Texto del Libro – El diario de Santa Faustina:

Y cuando descansé junto a su dulcísimo Corazón, le dije: Jesús, tengo tantas cosas que decirte. Y el Señor me dijo con gran dulzura: Habla, hija mía. Y empecé a expresar los sufrimientos de mi corazón, a saber: que me preocupa mucho toda la humanidad, que no todos y te conocen, no te aman como mereces ser amado. Además veo que los pecadores te ofenden terriblemente y veo también la gran opresión y persecución de los fieles, especialmente de tus siervos y más aún veo muchas almas que se precipitan ciegamente en el terrible abismo infernal. Ves, oh Jesús, éste es el dolor que penetra en mi corazón y mis huesos, y aunque me haces el don de tu amor singular, e inundas mi corazón con los torrentes de tu alegría, esto no atenúa los sufrimientos que acabo de mencionarte, sino que más bien penetran mi pobre corazón de modo más vivo. Oh, qué ardiente es mi deseo de que toda la humanidad vuelva con confianza a tu misericordia; entonces, tendrá alivió mi corazón viendo la gloria de Tu nombre. Jesús escuchó este desahogo de mi corazón con atención e interés, como si no supiera nada y casi escondiendo ante mí el conocimiento de aquellas cosas, así yo me sentía más libre en hablar. Y el Señor me dijo: Hija Mía, Me son agradables las palabras de tu corazón y por el rezo de esta coronilla acercas a Mí la humanidad. Después de estas palabras me encontré sola, pero la presencia de Dios está siempre en mi alma.

Reflexión: Corazón

En este día en el diario de Santa Faustina, la Misericordia en mi alma, nos lleva a meditar sobre el corazón porque el Señor le dice: Me son agradables las palabras de tu corazón. Del libro de los proverbios: Guarda tu corazón más que toda otra cosa, porque de él brotan los manantiales de la vida. El Señor señala: ¡Con qué cuidado hemos de guardar el corazón! Porque de él procede la vida, procede la alegría, la paz, procede la capacidad de amar y la de hacer apostolado. El Señor nos dice: Los limpios de corazón verán a Dios. Si está limpio el corazón sabemos reconocer a Cristo en la intimidad de la oración. Un corazón limpio con la ayuda de la gracia, habita el Espíritu Santo concediéndonos gracias. El Señor da siempre su gracia para conservar el corazón intacto para él. Nos preguntamos en este día, ¿Cómo está tu corazón? No nos angustiemos, los santos sentían también esas “naturales inclinaciones”. San José Escrivá de Balaguer escribe: “Por eso visto el camino creo que la flaqueza del corazón no debe ser obstáculo para un alma decidida y enamorada”. En el corazón de Jesús se encuentra la plenitud del amor, y de esa llama ardiente se enciende el verdadero celo apostólico. “Por su dolorosa Pasión, Ten Misericordia de nosotros y del mundo entero”. El Señor en su infinito amor, te conceda su gracia a ti y a tu familia.

Dios te bendiga y proteja. Amén.

Dr. Victor Arce.