Una voz de Pax

Reflexión del Evangelio Dominical

Mt 28, 16-20

Nuevamente el tema del envío y del mandato de hacer discípulos, está presente en el Evangelio dominical. Esta vez en la narración de Mateo tenemos a Jesús resucitado y aparecido por primera vez a sus apóstoles en Galilea.

La seguridad de que estará con ellos todos los días hasta el fin del mundo, es una rúbrica de fortaleza y confianza que Jesús quiere dejar como impronta en el corazón de sus Apóstoles a quienes recién se les revela vivo y resucitado.

Así mismo la fórmula trinitaria para ir a las gentes y bautizarlas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, nos ha recordado la fe católica en el Dios Uno y Trino cuya fiesta también hemos celebrado ayer.

No deja de llamar la atención la reacción de sus discípulos al encontrarse con él en el monte de Galilea: lo adoraron…a pesar de que algunos dudaron.

El término es significativo pues es como la confirmación en la fe en Jesús como Dios, como el verdadero Hijo de Dios, una actitud que nos recuerda la confesión de fe de Tomás: Señor mío y Dios mío. Es esta revelación secundada por las palabras de Jesús: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra», una suerte de arenga de fe y fortaleza para el camino de evangelización que emprenderán los apóstoles una ves deje su presencia terrena. Así mismo la cita en el monte de Galilea nos recuerda el evento de la Transfiguración en el que se nos revela o preanuncia el mundo venidero al lado de Dios y donde contemplamos a Jesús glorificado.

Creo que en este pasaje Cristo nos asegura que es el mismo de siempre, el mismo que habitó entre nosotros sanando y liberando y que estará al lado del Padre velando por cada uno de nosotros, acompañándonos y actuando con poder en nuestras vidas hasta el fin de los tiempos. Le pregunta entonces será: qué estamos dispuestos a hacer para ser uno de sus discípulos, ¿lo adoraremos? o ¿dudaremos de él?.

por Mario Aquino Colmenares