo»
«El servidor no tiene horarios. Me duele ver horarios en las parroquias»
JOSÉ MANUEL VIDAL
29 May 2016 – 10:14 CET
La humildad es una de las virtudes del diácono, que no intenta hacer el sacerdote. Es humilde
(José M. Vidal).- Celebración del Jubileo de los diáconos en la Plaza de San Pedro. Son los últimos en el escalafón, pero los primeros en el servicio. Porque eso es lo que les pide la Iglesia y el propio Papa Francisco: «Sed servidores de Cristo». Servicio constante y sin agendas, «abiertos a las sorpresas cotidianas». Un servicio coronado por la humildad, porque en la Iglesia «el más grande es el que más sirve»
Rodeado de cientos de diáconos permanentes (con su estola cruzada), Francisco celebra una solemne eucaristía.
Algunas frases de la homilía del Papa
«Servidores de Cristo»
«Apóstoles y servidores no se pueden separar. Son las dos caras de una misma medalla»
«El que anuncia a Jesus sirve y el que sirve anuncia a Jesús»
«Jesús se hizo diácono de todos»
«Otra palabra es evangelizar, misión asignada a todos crtistianos»
«Servir es el estilo con el que vivir la misión»
«Como primer paso estamos invitados a vivir la disponibilidad»
«El que sirve no es un custodio celoso de su prpio tiempo y renuncia a ser el dueño de su propia jornada. Sabe que el tiempo no lo pertenece. Es un don que recibe de Dios, para ofrecerlo a su vez»
«El que sirve no es esclavo de la agenda, disponible a lo no prgramado, dispuesto para el hermano y para lo imprevisto, a las sorpresas cotidianas de Dios»
«Servidor del que llama en cualquier horario. El servidor no tiene horarios»
«Me duele ver horarios en las parroquias. De tal a cual hora. Después, no hay puerta abierta, ni cura ni diácono…Ir más allá de los horarios. Tener esta valentía»
«El Evangelio nos muestra dos servidores: el siervo dle centurión y el propio centurión»
«Su oración es a menudo muy distinta de la nuestra: Señor, no te molestes, no soy digno…»
«La humildad es una de las virtudes del diácono, que no intenta hacer el sacerdote. Es humilde»
«Imitar a Dios sirviendo a los demás»
«En la Iglesia no es grande el que manda sino el que sirve»
«Cada uno de nosotros es muy querido por Dios»
«Un corazón sanado por Dios, que no sea cerrado ni duro»
«Pedir ser curados por Jesús, que no nos llama siervos sino amigos»
«Queridos diáconos, no tengais miedo de ser servidores de Cristo»
Texto íntegro de la homilía del Papa
«Servidor de Cristo» (Ga 1,10). Hemos escuchado esta expresión, con la que el apóstol Pablo se define cuando escribe a los Gálatas. Al comienzo de la carta, se había presentado como «apóstol» por voluntad del Señor Jesús (cf. Ga 1,1). Ambos términos, apóstol y servidor, están unidos, no pueden separarse jamás; son como dos caras de una misma moneda: quien anuncia a Jesús está llamado a servir y el que sirve anuncia a Jesús.
El Señor ha sido el primero que nos lo ha mostrado: él, la Palabra del Padre; él, que nos ha traído la buena noticia (Is 61,1); él, que es en sí mismo la buena noticia (cf. Lc 4,18), se ha hecho nuestro siervo (Flp 2,7), «no ha venido para ser servido, sino para servir» (Mc 10,45). «Se ha hecho diácono de todos», escribía un Padre de la Iglesia (San Policarpo, Ad Phil. V,2). Como ha hecho él, del mismo modo están llamados a actuar sus anunciadores. El discípulo de Jesús no puede caminar por una vía diferente a la del Maestro, sino que, si quiere anunciar, debe imitarlo, como hizo Pablo: aspirar a ser un servidor. Dicho de otro modo, si evangelizar es la misión asignada a cada cristiano en el bautismo, servir es el estilo mediante el cual se vive la misión, el único modo de ser discípulo de Jesús. Su testigo es el que hace como él: el que sirve a los hermanos y a las hermanas, sin cansarse de Cristo humilde, sin cansarse de la vida cristiana que es vida de servicio.
¿Por dónde se empieza para ser «siervos buenos y fieles» (cf. Mt 25,21)? Como primer paso, estamos invitados a vivir la disponibilidad. El siervo aprende cada día a renunciar a disponer todo para sí y a disponer de sí como quiere. Si se ejercita cada mañana en dar la vida, en pensar que todos sus días no serán suyos, sino que serán para vivirlos como una entrega de sí. En efecto, quien sirve no es un guardián celoso de su propio tiempo, sino más bien renuncia a ser el dueño de la propia jornada. Sabe que el tiempo que vive no le pertenece, sino que es un don recibido de Dios para a su vez ofrecerlo: sólo así dará verdaderamente fruto.
El que sirve no es esclavo de la agenda que establece, sino que, dócil de corazón, está disponible a lo no programado: solícito para el hermano y abierto a lo imprevisto, que nunca falta y a menudo es la sorpresa cotidiana de Dios. El siervo sabe abrir las puertas de su tiempo y de sus espacios a los que están cerca y también a los que llaman fuera de horario, a costo de interrumpir algo que le gusta o el descanso que se merece. Así, queridos diáconos, viviendo en la disponibilidad, vuestro servicio estará exento de cualquier tipo de provecho y será evangélicamente fecundo.
También el Evangelio de hoy nos habla de servicio, mostrándonos dos siervos, de los que podemos sacar enseñanzas preciosas: el siervo del centurión, que regresa curado por Jesús, y el centurión mismo, al servicio del emperador. Las palabras que este manda decir a Jesús, para que no venga hasta su casa, son sorprendentes y, a menudo, son el contrario de nuestras oraciones: «Señor, no te molestes; no soy yo quién para que entres bajo mi techo» (Lc 7,6); «por eso tampoco me creí digno de venir personalmente» (v.7); «porque yo también vivo en condición de subordinado» (v. 8).
Ante estas palabras, Jesús se queda admirado. Le asombra la gran humildad del centurión, su mansedumbre. Él, ante el problema que lo afligía, habría podido agitarse y pretender ser atendido imponiendo su autoridad; habría podido convencer con insistencia, hasta forzar a Jesús a ir a su casa. En cambio se hace pequeño, discreto, no alza la voz y no quiere molestar. Se comporta, quizás sin saberlo, según el estilo de Dios, que es «manso y humilde de corazón» (Mt 11, 29). En efecto, Dios, que es amor, llega incluso a servirnos por amor: con nosotros es paciente, comprensivo, siempre solícito y bien dispuesto, sufre por nuestros errores y busca el modo para ayudarnos y hacernos mejores. Estos son también los rasgos de mansedumbre y humildad del servicio cristiano, que es imitar a Dios en el servicio a los demás: acogerlos con amor paciente, comprenderlos sin cansarnos, hacerlos sentir acogidos, a casa, en la comunidad eclesial, donde no es más grande quien manda, sino el que sirve (cf. Lc 22,26). Así, queridos diáconos, en la mansedumbre, madurará vuestra vocación de ministros de la caridad.
Además del apóstol Pablo y el centurión, en las lecturas de hoy hay un tercer siervo, aquel que es curado por Jesús. En el relato se dice que era muy querido por su dueño y que estaba enfermo, pero no se sabe cuál era su grave enfermedad (v.2). De alguna manera, podemos reconocernos también nosotros en ese siervo. Cada uno de nosotros es muy querido por Dios, amado y elegido por él, y está llamado a servir, pero tiene sobre todo necesidad de ser sanado interiormente. Para ser capaces del servicio, se necesita la salud del corazón: un corazón restaurado por Dios, que se sienta perdonado y no sea ni cerrado ni duro. Nos hará bien rezar con confianza cada día por esto, pedir que seamos sanados por Jesús, asemejarnos a él, que «no nos llama más siervos, sino amigos» (cf. Jn 15,15). Queridos diáconos, podéis pedir cada día esta gracia en la oración, en una oración donde se presenten las fatigas, los imprevistos, los cansancios y las esperanzas: una oración verdadera, que lleve la vida al Señor y el Señor a la vida. Y cuando sirváis en la celebración eucarística, allí encontraréis la presencia de Jesús, que se os entrega, para que vosotros os deis a los demás.
Así, disponibles en la vida, mansos de corazón y en constante diálogo con Jesús, no tendréis temor de ser servidores de Cristo, de encontrar y acariciar la carne del Señor en los pobres de hoy.
Maximiliano Kolbe, Santo
Memoria Litúrgica, 14 de agosto
«No hay amor más grande que éste: dar la vida por sus amigos»
(Jn 15, 13).
Martirologio Romano: Memoria de san Maximiliano María (Raimundo) Kolbe, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores Conventuales y mártir, que fue fundador de la Milicia de María Inmaculada. Deportado a diversos lugares de cautiverio, finalmente, en el campo de exterminio de Oswiecim o Auschwitz, cerca de Cracovia, en Polonia, se ofreció a los verdugos para salvar a otro cautivo, considerando su ofrecimiento como un holocausto de caridad y un ejemplo de fidelidad para con Dios y los hombres († 1941).
Fecha de beatificación: 17 de octubre de 1971 por S.S. Pablo VI
Fecha de canonización: 10 de octubre de 1982 por S.S. Juan Pablo II
Breve Biografía
Maximiliano María Kolbe nació en Polonia el 8 de enero de 1894 en la ciudad de Zdunska Wola, que en ese entonces se hallaba ocupada por Rusia. Fue bautizado con el nombre de Raimundo en la iglesia parroquial.
A los 13 años ingresó en el Seminario de los padres franciscanos en la ciudad polaca de Lvov, la cual a su vez estaba ocupada por Austria. Fue en el seminario donde adoptó el nombre de Maximiliano. Finaliza sus estudios en Roma y en 1918 es ordenado sacerdote.
Devoto de la Inmaculada Concepción, pensaba que la Iglesia debía ser militante en su colaboración con la Gracia divina para el avance de la fe católica. Movido por esta devoción y convicción, funda en 1917 un movimiento llamado «La Milicia de la Inmaculada» cuyos miembros se consagrarían a la bienaventurada Virgen María y tendrían el objetivo de luchar mediante todos los medios moralmente válidos, por la construcción del Reino de Dios en todo el mundo. En palabras del propio San Maximiliano, el movimiento tendría: «una visión global de la vida católica bajo una nueva forma, que consiste en la unión con la Inmaculada.»
Verdadero apóstol moderno, inicia la publicación de la revista mensual «Caballero de la Inmaculada», orientada a promover el conocimiento, el amor y el servicio a la Virgen María en la tarea de convertir almas para Cristo. Con una tirada de 500 ejemplares en 1922, en 1939 alcanzaría cerca del millón de ejemplares.
En 1929 funda la primera «Ciudad de la Inmaculada» en el convento franciscano de Niepokalanów a 40 kilómetros de Varsovia, que con el paso del tiempo se convertiría en una ciudad consagrada a la Virgen y, en palabras de San Maximiliano, dedicada a «conquistar todo el mundo, todas las almas, para Cristo, para la Inmaculada, usando todos los medios lícitos, todos los descubrimientos tecnológicos, especialmente en el ámbito de las comunicaciones.»
En 1931, después de que el Papa solicitara misioneros, se ofrece como voluntario y viaja a Japón en donde funda una nueva ciudad de la Inmaculada («Mugenzai No Sono») y publica la revista «Caballero de la Inmaculada» en japonés («Seibo No Kishi»).
En 1936 regresa a Polonia como director espiritual de Niepokalanów, y tres años más tarde, en plena Guerra Mundial, es apresado junto con otros frailes y enviado a campos de concentración en Alemania y Polonia. Es liberado poco tiempo después, precisamente el día consagrado a la Inmaculada Concepción. Es hecho prisionero nuevamente en febrero de 1941 y enviado a la prisión de Pawiak, para ser después transferido al campo de concentración de Auschwitz, en donde a pesar de las terribles condiciones de vida prosiguió su ministerio.
En Auschwitz, el régimen nazi buscaba despojar a los prisioneros de toda huella de personalidad tratándolos de manera inhumana e inpersonal, como un simple número: a San Maximiliano le asignaron el 16670. A pesar de todo, durante su estancia en el campo nunca le abandonaron su generosidad y su preocupación por los demás, así como su deseo de mantener la dignidad de sus compañeros.
La noche del 3 de agosto de 1941, un prisionero de la misma sección a la que estaba asignado San Maximiliano escapa; en represalia, el comandante del campo ordena escoger a diez prisioneros al azar para ser ejecutados. Entre los hombres escogidos estaba el sargento Franciszek Gajowniczek, polaco como San Maximiliano, casado y con hijos.
San Maximiliano, que no se encontraba entre los diez prisioneros escogidos, se ofrece a morir en su lugar. El comandante del campo acepta el cambio, y San Maximiliano es condenado a morir de hambre junto con los otros nueve prisioneros. Diez días después de su condena y al encontrarlo todavía vivo, los nazis le administran una inyección letal el 14 de agosto de 1941.
Es así como San Maximiliano María Kolbe, en medio de la más terrible adversidad, dio testimonio y ejemplo de dignidad. En 1973 Pablo VI lo beatifica y en 1982 Juan Pablo II lo canoniza como Mártir de la Caridad. Juan Pablo II comenta la influencia que tuvo San Maximiliano en su vocación sacerdotal: «Surge aquí otra singular e importante dimensión de mi vocación. Los años de la ocupación alemana en Occidente y de la soviética en Oriente supusieron un enorme número de detenciones y deportaciones de sacerdotes polacos hacia los campos de concentración. Sólo en Dachau fueron internados casi tres mil. Hubo otros campos, como por ejemplo el de Auschwitz, donde ofreció la vida por Cristo el primer sacerdote canonizado después de la guerra, San Maximiliano María Kolbe, el franciscano de Niepokalanów.» (Don y Misterio).
San Maximiliano nos legó su concepción de la Iglesia militante y en febril actividad para la construcción del Reino de Dios. Actualmente siguen vivas obras inspiradas por él, tales como: los institutos religiosos de los frailes franciscanos de la Inmaculada, las hermanas franciscanas de la Inmaculada, así como otros movimientos consagrados a la Inmaculada Concepción. Pero sobretodo, San Maximiliano nos legó un maravilloso ejemplo de amor por Dios y por los demás.
Con motivo de los veinte años de la canonización del padre Maximiliano Kolbe (10 de octubre de 1982), los Frailes Menores Conventuales de Polonia abrieron el archivo de Niepokalanow (Ciudad de la Inmaculada, a 50 kilómetros de Varsovia), construido por el mismo mártir de Auschwitz. Entre los manuscritos del santo, destaca la última carta que escribió y que acaba con besos a su madre. Una carta que refleja una ternura que no aparecía en otros escritos, y que hace pensar que el sacrificio con el que ofreció la vida voluntariamente en sustitución de un condenado a muerte fue algo que maduró a lo largo de su vida. Este es el texto del escrito: «Querida madre, hacia finales de mayo llegué junto con un convoy ferroviario al campo de concentración de Auschwitz. En cuanto a mí, todo va bien, querida madre. Puedes estar tranquila por mí y por mi salud, porque el buen Dios está en todas partes y piensa con gran amor en todos y en todo. Será mejor que no me escribas antes de que yo te mande otra carta porque no sé cuánto tiempo estaré aquí. Con cordiales saludos y besos, Raimundo Kolbe».
Juan Pablo II, un año después de su elección, en Auschwitz, dijo: «Maximiliano Kobe hizo como Jesús, no sufrió la muerte sino que donó la vida». La expresión remite a unas palabras escritas por el padre Kolbe unas semanas antes de que los nazis invadieran Polonia (1 de septiembre de 1939): «Sufrir, trabajar y morir como caballeros, no con una muerte normal sino, por ejemplo, con una bala en la cabeza, sellando nuestro amor a la Inmaculada, derramando como auténtico caballero la propia sangre hasta la última gota, para apresurar la conquista del mundo entero para Ella. No conozco nada más sublime».
Los radioaficionados lo consideran su santo patrón, ya que San Maximiliano durante 30 años estuvo activo con el indicativo SP3RN.
La gente más curiosa de este mundo
Santo Evangelio según san Mateo 19, 13-15. Sábado XIX del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, creo verdaderamente que Tú puedes saciar aquel núcleo de mi corazón en donde nadie puede entrar. No habrá riqueza, objeto o persona que pueda saciar ese deseo de eternidad que experimento. Quiero ser feliz eternamente y amarte libremente.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 19, 13-15
En aquel tiempo, le presentaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y orase por ellos. Los discípulos regañaron a la gente; pero Jesús les dijo: “Dejen a los niños y no les impidan que se acerquen a mí, porque de los que son como ellos es el Reino de los cielos”. Después les impuso las manos y continuó su camino.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Tantas veces los niños pueden parecerme las personas más curiosas de este mundo. No saben nada de la vida, diría uno. No tienen ninguna utilidad, diría otro. No producen, no generan, no instruyen, no hablan lenguas, no trabajan. Ser como niños, ¿qué beneficio traería eso?
Confieso que muchas veces he podido sorprenderme a mí mismo con estos pensamientos en la cabeza. Quizá el hombre se vuelve demasiado pragmático en un mundo que le exige simplemente resultados, resultados, resultados. Puedes maravillarte, puedes reír, pero que todo sea con un fin concreto y útil.
¿De verdad los niños no saben nada de la vida?, ¿no enseñan, no producen, no instruyen? Mira hacia el cielo, invita a una persona a mirar las estrellas. ¿Se maravillaría? Puede ser. O quizá también pueda simplemente decirte que «eso» es el espacio, que hay «tantas» estrellas y «tantas galaxias», que todo está medido y que todo estará por conocerse algún día. En otras palabras, «dado que creo conocerlo todo, no tengo por qué maravillarme». Es una lástima…
Señor, Tú sabías y escondías más de lo que me decías y me dices en este Evangelio. Yo sí quiero renovar mi corazón, quiero hacer la experiencia que ya ni siquiera puedo traer a mi memoria. Un día yo también fui niño, fui niña y me sabía maravillar de tantas cosas. Me sabía maravillar de tu obra, sabía confiar en los demás, sabía reír, sabía jugar. Sabía que no todo está dirigido a esta vida, sino que hay cosas que construyen también para la otra.
Ojalá que cuando las personas me vean, no me importe si a mí también me consideran entre las personas más curiosas de este mundo.
«El niño es precisamente aquel que no tiene nada que dar y todo que recibir. Es frágil, depende del papá y de la mamá. Quien se hace pequeño como un niño se hace pobre de sí mismo, pero rico de Dios. Los niños, que no tienen problemas para comprender a Dios, tienen mucho que enseñarnos: nos dicen que él realiza cosas grandes en quien no le ofrece resistencia, en quien es simple y sincero, sin dobleces. Nos lo muestra el Evangelio, donde se realizan grandes maravillas con pequeñas cosas: con unos pocos panes y dos peces, con un grano de mostaza, con un grano de trigo que cae en tierra y muere, con un solo vaso de agua ofrecido, con dos pequeñas monedas de una viuda pobre, con la humildad de María, la esclava del Señor». (Homilía de S.S. Francisco, 1 de octubre de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Trataré de encontrar un día de descanso lejos de la televisión, el internet o todo aquello que pueda tener mi mente ocupada y buscaré algún lugar en el que pueda simplemente contemplar y maravillarme del gran amor que me ofreces, Señor, y, de ese modo, «ablandar» un poco más mi corazón.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Jesús y la amistad
Para ser amigos de Jesús no es suficiente un amor de sentimientos, de emociones. Hay que amar a Jesús con un amor de entrega, de fidelidad. Con un amor hecho obras.
¿Qué hombre o mujer no ha hecho en su vida la experiencia de la amistad? La amistad es una experiencia humana hermosa, enriquecedora, humanizante y digna de los mayores elogios. Si Cristo fue verdadero hombre, ¿acaso se quiso privar en su vida de esta noble experiencia?
La amistad es un valor entre los humanos y uno de los dones más altos de Dios. El mismo Dios se presenta como amigo de los hombres: un pacto de amistad sella con Abraham, con Moisés, con los profetas. Al enviar a Cristo se mostró como amigo de los hombres. Por los Evangelios sabemos que Jesús dio a esta amistad de Dios un rostro de carne viniendo a ser amigo de los hombres. Pero tuvo, evidentemente, amigos especiales e hizo la experiencia gratificante de la amistad, por ser verdadero hombre.
¿Qué es la amistad?
El mundo en que vivimos está menesteroso de amistad. Hemos avanzado tanto en tantas cosas, vivimos tan deprisa y tan ocupados, que, al fin, nos olvidamos de lo más importante. El ruido y la velocidad se están comiendo el diálogo entre los humanos y cada vez tenemos más conocidos y menos amigos.
El filósofo griego Sócrates aseguraba que prefería un amigo a todos los tesoros del rey Darío. Para el poeta latino Horacio, un amigo era la mitad de su alma. San Agustín no vacilaba en afirmar que lo único que nos puede consolar en esta sociedad humana tan llena de trabajos y errores es la fe no fingida y el amor que se profesan unos a otros los verdaderos amigos. El ensayista español Ortega y Gasset escribía que una amistad delicadamente cincelada, cuidada como se cuida una obra de arte, es la cima del universo. Y el propio Cristo, ¿no usó, como supremo piropo y expresión de su cariño a sus apóstoles, el que eran sus amigos porque todo lo que ha oído a su Padre se lo dio a conocer?
Pero la amistad, al mismo tiempo que importante y maravillosa, es algo difícil, raro y delicado. Difícil, porque no es una moneda que se encuentra por la calle y hay que buscarla tan apasionadamente como un tesoro. Rara porque no abunda: se pueden tener muchos compañeros, abundantes camaradas, pero nunca pueden ser muchos los amigos. Y delicada porque precisa de determinados ambientes para nacer, especiales cuidados para ser cultivada, minuciosas atenciones para que crezca y nunca se degrade.
¿Qué es la amistad? ¿Simple simpatía, compañerismo, camaradería? La amistad es una de las más altas facetas del amor. Aristóteles definía la amistad como querer y procurar el bien del amigo por el amigo mismo. Laín Entralgo la definía así: «La comunicación llena de amor entre dos personas, en la cual, para el bien mutuo de éstas, se realiza y perfecciona la naturaleza humana».
Por tanto, en la amistad el uno y el otro dan lo que tienen, lo que hacen y, sobre todo, lo que son. Esto supone la renuncia a dos egoísmos y la suma de dos generosidades. Supone, además, un doble respeto a la libertad del otro. La amistad verdadera consiste en dejar que el amigo sea lo que él es y quiere ser, ayudándole delicadamente a que sea lo que debe ser.
Seis pilares sostienen la verdadera amistad, según Martín Descalzo en su libro “Razones para el amor”:
El respeto a lo que el amigo es y como el amigo es.
La franqueza, que está a media distancia entre la simple confianza y el absurdo descaro. Franqueza como confidencia o intimidad espiritual compartida.
La generosidad como don de sí, no como compra del amigo con regalos.
Aceptación de fallos.
Imaginación, para superar el aburrimiento y hacer fecunda la amistad.
La apertura.
¿Qué se experimenta cuando se pierde un amigo? Dejo que hable san Agustín, cuando murió su amigo íntimo:
«Suspiraba, lloraba, me conturbaba y no hallaba descanso ni consejo. Llevaba yo el alma rota y ensangrentada, como rebelándose de ir dentro de mí, y no hallaba dónde ponerla. Ni en los bosques amenos, ni en los juegos y los cantos, ni en los lugares aromáticos, ni en los banquetes espléndidos, ni en los deleites del lecho y del hogar, ni siquiera en los libros y en los versos descansaba yo. Todo me causaba horror, hasta la misma luz; y todo cuanto no era lo que él era, aparte el gemir y el llorar, porque sólo en esto encontraba algún descanso, me parecía insoportable y odioso».
Termino este apartado con una cita bíblica: «Un amigo fiel es poderoso protector; el que lo encuentra halla un tesoro. Nada vale tanto como un amigo fiel; su precio es incalculable» (Si 6, 14-17).
Jesús experimentó la amistad
Es verdad que Jesús ama a todos por igual, sin condicionamientos sociales, económicos o nacionales. Incluso ama a sus enemigos. Y los ama hasta la muerte.
Y su amor por todos los hombres no es un amor de sentimiento pasajero ni de expresiones exteriores tiernas y afectadas. Su amor es de caridad, que encierra estas características ricas y valiosas:
Se dirige hacia los demás con un corazón abierto, sin aislarse o evadir el trato; va al encuentro de todos los que ama (cf Mt 11, 28).
Cura, consuela, perdona, da de comer, procura hacer descansar a sus íntimos.
Se compadece de quien está necesitado (cf Mt 9, 36).
No discute con sus amigos; los corrige, pero no choca con disputas hirientes (cf Mt 20, 20-28).
Se alegra con ellos en sus momentos felices (cf Lc 10, 21).
Rechaza sus intenciones desviadas (cf Mt 16, 23).
No desea nada de los hombres; no busca dar para recibir. Y cuando una vez busca consuelo en la agonía, no lo encuentra (cf Mt 26, 40).
Se siente incomprendido por ellos, pero era parte de su cruz, pues aún no había venido el Espíritu Santo que les hiciera comprender todo (cf Jn 12, 24).
Los ama sobrenaturalmente, no por sus cualidades humanas (cf Jn 13, 14).
Pero también mantiene una distancia entre sus amigos y Él, pues su mundo está mucho más allá del de ellos (cf Jn 2, 25).
¿Ha habido hombre alguno en la tierra que haya amado a los hombres como Jesús?
Es verdad esto que acabamos de decir: Jesús ama a todos los hombres, y los considera como amigos. Pero también es verdad que tuvo amigos especiales. Abramos el Evangelio.
Tiene una especial relación con Juan, el discípulo amado. En esta amistad descubrimos que Jesús compartió con alguien, en modo especial, sus experiencias interiores y reservadas. Amistad íntima. Manifestación de esta amistad íntima es el Evangelio que Juan escribió. En él se oye palpitar el Corazón de Jesús; ahí descubrimos la profundidad de Dios. Por eso, a Juan se le representa como a un águila, porque voló alto, hasta el cenit de Dios.
También tuvo especial relación con tres apóstoles: Pedro, Santiago y Juan.. En esta amistad descubrimos que busca la compañía para compartir momentos especiales, sean felices, como en la transfiguración, o tristes, como en Getsemaní. Amistad compartida.
¿Quién no recuerda la especial relación con los tres hermanos de Betania, Lázaro, Marta y María? En ellos descubrimos la amistad de Jesús que corresponde con la misma medida que se le ofrece. Amistad agradecida. Betania era uno de esos rincones donde Jesús descansaba y donde abría su corazón de amigo. Allí, Cristo tenía siempre la puerta abierta, tenía la llave de entrada; se sentía a gusto entre gente querida y que le estimaba.
Cristo tuvo amigos, claro que sí. No hubiera sido totalmente hombre si le hubiera faltado esta faceta humanísima. Tuvo amigos en todas las clases sociales y en todas las profesiones. Desde personas de gran prestigio social, como Nicodemo o José de Arimatea, hasta mendigos, como Bartimeo. En la mayor parte de las ciudades y aldeas encontraba gentes que le querían y que se sentían correspondidas por el Maestro; amigos que no siempre el Evangelio menciona por sus nombres, pero cuya existencia se deja entrever.
¿De qué serviría la prosperidad, diría el orador latino Cicerón, si uno no la comparte con los amigos? ¿Cómo se soportaría una adversidad y una prueba sin alguien que estuviera a nuestro lado y que sufra y comparta con nosotros ese contratiempo? ¿A quién hablar de los anhelos del corazón, si no es al amigo que sintoniza en todo con nosotros? Cito a san Ambrosio: «Ciertamente consuela mucho en esta vida tener un amigo a quien abrir el corazón, desvelar la propia intimidad y manifestar las penas del alma; alivia mucho tener un amigo fiel que se alegre contigo en la prosperidad, comparta tu dolor en la adversidad y te sostenga en los momentos difíciles» (San Ambrosio, Sobre los oficios de los ministros, 3, 134).
Jesús, pues, tuvo tiempo para la amistad y el descanso. Como hombre que era se cansaría de sus fatigas y correrías apostólicas. Le llegarían al alma los desprecios, las indiferencias, las calumnias de quienes no le amaban. Al mismo tiempo, Él necesitaba expandir su corazón, sus secretos, sus ilusiones. «Dejaba escapar toda la suavidad de su corazón; abría su alma por entero y de ella se esparcía como vapor invisible el más delicado perfume, el perfume de un alma hermosa, de un corazón generoso y noble» (San Bernardo, Comentario al Cantar de los Cantares, 31, 7).
Requisitos para ser amigos de Cristo
Habría que preguntarnos qué requisitos se necesitan para entrar en el círculo de amigos de Jesús.
Jesucristo nos contesta en el Evangelio: «Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que os mando» (Jn 15, 14). Y lo que nos ha mandado Jesús es amarnos unos a otros, como Él nos ha amado. Él nos ha mandado rezar y vigilar. Él nos ha mandado ser mansos y humildes de corazón. Él nos ha mandado ser santos como su Padre celestial es santo. Él nos ha mandado cargar con su yugo. Y así podríamos seguir con todo el Evangelio. Ahí tenemos lo que Jesús nos ha mandado. Si lo cumplimos, seremos sus amigos.
Por tanto, para ser amigos de Jesús no es suficiente un amor de sentimientos, de emociones. Hay que amar a Jesús con un amor de entrega, de sacrificio, de fidelidad. Con un amor hecho obras. Obras son amores y no buenas razones.
Jesús no quiere amigos de conveniencia, que sólo están con Él hasta el partir el pan, pero que le dejan solo y huyen cuando se aproxima la sombra de la cruz. Jesús no quiere amigos que se aprovechen de Él para conseguir los mejores puestos en el cielo.
Jesús quiere amigos humildes, pacíficos, de alma pura y libre de ataduras sensuales. Sólo a éstos acercará Jesús a su divino corazón.
A todos hay que amar por Jesús. Y a Jesús hay que amarlo por sí mismo. Sólo a Jesucristo se le debe amor total, porque está probado que Él es el único amigo totalmente bueno, totalmente leal.
CONCLUSIÓN
Sin Jesús, ¿qué podrá darnos el mundo? Vida sin amistad con Jesús es infierno horroroso. Vida en amorosa amistad con Jesucristo es un paraíso lleno de delicias. «Si Jesús está contigo, no podrá dañarte ni derrotarte ningún enemigo espiritual. Quien halla a Jesús, a su amistad y enseñanzas, halla el más rico tesoro. El mejor de todos los bienes. Pero quien pierde a Jesús y a su amistad, sufre la más terrible e inmensa pérdida. Pierde más que si perdiera el universo entero. La persona que vive en buena amistad con Jesús es riquísima. Pero la que no vive en amistad con Jesús es paupérrima y miserable. El saber vivir en buena amistad con Jesús es una verdadera ciencia y un gran arte. Si eres humilde y pacífico, Jesús estará contigo. Si eres piadoso y paciente, Jesús vivirá contigo… Fácilmente puedes hacer que Jesús se retire, y ahuyentarlo, y perder su gracia y amistad, si te dedicas a dar gusto a tu sensualidad y a darle importancia exageradamente a lo que es material y terreno»(Kempis, Imitación de Cristo, II, 8).
Martínez Somalo «amó a la Iglesia con inteligencia y bondad»
Toda una vida transcurrida «al servicio del Papa, de la Santa Sede y de la Iglesia universal».
Toda una vida transcurrida «al servicio del Papa, de la Santa Sede y de la Iglesia universal». El cardenal Eduardo Martínez Somalo -fallecido el 10 de agosto a los 94 años de edad- tuvo una «vida laboriosa y larga», marcada por «varias tareas importantes» que le fueron encomendadas «por la confianza de los Pontífices» y que siempre realizó con espíritu de servicio, en «plena fidelidad al Papa y generosa dedicación por el bien de la Iglesia y la salvación de las almas».
Así lo subrayó el cardenal Giovanni Battista Re, decano del Colegio Cardenalicio, durante el funeral del cardenal español celebrado el viernes 13 de agosto por la mañana en el altar de la Cátedra de la Basílica Vaticana.
Al destacar los rasgos de su carácter y personalidad, el Cardenal Re recordó a Martínez Somalo como un «hombre pacífico por temperamento, bondadoso y acogedor, dotado de una aguda inteligencia para captar el núcleo de los problemas y de una gran capacidad para evaluar a las personas y los acontecimientos». Se «entregó mucho a la Iglesia y colaboró con siete pontífices romanos, a los que amaba y con los que siempre actuó en estrecha unidad.
En su homilía, el Decano del Colegio Cardenalicio hizo un recorrido por las principales etapas de la vida del cardenal, nacido en 1927 en la localidad española de Baños de Río Tobía, ordenado sacerdote en 1954 y trasladado unos meses después a Roma para asistir a la Pontificia Academia Eclesiástica. En 1956, Martínez Somalo entró en el «papel diplomático de la Santa Sede», comenzando su servicio en la Secretaría de Estado en la sección de lengua española -de la que llegó a ser jefe unos años más tarde- y trabajando al mismo tiempo como profesor de español en la misma Academia Eclesiástica.
A principios de 1970 fue nombrado consejero de la Delegación Apostólica en Gran Bretaña; pero -recuerda Re- su «alejamiento de Roma duró sólo unos meses, porque en octubre de ese año fue llamado de nuevo al Vaticano como asesor de la Secretaría de Estado», convirtiéndose así en colaborador directo del entonces sustituto, el arzobispo Giovanni Benelli. En 1975, Pablo VI lo nombró nuncio apostólico en Colombia, elevándolo a la dignidad de arzobispo. Había elegido como lema episcopal «Caritas et veritas»: dos palabras -señaló el cardenal decano- que «le han guiado durante toda su vida y han dirigido su obra».
En mayo de 1979, Juan Pablo II «quiso que fuera su estrecho colaborador y lo nombró sustituto de la Secretaría de Estado, cargo que ocupó durante nueve años con gran sintonía de pensamiento y acción con el Papa, procurando llevar a cabo sus indicaciones y proyectos apostólicos». El cardenal Re recordó, en particular, que tras el atentado contra el Papa Wojty?a el 13 de mayo de 1981, el sustituto Martínez Somalo de la oficina de la Secretaría de Estado «se dirigió inmediatamente al Hospital Gemelli y permaneció allí hasta que el Papa se despertó tras la larga operación». En los días siguientes «pasó una hora diaria con el Papa».
Durante el período en que fue sustituto «no aceptó otros compromisos para estar completamente a disposición del Santo Padre, con espíritu de servicio y con el deseo de estar cerca de él y de ayudarle». Pero en los años anteriores -subrayó el decano- también llevó a cabo «siempre y con entusiasmo un intenso ministerio pastoral, dedicándose de manera particular al mundo del sufrimiento y encontrando tiempo a pesar de sus pesados compromisos de oficina».
En 1988 fue nombrado prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos y recibió la púrpura cardenalicia. Cuatro años más tarde fue nombrado jefe del Departamento de Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica.
El cardenal Re destacó la «gran confianza» que depositó en él Juan Pablo II, hasta el punto de que lo envió como representante en numerosos eventos eclesiales internacionales, y luego le confió el cargo de camarlengo de la Santa Iglesia Romana. Así, «desde el momento del fallecimiento del difunto Juan Pablo II y mientras duró la Sede vacante, desempeñó su delicada función con gran competencia y sabiduría», adhiriéndose fielmente a las disposiciones de la constitución apostólica Universi Dominici Gregis.
Sin embargo, a partir de los 85 años, «la energía que le caracterizaba empezó a decaer y ya no le permitía ni siquiera salir de casa». Pero «en su casa seguía los acontecimientos de la Iglesia con lucidez y participación», llevando «una vida regular y alegre, gracias a la atenta y válida asistencia de las Hermanas Misioneras de Jesús Sacerdote Eterno, que le prestaban un servicio verdaderamente grande y que asistían a su misa por la mañana y también rezaban con él largamente durante el día».
Asimismo, el cardenal decano aseguró que cuando lo visitaba, se admiraba de su serenidad, tranquilidad y abandono confiado en Dios. Al final de sus conversaciones, el purpurado repetía a menudo una jaculatoria: «Confío en Ti, Jesús, porque lo puedes todo; confío en Ti porque lo sabes todo; confío en Ti, Jesús, porque me amas a pesar de todo». Y subrayaba especialmente la expresión «a pesar de todo».
Hace unos tres meses, recordó Re, «la situación clínica» empezó a empeorar, hasta el punto de que tuvo que ser hospitalizado durante unos diez días. Luego regresó a su casa en el Vaticano, donde recibió «toda la asistencia y los cuidados necesarios». El Papa Francisco «lo visitó y le llevó su consuelo y bendición hace una semana». Por su parte, el cardenal aceptó «su lenta pero inexorable decadencia con pleno abandono a la voluntad de Dios, sostenido y reanimado por la gran esperanza cristiana», expresando «palabras de gratitud a sus hermanas y a quienes generosamente hicieron lo posible por asistirlo».
El decano del Colegio Cardenalicio concluyó que el «testimonio de amor a Cristo» y el «arraigado sensus Ecclesiae» que deja el cardenal Martínez Somalo son «una herencia que hay que conservar». De ahí la esperanza de que «en el cielo Dios le conceda la alegría y la paz que se ha ganado con su alegre e incansable dedicación al servicio del Papa y de la Iglesia».
El mindfulness, la nueva moda en la meditación: ¿es compatible o un peligro para los católicos?
El mindfulness o atención plena se ha convertido en una de las técnicas de meditación de moda
Por: Javier Lozano | Fuente: Religión en Libertad
El «mindfulness» o «atención plena» es la última gran moda de la “meditación oriental” y de la New Age que hace furor en Occidente. Esta técnica de origen budista, aunque se intente esconder su connotación religiosa, lleva años despertando un gran interés. Altos ejecutivos, estrellas de Hollywood, profesores, psicólogos y hasta médicos lo recomiendan o utilizan habitualmente dándoles gran visibilidad.
Cientos de manuales y libros sobre el tema se han publicado durante estos últimos años a la vez que se han multiplicado los congresos, retiros y charlas sobre el mindfulness, ya sea como complemento a la oración o como forma de sobrellevar la ansiedad o el estrés.. Incluso en el seno de la Iglesia se ha extendido y estas técnicas se pueden encontrar en casas de retiros y como asignatura en colegios católicos.
Un libro para poner en guardia a los católicos
Pero, ¿qué es en realidad la “atención plena”? ¿Es compatible con el catolicismo o sin embargo puede ser dañino para los católicos? Para responder a estas preguntas y arrojar luz ante la confusión que se pueda generar entre los fieles, Susan Brinkmann ha publicado un libro al respecto, A Catholic Guide to Mindfulness, en el que advierte de los peligros de esta última moda de meditación oriental mientras ofrece a los católicos la oración y la adoración como una alternativa profunda y enraizada en la tradición de la Iglesia.
La autora, que durante mucho tiempo fue feminista y seguidora de la Nueva Era, es ahora miembro de la orden terciaria carmelita, escritora y apologeta. Tras haber buscado la verdad en muchos sitios equivocados, ahora pretende ayudar a muchos que como ella antes buscaban la felicidad pero sin saber dónde.
En sendas entrevistas en Catholic World Report y National Catholic Register, Susan explica en qué consiste, las razones del éxito rotundo que está teniendo, los riesgos que entraña para los católicos pero también para el resto de asiduos a ella y además ofrece a los miembros de la Iglesia una alternativa cristiana a esta técnica oriental.
Una confusión que puede acabar en «desastre espiritual»
Brinkmann afirma que decidió escribir este libro por su preocupación por la cantidad de católicos que intentan “integrar prácticas de meditación de atención plena en sus vidas espirituales o de oración”. En su opinión, muchos llegan a esta situación “al creer que no es una ‘práctica budista’ sino una forma de enfocarse en el ‘aquí y ahora’”.
Sin embargo, cuando se hace la “meditación espacial”, el “escaneo del cuerpo” u otras técnicas de mindfulness, “nos estamos aventurando en el ámbito de las prácticas budistas”. A tenor de su experiencia, “muchos católicos pueden comenzar tratando de mantener estas prácticas separadas pero existe una confusión con respecto a la meditación oriental y cómo difiere de la meditación occidental (uno es un es un ejercicio mental, el otro es un diálogo con Dios), y es por eso que muchos están combinando inadvertidamente los dos, y esto a menudo puede resultar un desastre espiritual, incluso hasta el punto de requerir exorcismos en algunos casos”.
Una técnica que proviene del budismo
El mindfulness es en definitiva un movimiento psicoespiritual dirigido principalmente por psicólogos, aunque el abanico es ahora mucho más amplio, “que han adaptado una antigua práctica budista de meditación como un medio para ayudar a las personas que sufren una variedad de problemas de salud mental” como el estrés o la ansiedad, aunque ya se utiliza para conseguir paz y relajación.
Pero concretamente, esta técnica de origen budista representa el séptimo paso en el Noble Camino Óctuple, que los budistas consideran como parte del proceso para alcanzar el Nirvana. Fue introducido en la medicina y terapias occidentales por el biomédico Jon Kabat-Zinn.
Tres explicaciones de su auge
Según la autora, son varios los motivos que explican el éxito de esta técnica. En un mundo secularizado que ha abandonado y relegado los valores judeo-cristianos, “muchas personas están abandonando la religión convencional y están alimentando el hambre espiritual con otras prácticas, que van desde una variedad de filosofías no cristianas y de la Nueva Era hasta el ocultismo”.
En segundo lugar, Brinkmann señala la “necesidad de escapar de las presiones de la vida moderna como otra razón por la cual las personas se sienten atraídas por las prácticas de meditación orientales. Inducen estados alterados de conciencia a través del uso de técnicas diseñadas para vacías o administrar la mente. Esto les da a las personas un falso respiro de sus preocupaciones. Y en una época en la que estamos sufriendo niveles récord de depresión y ansiedad, ¿quién no querría escapar de sus problemas por lo menos durante un tiempo? ¡Por supuesto, que esto es atractivo!”.
Pero además, apunta un aspecto más sobre el auge del mindfulness. Se puede ganar mucho dinero a través de las “modas psicoespirituales” como esta. “Hemos visto el mismo patrón en el pasado con el reiki. Una vez que estas modas se vuelven de interés común, muchos buscan explotarlas para obtener ganancias”.
Ejemplos de cómo puede dividir una familia católica
En el libro cuenta ejemplos de esta confusión que puede generar en matrimonios católicos. En un caso concreto y real, el esposo practicaba dos veces al día una de estas técnicas de mindfulness para poder sobrellevar el estrés laboral. Hasta ese momento, la familia rezaba todas las noches junta el Rosario pero decidió que no seguiría rezándolo y que seguiría con su meditación porque le parecía más relajante.
“Aunque ninguno de nosotros debería rezar sólo por relajación, sino para conversar con Dios, esto muestra lo fácilmente que la gente, en diferentes etapas de su vida espiritual, puede confundirse, sin siquiera darse cuenta, y así ser alejada de Dios en lugar de acercarse a Él”, afirma la autora de este libro.
«Direcciones opuestas»
Y es que insiste en que aunque disfrazado, esta nueva moda proviene del budismo y no es compatible con el catolicismo porque sus fines son diferentes. “Cuando uno entiende bien las intenciones de la oración cristiana y la atención plena está claro que, en su raíz, apuntan en direcciones opuestas”, afirma en el prólogo Anthony E. Clark, profesor de Historia Oriental.
Por ello, cree que la razón por la cual tantos católicos utilizan técnicas de meditación oriental en su vida es “porque sinceramente no entienden de qué se trata la oración cristiana”.
“Los cristianos creen que el sufrimiento nos acerca a Dios y nos une con nuestro Señor sufriente. Los budistas creen que el sufrimiento es algo de lo que se puede escapar”, asegura.
Los católicos «no» deberían involucrarse en estas técnicas
Pero además, insiste en que el mayor problema es que técnicas como el mindfulness “son diametralmente opuestas a la concepción cristiana de la oración, que es ‘elevar el corazón y la mente a Dios’. La meditación budista se centra en el yo, mientras que la meditación cristiana se centra en Dios”.
Por todo ello, la autora considera que “los católicos no deberían involucrarse en esto, incluso cuando lo recomiende un médico, porque demasiados estudios han demostrado que es dañino”.
Los efectos secundarios de los que no se habla
Durante mucho estas técnicas han tenido buena prensa y estudios favorables. Pero en 2014, investigadores de la Universidad Johns Hopkins revisaron 19.000 estudios sobre mindfulness con los que se popularizó y avaló esta práctica. Del total, sólo 47 cumplían los criterios básicos de un estudio científico serio.
De este pequeño número que pasó el corte, sólo encontraron un pequeño efecto de este técnica en la reducción de los síntomas emocionales y ninguna evidencia de que fueran mejores que otros tratamientos.
Sin embargo, no se ha hablado de los efectos secundarios que pueden producir tanto psicológicos como físicos y de los que también alerta en España la publicación Redacción Médica como desde hipersensibilidad a la luz y al sonido a insomnio, movimientos involuntarios del cuerpo. También hubo reacciones de pánico, miedo y ansiedad. Estas reacciones inesperadas se podían mantener durante días, semanas y hasta décadas.
¿Por qué es importante la Asunción de María?
El Papa Francisco presidió el rezo del Ángelus en la solemnidad de la Asunción de María.
El Papa Francisco presidió el rezo del Ángelus en la solemnidad de la Asunción de María, y explicó la importancia de este día.
“La asunción en cielo, en alma y en cuerpo es un privilegio divino dado a la Santa Madre de Dios por su particular unión con Jesús. Se trata de una unión corporal y espiritual, iniciada desde la Anunciación y madurada en toda la vida de María a través de su participación singular al misterio del Hijo”.
Francisco explicó que “la existencia de la Virgen se ha desarrollado como la de una mujer común de su tiempo: oraba, gestionaba la familia y la casa, frecuentaba la sinagoga… pero cada acción diaria la hacía siempre en unión total con Jesús”.
El Papa añadió que en el Calvario “esta unión ha alcanzado el pináculo del amor, en la compasión y en el sufrimiento del corazón”. “Por eso Dios le ha donado una participación llena en la resurrección de Jesús”.
“El cuerpo de la Madre ha sido preservado de la corrupción, como el del Hijo”, añadió.
El Obispo de Roma dijo que este día la Iglesia “invita a contemplar este misterio que nos muestra que Dios quiere salvar al hombre por completo, alma y cuerpo”.
“La asunción de María, criatura humana, nos da la confirmación de nuestro destino glorioso”. “La resurrección de la carne es un elemento propio de la revelación cristiana, una piedra angular de nuestra fe”, añadió.
“La realidad estupenda de la Asunción de María manifiesta y confirma la unidad de la persona humana y nos recuerda que estamos llamados a servir y glorificar a Dios con todo nuestro ser, alma y cuerpo”.
El Papa comentó que “servir a Dios solo con el cuerpo sería una acción de esclavos; servirlo solo con el alma estaría en contraste con nuestra naturaleza humana”.
Francisco indicó que “nuestro destino, en el día de la resurrección, será similar al de nuestra Madre celeste”.
Siguiendo las huellas de san Maximiliano Kolbe en Roma
Maria Paola Daud – publicado el 14/08/21
El santo polaco fundó la Milicia de la Inmaculada mientras estudiaba en la ciudad Eterna
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San Maximiliano María Kolbe es uno de los grandes santos del siglo XX. Nació en Polonia el 8 de enero de 1894 en la ciudad de Zdunska Wola (Pabiance), que en ese entonces se hallaba ocupada por Rusia.
Bautizado con el nombre de Raimundo, Kolbe pasó toda su infancia en Polonia, y allí sintió los primeros signos de una vocación religiosa y sacerdotal.
Entró en la Orden Franciscana, el 4 de septiembre de 1910 inició el noviciado con el nombre de fray Maximiliano; y el 5 de septiembre de 1911 hizo la profesión simple, para luego continuar su formación en Roma.
Es aquí donde, siguiendo sus pasos, realizaremos por decir así una peregrinación kolbiana en Roma, con seis etapas. Comenzamos:
Primera Etapa
Empezamos nuestro peregrinaje encontrando al joven estudiante Maximiliano en el actual Convento que lleva hoy su nombre; y que antiguamente era el «Colegio internacional y Facultad Teológica San Buenaventura».
Aquí es donde el santo se formó siguiendo las virtudes religiosas que ya le revelaban un hijo digno y ejemplar del padre San Francisco, y donde fundó la Milicia de la Inmaculada junto a seis compañeros frailes.
En este lugar se conservan algunas reliquias del santo.
Segunda Etapa
Nuestra segunda parada nos lleva a una basílica muy importante en Roma, Sant’Andrea della Valle, actualmente sede de la curia general de la Orden de los teatinos.
En este lugar Maximiliano fue ordenado sacerdote el 28 de abril de 1918.
Tercera Etapa
Al día siguiente de su ordenación, celebró la misa en el Santuario Basílica de Sant´Andrea delle Fratte, en el altar que conmemora la aparición de la Virgen Inmaculada al hebreo Alfonso de Ratisbona.
Actualmente podemos ver en la capilla dedicada a la Virgen del Milagro, a un lado el busto de Alfonso de Ratisbona y al otro lado el busto de Maximiliano Kolbe.
Cuarta Etapa
La cuarta y última parada es en la Basílica de los Santos Apóstoles, donde se encuentra la curia general de Orden de Frailes Menores Conventuales, aquí se encuentra una sala dedicada a san Maximiliano Kolbe.
Un itinerario más bien corto en la Ciudad Eterna, al paso de un santo al que muchos conocen por su muerte “heroica” en Auschwitz. A través de este itinerario, podremos no sólo saber un poco más de su vida, su juventud, sino sobre todo podremos contagiarnos de su gran amor y pasión a la Virgen María, tanto de ser conocido como “el loco de la Inmaculada”.