Mark 6:53-56

Amigos, hoy celebramos la fiesta de Santa Escolástica.

San Gregorio Magno cuenta una historia encantadora sobre San Benito y su hermana gemela, Escolástica, una mujer profundamente dedicada a Dios. Como era su costumbre anual, Escolástica visitó a su hermano en una pequeña casa en las afueras del monasterio.

Los dos entablaron una intensa conversación teológica hasta bien entrada la noche. Cuando Benito le dijo que era hora de irse, Escolástica le rogó que se quedara. Cuando continuó insistiendo que tenía que regresar a la casa principal, su hermana inclinó la cabeza en oración. Inmediatamente, una tormenta terrible explotó, lo que impidió que San Benito se fuera.

“¡Dios Todopoderoso te perdone, hermana!”, dijo Benito. “¿Qué has hecho?”. “Te pedí que te quedaras”, dijo, “y no me escuchaste. Entonces oré a Dios y Él me escuchó”. Sonriendo a Escolástica permaneció en el lugar  y los dos hablaron de cosas divinas hasta el amanecer.

Escolástica, Santa

Memoria Litúrgica, 10 de febrero

Por: n/a | Fuente: Archidiócesis de Madrid

Virgen

Martirologio Romano: Memoria de la sepultura de santa Escolástica, virgen, hermana de san Benito, la cual, consagrada desde su infancia a Dios, mantuvo una perfecta unión espiritual con su hermano, al que visitaba una vez al año en Montecasino, en la Campania, para pasar juntos una jornada de santas conversaciones y alabanza a Dios (c. 547).

Breve Biografía

La única fuente histórica sobre la vida de Santa Escolástica, hermana de San Benito, son los capítulos 33 y 34 del segundo libro de los Diálogos de San Gregorio Magno. Las noticias, legendarias que se añadieron, enriquecen poco la imagen sencilla e intensa de la santa. Pero a San Gregorio no le interesaba presentarnos una noticia biográfica completa de Santa Escolástica, sino completar el perfil interior del padre del monacato occidental.

Parece que el año del nacimiento de los dos santos coincide: el 480. Por tanto, Benito y Escolástica probablemente fueron gemelos, y si no lo fueron anagráficamente, sí lo fueron espiritualmente, pues sus vidas fueron paralelas hasta la muerte, en el 547, a 40 días de distancia.

Escolástica nació en Nursia y desde muy joven se consagró a Dios; después siguió a su hermano San Benito a Subiaco y a Montecassino. En Piumarola, a los pies del monte, estableció su monasterio, como si humildemente hubiera querido detenerse en las faldas de la montaña, en cuya cumbre el hermano había fijado su habitación. Pero, a pesar de estar tan cerca en el lugar y en el afecto, Benito bajaba a visitar a la hermana sólo una vez al año. Es comprensible que Santa Escolástica quisiera detenerse un poco más con su hermano, pero San Benito era muy riguroso en el cumplimiento de la regla que él mismo se había impuesto.

En el último coloquio, que tuvo lugar tal vez el primer jueves de cuaresma del 547, Dios demostró que le agradaba más el gesto de afectuosa caridad que el cumplimiento riguroso de la regla. En efecto, Escolástica le pidió al hermano que permaneciese con ella, como refiere San Gregorio, “para que toda la noche hasta el día siguiente pudieran hablar de la alegría de la vida celestial”. Ante el severo reproche de Benito, Escolástica juntó las manos y permaneció en oración. “Pudo más ante Dios porque amó más”, comenta San Gregorio Magno.

Y efectivamente, pocos instantes después pareció que se abrían las cataratas del cielo: el aguacero y los truenos obligaron a San Benito a desistir de regresar al monasterio, pero le echó la culpa a la hermana que cándidamente replicó: “Pues bien, yo te lo pedí y no me quisiste escuchar; pedí al Señor y Él si me escuchó; vete si puedes, y regresa al monasterio”.

En el lugar del prodigio se construyó la llamada “iglesia del coloquio” y en recuerdo de ese episodio se invoca a Santa Escolástica contra los rayos y para obtener la lluvia. A los tres días de ese maravilloso coloquio, San Benito, durante la oración, vio que el alma de Escolástica volaba al cielo en forma de paloma, y a los 40 días él la siguió para vivir eternamente “la alegría celestial”.

Un nombre famoso

Santo Evangelio según san Marcos 6, 53-56. Lunes V del Tiempo Ordinario

Por: Jorge Alberto Leaños García, LC | Fuente: somosrc.mx

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Ayúdame, Señor, a nunca olvidar lo mucho que me amas, y que siempre tenga presente lo que has hecho por mí.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 6, 53-56

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos terminaron la travesía del lago y tocaron tierra en Genesaret. Apenas bajaron de la barca la gente los reconoció y de toda aquella región acudían a él, a cualquier parte donde sabían que se encontraba, y le llevaban en camillas a los enfermos. A dondequiera que llegaba, en los poblados, ciudades o caseríos, la gente le ponía a sus enfermos en la calle y le rogaba que por lo menos los dejara tocar la punta de su manto; y cuantos lo tocaban, quedaban curados.

Palabra del Señor

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Nuestros deseos nos impulsan a buscar lo que queremos; más aún, nuestros deseos nos muestran que hay algo que necesitamos saciar. Pero, para saciarnos de verdad, necesitamos ir a las raíces, necesitamos buscar con mayor profundidad.

Por esto el hombre está en constante búsqueda. Apenas ve una oportunidad, se lanza a encontrar respuestas. Pero parece que hay una oportunidad que ya no suele ser novedosa. Tenemos preguntas, pero parece que hay una respuesta tan clásica y repetida que ya no causa en nosotros el efecto de la primera impresión. Hoy en día, una inmensa mayoría conoce el nombre de «Jesús». Este nombre tiene tanta fama, tantas historias; parece que es un nombre que se queda en anécdotas que se quedan en el pasado. Solamente oímos que este «Jesús» ha curado tantas enfermedades, oímos que ha solucionado tantos problemas y que ha sido buscado por tantas masas de personas. Oímos tanto de Él y por esto podemos experimentar este nombre como lejano y ajeno a nuestras vidas.

Pero la novedad es que este nombre toca nuestro presente. Toca la raíz de nuestros deseos. El único problema es que esto no parece tan evidente, pues estamos en lo más íntimo de nuestra persona. Él sale al encuentro, Él se acerca a nuestra realidad. Es importante reconocerle, pero no con el nombre que tan indiferentemente se repite, sino con el nombre que transmite una experiencia personal. No hace falta conocer el nombre que tanto se repite, sino que necesitamos reconocer que Él, Jesús, influye en cada una de nuestras vidas y que solo en Él se puede saciar el deseo más profundo y sincero que somos capaces de experimentar.

Jesús es respuesta, cercanía, tranquilidad; no es un sentimiento, no es un conjunto de ideas; simplemente es la persona que puede saciar nuestras necesidades y nuestros deseos más profundos.

«La gente necesitada invoca el nombre de Jesús, que significa Dios salva. Llaman a Dios por su nombre, de modo directo, espontáneo. Llamar por el nombre es signo de confianza, y al Señor le gusta. La fe crece así, con la invocación confiada, presentando a Jesús lo que somos, con el corazón abierto, sin esconder nuestras miserias. Invoquemos con confianza cada día el nombre de Jesús: Dios salva. Repitámoslo: es rezar, decir “Jesús” es rezar. La oración es la puerta de la fe, la oración es la medicina del corazón».

(Homilía de S.S. Francisco, 13 de octubre de 2019).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy haré una visita al Santísimo y llamaré a Jesús como si fuese la primera vez.

Despedida

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Santa Escolástica, el alma gemela de san Benito

Aleteia

Maria Paola Daud – publicado el 10/02/15 – actualizado el 07/02/23

Fundó la rama femenina de la orden benedictina, pero ese fue solo un aspecto de la profunda unión espiritual con su hermano…

Santa Escolástica nació en el año 480, en Nursia, Italia. Fue hermana de san Benito, probablemente gemela, y si no físicamente espiritualmente pues la unión de los hermanos fue muy profunda toda su vida.

Como cuenta san Gregorio Magno en su segundo libro de los Diálogos, Escolástica a los doce años fue enviada junto a su hermano a Roma para terminar sus estudios clásicos. Pero ellos no estaban contentos con la vida disoluta que se llevaba donde estaban.

Fue entonces cuando Benito decidió retirarse como eremita en las montañas de Subiaco. Más tarde su hermana le siguió. Rechazó la notable herencia de la familia y cualquier apego a los bienes terrenales.

Tres años después san Benito fundó la abadía en Montecassino. Y ofreció una regla a sus monjes conocida luego como la “Santa Regla”.

Su hermana quiso seguirlo fundando la rama femenina de la Orden Benedictina. Se estableció a 7 kilómetros de Montecassino, en Piumarola.

Escolástica mantuvo una perfecta unión espiritual con su hermano. Una vez al año le visitaba en Montecassino. Allí pasaban juntos un día, con santas conversaciones y alabanza a Dios.

Patronazgo

Es patrona de las monjas benedictinas, de las madres en estado de puerperio y de los niños que sufren convulsiones. Y protectora en contra de las tormentas y lluvias.

Lugares de culto 

Los grandes lugares donde se festeja el culto a santa Escolástica son la Abadía de Montecasino, en Subiaco, y la Abadía de Fleury.

Curiosidades sobre santa Escolástica

Igual que la llegada al mundo de san Benito y santa Escolástica estuvo unida, también dejaron la vida terrenal a menos de un mes uno del otro.

San Gregorio cuenta de un milagro ocurrido en el último encuentro de los dos hermanos. Aquel día Escolástica pidió a su hermano que continuara con la conversación espiritual hasta el día siguiente. Pero Benito se opuso para no romper la regla.

Luego, Escolástica le suplicó al Señor que no dejara que su hermano se fuera y se echó a llorar.

Inmediatamente después, una tormenta inesperada y violenta estalló y obligó a Benito (que lo reconoció como un milagro) a quedarse con ella conversando toda la noche. Gregorio concluye la narración del episodio diciendo:

“Pudo más, la que más amó”.

Tres días después, la santa murió. Y su hermano, que se encontraba absorto en la oración, tuvo la visión del alma de su hermana ascendiendo al cielo en forma de paloma.

Arte y cultura en torno a la santa

En el arte es común encontrar a santa Escolástica junto a su hermano san Benito, pues ellos estuvieron unidos en su vida y amor a Cristo.

Oración

Oh Dios, que para mostrar la inocencia de su vida,
hiciste que el alma de tu bendita virgen Escolástica
se viera subiendo al cielo en forma de paloma,
concédenos, Te rogamos, por sus méritos y oraciones, que podamos vivir inocentemente para llegar a las alegrías eternas, a través de Jesucristo, Tu Hijo unigénito Nuestro Señor, que contigo y el Espíritu Santo vive y reina, por los siglos de los siglos.
Amen.