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Referencias Bíblicas
• Matthew 12:14-21
• Obispo Robert Barron

Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús cumple lo profetizado por Isaías: “Las naciones pondrán la esperanza en su nombre”. 



Si examinamos los textos del Antiguo Testamento —y los primeros cristianos implacablemente interpretaban a Jesús a la luz de estos escritos— vemos que se esperaba que Yahvé hiciera cuatro grandes cosas. Reunir a las tribus dispersas de Israel, purificar el templo sagrado en Jerusalén, doblegar definitivamente a los enemigos de la nación y reinar como Señor del mundo.



La esperanza escatológica expresada especialmente en los profetas y los Salmos era que, a través de estas acciones, Yahvé purificaría a Israel y a través de un Israel purificado llevaría la salvación a todos. Lo que sorprendió a los primeros seguidores de Jesús fue que él realizó estas cuatro tareas, pero del modo más inesperado.



A través de la obediencia a Cristo la justicia divina se ofrece plenamente a Israel, y a través de Israel al mundo. Y, por lo tanto, la participación en Jesús es el camino hacia la salvación —un camino que, en principio, está abierto a todos, tanto judíos como griegos.

 

 

Parolin: Situación insostenible en Gaza, que destruye y mata de hambre a la población

 

 

En una entrevista con el Tg2 Post, emitida el viernes 18 de julio por la noche, el Secretario de Estado vaticano habló de una oportuna llamada telefónica del primer ministro israelí Netanyahu al Papa, pero pidió claridad sobre el asalto que afectó a la iglesia de la Sagrada Familia de Gaza.

Vatican News

«Una guerra sin límites»: este es el juicio sobre lo que está ocurriendo en Gaza del cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado vaticano, entrevistado telefónicamente anoche, viernes 18 de julio, por Tg2 Post, una emisión en profundidad de la RAI. El cardenal habló de «límites sobrepasados» y de «un desarrollo dramático», pidiendo claridad sobre lo sucedido el pasado jueves en el ataque militar a la Iglesia de la Sagrada Familia de Gaza que dejó 3 muertos y 10 heridos, entre ellos el párroco, el padre Gabriel Romanelli. Respecto a las numerosas guerras en curso, recuerda que la Santa Sede está siempre abierta a la mediación, pero «la mediación -dice- sólo tiene lugar cuando las dos partes la aceptan». A continuación, se detiene en la conversación telefónica mantenida ayer entre el Papa y el Primer Ministro Netanyahu.

¿Qué opina de la llamada telefónica de Netanyahu al Papa?

 

 

Creo que fue oportuna, no se podía no explicar al Papa, no informar directamente al Papa de lo ocurrido, que es de una gravedad absoluta. Así que encuentro positiva la llamada telefónica, encuentro positiva la voluntad del Primer Ministro israelí de hablar directamente con el Papa León. Ahora bien, en mi opinión, hay tres cosas que cabe esperar de esta llamada telefónica al Papa León o después de esta llamada telefónica: en primer lugar, que se den a conocer realmente los resultados reales de la investigación que se ha prometido. Porque la primera interpretación que se dio fue que había habido un error, pero se aseguró que habría una investigación sobre el asunto: de modo que esta investigación se llevaría a cabo realmente con toda seriedad y que los resultados se conocerían, se darían a conocer. Y después de tantas palabras, por fin dar paso a los hechos. Espero sinceramente que lo que ha dicho el primer ministro se haga realidad lo antes posible, porque la situación en Gaza es verdaderamente insostenible.

La sensación es que nos enfrentamos a una guerra sin límites…

 

 

Ciertamente es una guerra sin límites por lo que pudimos ver: ¿cómo se puede destruir y matar de hambre a una población como la de Gaza? Ya se han sobrepasado muchos límites. Por otra parte, lo hemos dicho desde el principio como diplomacia de la Santa Sede: la famosa cuestión de la proporcionalidad. En cuanto a este episodio, si va en la dirección que usted acaba de describir, es una evolución dramática. Vuelvo a decir: demos tiempo a lo necesario para que nos digan realmente qué ha pasado: si ha sido realmente un error, cosa que se puede dudar legítimamente, o si se ha querido golpear directamente a una iglesia cristiana, sabiendo hasta qué punto los cristianos son un elemento de moderación en el marco de Oriente Medio y también en las relaciones entre palestinos y judíos. Así que, una vez más, habría voluntad de eliminar cualquier elemento que pudiera ayudar a llegar al menos a una tregua y después a la paz.

Hay tantos frentes de guerra abiertos: ¿qué más puede hacer la Santa Sede en términos de mediación diplomática?

 

 

Seguimos abiertos, de hecho proponemos, ya se ha hecho en varias ocasiones. Más allá de esto, veo realmente difícil dar más pasos, también porque si se utiliza la palabra «mediación» en un término técnico, la mediación sólo existe cuando las dos partes la aceptan: debe haber voluntad por parte de cada una de las dos partes contendientes, de los dos países o poblaciones en conflicto de aceptar esta mediación de la Santa Sede. Seguiremos insistiendo como siempre sin perder la esperanza, pero técnicamente es muy difícil. Por otra parte, ustedes han visto cómo muchas mediaciones fuera del Vaticano no han funcionado hasta ahora. Hace falta voluntad política para poner fin a la guerra sabiendo que los costes de una guerra son costes terribles para todos en todos los sentidos.

¿ Usted no ve esta voluntad ?

Desgraciadamente… no quiero ser demasiado negativo… espero. Usted me citó las palabras de Netanyahu de que la tregua estaría cerca: me gustaría creerlo.

 

 

Macrina la Joven, Santa

Virgen, 19 de julio

 

Por: Alban Butler
Fuente: Vidas de los santos

Martirologio Romano: En el monasterio de Annesis, cerca del río Iris, en el Ponto, ahora en Turquía, santa Macrina, virgen, hermana de los santos Basilio Magno, Gregorio de Nisa y Pedro de Sebaste, gran conocedora de las Sagradas Escrituras, que se retiró a la vida solitaria y fue ejemplo admirable de amor a Dios y de alejamiento de las vanidades del mundo. († 379)

Breve Biografía

Macrina era la mayor de los diez hijos de los santos Basilio y de Emelia la mayor, y hermana de los Padres Capadocios, san Basilio y san Gregorio de Nisa. Nació en Cesarea de Capadocia, hacia el año 327 y su madre la educó con particular esmero, le enseñó a leer y vigilaba cuidadosamente sus lecturas. El libro de La Sabiduría y los Salmos de David eran las obras predilectas de Macrina, quien no descuidaba por ello los deberes domésticos y los trabajos de hilado y costura. A los doce años fue prometida en matrimonio, pero su prometido murió súbitamente y Macrina se negó a aceptar a ninguno de los otros pretendientes, para dedicarse a ayudar a su madre en la educación de sus hermanos y hermanas menores. San Basilio el Grande, san Pedro de Sabaste, san Gregorio de Nissa y los otros hermanos de Macrina, aprendieron de ella el desprecio del mundo, el temor a la riqueza y el amor a la oración y la palabra de Dios. Según se dice, san Basilio volvió muy envanecido de mnr estudios, y su hermana le enseñó a ser humilde. Por otra parte, Macrina fue «el padre y la madre, el guía, el maestro y el consejero» de su hermano menor, san Pedro de Sebaste, pues san Basilio el Mayor, murió poco después del nacimiento de su último hijo. A la muerte de su padre, san Basilio estableció a su madre y a su hermana Macrina en una casa a orillas del río Iris; las dos santas mujeres se entregaron allí a la práctica de la ascética con otras compañeras.


 

A la muerte de santa Emelia, Macrina repartió entre los pobres su herencia y vivió del trabajo de sus manos. Su hermano Basilio murió a principios del año 379, y Macrina cayó gravemente enferma nueve meses después. Cuando san Gregorio de Nissa llegó a visitada después de nueve años de ausencia, la encontró en un lecho de tablas. El santo quedó muy consolado al ver el gozo con que su hermana soportaba la tribulación y muy impresionado del fervor con que se preparaba para la muerte. Santa Macrina exhaló eI último suspiro en un transporte de gozo al atardecer. Era tan pobre, que para amortajar el cadáver no se encontró más que un vestido viejo y una tela muy burda; pero San Gregorio regaló con ese fin una túnica de lino. El obispo del lugar, llamado Amauxio, dos sacerdotes y el propio San Gregorio, transportaron el féretro y, durante la procesión funeraria, se cantaron los salmos; pero la afluencia de la multitud y las lamentaciones del pueblo, especialmente de algunas mujeres, perturbaron mucho la ceremonia.

En el «Diálogo sobre el alma y la resurrección» y en un panegírico dedicado al monje Olimpio, san Gregorio dejó trazada la biografía de su hermana Macrina, con muchos detalles sobre su virtud, su vida y su entierro. En el panegírico mencionado, el santo habla de dos milagros: el primero de ellos fue que santa Macrina recobró la salud cuando su madre trazó sobre ella la señal de la cruz; en el segundo caso, la santa curó de una enfermedad de los ojos a la hijita de un militar. San Gregorio añade: «Creo que no es necesario que repita aquí todas las maravillas que cuentan los que vivieron con ella y la conocieron íntimamente … Por increíbles que parezcan esos milagros, puedo asegurar que los consideran como tales quienes han tenido ocasión de estudiarlos a fondo. Sólo los hombres carnales se rehusan a creerlos y los consideran imposibles. Así pues, para evitar que los incrédulos sean castigados por negarse a aceptar la realidad de esos dones de Dios, he preferido abstenerme de repetir aquí esas maravillas sublimes …» Este comentario confirma, una vez más, el dicho de que sólo un santo puede escribir la vida de otro santo.

¡Felicidades a quien lleve este nombre!

 

 

Aquí están mis manos, Señor

Santo Evangelio según san Mateo 12, 14-21.

 

Sábado 15ª semana de tiempo ordinario
Por: Balam Loza, LC
Fuente: somosrc.mx

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!



Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, Tú eres mi fortaleza y mi refugio. En medio de la oscuridad de la noche elevo mi oración a ti. Tú me escuchas. Me miras. Me cuidas. Me siento seguro porque tú estás a mi lado. No tengo miedo a nada ni a nadie. Me siento como esa oveja a la que Tú llevas en hombros. Hoy, Jesús, quiero alzar mi oración a ti. Quiero ofrecer unas simples gracias. Tal vez, Jesús mío, es la palabra más común de todas, la más repetida, pero la más cargada de sentido. Vengo a decirte gracias.



Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Mateo 12, 14-21



En aquel tiempo, los fariseos se confabularon contra Jesús para acabar con él. Al saberlo, Jesús se retiró de ahí. Muchos lo siguieron y él curó a todos los enfermos y les mandó enérgicamente que no lo publicaran, para que se cumplieran las palabras del profeta Isaías:

Miren a mi siervo, a quien sostengo; a mi elegido, en quien tengo mis complacencias. En él he puesto mi Espíritu, para que haga brillar la justicia sobre las naciones. No gritará ni clamará, no hará oír su voz en las plazas, no romperá la caña resquebrajada, ni apagará la mecha que aún humea, hasta que haga triunfar la justicia sobre la tierra; y en él pondrán todas las naciones su esperanza.



Palabra del Señor.




Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.



En estas breves líneas veo tu vida y veo mi vocación. Tú me llamas a vivir como Tú viviste. Quiero seguirte; quiero ofrecerte mi vida como ofrenda; quiero cumplir tu voluntad. Me reconozco tu siervo. Aquí están mis manos, para que por medio de ellas puedas realizar muchas obras de misericordia. Como la Virgen María repito «he aquí tu esclavo para hacer tu voluntad».

Me sé débil, Jesús. Me parece muy fácil hacer buenos propósitos, pero soy rápido en olvidarlos. Así que te pido tu fuerza. Sostenme con tu brazo. Que tu bendición esté conmigo. Mándame tu Espíritu que me indique lo que tengo que hacer en cada momento. Dame palabras para llevarte a todos. A veces, no sé qué decir. Me da miedo decir abiertamente mis principios. No siempre vivo como un miembro de la Iglesia comprometido.

Jesús, quiero llevar tu mensaje, tu amor, tu misericordia. Quiero llevar tu esperanza a muchas almas. Por eso te pido que me conquistes. Enciende mi corazón. Dame una fe fuerte y perseverante que no tema ante las contrariedades. Dame un corazón grande para que no me canse de dar. Dame unas manos fuertes que no se cansen de consolar. Dame, en fin, un espíritu grande que sepa ver más allá de las apariencias; que descubra el valor de cada persona con la que me encuentro; que vea la providencia de todo acontecimiento.

 

 

Quiero ser digno de ser tu discípulo, no quiero mirar atrás. Me abandono totalmente en tus manos. Estoy dispuesto a sufrir lo que sea por ti. Tú no tenías donde reposar la cabeza, yo tampoco quiero tenerlo. Tú fuiste olvidado por tus amigos, yo no tengo miedo de perderlos. Tú fuiste crucificado, quiero subir contigo al calvario como Simón de Cirene. Para mí la vida sólo tiene sentido en ti y para ti.

«El Señor está vivo y quiere que lo busquemos entre los vivos. Después de haberlo encontrado, invita a cada uno a llevar el anuncio de Pascua, a suscitar y resucitar la esperanza en los corazones abrumados por la tristeza, en quienes no consiguen encontrar la luz de la vida. Hay tanta necesidad de ella hoy. Olvidándonos de nosotros mismos, como siervos alegres de la esperanza, estamos llamados a anunciar al Resucitado con la vida y mediante el amor; si no es así seremos un organismo internacional con un gran número de seguidores y buenas normas, pero incapaz de apagar la sed de esperanza que tiene el mundo». (Homilía de S.S. Francisco, 26 de marzo de 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Te ofrezco, Señor, ser muy delicado en el trato a los demás. No voy a hablar mal de nadie. Veré siempre lo positivo. Si estoy enfadado y veo que con mi palabra puedo herir a alguien callaré. Me esforzaré porque los demás se sientan a gusto a mi lado.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.

 

 

San Agustín, fuente de inspiración para León XIV

 

Desde el inicio de su pontificado, León XIV ha hecho numerosas referencias a san Agustín, obispo de Hipona. Este Padre de la Iglesia, marcado por la experiencia de una conversión radical a los 32 años, estructuró una teología cristiana orientada hacia la aceptación de la gracia divina

«Soy hijo de san Agustín»: estas palabras de León XIV, desde su primera aparición en la logia de la basílica de San Pedro la tarde de su elección, marcaron el tono de un pontificado “agustiniano”, al igual que el de Francisco fue «ignaciano». Robert Francis Prevost, que fue Prior General de la Orden de San Agustín de 2001 a 2013, forjó su vocación y su carrera en la estela de este Padre de la Iglesia que estructuró de forma duradera el pensamiento cristiano, insistiendo en la fe, la gracia divina y la conversión.

Desde el siglo XIX, la formación del clero ha tendido a centrarse en santo Tomás de Aquino, cuya concepción del vínculo entre fe y razón se inspira en la filosofía griega, en particular en Aristóteles. En el pensamiento tomista, la observación de la naturaleza y el conocimiento de la historia deben conducir a una ética virtuosa y a una demostración racional de la existencia de Dios.

San Agustín, que no era propiamente helenista, puso mayor énfasis en la experiencia de la Revelación y la conversión, desde la perspectiva de la unidad con lo divino. Marcado por las invasiones bárbaras y el hundimiento de las instituciones heredadas del Imperio romano, propuso una concepción de la historia que revela una lucha dramática entre la Ciudad de Dios y la ciudad terrena.

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De Tomás a Agustín, una nueva inflexión teológica

 

 

El magisterio de los papas contemporáneos ha seguido generalmente el marco tomista, con la notable excepción de Benedicto XVI, que defendió una tesis sobre san Agustín cuando era un joven sacerdote en 1953. En numerosas ocasiones ha subrayado su afecto por este Padre de la Iglesia. «Cuando leo sus escritos, nunca tengo la impresión de que sean los de un hombre que murió hace 16 siglos. Encuentro a un hombre contemporáneo, a un amigo que me habla, que nos habla, con una fe fresca y perfectamente actual», dijo Benedicto XVI durante una catequesis en 2008.

León XIV podría sin duda hacerse eco de estas palabras del Papa alemán, tanto estructuró san Agustín su pensamiento y sus discursos. El 12 de mayo, durante su primer encuentro con el mundo de los medios de comunicación, el nuevo Papa confió que «no puede haber comunicación y periodismo fuera del tiempo y de la historia», retomando esta célebre cita de un discurso de san Agustín: «Vivamos bien, y los tiempos serán buenos. Nosotros somos los tiempos.

 

 

Los «tiempos» de este nuevo pontificado se abren, pues, con un tono agustiniano que aboga por la unidad. «La Iglesia está formada por todos aquellos que están en armonía con sus hermanos y que aman a su prójimo», dijo León XIV, citando un discurso de san Agustín en su Misa de investidura el 18 de mayo. El objetivo del nuevo Papa era promover «una Iglesia fundada en el amor y signo de unidad».

El 19 de mayo, en su discurso a los delegados de otras Iglesias y religiones que habían asistido a su Misa de instalación el día anterior, León XIV retomó el significado de su lema: In Illo uno unum, una expresión de san Agustín de Hipona que significa que «en el Uno -es decir, Cristo- somos uno».

El 21 de junio, en su discurso con motivo del Jubileo de los Líderes Políticos, el Papa reiteró la importancia de la libertad religiosa y del diálogo interreligioso, subrayando que «la creencia en Dios, con los valores positivos que de ella se derivan, es una inmensa fuente de bien y de verdad en la vida de las personas y de las comunidades». Se basó en la Ciudad de Dios de san Agustín, «una sociedad en la que la caridad es la ley fundamental» y para la que el hombre debe pasar del «amor egoísta a sí mismo, cerrado y destructor» al «amor gratuito, enraizado en Dios y que lleva al don de sí mismo».

 

 

Amar a la Iglesia

Dirigiéndose al clero de Roma el 12 de junio, León XIV se inspiró también en san Agustín para lanzar este vibrante llamamiento a los sacerdotes de la capital italiana:

«Amad a esta Iglesia, vivid en ella, formadla como acaba de apareceros (…). Rezad también por las ovejas dispersas, para que también ellas vuelvan, para que también ellas reconozcan y amen la verdad, para que no haya más que un solo rebaño y un solo pastor».

El actual Prior General de los agustinos, el padre Alejandro Moral Antón, subrayaba en una entrevista que tres palabras esenciales resumen la espiritualidad agustiniana: la búsqueda de la verdad, la práctica de la caridad y la unidad. Agustín también habló mucho de la interioridad, afirmando que Dios es «más íntimo que la intimidad de mí mismo». El hombre que tomó el relevo del padre Prevost en 2013 cree que «el Papa León XIV aporta con fuerza estas dimensiones espirituales, algo de lo que la Iglesia está muy necesitada hoy en día».

 

 

Esta teología agustiniana da también un lugar importante a las emociones: al dejar asomar algunas lágrimas, en particular cuando recibió el anillo del pescador durante su Misa de instalación el 18 de mayo, León XIV seguía en cierto modo los pasos de san Agustín, a veces apodado el «Doctor de las lágrimas». La dimensión de «la gracia de las lágrimas» está muy presente en sus escritos, que se refieren en particular a los de su madre, santa Mónica, que rezó intensa y dolorosamente por la conversión de su hijo.

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