Matthew 26:14-25

Amigos, en el Evangelio de hoy el Señor reconoce a Judas como traidor. Y después de esto, realiza su mayor maravilla.

En el transcurso de la cena, Jesús se identifica tan radicalmente con el pan y el vino de la Pascua que se convierten en Su Cuerpo y Su Sangre. Como el pan partido, dice el Señor, Su Cuerpo será entregado con amor; y como el vino derramado, Su Sangre será derramada en nombre de muchos.

¿Cómo termina esta terrible reunión? ¡Ellos cantan! San Mateo nos dice: “Entonces, después de cantar los Salmos, salieron al Monte de los Olivos”. ¿Te imaginas a un criminal condenado cantando alegremente en la víspera de su ejecución? ¿No habría algo extraño, incluso macabro, en tal demostración?

Pero Jesús sabe, y Su Iglesia con Él, que este estallido de alegría, precisamente en ese horrible momento, es totalmente apropiado. Esto no es para negar por un momento el terror de esa noche, ni la seriedad de lo que seguirá al día siguiente; pero es reconocer que un acto de amor total es el paso a la plenitud de la vida.

Bernardita Soubirous, Santa

Virgen, 16 de abril

Por: P. Ángel Amo | Fuente: Catholic.net

Vidente de Lourdes

Martirologio Romano: En Nevers, en Francia, santa María Bernarda Soubirous, virgen, la cual, nacida en Lourdes de una familia muy pobre, siendo aún niña asistió a las apariciones de la Inmaculada Santísima Virgen María y, después, abrazando la vida religiosa, llevó una vida escondida y humilde. ( 1879).

También se la conoce como: Santa Bernardita De Lourdes.
También se la conoce como: Santa Bernardette.
También se la conoce como: Santa María Bernarda.

Etimológicamente: Bernarda = Aquella que es una guerrera, es de origen germánico.

Fecha de canonización: 8 de diciembre de 1933 por el Papa Pío XI.

Breve Biografía

El 11 de febrero, fiesta de la Santísima Virgen de Lourdes, nos recuerda las apariciones de la Virgen a una niña de 14 años que no sabía ni leer ni escribir, pero que rezaba todos los días el rosario, Bernardita Soubirous. Nació en Lourdes en 1844 de padres muy pobres. Por medio de ella la Virgen hizo surgir la prodigiosa fuente del milagro, a la cual acuden peregrinos de todo el mundo para reavivar su fe y su esperanza.

Muchos regresan de Lourdes curados también en su cuerpo. La Virgen, durante la segunda aparición, le dijo: “No te prometo hacerte feliz en este mundo, pero sí en el otro”.

A pesar de haber sido dócil instrumento para extener la devoción a la Inmaculada, Bernardita no se contaminó con la gloria humana. El día que el obispo de Lourdes, ante 50.000 peregrinos, colocó la estatua de la Virgen sobre la roca de Massabielle, Bernardita tuvo que permanecer en su celda, víctima de un ataque de asma. Y cuando el dolor físico se hacía más insoportable, suspiraba: “No, no busco alivio, sino sólo la fuerza y la paciencia”. Su breve existencia transcurrió en la humilde aceptación del sufrimiento físico como generosa respuesta a la invitación de la Inmaculada para pagar con la penitencia el rescate de tantas almas que viven prisioneras del mal.

Mientras junto a la gruta de las apariciones se estaba construyendo un grande santuario para acoger a los numerosos peregrinos y enfermos en busca de alivio, Bernardita pareció desaparecer en la sombra. Pasó seis años en el instituto de Lourdes, de las Hermanas de la Caridad de Nevers, y en el que después fue admitida como novicia. Su entrada se demoró debido a su delicada salud. En la profesión tomó el nombre de Sor María Bernarda. Durante los quince años de vida conventual no conoció sino el privilegio del sufrimiento. Las mismas superioras la trataban con indiferencia, por un designio providencial que les impide a las almas elegidas la comprensión y a menudo hasta la benevolencia de las almas mediocres. Al principio fue enfermera dentro del convento, después sacristana, hasta cuando la enfermedad la obligó a permanecer en la cama, durante nueve años, siempre entre la vida y la muerte.

A quien la animaba le contestaba con la radiante sonrisa de los momentos de felicidad cuando estaba a la presencia de la blanca Señora de Lourdes: “María es tan bella que quienes la ven querrían morir para volver a verla”. Bernardita, la humilde pastorcita que pudo contemplar con sus propios ojos a la Virgen Inmaculada, murió el 16 de abril de 1879.

Fue beatificada el 14 de junio de 1925 por el Papa Pío XI, y el mismo Papa la elevó al honor de los altares el 8 de diciembre de 1933.

¿Acaso soy yo maestro?

Santo Evangelio según San Mateo 26, 14-25. Miércoles Santo.

Por: Jorge Alberto Leaños García, LC | Fuente: Somosrc.mx

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

En este especial periodo de conversión, ayúdame, Señor, a transformar mi actitud para saber pedir perdón por mis caídas y, al mismo tiempo, para tomar una renovado aliento en todo lo que me pidas.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 26, 14-25

En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo: «¿Cuánto me dan si les entrego a Jesús?». Ellos quedaron en darle treinta monedas de plata. Y desde ese momento andaba buscando una oportunidad para entregárselo. El primer día de la fiesta de los panes Ázimos, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: «¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?». Él respondió: «Vayan a la ciudad, a casa de fulano y díganle: ‘El Maestro dice: Mi hora está ya cerca. Voy a celebrar la Pascua con mis discípulos en tu casa'». Ellos hicieron lo que Jesús les había ordenado y prepararon la cena de Pascua. Al atardecer, se sentó a la mesa con los Doce y mientras cenaban, les dijo: «Yo les aseguro que uno de ustedes va a entregarme». Ellos se pusieron muy tristes y comenzaron a preguntarle uno por uno: «¿Acaso soy yo, Señor?». Él respondió: «El que moja su pan en el mismo plato que Yo, ése va a entregarme. Porque el Hijo del hombre va a morir, como está escrito de él; pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre va a ser entregado! Más le valiera a ese hombre no haber nacido». Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: «¿Acaso soy yo, Maestro?». Jesús le respondió: «Tú lo has dicho».

Palabra del Señor

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

El Evangelio nos pone un personaje que nos ayuda a meditar en los momentos que le hemos fallado a Dios. Pero más aún, para pensar en aquellas caídas de las cuales no hemos querido levantarnos como Dios lo hubiese deseado.

Judas dejó de creer. Cayó en la indiferencia después de haber visto lo que tantos profetas y reyes añoraban contemplar. Comenzó a pensar con una mentalidad puramente terrenal. Podemos decir que fue el discípulo que no quisoconfiar, no quiso ver, no quiso… y Dios respetó ese deseo, no se impuso, pues nos ha regalado, misteriosamente, la libertad para elegir.

Aquel discípulo es el hombre con el que nos podemos comparar cuando no queremos responder a la llamada de Dios. Es difícil hacer esta comparación, pues se trata de recordar el «no» que le pudimos haber dado a Dios. Judas, tal vez un poco tarde, se dio cuenta de sus actos. Y, sin querer ser guiado por el Espíritu Santo, hizo lo que sus impulsos le indujeron hacer. Los malos sentimientos se apoderaron de él para actuar como lo hizo y no supo levantarse.

En esta Semana Santa contemplemos y meditemos las llagas que fueron causa de cada uno de nuestros pecados y busquemos la oportunidad de sanarlas.

«Para mí, la figura que más me hace pensar en la actitud del Señor con la oveja perdida es la actitud del Señor con Judas. La oveja descarriada más perfecta en el Evangelio es Judas. Él es un hombre que siempre, siempre tenía algo de amargura en el corazón, algo para criticar de los demás, siempre distanciado: un hombre que no conocía la dulzura de la gratuidad de vivir con todos los demás. Y dado que esta oveja no estaba satisfecha, escapaba. Judas escapaba porque era un ladrón, otros son lujuriosos e igualmente escapan porque existe esa tiniebla en el corazón que les aleja del grey. Estamos ante esa doble vida que existe en tantos cristianos».

(Homilía de S.S. Francisco, 6 de diciembre de 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Meditar en la pasión de Nuestro Señor y pedirle perdón por las veces que le hemos traicionado.

Despedida

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

¿Cómo fue la vida de Bernadette después de las apariciones de Lourdes?

Fred de Noyelle / Godong

Statue de Sainte Bernadette Soubirous, à Nevers (Nièvre)

Anne Bernet – publicado el 17/03/24

Bernadette Soubirous se hizo monja con las Hijas de la Caridad y se enfrentó a grandes sufrimientos y humillaciones, que aceptó con paciencia y dulzura

El 30 de octubre de 1867, en el convento de las Hijas de la Caridad de Nevers, cuarenta y cuatro novicias emiten sus votos solemnes. Estas jóvenes se convertirían en miembros profesos de la comunidad, luego recibirían sus destinos y serían dispersadas entre las casas de la congregación. El obispo las llama una a una. Solo una candidata permaneció fija en su asiento: había sido olvidada o algo peor…

Monseñor Forcade se inclinó hacia la Superiora General y le preguntó: «¿Y nuestra hermana Marie-Bernard?» «¡Su Excelencia, ella no sirve para nada!». Un silencio glacial flotaba en el aire; la hermana Marie-Bernard se puso en pie, escarlata. Arrodillada ante el obispo, oyó que le asignaban esta extravagante tarea: a ninguna parte.

«Bueno para nada»

El obispo se inclinó y preguntó: «¿Es verdad, mi pobre niña, que no sirves para nada?». «Sí, Excelencia». Entonces, su voz se quebró al decir: «Se lo dije en Lourdes, y usted me dijo que no importaba».

Molesta porque ni el obispo ni la joven desempeñaban el papel que ella les había asignado, la Madre Josefina dijo: «Excelencia, si quiere, podemos tenerla aquí en la Casa Madre por caridad, y emplearla en la enfermería, para limpiar y hacer tisanas. Como siempre está enferma, ¡será justo lo que necesita!»

Monseñor Forcade se volvió hacia la joven religiosa y le dijo con dulzura: «Por mi parte, hermana, le encomiendo la tarea de la oración».

Sor Marie-Bernard se retiró, sin haber entendido nada mejor que las demás monjas acerca de la humillación pública que acababan de sufrir. Aparte de sus superioras, nadie sabía que se trataba en realidad de un honor excepcional. Era una forma de retenerla en la Casa Madre. Esto era contrario a la costumbre, ya que estar en la sede del gobierno de la comunidad solía ser la coronación de toda una vida de servicio. Así pues, era una prueba del interés mostrado por esta pequeña mujer de apenas 1,80 m de estatura.

Enferma pero espiritualmente dotada

¿La hermana Marie-Bernard no servía para nada? Por supuesto, era asmática desde la infancia, enfermedad que hasta los últimos meses ocultaba la tuberculosis que la corroía, y se pasaba el tiempo en la enfermería. Hace apenas un año, sus superiores habían pensado que un ataque más grave iba a acabar con ella. Presas del pánico ante la idea de perderla sin haber ratificado su pertenencia a la congregación, se apresuraron a admitirla como profesa in articulo mortis. Al día siguiente, sin embargo, al constatar su recuperación, le retiraron el velo negro de estameña y la cruz de profesión, como exigía la regla.

Nadie -y ella era la única que no lo sabía- la echaría, aunque la recibieran «sin dote», «por caridad», como diría la madre Josefina. De hecho, todas las congregaciones se habían disputado la gloria de recibirla…

Intimidaciones y reproches

La hermana Marie-Bernard era Bernadette Soubirous, que había visto a la Virgen María dieciocho veces entre el 11 de febrero y el 16 de julio de 1858. Las apariciones de Lourdes eran tan famosas, y la peregrinación tan popular, que tener a Bernadette en la comunidad «no sería sin beneficio», para usar las palabras de la Madre Josefina poco antes, cuando temía que los rivales «vinieran a robarle» a su novicia privilegiada.

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Pero, una vez convencidas de que Bernadette se quedaría con ellas, las superioras no parecen infligirle más que vejaciones y reproches. Al parecer, para mortificarla y ayudarla a santificarse, todo ello en conciencia, sin duda… Pero el trato que se le daba también se debía probablemente al hecho de que esta muchacha de francés vacilante (su lengua materna era el occitano), que apenas sabía leer y escribir, y que tenía un carácter fuerte, no encajaba en la idea que estas mujeres de clase media tenían de una confidente de Nuestra Señora… ¿Por qué la Santísima Virgen cayó tan bajo como para elegir a esta campesina ruda e inculta, cuando había tantas religiosas «sabias y virtuosas»? Ciertamente da que pensar…

El trato que Bernadette recibió de sus superiores no fue porque les decepcionara. Los superiores eran lo suficientemente inteligentes como para apreciar la virtud, la piedad y la aceptación silenciosa de las cruces y el sufrimiento que la caracterizaban. Era principalmente porque no la comprendían y, con el paso del tiempo, tendrían cada vez menos deseos de comprenderla.

Un día, después de la muerte de sor Marie-Bernard, cuando se empezó a hablar de iniciar su causa de beatificación, su antigua maestra de novicias, que insistía en describirla como «una monja ordinaria», intentó interponerse murmurando: «Al menos esperad a que muera».

El diablo merodea pero es vencido

¿Cómo era la vida de Bernadette en Nevers? «Humillaciones y mortificaciones» resumen bastante bien su vida cotidiana… Pero desde el momento en que entró en el convento, que prefirió al mundo exterior, e incluso al matrimonio, eligió la cruz y sus penas, que soportó, diciendo que las soportaba «por la gran pecadora».

Esto no le impidió santificarse, sino todo lo contrario. Asignada a la enfermería, tenía una compasión y una dulzura maravillosas. Curaba las heridas sin repugnancia, asistía a los moribundos y limpiaba los cuerpos de los difuntos, al menos mientras tuvo fuerzas.

En 1875, la tuberculosis invadió sus huesos. Le causó un sufrimiento atroz y la condenó a permanecer postrada en cama, inútil: su pesadilla. Las úlceras de decúbito se sumaron a su calvario. A principios de 1879, pide que le quiten las imágenes piadosas que adornan su alcoba y alimentan sus meditaciones. Para explicarlo, señala su crucifijo: «Con éste me basta».

A los dolores físicos se añaden los espirituales. A Bernardita le dijeron tantas veces que había respondido mal a las gracias recibidas, que llegó a convencerse de su indignidad, y casi de su condenación… «¡Tengo miedo, tengo tanto miedo! He recibido tantas gracias y las he aprovechado tan poco», se quejaba.

El demonio merodeaba, pero no podía prevalecer contra la increíble resistencia de esta diminuta mujer. La Inmaculada no le dejaría triunfar sobre su confidente. «Estoy molida como un grano de trigo», suspiró la hija del molinero del Moulin Boly. Pero si el grano no muere, no puede dar fruto, y Bernadette lo comprendía.

Sus últimas palabras

Fred De Noyelle | Godong | Leeimage

Hacia el mediodía del 16 de abril de 1879, la comunidad vio que su muerte era inminente. A la hermana que le sugirió que pidiera «consuelos» a la Virgen, ella respondió: «No, consuelos no. Sino fuerza y paciencia». Murió a las 15 horas del Miércoles Santo. Sus últimas palabras recuerdan las del Cristo crucificado que tanto amaba: «Tengo sed…»

«No prometo hacerte feliz en este mundo, sino en el otro», le había dicho una vez la Virgen. Ahora, por toda la eternidad, Bernadette la ve cara a cara.