Apóstol, 3 de julio
Martirologio Romano: Fiesta de santo Tomás, apóstol, quien, al anunciarle los otros discípulos que Jesús había resucitado, no lo creyó, pero cuando Jesús le mostró su costado traspasado por la lanza y le dijo que pusiera su mano en él, exclamó: «Señor mío y Dios mío». Y con esta fe que experimentó es tradición que llevó la palabra del Evangelio a los pueblos de la India.
Etimológicamente: Tomás = «gemelo», viene del arameo
Breve Semblanza
La tradición antigua dice que Santo Tomás Apóstol fue martirizado en la India el 3 de julio del año 72. Parece que en los últimos años de su vida estuvo evangelizando en Persia y en la India, y que allí sufrió el martirio.
De este apóstol narra el santo evangelio tres episodios.
El primero sucede cuando Jesús se dirige por última vez a Jerusalem, donde según lo anunciado, será atormentado y lo matarán.
En este momento los discípulos sienten un impresionante temor acerca de los graves sucesos que pueden suceder y dicen a Jesús: «Los judíos quieren matarte y ¿vuelves allá?. Y es entonces cuando interviene Tomás, llamado Dídimo (en este tiempo muchas personas de Israel tenían dos nombres: uno en hebreo y otro en griego. Así por ej. Pedro en griego y Cefás en hebreo). Tomás, es nombre hebreo. En griego se dice «Dídimo», que significa lo mismo: el gemelo.
Cuenta San Juan (Jn. 11,16) «Tomás, llamado Dídimo, dijo a los demás: Vayamos también nosotros y muramos con Él». Aquí el apóstol demuestra su admirable valor. Un escritor llegó a decir que en esto Tomás no demostró solamente «una fe esperanzada, sino una desesperación leal». O sea: él estaba seguro de una cosa: sucediera lo que sucediera, por grave y terrible que fuera, no quería abandonar a Jesús. El valor no significa no tener temor. Si no experimentáramos miedo y temor, resultaría muy fácil hacer cualquier heroísmo. El verdadero valor se demuestra cuando se está seguro de que puede suceder lo peor, sentirse lleno de temores y terrores y sin embargo arriesgarse a hacer lo que se tiene que hacer. Y eso fue lo que hizo Tomás aquel día. Nadie tiene porque sentirse avergonzado de tener miedo y pavor, pero lo que sí nos debe avergonzar totalmente es el que a causa del temor dejemos de hacer lo que la conciencia nos dice que sí debemos hacer, Santo Tomás nos sirva de ejemplo.
La segunda intervención:
Sucedió en la Última Cena. Jesús les dijo a los apóstoles: «A donde Yo voy, ya sabéis el camino». Y Tomás le respondió: «Señor: no sabemos a donde vas, ¿cómo podemos saber el camino?» (Jn. 14, 15). Los apóstoles no lograban entender el camino por el cual debía transitar Jesús, porque ese camino era el de la Cruz. En ese momento ellos eran incapaces de comprender esto tan doloroso. Y entre los apóstoles había uno que jamás podía decir que entendía algo que no lograba comprender. Ese hombre era Tomás. Era demasiado sincero, y tomaba las cosas muy en serio, para decir externamente aquello que su interior no aceptaba. Tenía que estar seguro. De manera que le expresó a Jesús sus dudas y su incapacidad para entender aquello que Él les estaba diciendo.
Admirable respuesta:
Y lo maravilloso es que la pregunta de un hombre que dudaba obtuvo una de las respuestas más formidables del Hijo de Dios. Uno de las más importantes afirmaciones que hizo Jesús en toda su vida. Nadie en la religión debe avergonzarse de preguntar y buscar respuestas acerca de aquello que no entiende, porque hay una verdad sorprendente y bendita: todo el que busca encuentra.
Le dijo Jesús: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí» Ciertos santos como por ejemplo el Padre Alberione, Fundador de los Padres Paulinos, eligieron esta frase para meditarla todos los días de su vida. Porque es demasiado importante como para que se nos pueda olvidar. Esta hermosa frase nos admira y nos emociona a nosotros, pero mucho más debió impresionar a los que la escucharon por primera vez.
En esta respuesta Jesús habla de tres cosas supremamente importantes para todo israelita: el Camino, la Verdad y la Vida. Para ellos el encontrar el verdadero camino para llegar a la santidad, y lograr tener la verdad y conseguir la vida verdadera, eran cosas extraordinariamente importantes.
En sus viajes por el desierto sabían muy bien que si equivocaban el camino estaban irremediablemente perdidos, pero que si lograban viajar por el camino seguro, llegarían a su destino. Pero Jesús no sólo anuncia que les mostrará a sus discípulos cuál es el camino a seguir, sino que declara que Él mismo es el Camino, la Verdad y la Vida.
Notable diferencia: Si le preguntamos al alguien que sabe muy bien: ¿Dónde queda el hospital principal? Puede decirnos: siga 200 metros hacia el norte y 300 hacia occidente y luego suba 15 metros… Quizás logremos llegar. Quizás no. Pero si en vez de darnos eso respuesta nos dice: «Sígame, que yo voy para allá», entonces sí que vamos a llegar con toda seguridad. Es lo que hizo Jesús: No sólo nos dijo cual era el camino para llegar a la Eterna Feliz, sino que afirma solemnemente: «Yo voy para allá, síganme, que yo soy el Camino para llegar con toda seguridad». Y añade: Nadie viene al Padre sino por Mí: «O sea: que para no equivocarnos, lo mejor será siempre ser amigos de Jesús y seguir sus santos ejemplos y obedecer sus mandatos. Ese será nuestro camino, y la Verdad nos conseguirá la Vida Eterna».
El hecho más famoso de Tomás
Los creyentes recordamos siempre al apóstol Santo Tomás por su famosa duda acerca de Jesús resucitado y su admirable profesión de fe cuando vio a Cristo glorioso.
Dice San Juan (Jn. 20, 24) «En la primera aparición de Jesús resucitado a sus apóstoles no estaba con ellos Tomás. Los discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». El les contestó: «si no veo en sus manos los agujeros de los clavos, y si no meto mis dedos en los agujeros sus clavos, y no meto mi mano en la herida de su constado, no creeré». Ocho días después estaban los discípulos reunidos y Tomás con ellos. Se presento Jesús y dijo a Tomás: «Acerca tu dedo: aquí tienes mis manos. Trae tu mano y métela en la herida de mi costado, y no seas incrédulo sino creyente». Tomás le contestó: «Señor mío y Dios mío». Jesús le dijo: «Has creído porque me has visto. Dichosos los que creen sin ver».
Parece que Tomás era pesimista por naturaleza. No le cabía la menor duda de que amaba a Jesús y se sentía muy apesadumbrado por su pasión y muerte. Quizás porque quería sufrir a solas la inmensa pena que experimentaba por la muerte de su amigo, se había retirado por un poco de tiempo del grupo. De manera que cuando Jesús se apareció la primera vez, Tomás no estaba con los demás apóstoles. Y cuando los otros le contaron que el Señor había resucitado, aquella noticia le pareció demasiado hermosa para que fuera cierta.
Tomás cometió un error al apartarse del grupo. Nadie está peor informado que el que está ausente. Separarse del grupo de los creyentes es exponerse a graves fallas y dudas de fe. Pero él tenía una gran cualidad: se negaba a creer sin más ni más, sin estar convencido, y a decir que sí creía, lo que en realidad no creía. El no apagaba las dudas diciendo que no quería tratar de ese tema. No, nunca iba a recitar el credo un loro. No era de esos que repiten maquinalmente lo que jamás han pensado y en lo que no creen. Quería estar seguro de su fe.
Y Tomás tenía otra virtud: que cuando se convencía de sus creencias las seguía hasta el final, con todas sus consecuencias. Por eso hizo es bellísima profesión de fe «Señor mío y Dios mío», y por eso se fue después a propagar el evangelio, hasta morir martirizado por proclamar su fe en Jesucristo resucitado. Preciosas dudas de Tomás que obtuvieron de Jesús aquella bella noticia: «Dichosos serán los que crean sin ver».
Hay que creer aunque no veamos
Santo Evangelio según san Juan 20, 24-29. Sábado XIII del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, aumenta mi fe.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 20, 24-29
Tomás, uno de los Doce, a quien llamaban el Gemelo, no estaba con ellos cuando vino Jesús, y los otros discípulos le decían: “Hemos visto al Señor”. Pero él les contestó:”Si no veo en sus manos la señal de los clavos y si no meto mi dedo en los agujeros de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré”.
Ocho días después, estaban reunidos los discípulos a puerta cerrada y Tomás estaba con ellos. Jesús se presentó de nuevo en medio de ellos y les dijo: «La paz esté con ustedes».
Luego le dio a Tomás: «Aquí están mis manos; acerca tu dedo. Trae acá tu mano; métela en mi costado y no sigas dudando, sino cree». Tomás le respondió: ”¡Señor mío y Dios mío!”. Jesús añadió:”Tú crees porque me has visto; dichosos los que creen sin haber visto”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
El día de hoy el Evangelio invita a cada uno a que valore su fe, a crecer en la relación personal con Cristo, superando actitudes que pueden llevar a ver la Iglesia y la fe en Dios como una oportunidad para hacer vida social, para ser aceptado, para ser visto o porque el sacerdote (diácono, presbítero, obispo) me cae bien, me parece simpático; vale preguntarse, ¿cómo está mi fe en Dios? ¿Creo realmente o necesito pruebas?, ¿de qué tipo de pruebas?
Y esto gracias a las palabras de Tomás, quien dijo: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.» Lo primero que viene a la cabeza es decir «es un incrédulo», sin embargo, hay que ver la valentía en reconocer la debilidad de su fe y la necesidad de ver los signos sensibles que destruyen esquemas que dan como verdadero todo lo que viene de la razón y la ciencia.
Jesús, cuando se presenta, termina el breve coloquio, y dice a Tomás: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.» Tomás recibió las pruebas que destruyeron sus esquemas, pues vio cuanto es imposible para la razón y la ciencia.
Hoy en día, puede ser que alguno vea a Jesús tal cual lo vio Tomás, pero el resto no tiene esa dicha, y cada vez que Cristo se hace presente en la Eucaristía y el fiel se postra, Dios mismo le da el premio de los Bienaventurados porque cree, sin ver sensiblemente, que Cristo está presente, pues sus sentidos le dicen que ante lo que se postra es ante un trozo de pan y un poco de vino. No es fácil creer en Dios en un mundo obstinado en hacer creer que Dios no existe, pero si en medio de todo esto te postras ante Cristo Eucaristía, eres bienaventurada(o) porque es el Espíritu Santo que te mueve, a través de hábitos adquiridos, a reconocer la presencia de Dios en especies tan simples e insignificantes. Ánimo, no desfallezcas en las dificultades porque un día, como Tomás, verás a Dios cara a cara y te maravillarás al comprobar lo dichosa(o) que fuiste al creer sin haber visto.
Que san José y la Virgen María te guíen en el camino de fe que Dios te invita a recorrer.
«El divino Maestro había anunciado varias veces que iba a resucitar de entre los muertos y ya había dado también pruebas de ser el Señor de la vida. Sin embargo, la experiencia de su muerte había sido tan fuerte que todos tenían necesidad de un encuentro directo con Él para creer en su resurrección: los Apóstoles en el Cenáculo, los discípulos en el camino a Emaús, las piadosas mujeres junto al sepulcro… También Tomás lo necesitaba. Cuando su incredulidad se encontró con la experiencia directa de la presencia de Cristo, el Apóstol que había dudado pronunció esas palabras con las que se expresa el núcleo más íntimo de la fe: Si es así, si Tú verdaderamente estás vivo aunque te mataron, quiere decir que eres “mi Señor y mi Dios”». (San Juan Pablo II, Discurso, 19 de agosto del 2000).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy haré una visita a Jesús en Sagrario, le agradeceré el don de la fe que me ha dado desde mi bautizo y le pediré que me ayude a conservarla hasta el último día de mi vida.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
No permitas que la duda te envenene
No permitamos la injerencia de gente ajena y malintencionada en nuestras relaciones familiares.
La confianza es un acto de fe, y no, no se trata solamente de un suceso religioso, también se puede creer en las personas, en los hechos y hasta en los objetos. Alguien puede confiar en su vehículo para que lo traslade miles de kilómetros porque sabe que ha sido cuidadoso para realizarle los servicios correspondientes, o bien, se tiene la confianza para alcanzar éxito en un negocio porque se han tomado todas las medidas necesarias para lograrlo, pero lo más importante de todo, es generar confianza entre los seres humanos, porque, en ocasiones, de ello puede depender hasta la vida misma.
Pongamos el caso de una familia, los hijos confían plenamente en el padre y la madre, no se preocupan por nada porque saben que ellos se harán cargo de llevar lo indispensable al hogar y que estarán al pendiente de que todas las necesidades sean cubiertas.
Los esposos confían mutuamente en la fidelidad de ambos, porque así lo prometieron el día del matrimonio, y la prenda de esa confianza, es el amor que se tienen, otro ingrediente importante en esta fórmula. Y lo mismo podríamos decir de los amigos, los socios comerciales, los compañeros de trabajo, los miembros de una asociación, los fieles de una Iglesia, en fin, que todas las relaciones humanas requieren una gran dosis de confianza para poder avanzar.
Por eso es tan importante fomentarla y ser cuidadosos para no traicionarla bajo ninguna circunstancia, porque de perderla, muy difícilmente podrá recuperarse. Y ya entrados en el tema, ¿cómo puede perderse la confianza? Aquí tenemos la contraparte. Por supuesto, un acto de deslealtad o una mentira, dañará irremediablemente cualquier relación, pero existe otra circunstancia que puede interponerse en el camino, y esa es la duda.
Dudar significa no estar seguro de algo o alguien, pero también quiere decir sospechar de la honradez de alguien, por ello, cuando entra la duda en la vida de la gente, comienza el martirio para quien la experimenta, porque la duda envenena el alma y la mente, y puede desarrollar conductas enfermizas tales como celos descontrolados, miedos, rencores y hostilidades.
Puede ser que se tengan razones suficientes para dudar de alguna persona debido a su comportamiento, pero cuando es la envidia la que siembra la duda, hay que ser muy cautelosos antes de hacer un juicio apresurado. Porque permitir la entrada a la duda y prestar oído a rumores solamente conseguirá despertar inseguridad entre los involucrados, en pocas palabras; es abrir la puerta al demonio, aunque muchos se burlen de su existencia. El mismo Papa Francisco ha reiterado contundentemente que con el diablo no se dialoga.
Así pues, nos enfrentamos a la intervención de hombres y mujeres que, volviéndose cómplices del demonio, rompen matrimonios y amistades con comentarios perversos o actitudes provocativas que vulneran la confianza. Obviamente, cuando dos personas acostumbran a dialogar sin ocultarse nada, estarán más protegidas de esos ataques que los que creen que no pasa nada si coquetean con el peligro.
Indudablemente hay que tener cuidado y procurar deshacerse de esas malas influencias, el mundo en el que vivimos actualmente está invadido por pensamientos relativistas que han llevado al resquebrajamiento de la familia y el matrimonio, al punto de ridiculizarlas y hacerlas ver como figuras anticuadas, sin embargo, se ha comprobado que cuando las familias se vuelven disfuncionales y los hijos viven una infancia infeliz, serán menos capaces de afrontar la vida y generar relaciones sanas, debido a la ruptura del grupo vital en el que se sentían protegidos.
No permitamos la injerencia de gente ajena y malintencionada en nuestras relaciones familiares, por el contrario, fomentemos la confianza, el diálogo y los encuentros que fortalezcan los lazos afectivos, sobre todo entre los cónyuges, porque una familia unida engendra hijos felices y productivos para su comunidad.
Que tengan una excelente semana.
Roma unida al mundo, todos pueden participar
Videomensaje del Papa Francisco para el encuentro de las familias.
El décimo Encuentro Mundial de las Familias seguirá una modalidad inédita. Adoptará una dimensión «multicéntrica y extendida». Roma será la sede principal, pero en los mismos días cada diócesis podrá ser el centro de un Encuentro local para sus propias familias y comunidades. Todas las familias del mundo pueden ser protagonistas. «Todos podrán participar – subraya el Papa en el videomensaje – incluso aquellos que no puedan venir a Roma». Del Pontífice, también la exhortación a ser dinámicos, activos y creativos.
“En la medida de sus posibilidades, invito a las comunidades diocesanas a planificar iniciativas a partir del tema del Encuentro utilizando los símbolos que la Diócesis de Roma está preparando. Les pido que sean dinámicos, activos y creativos para organizarse con las familias, en sintonía con lo que se celebrará en Roma. Es una oportunidad maravillosa para dedicarnos con entusiasmo a la pastoral familiar: esposos, familias y pastores juntos. Ánimo, pues, queridos pastores y queridas familias, ayúdense mutuamente para organizar encuentros en las diócesis y parroquias de todos los continentes”.
El amor familiar
El tema del próximo Encuentro Mundial de las Familias está relacionado con el amor familiar como vocación y camino de santidad. El evento está organizado por el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida y la diócesis de Roma, y tendrá lugar en el sexto aniversario de Amoris Laetitia y cuatro años después de Gaudete et Exsultate. El objetivo del encuentro es releer Amoris Laetitia a la luz de la llamada a la santidad de Gaudete et exsultate, partiendo de la conciencia de que el amor conyugal y familiar revela el precioso don de la convivencia.
La presencia del Señor -se lee en la exhortación apostólica postsinodal Amoris Laetitia- habita en la familia real y concreta, con todos sus sufrimientos, luchas, alegrías e intentos cotidianos. Cuando se vive en familia, allí es difícil fingir y mentir, no podemos mostrar una máscara. La espiritualidad del amor familiar – subraya el documento -está hecha de miles de gestos reales y concretos. En esa variedad de dones y de encuentros que maduran la comunión, Dios tiene su morada. Esa entrega asocia «a la vez lo humano y lo divino», porque está llena del amor de Dios. En definitiva, la espiritualidad matrimonial es una espiritualidad del vínculo habitado por el amor divino. “Hay muchos matrimonios santos, -dice además la exhortación apostólica Gaudete et exsultate- donde cada uno fue un instrumento de Cristo para la santificación del cónyuge.
Encuentros Mundiales de las Familias
El año 1994 fue declarado por las Naciones Unidas “Año Internacional de la Familia”. También en la Iglesia, el Papa Juan Pablo II quiso que se celebrase contemporáneamente un Año de la Familia y tuvo lugar el I Encuentro Mundial de las Familias, en Roma el 8 y 9 octubre 1994, promovido, al igual que todos los encuentros sucesivos por el Pontificio Consejo para la Familia. Desde ahora, cada tres años, en diferentes lugares del mundo, se ha celebrado un Encuentro Mundial de las Familias introducido por un Congreso teológico-pastoral internacional y finalizado, en presencia del Papa, con una vigila- festival de las familias y con una gran celebración eucarística de clausura.
1. S. Juan Pablo II – I Encuentro Mundial: 1994 (8-9 octubre) Roma(Italia). En el marco del Año de la Familia «Familia: corazón de la civilización del amor”.
2. S. Juan Pablo II – II Encuentro Mundial: 1997 (4-5 octubre) Río de Janeiro (Brasil). «La familia: don y compromiso, esperanza de la humanidad”.
3. S. Juan Pablo II – III Encuentro Mundial: 2000 (14-15 octubre)Roma (Italia). En el marco del Gran Jubileo del 2000 «Los hijos, primavera de la familia y de la sociedad”.
4. S. Juan Pablo II – IV Encuentro Mundial: 2003 (25-26 enero)Manila (Filipinas). “La Familia cristiana: una buena noticia para el tercer milenio» *** S. Juan Pablo II (retransmisión tv).
5. Benedicto XVI – V Encuentro Mundial: 2006 (8-9 julio) Valencia(España). “Transmisión de la fe en la familia”.
6. Benedicto XVI – VI Encuentro Mundial: 2009 (17-18 enero)Ciudad de México (México). “La familia, formadora de los valores humanos y cristianos” *** Benedicto XVI (retransmisión tv).
7. Benedicto XVI – VII Encuentro Mundial: 2012 (2-3 junio) Milán(Italia) “La familia – Trabajo y Fiesta”.
8. Papa Francisco – VIII Encuentro Mundial: 2015 (26-27 septiembre) Filadelfia (USA) «El amor es nuestra misión, la familia plenamente viva”.
9. El IX Encuentro Mundial tuvo lugar en Dublín (Irlanda) del 22 al 26 agosto 2018 con el tema elegido por el Papa “El Evangelio de la familia: alegría para el mundo”, en el marco de la exhortación apostólica postsinodal “Amoris Laetitia” y coordinado por el nuevo Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, presidido por el Cardinal K. Farrell.
10. El X Encuentro Mundial se celebrará en Roma el 2022 sobre el tema «Amor familiar: vocación y camino de santidad».
Alabado sea el Señor por el gran regalo de la familia
Con vistas al décimo Encuentro Mundial de las Familias, se ha presentado recientemente la oración oficial que acompaña a este esperado evento. «Rezar -dijo en aquella ocasión el cardenal Kevin Joseph Farrell, prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida- es una forma de entrar en el corazón del Año Amoris Laetitia y de la preparación del evento en Roma. Muchas familias y muchas comunidades llevan mucho tiempo esperando poder caminar, al menos espiritualmente, hacia Roma. La oración los acompañará y les ayudará a captar el mensaje del encuentro». La oración, compuesta con ocasión del 10º Encuentro Mundial de las Familias, nace de una profunda gratitud hacia el Padre Celestial por el gran don de la familia, lugar privilegiado para las relaciones amorosas, así como para la oración, como ha demostrado también la experiencia de la pandemia.
Oración oficial para el X Encuentro Mundial de las Familias
El amor familiar: vocación y camino de santidad. Padre Santo, estamos aquí ante Ti, para alabarte y agradecerte el gran don de la familia. Te pedimos por las familias consagradas en el sacramento del matrimonio, para que redescubran cada día la gracia recibida y, como pequeñas Iglesias domésticas, sepan dar testimonio de tu Presencia y del amor con el que Cristo ama a la Iglesia.
Te pedimos por las familias que pasan por dificultades y sufrimientos, por enfermedad, o aprietos que sólo Tú conoces: Sostenlas y hazlas conscientes del camino de santificación al que las llamas, para que puedan experimentar Tu infinita misericordia y encontrar nuevas formas de crecer en el amor.
Te pedimos por los niños y los jóvenes, para que puedan encontrarte y responder con alegría a la vocación que has pensado para ellos; por los padres y los abuelos, para que sean conscientes de que son signo de la paternidad y maternidad de Dios en el cuidado de los niños que, en la carne y en el espíritu, Tú les encomiendas; y por la experiencia de fraternidad que la familia puede dar al mundo.
Señor, haz que cada familia pueda vivir su propia vocación a la santidad en la Iglesia como una llamada a ser protagonista de la evangelización, al servicio de la vida y de la paz, en comunión con los sacerdotes y todo estado de vida.
Bendice el Encuentro Mundial de las Familias.
Amén.
La libre cooperación con la acción divina
Además de fe y gracia es necesaria para salvarse la libre cooperación con la acción divina
Como nos recuerda el Concilio de Trento, además de la fe y de la gracia, es necesaria para salvarse la libre cooperación con la acción divina.
La fe y la gracia son dones de Dios que alcanzamos no por nuestros méritos personales sino por voluntad de Dios. Si bien Dios puede darnos la fe y la gracia incluso gratuitamente, el hombre podría rechazarlas haciéndose culpable. Es por esto que la salvación del hombre también depende de él mismo, no porque pueda salvarse por sí mismo ya que solo Dios salva, sino porque puede condenarse por sí mismo.
Dios nos ofrece su salvación pero no todos los hombres aceptan su palabra, su sacrificio, su redención y su salvación eterna. De estos hombres que rechazan a Dios no sería posible llamarles “inteligentes” en correcto sentido literal porque en lo más importante que afecta a sus vidas disciernen erróneamente: en su salvación perpetua que no aprecian ni valoran cuando es el mejor regalo que Dios ha ofrecido al hombre, la nueva creación.de B
Por la fe sola el hombre sería creyente, por la gracia recibimos dones sobrenaturales y por la libre cooperación con la acción divina el hombre completa con obras su misión en este mundo para alcanzar la salvación del alma.
Un ejemplo de libre cooperación con la acción divina puede ser esta: realizar de vez en cuando una indulgencia plenaria por nuestra alma en gracia de Dios. Hay personas que piensan que estando ya en gracia de Dios se salvan, pero como hemos indicado es necesaria, además de la fe y de la gracia de Dios, la libre cooperación con su obra.
Ciertamente la gracia nos abre las puertas del cielo, pero como antes de entrar al cielo tenemos que purificarnos de toda maldad, una indulgencia plenaria por nuestra alma nos perdona la pena temporal por nuestros pecados y nos dispone a estar más cerca del cielo ya en esta vida. La práctica piadosa de las indulgencias plenarias aumenta nuestra gracia a los ojos de Dios y hace un bien inmenso a las almas. Es una forma concreta de cooperar con la acción divina.
Sin duda hay otras muchas formas de cooperar con la obra de Dios, cada uno ha de reflexionar en lo que puede hacer en su vida agradando a Dios y a su voluntad misericordiosa.
Los festejos han terminado. Vuelve la vida ordinaria. El tiempo pasa. La vida no se detiene. Llega un nuevo cumpleaños.
El tiempo pasa. La vida no se detiene. Llega un nuevo cumpleaños.
De niños, o también de grandes, el cumpleaños es el momento de los festejos. El pastel, las velas, las canciones, los aplausos, los regalos…
En cada cumpleaños recordamos a los propios padres. Fueron ellos quienes, desde su amor, se abrieron a la esperanza y a la vida. Fueron ellos quienes soportaron días y noches de lloriqueos o de caprichos. Fueron ellos quienes lavaron, compraron, levantaron, curaron, dieron de comer a un pequeñuelo indefenso y necesitado.
Recordamos a otros familiares: hermanos, abuelos, tíos, primos, sobrinos. En cada familia, ¡cuántas relaciones no sólo de carne y de sangre, sino de afectos y de cariño sincero!
Recordamos a educadores: en una primaria con niños que jugaban y que no sabían cómo escribir letras misteriosas, y en otras etapas de formación, donde hombres y mujeres dieron lo mejor de sí mismos para introducirnos en el mundo inmenso de la ciencia.
Recordamos a médicos, enfermeros, practicantes, farmacéuticos, profesionales de la salud, que nos “cosieron” una herida profunda, que nos dieron la medicina adecuada para curar una infección maligna, que nos sonrieron para hacer más llevadero el momento de esa inyección tan dolorosa.
Recordamos a catequistas, religiosas y laicos ejemplares; a sacerdotes que nos dieron los sacramentos, sobre todo ese magnífico regalo de la Eucaristía y ese encuentro purificador en cada confesión de los pecados.
Recordamos, en definitiva, a Dios. Él quiso nuestra llegada al mundo. Él quiso acompañarnos en tantas situaciones difíciles y en tantas alegrías. Él quiso iluminar los momentos de oscuridad y de dudas. Él quiso abrir ventanas de esperanza ante la pérdida de un empleo, el inicio de una enfermedad, o las caídas en ese mal tan destructivo que se llamada pecado.
Los festejos han terminado. Vuelve la vida ordinaria. El corazón ha sentido algo parecido al perfume de jazmines y al canto de los petirrojos: la belleza de una vida que inicia desde la bondad y que avanza, día a día, hacia el encuentro eterno con el Padre que nos ama, y con tantos seres queridos que fueron, o siguen siendo, faros de esperanza y de alegría.
¿Por qué todos dicen que es tan complicado? ¡Es solo un bebé! 6 consejos para la crianza de los hijos
Es que la paternidad es la actividad más creativa, más apasionante y más dinámica que existe
¡Amé este video! ¡Todos somos especialistas en cómo se deben criar los hijos… ajenos! Cuando tenemos los propios, la perspectiva cambia «ligeramente». La frase de cabecera de los que no tienen hijos es: «cuando yo tenga hijos… «
Cuando me casé con Mariana, yo ya tenía alrededor de cuarenta sobrinos. Siendo el menor de mis doce hermanos, fui casi obligadamente el baby sitter de mis sobrinos desde muy pequeño. Así que experiencia no me faltaba. Lo que me hacía falta, era tener un hijo propio, para entender que la paternidad es, como dice Ed Asner, «parte alegría, y parte guerra de guerrillas».
La primera noche como «padres oficiales», al volver con nuestro hijo recién nacido de la clínica, la vida nos enseñó la primera lección: yo creía que era capaz de dormir a cualquier niño en cualquier circunstancia. A mis 14 años había logrado hacer dormir a un sobrino de 6 meses en el estrépito de una fiesta de casamiento familiar, y me jactaba de ello. Después de escuchar a Tomás llorar durante casi tres horas, me di cuenta de que no sabía NADA. Hoy, después de 15 años sé perfectamente qué le pasaba: casa nueva, olores nuevos, padres nerviosos, el niño necesitaba que nos relajáramos nosotros para poder sentirse cómodo. Pero esa noche prometí que nunca más me iba a «pontificar» sobre la paternidad.
Es que la paternidad es la actividad más creativa, más apasionante y más dinámica que existe. No sirven los manuales, no sirve la experiencia, cada hijo es un universo diferente y debemos adaptarnos a su realidad y su forma de ser, y por haber criado un hijo, no nos convertimos en expertos. Incluso por haber criado varios hijos, no podemos ser jueces de quienes hacen su mejor esfuerzo por criar los propios. Los consejos prácticos sobre cómo dormir, o cómo enseñar a comer, o cómo ayudar a tus hijos con las cosas cotidianas son absolutamente inútiles: lo que funciona con un hijo, no funciona con otro, y no es lo mismo el primer hijo, (con el que habitualmente somos obsesivo-compulsivos) que el último (con el que generalmente estamos demasiado relajados).
Pero más allá de estos consejos prácticos, hay algunas cosas que nunca deben faltar en una familia para criar hijos sanos y felices, dando por sentado, naturalmente, el amor de los esposos entre si y el amor de los padres por los hijos y el de los hijos por los padres:
1. Un papá y una mamá: Puede sonar redundante. Pero el niño obtiene de ambos padres el equilibrio de una educación integral. Cada padre aporta sus dones en la educación de sus hijos, generalmente la madre aporta el cariño y la ternura, el padre la autoridad y la seguridad. No quiere decir que una (heroica) madre soltera no pueda criar un hijo por su cuenta, pero ciertamente le costará muchísimo más que a un papá y a una mamá juntos. Tampoco quiere decir que el padre esté eximido de mostrar ternura o la madre mostrar autoridad. Ambos padres son claves en la conformación de la personalidad de los niños.
2. El ejemplo: No importa cuántas veces le digas a un niño cómo comportarse. Nuestros hijos nos escuchan el 10% del tiempo, pero nos observan el 90% del tiempo. Si yo le digo a mi hijo, «te dije un millón de veces que no seas exagerado», voy a estar enviando un mensaje contradictorio. ¿Queremos hijos generosos? ¡seamos generosos!, ¿queremos hijos cariñosos? ¡seamos cariñosos!, ¿queremos hijos ordenados? ¡seamos ordenados! ¡Buen predicador es don ejemplo!
3. La oración: En la Oración la familia se encuentra. Tenemos que dar también ejemplo en ser Padres Orantes. Rezar CON ellos, y rezar POR ellos. Especialmente a sus ángeles de la guarda y a sus santos patronos. La oración es el cemento que une a las familias sólidas y nos da hijos felices y seguros. En Santa Mónica tenemos un gran ejemplo de perseverancia en la oración maternal efectiva: la prueba es su hijo San Agustín.
4. Los ritos: La educación de nuestros hijos debe ser un ritual. La hora de la cena, sagrada (nada de celulares o televisión). El fin de semana, obligatorio. La repetición de actos buenos forma las virtudes, y esos ritos aportan a los niños la seguridad que necesitan para crecer felices. Pero hay dos ritos que no deben faltar NUNCA en la vida de la familia: la Santa Misa, como mínimo la dominical, y la bendición paterna al finalizar el día, luego de las oraciones en conjunto. Los padres tenemos la gracia propia de nuestro estado, que hace que este sacramental, (propio del sacerdocio de todos los padres bautizados, y lamentablemente olvidado en muchos países), tenga efecto real sobre nuestros hijos.
5. Darles responsabilidades: «Si quieres que tus hijos tengan los pies sobre la tierra, ponles alguna responsabilidad sobre sus hombros». Desde bien pequeños, los niños pueden y deben ser responsables de algunas tareas dentro del hogar. A los dos años, pueden levantar sus juguetes al terminar de jugar, y a partir de allí, a medida que crecen, ir incorporándoles responsabilidades de acuerdo a su edad y habilidades.
6. El juego: La eutrapelia, la virtud olvidada del cristiano. Es que vivimos en un siglo donde la «diversión» es casi obligatoria. Y cultivar una virtud para «divertirnos» puede resultar, paradójicamente, aburrido. Pero el aprender a jugar en familia, el aprender a compartir, hacer deportes juntos, jugar juegos de mesa, ver películas juntos, etc. no solo ayuda a formar a nuestros hijos: también ayuda a que los hijos vean el hogar como un lugar al que quieren volver: si nuestros hijos saben encontrar momentos para compartir y disfrutar de los sencillos placeres de la vida en la casa familiar, nunca tendrán reparo en volver e invitar a sus amigos a compartir la alegría de la familia.
¡Hay muchas otras cosas importantes en una familia cristiana, pero si están esas seis, podremos estar seguros que vamos por buen camino! El papa Francisco dijo recientemente:
«La familia es la fuente de toda fraternidad, y por eso es también el fundamento y el camino primordial para la paz, pues, por vocación, debería contagiar al mundo con su amor».
Y la Madre Teresa, decía:
«¿Qué puedes hacer para promover la paz mundial? Ve a casa y ama a tu familia».
Francisco: El camino para encontrarnos con Jesús-Dios son sus llagas
En la homilía, el Papa explica cómo el apóstol santo Tomás logró llegar a Jesús
Para encontrarse con el Dios vivo es necesario ver las llagas de Jesús en los hermanos hambrientos, pobres, enfermos, encarcelados, afirmó el Papa en la Misa en la Casa Santa Marta comentando el Evangelio propuesto en la liturgia de la fiesta del apóstol santo Tomás.
Jesús, después de la Resurrección, se le aparece a los apóstoles, pero Tomás no está: “Ha querido que esperase una semana –explicó el papa Francisco- El Señor sabe por qué hace las cosas. Y a cada uno de nosotros le da el tiempo que sea mejor para nosotros. A Tomás le concedió una semana”.
Jesús se revela con sus llagas: “Todo su cuerpo estaba limpio, bellísimo, lleno de luz –destaca el Pontífice- pero las llagas estaban y todavía están” y cuando el Señor venga, en el fin del mundo, “nos hará ver sus llagas”.
¡Es Dios!
Tomás, para creer, quería meter sus dedos en esas llagas.
“Era un testarudo. Pero el Señor quiso a un cabezón para hacernos entender una cosa más importante. Tomás ha visto al Señor, fue invitado a meter su dedo en la llaga de los clavos; meter su mano en el costado y no ha dicho: ‘¡Es verdad: el Señor ha resucitado!’. ¡No! Ha ido más allá. Ha dicho: ‘¡Dios!’ Es el primero de los discípulos que hace confesión de la divinidad de Cristo después de la resurrección. Y lo ha adorado”.
“Y así –prosigue el Papa- se entiende cuál era la intención del Señor al hacerle esperar: usar su incredulidad para llevarla no a la afirmación de la resurrección, sino a la afirmación de su divinidad”.
El camino a Dios: las llagas
El “camino del encuentro con Jesús -Dios- son sus llagas –destacó-. No hay otro”.
“En la historia de la Iglesia ha habido algunos errores en el camino hacia Dios. Algunos han creído que el Dios viviente, el Dios de los cristianos, podemos encontrarlo en el camino de la meditación, y subir en este camino. Esto es peligroso ¡eh! ¡Cuántos se pierden en ese camino y no llegan. Llegan, quizás, al conocimiento de Dios, pero no de Jesucristo, Hijo de Dios, segunda Persona de la Trinidad. A Él no llegan. Es el camino de los gnósticos, ¿no? Son buenos, trabajan, pero no es el camino justo. Es muy complicado y no te lleva a buen puerto”.
“Otros –continuó el Papa- han pensado que para llevar a Dios debemos ser nosotros mortificados, austeros y han elegido el camino de la penitencia: sólo la penitencia, el ayuno».
«Estos tampoco llegan al Dios vivo, a Jesucristo Dios vivo. Son los pelagianos, que creen que con su esfuerzo pueden llegar”, añadió. Pero Jesús nos dice que el camino para encontrarlo es el de encontrarnos con sus llagas.
Las llagas las encuentras en la misericordia
“Y las llagas de Jesús las encuentras haciendo obras de misericordia, dando el cuerpo –al cuerpo- y también el alma, pero al cuerpo –destacó- de tu hermano llagado, porque tiene hambre, tiene sed, porque está desnudo, porque está humillado, porque es esclavo, porque está en cárcel, porque está en el hospital. Estas son las llagas de Jesús hoy”.
Y prosiguió:
“Y Jesús nos pide que hagamos un acto de fe, a Él, a través de estas llagas. ‘¡Ah!, ¡genial! Hagamos una fundación para ayudar a todos los que hacen cosas buenas para ayudarles’: esto es importante, pero si nos quedamos en este nivel, seremos solo filántropos. Debemos tocar las llagas de Jesús, acariciarlas, debemos curar las llagas de Jesús con cariño, debemos besar las llagas de Jesús, literalmente. Pensemos en lo que le sucedió a san Francisco al abrazar al leproso. Lo mismo que a Santo Tomás ¡Su vida cambió!”.
Para tocar al Dios vivo, afirmó el Papa, no sirve “hacer un curso de actualización” para entrar en las llagas de Jesús; para esto “sólo hace falta salir a la calle”.
“Pidamos a santo Tomás –concluyó- la gracia de tener la valentía de entrar en las llagas de Jesús con ternura y seguramente tendremos la gracia de adorar al Dios vivo”.