Pelayo (Paio) de Córdoba, Santo
Memoria Litúrgica, 26 de junio
Mártir
Martirologio Romano: San Pelagio (o Pelayo), mártir, que a los trece años, por querer conservar su fe en Cristo y su castidad ante las costumbres deshonestas de Abd ar-Rahmán III, califa de los musulmanes, consumó en Córdoba, en la región hispánica de Andalucía, su glorioso martirio, al ser despedazado con tenazas († 925).
Breve Biografía
Nació en (* Albeos, Crecente (España), en el 911. Murió el 26 de junio de 925 en Córdoba.
Fue un cristiano martirizado durante el califato de Abderramán III, y canonizado posteriormente por la Iglesia Católica, como ejemplo de la virtud de la castidad juvenil frente a la homosexualidad. Su día en el santoral católico es el 26 de junio.
Su martirio, descrito truculentamente en el santoral, fue por despedazamiento o desmembramiento mediante tenazas de hierro. Tras la batalla de Valdejunquera (920), muchos cristianos del Reino de León fueron llevados prisioneros a Córdoba, entre los que estaban él y su tío, Hermigio, obispo de Tuy. Éste es liberado con el fin de reunir el rescate, mientras que Pelayo queda en calidad de rehén.
Se dice que el califa Abderramán III le requirió contactos sexuales, a los que se negó, lo que provocó su tortura y muerte.
Su hagiografía refleja que durante los cuatro años que pasó en Córdoba en calidad de rehén, sin que el rescate fuera pagado por su tío obispo, el muchacho destacó por su inteligencia y su fe, haciendo proselitismo de Cristo, insistiendo en que esta actividad fue la que provocó que fuera tentado por Abderramán III para convertirse al islamismo, lo que él rechazó con vehemencia:
«Si, oh rey, soy cristiano. Lo he sido y lo seré por la gracia de Dios. Todas tus riquezas no valen nada. No pienses que por cosas tan pasajeras voy a renegar de Cristo, que es mi Señor y tuyo aunque no lo quieras».
El martirio en defensa de su fe justifica su canonización.
Enseguida pasó a recibir culto. A partir del siglo XI, en que los reinos cristianos intervenían en la política interior de los reinos de taifas, muchos santos cristianos fueron trasladados al norte, y este fue lo que ocurrió con sus restos: primero a León y luego al monasterio benedictino de Oviedo que lleva su nombre (y que no debe confundirse con el de Don Pelayo, el primer rey de Asturias).
San Pelayo es el santo patrón de: Seminario Menor de Tuy (provincia de Pontevedra, España); Villanueva Matamala (provincia de Burgos, España); Castro-Urdiales (Burgos, España) y de Zarauz (Guipúzcoa, País Vasco, España).
No soy digno de que entres en mi casa, Señor
Santo Evangelio según san Mateo 8, 5-17. Sábado XII del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Madre mía, en este día me pongo en tu regazo y me confío a tus brazos protectores. Quiero que Tú me lleves a Jesús y me enseñes a amarlo con todo mi corazón. Solamente Tú sabes muy bien lo que a Él le gusta, por lo que te pido que me acompañes en este rato de oración para que pueda conocer más profundamente a tu Hijo, para que pueda darle generosamente cada día lo que me pueda pedir.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 8, 5-17
En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaúm, se le acercó un oficial romano y le dijo: “Señor, tengo en mi casa un criado que está en cama, paralítico, y sufre mucho”. Él contestó: “Voy a curarlo”.
Pero el oficial le replicó: “Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa; con que digas una sola palabra, mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; cuando le digo a uno: ‘¡Ve!’, él va; al otro: ‘¡Ven!’, y viene; a mi criado: ‘¡Haz esto!, y lo hace”.
Al oír aquellas palabras, se admiró Jesús y dijo a los que lo seguían; “Yo les aseguro que en ningún israelita he hallado una fe tan grande. Les aseguro que muchos vendrán de oriente y de occidente y se sentarán con Abraham, Isaac y Jacob en el Reino de los cielos. En cambio, a los herederos del Reino los echarán fuera, a las tinieblas. Ahí será el llanto y la desesperación”.
Jesús le dijo al oficial romano: “Vuelve a tu casa y que se te cumpla lo que has creído”. Y en aquel momento se curó el criado.
Al llegar Jesús a la casa de Pedro, vio a la suegra de éste en cama, con fiebre. Entonces la tomó de la mano y desapareció la fiebre. Ella se levantó y se puso a servirles.
Al atardecer le trajeron muchos endemoniados. Él expulsó a los demonios con su palabra y curó a todos los enfermos. Así se cumplió lo dicho por el profeta Isaías: Él hizo suyas nuestras debilidades y cargó con nuestros dolores.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
«Se le acercó un oficial romano». Puede pasarnos como a tantas personas del tiempo de Jesús que estando tan cerca de Él, en realidad estaban muy lejos. Escuchaban sus palabras, lo seguían por los caminos, veían sus milagros e incluso algún favor habrían recibido de Él. Pero ¿qué nos enseña este romano del siglo primero? ¿Qué podemos aprender de Él?
Lo primero es que se acercó. Pero lo hizo con todo su ser y con toda la conciencia de saber delante de quién se encontraba. Estaba con toda su mente y corazón delante de alguien más poderoso que Él. Quería estar ahí y sabía la motivación que lo impulsaba a presentarse a Jesús. Y se pone delante con sus necesidades y preocupaciones. Se sabe pecador, pues era un pagano, pero conoce a ese Maestro que desde que lo miró lo amó.
«No soy digno de que entres en mi casa» Estas palabras han quedado como emblema de todo fiel que se acerca a la Eucaristía, porque aun conociendo el pecado y la miseria personal sabe que necesita de ese Dios que pueda curar sus enfermedades. ¿Quién es digno de recibir al mismo Dios en el corazón? Sin embargo, el cristiano, como lo hizo en su momento el centurión, se acerca sabiendo delante de quién se encuentra y de la gran necesidad que tiene de ese amor tan grande y poderoso que es capaz de sanar cualquier herida del corazón.
Y he ahí que muchas veces, antes de que podamos decir cualquier cosa y declarar nuestra miseria personal, nos encontramos con que Jesús ya se ha acercado y nos ha abrazado y nos ha llenado de amor, porque si nos acercamos a Jesús con un poco de sed, Él no tarda en salir a nuestro encuentro y colmarnos de su gracia.
«Él, ante el problema que lo afligía, habría podido agitarse y pretender ser atendido imponiendo su autoridad; habría podido convencer con insistencia, hasta forzar a Jesús a ir a su casa. En cambio se hace pequeño, discreto, manso, no alza la voz y no quiere molestar. Se comporta, quizás sin saberlo, según el estilo de Dios, que es “manso y humilde de corazón”.
En efecto, Dios, que es amor, llega incluso a servirnos por amor: con nosotros es paciente, comprensivo, siempre solícito y bien dispuesto, sufre por nuestros errores y busca el modo para ayudarnos y hacernos mejores». (Homilía de S.S. Francisco, 29 de mayo de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy voy a dedicar un momento para orar en la presencia de Jesús. Muchas veces voy corriendo de un lado a otro solucionando un sinfín de problemas y poco a poco mi corazón se va secando. Quiero acercarme a su presencia como lo hizo el soldado romano para que sane mis heridas y sacie mi sed.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
¿Qué pecados impiden comulgar?
¿Se puede comulgar si has cometido pecados veniales?
San Pablo expresó con contundencia que no todos están en condiciones de recibir la Comunión: Examínese, por tanto, cada uno a sí mismo, y entonces coma del pan y beba del cáliz, porque el que come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación (I Cor 11, 28-29). Estas palabras ponen de relieve la gravedad del asunto, pero no proporcionan un criterio claro de cuándo uno es digno y cuándo no. Por eso, como tantas otras, esta cuestión también fue sometida a debate.
Da la impresión, sin embargo, que los destinatarios de la carta –los corintios- ya tenían alguna idea al respecto. Es pues importante ver las fuentes conocidas de la vida de la Iglesia primitiva. A finales del siglo I o principios del II se escribió la llamada Didache(o “Doctrina de los Doce Apóstoles”), en la que se habla bastante de la Eucaristía. Tras señalar que el sacramento es solo para los bautizados, añade la siguiente frase: Quien sea santo, acceda; quien lo sea menos, haga penitencia. Aunque necesite una ulterior precisión, sigue siendo un criterio válido, a la luz del cual se entiende lo que está establecido.Se podría objetar, y con razón, ¿pero quién puede decir que es santo? Libre de todo pecado, nadie. Por eso el acercamiento a la Comunión debe ser penitencial, para purificarnos cuanto podamos. Lo propio es recibir la comunión cuando ya hay una comunión del alma con el Señor.
Ahora bien, hay diversas situaciones, como también hay distintos tipos de pecados. El pecado mortal rompe del todo esa comunión, y en este caso la penitencia requerida pasa por la recepción del sacramento de la Penitencia como condición previa.
Por eso establece el Código de Derecho Canónico que quien tenga conciencia de hallarse en pecado grave, no celebre la Misa ni comulgue el Cuerpo del Señor sin acudir antes a la confesión sacramental (c. 916) (las excepciones se refieren a necesidades sin posibilidad de recibirlo, en cuyo caso debe haber un acto de contrición perfecta y el propósito de confesarse cuanto antes: o sea, en todo caso se recibe en gracia de Dios, aunque no haya más remedio que posponer la confesión).
Una aclaración al respecto puede ser pertinente: no hay penitencia verdadera ni confesión válida sin propósito de enmienda; es lógico, en caso contrario sería una pantomima. Esto sirve para entender por qué no pueden acceder a la Comunión personas que están y quieren seguir estando en una situación habitual de pecado.
Queda el pecado venial. Nadie escapa de cometer alguno, y pretender estar libre de todo pecado venial resulta presuntuoso. En la historia de la Iglesia existió un puritanismo católico, llamado jansenismo (lo creó un tal Cornelius Jansen), que en este sentido restringía mucho la comunión. Fue rechazado por la Iglesia, pero dejó sentir su influencia, hasta que el Papa San Pío X borró sus vestigios hace un siglo. Con razón: no va por ahí la penitencia requerida.
En estos casos –cuando se está en gracia- la penitencia es la interior, la cual se incluye en la liturgia. El pecado venial no impide la Comunión –al contrario, es alimento interior que da fuerzas para combatirlo-, pero, a la vez, para perticipar dignamente en los sagrados misterios… comencemos por reconocer nuestros pecados. Palabras familiares para quien asiste a Misa, que van seguidas por un acto de contrición de lo más completo. Luego, la preparación inmediata nos recuerda que vamos a comulgar como invitados y que no somos dignos de recibirle; en cierto modo, también son palabras de contrición. Es interesante comprobar que, en la celebración de la Comunión fuera de la Santa Misa, la liturgia es mucho más breve, pero incluye estas dos partes penitenciales, las mismas.
Jesús nos acompaña en el camino del conflicto a la comunión
En resumen. Para comulgar, hay que estar en gracia de Dios. Aún estándolo, nunca somos dignos del todo de recibir al Señor. Eso no es obstáculo para comulgar, pero la dignidad del sacramento postula que procuremos hacernos lo más dignos posible.
El Papa recibe a los representantes de la Federación Luterana Mundial.
“El camino del conflicto a la comunión no es fácil, pero no estamos solos: Cristo nos acompaña”: fue la afirmación del Santo Padre Francisco al recibir esta mañana en el Vaticano a una delegación de la Federación Luterana Mundial. En su discurso, tras agradecer las palabras del Arzobispo Panti FIlibus Musa, Presidente de la Federación, el Santo Padre recuerda “con cariño” su visita a Lund en el 2016, ciudad fundacional de la Federación. «En esa inolvidable etapa ecuménica – evidencia –experimentamos la fuerza evangélica de la reconciliación», confirmando que «mediante el diálogo y el testimonio compartido ya no somos extraños. Ya no más extraños, sino hermanos”. El Pontífice denota que, “en el camino del conflicto a la comunión” la visita de la Federación Luterana Mundial tiene lugar en el día de la conmemoración de la Confessio Augustana, “para que crezca la unidad entre nosotros” y expresa su esperanza de que “una reflexión común sobre la Confessio Augustana, en vista del 500 aniversario de su lectura el 25 de junio de 2030, beneficie nuestro camino ecuménico”. Dejando de lado el texto escrito, observa que el camino del conflicto a la comunión, “sólo se hace en crisis.“La crisis que nos ayuda a madurar lo que estamos buscando. Del conflicto que hemos vivido durante siglos y siglos, a la comunión que queremos, y para ello nos ponemos en crisis. Una crisis que es una bendición del Señor”.
A continuación, Francisco explica que la Confessio Augustana representó en su momento, «un intento de evitar la amenaza de una división en la cristiandad occidental; pensada originalmente como un documento de reconciliación intracatólica – precisa – adquirió sólo más tarde el carácter de texto confesional luterano”. Y recuerda que ya en 1980, con motivo de su 450 aniversario, luteranos y católicos afirmaron: «Lo que hemos reconocido en la Confessio Augustana como una fe común puede ayudarnos a confesar esta fe juntos de una manera nueva también en nuestro tiempo. Confesar juntos lo que nos une en la fe”. “Me vienen a la mente las palabras del apóstol Pablo cuando escribió: ‘Un solo cuerpo… un solo bautismo». Un solo Dios’», añade el Obispo de Roma.
Un solo Dios
El Obispo de Roma precisa que en el primer artículo, la Confessio Augustana profesa la fe en el Dios uno y trino, refiriéndose específicamente al Concilio de Nicea:
El credo de Nicea es una expresión de fe vinculante no sólo para católicos y luteranos, sino también para los hermanos ortodoxos y para muchas otras comunidades cristianas. Es un tesoro común: esforcémonos para que el 1700 aniversario de ese gran Concilio, que se cumplirá en 2025, dé un nuevo impulso al camino ecuménico, que es un don de Dios y para nosotros un camino irreversible.
Un solo bautismo
“Todo lo que la gracia de Dios nos da la alegría de experimentar y compartir -la creciente superación de las divisiones, la progresiva curación de la memoria, la colaboración reconciliada y fraterna entre nosotros- encuentra su fundamento precisamente en el ‘único bautismo para la remisión de los pecados’, asegura a continuación el Santo Padre.
El santo bautismo es el don divino originario, que está en la base de todo nuestro esfuerzo religioso y de todo empeño para lograr la plena unidad. Sí, porque el ecumenismo no es un ejercicio de diplomacia eclesial, sino un camino de gracia. No se apoya en mediaciones y acuerdos humanos, sino en la gracia de Dios, que purifica la memoria y el corazón, supera las rigideces y orienta hacia una comunión renovada: no hacia acuerdos a la baja o sincretismos conciliadores, sino hacia una unidad reconciliada en sus diferencias. A la luz de esto, quisiera animar a todos los comprometidos en el diálogo católico-luterano a continuar con confianza en la oración incesante, en el ejercicio de la caridad compartida y en la pasión por la búsqueda de una mayor unidad entre los diversos miembros del Cuerpo de Cristo.
Un solo cuerpo
“La Regla de Taizé – observa seguidamente el Pontífice – contiene una hermosa exhortación: ‘Tengan pasión por la unidad del Cuerpo de Cristo’”. Y explica que “la pasión por la unidad madura a través del sufrimiento que sentimos ante las heridas que hemos infligido al Cuerpo del Señor”.
Cuando sentimos dolor por la división de los cristianos, nos acercamos a lo que experimentó Jesús, que seguía viendo a sus discípulos desunidos, con sus vestidos rotos (cf. Jn 19,23). Hoy me han regalado una patena y un cáliz de los talleres de Taizé. Les agradezco estos dones, que evocan nuestra participación en la Pasión del Señor. De hecho, también nosotros vivimos una especie de pasión, en su doble sentido: por un lado, sufrimiento, porque todavía no es posible reunirnos en torno a un mismo altar; por otro, el ardor en el servir de la causa de la unidad, por la que el Señor rezó y ofreció la vida.
Cristo nos acompaña
Finalmente, el Papa exhorta a seguir “con pasión nuestro camino del conflicto a la comunión, en el camino de la crisis”, instando a comprender los estrechos vínculos entre Iglesia, ministerio y Eucaristía.
Será importante mirar con humildad espiritual y teológica las circunstancias que llevaron a las divisiones, confiando en que, si bien es imposible deshacer los tristes acontecimientos del pasado, es posible releerlos dentro de una historia reconciliada. Su Asamblea General de 2023 podría ser un paso importante para purificar la memoria y valorizar los numerosos tesoros espirituales que el Señor ha puesto a disposición de todos a lo largo de los siglos.
Y en la conclusión, asegura:
“Queridos hermanos y hermanas, el camino del conflicto a la comunión no es fácil, pero no estamos solos: Cristo nos acompaña”.
Las palabras del arzobispo Musa
Al inicio de la audiencia, precediendo el discurso del Pontífice, el arzobispo Panti FIlibus Musa, Presidente de la Federación Luterana Mundial, dirigió unas palabras al Santo Padre:
«Para nosotros la reconciliación tiene un rostro: Jesucristo, y con Jesús el rostro de nuestro prójimo. El amor de Dios nos orienta hacia el prójimo, la fe se vuelve activa en el amor. En el encuentro con los pobres y con aquellos que son olvidados y explotados por el mundo, descubrimos que Cristo sale a nuestro encuentro, nos tiende la mano y nos hace una cosa sola». “Estoy convencido de que para que nuestro camino del conflicto a la comunión pueda desplegar mejor su significado más profundo, debe transformarse siempre en un don de justicia y paz para quienes esperan un signo de esperanza en sus vidas”.
La tortura: pecado mortal
El Papa Francisco alza la voz contra la tortura y pide a los cristianos que la combatan
El Papa Francisco recordó que la tortura es un pecado mortal y pidió a los cristianos que se comprometan a ayudar a las víctimas.
“¡Torturar a las personas es un pecado mortal! Que las comunidades cristianas se comprometan a sostener a las víctimas de la tortura”, señaló el Santo Padre en un mensaje hecho público en la red social Twitter.
No es la primera vez en que el Papa se pronuncia en contra de la tortura. El 22 de junio de 2014, durante el rezo del Ángelus en la Plaza de San Pedro, el Pontífice se expresó con palabras parecidas y reiteró su “firme condena a cada forma de tortura, e invito a los cristianos a comprometerse para cooperar en su abolición y apoyar a las víctimas y a sus familias”.
Origen de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús
La difusión de la devoción se debe a santa Margarita María de Alacoque, religiosa de la Orden de la Visitación
La difusión de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús se debe a santa Margarita María de Alacoque, religiosa de la Orden de la Visitación, a quien Jesús se le apareció diciéndole:
“Mira este corazón mío, que a pesar de consumirse en amor abrasador por los hombres, no recibe de los cristianos otra cosa que sacrilegio, desprecio, indiferencia e ingratitud, aún en el mismo sacramento de mi amor. Pero lo que traspasa mi Corazón más desgarradamente es que estos insultos los recibo de personas consagradas especialmente a mi servicio.”
Insistentemente, los Santos Padres han recomendado que la humanidad intensifique el culto que presta al Sagrado Corazón de Jesús a fin de que, regenerado el hombre por la gracia de Dios y comprendiendo que debe ser Dios el centro de sus afectos, pueda reinar nuevamente en el mundo aquella tranquilidad del orden, de la cual más distante estamos, cuanto más el mundo desciende por la anarquía.
Las promesas del Sagrado Corazón de Jesús.
Jesús prometió a Santa Margarita de Alacoque, que si una persona comulga los primeros viernes de mes, durante nueve meses seguidos, le concederá lo siguiente:
Les daré todas las gracias necesarias en su estado de vida.
Estableceré la paz en sus hogares.
Los consolaré en todas sus aflicciones.
Seré su refugio en su vida y sobre todo en la muerte.
Bendeciré grandemente todas sus empresas.
Los pecadores encontrarán en Mi Corazón la fuente y el océano infinito de misericordia.
Las almas tibias crecerán en fervor.
Las almas fervorosas alcanzarán mayor perfección.
Bendeciré el hogar o sitio donde esté expuesto Mi Corazón y sea honrado.
Daré a los sacerdotes el don de tocar a los corazones más empedernidos.
Los que propaguen esta devoción, tendrán sus nombres escritos en Mi Corazón, y de El, nunca serán borrados.
Nueve primeros viernes:
“Yo les prometo, en el exceso de la infinita misericordia de mi Corazón, que Mi amor todopoderoso le concederá a todos aquellos que comulguen nueve primeros viernes de mes seguidos, la gracia de la penitencia final; no morirán, en desgracia ni sin recibir los sacramentos. Mi divino Corazón será su refugio seguro en este último momento”.
Nardo del 26 de Junio
¡Oh Corazón Sagrado, amado reposo de las almas!
Meditación: ¿Sabes, Señor?, cuando te miro Tu sabes que sonrío, pues veo Tu Dulzura y Poder. Yo sé que eres mi Rey, sé cuánto me conoces y me quieres, que estás junto a mi y me sigues, que evitas que caiga, y que consuelas mi alma. Cuando tengo dolor, cuando la oscuridad me quiere atrapar, Te me acercas y Tu mano me das, y es entonces cuando siento cuánto me cuidas. Y me dices: «descansa ya, pues Yo, el Amor, estoy junto a vos». Es allí cuando se disipa mi aflicción y siento Tu calor, me siento dichoso y mi alma goza. Y el dolor y la noche ya no están, pues Tú lo permitiste para que vea mi debilidad y conozca Tu Fortaleza. El sufrimiento que purifica, la oscuridad que hace ver la Luz, porque allí siempre estas Tú.
Jaculatoria: ¡Enamorándome de Ti, mi Amado Jesús!
¡Oh Amadísimo, Oh Piadosísimo Sagrado Corazón de Jesús!, dame Tu Luz, enciende en mí el ardor del Amor, que sos Vos, y haz que cada Latido sea guardado en el Sagrario, para que yo pueda rescatarlo al buscarlo en el Pan Sagrado, y de este modo vivas en mí y te pueda decir siempre si. Amén.
Florecilla: Preparemos y seamos un Altar a Jesús, tanto físico como espiritual, para agradecer cuánto nos da.
Oración: Diez Padre Nuestros, un Ave María y un Gloria.
El Papa: No rezar por los gobernantes es pecado
En la homilía de Francisco en Casa Santa Marta, habla de la necesidad de oración en los políticos dirigentes
Los cristianos deben acompañar con la oración a los gobernantes, aunque se equivoquen. Lo advirtió con claridad el Papa Francisco en su homilía en la Casa Santa Marta del Vaticano el 18 de septiembre de 2017.
Y a los gobernantes les pide que recen también, para evitar el riesgo de cerrarse en su propio grupo partidista. El gobernante que, en cambio, tiene la conciencia de ser un subalterno frente al pueblo y frente a Dios, reza.
La inspiración de la Biblia
La reflexión de Francisco parte de la Primera Lectura de hoy y del Evangelio. En la primera, san Pablo aconseja a Timoteo que rece por los gobernantes. En el Evangelio, hay un gobernante que reza: es el centurión que tenía un siervo enfermo.
Amaba al pueblo, aunque era extranjero, y amaba al siervo. De hecho, se preocupaba por él.
“Este hombre sintió la necesidad de la oración”, observa el Papa. No sólo porque “amaba” sino porque “tenía la conciencia de no ser el dueño de todo, no ser la última instancia”.
Sabía que por encima de él, hay otro que manda. Tenía subalternos, los soldados, pero él mismo tenía condición de subalterno. Y esto le lleva a rezar. El gobernante que tiene esta conciencia, de hecho, reza.
Entender que otro tiene más poder
“Si no reza, se cierra en su propia autorreferencialidad o en la de su partido, en ese círculo del que no puede salir; es un hombre cerrado en sí mismo».
«Pero cuando ve los verdaderos problemas, y tiene esta conciencia de subalternidad, que hay otro que tiene más poder que él – ¿quién tiene más poder que un gobernante? El pueblo, que le ha dado el poder, y Dios, del que viene el poder a través del pueblo. Cuando un gobernante tiene esta conciencia de subalternidad, reza».
¿Qué pide un gobernante?
Papa Francisco muestra, por tanto, la importancia de la oración del gobernante, “porque es la oración por el bien común del pueblo que le ha sido confiado”.
Y recuerda, en este sentido, el coloquio mantenido con un gobernante que todos los días pasaba dos horas en silencio ante Dios, a pesar de estar muy ocupado.
Es necesario pedir a Dios la gracia de poder gobernar bien como Salomón, que no pidió a Dios oro o riquezas, sino la sabiduría de gobernar.
Los gobernantes, dice Francisco, tienen que pedir a Dios esta sabiduría. «Es muy importante que los gobernantes recen” pidiendo al Señor que no les quite “la conciencia de subalternidad” de Dios y del pueblo: “que mi fuerza se encuentre allí y no en este pequeño grupo o en mí mismo”.
¿Y si el gobernante no tiene fe?
Y a quien objeta diciendo que es agnóstico o ateo, el Papa dice: “Si no puedes rezar, confróntate”, “con tu conciencia”, con “los sabios de tu pueblo”, pero “no te quedes solo con tu pequeño grupo de tu partido”, subraya. “Esto –añade– es autorreferencial”.
En la Primera Lectura, Pablo invita, por tanto, a rezar por los reyes, “para que –afirma– podamos llevar una vida calmada y tranquila, digna y dedicada a Dios”.
No abandones a tus gobernantes
Francisco observa que cuando un gobernante hace algo que no nos gusta, hay que criticarle, y en el caso contrario, alabarle. No hay que dejarle solo con su partido, con el Parlamento.
“’No, yo no le voté, que se apañe’. No, nosotros no podemos dejar solos a los gobernantes: debemos acompañarles con la oración. Los cristianos deben rezar por los gobernantes».
‘Pero, Padre, ¿cómo voy a rezar por este que hace tantas cosas malas?’ – ‘Pues entonces lo necesita más. Reza, haz penitencia por el gobernante’».
«La oración de intercesión – es muy bello lo que dice Pablo – es por todos los reyes, por todos los que tienen el poder. ¿Para qué? ‘Para que podamos llevar una vida en paz y tranquila’. Cuando el gobernante es libre y puede gobernar en paz, todo el pueblo se beneficia de esto”.
Y el Papa concluye pidiendo hacer examen de conciencia sobre la oración por los gobernantes.
“Yo les pido un favor: que cada uno de ustedes dedique cinco minutos, no más. Si es gobernante, se pregunte: ‘¿Yo rezo a aquel que me dio el poder a través del pueblo?’. Si no es gobernante, ‘¿yo rezo por los gobernantes? Sí, por este y por este sí, que me gustan; por esos no’. ¡Y lo necesitan más que esos! ‘¿Rezo por todos los gobernantes?’».
«Y si encuentran, cuando hagan examen de conciencia para confesarse, que no han rezado por los gobernantes, lleven esto a la confesión. Porque no rezar por los gobernantes es un pecado”.