Luke 6:39-45
Amigos, en el Evangelio de hoy, Jesús pregunta: “¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en un pozo?”. Les recomiendo que apliquen este texto a vuestra elección de director espiritual.
¿Sabe la persona a la que le has confiado tu alma a dónde llevarte? ¿O están tan perdidos como tú? ¿Cómo sabemos si ven correctamente? En cierto modo esto puede ser bastante simple: ¿Te confías a alguien que está completamente dedicado a Cristo?
La siguiente cualidad de un buen maestro espiritual es reconocer la necesidad de un salvador. Jesús usa una imagen bastante simpática para aclarar este punto. “¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo?”
Todo maestro espiritual está ansioso de decir lo que en otros anda mal. Son diagnosticadores seguros de vuestros problemas. Pero a menos que se hayan entregado a Cristo y encontrado la salvación en Él, no están en ninguna posición para ayudarles. Son tan absurdos como el hombre al quien le sale una viga del ojo.
Inés de Bohemia (de Praga), Santa
Abadesa, 2 de marzo
Por: P. Ángel Amo | Fuente: Catholic.net
Martirologio Romano: En Praga, de Bohemia, santa Inés, abadesa, hija del rey Otokar, que, tras haber renunciado a nupcias reales y deseosa de desposarse con Jesucristo, abrazó la Regla de santa Clara en el monasterio edificado por ella misma, donde quiso observar la pobreza conforme a la regla († c. 1282).
Etimológicamente: Inés = Aquella que se mantiene pura, es de origen latino
Fecha de canonización: 12 de noviembre de 1989 por el Papa Juan Pablo II.
Breve Biografía
Inés, hija de Premisl Otakar I, rey de Bohemia y de la reina Constancia, hermana de Andrés I, rey de Hungría, nació en Praga en el año 1211. En 1220, prometida en matrimonio a Enrique VII, hijo del emperador Federico II, fue llevada a la corte del duque de Austria, donde vivió hasta el año 1225, manteniéndose siempre fiel a los deberes de la vida cristiana. Rescindido el pacto de matrimonio, volvió a Praga, donde se dedicó a una vida de oración más intensa y a obras de caridad; después de madura reflexión decidió consagrar a Dios su virginidad.
A través de los franciscanos, que iban a Praga como predicadores itinerantes, conoció la vida espiritual que llevaba en Asís la virgen Clara, según el espíritu de San Francisco. Quedó fascinada y decidió seguir su ejemplo. Con sus propios bienes fundó en Praga entre 1232 y 1233 el hospital de San Francisco y el instituto de los Crucíferos para que los dirigieran. Al mismo tiempo fundó el monasterio de San Francisco para las “Hermanas Pobres o Damianitas”, donde ella misma ingreso el día de Pentecostés del año 1234. Profesó los votos de castidad, pobreza y obediencia, plenamente consciente del valor eterno de estos consejos evangélicos, y se dedicó a practicarlos con fervorosa fidelidad, durante toda su vida.
La virginidad por el Reino de los cielos siguió siendo siempre el elemento fundamental de su espiritualidad, implicando toda la profunda afectividad de su persona en la consagración del amor indiviso y esponsal a Cristo. El espíritu de pobreza, que ya la había inducido a distribuir sus bienes a los pobres, la llevó a renunciar totalmente a la propiedad de los bienes de la tierra para seguir a Cristo pobre en la Orden de las “Hermanas Pobres”. El espíritu de obediencia la condujo a conformar siempre su voluntad con la de Dios, que descubría en el Evangelio del Señor y en la regla de vida que la Iglesia le había dado. Trabajó junto con santa Clara para obtener la aprobación de una Regla nueva y propia que, después de confiada espera, recibió y profesó con absoluta fidelidad. Constituida, poco después de la profesión, abadesa del monasterio, conservó esta función durante toda la vida y la ejerció con humildad, sabiduría y celo, considerándose siempre como “la hermana mayor”.
Amó a la Iglesia, implorando para sus hijos los dones de la perseverancia en la fe y la solidaridad cristiana. Se hizo colaboradora de los Romanos Pontífices, que para el bien de la Iglesia solicitaban sus oraciones y su mediación ante los reyes de Bohemia, sus familiares.
Amó a su patria, a la que benefició con las obras de caridad individuales y sociales y con la sabiduría de sus consejos, encaminados siempre a evitar conflictos y a promover la fidelidad a la religión cristiana de los padres. En los últimos años soportó inalterable los dolores que la afligieron a ella, a la familia real, al monasterio y a la patria.
Murió santamente en su monasterio el 2 de marzo de 1282. El culto tributado desde su muerte y a lo largo de los siglos a la venerable Inés de Bohemia, tuvo el reconocimiento apostólico (confirmación de culto) con el decreto aprobado por el Papa Pío IX el 28 de noviembre de 1874.
Dejen que los niños se acerquen a mí
Santo Evangelio según San Marcos 10, 13-16. Sábado VII de Tiempo Ordinario.
Por: Alexis Montiel, LC | Fuente: somosrc.mx
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Mi vocación, mi misión, mi llamada… todo para ti, Señor, para darte gloria.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 10, 13-16
En aquel tiempo, la gente le llevó a Jesús unos niños para que los tocara, pero los discípulos trataban de impedirlo. Al ver aquello, Jesús se disgustó y les dijo: «Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios es de los que son como ellos. Les aseguro que el que no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él». Después tomó en brazos a los niños y los bendijo imponiéndoles las manos.
Palabra del Señor
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Jesús está ahí, predicando, hablando de la misericordia del Padre, de las bellezas del mundo, de una cosa maravillosa. Un niño se le acerca insolentemente; ¿por qué vienes a fastidiar?, ¿por qué vienes a fastidiar? Ese niño se voltea, vemos su rostro, somos nosotros… Ese niño que está dentro a salido para decirle al Señor cómo lo hemos tratado mal, con qué descaro lo hemos encerrado de la mirada de los demás, cuántas veces nos hemos visto en la «necesidad» de renunciar a nuestras convicciones de niños por temor a lo que los demás puedan pensar.
Es entonces cuando Jesús me mira, su mirada me lo dice todo, le decepciona que le haya dejado; ese niño se había ilusionado y no dejé que lo manifestara; ese niño se maravillaba de las cosas que veía, se alegraba de cosas tan simples como un dulce, veía la maravilla en un gatito, la lluvia, las aves…
Qué complicado es ser grande, no poder ser un niño, disfrutar sin que nadie me diga que es extraño, raro, reírme de lo que sea, jugar con lo que sea y poder dar una caricia para consolar… Lo peor de todo, es que no le puedo ver con esa misma sensibilidad, mis recuerdos de Él se desvanecen poco a poco, ya no distingo muchas de las cosas que están bien o mal, lo peor es que no le puedo hablar como antes.
Déjame hablarte como antes, Señor, sin miedo a lo que los demás me digan, sin miedo a lo que piensen de mí; solamente déjame abandonarme en tus brazos como un niño en los brazos de su madre.
«El Evangelio nos habla del afecto con el que Jesús acogía a los niños, tomándolos en sus brazos y bendiciéndolos, porque «de los que son como ellos es el reino de los cielos». Y las palabras más fuertes de Jesús son precisamente para el que escandaliza a los más pequeños: «Más le valdría que le colgasen una piedra de molino al cuello y lo arrojasen al fondo del mar». Por lo tanto, debemos dedicarnos a proteger la dignidad de los niños con ternura pero también con gran determinación, luchando con todas las fuerzas contra esa cultura de descarte que hoy se manifiesta de muchas maneras en detrimento sobre todo de los más débiles y vulnerables, como son precisamente los menores».
(Homilía de S.S. Francisco, 6 de octubre de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Escuchar con atención a los niños que se me acerquen, como Cristo lo haría.
Despedida
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
San Félix III, padre y Papa en el siglo V
Aleteia
Luchó hábilmente contra la herejía que se extendía en Bizancio, y el arrianismo en el norte de África
Fue Papa de la Iglesia entre los años 483 y 492 d.C.
Nació en la familia de senadores romanos Anicia. Era hijo de un sacerdote, estuvo casado y tuvo dos hijos antes de ser Papa.
Su tarea fundamental como Papa fue defender la doctrina contra varias herejías.
Inmediatamente después de su elección, negó el “henotikon”, un edicto del emperador de Bizancio que parecía aprobar tanto la doctrina ortodoxa emanada del concilio de Calcedonia (año 451) como la herejía monofisita. El monofisismo afirma que en Jesús solo está presente la naturaleza divina pero no la humana.
Félix III envió a dos obispos a Alejandría para que el patriarca Acacio también defendiera la ortodoxia y anulara el nombramiento de Pedro el Notario como patriarca, porque era hereje.
Lamentablemente, tanto Acacio como los obispos enviados se hicieron monofisitas y la situación llegó a provocar el Cisma acaciano, que duraría 35 años.
En cambio, en la zona del norte de Áfricapudo contener la persecución contra los cristianos, porque logró la ayuda del emperador Zenón. Este lo apoyó luchando contra los vándalos, que eran arrianos.
Al Papa se le planteó entonces qué hacer con los cristianos que habían renegado de su fe y se habían hecho arrianos pero más tarde querían regresar a la Iglesia.
Félix convocó un importante sínodo en el año 487, en el que se establecerían las condiciones de estos cristianos.
Cinco años más tarde, el 1 de marzo del año 492, falleció.
Oración
Danos, Señor, Papas santos, que sepan conducir a tu pueblo. Dales los dones del Espíritu Santo para que sean sabios y fuertes en sus decisiones.
Regálanos humildad para seguir al Papa poniendo nuestra inteligencia y nuestra voluntad al servicio de Dios.
Que sepamos obedecer con prontitud y alegría, y que nunca dejemos solo al Papa en su tarea. Que él cuente cada día con nuestra oración y nuestro sacrificio ofrecidos por su persona y su misión.
Te lo pedimos por la intercesión de san Félix III, Papa. Amén.