Entonces Pedro preguntó: “Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. ¿Qué nos tocará a nosotros?”. Y Jesús respondió: “El que a causa de mi nombre deje casa, hermanos o hermanas, padre, madre, hijos o campos, recibirá cien veces más y obtendrá como herencia la vida eterna”. Es muy importante tener en cuenta que esto no es una especie de cálculo capitalista: Haz una buena inversión y obtendrás un retorno espectacular; tendrás todas las casas y el dinero que quieras.Una vez que sueltas el mundo con espíritu de desapego, una vez que dejas de aferrarte a las cosas de este mundo y las ves sin distorsión, realmente las tendrás. Aparecerán como son, como Dios las ha querido. Ya no serán objetos para tu manipulación o posesión, sino realidades hermosas en sí mismas.
Bernardo de Claraval, Santo
Memoria Litúrgica, 20 de agosto
Fuente: Centro de Espiritualidad Santa Maria
Doctor de la Iglesia
Martirologio Romano:
Memoria de san Bernardo, abad y doctor de la Iglesia, el cual, habiendo ingresado con treinta compañeros en el nuevo monasterio del Cister, fue después fundador y primer abad del monasterio de Clairvaux (Claraval), dirigiendo sabiamente a los monjes por el camino de los mandamientos del Señor, con su vida, su doctrina y su ejemplo. Recorrió una y otra vez Europa para restablecer la paz y la unidad e iluminó a la Iglesia con sus escritos y sabios consejos, hasta que descansó en el Señor cerca de Langres, en Francia (1153).
Etimológicamente: Bernardo = corazón de oro. Viene de la lengua alemana
Fecha de canonización: Fue canonizado el 18 de enero de 1174 por el papa Alejandro III, y posteriormente el papa Pío VIII lo proclamó Doctor de la Iglesia en 1830.
Breve Biografía
En orden cronológico, o sea en cuanto al tiempo, San Bernardo es el último de los llamados Padres de la Iglesia. Pero en importancia es uno de los que más han influido en el pensamiento católico en todo el mundo. Nace en Borgoña, Francia (cerca de Suiza) en el año 1090. Sus padres tuvieron siete hijos y a todos los formaron estrictamente haciéndoles aprender el latín, la literatura y, muy bien aprendida, la religión.
La familia que se fue con Cristo
Esta familia ha sido un caso único en la historia. Cuando Bernardo se fue de religioso, se llevó consigo a sus 4 hermanos varones, y un tío, dejando a su hermana a que cuidará al papá (la mamá ya había muerto) y el hermanito menor para que administrara las posesiones que tenían. Dicen que cuando llamaron al menor para anuanciarle que ellos se iban de religiosos, el muchacho les respondió: «¡Ajá! ¿Conque ustedes se van a ganarse el cielo, y a mí me dejan aquí unicamente en la tierra? Esto no lo puedo aceptar». Y un tiempo después, también él se fue de religioso. Y más tarde llegaron además al convento el papá y el esposo de la hermana (y ella también se fué de monja). Casos como este son más únicos que raros.
La personalidad de Bernardo
Pocos individuos han tenido una personalidad tan impactante y atrayente, como San Bernardo. El poseía todas las ventajas y cualidades que pueden hacer amable y simpático a un joven. Inteligencia viva y brillante. Temperamento bondadoso y alegre, se ganaba la simpatía de cuantos trataban con él. Esto y su físico lleno de vigor y lozanía era ocasión de graves peligros para su castidad y santidad. Por eso durante algún tiempo se enfrió en su fervor y empezó a inclinarse hacia lo mundano y lo sensual. Pero todo esto lo llenaba de desilusiones. Las amistades mundanas por más atractivas y brillantes que fueran lo dejaban vacío y lleno de hastío. Después de cada fiesta se sentía más y más desilusionado del mundo y de sus placeres.
A mal grave, remedio terrible
Como sus pasiones sexuales lo atacaban violentamente, una noche se revolcó entre el hielo hasta quedar casi congelado. Y el tremendo remedio le trajo mucha paz.
Una visión cambia su rumbo: una noche de Navidad, mientras celebraban las ceremonias religiosas en el templo se quedó dormido y le pareció ver al Niño Jesús en Belén en brazos de María, y que la Santa Madre le ofrecía al Niñito Santo para que lo amara y lo hiciera amar mucho por los demás. Desde este día ya no pensó sino en consagrarse a la religión y al apostolado.
Un hombre que arrastra con todo lo que encuentra
Bernardo se fue al convento de monjes benedictinos llamado Cister, y pidió ser admitido. El superior, San Esteban, lo aceptó con gran alegría pues, en aquel convento, hacía 15 años que no llegaban religiosos nuevos.
Bernardo volvió a su familia a contar la noticia y todos se opusieron. Los amigos le decían que esto era desperdiciar una gran personalidad para irse a sepultarse vivo en un convento. La familia no aceptaba de ninguna manera.

Francisco Ribalta, Cristo abrazado a san Bernardo, Museo del Prado.
Pero aquí sí que apareció el poder tan sorprendente que este hombre tenía para convencer a los demás e influir en ellos y ganarse su voluntad. Empezó a hablar tan maravillosamente de las ventajas y cualidades que tiene la vida religiosa, que logró llevarse al convento a sus cuatro hermanos mayores, a su tío y casi a todos los jóvenes de los alrededores, y junto con 31 compañeros llegó al convento de los Cistercienses a pedir ser admitidos de religiosos. Pero antes en su finca los había preparado a todos por varias semanas, entrenándolos acerca del modo como debían comportarse para ser unos fervorosos religiosos. En el año 1112, a la edad de 22 años, se fue de religioso al convento.
El papá, el hermano Nirvardo, el cuñado y la hermana, ya irán llegando uno por uno a pedir ser recibidos como religiosos.
Formidable poder de atracción. En toda la historia de la Iglesia es difícil encontrar otro hombre que haya sido dotado por Dios de un poder de atracción tan grande para llevar gentes a las comunidades religiosas, como el que recibió Bernardo. Las muchachas tenían terror de que su novio hablara con el santo, porque lo mas probable era que se iría de religioso. En las universidades, en los pueblos, en los campos, los jóvenes al oírle hablar de las excelencias y ventajas de la vida en un convento, se iban en numerosos grupos a que él los instruyera y los formara como religiosos. Durante su vida fundó más de 300 conventos para hombres, e hizo llegar a gran santidad a muchos de sus discípulos. Lo llamaban «el cazador de almas y vocaciones». Con su apostolado consiguió que 900 monjes hicieran profesión religiosa.
Fundador de Claraval. En el convento del Císter demostró tales cualidades de líder y de santo, que a los 25 años (con sólo tres de religioso) fue enviado como superior a fundar un nuevo convento. Escogió un sitio sumamente árido y lleno de bosques donde sus monjes tuvieran que derramar el sudor de su frente para poder cosechar algo, y le puso el nombre de Claraval, que significa valle muy claro, ya que allí el sol ilumina fuerte todo el día.

Émile Signol, Bernardo de Claraval predicando la Segunda Cruzada en Vézelay el 31 de marzo de 1146, Palacio de Versalles, 1840
Supo infundir del tal manera fervor y entusiasmo a sus religiosos de Claraval, que habiendo comenzado con sólo 20 compañeros a los pocos años tenía 130 religiosos; de este convento de Claraval salieron monjes a fundar otros 63 conventos.
La oratoria de santo. Después de San Juan Crisóstomo y de San Agustín, es difícil encontrar otro orador católico que haya obtenido tantos éxitos en su predicación como San Bernardo. Lo llamaban «El Doctor boca de miel» (doctor melífluo) porque sus palabras en la predicación eran una verdadera golosina llena de sabrosura, para los que la escuchaban. Su inmenso amor a Dios y a la Virgen Santísima y su deseo de salvar almas lo llevaban a estudiar por horas y horas cada sermón que iba a pronunciar, y luego como sus palabras iban precedidas de mucha oración y de grandes penitencias, el efecto era fulminante en los oyentes. Escuchar a San Bernardo era ya sentir un impulso fortísimo a volverse mejor.
Su amor a la Virgen Santísima.
Los que quieren progresar en su amor a la Madre de Dios, necesariamente tienen que leer los escritos de San Bernardo, porque entre todos los predicadores católicos quizás ninguno ha hablado con más cariño y emoción acerca de la Virgen Santísima que este gran santo. Él fue quien compuso aquellas últimas palabras de la Salve: «Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María». Y repetía la bella oración que dice: «Acuérdate oh Madre Santa, que jamás se oyó decir, que alguno a Ti haya acudido, sin tu auxilio recibir».
El pueblo vibraba de emoción cuando le oía clamar desde el púlpito con su voz sonora e impresionante. «Si se levantan las tempestades de tus pasiones, mira a la Estrella, invoca a María. Si la sensualidad de tus sentidos quiere hundir la barca de tu espíritu, levanta los ojos de la fe, mira a la Estrella, invoca a María. Si el recuerdo de tus muchos pecados quiere lanzarte al abismo de la desesperación, lánzale una mirada a la Estrella del cielo y rézale a la Madre de Dios. Siguiéndola, no te perderás en el camino. Invocándola no te desesperarás. Y guiado por Ella llegarás seguramente al Puerto Celestial». Sus bellísimos sermones son leídos hoy, después de varios siglos, con verdadera satisfacción y gran provecho.

Aparición de la Virgen a san Bernardo, 1486, Badia Fiorentina, Florencia.
Viajero incansable. El más profundo deseo de San Bernardo era permanecer en su convento dedicado a la oración y a la meditación. Pero el Sumo Pontífice, los obispos, los pueblos y los gobernantes le pedían continuamente que fuera a ayudarles, y él estaba siempre pronto a prestar su ayuda donde quiera que pudiera ser útil. Con una salud sumamente débil (porque los primeros años de religioso, por imprudente, se dedicó a hacer demasiadas penitencias y se le daño la digestión) recorrió toda Europa poniendo la paz donde había guerras, deteniendo fuertemente las herejías, corrigiendo errores, animando desanimados y hasta reuniendo ejércitos para defender la santa religión católica. Era el árbitro aceptado por todos.
Exclamaba: A veces no me dejan tiempo durante el día ni siquiera para dedicarme a meditar. Pero estas gentes están tan necesitadas y sienten tanta paz cuando se les habla, que es necesario atenderlas (ya en las noches pararía luego sus horas dedicado a la oración y a la meditación).
De carbonero a Pontífice. Un hombre muy bien preparado le pidió que lo recibiera en su monasterio de Claraval. Para probar su virtud lo dedicó las primeras semanas a transportar carbón, y el otro lo hizo de muy buena voluntad. Después llegó a ser un excelente monje, y más tarde fue nombrado Sumo Pontífice: Eugenio III. El santo le escribió un famoso libro llamado «De consideratione», en el cual propone una serie de consejos importantísimos para que los que están en puestos elevados no vayan a cometer el gravísimo error de dedicarse solamente a actividades exteriores descuidando la oración y la meditación. Y llegó a decirle: «Malditas serán dichas ocupaciones, si no dejan dedicar el debido tiempo a la oración y a la meditación».
Claustro de la abadía de Fontenay
Despedida gozosa. Después de haber llegado a ser el hombre más famoso de Europa en su tiempo y de haber conseguido varios milagros (como por ej. Hacer hablar a un mudo, el cual confesó muchos pecados que tenía sin perdonar) y después de haber llenado varios países de monasterios con religiosos fervorosos, ante la petición de sus discípulos para que pidiera a Dios la gracia de seguir viviendo otros años más, exclamaba: «Mi gran deseo es ir a ver a Dios y a estar junto a Él. Pero el amor hacia mis discípulos me mueve a querer seguir ayudándolos. Que el Señor Dios haga lo que a Él mejor le parezca». Y a Dios le pareció que ya había sufrido y trabajado bastante y que se merecía el descanso eterno y el premio preparado para los discípulos fieles, y se lo llevó a sus eternidad feliz el 20 de agosto del año 1153. Solamente tenía 63 años pero había trabajado como si tuviera más de cien. El sumo pontífice lo declaró Doctor de la Iglesia.
¡Felicidades quienes lleven este nombre!
Miércoles 20 de Agosto de 2025
La hora varía, pero la misión no
Santo Evangelio según San Mateo 20, 1-16. Miércoles 20ª semana de Tiempo Ordinario.
Por: H. Jesús Salazar, L.C. | Fuente: missionkits.org
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, quiero entregarme a Ti con todas mis fuerzas; ayúdame a vivirlo en profundidad para servir a mis hermanos.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 20, 1-16
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: «El Reino de los cielos es semejante a un propietario que, al amanecer, salió a contratar trabajadores para su viña. Después de quedar con ellos en pagarles un denario por día, los mandó a su viña. Salió otra vez a media mañana, vio a unos que estaban ociosos en la plaza y les dijo: ‘Vayan también ustedes a mi viña y les pagaré lo que sea justo’. Salió de nuevo a medio día y a media tarde e hizo lo mismo.
Por último salió también al caer la tarde y encontró todavía a otros que estaban en la plaza y les dijo: ‘¿Por qué han estado aquí todo el día sin trabajar?’ Ellos le respondieron: ‘Porque nadie nos ha contratado’. Él les dijo: ‘Vayan también ustedes a mi viña’.
Al atardecer, el dueño de la viña le dijo a su administrador: ‘Llama a los trabajadores y págales su jornal, comenzando por los últimos hasta que llegues a los primeros’. Se acercaron, pues, los que habían llegado al caer la tarde y recibieron un denario cada uno.
Cuando les llegó su turno a los primeros, creyeron que recibirían más; pero también ellos recibieron un denario cada uno. Al recibirlo, comenzaron a reclamarle al propietario, diciéndole: ‘Esos que llegaron al último sólo trabajaron una hora, y sin embargo, les pagas lo mismo que a nosotros, que soportamos el peso del día y del calor’.
Pero él respondió a uno de ellos: ‘Amigo, yo no te hago ninguna injusticia. ¿Acaso no quedamos en que te pagaría un denario? Toma, pues, lo tuyo y vete. Yo quiero darle al que llegó al último lo mismo que a ti. ¿Qué no puedo hacer con lo mío lo que yo quiero? ¿O vas a tenerme rencor porque yo soy bueno?’.
De igual manera, los últimos serán los primeros, y los primeros, los últimos».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
A toda invitación personal corresponde una respuesta personal. Es casi impensable que Dios no te haga también a ti una invitación porque tu respuesta involucra a muchos más; la fe católica se vive en comunidad, en familia. No somos islas que viven su fe en personal, sin relacionarse con otros, como las antiguas religiones griegas o romanas donde existía un culto público para ver y ser visto y uno privado lleno de superstición. Nuestra fe no es una superstición, es una forma de vida. Por tanto, cuando recibimos una llamada de Dios en un encuentro con Él, nuestra respuesta personal no es indiferente al «nosotros», a la Iglesia, al cuerpo de Cristo.
A unos Dios nos llama desde el amanecer, desde nuestra juventud, cuando tenemos las energías frescas y estamos dispuestos a afrontar retos, a enamorarnos, a descubrir la belleza de Cristo en la vida.
Ser llamados por Dios en la madurez de la edad adulta, también es una novedad, porque implica un salir de nosotros mismos, romper esquemas prefabricados y hacer una opción fundamental y comprometida hacia el amor verdadero que nos muestra Jesús.
¿Cuántos ancianitos hemos visto en nuestras iglesias? Muchos jóvenes los critican porque piensan que ellos tienden a acaparar todo, que no quieren dar oportunidades, y muchos mayores critican a los jóvenes de inexpertos e imprudentes. No obstante, en los ancianos encontramos la sabiduría de la experiencia vivencial de una vida entregada a Cristo, y en los jóvenes se ve el frescor y la alegría del rostro de Dios.
Sin importar a qué edad y en qué momento de nuestra vida somos llamados a tener este encuentro personal, la misión es una sola: ¡ser santos y llegar juntos al cielo! El dueño de la viña paga a todos por igual, descubramos la riqueza que hay detrás de cada vocación y cada historia de vida de nuestros hermanos.
En el Reino de Dios no hay desocupados, todos están llamados a hacer su parte; y todos tendrán al final la compensación que viene de la justicia divina -no humana, ¡por fortuna!-, es decir, la salvación que Jesucristo nos consiguió con su muerte y resurrección. Una salvación que no ha sido merecida, sino donada, para la que «los últimos serán los primeros y los primeros, los últimos». Con esta parábola, Jesús quiere abrir nuestros corazones a la lógica del amor del Padre, que es gratuito y generoso. Se trata de dejarse asombrar y fascinar por los «pensamientos» y por los «caminos» de Dios que, como recuerda el profeta Isaías no son nuestros pensamientos y no son nuestros caminos.
(Homilía de S.S. Francisco, 24 de septiembre de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Seré más comprensivo con las personas de mi familia y parroquia con las que tengo diferencias de edad, acogiéndolas como regalo de Dios.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
San Bernardo de Claraval, el hombre más importante del siglo XII
Fue el gran impulsor de la Orden Cisterciense y tenía un don especial para convencer a las personas para que siguieran a Cristo
Bernard de Fontaine (san Bernardo de Claraval) nació en el castillo Fontaines-les-Dijon, en la Borgoña (Francia) en el año 1090. Sus padres eran los señores del castillo y recibió un alto nivel de educación junto a sus siete hermanos en las materias de latín, literatura y religión.
Se le considera el hombre más importante del siglo XII por su santidad y sus aportaciones a la Historia. Impulsó la arquitectura gótica, fue predicador de la Segunda Cruzada (aunque los cristianos perdieron ante los musulmanes), impulsó la Orden del Císter, desempeñó la función de abad de forma ejemplar… También defendió al papa Inocencio II del antipapa Anacleto.
Una personalidad que arrastraba
De su personalidad se dice que era líder, amable, simpático, alegre, inteligente… Se le llamaba el «doctor boca de miel» (melífluo) por la dulzura de sus palabras. Atrajo a muchas almas a Dios. Hasta tal punto, se dice, que había mujeres que tenían miedo de presentarle a sus novios para que no los convenciera y se entregaran a la vida religiosa.
Una conversión anhelada
San Bernardo no siempre fue así. Tuvo su conversión.
Durante algunos años vivió con las facilidades propias de su familia noble y frecuentaba la vida social con superficialidad. Sin embargo, notaba que la vida de lujo y fiestas no le llenaba el corazón.
Una noche de Navidad, durante la celebración litúrgica, se quedó dormido. Entonces se le apareció la Virgen con el Niño en brazos en Belén. La Virgen le ofreció a Jesús para que lo amara e hiciera que muchos otros lo amaran también. San Bernardo decidió en ese momento dar un giro a su vida y consagrarse a la vida religiosa y al apostolado.
Propulsor del Císter
En el año 1113, teniendo 23 años, ingresa como novicio en el convento de la Orden del Císter junto con un grupo de unos 30 hombres de origen noble que él mismo había reunido. Entre ellos estaban sus cuatro hermanos mayores, uno de ellos casado, al que convenció de que renunciara a su esposa e hijos para hacerse monje. Su padre ingresó al fallecer su madre, y también se entregaron a la vida religiosa su hermana santa Humbelina y el marido de esta.
El superior del convento era san Esteban Harding, que vio en Bernardo una vocación firme y fiel. De ahí que en 1115, cuando el monasterio está demasiado lleno, decide enviar al joven monje para que funde el monasterio de Claraval (Clairvaux). Así, a lo largo de su vida fundará 68 monasterios, siempre siendo abad de Claraval hasta su muerte.
A san Bernardo de Claraval se le atribuye una de las oraciones más rezadas por los cristianos a la Virgen, el “Acordaos”. Esto se debe a una confusión con el padre Claudio Bernardo, del siglo XVII, quien la difundió. Sin embargo, hay que decir que el santo contribuyó a la devoción a la Santísima Virgen con sus escritos.
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Falleció el 20 de agosto de 1153.
Patronazgo
San Bernardo de Claraval es patrono de Gibraltar, Algeciras (Cádiz), de los trabajadores agrícolas y del Queen’s College de Cambridge.
Oración
Si se levanta la tempestad de las tentaciones, si caes en el escollo de las tristezas, eleva tus ojos a la Estrella del Mar: ¡invoca a María! Si te golpean las olas de la soberbia, de la maledicencia, de la envidia, mira a la estella, invoca a María! Si la cólera, la avaricia, la sensualidad de tus sentidos quieren hundir la barca de tu espíritu, que tus ojos vayan a esa estrella: ¡invoca a María! Si ante el recuerdo desconsolador de tus muchos pecados y de la severidad de Dios, te sientes ir hacia el abismo del desaliento o de la desesperación, lánzale una mirada a la estrella, e invoca a la Madre de Dios. En medio de tus peligros, de tus angustia, de tus dudas, piensa en María, ¡invoca a María! El pensar en Ella y el invocarla, sean dos cosas que no se parten nunca ni de tu corazón ni de tus labios. Y para estar más seguro de su protección no te olvides de imitar sus ejemplos. ¡Siguiéndola no te pierdes en el camino! ¡Implorándola no te desesperarás! ¡Pensando en Ella no te descarriarás! Si Ella te tiene de la mano no te puedes hundir. Bajo su manto nada hay que temer. ¡Bajo su guía no habrá cansancio, y con su favor llegarás felizmente al Puerto de la Patria Celestial! Amén.