Una voz de Pax

Reflexión del Evangelio Dominical

Mc 6, 1- 6

 

 

El Evangelio de ayer recoge las palabras de Jesús: «No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa.». Por tanto y en primer lugar Jesús es profeta. El último y definitivo. Más aún, podríamos decir que es de quien se dice, con mayor propiedad, que es profeta.

Lejos de lo que el imaginario popular pueda creer o sostener, profeta no es el que predice acontecimientos, no es un futurólogo o adivino. Profeta es el elegido por Dios para hablar en su nombre. Profeta es el que habla de Dios. Por eso decíamos que Jesús es el profeta por antonomasia sólo a él le recae con total justeza ese calificativo, pues no sólo habla en nombre de Dios sino que él mismo es Dios, habla de sí mismo porque él es la verdad que debe ser proclamada.

Ante esta revelación, la costumbre se incomoda y se cierra en sí misma, se rebela. No puede ser: « ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?»

Este aparente conocimiento del “carpintero”, no debe pasar desapercibido. Jesús irrumpe en la vida pública luego de treinta silenciosos años, pero no para los suyos, no para los que compartían con él su día a día. Por eso sus enseñanzas en la sinagoga, eran humanamente hablando, inauditas. Dice la escritura que “les resultaba escandaloso”.

Esto que podríamos llamar una reacción totalmente humana lo podemos comprobar en nuestras propias vidas tanto para dudar de los posibles dones del otro, de los que no teníamos conocimiento, como en sentido inverso, si de pronto nos presentamos como poseedores de alguna cualidad especial nunca vista en nosotros, difícilmente no tendremos como respuesta, la duda, la desconfianza o el desinterés, por lo menos en un primer momento.

Claro está, el testimonio que Jesús da de sí mismo, dista mucho  de cualquier novedad que podamos imaginar, por eso la multitud se escandaliza y se pregunta: « ¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa que le han enseñado? »

Tal vez, incluso corriendo el riesgo de ser ingenuos, podríamos preguntarnos porque Jesús no se hizo las cosas más fáciles, porque no se hizo más creíble. Probablemente de ese modo la apertura a su discurso hubiera sido más amable, pero esos son cálculos meramente humanos. Dios ama profundamente al hombre como para condicionarlo. Dios lo ha hecho libre y quiere que su respuesta sea también desde la donación de su libertad. Sólo desde ahí Dios se le revela al hombre en plenitud y le hace conocedor de la verdad. Sólo así nuestra respuesta ya no será desde el escándalo sino desde la fe.

Luego entonces, que hacer con esa verdad que se nos ha confiado. Nadie que sea tocado por la verdad puede quedarse mudo, tiene que profetizar. “¡Ay de mí si no predico el Evangelio!” dice San Pablo.

Y es precisamente nuestra condición de bautizados la que nos hace poseedores del ministerio profético, por tanto estamos llamados a hablar de Dios a proclamar la verdad y decir quién es Jesús para nosotros, enseñando y contando los milagros que el carpintero ha hecho en nuestras vidas, más allá de la respuesta negativa que podríamos recibir por nuestro testimonio ya sea el desinterés, la incredulidad o incluso el escándalo.

por Mario Aquino Colmenares