Luke 9:11b-17

Amigos, nuestro Evangelio de hoy nos habla de cuando se les da de comer a cinco mil personas. Jesús instruye a la multitud a reclinarse, y lo hacen sobre el pasto. Tomando los panes y el pescado seco, Jesús brinda una comida que satisface a una enorme multitud. Están hambrientos, cansados, agotados por sus esfuerzos, y Jesús les da sustento para el día.

Para Tomás de Aquino, la gran metáfora de la Eucaristía es el sustento, el viático. La Eucaristía es comida diaria, sustento para el viaje, alimento que nos lleva a través del día a día. ¿Qué tan efectivos seríamos si nunca comiéramos o si sólo comiéramos en ocasiones especiales o ambiente festivo? No muy efectivos. Lo mismo en la vida espiritual, debemos comer y beber o no tendremos fuerzas.

¿Debe esto ser interpretado con un significado simbólico y vago? No, más bien de modo vívidamente analógico. Porque así como el cuerpo necesita alimento físico, el espíritu necesita alimento espiritual y no hay forma de evitar esta regla.

Bueno, ¿piensas que no es gran cosa si me alejo de la Misa y me abstengo de recibir la Comunión? Piensa otra vez.

Tomás Moro, Santo

Memoria Litúrgica, 22 de junio

Por: Cristina Huete García | Fuente: hagiopedia.blogspot.com

Mártir inglés, patrono de los gobernantes y los políticos

Martirologio Romano: Santo Tomás Moro, mártir por haberse opuesto al rey Enrique VIII en la controversia sobre su matrimonio y sobre la primacía del Romano Pontífice, fue encarcelado en la Torre de Londres, en Inglaterra; padre de familia de vida integérrima y presidente del consejo real, por mantenerse fiel a la Iglesia Católica murió el día 6 de julio, uniéndose así al martirio del obispo San Juan Fisher († 1535).

Fecha de beatificación: Culto confirmado por el Papa León XIII el 29 de diciembre de 1886
Fecha de canonización: 19 de mayo de 1935 por el Papa Pío XI

Breve Biografía

Nació en Londres, su padre era juez de Derecho común. Estudió en Canterbury Hall en Oxford y enseño Derecho en Inns of Court; en el 1501, ingresó en el colegio de abogados. Se planteó hacerse cartujo o sacerdote diocesano, pero terminó prefiriendo “ser un fiel marido antes que un sacerdote infiel”. En 1504 se casó con Jane Colt, con la que tendría cuatro hijos. Muerta su esposa en 1511, se casó por segunda vez con Alice Middleton, viuda y madre de una hija. Fue padre de familia numerosa, rico, gran señor, enamorado ferviente del arte y la cultura, experto en leyes, político y estadista, y admirador de Pico della Mirándola, de quien escribió su biografía, y de los Santos Padres y santo Tomás de Aquino. Muy amigo de Erasmo de Rótterdam, que le dedicó “El Elogio de la locura”. Fue uno de los hombres más cultos de su época. Escribió “La Utopía” (1516), que es uno de los textos paradigmáticos de la filosofía política, en dialéctica con el contemporáneo “El príncipe” de Macchiavelli.

En 1510 fue miembro del primer parlamento de Enrique VIII, y en 1515 fue agregado comercial de la embajada de Flandes. En 1517 fue nombrado miembro del Consejo Real. Tuvo que acompañar a la familia real de palacio en palacio, lo que le obligó a ausencias penosas de su hogar. En 1521 fue vicetesorero, en 1523 “speaker” de la Cámara de los Comunes, y en 1525 canciller del ducado de Lancaster y además mayordomo de ambas universidades.

Después de haber contribuido al éxito diplomático de la paz de Cambrai (1529) gozó del favor de Enrique VIII, y tras la caída del cardenal Wolsey, le sucedió en 1529, en el cargo de lord canciller. Ayudó al rey en su oposición a Lutero, y escribió el libro “Diálogo sobre las Herejías” y su “Apologia”. Se encontró con la imposibilidad de sostener el divorcio del rey con Catalina de Aragón y, cuando en 1531, Enrique VIII adoptó el título de jefe supremo de la Iglesia de Inglaterra, renunció a su cargo y, cuando se negó al juramento de supremacía fue encarcelado en la Torre de Londres, desposeído de su fortuna, escribió “Diálogo de la fortaleza contra la tribulación”. Fue decapitado 15 meses más tarde en la plaza londinense de Tyburn.

Sus últimos momentos tuvieron la ironía graciosa que conceden los mártires. Cuando fue a subir al cadalso le dijo gentilmente al verdugo: «Sir, ¿quisiera ayudarme a subir? Para bajar pensaré solo». Dirigiéndose al mismo verdugo, le dijo: «Coraje amigo mío, no tengas miedo. Sobre todo recuerda que tengo el cuello corto. Pon atención, ¡va tu honor!» y luego al poner la cabeza en el cepo, la alzó para acomodarse la barba y dijo: «esta no ha traicionado, por lo tanto no debe cortarse». Murió sin rencor. «Orad a Dios por el rey, para que lo ilumine y lo inspire». Murió nueve días después del cardenal san Juan Fisher (aunque le dijeron que éste había jurado).

El Pan que da la vida

Santo Evangelio según san Lucas 9, 11-17. Solemnidad de Corpus Christi

Por: Balam Loza, LC | Fuente: somosrc.mx

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Jesús, sé que estás aquí. No te veo, pero lo sé. Dame una visión cada vez más clara y profunda. Dame una fe que no dude de tu presencia. “Hijo de David” escucha mi oración. Ve mi pobreza y ten compasión de mí. Permíteme entrar en tu presencia. Dejo todos mis mantos y seguridades a un lado; me pongo delante de ti tal cual soy. Tú me conoces, me llamas por mi nombre y me miras con amor. Sabes bien mis pecados y mis cegueras y aún así me amas. No tengo vergüenza de presentarme ante ti con mis pecados. De hecho pongo delante de ti mis heridas y mis llagas para que Tú las sanes. Te abro las puertas de mi alma de par en par.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 9, 11-17

En aquel tiempo, Jesús habló del Reino de Dios a la multitud y curó a los enfermos.

Cuando caía la tarde, los doce apóstoles se acercaron a decirle: “Despide a la gente para que vayan a los pueblos y caseríos a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en un lugar solitario”. Él les contestó: “Denles ustedes de comer”. Pero ellos le replicaron: “No tenemos más que cinco panes y dos pescados; a no ser que vayamos nosotros mismos a comprar víveres para toda esta gente”. Eran como cinco mil varones.

Entonces Jesús dijo a sus discípulos: “Hagan que se sienten en grupos como de cincuenta”. Así lo hicieron, y todos se sentaron. Después Jesús tomó en sus manos los cinco panes y los dos pescados, y levantando su mirada al cielo, pronunció sobre ellos una oración de acción de gracias, los partió y los fue dando a los discípulos, para que ellos los distribuyeran entre la gente.

Comieron todos y se saciaron, y de lo que sobró se llenaron doce canastos.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Muchas personas seguían a Jesús. Él ha mostrado compasión por ellas mientras que los discípulos prefieren tomar el camino fácil. No han puesto su mirada sobre la necesidad de la gente, no han mirado con amor. Ellos miran desde su comodidad y sus cálculos y otros probablemente apartaban la mirada para no ver el problema.

Pero Tú has mirado con amor. Y el amor es lo que produce el milagro de la multiplicación de los panes. Y esa mirada ha cambiado la situación, porque ese pan no sólo ha fortalece físicamente sino que ha fortalecido el corazón de quienes lo reciben, porque has demostrado que Tú amas sin condiciones ni límites.

¿Por qué me no aprovecho el Pan Eucarístico que continuamente me ofreces? Sé que es el medio que me das para fortalecer mi fe, mi esperanza, mi amor. Para tener la fuerza para levantarme y seguir luchando. Mi pecado me deja tirado, apegado a mi comodidad, a mis cálculos, a mis seguridades.

Pero Tú me has mirado, me has amado y me esperas en el sagrario. Me has tocado con tu gran misericordia. He contemplado «el rostro de la misericordia» en la Eucaristía. ¿Cómo me voy a quedar indiferente? Has entrado a mi vida y la has cambiado. En mis dificultades me has ayudado. A partir de ahora seré tu discípulo misionero: «Me has seducido, Señor, y me deje seducir».

A partir de ahora quiero que otros te conozcan. No me puedo quedar solo con este tesoro que me ha encontrado. Quiero que el mundo entero conozca cómo Tú nos amas y nos fortaleces en la Eucaristía. Si todos conocieran el amor de Dios sus vidas cambiarían. Pero eso depende de mí. Si no se nota el cambio en mi vida nadie te seguirá, pero si ven mi ejemplo mucho te verán a ti.

He visto tu Cuerpo y tu Sangre en la Eucaristía, te he visto y he contemplado al mismo Dios. Todos tienen que ver mi rostro resplandeciente. No puedo llevar un rostro de pimiento en vinagre ni cara de viernes santo. He de llevar la alegría que irradie a los demás y ya no me vean a mi sino a ti.

Quiero ser, Señor, un instrumento de tu amor. Llevaré tu amor en medio del odio y tu luz en medio de la oscuridad. Llevaré tu misericordia en donde sólo existe el desprecio. Llevaré tu reino a donde reina el mal y el pecado. Así como yo te he conocido quiero que muchas almas te experimenten. Quiero que muchas personas coman del pan que da la vida, me pongo en tus manos y envíame al mundo entero.

«Aprendamos que la eucaristía no es un premio para los buenos sino la fuerza para los débiles, para los pecadores, el perdón. Es el estímulo que nos ayuda a ir, a caminar. […] Sin nuestro mérito, con humildad sincera, podremos llevar a nuestros hermanos el amor de nuestro Señor y Salvador porque la Eucaristía actualiza la Alianza que nos santifica, nos purifica y nos une en comunión admirable con Dios».

(Homilía de S.S. Francisco, 4 de junio de 2015, en Santa Marta).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Si paso delante de una iglesia pararé para visitarte. Si quiero ser un instrumento tuyo necesito estar escuchando tu voz constantemente. Necesito encontrarme contigo y experimentar tu amor. Y llevare una sonrisa en el rostro siempre.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Corpus Christi puede renovar nuestra fe en la Presencia Real de Jesús

Antoine Mekary | ALETEIA

Philip Kosloski – publicado el 16/06/25

Sí, creemos; pero, ¿tenemos una fe viva en la presencia real de Jesús en la Sagrada Eucaristía? El Corpus Christi nos brinda la oportunidad de renovar esa fe

Aunque nos hayan enseñado que Jesús está presente en la Sagrada Eucaristía, en la práctica muchos de nosotros podemos vivir como si no creyéramos realmente en la enseñanza del cuerpo y sangre de Cristo -Corpus Christi-.

Podemos asistir fielmente a Misa cada domingo y recibir la Sagrada Comunión cada vez, pero el acto de recibir la Hostia consagrada tiene poco efecto en nuestras vidas.

Lo que nos puede suceder a muchos es que, cuanto más comulgamos, más recibimos la Hostia como si fuera un trozo de pan ordinario.

Esto no le sucede a todo el mundo, pero es un escenario común con el que muchos católicos luchan regularmente.

¿Cómo podemos reavivar nuestra fe en la Sagrada Eucaristía?

Corpus Christi

Mónica Muñoz

San Juan Pablo II señaló el Corpus Christi como un día en el que debemos renovar nuestra creencia en la Presencia Real de Jesús en la Eucaristía. Habló de ello durante una homilía en el año 2000:

Quisiéramos quedarnos con Cristo y por eso le decimos con Pedro: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna» (Jn 6, 68). Con la misma convicción de Pedro, arrodillémonos hoy ante el sacramento del altar y renovemos nuestra profesión de fe en la presencia real de Cristo.

De hecho, san Juan Pablo II dijo inmediatamente después de estas palabras: «Este es el sentido de la celebración de hoy».

Volvió a reflexionar sobre esta idea en la fiesta del Corpus Christi de 2001:

«Cristo muerto y resucitado por nosotros está realmente presente en la Sagrada Eucaristía.

En el Pan y el Vino consagrados permanece con nosotros el mismo Jesús de los Evangelios, a quien los discípulos conocieron y siguieron, a quien vieron crucificado y resucitado, cuyas llagas tocó Tomás, exclamando postrado en adoración: ‘¡Señor mío y Dios mío!’ (Jn 20,28)» (cf. ibíd., 17-20).

Milagros eucarísticos

Si sientes que te falta fe en la Sagrada Eucaristía, pide a Dios que te ayude a renovar esa fe en la fiesta del Corpus Christi. Él puede concederte las gracias necesarias para avivar esa devoción.

También podrías examinar los muchos milagros eucarísticos que desafían la explicación científica, maravillándote de cómo Dios levanta a veces el velo de la Eucaristía para mostrar su presencia de un modo más físico.

Jesús está ahí, presente de una manera única en la Sagrada Eucaristía. Depende de nosotros fomentar esa creencia, dejando que su presencia penetre en lo más profundo de nuestro corazón.