Santa Teresa Benedicta de la Cruz nació en Breslau

El 12 de octubre de 1891 en el seno de una familia judía ortodoxa

Conmemoracion: 09 de Agosto

 

EDITHSANTAHoy recordamos a una judía, filósofa, carmelita y mártir, una mujer moderna que desplegó su vida en los ámbitos familiar, estudiantil, social, político y religioso, comprometiendo su persona en cada uno de ellos: Edith Stein, copatrona de Europa.

Edith Stein nació en Breslau, ciudad que en aquel tiempo pertenecía a Alemania, y era la capital de la Silesia prusiana (hoy Wroclaw en Polonia) el 12 de octubre de 1891 en el seno de una familia judía ortodoxa, aunque ella misma no profesó esa fe desde su adolescencia. Nació el 12 de octubre, día de la fiesta religiosa del Kippur, es decir, de la Expiación. Ya la madre vio en esta circunstancia un signo de predilección de Dios y el preludio del singular destino de su hija.

Inteligente, dinámica, desde muy joven iniciada en los intereses culturales de los hermanos mayores, Edith se inscribe en 1910 en la Universidad de Breslau, y será la única mujer que sigue, ese año, los cursos de filosofía. Dijo una vez: «El estudio de la filosofía es un continuo caminar al borde del abismo», pero ella, intelectual y espiritualmente madura, supo hacer de la misma una vía privilegiada de encuentro con la verdad.

Mientras seguía cierto seminario de estudios, entró en contacto con el pensamiento de Edmund Husserl, profesor de la Universidad de Gotinga. Experimentó un gran entusiasmo por el autor, iniciador de la fenomenología, quien le pareció «el filósofo» de su tiempo. Se trasladó a la Universidad de Gotinga y consiguió conocer al filósofo Husserl.

Del entusiasmo por la primera obra del maestro, las Investigaciones lógicas, Edith, con otros estudiantes investigadores como ella, pasó a una actitud crítica cuando Husserl, con Ideas para una fenomenología pura, pasó del realismo del estudio de los fenómenos al idealismo trascendental.

Conoció a otro fenomenólogo, Max Scheler, muy distinto de Husserl, que provocaba a su auditorio con intuiciones originales y estimulaba su espíritu. En ella, que se declaraba atea, Scheler consiguió despertar la necesidad religiosa, más adormecida que apagada. Poco tiempo antes, Scheler había retornado a la fe católica, y exponía su credo de manera fascinante.

Edith no alcanzó en ese momento la fe, pero vio abrirse ante sí un nuevo ámbito de fenómenos, ante los cuales no podía permanecer insensible. En la escuela de Husserl había aprendido a contemplar las cosas sin prejuicios. Escuchando a Scheler, se le derrumbaban las barreras de los prejuicios racionales entre los que había crecido sin saberlo. Ella misma dice: «El mundo de la fe se me abría de improviso delante.”

 

SANTAEDITH

 

Durante la Primera Guerra Mundial, Edith se enroló de voluntaria para trabajar en hospitales militares.  Al término de su período como voluntaria en el hospital militar obtuvo la medalla de valor en reconocimiento a su servicio generoso. Tras retornar de la experiencia de la guerra, retomó su vida de estudiante, pero las dudas profundas, el insaciable hambre de verdad y el testimonio de muchos cristianos comenzó a socavar en ella su hasta entonces radical ateísmo. Sobre todo la lectura de la vida de Santa Teresa de Jesús, terminó completando su conversión al catolicismo. En enero de 1922 recibió el bautismo.

Luego de su bautismo, fue a visitar a su familia, a casa de la anciana madre Augusta, para contarles lo que había hecho. Se puso de rodillas y le dijo: «¡Mamá, soy católica!». La madre, firme creyente de la fe de Israel, lloró. Y lloró también Edith. Ambas sentían que, a pesar de seguirse amando intensamente, sus vidas se separaban para siempre. Cada una de las dos encontró a su manera, en la propia fe, el valor de ofrecer a Dios el sacrificio solicitado.

En Friburgo Edith advertía las primeras llamadas interiores de la vocación a la consagración total al Dios de Jesucristo. Así pues dejó su trabajo como asistente de Husserl, y decidió pasar a la enseñanza en el Instituto de las Dominicas de Spiradonde permaneció 8 años. A lo largo de este período, Edith continuó sus escritos y traducciones de filosofía y asumió el compromiso de dar conferencias, en las  que frecuentemente abordaba el papel y significado de la mujer en la vida contemporánea. Sus textos revelan claramente su oposición radical al feminismo y su fuerte compromiso al reconocimiento y desarrollo de la mujer, así como al valor de la madurez de la vida cristiana en la mujer. En 1931, Edith deja la escuela del convento para dedicarse a tiempo completo a la escritura y publicación de sus trabajos.

El 30 de abril de 1933, durante la adoración del Santísimo Sacramento sintió con claridad su vocación a la vida religiosa monástica del Carmelo, que había empezado a intuir el día del bautismo, y tomó interiormente su decisión. ¡Para la madre supuso otro golpe! «También siendo hebreo se puede ser religioso», le había dicho para disuadirla. «Claro – le había respondido Edith -, si no se ha conocido otra cosa».

 

SANTAEDITHSTEIN

 

En octubre de 1933, a la edad de 42 años, Edith Stein ingresa al convento carmelita en Cologne tomando el nombre de Teresa Benedicta y reflejando su especial devoción a la pasión de Cristo y su gratitud a Teresa de Ávila por su amparo espiritual. En el convento, Edith continuó sus estudios y escritos completando los textos de su libro «La Finitud y el Ser», su obra cumbre.

Pero el 31 de diciembre de 1938 se cernía sobre Edith el drama de la cruz. Para huir de las leyes raciales contra los judíos, tuvo que dejar el Carmelo de Colonia. Se refugió en Holanda, en el Carmelo de Echt. Era un momento trágico para toda Europa y especialmente para los ciudadanos de origen judío, perseguidos por los nazis. El 23 de marzo se ofreció a Dios como víctima de expiación. El 9 de junio redactó su testamento espiritual, en el que declaraba su aceptación de la muerte en una hora tan funesta, mientras arreciaba la segunda guerra mundial.

En 1941, por encargo de la Priora del monasterio de Echt, dio inicio a una nueva obra y la continuó mientras pudo, esta vez sobre la teología mística de San Juan de la Cruz. La tituló Scientia Crucis.

La obra quedó incompleta, porque también en Echt los nazis terminaron por alcanzarla. Las escuadras de las SS la deportaron al campo de concentración de Amersfort, y de ahí al de Auschwitz.

«¡Vamos! – dijo mientras salía con su pobre equipaje a su hermana Rose, que vivía en la hospedería del monasterio y que fue capturada junto a ella – ¡Vamos a morir por nuestro pueblo!»

Edith Stein nos ha dejado muchos escritos en diversas áreas: filosofía, antropología, pedagogía, psicología, feminismo, de espiritualidad,… Pero en todos ellos encontramos un denominador común: su preocupación por comprender y clarificar quién es el hombre. Tanto a nivel práctico como teórico fue siempre su gran preocupación. Ella está convencida de que ese es el fundamento de todo. Si el hombre no se plantea quién es él, y no trata de dar luz a esta pregunta, difícilmente podrá construir ni su vida, ni sus proyectos en base a un sentido esencial y existencial (…)

Edith Stein pasó de la cátedra de docente universitaria al Carmelo. Y ahora, de la paz del claustro, espacio del amor contemplativo, pasaba a los horrores de un lager nazi. Edith Stein, Sor Teresa Benita de la Cruz, murió en las cámaras de gas de Auschwitz el 9 de agosto de 1942.

Fue beatificada por Juan Pablo II en Colonia, en el aniversario de su consagración definitiva, el 1 de mayo de 1987. Y proclamada Santa por el mismo pontífice en la Plaza de San Pedro de Roma el 11 de octubre de 1998.



Compartamos algo de la espiritualidad de Edith Stein – Santa Teresa Benedicta de la Cruz:

 

TERESABENEDITA[…]Ser totalmente de Dios,entregarse a Él y a su servicio por amor, es la vocación, no sólo de algunos elegidos, sino de todo cristiano: consagrado o no, hombre o mujer. Todos son llamados a seguir a Cristo. Y cuanto más se avanza por este camino, más se hace semejante a Cristo, y puesto que Cristo personifica el ideal de la perfección humana, -libre de toda mancha, rica de caracteres masculinos y femeninos, libre de toda limitación terrenal-, sus seguidores fieles son elevados por encima de los confines naturales. Por eso encontramos en hombres santos una bondad y una ternura femenina una solicitud verdaderamente maternal por las almas confiadas a ellos; y en mujeres santas una audacia y una disponibilidad y decisión auténticamente masculinas. De este modo el seguimiento de Cristo conlleva el desarrollo en plenitud de la vocación originaria del hombre: ser autentica imagen de Dios; imagen del Señor de lo creado, conservando, protegiendo y haciendo crecer a toda criatura que se encuentre en su ambiente; imagen del Padre, generando y educando por paternidad y maternidad espiritual- hijos para el reino de Dios […] (Ser finito y ser eterno)

[…]Yo me sé sostenido y este sostén me da calma y seguridad. Ciertamente no es la confianza segura de si mismo del hombre que, con su propia fuerza, se mantiene de pie sobre un suelo firme, sino la seguridad suave y alegre del niño que reposa sobre un brazo fuerte, es decir, una seguridad que, vista objetivamente, no es menos razonable. En efecto, el niño que viviera constantemente en la angustia de que su madre le dejará caer, ¿sería razonable? En mi ser yo me encuentro entonces con el sostén y el fundamento de mi ser que no posee en sí mismo ni sostén ni fundamento. Puedo llegar por dos vías a ese fundamento que encuentro dentro de mí mismo a fin de conocer al ser eterno. Si Dios se revela como el ente, como el creador y el conservador, y si el Salvador dice: Aquel que cree en el hijo tiene la vida eterna (Jn 3,36), éstas son respuestas claras a la cuestión enigmática que concierne a mi propio ser. Y si Dios me dice por la boca del profeta que me es más fiel que mi padre y mi madre, y que Él es el amor mismo, reconozco cuán razonable es mi confianza en el brazo que me sostiene y cómo toda angustia de caer en la nada es insensata, mientras yo no me desprenda por mí mismo del brazo protector […](Ser finito y ser eterno)

[…]Si Dios es amor y vive en cada uno de nosotros, tenemos que amarnos con amor fraternal. Por eso nuestro amor al prójimo es la medida de nuestro amor a Dios. Sin embargo, este último es distinto al amor natural que tenemos por los hombres. El amor natural surge entre aquellos que están unidos por el vínculo de sangre, por afinidad de carácter o por intereses comunes. Los otros son extraños, que poco nos interesan, o que incluso pueden provocarnos un cierto rechazo, de tal manera que hasta los evitamos físicamente. Para los cristianos no existen los hombres extraños. Nuestro prójimo es todo aquel que tenemos ante nosotros y que tiene necesidad de nosotros, y es indiferente que sea nuestro pariente o no, que nos caiga bien o nos disguste, o que sea moralmente digno de ayuda o no. 
El amor de Cristo no conoce limites no se cansa nunca y no se asusta ante la suciedad o la miseria. Cristo vino para los pecadores y no para los justos. Y si el amor de Cristo vive en nosotros, actuaremos como El, e iremos en busca de las ovejas perdidas. El amor natural busca apoderarse de las personas amadas y poseerlas, si es posible, en exclusividad. Cristo vino al mundo para recuperar para el Padre la humanidad perdida; y quien ama con su amor, quiere a los hombres para Dios y no para sí […] (El Misterio de la Navidad)

 

TERESABENEDITADOS[…] El que quiera desposar al Cordero tiene que dejarse clavar con Él en la Cruz. Para esto están llamados todos los marcados con la sangre del Cordero, y éstos son todos los bautizados. Pero no todos entienden esta llamada y la siguen. Existe una llamada para un seguimiento más estrecho, que suena más penetrante en el interior del alma y que exige una respuesta clara. Es la llamada a la vida religiosa, y la respuesta son los santos votos. A quien el Señor llama a dejar los vínculos naturales (familia, pueblo, ambiente), para entregarse solamente a Él, en este se destaca el vínculo nupcial con el Señor con mayor fuerza que en la multitud de los redimidos. Por toda la eternidad tienen que pertenecer de manera preferida al Cordero, seguirle a donde Él vaya y cantar el himno de las vírgenes que ningún otro puede cantar (Ap. 14, 1-5) Si se despierta en el alma el deseo de la vida religiosa es como si el Señor la cortejara. Y si ella se consagra a él a través de los santos votos y acoge el Veni, sponsa Christi, es como si se anticipase la fiesta de las bodas celestiales. Pero aquí se trata sólo de la expectativa por el alegre banquete eterno. El gozo nupcial del alma consagrada a Dios y su fidelidad tienen que acreditarse en medio de combates abiertos y escondidos, y en lo cotidiano de la vida religiosa. El esposo elegido por ella es el Cordero que fue puesto a la muerte. Si ella quiere entrar con Él en la gloria celestial, tiene que dejarse clavar ella misma en su Cruz. Los tres votos son los clavos. Cuanto con mayor disposición se extienda sobre la Cruz y pacientemente soporte los golpes del martillo, tanto más profundamente soporte los golpes del martillo, tanto más profundamente experimentará la realidad de estar unida con el Crucificado […] (Las bodas del Cordero)

POEMA DE EDITH PARA ORAR Y MEDITAR ANTE EL SANTÍSIMO

“Yo estoy con vosotros”

Tú te sientas en el trono a la derecha del Padre 
en el reino de su eterna gloria
como Palabra de Dios desde un principio.
Tú gobiernas en el altísimo trono
 también en transfigurada forma humana
 después de haber consumado tu obra en la tierra.
Así creo yo, porque tu Palabra me lo enseña,
y porque lo creo me siento feliz,
y de ahí florece una dichosa esperanza:
Pues donde estás tú allí están también los tuyos,
el cielo es mi maravillosa patria,
yo participo contigo el trono del Padre.
El Eterno, que todo ser creó,
El, tres veces santo, que abarca todo ser,
tiene su propio reino silencioso.
El habitáculo más íntimo del alma humana
es el más querido lugar de la Trinidad,
su trono celestial en la tierra.
Para redimir este reino celestial de las manos del enemigo 
ha venido el Hijo de Dios como hijo de hombre,
y ha dado su sangre en rescate
En el corazón de Jesús, que fue atravesado,
el reino celestial y la tierra están unidos,
aquí está para nosotros la fuente de la vida.
Este corazón es el corazón de la Trinidad divina
 y centro de todo corazón humano,
que nos da la vida de la Divinidad.
Nos atrae con poder misterioso,
nos encierra en sí en el seno del Padre
 y nos da el Espíritu Santo.
Este corazón palpita para nosotros en el pequeño tabernáculo
 donde permanece misteriosamente oculto
en aquella silenciosa, blanca forma.
Este es, Señor, tu trono de Rey en la tierra,
que tú has erigido visiblemente para nosotros,
y te gusta ver acercarme a él.
Tú incas tu mirada lleno de amor en la mía,
e inclinas tu oído a mis suaves palabras
 y llenas el corazón con profunda paz.
Pero tu amor no encuentra satisfacción 
en este intercambio que todavía permite
separación: tu corazón exige más y más.
Tu vienes a mí cada mañana como alimento,
tu carne y sangre son para mí bebida y comida
y se obra algo maravilloso.
Tu cuerpo cala misteriosamente en el mío,
y tu alma se une a la mía:
Ya no soy yo lo que era antes.
Tú vienes y vas, pero permanece la semilla 
que tú has sembrado para la gloria futura
 escondida en el cuerpo de polvo.
Permanece un resplandor del cielo en el alma,
permanece una profunda luz en los ojos,
una suspensión en el tono de la voz.
Permanece el vínculo, que une corazón con corazón,  la corriente de vida que brota del tuyo y da vida a cada miembro.

Qué admirables son las maravillas de tu amor,

Sólo nos asombramos, balbuceamos y enmudecemos, porque el espíritu y la palabra no pueden expresar.

Centro Internacional Teresiano Sanjuanista – Avila

Jesús te ama